miércoles, 29 de agosto de 2018

LIBERACIÓN O DEPENDENCIA, ESA ES LA CUESTIÓN, Por Javier Azzali


Colectivo Ricardo Carpani

Los movimientos políticos que en el continente han cuestionado, con mayor o menos intensidad, el orden de privilegio impuesto, han sido objeto de un ataque sistemático. La historia oficial y la comunicación concentrada los tilda de autoritarios, demagogos, insolentes, vagos, bárbaros o corruptos. Esto ha servido para justificar persecuciones políticas, proscripciones y, especialmente, para desorientar a los diferentes sectores sociales acerca del rumbo político a decidir. Pero, bien visto, lo más denigrante es la idea que subyace de incapacidad de los pueblos para resolver sus propios problemas para justificar la tutela extranjera y la de los poderosos. Sus lemas han sido elocuentes: achicar el Estado para agrandar la nación (y de paso reducir el bendito déficit fiscal) y reemplazar la producción nacional por la importada. En los años 1990 las usinas académicas del imperialismo proclamaban el fin de la historia, como negación de la disponibilidad para la lucha de los pueblos latinoamericanos y por el fin de los movimientos políticos de liberación nacional.

Estos movimientos políticos, al contrario de lo sostenido el discurso hegemónico, modernizaron y mejoraron las condiciones de vida, promovieron un rol socio económico activo del Estado, reconocieron derechos, ampliaron el protagonismo político de las masas populares y la democracia, avanzaron en la justicia e igualdad social y en la unificación regional como única manera de lograr la autonomía de las relaciones internacionales. El fundamento político de su existencia no es el arbitrio intelectual ni un capítulo de algún manual, sino que surge de nuestra propia condición de país dependiente y oprimido por las potencias mundiales. La necesidad de superar la dependencia torna vigente la tarea histórica de realizar la cuestión nacional y, por lo tanto, la actualidad política de los movimientos nacionales en el alarmante presente político regional.

El trazo largo de la historia continental nos muestra, desde la emancipación respecto del absolutismo ibérico, una trayectoria de avances y retrocesos, de progresos y reacciones, de idas y vueltas, que pone en evidencia la disputa central a partir de la cual se define el destino de los pueblos, la divisoria de aguas en dos campos bien diferenciados: el de la defensa del interés popular, nacional y latinoamericano, de un lado, y el de la protección de los privilegios oligárquicos en un orden social dependiente de los poderes financieros internacionales, del otro.

La dependencia económica y las sociedades socialmente injustas se consolidaron desde la organización definitiva del Estado en la región, después de la mitad del siglo XIX, con la imposición de modelos oligárquicos, elitistas en lo político y de economía de monocultivo y primarizada, en un lugar de subordinación en la división internacional del trabajo. La temprana deuda externa y la extranjerización de las bancas se complementó con un rol de mero proveedor de materias primas al servicio de la burguesía industrial y comercial británica. En Argentina, el modelo agroexportador, de atraso industrial y de monopolio terrateniente de la renta agraria extraordinaria, impuesto a sangre y fuego por el mitrismo, al arrasar las últimas resistencias de los caudillos federales, fue la forma concreta de la dependencia económica. Ingresando al siglo XX, el Estado se autoproclamaba ausente en la economía, pero se mostraba muy presente y activo a la hora de reprimir las protestas gremiales y sociales. Al genocidio de los “coroneles de Mitre”, le siguieron las matanzas de los pueblos indígenas y de los obreros de los Talleres Vasena, la Semana Trágica, la Patagonia Rebelde, entre otras. Quedó así planteada la cuestión nacional, con países débiles y separados entre sí, con clases sociales desestructuradas bajo el dominio de las oligarquías portuarias y amplios sectores de la población en la pobreza y excluidos. La dependencia sería, desde entonces, la causa principal de las crisis, del atraso y del subdesarrollo, cualquiera sea el nombre que reciba. Si el motor de la historia es la lucha de clases, como explicaba Marx, para los países dependientes la historia tiene dos motores: la lucha social y la lucha nacional por la liberación.

El siglo XX sería el de la aparición de los movimientos nacional populares como creación política concreta de nuestros pueblos. Hoy son nombrados bajo la etiqueta de populismo, pero en rigor tienen nombres propios a lo largo del continente. El Yrigoyenismo (1916-24 y 1928-30) y el Peronismo (1943/1945-55), en nuestro país; el Cardenismo en México (1936-1942); el Varguismo en Brasil (1930-45, 51-54); el Movimiento Nacionalista Revolucionario, en Bolivia (1952-56), entre los más destacados. El ciclo de estos movimientos nacionales dejó como legado la enseñanza política que los reclamos sociales, gremiales, los derechos de los trabajadores y hasta los políticos y civiles, se enlazan con el avance en la cuestión nacional; no hay democracia sin soberanía nacional y no hay igualdad social sin el pleno ejercicio al derecho a la autodeterminación nacional, el cual a su vez se vincula directamente con el grado de avance en la unidad regional. Sus gobiernos fueron experiencias industrialistas, proteccionistas y nacionalistas que, si bien desarrollaban las relaciones capitalistas de producción atoradas por los órdenes oligárquicos, alcanzaba niveles de autonomía nacional frente a las potencias imperialistas; sin proclamarse socialistas desplegaban una especie de capitalismo de estado muy diferente al de los países centrales. Las fuerzas sociales de raíz nacional –son aquellas cuyo destino está ligado a la suerte del desarrollo nacional- se aglutinaron alrededor de un proyecto político, generalmente representado en una figura personal. Allí concurrían, con matices según el país, los sindicatos, el ejército, organizaciones políticas, eclesiales; sectores campesinos, mineros, obreros, sectores medios urbanos y rurales, sectores de la débil pero existente pequeña y mediana burguesía industrial, entre otros, dejando aislados políticamente a los sectores oligárquicos de origen terrateniente, comercial y financiero. Este ciclo se interrumpió con una sucesión de golpes militares y dictaduras que impusieron una política ausentista, privatizadora de los recursos naturales y extranjerizantes de la producción. A excepción de Cuba, en donde en 1959 amaneció una revolución nacional democrática con una veloz y audaz deriva socialista. El ciclo de dictaduras militares de los años 1960 y 1970, quebró violentamente proyectos y resistencias, y selló la dependencia del poder financiero mundial.

