jueves, 26 de noviembre de 2015

EL PERONISMO, LA PRENSA Y OCCIDENTE, POR Eduardo Febbro, desde París (Fuente: Página12, 26/11/15)

EDUARDO FEBBRO


Bajo la sombra de unos árboles casi generosos, en pleno Montmartre, la solitaria estatua del Caballero de La Barre proyecta su leyenda sobre el presente: ¿terminaremos como él, condenados a muerte, decapitados por no postrarnos ante la malcriada procesión de la monarquía consensual que preside los destinos del mundo?

François-Jean Lefebvre de La Barre fue decapitado en 1766 por no haberse sacado el sombrero durante una procesión. Lo enterraron con un libro proscripto en ese siglo: el diccionario filosófico de Voltaire. Estaban, ambos, opuestos al oscurantismo masivo de su época. El sol de este otoño pasivo que baña su estatua y alarga su tenue sombra en la vereda remite al asedio ideológico, la calumnia, los despropósitos y la vulgaridad de que es objeto la Argentina en la prensa occidental. No hay diario o semanario, de izquierda o de derecha, que no arremeta con la más infame de las demostraciones contra nuestra historia más reciente y contra un movimiento político, el peronismo, ciertamente complejo pero en ningún caso responsable de los horrores que se le atribuyen. Como si, a imagen y semejanza del Caballero de La Barre, estar en disidencia o no entrar del todo en la resonancia del mundo mereciera la proscripción, el embuste y, muchas veces, la ofensa a toda una nación. La atracción negativa que ejerce la Argentina y el peronismo entre los plumíferos de la derecha liberal y sus alumnos progresistas de Occidente es pavorosa. Ninguno de los inabarcables dictadores que visitan París y compran perfumes y armas ha merecido un tratamiento tan degradante, un repertorio de adjetivos tan vil. En la prensa latina, El País, en España, y Le Monde, en Francia, han caído en la más sucia de las falacias y el agravio. La metodología de ambos diarios es la misma: el desprecio y la omisión histórica como regla de oro. A la presidencia saliente la han calificado de “patética”, “antioccidental”, “desubicada”, de “expoliar a los acreedores”, de gobernar con un autoritarismo digno de las dictaduras, de “caudillo de pacotilla”. Al peronismo se le ha atribuido todo el peso de las catástrofes nacionales sin hacer, jamás, la más lejana mención a las espantosas, criminales y antinacionales dictaduras que postraron al país y, menos aún, a la crisis de 2001, a la agresión bancaria mundial que la precipitó, a los muertos por la represión, a la potencia imaginativa y la solidaridad con la cual la sociedad se levantó de aquellos abismos. “Si debiésemos mencionar una causa única del ocaso argentino indicaríamos el peronismo”, escribió en Le Monde Jean-Pierre Petit, economista y director de la revista Les Cahiers Verts de l’Economie. La prensa nacional, aquella que descubrió la democracia en 1983, exhibe esos análisis como un trofeo. La capacidad de olvido y transformación de esos medios internacionales es pasmosa. Durante la crisis financiera de 2008, las agencias de calificación y los fondos buitres eran enemigos universales. Pero cuando la Argentina los enfrentó, el adversario incordioso fue la Argentina. Los pluri escribidores han mezclado insolentemente Nación, Estado, Sociedad y Gobierno y omitido no sólo nuestra historia, sino la de ellos. Hemos leído editoriales moralistas de The New York Times exigiendo justicia por la muerte del fiscal Nisman sin siquiera mencionar la deuda que el mismo Estados Unidos tienen con su propia verdad para esclarecer el asesinato del presidente John Fitzgerald Kennedy. En un vejatorio editorial publicado por el diario El País y titulado “Lloro por ti Argentina”, firmado por Xavier Vidal-Folch, director adjunto del periódico y presidente del World Editors Forum, el diario plasma una apocalíptica visión de los últimos 12 años. Sería inadecuado darle vuelta el espejo, por respeto a la sociedad española. Señor Xavier Vidal-Folch, hace ya mucho que los republicanos del mundo lloramos por esa noble España estafada por sus propios bancos y bañada por una corrupción globalizada. ¡No llore por nuestro país, por favor! La Argentina ha protagonizado una transición moderada, sin dudas crítica para el partido que pierde, como siempre suele ocurrir, pero es una conquista política de la sociedad, no una venganza en nombre del Occidente liberal. Occidente ha celebrado la derrota electoral del kirchnerismo como una victoria propia. A Mauricio Macri no lo eligió el mercado global, sino la sociedad argentina. Es producto del cambio de la burguesía argentina que se inscribió en la melodía democrática, salió electo por una mayoría nacional y no por unos lacayos a sueldo del imperio. A Néstor y a Cristina Fernández de Kirchner no los eligieron en un círculo cerrado de populistas, sino en la misma sociedad que hoy apostó por otro rumbo. ¿Acaso aún pretenden que después del ultraje del 2001 viniese un poder pactista y consensual con sus propios verdugos? Jamás se leen tantos horrores sobre ningún otro país del mundo, con tanto atrevimiento, con una falta de modestia tan ostentosa. Le hacen pagar al poder saliente todas las veces que les dijo “no”. ¿De dónde saca su legitimidad analítica ese charlatán de foros liberales que es Mario Vargas Llosa? ¿Cómo un diario como El País puede aún publicar una crónica tan agresiva contra una nación, la Argentina, y su gobierno? El Premio Nobel peruano es capaz de escribir sobre el papa Benedicto XVI, la guerra en Afganistán, el conflicto en Osetia del Sur, el precio de la soja o el otoño en Lviv con la misma petulancia. Plumíferos de sillón giratorio que reparten notas de moralidad a través del planeta sin haber puesto los pies en ningún de los lugares que retratan. Escriben como si lo hicieran desde el Evangelio, y no desde países con sus propios sistemas políticos carcomidos por la corrupción, la penalización de los más pobres, los negocios con las más tristes dictaduras y las prácticas bancarias más escabrosas.

Cientos de miles de jóvenes celebraron en París el fin de los dos mandatos (1981-1995) del difunto presidente socialista François Mitterrand y la victoria del conservador Jacques Chirac. Otros tantos cientos de miles de jóvenes hicieron lo mismo en la Plaza de la Concordia cuando Chirac dejó el poder (1995-2002) al cabo de dos mandatos. Festejaron como el comienzo de una nueva vida la victoria del joven y prometedor liberal Nicolas Sarkozy. Cinco años más tarde, en 2012, cientos de miles de personas se embriagaron de alegría hasta la madrugada en la Plaza de la Bastilla tras la derrota de Sarkozy y el acceso a la presidencia del socialista François Hollande. Así es la rotación del poder. Pero cuando se trata de la Argentina, parece que fuera una guerra, una suerte de conflicto a todo o nada entre la barbarie y la libertad. A la barbarie ya la conocimos con botas, a la libertad la gozamos desde 1983, con todas sus complejidades. Hay, en los medios de Occidente, una histriónica nostalgia por una Argentina blanca y liberal que ha dejado de existir hace mucho. Toda particularidad, todo rasgo de no resonancia con el modelo planetario, es vista como un crimen y acechada con el verbo del castigo, el exceso, la vulgaridad y la ignominia. Cualquier proyecto nacional es tildado de nacionalista y populista. ¿Qué dirían hoy del general De Gaulle que refundó Francia después de la Segunda Guerra Mundial inventando una doctrina nacional, en disenso con el resto de las potencias? Más allá de las presidencias democráticas pasadas y con la mente en la que viene, tal suma de humillaciones retóricas plantea la relación de la Argentina con el mundo y pone al desnudo un paradigma: Mauricio Macri representa a una Nación, no a un Mercado. Insalvablemente, en algún momento dirá que no. ¿Qué ocurrirá entonces cuando la híper proteccionista Unión Europea intente imponer concesiones que ningún mandatario puede aceptar? Lo viene haciendo desde hace décadas, además de falsear los mercados con sus millonarias subvenciones agrícolas. ¿Se volverá un caudillo inepto a ojos de Occidente, un dirigente “liberal populista” porque no hace bien los deberes? Lástima que nuestra derecha nacional sea tan pobre intelectualmente y no tenga dientes para, al menos, anteponer su propia filosofía ante agresiones de la magnitud que se han ido leyendo en los últimos meses. Si el diario La Nación pide la libertad para los genocidas y publica, en primera plana de su edición de Internet, un espacio de diálogos y debate auspiciado por ese ente planetario de lavado de dinero que es el banco HSBC, nada se puede esperar de esa derecha. Menos aún de Clarín, cuyas mentiras y manipulaciones obscenas entrarán en los manuales del periodismo como horizonte del contraejemplo que ha manchado a una profesión mágica y noble. Toda oposición política es legítima, pero el hurto de la verdad no puede ser su escenario. Al menos, la derecha francesa tiene una filosofía propia, nacional, inscripta en la globalización pero arraigada a su tierra. El peronismo más reciente ha desencadenado un odio inédito en los medios del mundo, un irrespeto a la identidad de un país entero, a su historia, a sus electores, a sus dirigentes políticos, a sus mayorías y sus minorías, a su alma, a sus tragedias y sus aciertos. Cómo no recordar ante esta estatua las desaventuras trágicas del caballero François-Jean Lefebvre de La Barre, al propio general De Gaulle que se ocupaba de pagar sus cuentas domésticas, a todos aquellos que murieron en la represión bancaria del 2001. Somos América, somos el peronismo, el PRI en México, Evo en Bolivia, el chavismo en Venezuela, somos Bachelet en Chile, el lulismo en Brasil, somos Cuba y el Papa, somos Juan Manuel Santos en Colombia, el tango y la salsa, somos nuestros dictadores y nuestros revolucionarios, las FARC y las extremas derechas militaristas, somos Evita y Juana Azurduy, somos indígenas y, mezclados, somos el bolero y los mariachis, somos Macondo y Borges, no somos un mercado de títeres. Somos un sueño de libertad y la seguimos construyendo. No lloren por nosotros.

efebbro@pagina12.com.ar

miércoles, 25 de noviembre de 2015

MACRI Y LA ESTRATEGIA REGIONAL DE LOS EE.UU, Por Federico Bernal (Fuente: Tiempo Argentino, 25/11/15)

Federico Bernal


Escudado en la opereta "cláusula democrática contra Venezuela", el macrismo retoma la mejor tradición de la política exterior mitrista y se dispone a avanzar en aquello que Andrés Oppenheimer sintetizó el día después de las elecciones a través de Twitter: "Se rompe el eje Buenos Aires-Brasilia-Caracas".Ya en su nota del martes 17 Oppenheimer -a la sazón agente del Departamento de Estado y furioso lobbista del terrorismo financiero y especulador estadounidense- adelantaba que de ganar Cambiemos "se viene un gran cambio en el mapa político de América Latina: Macri ha prometido tomar distancia del régimen populista radical de Venezuela, y acercarse al bloque de la Alianza del Pacífico, integrado por México, Colombia, Perú y Chile" (El Nuevo Herald - 17/11/2015). La orden de Washington es contundente: romper ese eje. En otras palabras, quebrar el Consenso de Mar del Plata nacido en la Cumbre de las Américas, en noviembre de 2005. El objetivo supremo: terminar de engullirse a América del Sur desde la supremacía absoluta de la Alianza del Pacífico.

