sábado, 4 de septiembre de 2021

ROCK PARA CELEBRAR A LA MADRE DE LA MONTAÑA por Pablo Cingolani * para Vagos y Vagas Peronistas

 


Hey hey, my my

Rock and roll can never die

Neil Young


Algo crujió. Algo se fue al carajo. “Yo pensaba que los Stones eran inmortales”, me escribió Fabián desde Buenos Aires a raíz de la muerte de Charlie Watts. Y así como su partida empieza a desmentir esa presencia que deseábamos eterna, también prueba algo tanto o más cruel: que nosotros tampoco somos inmortales. Es que así, digan si no, nos sentíamos cuando escuchábamos rock, rock & blues, rock and roll.

No somos ingenuos: que los Stones sigan vigentes -están preparando una gira- es un hecho singular, sí, pero anacrónico: la puta realidad que vivimos -con o sin pandemia- no cuaja, no se refleja en este espejo deforme donde hoy se mira la humanidad globalizada.

Antes, fue al revés: el rock, la contracultura desde la cual emergió, fue el reflejo, la experiencia, donde el mundo se miró e intentó algo que hoy parece insondable: ser un poco mejor, más humano, más creativo, más lúdico.

Los que crecimos en los 70s recibimos toda esa avalancha de energía artística, de pasión y de alegría que vino del norte pero que en nuestros sures encontró un arraigo profundo -se empezó a componer, tocar y cantar con identidad propia, se empezó a fusionar de manera intrépida con lo nuestro- y hoy nadie en su sano juicio podría decir que eso llamado, genéricamente, “rock en español” fue algo alienante, neocolonialismo, pajas.

El rock fue la banda sonora de una rebeldía generacional que recorrió el mundo entero y que se manifestó en el rechazo a la guerra imperialista en Vietnam, en la rebelión estudiantil de París 68, en el apoyo a la descolonización de África, en la militancia popular de los Curas del Tercer Mundo, en la insurgencia guerrillera de la mano de ese otro ícono de época que fue el Che Guevara, en la vuelta de Perón y el triunfo del FREJULI en Argentina que, de hecho, se festejó con la liberación de todos los presos políticos y con un festival de “rock nacional” en la cancha de Argentinos Juniors -el club del Diego-, organizado por Billy Bond, comandante de La Pesada del Rock and Roll, grupo multiforme y pluricreativo si los hubo.

No es nostalgia lo que escribo: es la comprobación de que algo ha cambiado (Pappo dixit), algo ha cambiado radicalmente no en nosotros sino en el mundo donde el rock ya forma parte de la historia de la cultura, pero esa cultura que atesoró el rock ya no influye en el mundo.

Y digo y reafirmo cultura porque el rock no era sólo música, era mucho más, era una apertura, una actitud y una búsqueda para intentar volver a encantar al mundo, para que la magia sea restituida, para que la vida sea más bella.

Así las cosas, en ese entendimiento, la muerte de Charlie es terrible porque es un indudable punto de no retorno. Ya no habrán más Stones. Watts no tiene reemplazo posible. Como no lo tuvo Lennon ni menos Harrison.

Es un punto de no retorno y habrá que asumir al mundo sin la certeza, la confianza y la serenidad que ese baterista zen -que empezó a darle a los parches en el grupo antes de que yo naciera- le concedió a la banda de rock and roll más influyente de la historia. Corrijo: de nuestra historia.

Esa certeza, esa confianza y esa serenidad que hizo que creyéramos que ellos y nosotros éramos inmortales. Y ya ves, mi hermano: los dioses hace tiempo que nos habían abandonado, los héroes que caminaron con nosotros se van muriendo y lo que queda, lo que va quedando, es una inmensa y feroz tierra baldía.


* * *


Frente al aluvión de la modernidad avasallante y tras la devastación causada por la segunda guerra mundial, desde las afueras de Deyá, una aldea montañesa de la isla mediterránea de Mallorca, un incisivo y molesto Robert Graves se preguntó cuál era la función o la utilidad de la poesía.

Algunos años atrás, el mundo había asistido al acto de destrucción más despiadado: dos bombas atómicas acabaron en minutos con dos ciudades, Hiroshima y Nagasaki, y quienes moraban en ellas. Los hombres comprobaron algo ineludible: eran capaces de aniquilarse entre ellos.

Fue otro punto de no retorno que condujo a una pax gélida entre las superpotencias, una paz sospechosa, previsible, que terminó estallando en rebeliones populares y en esa cultura que tuvo al rock como su expresión más sensible.

De alguna manera, la pregunta de Graves tuvo una respuesta. Pero no alcanzó, no alcanzó a dotar a esa paz de la capacidad de volverse plástica, inspiradora, viva. No alcanzó para transformar el planeta y evitar la arremetida del neoliberalismo que fue el que reinstauró su paz, esta paz anélida y agobiante donde debemos sobrevivir como podamos.

Los sueños colectivos se fueron desmoronando -como lo hizo el Muro de Berlín- y a muchos de los impulsores y portadores de esos sueños o los mataron o los desaparecieron o se van yendo. El tiempo, eso implacable, hace su zafra.

Hoy, a lo Graves, podríamos preguntarnos cual es la función y la utilidad del rock.

La respuesta que nos legó el poeta es desoladora y si se animan pueden leerla en la introducción de La diosa blanca. Y les advierto que no les va a gustar.

Prefiero para terminar este escrito, arrojar luz sobre el destino y la condición humana y transcribir una cita del mismo viejo Robert que pudo, bien leída, ser parte de la lírica de algunas de las canciones de Led Zeppelin o de la Incredible String Band o del flaco Spinetta. Dice: “La verde savia de la primavera que en el árbol joven se agita celebrará a la Madre de la Montaña, y todos los pájaros canoros la aclamarán un día, pero yo estoy dotado, inclusive en noviembre, la más desapacible de las estaciones, con una sensación tan grande de su claramente raída magnificencia que olvido la crueldad y la traición pasadas, indiferente a dónde puede caer el próximo rayo…”.

Abrázame/ Madre del dolor, aullaba el Luis inmortal.[1] Abrázame Madre de la Montaña. Siempre es lo mismo, nena: lo que se cuida con el corazón, nunca muere ni morirá jamás.[2]


Laderas de Aruntaya, 26 de agosto de 2021


 [1] Pescado Rabioso: Post-crucifixión.


[2] Basta escuchar la versión de La Renga. En: https://www.okmusica.info/rock-en-espanol/la-renga/hey-hey-my-my


*Nació en Argentina en 1963. Vive en Bolivia desde 1987. Estudió historia. Es escritor y periodista. Su obra publicada incluye libros como Toromonas, Amazonia Blues, Aislados y Nación Culebra, una mística de la Amazonia

1 comentario:

  1. "..lo que se cuida con el corazón nunca muere, ni morirá jamás". Excelente artículo. Es muy basta la cultura del Rock, es la más irruptora de los movimientos que atraviesa las clases sociales y generacionales. Cuando surge en Gran Bretaña, rompe para siempre la rígida estructura social. Le debemos mucho al Rock ! lo seguiremos escuchando a los Rolligs Stone, Led Zeppeling, The Bratles y a los nuestros, El Flaco, Pescado Rabioso , Pappo,...

    ResponderEliminar