Estos movimientos políticos son el modo concreto en que los proyectos soberanos avanzaron en Latinoamérica, pese a sus limitaciones por la inestabilidad de esas alianzas sociales y la variedad de las ideologías a través de las cuales expresan sus políticas, todo lo cual suele operar como causa de sus recurrentes declinaciones finales. Algunos fueron socialcristianos, nacionalistas, agraristas, liberal democráticos y hasta hubo explícitamente socialistas, como el caso de la revolución cubana, Salvador Allende en Chile, Hugo Chávez en Venezuela y Evo Morales en Bolivia; pero todos han transitado caminos similares, con una común confianza en la capacidad creadora del pueblo, en su confrontación incesante contra las oligarquías, con vocación por una unidad de destino continental. 
Brasil de fato

Los ciclos kirchneristas y del PT en Argentina y Brasil, encontraron límites que no pudieron superar, pese a la indudable progresividad y la defensa del interés nacional sudamericano de sus políticas. Los movimientos nacionales encontraron, de una manera o de otra, rasgos de agotamiento, principalmente a partir de las dificultades para modificar la estructura social y económica, en desarrollar la integración regional en áreas estratégicas de la economía, así como en el debilitamiento de las alianzas sociales policlasistas que les servían de sustento.

Ahora, los pueblos de Latinoamérica, en general, estamos padeciendo una recolonización regional en forma acelerada. En nuestro país, el gobierno de la alianza Pro UCR nos regresa a empujones al país agroexportador y de especulación financiera, bajo el ala del imperialismo norteamericano. Pero la popularidad de Lula y CFK, en sus países, expresa la voluntad de resistencia y la necesidad de los pueblos en retomar la senda perdida. Las creaciones populares en el arte, la cultura en general, dan testimonio de ello, al realzar la autoestima popular y comunitaria, y son bastiones para sostener la confianza necesaria para impulsar las alianzas políticas de liberación. En nuestros país, como decía Arturo Jauretche, “ni el proletariado, ni la clase media, ni la burguesía por sí solos pueden cumplir los objetivos de la liberación nacional” (Los Profetas del Odio, 1957). El camino es tan difícil como lo es el ensayo de un proyecto nacional popular con un control público de la economía nacional, frente a los poderes financieros internacionales que no están dispuestos a tolerar ni la más tibia de las regulaciones.

lunes, 27 de agosto de 2018

ELECCIONES 2019: CURSO SOBRE "OPINIÓN PÚBLICA Y CAMPAÑAS ELECTORALES"


El analista político Ricardo Rouvier dictará el curso "Opinión Pública y Campañas Electorales" como preparatoria para las campañas presidenciales y legislativas 2019.

El mismo brindará herramientas para el conocimiento y el análisis crítico respecto a la Opinión Pública, sus aspectos racionales y emocionales, estrategias para conquistarla o construirla, el rol del sentido común y la postverdad.

El curso consta de 9 clases en modalidad a distancia y comienza el 5 de septiembre. Informes e inscripción en 

jueves, 23 de agosto de 2018

LOS CONCEPTOS QUE NOS FALTAN, Por Boaventura de Sousa Santos

Nota del editor  de julio de 2021:

 

“conmigo no te confundas, loco”

 

El escriba ha escuchado mucho esa frase en sectores populares ante una contienda, o o simplemente una ofensa. Y muchas veces el que lo dice tiene cartas ganadoras. No sabemos si este es el caso. Pero sí son nuestras razones, y como canta José Larralde: “los entrerrianos somos amigos de las razones”. Aunque sabemos que en política juegan su partido las razones y las sinrazones. Siempre estamos prestos para ver las sinrazones del otro, nunca las nuestras (“la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”). Las sinrazones pueden ser las experiencias místicas, y también las miopías para analizar ese fenómeno, los prejuicios, los estereotipos; ni hablar en el caso de la irracionalidad militante de la derecha.

Así como Néstor Kirchner no dejó sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada, tampoco el escriba los dejó en la antesala de los despachos públicos, pero no es uniforme esta actitud entre los funcionarios en cargos de gestión.

La nota de Boaventura de Souza Santos se publicó en este blog el 23 de Agosto de 2018, junto con las Oberturas que siguen, ya que dio lugar a un largo debate en el whatsapp de Vagos y Vagas Peronistas –integrado por militantes de todo el país-. La nota se había publicado en Página 12, el 20 de Agosto de 2018.

Las Oberturas dan cuenta de algo de lo  que se discutió y la posición del escriba ante la nota en ese chat. Claro que son hechas al calor del debate. Y muchísimo más se podría decir de la misma. En Vagos se siguió la contienda sin agotar nunca la problemática.