Suspensión de Venezuela
del Mercosur
Nos cuenta Oppenheimer en esa nota que "en materia de Venezuela (sic), Macri ha dicho que terminaría la estrecha alianza política de la Argentina con Venezuela. Durante el debate presidencial del 15 de noviembre con el candidato oficialista Daniel Scioli, Macri dijo que si es electo propondrá la suspensión de Venezuela del Mercosur... por no cumplir con la cláusula democrática de ese organismo. Esta requiere que los países miembros respeten principios democráticos". El 21 de diciembre, en Paraguay, se realizará la cumbre del Mercosur. Allí, el flamante presidente argentino pedirá lisa y llanamente la suspensión de Venezuela del bloque. Las legislaturas paraguaya y brasileña no tardarán en aceptar la moción. Se habrá dado entonces el primer paso para someter al Mercosur y, de esta forma, avanzar para la incorporación plena de la Argentina a la Alianza del Pacífico o, lo que es lo mismo, suscribir un acuerdo entre ambos bloques con un Mercosur totalmente debilitado al estar Venezuela suspendida y la Argentina en poder de la Sociedad Rural y el Departamento de Estado.

Orígenes de la Alianza del Pacífico (AP)
El antecedente de la AP -iniciativa librecambista impulsada por las oligarquías nativas y los sectores industrialistas de EE UU- fue la Comunidad Andina de Naciones (CAN), fundada en 1988 por Bolivia, Perú, Colombia, Venezuela y México (observador, junto a Panamá). Pero el año en el que se incorporaba Chile al bloque, esto es, 2006, Venezuela lo abandonaba. El Tratado de Libre Comercio (TLC) firmado entre Colombia y EE UU fue el factor detonante. Como sea, desde la salida de Venezuela y, paralelamente, el fortalecimiento de la Alianza Bolivariana para América Latina y el Caribe (ALBA), la CAN quedó reducida virtualmente a TLC bilaterales entre los países residuales y Estados Unidos, o bilaterales entre ellos o con terceros países de la región. Las fuerzas librecambistas se replegaron ante la derrota propinada por los "gobiernos parecidos a sus pueblos". El crecimiento exponencial del Mercosur bajo el paraguas del Consenso de Mar del Plata (lo que Oppenheimer denomina el eje Buenos Aires-Brasilia-Caracas), la creación de la CELAC (febrero de 2010) y la intención de Venezuela de sumarse al Mercosur derivaron en la creación de la Alianza del Pacífico.
La AP como envase de un TLC con los EE UU. La Alianza del Pacífico comenzó a funcionar a comienzos de 2012. Sus miembros son Chile, Colombia, México y Perú. Está constituido por 216 millones de personas y representa el 38% del PBI latinoamericano y caribeño. Hasta el momento, la AP alcanzó una desgravación de más del 90% de los productos comercializados internamente, aunque carece de arancel externo para las importaciones desde EE.UU. como consecuencia indirecta de los TLC suscriptos entre este último y la totalidad de sus integrantes. Se comprende así que la potencia norteamericana sea el principal socio de la AP, penetrando fuertemente gracias a México y el TLCAN de 1994. Cuando se examina miembro por miembro, se comprende aun más la hegemonía estadounidense: primer socio comercial de México y Colombia, y segundo de Chile y Perú. El portal oficial del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo de Colombia no nos deja mentir: la estructura de las exportaciones del bloque en 2014 fueron explicadas por EE UU " con una participación del 63,7%", seguida por China (6,9%), Canadá (2,8%), Japón (2,2%), España (2,2%) y Brasil (2,2%). En cuanto al origen de las importaciones: "EE UU (41,4%), China (17,8%), Japón (3,9%), Alemania (3,6%), Corea del Sur (3,3%) y Brasil (2,5%)".

Plan Belgrano, Malvinas
y narcotráfico
La destrucción del eje Buenos Aires-Brasilia-Caracas es fundamental al plan estadounidense de sometimiento regional. Y la administración macrista es su pieza medular. De hecho, sus principales propuestas están en sintonía fina con los postulados de los países firmantes de la AP y los reclamos del Congreso de EE UU hacia América del Sur. Veamos. En primer lugar, el ya anunciado ataque contra Venezuela. En segundo lugar, el "plan de infraestructura" más promocionado por Macri y supuestamente el más importante de sus cuatro años. Hablamos del denominado Plan Belgrano, plan destinado al norte del país. ¿Genuino interés por el desenvolvimiento regional? Lejos de eso, tiene que ver con el desarrollo de una infraestructura de vinculación con la AP y el Océano Pacífico, infraestructura contraria a la Iniciativa de Integración Regional Suramericana (IIRSA) implementada por el Mercosur. En tercer lugar, la cuestión Malvinas. Nuevamente e impulsado por EE UU, la posición de Macri se encuentra en las antípodas de lo avanzado desde el Mercosur, UNASUR y la CELAC. Claramente a la OTAN no le interesan amenazas políticas que puedan hacer tambalear su base militar más poderosa en suelo latinoamericano. En cuarto y último lugar, la "lucha" contra el narcotráfico, tan presente en el discurso de Macri. ¿Por qué? Es una demanda del sector industrial y corporativo estadounidense que lo utiliza como mecanismo de protección indiscriminada de sus inversiones, activos y operaciones de lobby. Aquí debemos remitirnos al TLCAN, que si bien se trata de un TLC signado por el Congreso mexicano, implícita y explícitamente está regido por la Alianza de Seguridad y Prosperidad de América del Norte. En un trabajo sumamente interesante al respecto, el economista mexicano Rodolfo González Molina (Revista Economía Informa - Mayo/Junio 2015) explica que la política de la ASPAN en materia de negociaciones comerciales "... después del ataque a las Torres Gemelas, tiene como objetivo, según declaraciones del presidente Bush "la protección de las fronteras y avanzar en medidas coordinadas sin fisuras dentro y más allá de nuestras fronteras para ofrecer a los ciudadanos protección contra terroristas, criminales y desastres naturales comunes". Desde los primeros ensayos de TLC en la región (Plan Mérida, Plan Puebla Panamá, etc.) hasta los últimos en México y Colombia, todos quedaron sometidos a la aprobación de planes de combate al narcotráfico y al crimen organizado, sofisma para contratos multimillonarios de compra de material bélico y financiamiento para la militarización de las fronteras. Por ejemplo, la ayuda de EEUU a México se estima en U$S 1400 millones en los últimos años para la militarización de la frontera sur, la modernización de sus fuerzas militares y policiales, la compra de equipo (a EE UU) y la capacitación impartida por agencias también estadounidenses (ver "Del Tratado de libre Comercio de América del Norte a la Alianza de Seguridad y Prosperidad", 2009). En suma, control comercial, financiero, militar y geopolítico.

La depredación colonial
La suspensión de Venezuela y su eventual expulsión del Mercosur, sumados a la destrucción del aparato industrial y productivo argentino como consecuencia de la administración neoliberal macrista insertará a la Argentina de lleno en la AP, lo cual en definitiva y en razón de lo expuesto será equivalente a suscribir informalmente un TLC entre nuestro país y EE.UU. Las manufacturas estadounidenses nos lloverán a través de Chile, Perú, México y Colombia. Nuestras exportaciones se primarizarán, como sucedió con las exportaciones de la AP (el principal producto de exportación es el petróleo), como con México desde la firma del TLCAN (analizado oportunamente) y Colombia en años recientes. Efectivamente, a sus socios de la AP, Colombia les vende carbón (17%) en primer lugar, e importa Maquinaria y equipo (24,6%), Automotor (20,8%) y Metalurgia (11,7%). Yendo al caso argentino: ¿Nuestro producto exportable de mayor interés para Washington? El petróleo y el gas natural de Vaca Muerta. ¿Las empresas encargadas? Las multinacionales del país del norte, con sus socias europeas, apuntaladas jurídicamente por el acuerdo con los fondos buitre y resguardados por estrictas normas de protección comercial y militar basadas en aranceles cero de la Alianza del Pacífico, la militarización de las fronteras y la lucha contra el narcotráfico. La infraestructura del Plan Belgrano, financiado por las mismas empresas involucradas, garantizará el saqueo de nuestros recursos vía Chile y con rumbo al Pacífico norte. En verdad nada nuevo, sino el histórico círculo vicioso de la depredación colonial. «

martes, 24 de noviembre de 2015

¿HACIA UNA NUEVA DERECHA EN AMÉRICA LATINA?, Por Emir Sader (Fuente: Página12, 24/11/15)

EMIR SADER


En medio a la euforia de toda la derecha latinoamericana con el triunfo de uno de sus dirigentes, Mauricio Macri, se ha intentado proyectar, de nuevo, la idea de que ello abre un nuevo período histórico en la región, marcado por el ascenso de una nueva derecha.

Desde el triunfo de Hugo Chávez, seguido por la irrupción de otros líderes de izquierda en América latina como Lula, Néstor y Cristina Kirchner, Evo Morales, Rafael Correa, Pepe Mujica, que la derecha intenta encontrar candidatos que la renueven. Sebastián Piñera en Chile, Alvaro Uribe en Colombia, Enrique Peña Nieto en México, estuvieron entre esos nombres, además de los candidatos opositores que fueron derrotados en elecciones. Un lugar que ahora pasa a ser ocupado por Mauricio Macri, dado que los tres anteriores han fracasado.

¿Pero la elección argentina proyecta una nueva derecha en América latina?

Hubo una nueva derecha cuando ella asumió la ideología y los proyectos políticos y económicos del neoliberalismo. Agotado el período histórico marcado por el desarrollismo, la respuesta neoliberal aparecía como una alternativa. A la crisis del socialismo y del Estado de Bienestar Social se respondía con la crítica del Estado, con la exaltación de la centralidad del mercado y de las empresas privadas. Así la derecha, por primera vez, pretendía aparecer como lo moderno, lo nuevo, tildando a la izquierda como lo jurásico.

Esa fue una renovación de la derecha, cuyos protagonistas fueron Carlos Menem, Fernando Henrique Cardoso, Alberto Fujimori, Carlos Andrés Pérez y Carlos Salinas de Gortari, entre otros.

Ahora la situación es distinta. El propio modelo del empresario de éxito, que debiera ser el mejor administrador del Estado, personificado en Piñera, ha fracasado. El no tenía nada de nuevo que proponer, más que el retorno al modelo neoliberal puro y duro. Lo mismo ha pasado con los otros candidatos a renovar a la derecha.

Las propuestas de los candidatos opositores a los gobiernos progresistas en Uruguay, en Brasil, en Venezuela, en Bolivia, en Ecuador, reposan siempre en políticas neoliberales. Conscientes del apoyo popular a las políticas sociales prometen mantenerlas pero en el marco de políticas económicas neoliberales, una convivencia imposible. Para esas políticas la prioridad son los ajustes fiscales, en desmedro de los recursos para las políticas sociales. Como nunca habían ganado elecciones, los candidatos de la derecha no tuvieron que pasar por la prueba de la realidad.

La elección de Macri para presidente de Argentina es la primera oportunidad que la derecha tiene para probar que puede compatibilizar políticas económicas neoliberales con el mantenimiento de las políticas sociales desarrolladas en los últimos doce años en Argentina, que él, en la fase final de la campaña electoral, se comprometió a mantener.

En el caso de que lo logre, contra toda lógica económica y social, tendremos una nueva derecha, que no solo promete mantener las políticas sociales en el marco del modelo neoliberal sino que lo hace en la práctica. Caso contrario –como se puede prever–, prevalecerá la lógica económica de los ajustes y las políticas sociales –consideradas como costo, como gasto de recursos– serán postergadas, como una amenaza al equilibrio de las cuentas públicas.