Pero en Vagos lo discutimos: ¿A qué alude el progresismo? ¿Qué es ser de izquierda hoy?  ¿Qué es ser “políticamente correcto”? ¿Qué es ser “progre”? ¿Qué es la derecha hoy? Sobre esta última escribieron con verbos y palabras generosos: Nicolas Casullo, Horacio González, Ricardo Forster, Jorge Alemán, Nora Merlín, etc.

Pareciera que prestigiosos y admirados filósofos y escritores merecerían releer para no equivocar los adversarios, y mucho menos si son compañeros/as/es, y muchísimo menos si se utilizan esquemas perimidos sacando conclusiones de hipótesis falsas, y silogismos erróneos. Y aprendamos todos de la lucha feminista.

¿Ustedes saben que los “libertarios” se están insertando en algunos sectores del conurbano? Son pocos todavía. Pero ellos son nuestros adversarios importantes por el apoyo exterior. Por ahí pasa sobre todo el “fascismo” de derecha hoy y aquí.

Basta que uno hable de Dios y experiencias místicas –habituales en todos los creyentes sean cristianos o no- para demonizar con los setenta o mucho antes. Pero muchachos eso ya pasó, seguiremos juzgando a todos los criminales genocidas que deban ser juzgados, así como luchar por memoria, verdad y justicia.  El ateísmo militante y lo “políticamente correcto” a veces genera fantasmas donde no los hay. No da para pensar que por los autores citados en los  textos–leídos por cualquier persona que intenta pensar- se barrunte de que quién  lo lee recepta todo el combo que los acompaña, como si no se supiera que interpretar un texto escrito en otra época, y otro país, implican solo balbuceos en la lengua nativa del lector.

Pero hay otros genocidios que se están cometiendo ante nuestras narices, y no me refiero solo al imperio y sus aliados, sino al que provoca el capitalismo neoliberal en todo el mundo conocido. Exclusión social, concentración económica y represión política. Todos con aparato y sistema de dominación nunca visto hasta ahora, y nosotros seguimos demonizando compañeros quienes hablan con libertad –mucho los analistas nos ayudaron- de problemas  y temas que son más comunes de lo que se cree.

La agrupación de Vagos y Vagas Peronistas se creó el 17 de Octubre de 2014, cuando un grupo de compañeros/as/es advertimos que el camino de los dos últimos años de Cristina era equivocado. Pensábamos entonces y seguimos pensando ahora que había que volver al doctrinario fundante del movimiento, más peronismo. Pensábamos que a la oligarquía hay que enfrentarla con más peronismo. Qué no nos alcanzaba con incluir a las minorías –con toda la importancia y justicia que ello tiene- sino que había que incluir a los excluidos del sistema, que había que intervenir más decididamente en el mundo económico, con nueva ley de Entidades Financieras, con la nueva creación de Empresas Estatales –no existe el peronismo sin empresas estatales que regulen el mercado-, con más reivindicación de esta querida patria en todos los ámbitos ( y hoy con la Estatización de todos los puertos privados en la Hidrovía.  No pueden las multinacionales de los granos tener puertos privados en un río estratégico –a quién se le ocurre-) Y con más conciencia para luchar contra la dependencia cultural de este país con un pensamiento más situado en la realidad efectiva del país. Con un salario universal para todos, pero sobre todo los excluidos, para que estos también compartan la mesa universal, hoy mesa chica de unos pocos. Distribución de riquezas se hacía y se hace imprescindible.

El editor y toda la agrupación de Vagos y Vagas Peronistas fue un mensajero del malestar en las instituciones, y en el pueblo. A partir del 1° de Mayo de 2021, en la nota sobre la “Usura capitalista y otras baratijas”, en el blog de Vagos y Derechos, y el de Vagos y Vagas Peronista, y notas sucesivas decidimos hacerlo público. Hasta allí veníamos acompañando públicamente al gobierno, solo algunas notas que dejaban entrever, pero en los diversos organismos públicos que veníamos trabajando, veíamos que pasaba algo similar en cuanto a convertirse gestión en pura gestión, o a veces, mera gestión intraorganismo o interorganismos pero sin mayores consecuencias en la vida social y política y la realidad del pueblo. Mientras tanto la pandemia provocaba vidas, agonías, humillaciones, y penurias económicas en muchos compañeros/as/es o hermanos/as/es. Creemos que la gestión del gobierno con esto último fue muy  buena para los problemas sanitarios, pero no lo fue tanto para neutralizar las penurias económicas. Es por eso que empezamos a decirlo públicamente, aunque lo fuimos diciendo en muchos despachos oficiales, a algunos nos costó el cargo, y lo peor con acusaciones falaces y mentirosas. Molestábamos. En algunos Organismos nos separaron pero empezaron a cumplimentar con lo que veníamos recomendando hace un año. Pero bueno. No hubiera sido necesario llegar a esto, si se tuviera menos egos, y se pensara un poco más en la frase del General: “Primero la patria, después el movimiento, y por último los hombres”. En algunos organismos se pensó primero los hombres, nunca el movimiento y nunca la patria. No es forma de gestionar la cosa pública.

Es que a la derecha no le importa la pandemia más que sea un gobierno peronista el que la estaba gestionando. Entonces ellos iban y van a seguir siempre hostigándonos por todos los medios a su alcance, inclusive a través de muchísimos alfiles en la gestión estatal actual. Algunos ya lo hemos dicho en otras Oberturas vinculados a quién o quiénes. Por mucho que algún o algunos  funcionarios piensen que nos sacaron de la Gestión Pública por propia decisión, saben que no es así, fueron condicionados por medios hegemónicos, que no querían ningún peronista clásico con cargos Directivos en el Estado. Se necesita ser “políticamente correctos”.

Habría que replantearse esto de “políticamente correctos”, y “progre”. Es raro que se utilicen los allí ubicados otros motes todavía menos creíbles, explícitos o implícitos como el de provocar “situaciones conflictivas” sin analizar en el caso las conflictivades producidas por la propia manera de gestionar interna o externa para un o los  Organismos Públicos, con el objetivo de  excluir a Peronistas históricos que piden más peronismo en la gestión. Y más peronismo significaba resolver los problemas y asuntos correspondientes.  Creo que fue Charles Baudelaire el que dijo que “los progresistas son los “porteros” del canon social”.  Aguda frase para pensar.

Sabemos que en todo el mundo la pandemia ha generado caídas de las economías nacionales. Pero aquí ¿es la pandemia o la deuda? O las dos juntas. No nos engañemos decisivamente aquí ha sido el peso de la deuda la que ha impedido medidas más activas de ayuda social. Nosotros vemos de todas las medidas social-económicas que toma el gobierno pero algunas son insuficientes.

Fue decisiva para nuestra generación la dictadura, fue determinante en el dolor, pero también en la conciencia. Algunas olvidándose del legado de los treinta mil compañeros desaparecidos creyeron que con procesos judiciales –con toda la trascendencia que tienen- se saldaba todo. Lo demás era aceptar sin beneficio de inventario el “mundo burgués” y toda su parafernalia de olvidos, omisiones, exclusiones, privilegios, prebendas, podíamos así transitar seriamente la vida política argentina. Para colmo el menemismo nos dio otro golpe mortal arrojando más excluidos, y desarmando el viejo estado peronista. Volvimos a creer con Néstor y Cristina,  después volvieron con las mismas consignas, y nos demonizaron–como “la fusiladora”, como la “dictadura”- ahora como “kirchneristas”. Tanto demonizarnos que nos la creíamos. “Hacemos las cosas mal”, hagámosla de otro modo, al fin y al cabo: somos “políticamente correctos” (vayan al interior y busquen a ver si encuentran algún “políticamente correcto”” en las ciudades, y pueblos).

Como saben la historia del país hay una contienda que se repite, esta “vanidosa” Ciudad contra el resto del país. Para ellos esta Ciudad no va más allá de la Calle Córdoba, pero se extiende a toda la zona norte de provincia –solo los acomodados-; y nosotros que amamos esta ciudad por más buenas maneras –o mote de “políticamente correctos-  nos odian. Entonces es inútil moderar el ambiente. Seamos como siempre fuimos o como debemos serlo: Peronistas.

Y dejemos de demonizar a compañeros/as/es.

Nos llamamos a silencio en este blog para discurrir  sobre temas vinculados a la gestión pública, salvo que el ensañamiento con  algún otro/a/e compañeros/as/es siga.

Los Vagos y Vagas Peronistas nunca dejaremos de apoyar a un gobierno peronista en el Poder –pero con sentido crítico-. Era eso nada más. No era para tanto.

Claudio Javier Castelli

Coordinador de la Agrupación Vagos y Vagas Peronistas

San Telmo,  16 de Julio de 2021.

 

OBERTURA DEL EDITOR DEL 23 DE AGOSTO DE 2018:

1.- HEINZ DIETERICH, HORACIO GONZÁLEZ Y ¿QUÉ ES LA POLÍTICA? NOTAS EN EL WHATSAPP


Cumpas: Quiero referirme a esta disputa, ya larga en mi caso sobre Heinz Dieterich, Horacio González y ¿qué es la política?. Teniendo en cuentas los últimos audios de Toribio, Sebastián Chavarría y  los post de Miguel Gómez. Hay una tendencia a ver permanentemente diferencias y confrontaciones entre nuestra formas de ver el mundo -los que estamos del lado de acá, por supuesto- , uno de los imperativos de la época es tender lazos, articulaciones y ver que las diferentes formas de ver el mundo responden a una única y diversa estrategia y táctica del pueblo disperso y ahogado, pero no derrotado. Hegel se refiere una vez -en alguna parte, juro haberla leído- a la recomendación que un médico nos da de comer fruta, sería tonto si nosotros respondiendo a esa recomendación rechazamos la manzana, la pera, el kiwi, el durazno, por no ser fruta. La fruta es una idea abstracta concreta, comprende todo y apresa todo lo que nos reúne. Sé que en nuestro campo muchos, sobre todos los provenientes del marxismo, lanzan precisas y depuradas estrategias y visiones de mundo, que supuestamente no se contaminan con el barro del tiempo y el espacio concreto. Pero no hay que dejarse llevar por esa unilateralidad, hay que aunar, aupar entre nosotros. La visión de corte y exclusión no tiene que ir. Sobretodos porque en la articulación hay que unir entre marxistas, cristianos, peronistas, trotskistas, hegelianos, posmos o feministas. Advierto desde mucho tiempo que a Toribio le repele la filosofía política y aun la filosofía mezclada con la política. Y aquí llego al tema de campos de fuerza (Dieterich) o estructuras morales que se preguntan constantemente (González en su último artículo en "La tecl@ eñe, Revista de Cultura y Políticahttp://lateclaenerevista.com/los-quaderni-del-chauffeur-por-horacio-gonzalez/), o como digo yo acto estético. La política claro que es campos de fuerza, pero también estructuras morales que se preguntan constantemente, y si no: los aúna un acto estético que satisfaga necesidad inconmensurables del pueblo. Es muchísimo lo que ponemos en la política, se no va la vida, loco en eso de la política. Es mucho más de lo que creemos, hay un imaginario enorme y un perspectiva de goce como diría un psicoanalista, de inconsciente diría otro psicoanalista: enorme. Por eso digo que es un acto estético. En otro punto, pensar el derecho como campo de fuerzas es una locura, el general dice que la fuerza es el derecho de las bestias. Jamás tenemos que ponernos en esa vertiente, porque la fuerza la tienen ellos y nunca como ahora, con conciencia sádica de su poder y nunca como ahora con conciencia pobre de nuestras fortalezas, por el lado de los perdidosos. El derecho es el orden social justo. Pero si la trama ética no entra en la lucha política no me interesa la política, porque militar no soy, no soy un guerrillero, soy un militante de la justicia social. Si pensamos que cuando lleguemos al poder recién vamos a preocuparnos por la eticidad, no loco ya lo viví en los setenta y perdimos y además no llegamos. Si al único intelectual que tuviera que responder es a Dieterich huiría despavorido, otra cosa es leerlo junto a mí Hegel, a mí Heidegger, y otros más. ¡Así sí!. Eso no significa que no nos planteémos tomar el poder, por supuesto que sí. Pero para hacer otra cosa que lo mismo, aunque guarden relevancia y afinidades los procesos históricos populares. Por eso la mirada crítica y autocrítica permanente debe guiarnos. Es cierto que la hermosa película de Ken Loach, "Tierra y Libertad", tiene una escena en un pueblo tomado por anarquistas, que iba a ser atacado por los franquistas, y muestra los debates interminables entre los anarquistas mientras los franquistas toman la ciudad. Algo parecido le pasó a a Bizancio ante los debates teológicos sobre el sexo de los ángeles y los turcos en la puerta de Bizancio que por supuesto la tomaron e iniciaron otra era histórica. No creo que sea nuestro caso. Pero hay que prestar atención a estos procesos. Mientras tanto pensemos en unir campos de fuerza, estructuras morales, acto estético en el acto político estético. La táctica y estrategia tienen que brillar. No es momento para separar lo que está unido, sino unir -suturar- lo que parece separado. Me refiero, por supuesto,  entre nosotros, todos los que estamos del lado de acá. La seguimos.

2.- ¿POR QUÉ NOS FALTAN CONCEPTOS?


"¿No será tiempo de repensar todo de nuevo?" dice en el artículo Boaventura de Sousa Santos. Creemos que sí pero no necesariamente para arrojar como un lastre la herencia clásica y moderna sino para ver, lustrar, lijar sanjosefinamente un mueble, volver a mirarlo como la primera vez, rejuvenecerla. Todo está a disposición de nosotros, basta tomarlo, hacerlos nuestro, pensar, repensar lo abstracto y lo concreto. Amo la idea de volver a los orígenes que nos trajeron hasta aquí. Volver al principio. En los noventa cuando todo se derrumbaba me pregunté ¿que tiene occidente que sea bueno? La primer respuesta que vino hacia mí fue el cristianismo, y a él regresé -era la religión de niñez y adolescencia- en su versión protestante. ¿No fue toda la gesta de Lutero un intento de volver al cristianismo primitivo?. No es que uno crea que en el pasado está todo y no hay nada más que hacer. No exactamente así. La herencia de los griegos, la edad media que tuvo mucha luz, a pesar de la visión sesgada que tenemos con ella, hombres de esta época. ¿Y los modernos? Toda la enorme riqueza de un Hegel un Kant, un Schelling, un Fichte, y los que vinieron después: Kierkegaard, Marx, Nietzsche, Heiddegger y todo el pensamiento conservador alemán -Heiddegger mismo, Ernst Junger, Carl Schmitt, etc.-, lo que Jeffrey Herft, en un libro memorable, llama "El modernismo reaccionario". No son cualquiera de ellos mucho más profundos e interesantes que los "pensadores" de la ola neoliberal que azota al mundo. Es que de todas las ingenuidades "posmodernas", una de las más celebradas fue dar por muerta la metafísica, una de las más risibles de todas. Detrás de todo concepto se yergue una concepción metafísica que hay que deconstruir, para restablecer sus ramificaciones y frutos. Hegel se preguntaba, refiriéndose a la alemania de principios del siglo XIX -cito de memoria- "¿cómo es posible ver el espectáculo de un pueblo culto sin metafísica, es como un templo sin sancta santorum". Lo decía en el primer prefacio de la "Ciencia de la Lógica". Haga la prueba cualquier cumpa y recorra esa obra -traducción de Rodolfo Mondolfo, hay traducción nueva, creo que de Felix Duque-, recorra lentamente esa obra, y dígase si faltan conceptos de liberación, porque eso es esa lógica dialéctica es lógica de liberación (hay un libro de Ruben Dri que lleva ese título, y uno magnífico de Héctor Raurich: Hegel y la lógica de la pasión). Otro de los errores risibles fue dejar de pensar en una "weltanschauung" (visión de mundo o cosmovisión), cualquiera de los autores que mencioné la tenían. Pero ojo, el poder corporativo neoliberal la tiene; mientras que para nosotros sólo el pensar fragmentado, rapsódico. Otro de los hilos con los que tenemos que suturar los conceptos que faltan. Es que Boaventura termina el artículo reprochando que la pérdida de la  efectiva diferencia entre el hombre de izquierda y el hombre de derecha es un basamento de esos conceptos que faltan. Pongamos que sí, también el ejercicio de las convicciones y jugarse por ellas. Gianni Váttimo en 1986 escribió "El fin de la modernidad", sin embargo en el último o uno de los artículos de ese texto dice "que las promesas de la modernidad todavía no se han realizado pero pueden realizarse". Nunca es tarde, acaso todavía sea demasiado temprano. 