Hasta ahora todos los intentos de renovación de la derecha latinoamericana han chocado con el modelo neoliberal, un marco del cual no ha salido ninguno de los nuevos gobernantes y, por ello, han fracasado.

¿QUIÉN GANÓ?, Por Horacio González (Fuente: Página12, 24/11/15)

Horacio González, Director de la Biblioteca Nacional
(Excelente nota de Horacio González, con la penetrante lucidez a que nos tiene acostumbrado, para analizar los nuevos recursos comunicacionales de la derecha, que hay que interpretar concienzudamente, para ganar futuras elecciones)

  
El que haya escuchado con atención los discursos del futuro presidente, Mauricio Macri, puede percibir un recurso habitual y bastante notable. Es el de la desintegración de la noción de pueblo, que no era el sujeto de sus interpelaciones. Se dirige a vecinos, familias, personas que “quieren progresar un poco más cada día” y a todos los países en general, “con los que queremos tener una colaboración permanente”. Demasiadas abstracciones, ausencia de entidades sociales específicas, una atmósfera permanentemente angélica de deshistorización y deliberada falta de reconocimiento a los ostensibles nombres que definen el estado complejísimo del mundo contemporáneo. Su vaga idea de la inmigración que trajo a su padre italiano al país también peca de un sentido generalizador y etéreo, y no puede definir de ninguna manera a la población nacional y su cuerpo complejamente estratificado. Su acto en Humahuaca y su repentino “indigenismo” se ve que no caló hondo en él y que fue flor de un día de campaña. Entonces, ¿por qué produjo un sacudón de tamaña envergadura en la sociedad nacional? Las clases populares, a las que él mismo consideraba atomizadas e históricamente inertes, lo votaron en generosa proporción, acompañando a los tradicionales sectores pudientes y a los representantes –digamos el concepto– del “capitalismo financiero”. ¿Un frente de clase de troquel derechista? ¿La coalición de los que estaban “hartos”? No nos apresuremos.

La amalgama que por poco más de dos puntos llevó a Macri al gobierno es de gran heterogeneidad, y se vio encarnada en esos conocidos rostros que ocuparon el escenario macrista, la noche de la victoria electoral. Podríamos llamarla como propia de un populismo de nuevos contornos. El verdadero populismo, que siempre fue más amorfo –salvo el gran populismo del campesinado ruso–, pudo ser dirigido muchas veces por figuras empresariales –del lumpen empresariado, digamos, si nos ponemos excesivamente ortodoxos en el empleo de antiguas terminologías–, y contó con la fuerte movilización de pensamientos –seguimos muy clásicos– que llamaríamos prepolíticos.

El país que protagonizó la vibrante campaña política que nos envolvió a todos tuvo un fuerte componente prepolítico bajo cuyo manto turbador apareció casi exclusivamente la política. El mundo prepolítico, que en general puede ser considerado como el “mundo de vida”, contiene una dimensión no declarada de pensamientos virulentos, formas ancestrales de la reflexión punitiva, amenazas potenciales que al pasar a su estado público hacen asomar apenas su costado larvado. Es cierto que el “mundo de vida” tiene prestigio filosófico, pero cuando se encuentra con los instrumentos comunicacionales que caracterizan una supuesta dispersión de la razón comunicativa y obtiene movimientos propios, como el que hoy se denomina “viralización”, se pierde en una marea ponzoñosa cuyo análisis sereno nos llevaría mucho tiempo, pero que aquí podemos considerar bajo varias modalidades. Modos implícitos de propagar contenidos muy machucados por la ausencia de conceptualización pública, frente a los cuales lo que antes llamábamos “periodismo sensacionalista” queda hecho un poroto. Las “sensaciones” son ahora capas de signos que, con efectos múltiples, recelosos, arbitrarios y desde luego, a veces muy imaginativos, impregnan toda una ciudad y la definen.

El argumentador clásico aquí pierde la partida y queda convertido en “una pequeña secta de ilustrados”, a la que curiosamente se refirió Macri en su discurso de Humahuaca y en su Noche Triunfal. ¿Cómo? ¿Entonces no era el populismo rampante (que nosotros supuestamente representábamos) el que se burlaba de la “ilustración”? Pues no, una pieza populista central, que es el ataque a la “minoría” cultivada y “de espaldas al pueblo”, ha sido incorporada por los laboratorios de Macri, pero ya con el específico sentido de vulnerar a la vida política clásica y sus legados correspondientes. En este caso, el pueblo, y lo popular como procuración incesante de sentido, sería apenas un evento producido por la viralización de numerosas dimensiones tácitas en la expresividad común: primero, el modo civil de estilo pastoral del futuro presidente, luego, el modo reticular en que se diseminan “contenidos” en general basados en mensajes truculentos o anónimos, y después, en algunos casos (que ojalá el candidato desmienta como ajenos a su pensamiento actual), bajo el modo nocturnal. Este modo es el más oscuro y se reveló hace unos días en las pintadas amenazantes en los institutos de derechos humanos del país. El editorial de La Nación, a la mañana siguiente de la elección rechaza la venganza pero deja toda la impresión de que la quiere.

¿No debería el presidente, que lo será de aquí a pocos días, aclarar lo que ocurre en sus alrededores y acaso en su propia conciencia? ¿Eso mismo que sucede por las noches mientras él charla tranquilamente –según ha contado– con sus amigos y su familia? ¿No debería decir que su campaña diurna, vistiendo alegres ponchos regionales, nada tiene que ver con la campaña nocturna, que acepta el indumento de la intimidación clandestina sin condenarla? Parco de conceptos, sin embargo, ya ha dicho mucho, además del mimetismo por el cual durante meses tomó temas del “progreso personal” susceptibles de transmutarse en “definiciones progresistas”. Como un reverso de las teorías de Laclau, “articuló” más “cadenas de equivalentes” que el candidato al que nosotros votamos. Pero virtió hacia la derecha, irónicamente, unas tesis preparadas para los movimientos populares del mundo. Algunas definiciones macristas pertenecían al acervo de los progresismos genéricos, otras directamente eran tomadas del arsenal social del kirchnerismo, y la mayoría –las de derecha– apenas insinuadas en su media lengua. Es por lo tanto una derecha nueva y con una gran votación. Pero ya se vio: una cosa es la Noche y otra la Mañana. Y otra la Mañana siguiente.

Cambio de época: el giro del país hacia la Alianza del Pacífico es la semántica maestra de un conjunto de mutaciones que tendrán incómodos correlatos económicos, sociales y culturales. Efectivamente, no se equivoca al decir “cambio de época”, pues ello siempre es más que la “alternancia” por la que siempre bregaron los radicales y que tanto entusiasmó a Gerardo Morales en su gran noche. Eminente tema: hay cambios de época sin alternancia, alternancia con cambios de época, y cambios de época que se imponen sobre los efectos, más débiles, de la alternancia que ellos mismos proponen. Al punto que la alternancia, en su sentido literal, es Scioli quien iba a encarnarla. Esto es otra cosa: una conversión ideológica, geopolítica y cultural de amplísimas características. Si no escuché mal, el candidato ganador dijo “fundacional”. Perdón si me equivoco, pero esa palabra, que tanto se le reprochó al kirchnerismo (que fue y es un populismo democrático-republicano) al aparecer ahora en el macrismo, revela el tamaño del viraje que, desde ya, se deberá discutir con los mejores argumentos y lejos de la “episteme chicanera” que rige como norma política en el país, tal si fuera ley nacional del Parlamento. Los populismos se consideran fundacionales: Macri no sería la excepción. Con ese espíritu que nada tiene que ver con la alternancia, sino con una antropología política completa de las derechas mundiales, se lanza a la exclusión de Venezuela del Mercosur, aún como chispazo postrero de campaña. Sustituir el pensamiento por la viralización lleva a estas decisiones, en vez de discutir seriamente el estatuto histórico del latinoamericanismo, que es una complejísima forma de la unidad en la diversidad, y no una aplanadora de mercado de la globalización sobre nuestro subcontinente (hay que buscar aquí también un mejor nombre).

Una característica que atraviesa las últimas cuatro décadas de historia nacional es la creación de una zona franca de ideas donde el peronismo en sus rebordes y el neoliberalismo en los suyos se entrelazaban mutuamente. Esa es la estructura de época de la que solo sale beneficiado el neoliberalismo, convertido en un nuevo sentido común que lo único que aprendió en serio durante este largo período es que precisaba una interpretación cribada de algunas versiones del populismo. Lo que ocurre ahora no es novedad, salvo el lenguaje abstracto con que Macri expone esta nueva coalición; cuando le tocó hacerlo a Menem se utilizó solo la picaresca trasnochada, porque esa amalgama todavía no estaba enteramente preparada. Será interesante ahora para el estudio de los politólogos. Ignoro, o más bien creo lo contrario, que sea provechosa para millones de sus propios votantes.

¿Quiénes son ellos? No podemos decir que fueron manipulados por un espurio recurso a una democracia que, en vez de tener conjuntos sociales autodeliberativos, se deja desmenuzar por un ideal de individuo apremiado por las “corporaciones mediáticas”. No, eso hubo siempre. Aunque ahora el modelo dialógico que funda el nuevo orden comunicacional trabaja para esta noción de individuo posesivo que se halla despojado de la idea de mediaciones colectivas. Aun así, no se trata de conjeturar que la votación de Macri no surgió de un acto de la democracia, sino que el concepto clásico de democracia ha cambiado dramáticamente porque el votante ya es portador de otra conciencia, no la de la “ley Saénz Peña”, ni siquiera la de la época de “Braden o Perón”. Eran ésas conciencias cívicas con autonomía relativa. Hoy el juego de las creencias subjetivas convive con toda clase de tramas, valoraciones y éticas sobrentendidas de origen mediático, vulgarizadas hasta chocar enteramente con lo que antes denominamos el mundo prepolítico.

Pues ahora se compone de lógicas persuasivas que encubren de libertad los actos de servidumbre y de actuación interactiva los dominios técnicos más condicionados por poderes que no declaran su nombre. Así, un ideal de transparencia ad usum populorum crea un nuevo individuo asociado tan solo espalda contra espalda y no con literalidad grupal. Este nuevo individualismo, que consume el fácil pasto del ultraje, acepta ser movilizado por una fuerte sospecha en torno a las instituciones públicas y los organismos de Estado. Estas conciencias salen de unas neodemocracias viralizadas que habrá que definir mejor.

Macri tomará el Estado pero se cuida (por lo anteriormente dicho) de decirse un político de Estado. En su nítida biografía, él preguntó, tocó timbres, se informó de lo que quería el vecino, y está allí para “ayudarlo”. Para él, “no quiere nada”. ¡Este es el cambio de época! Pensemos si cualquier político clásico aceptaría, sin desmedro de su ética personal, definirse de esta manera. ¡Vine solo a “ayudar”! No estoy denunciando encubrimientos. Son nuevas culturas políticas, nuevos “manuales de estilo”, nuevas formas no del sujeto que consume sino de sujetos consumidos.

Macri actúa así frente a las conciencias pulverizadas que, por la fuerza del nuevo relato triunfante, condenan lo mismo que muchas veces las sostiene, los sistemas de subsidios, jubilaciones sin aportes previos, etc. Esa paradoja derrotó a Scioli, aunque apenas por un mendrugo porcentual. Lo lograron: el Estado social molestó a sus beneficiaros, además de la larga cadena de “hastíos” que hay que tomarse en serio. Aquella tal maravilla han conseguido. De proveer meramente un “relato” se acusaba sistemáticamente al gobierno saliente de Cristina. En verdad, aquello fue en casi todos los casos una ingenuidad de la publicidad oficial, poniendo un Estado realizador como personaje omnipotente, con señorío y voz propia. Esa contundencia podría haber explorado zonas más sutiles, de no tanta literalidad y de tan cargadas liturgias. Lo que consiguieron quienes prepararon al individuo Macri (pues, ¿qué es el neoliberalismo, estrictamente hablando, si no la invención de sujetos abstractos?) es otro “relato” superior, basado en la fuerza de esas abstracciones, que supieron convertirse en microrrelatos concretos, vecinales (“no me importan los ‘fondos buitre’ sino el ‘dealer’ de la esquina de casa”).

No es que los temas en los que basaron su preponderancia no existieran, inflación, narcotráfico, etc. Pero en vez de conceptualizarlos frente al cuadro de los dominios financiero-comunicacionales a escala mundial, los vieron como una narración folletinesca. Todo ello será materia de nuestras discusiones y aprendizaje: poder enunciar con el poder de lo realmente conceptual (que es lo concreto pensado pero con las necesarias generalizaciones) a estos problemas que se nos escaparon de las manos. Debemos además ganar espesura en nuestras consideraciones sobre los modelos económicos extractivistas, sobre los que tan poco dijimos, y las propuestas de un mero desarrollismo lineal. Que así dichas, no deben ser lo nuestro. Creo que en nombre, si no de éstas, de parecidas reflexiones, deberemos seguir actuando.

* Sociólogo, director de la Biblioteca Nacional.

viernes, 20 de noviembre de 2015

SOBERANÍA O COLONIAJE, Por Juan Carlos Junio (Fuente: Tiempo Argentino, 20/11/15)

El Congreso de la Nación Argentina estableció, en 1974, el Día de la Soberanía Nacional.



El Congreso de la Nación Argentina estableció, en 1974, el Día de la Soberanía Nacional. El acontecimiento histórico que signó la elección de la fecha fue un nuevo aniversario de la Batalla de la Vuelta de Obligado, cuando el gobierno de Juan Manuel de Rosas enfrentó la intervención de Francia e Inglaterra, las dos potencias económicas y militares más grandes de la época, que desplegaban agresiones armadas en pos de su expansión comercial y que en aquella situación se propusieron imponer por la fuerza su interés en comerciar con las provincias, soslayando al puerto de Buenos Aires. Una vez más, las potencias intervencionistas vinieron a nuestra tierra a hacer valer sus intereses a cañonazos.
La respuesta heroica de nuestro pueblo no se hizo esperar. Fue un 20 de noviembre de 1845, hace ya 170 años. La conmemoración resulta oportuna, ya que conceptos como "soberanía nacional" no son definiciones establecidas de una vez y para siempre, sino una ardua materia de controversia, invariablemente condicionada por el espíritu y los intereses económicos y políticos de la época.
Como parte del continente americano, nuestros tiempos pasados –remotos y cercanos- están repletos de situaciones paradojales. Entre 1902 y 1903, una flota de buques europeos bombardeó el Puerto de La Guaira, tras la negativa del presidente de Venezuela Cipriano Castro de pagar la deuda externa del país bolivariano. Por aquella gravísima agresión, el entonces canciller argentino, Luis María Drago, formuló una doctrina por la cual ningún Estado extranjero podía atacar a un país por una deuda soberana. Esta concepción antiimperialista, y en defensa de la soberanía de nuestras jóvenes naciones, fue sostenida por el gobierno de Julio A. Roca, que construyó un Estado Nacional mirando a Europa y a EE UU y perpetrando el genocidio de los pueblos originarios, sobre el cual se montó la dominación de una oligarquía vacuna -con epicentro en la provincia de Buenos Aires- asociada a la burguesía portuaria. Su proyecto hegemónico requería también de leyes modernizadoras que legitimaran su dominio y la matriz cultural y educacional del país que iba modelando.
Otro caso notable lo expresó la dictadura genocida de 1976. Desde su poder empeoró todos los indicadores sociales y productivos, vació y reconfiguró el Estado como órgano represivo y de representación de negocios del capital extranjero, y devastó la industria nacional. Para el cumplimiento de esos objetivos utilizó un discurso de pseudo-nacionalismo rancio y oscurantista. La aventura de Malvinas coronó una contradicción ya insalvable llevada a cabo por un régimen que ensayaba una fuga hacia delante, intentando apoyarse en el histórico sentimiento popular acerca de nuestros derechos soberanos sobre las Islas. La rápida derrota reveló la incapacidad de librar batallas contra la fuerza militar de una gran potencia capitalista, apoyada por Estados Unidos. El episodio dejó ver una paradoja cruel: el régimen, que masacraba a una generación, lo hacía con una retórica chauvinista, apelando a la soberanía y la defensa de la Patria. Se hizo palpable el contraste de su accionar con la valentía de tantos patriotas en las guerras de independencia y otros momentos de nuestra historia, inspirados en ideales auténticamente liberadores como parte de una colectividad que siempre luchó en defensa de la verdadera soberanía: su territorio, su cultura, su pueblo y sus riquezas naturales y humanas.
La transición a la democracia tuvo como agenda sustantiva la recuperación de la libertad hollada en la represión, el miedo y la destrucción del tejido social y productivo. Los años noventa y el comienzo del 2000 vieron sucederse a los gobiernos de Carlos Menem y de Fernando de la Rúa. La política pública expresó una subordinación sin disimulos a los mandatos de corporaciones multinacionales y, muy especialmente, a las exigencias de la diplomacia norteamericana, que llamaron sin pudor "relaciones carnales". Aquel fue uno de los momentos más descarnados de la perversión y negación del ideario de país independiente de los poderes mundiales y locales.
Luego de la crisis de 2001, la soberanía como principio integral encontró en los años kirchneristas su más firme y consecuente construcción por parte del gobierno nacional.
Las políticas públicas reubicaron a nuestro país junto a los otros pueblos de América Latina y el Caribe, sustrayéndolos de la órbita de las potencias hegemónicas.
La política económica privilegió el mercado interno y el desarrollo de las PyMES, la atención prioritaria a los sectores más vulnerables y la recuperación del Estado Nacional con el fin de regular las relaciones económicas, distribuyendo riquezas con un sentido democratizador.
La política internacional tuvo dos puntos destacados: la defensa irrestricta de la reivindicación anticolonialista de Malvinas, ganando consensos y apoyos de muchos países; y una valiente y valiosa batalla contra los fondos buitre, la representación más extrema del capitalismo especulativo y usurario.
Otra expresión de construcción verdadera de soberanía fue el compromiso con el desarrollo de la educación y la ciencia a través de diversas manifestaciones: la repatriación de científicos formados en nuestras Universidades, la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología, la ampliación sustantiva del colectivo de investigadores asignando recursos económicos y, como corolario, la creación de satélites, integrando al país a un selecto núcleo de ocho naciones con capacidad de plasmar estos emprendimientos de vanguardia.
El cambio de siglo fue la puerta de entrada a un proyecto de país cuyo rasgo distintivo es la recuperación y ampliación del ideario de soberanía nacional. Resulta necesario traer al presente estos elementos en momentos cruciales como los actuales.
También es siempre inspiradora la conocida invocación sanmartiniana: "Compañeros del ejército de los Andes: La guerra se la tenemos que hacer del modo que podamos: cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con la bayetilla que nos trabajen nuestras mujeres, y si no andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios: seamos libres, y lo demás no importa nada." De eso se trata una vez más, en tiempos revueltos en los que soberanía y coloniaje vuelven a confrontarse. «

miércoles, 18 de noviembre de 2015

LA DERECHA ARGENTINA Y LA PÉRDIDA DE MEMORIA, Por Mario Rapoport y Ricardo Vicente (Fuente: Página12, 18/11/15)

Mario Rapoport


Hay quien dice que es bueno que por fin se haya formado un partido de derecha en la Argentina, que nunca existió, porque eso equilibra el escenario político. Aunque estuviera bien que en democracia existiera un partido de ese tipo en el país, esta afirmación está tan lejos de la verdad como la de que un peso valía un dólar.

Desde la instauración del Estado nacional, en 1880, la derecha vernácula tuvo una influencia decisiva tanto en el poder político como en el económico. Entre 1880 y 1916, la Argentina fue una república conservadora bajo el mando de los “gobiernos electores” porque cada presidente saliente elegía a su sucesor y las elecciones eran totalmente fraudulentas y limitadas. Las derechas no conformaron un partido único sino que siempre eran alianzas de la oligarquía de Buenos Aires y las oligarquías provinciales. Esos gobiernos diseñaron las instituciones a su gusto y paladar: un país liberal en lo económico, dedicado a la exportación de productos primarios e importación de bienes manufacturados, y a endeudarse en el exterior; y conservador y reaccionario en lo político con una relación especial, asociada, pero más aún dependiente, del imperio británico. Esa derecha constituyó una oposición poderosa en los gobiernos radicales de Hipólito Yrigoyen, manteniendo el poder económico; apoyó al gobierno de Alvear y luego derrocó a Yrigoyen en su segundo mandato mediante el primer golpe de Estado militar en la Argentina.

Gobernó nuevamente en la década de 1930 con Uriburu y Justo, lo que se expresó sobre todo en la llamada Concordancia conservadora, otra alianza política que dirigió el país hasta 1943. Esa derecha, con el apoyo de otras fuerzas políticas, sobre todo del radicalismo, retornó al gobierno con la Revolución Libertadora y luego, a través de las fuerzas armadas y el poder económico, con golpes militares o amenaza de hacerlos y la proscripción del peronismo, siguió influyendo decisivamente y gobernando con Guido y a través de otro golpe militar (el de Onganía) hasta la vuelta del peronismo, para asumir plenamente el poder con la última y más brutal dictadura de 1976 a 1983.

Tras la vuelta a la democracia incidió en el gobierno de Alfonsín y su golpe de Estado fue aquí el proceso hiperinflacionario. Con Menem, De la Rúa y el sempiterno Cavallo, la saga continuó hasta la crisis del 2001. De modo que la derecha siempre tuvo un peso decisivo se trate de una conformación de partidos políticos como la Concordancia, de la influencia del establishment económico, de las dictaduras militares, o de fuertes corrientes de centro derecha en los partidos populares. Y sus intereses siempre obraron en contra de los de la mayoría de la población. Cuando se habla de la no existencia de un verdadero partido político quizá se quiere expresar la ausencia de un considerable apoyo popular a esa fuerza, pero ese paso se supera, como ahora, en el mundo de las corporaciones y los universos mediáticos, mediante una información engañosa. Hoy en día para conseguir ese apoyo, como se ha demostrado en muchos países, puede ser suficiente el dinero y el marketing político. Berlusconi es un buen ejemplo.