Bueno, como digo siempre, basta de alharacas y vamos al artículo de Boaventura.




Los conceptos que nos faltan:

A diferencia de los pájaros, los seres humanos vuelan con raíces. Parte de las raíces están en los conceptos que hemos heredado para analizar o evaluar el mundo en el que vivimos. Sin ellos, el mundo parecería caótico, una incógnita peligrosa, una amenaza desconocida, un viaje insondable. Los conceptos nunca retratan exactamente nuestras vivencias, ya que estas son mucho más diversas y variables que las que sirven de base a los conceptos dominantes. Estos, al fin y al cabo, son los conceptos que sirven a los intereses de los grupos social, política, económica y culturalmente dominantes, aunque matizados por las modificaciones que van introduciendo los grupos sociales que resisten a la dominación. Estos últimos no siempre recurren exclusivamente a estos conceptos. Muchas veces disponen de otros que les resultan más próximos y verdaderos, pero que reservan para el consumo interno. 

Sin embargo, en el mundo de hoy, surcado por tantos contactos, interacciones y conflictos, no pueden dejar de tener en cuenta los conceptos dominantes, a riesgo de ver sus luchas aún más invisibilizadas o más cruelmente reprimidas. Por ejemplo, los pueblos indígenas y los campesinos no disponen del concepto de medio ambiente porque este refleja una cultura (y una economía) que no es la suya. Solo una cultura que separa en términos absolutos la sociedad de la naturaleza para poner esta a disposición incondicional de aquella, necesita tal concepto para dar cuenta de las consecuencias potencialmente nefastas (para la sociedad) que pueden resultar de dicha separación. En suma, solo una cultura (y una economía) que tiende a destruir el medio ambiente necesita el concepto de medio ambiente.

En verdad, ser dominado o subalterno significa ante todo no poder definir la realidad en términos propios, sobre la base de conceptos que reflejen sus verdaderos intereses y aspiraciones. Los conceptos, al igual que las reglas del juego, nunca son neutros y existen para consolidar los sistemas de poder, sean estos viejos o nuevos. Hay, sin embargo, períodos en los que los conceptos dominantes parecen particularmente insatisfactorios o imprecisos. Se les atribuyen con igual convicción o razonabilidad significados tan opuestos, que, de tan ricos de contenido, más bien parecen conceptos vacíos. Este no sería un problema mayor si las sociedades pudieran sustituir fácilmente estos conceptos por otros más esclarecedores o acordes con las nuevas realidades. 

Lo cierto es que los conceptos dominantes tienen plazos de validez insondables, ya sea porque los grupos dominantes tienen interés en mantenerlos para disfrazar o legitimar mejor su dominación, bien porque los grupos sociales dominados o subalternos no pueden correr el riesgo de tirar al niño con el agua de bañarlo. Sobre todo cuando están perdiendo, el miedo más paralizante es perderlo todo. Pienso que vivimos un periodo de estas características. Se cierne sobre él una contingencia que no es el resultado de ningún empate entre fuerzas antagónicas, lejos de eso. Más bien parece una pausa al borde del abismo con una mirada atrás.

Los grupos dominantes nunca sintieron tanto poder ni nunca tuvieron tan poco miedo de los grupos dominados. Su arrogancia y ostentación no tienen límites. Sin embargo, tienen un miedo abisal de lo que aún no controlan, una apetencia desmedida por lo que aún no poseen, un deseo incontenido de prevenir todos los riesgos y de tener pólizas de protección contra ellos. En el fondo, sospechan ser menos definitivamente vencedores de la historia como pretenden, ser señores de un mundo que se puede volver en su contra en cualquier momento y de forma caótica. Esta fragilidad perversa, que los corroe por dentro, los hace temer por su seguridad como nunca, imaginan obsesivamente nuevos enemigos, y sienten terror al pensar que, después de tanto enemigo vencido, son ellos, al final, el enemigo que falta vencer.

Por su parte, los grupos dominados nunca se sintieron tan derrotados como hoy, las exclusiones abisales de las que son víctimas parecen más permanentes que nunca, sus reivindicaciones y luchas más moderadas y defensivas son silenciadas, trivializadas por la política del espectáculo y por el espectáculo político, cuando no implican riesgos potencialmente fatales. Y, sin embargo, no pierden el sentido profundo de la dignidad que les permite saber que están siendo tratados indigna e inmerecidamente. Días mejores están por llegar. No se resignan, porque desistir puede resultar fatal. Sienten que las armas de lucha no están calibradas o no se renuevan hace mucho; se sienten aislados, injustamente tratados, carentes de aliados competentes y de solidaridad eficaz. Luchan con los conceptos y las armas que tienen pero, en el fondo, no confían ni en unos ni en otras. Sospechan que mientras no tengan confianza para crear otros conceptos e inventar otras luchas correrán siempre el riesgo de ser enemigos de sí mismos.