La derecha puede resguardarse, tras esa impunidad mediática que admite sus silencios y ocultas intenciones, escondiendo la basura debajo de la alfombra. No necesita programas e ideas y, por eso, ha perdido el rostro adusto del pasado y presenta una imagen festiva con una representación escénica nutrida de globos que a diferencia de los de las historietas no dicen nada, pero esas intenciones van a aparecer cuando estallen esos globos, pinchados por la megadevaluación, la austeridad, la rebaja de salarios y jubilaciones, la privatización de las empresas públicas, el pago a los fondos buitres, la apertura de las importaciones que destruyen la industria nacional, y así de seguido. Entonces vendrá otro 2001 y a empezar de nuevo. Con un helicóptero como un gran pájaro huyendo de la Casa Rosada.

Atrás ha quedado, por ejemplo (y su hija procesada por delitos de corrupción) uno de los númenes de la derecha, el inefable capitán ingeniero Alvaro Alsogaray que, a través de la didáctica televisiva, nos vendía sus inviernos tras brutales devaluaciones y nos prometía una moneda fuerte para los bolsillos magros de los futuros desocupados y empobrecidos. Y detrás de él la marcial presencia de los “libertadores”.

Carlos A. Coll Benegas, que fue ministro de Economía de Frondizi, impuesto por el establishment durante pocos meses en 1962, en vísperas del golpe militar de ese año y vinculado con él, daba sus diagnóstico desde el punto de vista de los sectores más ortodoxos en la Revista de la Unión Industrial Argentina. Según su opinión, la inflación argentina tenía su origen en el “tremendo egoísmo que caracteriza a sus grupos sociales” y se desencadena “a través de la política salarial peronista”. Desde entonces, “el sector obrero obtuvo una mayor participación en la renta nacional”. En consecuencia, “los perjudicados –clase media y agricultores– trataron de recuperar su posición. Así se establece una puja que ahora se ha agravado”. El incremento del costo de vida es consecuencia de la suba de los salarios y no a la inversa. “El mayor poder adquisitivo de los obreros provoca el alza [de precios]” y no se puede corregir el efecto sin extirpar la causa. En definitiva, la solución para frenar la inflación es “inevitablemente un descenso en los salarios reales [que] tendrá que producirse a través de un reajuste del tipo de cambio”. Los asalariados deben pagar su culpa.

Idénticas ideas respaldaron al prócer del liberalismo local, Federico Pinedo, en su tercera incursión en el manejo de la economía argentina. Nuevamente ministro con el gobierno de Guido, luego de derrocado Frondizi, ni bien asumió su cargo decretó la liberación del tipo de cambio, con una suba del 64 por ciento, que se tradujo en una fuerte devaluación, precedida de un desangre de las reservas del Banco Central. De inmediato, un brote inflacionario licuó los ingresos de trabajadores y jubilados, todo ello con el visto bueno del FMI. Su gestión duró apenas 15 días, repudiado por la sociedad argentina.

Asociado a la sangrienta dictadura cívico-militar iniciada en 1976, el Ministerio de Economía a cargo de José Alfredo Martínez de Hoz (h), resulta difícil de sepultar en el olvido. Provocó una gran devaluación con dos tipos de cambio diferenciales para favorecer al sector agroexportador manteniendo el proceso inflacionario, que pretendía reducir. Al mismo tiempo, se congelaron los salarios del sector público y cayeron los ingresos de los agropecuarios. Para disciplinar a los damnificados, se suspendieron las convenciones colectivas a fin de evitar los aumentos salariales y su impacto sobre los precios. No obstante, sus esfuerzos antiinflacionarios, tuvieron resultados contundentes: entre 1976 y 1983 la inflación se mantuvo en tres dígitos (comenzó con 444 por ciento y terminó con 333 por ciento) y ya en el año 1981 se produjo una violenta crisis que obligó al “poderoso” ministro a renunciar. El Banco Central perdió una apreciable cantidad de reservas y la deuda externa experimentó un enorme aumento. Joe fue un precursor de la integración plena de la Argentina en el orden mundial: con la reforma financiera de 1977 se dieron los primigenios pasos orientados a participar de la timba financiera que velozmente atravesaba el mundo.

Pese a la adscripción al neoliberalismo, el Estado dictatorial lejos de “achicarse” desempeñó un rol sustantivo para “agrandar la Nación”, entendiendo por ello la defensa de los intereses de los grandes empresarios. En 1982, el presidente del Banco Central, Domingo Cavallo, hoy un firme partidario de Macri, en el breve lapso de 59 días estatizó la deuda de privados, endosándosela al pueblo argentino. La magnánima medida benefició a Acindar, cuya presidencia ejerció Martínez de Hoz; Pérez Companc; Fortabat; Techint y adivinen quién, Macri, entre otros.

En los años 90 se replicaron las políticas económicas de la última dictadura: la apertura comercial, la apreciación cambiaria, el endeudamiento externo, la caída del empleo industrial y del salario real, todas piezas de un modelo de acumulación centrado en la valorización financiera, a lo que se agregó la venta de los activos públicos y con el tipo de cambio fijo y la convertibilidad, la inconcebible apreciación del peso. Pero las semejanzas no se acaban ahí: varios funcionarios, integrantes de la derecha neoliberal, participaron de ambas administraciones y Cavallo mismo fue un factótum en la dictadura militar, Menem y De la Rúa. Interviniendo o haciendo su carrera en una u otra, o en varias, encontramos a Prat-Gay, Melconian, Sturzenegger, Esper, Rogelio Frigerio, etc, etc.

Sin memoria no hay futuro. El pensamiento económico hegemónico siempre nos propone el olvido; el pasado incomoda particularmente cuando se traen ahora experiencias fallidas que han dejado marcas funestas en la sociedad argentina. Es el caso de la convertibilidad (con la liberación de todos los otros mercados y las privatizaciones de los bienes públicos) que concitó el apoyo de un sector numeroso de la población y de gran parte de la dirigencia política que ahora apoya a Macri. Fue necesario el incremento de la pobreza, las altas tasas de desocupación, el agobiante endeudamiento externo, la concentración del ingreso y la regresividad en la distribución de los ingresos, la desindustrialización, la precariedad laboral y la exclusión para que se produjera la explosión social de diciembre de 2001.

Hasta entonces, tanto durante el menemismo como durante la Alianza, sectores populares y sobre todo de clase media afectados por aquellas calamidades se mostraron como el soporte político-electoral del bloque social dominante y otorgaron su consenso a la conducción neoliberal conservadora que adoptaron ambos gobiernos a lo largo de más de una década, incluso Menem tuvo la mayor cantidad de votos en la primera vuelta de las elecciones de 2003. En estas circunstancias previas a la elección presidencial, que involucra la opción entre dos modelos, se aprecia una flagrante contradicción entre muchos que fueron víctimas de aquella expoliación y que, no obstante, apoyan a los que pusieron en práctica medidas que terminaron por deteriorar sus salarios, jubilaciones, empresas, ahorros, etc., etc. en la brutal crisis de 2001. Cierto que en esta voluntad influyen en distinta medida el poder mediático, el desgaste del gobierno o la pérdida de la memoria.

También es posible que predomine en ellos una visión individualista, proveniente de la creencia de que sus desarrollos personales se deben sólo a sus propios esfuerzos y no a la acción del Estado, en los que los gobiernos populares tuvieron, por el contrario, mucho que ver mejorando la distribución de los ingresos e impulsando la actividad productiva. Y no hablamos sólo de aumentos salariales u otros beneficios sino de lo que eso significó para comerciantes e industriales, a través de un aumento de la demanda y de otros estímulos y por esa vía de la producción y los intercambios. Un rol cada vez más importante en momentos en que las grandes corporaciones dominan el mundo y no les interesan esos sectores medios, que fueron grandes perdedores de la crisis de 2001 y de la actual crisis mundial de 2008. Si algunos piensan que una liberación de los mercados sin intervención del Estado les vendría mejor han aprendido poco de las traumáticas experiencias propias, que hoy sufren también griegos y españoles, entre muchos del primer mundo, a los que algunos conciudadanos soñaban con parecerse.

Como dijo un filósofo conservador español, José Ortega y Gasset, en un viaje a la Argentina en septiembre de 1929, analizando la idiosincrasia del país y de los argentinos en una conferencia, titulada El hombre a la defensiva, que fue muy criticada por la prensa local de esa época por señalar que los argentinos vivían sólo del presente y del futuro: “La falta mayor de nuestro tiempo es la ignorancia de la historia, nunca desde el siglo XVI, el hombre medio ha sabido menos del pasado [...] La experiencia histórica acumulada [...] permitiría evitar las fatales e ingenuas caídas históricas de otros hombres y otros pueblos [...] pero si se encuentra con problemas muy difíciles y su mente por haber perdido la memoria vuelve a la niñez, no hay verosimilitud de buen éxito. Los errores mortales de otras épocas volverán indefectiblemente a cometerse”.

* Mario Rapoport es profesor emérito de la UBA y director del Idehesi (Conicet-UBA) y Ricardo Vicente, investigador del Idehesi.

LAS 20 VERDADES DEL MACRISMO, Por Norberto Galasso (Fuente: Tiempo Argentino, 18/11/15)




1) Deuda Externa:
Abonar lo que reclaman los buitres pues Thomas Griesa así lo ha sentenciado.

2) Finanzas:
Eliminación del cepo. Déficit cero del presupuesto... Devaluación... Eliminación de la dependencia del Banco Central respecto al Ejecutivo.

3) Fondo Monetario Internacional:
Restablecimiento del monitoreo periódico del FMI sobre nuestra economía.

4) Mercado:
Liberación absoluta para que regule por sí mismo los precios, sin intervención estatal. Derogación inmediata de "los precios cuidados".

5) Comercio exterior:
Eliminación de todas las retenciones a las exportaciones con el fin de estimular la producción y la elevación de los precios internos. Libertad total de importación a fin de estimular la baja de precios.

6) Estado:
Ningún tipo de intervención en materia de precios, salarios y tasas de interés. Reconversión de las empresas estatales al campo privado. Al mismo tiempo, estimular la prestación de los servicios de salud y educación por parte de empresas privadas. Dejar sin efecto las universidades públicas del conurbano creadas por el kirchnerismo. Remplazarlas por jardines de infantes.
7) Salarios:
Eliminación de "paritarias" por tener carácter "fascista". Disminución de los salarios para facilitar la competencia de nuestros productos en el mercado mundial.

8) Política exterior:
Alejamiento del resto de los países latinoamericanos -expresión de barbarie e indigenismo- y volver a estrechar "relaciones carnales" con los Estados Unidos de Norte América.

9) Derechos Humanos:
Eliminar ese "curro" y las organizaciones sociales afines. Anulación de las sentencias a "supuestos represores" y dejar sin efecto los juicios en curso, para bajar el telón sobre el pasado. Prohibición de indagar posibles complicidades de empresarios en confusos hechos de períodos ya superados.

10) Cultura:
Cosmopolitismo a rajatabla en todas las artes. Difusión de libros de economía liberal y en especial, del libro La virtud del egoísmo de la escritora Ayn Rand, para disipar toda tendencia viciosa hacia la solidaridad y el altruismo.

11) Normas éticas:
Cancelar todos los juicios por corrupción. Designar nuevos jueces que comprendan que la corrupción es inevitable por ser propia del sistema capitalista.
12) Obras Públicas:
Monopolización a través de contrataciones directas con Nicolás Caputo.

13) Pautas Publicitarias:
Monopolización por contrataciones directas a través de Fernando Niembro.

14) Federalismo:
Otorgar nula o escasa atención a las provincias pobres y con escasa población, que son "inviables", pero que generan periódicamente, para nuestra desgracia, líderes nacionales y populares.

15) Villas Miserias:
Adoptar el criterio del macrista santafesino Julio Fornari: "Hay que ir a prenderles fuego para evitar que crezcan porque son como ratas, tienen cría todos los días... La solución es juntarnos 100 vecinos y prenderles fuego, quemarlos."

16) Vínculos:
Mantener un estrecho vínculo político a través de Patricia Bullrich y Laura Alonso con la embajada de Estados Unidos y con el buitre Paul Singer, con el fin de mantener saludables nuestras finanzas.

17) Vecinos:
Cerrar las fronteras a los indigentes de países vecinos que con la excusa de la Patria Grande se atienden en nuestros hospitales y después piden una vivienda y el juez Gallardo obliga al Estado a otorgársela.

18) Maternidad:
Derogar la asignación por hijo y el prenatal pues, como bien ha dicho Del Sel, incita a las adolescentes a mantener relaciones sexuales con el primero que se les cruza en el camino.

19) Subsidios y planes:
Derogación total de subsidios a los distintos servicios pues si el subte aumenta es saludable caminar y a su vez, los planes estimulan la ociosidad, pues a nada llegaremos con un país de vagos.

20. Formación de expertos:
Mayor atención a la enseñanza liberal, mitrista, cosmopolita e individualista, en especial a la Facultad de Ciencias Económicas para procurar una permanente promoción de economistas liberales tales como Miguel Ángel Broda, Domingo Cavallo, José Luis Espert, Carlos Alberto Melconian, Rogelio Frigerio, Federico Adolfo Sturzenegger, Alfonso Prat Gay, Jorge Avila y tantos otros, a quienes se debe recurrir para todo asesoramiento. «

sábado, 14 de noviembre de 2015

EL LEVIATÁN, POR JOSÉ PABLO FEINMANN (Fuente: Página12, 15/11/15)

José Pablo Feinmann


Es posible que las guerras civiles inglesas estén en los orígenes del Leviatán, determinándolo, dándole un contexto fuerte, insoslayable, pero no lo explican por completo. Arriesgo esta hipótesis: esas guerras (porque no hubo una sola guerra civil, sino, al menos tres, aunque ahora se prefiera nombrarlas juntas) se llevaron a término entre monárquicos y parlamentaristas. Como todas las guerras (y acaso sobre todo las civiles, bastará mencionar la norteamericana) reclamaron sangre y crueldad, por decir lo mínimo. Fueron malos tiempos. Fueron tiempos que expresaron esa maldición china que sugiere desearle tiempos interesantes a todo aquel que uno odie. A esos tiempos, sin embargo, a los interesantes, los vivimos todos, ya que la historia que hacen y sufren los sujetos humanos es siempre dolorosamente interesante. Recordemos esa frase de Borges sobre Pascal: Le tocaron, como a todos nosotros, malos tiempos en que vivir. Esos tiempos hirieron el espíritu de Thomas Hobbes, que vivió condicionado, atemorizado por ellos. Durante los feroces combates de sus coterráneos, no vivió en Inglaterra.

En 1642, Hobbes publica su primer gran intento de filosofía política. Lo titula De Cive (Del Ciudadano). Aquí anticipa (en el Prefacio del autor al lector) la teoría que subyace a todas las otras, que las posibilita. Primero: El estado de naturaleza. Segundo: La lucha de todos contra todos. En ese estado, en ese temible campo de batalla donde reinan el estruendo y el furor, previo a toda organización racional, se lleva a cabo la guerra de todos contra todos (Bellum omnium contra omnes) que exige que cada hombre sea para el otro lo único que puede llevarlo a sobrevivir, un lobo. Así, el hombre es el lobo el hombre (Homo, homini lupus). Y Hobbes resume algo que llamaremos su ardid esencial, su estratagema, su falacia fundante. Que es la siguiente: si uno quiere legitimar el surgimiento de un estado absolutista tiene que introducir el miedo en la conciencia libre de los hombres. El miedo es el arma predilecta del poder. Está en los orígenes del Estado burgués. Está en Hobbes, que asusta a quienes lo leen para que acepten la protección del Leviatán, el Estado. Dice en De Cive: “El estado de los hombres sin sociedad civil, estado que con propiedad podemos llamar estado de naturaleza, no es otra cosa que una guerra de todos contra todos; y en esa guerra todos los hombres tienen derecho a todas las cosas”. Es decir, el estado de naturaleza carece por definición del concepto de la propiedad privada. Sin respeto por la propiedad de los otros, sin la certeza que me lleva a respetar lo ajeno, lo que no es mío, no hay racionalidad social posible. La filosofía política del Estado burgués surge con la santificación conceptual de la propiedad privada. Contrariamente, “Rousseau (escriben Hardt y Negri) decía que la primera persona que quiso obtener una porción de la naturaleza que fuera de su exclusiva posesión y la transformó en la forma trascendente de la propiedad privada fue quien inventó el mal” (Imperio, cap. XIII). Hegel, que no era contractualista, dirá que la propiedad privada es la objetivación de la libertad individual. Para cualquier buen burgués del Occidente capitalista –el de nuestros días y el de siempre– esta definición es, sin más, la verdad. Es decir, si seguimos a Rousseau, el mal. Que (según el Cándido de Voltaire) se ha enseñoreado de la tierra.

Esta amenaza (que describe la horrible situación de vivir sin controles) le permite a Hobbes legalizar la propuesta de un solo ente todopoderoso que introduzca el control, el poder-orden-controlador entre los hombres. Foucault, desde luego, ha sido un aplicado lector del Leviatán. Todo análisis del poder debe partir de esa lectura. En el formidable capítulo XIII de su magnum opus, Hobbes parte del concepto de igualdad. No sirve, es pernicioso. Si los hombres son iguales en naturaleza y razón siempre van a colisionar entre ellos. Todo apunta a introducir la necesariedad de un ente superior. La igualdad, lo común, no trae la paz sino la disputa por la posesión. Escribe Hobbes: “De esta igualdad (...) surge una igualdad en la esperanza de conseguir nuestros fines. Y, por tanto, si dos hombres desean una misma cosa (...) se convierten en enemigos; y, para lograr su fin (...) se empeñan en destruirse y someterse mutuamente”. Y más adelante: “De todo ello queda de manifiesto que, mientras los hombres viven sin ser controlados por un poder común que los mantenga atemorizados a todos, están en esa condición llamada guerra, guerra de cada hombre contra cada hombre”. Sumidos en esta situación todos viven con miedo, ya que temen morir, en cualquier momento, de muerte violenta. Hay, por consiguiente, que instaurar un miedo que supere a todos y se imponga a todos como lo único a que hay que temer. Esto será mejor para todos y cada uno de los hombres. Y también será un acto piadoso, porque “la vida del hombre es solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta”. Nadie puede negarle a Hobbes su pesimismo profundo, metafísico. Ignoro si Woody Allen se lo propuso, ignoro si conoció el Leviatán (no le hace falta), pero en uno de sus films (Annie Hall), dice: “Para mí la vida se divide en dos partes: lo horrible y lo espantoso”. También hay un chiste elegante sobre un burgués siglo XIX que sale de un opulento restaurante y el maître le pregunta si le agradó la comida. El burgués opulento contesta: “Era mala, pero al menos era poca”. Como la vida para Hobbes: “es solitaria, pobre, desagradable, brutal”, pero, al menos, es corta.

En suma, según Hobbes la pasión de los hombres que más ayuda a instaurar un orden para todos es el miedo. El miedo a morir. El estado de naturaleza pone en riesgo la vida de todos porque es un estado de guerra incesante en el que todos creen tener los mismos derechos. Al creerlo, todos se creen libres. Ser libre es agradable pero riesgoso. Ser libre es estar expuesto a ser víctima de la libertad del otro. Este brillante juego conceptual entre ser libre o vivir seguro lleva a la postulación de eso que Hobbes llama el Leviatán. Es decir, el Estado, un ente en que todos depositan su libertad. Se la entregan al Estado para que éste –en tanto poder superior a todos los poderes individuales– garantice la seguridad del todo social. La seguridad tiene un costo: el costo es la libertad que permanece ahora bajo la omnipotencia del Estado. ¿Por qué Hobbes le adosa al Estado ese nombre? ¿Por qué lo llama Leviatán? Casi todos, o muchos, saben que el Leviatán es un monstruo bíblico, acaso una enorme serpiente del mar. Pero pocos (o son, al menos, pocos los que yo encontré a través de los años y las frecuentes recurrencias al indispensable texto de Hobbes) han recurrido a la fuente. ¿En qué tumultuoso pasaje de la Biblia aparece el Leviatán? En el brillante Libro de Job, uno de los Libros Sapienciales (libros sabios) del Antiguo Testamento. Se ignora quién escribió ese libro, pero me atreveré a decir que es el más profundo de todo el Antiguo Testamento y, en cuanto al Nuevo, habrá que decir que las palabras de Job, en sabiduría, están a la altura de las de Jesús. Job, al creer tan hondamente en Dios, en ese Dios terrible y vengativo del Antiguo Testamento, le ha entregado su libertad, pero vive seguro y disfruta de su familia y sus riquezas. A pedido de Satán (tal como ocurre en el Fausto de Goethe, el Fausto de la modernidad en que Satán se llama Mefistófeles), Dios pone a prueba a su siervo, su mejor siervo, Job. Le mata a su familia, a sus ganados, le arroja plagas pestilentes y Job, recuperando su libertad, le dice palabras terribles. Por fin, Dios, en su último y extremo esfuerzo por dominarlo, le habla del Leviatán, la bestia omnipotente, invencible, a la que sólo resta temer y someterse. Dios le dice: “Pescarás con anzuelo a Leviatán,/ sujetarás su lengua con cordeles? (...) Tu esperanza sería ilusoria,/ pues sólo su vista aterra/ No hay audaz capaz de provocarlo/ ¡Nadie bajo los cielos!/ ¡El terror reina en torno a sus dientes!/ Su estornudo provoca destellos/ sus ojos parpadean como el alba./ Antorchas brotan de sus fauces/ se escapan chispas de fuego;/ de sus narices sale una humareda/ su aliento enciende carbones,/ expulsa llamas por su boca/ ante él danza el espanto./ El hierro es para él como paja/ madera podrida el bronce./ Deja detrás estela luminosa,/ melena blanca diríase el abismo./ Nada se le iguala en la tierra,/ pues es creatura sin miedo./ Mira a la cara de los más altivos,/ es el rey de los hijos del orgullo”. Aunque Dios, en sus palabras poderosas, nombra al Leviatán como creatura (ser creado), es claro para Job y para nosotros que no se trata de un ens creatum, sino del mismísimo rey de la creación, Dios. El Estado hobbesiano es, entonces, Dios. Y lo primero que pide a los hombres para otorgarles la dicha de vivir seguros es su libertad. De esta forma, en este primer majestuoso diseño del Estado burgués capitalista, sólo habrá seguridad si los hombres, sometiéndose, entregan al Leviatán su condición de seres libres.