Al igual que todo lo demás, los conceptos también están al borde del abismo y miran atrás. Menciono, a título de ejemplo, uno de ellos: derechos humanos.

En los últimos cincuenta años, los derechos humanos se transformaron en el lenguaje privilegiado de la lucha por una sociedad mejor, más justa y menos desigual y excluyente, más pacífica. Tratados y convenciones internacionales existentes sobre los derechos humanos se fueron fortaleciendo con nuevos compromisos en el ámbito de las relaciones internacionales y del derecho constitucional, al mismo tiempo que el catálogo de los derechos se fue ampliando a fin de abarcar injusticias o discriminaciones anteriormente menos visibles (derechos de los pueblos indígenas y afrodescendientes, mujeres, LGTBI; derechos ambientales, culturales, etcétera). Movimientos sociales y organizaciones no gubernamentales se multiplicaron al ritmo de las movilizaciones de base y de los incentivos de instituciones multilaterales. En poco tiempo, el lenguaje de los derechos humanos pasó a ser el lenguaje hegemónico de la dignidad, un lenguaje consensual, eventualmente criticable por no ser lo suficientemente amplio, pero nunca impugnable por algún defecto de origen. Cierto que se fue denunciando la distancia entre las declaraciones y las prácticas, así como la duplicidad de criterios en la identificación de las violaciones y en las reacciones contra ellas, pero nada de eso alteró la hegemonía de la nueva cultura oficial de la convivencia humana. Cincuenta años después, ¿cuál es el balance de esta victoria? ¿Vivimos hoy en una sociedad más justa y pacífica? Lejos de eso, la polarización social entre ricos y pobres nunca fue tan grande; guerras nuevas, novísimas, regulares, irregulares, civiles, internacionales continúan siendo entabladas, con presupuestos militares inmunes a la austeridad y la novedad de que mueren en ellas cada vez menos soldados y cada vez más poblaciones civiles inocentes: hombres, mujeres y, sobre todo, niños . Como consecuencia de esas guerras, del neoliberalismo global y de los desastres ambientales, nunca como hoy tanta gente fue forzada a desplazarse de las regiones o de los países donde nació, nunca como hoy fue tan grave la crisis humanitaria. Más trágico todavía es el hecho de que muchas de las atrocidades cometidas y de los atentados contra el bienestar de las comunidades y los pueblos se perpetran en nombre de los derechos humanos.

Por supuesto que hubo conquistas en muchas luchas, y muchos activistas de los derechos humanos pagaron con la vida el precio de su entrega generosa. ¿Acaso yo mismo no me consideré y me considero un activista de los derechos humanos? ¿Acaso no escribí libros sobre las concepciones contrahegemónicas e interculturales de los derechos humanos? A pesar de eso, y ante una realidad cruel que únicamente no salta a la vista de los hipócritas, ¿no será tiempo de repensar todo de nuevo? Al final, ¿de qué y de quién fue la victoria de los derechos humanos? ¿Fue la derrota de qué y de quién? ¿Habrá sido coincidencia que la hegemonía de los derechos humanos se acentuó con la derrota histórica del socialismo simbolizada en la caída del Muro de Berlín? Si todos concuerdan con la bondad de los derechos humanos, ¿ganan igualmente con tal consenso tanto los grupos dominantes como los grupos dominados? ¿No habrán sido los derechos humanos un artificio para centrar las luchas en temas sectoriales, dejando intacta (o hasta agravada) la dominación capitalista, colonialista y patriarcal? ¿No se habrá intensificado la línea abisal que separa a los humanos de los subhumanos, sean estos negros, mujeres, indígenas, musulmanes, refugiados o inmigrantes indocumentados?

Si la causa de la dignidad humana, noble en sí misma, fue entrampada por los derechos humanos, ¿no será tiempo de desarmar el engaño y mirar hacia el futuro más allá de la repetición del presente? Estas son preguntas fuertes, preguntas que desestabilizan algunas de nuestras creencias más arraigadas y de las prácticas que señalan el modo más exigentemente ético de ser contemporáneos de nuestro tiempo. Son

preguntas fuertes para las cuales solo tenemos respuestas débiles. Y lo más trágico es que, con algunas diferencias, lo que ocurre con los derechos humanos sucede también con otros conceptos igualmente consensuales. Por ejemplo, democracia, paz, soberanía, multilateralismo, primacía del derecho, progreso. Todos estos conceptos sufren el mismo proceso de erosión, la misma facilidad con la que se dejan confundir con prácticas que los contradicen, la misma fragilidad ante enemigos que los secuestran, capturan y transforman en instrumentos dóciles de las formas más arbitrarias y repugnantes de dominación social. ¡Tanta inhumanidad y chauvinismo en nombre de la defensa de los derechos humanos; tanto autoritarismo, desigualdad y discriminación transformados en normal ejercicio de la democracia; tanta violencia y apología bélica para garantizar la paz; tanto pillaje colonialista de los recursos naturales, humanos y financieros de los países dependientes, con el respeto meramente protocolario de la soberanía; tanta imposición unilateral y chantaje en nombre del nuevo multilateralismo; tanto fraude y abuso de poder bajo el ropaje del respeto a las instituciones y el cumplimiento de la ley; tanta destrucción arbitraria de la naturaleza y de la convivencia social como precio inevitable del progreso!