Bruce Ackerman, un brillante constitucionalista norteamericano, publicó un libro con un título explícito: Antes de que nos ataquen de nuevo. Es una obra maestra del miedo y la paranoia. Les dice a sus lectores: Si ustedes no quieren que nos ataquen de nuevo (si no quieren otro nine-eleven) necesitamos vigilarlos, si quieren vivir seguros el costo es la libertad, que nos la entreguen a nosotros, al Estado anti-terrorista. Al Leviatán del siglo XXI. De esta forma, y refiriéndonos a las malas, muy malas noticias de estos días, los ataques terroristas favorecen a los halcones de Occidente, y a los ciudadanos que entre su libertad y la furia monstruosa del Leviatán, o sea: entre estas dos posibilidades, eligen, por miedo, un miedo exacerbado por libros como el de Ackerman y por el poder mediático asociado al Complejo Militar Industrial, la segunda. Danzan, entonces, sometidos pero seguros, la danza del espanto bajo la mirada del Leviatán.

viernes, 13 de noviembre de 2015

EL GRAN DESCHAVE DE CAMBIEMOS, POR JUAN CARLOS JUNIO (Fuente: Tiempo Argentino 13/11/15)

Juan Carlos Junio


En estos días asistimos a un "gran deschave", evocando aquella popularísima obra teatral de los años setenta protagonizada por Haydée Padilla y Federico Luppi. En lunfardo, "deschave" significa delatar a alguien o confesar un secreto oculto; algo que a tirones viene haciendo el macrismo, al deschavar sus verdaderos planes políticos, económicos y sociales.
La política económica que propone aplicar Mauricio Macri, de llegar a la Presidencia, ya empieza a expresarse en toda su crudeza. No viene acompañada por globos, papelitos de colores, ni por la famosa "revolución de la alegría" que declaman por todas partes los partidarios del extraño "cambio", que –a contramano del verdadero sentido de la palabra– sería un cambio hacia atrás, conservador, y no hacia el progreso basado en transformaciones del presente.
Uno de los primeros y reveladores apoyos al supuesto cambio macrista fue la inesperada mejora de la perspectiva de la nota de la deuda pública que efectuó la calificadora Moody's que avizora, de un día para el otro, una pronta "normalización" de las relaciones con los acreedores internacionales. Todo indica que los tecnócratas de la calificadora salieron a festejar a cuenta de una hipotética vuelta al festín de los mercados de deuda especulativos, al ya olvidado reloj del riesgo país que nos acompañó durante la anterior "Alianza", y a los condicionamientos que nos imponía el FMI, que definía en Washington las políticas jubilatorias, educacionales, de salud e, incluso, la previa aprobación del Presupuesto nacional por sus "afamados técnicos".
En otro plano, el deschave también resuena en las ideas cambiarias de Macri y sus asesores, quienes se esfuerzan para hacer creer que un dólar devaluado a los valores del ilegal no tendría impacto inflacionario. La aseveración no sólo fue refutada por la mayoría de los economistas del medio local, sino también por la propia realidad: esta semana se conoció que los grandes molinos están ajustando al alza el precio de la harina, anticipándose al superdólar de Macri y a la prometida liberación de los cupos a la exportación del grano. Según el presidente de la Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios (Apyme), Eduardo Fernández, "el sector de panificación, galletitas y fábricas de pastas recibió aumentos discrecionales aduciendo incertidumbre en el futuro valor del trigo". Lo cierto es que desde el sinceramiento devaluador de los referentes de Cambiemos, el trigo subió internamente a 25 dólares por tonelada; y este aumento se trasladó de inmediato a los precios mayoristas y minoristas de la harina y sus derivados.
Estos comportamientos típicos de los sectores monopólicos concentrados nos aproximan a ver claramente quiénes serán los beneficiarios y quiénes los perjudicados del mentado "cambio".
Pero además, el candidato presidencial conservador, en un rapto de sinceridad sostuvo: "Si supiera a cuánto va a estar el dólar (después del 10 de diciembre) sería premio Nobel." Con lo cual, dejó flotando una fuerte incertidumbre sobre un tema muy delicado para cualquier administración. Todo su relato con respecto a la cuestión cambiaria es una muestra de absoluta irresponsabilidad política, especialmente si se consideran los efectos perjudicales que tendría sobre el salario real de los trabajadores y, consecuentemente, sobre el mercado interno. Si bien no lo han dicho abiertamente, la medida complementaria sería el congelamiento de las paritarias con el pretexto de mejorar la competitividad empresaria para facilitar las exportaciones. Otro que contribuyó a despejar las brumas fue Alfonso Prat-Gay, para quien la liberación del "cepo" llevaría inexorablemente a una baja del dólar ilegal y a una suba del oficial, a niveles cercanos a los 16 pesos. El señor Prat-Gay nos está diciendo que harán una devaluación de por lo menos el 50 por ciento.
En la misma línea, todo indica que Macri colocará al frente de la política energética a Juan José Aranguren, quien fuera durante décadas jefe y vocero de la angloholandesa Shell, líder mundial en explotación petrolera, y sustento político de gobiernos y dictaduras que en todo el planeta se han impuesto con olor a petróleo.
Según Aranguren, para un país no es importante la soberanía energética, con lo cual rechaza de plano el principio básico de la ley de hidrocarburos votada por nuestro Parlamento para dejar de depender de las grandes corporaciones petroleras mundiales, entre ellas, justamente, la Shell. Así se entiende su interés por volver a privatizar YPF, en sintonía con el rechazo macrista en el Parlamento cuando se votó la reestatización; o su sentencia respecto de que cambiarán las políticas de subsidios a los combustibles, que benefician a millones de usuarios particulares y a dos millones de empresas nacionales, mayoritariamente pymes. Este aspecto de la visión macrista es uno de los más simbólicos: la Shell dirigirá YPF, nuestra empresa petrolera. Devaluación e incremento de tarifas sólo pueden generar un fuerte brote inflacionario, paradójicamente lo contrario de lo que Cambiemos expresa en sus panfletos.
Si el panorama no resulta todavía claro, podríamos incluir la piedra de toque que aportó otro de los economistas estrella del macrismo, Carlos Melconian, al hacer referencia a la inserción internacional y sostener: "La relación con EE UU es imprescindible (…) Institucionalmente me gusta jugar con los americanos. Nos recontraconviene." En pocas palabras, Macri se propone abandonar la apuesta por el Mercosur, la Unasur y la Celac, y volver a darles la bienvenida a acuerdos como el ALCA de George W. Bush, que frustraron hace diez años Néstor Kirchner, Hugo Chávez y Lula da Silva.
A esta altura del gran deschave, las pruebas se tornan irrefutables y no quedan dudas sobre el contenido que subyace en el prometido "cambio".
En contraposición, quienes creemos que es preciso seguir abonando la senda del desarrollo económico y social, distribuyendo riquezas, con una fuerte acción del Estado y la integración política y económica con nuestro continente, valoramos la línea de coherencia que expresó Daniel Scioli respecto de la vigencia de los logros de estos años kirchneristas y la voluntad de avanzar asignando más recursos a las políticas sociales, culturales y científicas a favor de los trabajadores y las clases medias, sosteniendo las políticas de defensa de la soberanía económica y de justicia social. «



ES BUENO SABER, POR JUAN FORN (Fuente: Página12, 13/11/15)

En julio de 1973, López Rega mandó a la policía y a los bomberos a reprimir a un grupo de lisiados, ciegos y sordomudos que había cortado el túnel de Avenida Libertador, en protesta por la explotación a que los sometían en los cercanos talleres de la AOI (Ayuda y Orientación al Inválido). Para que pareciera una represión “pacífica” ordenó que los policías se ocultaran detrás de los bomberos y que “hicieran cagar a esos lisiados de mierda” antes de que llegara la prensa. Fueron eficaces: el único medio que cubrió el episodio fue El Descamisado. Los lisiados en cuestión eran un grupo conocido para todos aquellos que hubieran estado en los bosques de Ezeiza el infausto día del retorno de Perón al país, o en la Plaza de Mayo cuando Cámpora asumió la presidencia: integraban el Frente de Lisiados Peronistas, Los Rengos de Perón, como los bautizó El Tío.

Más o menos por esos días, un quinceañero ciego llamado Alejandro Alonso y su amigo del barrio Aníbal Perón (sobrino nieto del general: su madre había tenido que usar el apellido de soltera para que la dejaran parir a su hijo en 1956) llegan a una casa en Belgrano a encontrarse con dos chicas. Unos días antes, en la Biblioteca para No Videntes de Almagro, Alonso había oído hablar de una chica hermosa que iba a la biblioteca, acompañada de una amiga igual de linda que le hacía de lazarillo. Aníbal consiguió el teléfono y partieron los dos a la cita en casa de Mónica Brull. Efectivamente, Mónica y su amiga Trudy Hlaczik eran preciosas, pero Aníbal no alcanzaba a darse cuenta de cuál era la ciega porque ambas se movían con la misma soltura por la casa. Los padres de Mónica Brull la habían convencido de que, para estudiar y estar a la par de los “normales”, no tenía que salir a la calle. Alejandro Alonso no era ciego de nacimiento como ella: hasta los doce años jugó a la pelota en la calle, a pesar de los anteojos culos de botella que debía usar, y cuando un desprendimiento de retina lo dejó ciego se negó a vivir encerrado. Le contó a Mónica que estudiaba en la nocturna, que pertenecía al centro de estudiantes, que sus padres habían sufrido persecución por peronistas, que su amigo Aníbal era sobrino nieto del General y que había escuchado en la tele que un grupo de discapacitados pedían por una ley laboral para personas con problemas físicos: ahí tenían que ir los dos. O los tres, porque Trudy quiso ir con ellos.

Así llegaron al Instituto Nacional de Rehabilitación, en la calle Dragones y Mendoza, Bajo Belgrano, y a su escuela de oficios para discapacitados llegados de todas las provincias y de países vecinos. Así conocieron a José Poblete, el dínamo de esta historia, un chileno sólo tres años mayor que ellos, que había perdido las dos piernas en un accidente ferroviario y había llegado hasta Buenos Aires para volver a caminar aunque fuera con piernas ortopédicas. Pepe Poblete luchaba para que se aprobara la ley 20.923, que obligaría a toda empresa privada, estatal o mixta a tener un 4 por ciento de personal discapacitado. Pepe Poblete quería trabajar para traer a sus seis hermanos de Chile. No quería trabajo de lástima: quería un trabajo de verdad, de persona “normal”. Pepe Poblete tenía una energía y una convicción contagiosas. Les contó a sus nuevos amigos que por eso había sido la protesta en el túnel de Libertador, y que ahora que la ley iba a ser aprobada, tenían que ir a pelear por esos trabajos “normales”.
JUAN FORN
Y eso hicieron. Mónica consiguió trabajo en una fábrica de cueros, Pepe en Alpargatas, Alonso en el Banco Provincia (donde lo pusieron en una oficina de subsuelo con los “impresentables”, desde discapacitados a homosexuales). Pepe los convenció de que siguieran reuniéndose en el Instituto donde formaron la Unsel (Unión Socioeconómica del Lisiado) y el Frente de Lisiados Peronistas, para el que donaban parte de su sueldo, con eso compraron un mimeógrafo y empezaron a militar. Había paralíticos, rengos, mancos, ciegos, sordomudos y hasta un parapléjico campeón de ajedrez. Hacían un taller de lectura, iban juntos al cine, iban a bailar a Chelovesco, un boliche secreto en Lanús de gays y travestis, donde dejaban entrar a los “diferentes”. Cuando López Rega los hizo echar del Instituto, se unieron al grupo Cristianos para la Liberación. Ya usaban nombres de guerra, ya practicaban técnicas de fuga por si les caía un operativo. Con el golpe militar y la derogación de la ley 20.923 perdieron sus trabajos y salieron a vender tarjetas de Navidad en los trenes. Además de vender, hacían obleas a mimeógrafo en un taller clandestino y después las pegaban en los baños de bares y estaciones, en los respaldos de los asientos de colectivo, en las ventanas de los trenes, en los postes de las paradas.

Trudy formó pareja con Pepe Poblete y tuvieron una bebé. Mónica, Trudy y Alonso habían hecho el ingreso a la facultad, a psicología, pero los milicos cerraron la carrera. Ya habían descubierto a Alfredo Moffatt, leyeron su libro Psicoterapia del oprimido y lo fueron a ver para estudiar con él. Moffatt les contó que, en los bombardeos de Londres, los ciegos eran los que guiaban a la gente en los refugios subterráneos. Les decía que el peronismo podía darles cabida precisamente porque era “el aluvión zoológico”, les daba vuelta los conceptos (“Me cuesta ser normal sin ser un empobrecido existencial”), les contaba que su madre era paralítica y que él de chico ya decía: “¿Cómo va a ser discapacitada si hace todo en mi casa?”.

La historia de Pepe y Trudy y Mónica es conocida: los chuparon en 1978 y los llevaron al Olimpo, a Trudy la violaron y la separaron de su bebé; a Pepe le daban doble máquina por chileno y por tener una mina tan linda (lo llamaban El Cortito, lo subían a una escalera y lo tiraban al suelo desde dos metros de altura). A Mónica (que estaba embarazada) la violaban por judía y por ciega. Videla había dicho poco antes, hablando de Claudia Grumberg, la primera desaparecida lisiada: “Que tenga una dificultad física no la inhibe de ser una terrorista ideológica”. A la hora de trabajar no tenían los mismos derechos, pero a la hora de la tortura, sí.

Alejandro Alonso se salvó de aquella redada, durmió tres días en plazas hasta que logró subirse en Retiro en un tren a Santiago del Estero, sin pasaje (lo acompañaba Miguel, un compañero rengo: el guarda no se animó a bajarlos). A los pocos meses logró volver a Buenos Aires y, vendiendo en los trenes, logró ubicar a los que quedaban del Frente. Se juntó y tuvo dos hijos con una de las hermanas de Pepe, Patricia. En 1983 se reencontró con Moffatt, quien le contó que en Brasil había leído un informe de Amnesty sobre el Olimpo donde se hablaba de un lisiado con insólita habilidad para moverse sin piernas cuya silla de ruedas un día apareció vacía en el patio y se supo que había sido trasladado, es decir ejecutado. Con Moffatt acudió Alonso al juicio a las juntas y con Moffatt estudió hasta recibirse: fue el primer psicólogo social ciego que tuvo la Argentina. También ubicó a Mónica Brull y la incitó a recibirse ella también y a participar en la movida de El Bancadero con Moffatt. Los padres de Mónica habían conseguido su liberación y la de su bebé en 1982. Pepe y Trudy no tuvieron esa suerte: continúan desaparecidos. Pero su hija, Claudia Victoria Poblete Hlaczik, fue restituida a sus verdaderos familiares en el año 2000 y su caso sirvió para que en 2005 la Corte Suprema declarara inconstitucionales las leyes de obediencia debida y punto final y comenzaran los juicios de la memoria. Leila Guerriero contó la historia de Pepe y Trudy y su hija Claudia en su libro Frutos extraños; Alejandro Alonso cuenta su historia y la de todo el grupo en su libro Los rengos de Perón, publicado hace muy poquito

jueves, 12 de noviembre de 2015

LA COYUNTURA Y EL FUTURO DE LA ARGENTINA, POR CÁTEDRA ABIERTA PLAN FÉNIX (Fuente: Página12, 12/11/15)

Domingo Cavallo, las antípodas de las propuestas de la Cátedra Abierta Plan Fénix


El Plan Fénix ha venido elaborando a lo largo de este año un documento en el que se ofrece una interpretación del proceso socioeconómico del país durante el último cuarto de siglo. Ante la nueva convocatoria electoral, el Plan Fénix considera que la difusión del documento puede contribuir al necesario debate acerca de las políticas que considera deseables para el futuro del país.

Desde su constitución hace casi una década y media, el Plan Fénix ha venido planteando para la Argentina un modelo de sociedad que impulse un proceso de desarrollo con equidad en el que el Estado juegue un rol fundamental en la dirección general de la economía, el impulso a la producción, la regulación de los mercados, el fortalecimiento de la democracia, la promoción de los derechos sociales y la búsqueda de una distribución del producto social más equitativa, reservándose la decisión soberana sobre las políticas cambiaria, monetaria y fiscal.

El documento comienza repasando las condiciones que condujeron al fracaso del neoliberalismo, al provocar una profunda desintegración productiva, social y regional de la estructura económica nacional, reeditando orientaciones de la última dictadura. Y señala que, a pesar de su descrédito, los riesgos actuales de su retorno, sea con su anquilosado discurso o camuflado bajo una renovada prosa, siguen presentes.

Luego de la crisis generada por ese modelo a comienzos de este siglo, se perfiló un nuevo proyecto político, económico y social que comenzó a establecer las bases para una necesaria transformación. Se inició entonces un proceso que priorizaba la inclusión social y la ampliación de la ciudadanía, confiando en que existían posibilidades y capacidades para generar una estructura productiva compleja y diversificada, incorporar valor en la explotación de los recursos naturales, integrar el territorio nacional a través del pleno desarrollo de sus regiones e incorporar el país al mundo, afirmando su derecho a decidir su propio destino. Se reconoció el papel decisivo de la ciencia y la tecnología en el proceso de transformación. Este ambicioso programa se cumplió a medias, ante la ausencia de una estrategia de desarrollo productivo clara para alcanzar y sostener sus metas.

Al examinar la coyuntura actual, el documento sostiene que si bien durante el período 2003-2011 la economía argentina experimentó una fase de crecimiento acelerado, subsiste la estructura productiva desintegrada que se concretó en los años ‘90, la que tiende a generar desequilibrios internos o externos que comprometen el objetivo de crecimiento con inclusión social. En tal sentido, se observan como causas de la reducción e interrupción del ritmo de crecimiento, la contracción de la demanda externa; la remisión de utilidades de filiales de firmas extranjeras para aliviar la crisis en los países centrales; la fuga de capitales; la crisis de Brasil, nuestro principal comprador; la inflación, provocada por una compleja combinación de factores: entre ellos el rol de los formadores de precios y el déficit del comercio exterior. El conflicto con los “fondos buitre” y la continuidad del perfil histórico de fuerte dependencia tecnológica de la industria, agravan la actual coyuntura.

A diferencia del neoliberalismo, el Plan Fénix considera que el Estado tiene un rol irrenunciable en el diseño e implementación de políticas que aseguren el pleno empleo, la competitividad de los mercados, la renovación de la infraestructura física del país, la inversión pública y privada, la transformación de la matriz energética y productiva, el desarrollo e incorporación de tecnologías de punta en los procesos productivos y la promoción de los mercados externos para la producción nacional. Debe, además, procurar altas tasas de inversión, una balanza comercial equilibrada, una reducción significativa de la inflación y un financiamiento genuino de la actividad estatal.

El futuro modelo productivo debe basarse en una visión renovada y actualizada del viejo modelo de sustitución de importaciones, que no considera las nuevas orientaciones de la producción de bienes en el mundo actual y es incapaz de enfrentar la “restricción externa”.

Deben incrementarse las exportaciones de manufacturas, con énfasis en las actividades de mayor contenido de valor agregado y tecnología. Las ventajas competitivas en las actividades de frontera no están determinadas por la dotación actual de factores, sino por la decisión política.

Resulta fundamental fortalecer el protagonismo y el entramado de las empresas nacionales en todas sus dimensiones, pymes y grandes. No se construye un empresariado nacional ni se logra el desarrollo del país delegando el protagonismo en las filiales de las corporaciones transnacionales. No hay empresarios nacionales sin un Estado desarrollista ni desarrollo sin empresarios nacionales. En ningún lado el desarrollo ha tenido lugar sobre otras bases que la soberanía, el impulso privado y las políticas públicas. Es necesario un nuevo régimen de inversiones extranjeras, tal como lo hicieron los exitosos países asiáticos. Se trata de asociar la inversión extranjera al proceso de transformación, orientándola a la incorporación de tecnología, la ampliación de los mercados externos y la vinculación con empresas locales. Sobre estas bases, las filiales dejan de ser causa para ser parte de la resolución de la restricción externa.

En el contexto externo, la Argentina deberá continuar afianzando la estrategia de integración al conjunto de la región de que forma parte. El proceso de integración en el ámbito del Mercosur, la Unasur y la Celac, que enfrenta serias amenazas, debe ser concebido de modo que los países reduzcan su vulnerabilidad frente a la globalización y transnacionalización, procesos que comprometen la capacidad de decisión autónoma de los Estados nacionales.

En la hora actual, se requiere una firme voluntad política para continuar el proceso iniciado, actuando simultáneamente en una gran variedad de frentes. Uno que demanda urgente atención es la reforma de los mecanismos de regulación del sistema financiero, que no tiene aún el lugar central que merece. El Estado debe poder regular la actividad bancaria para que atienda no solo las actividades de bajo riesgo y alta rentabilidad, sino a aquellas de relevancia desde el punto de vista de la transformación productiva hacia el desarrollo y la inclusión social.

Del lado de los ingresos fiscales, la estructura tributaria sigue siendo regresiva, por lo cual será necesario incrementar la participación de los impuestos sobre los ingresos y el patrimonio dentro del cuadro de recursos fiscales. El pago de impuesto a la renta por parte de las empresas debería considerarse como anticipo del que corresponda a las personas físicas involucradas. También deberán reducirse o eliminarse las exenciones y liberalidades actualmente vigentes, así como fijarse una nueva escala progresiva en el impuesto a las ganancias, actualizarse la imposición a las exteriorizaciones de riqueza de los contribuyentes y revisarse los alcances y tasas de los impuestos al consumo, para reducir su incidencia sobre los sectores sociales más humildes. Las políticas fiscal y parafiscal en materia de comercio exterior deben considerarse herramientas fundamentales de la política económica del país. Por último, debe encararse con renovado vigor la lucha contra la evasión y elusión impositivas.

Pese a las políticas públicas ensayadas, persisten problemas de pobreza, desigualdad y marginalidad que exigen, sobre todo, mejorar la calidad y la gestión de los cuantiosos recursos invertidos en estas políticas compensatorias. Entre ellas, el estímulo a la construcción y financiamiento de viviendas para sectores de menores recursos y la mejora de infraestructura y servicios en los asentamientos marginales urbanos; la creación de un Sistema Unico de Salud, que garantice su universalidad, gratuidad, integralidad, y su carácter público y equitativo, una ley federal de salud que asegure la intervención del Estado en el financiamiento de los servicios públicos de salud y en el monitoreo de la equidad global del sistema.

En suma, el Plan Fénix aspira a que los puntos de vista planteados, que son extensamente desarrollados en el documento aquí resumido, sean discutidos con la serenidad de la reflexión y la pasión del compromiso político. Y a que se sumen a este debate las diversas voces de la sociedad.

* Síntesis del documento, elaborada por la Cátedra Abierta Plan Fénix. Completo se puede leer en http://www.econ.uba.ar/planfenix/index2.htm