Nada de esto tiene que ser inevitablemente así para siempre. La madre de toda esta confusión, inducida por quien se beneficia de ella, de toda esta contingencia disfrazada de fatalismo, de toda esta parada vertiginosa al borde del abismo, reside en la erosión, bien urdida en los últimos cincuenta años, de la distinción entre ser de izquierda y ser de derecha, una erosión llevada a cabo con la complicidad de quienes más son perjudicados por ella. Por vía de esa erosión desaparecieron de nuestro vocabulario político las luchas anticapitalistas, anticolonialistas, antifascistas, antiimperialistas. Se concibió como pasado superado lo que al final era el presente, más que nunca determinado a ser futuro. En esto consistió estar en el abismo y mirar atrás, convencido de que el pasado del futuro nada tiene que ver con el futuro del pasado. Es la mayor monstruosidad del tiempo presente.

* Director del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra (Portugal). Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez


lunes, 13 de agosto de 2018

EL ARTE DE LA TRANSICIÓN, Por Heinz Dieterich para Vagos y Vagas Peronistas



Para Mirna

1. La sonrisa del León

La actual transición de América Latina plantea como cuestión de vida o muerte política la sabiduría del poeta iraquí Al-Mutanabbi, del Siglo X: "Cuando ves los dientes del león, nunca pienses que te sonríe". Esa metáfora proporciona el software para detectar los engaños y traiciones de la política, que son inseparables de la lucha por el poder. Quién no entiende este aspecto de la política, no puede triunfar en ella, porque es el código para la ciencia de las alianzas. Es decir, la metodología que permite distinguir entre coaliciones positivas y negativas, necesarias y posibles, tácticas y estratégicas. Y que nadie se engañe. Para la política (y la guerra), las alianzas son lo que es el agua para el pez: el medio vital de sobrevivencia.

2. Alianzas y Triunfo

El actor que pretende transformar la realidad, por ejemplo, un nuevo presidente-gabinete, que encabeza el subsistema estatal llamado gobierno --llamémosle El Transitor-- tiene que distinguir entre las fuerzas estructurales de la lucha y las fuerzas operativas, so pena de fracasar. Los vectoresestructurales para el triunfo se encuentran en el diagnóstico correcto de la correlación de fuerzas que existe entre El Transitor y sus adversarios. Este diagnóstico correcto tiene que abarcar las cuatro formas de poder existentes, el político, el económico, el cultural y el militar. Los vectoresoperativos del triunfo, en cambio, se identifican en el reino de lo posible (Bismarck) y se realizan a través de la capacidad de establecer alianzas. Las sinergias de ambos análisis se concretan en el orden de batalla. Este orden proporciona dos tipos de datos claves: a) le informa a todos los participantes de la transición sobre su status quo (situación) en el conflicto, es decir, si se encuentran en una posición defensiva u ofensiva; b) indica el despliegue aconsejable de las fuerzas transitorias para las batallas y momentos decisivos. El actor que logra más y mejores alianzas, vencerá en el enfrentamiento de los proyectos históricos. Él que se aísla, pierde. Por eso, idiotas prepotentes –idiotas en el sentido romano-- como Trump y Maduro, están condenados al fracaso. Lamentablemente para los pueblos, esto no significa que no pueden causar mucho daño antes de caer.

3. Transición bonita y transición realista

La inteligencia (comprensión) de las fauces enemigas es la clave del éxito de la política transicional, porque aconseja dejar atrás las ilusiones de la transición bonita, como aquella del "dividendo de la paz", que se iba a producir con la implosión de la Unión Soviética. Querer realizar transformaciones sólo por medio del convencimiento, del amor, de la pedagogía, del ejemplo del buen pastor o de la empatía con "el otro", significa vivir en un universo paralelo al real existente del planeta azul. Macro transiciones sociales no triunfan porque son bonitas, sino porque son realistas. O acaso ¿la Revolución Inglesa y la Francesa, basadas en los ironsides (caballería) de Cromwell y la guillotina, fueron dotadas de hermosura? Triunfaron, en términos bíblicos, porque aplicaron el verbo y la espada. En lenguaje político del Siglo 21: usaron el software y el hardware (represión) de la hegemonía nacional.

4. Parque Jurásico

La sociedad de clase se desenvuelve sobre dos vectores (dinámicas) principales: los intereses y el poder. Ambos existen en forma objetiva (fáctica) y subjetiva (virtual) y determinan la conectividad entre las cuatro relaciones sociales elementales en las que actúa el ser humano: la economía, la cultura, la política y lo militar. Construyen, en otras palabras, el "tejido social" concreto, sobre el cual se mueven los actores sociales. Desde el punto de vista del poder estratifican toda la sociedad en bloques horizontales y jerárquicas de poder, a los cuales los ciudadanos tienen que integrarse voluntaria- u obligatoriamente. Este es el entorno real a que se enfrenta un nuevo gobierno que pretende mejorar la situación de un país. No es el jardín de Edén, sino el Parque Jurásico, hecho por el cual es igualmente absurdo pedir que resuelva todos sus problemas, que afirmar, que no va a resolver ninguno de ellos.

5. La izquierda Santa Claus

El Transitor que quiere modificar esta configuración del viejo régimen (ancien régime), para cumplir con el programa y el pueblo que le llevó al gobierno, se encuentra con tres centros de gravitación del poder diferentes: bloques, grupos e instituciones de poder, que le son hostiles; otros que le son (todavía) indiferentes y una tercera tendencia que simpatiza con la transición planeada. Esos centros de fuerza son el referente principal para la praxis transformadora del nuevo gobierno de transición, porque tienden a desviar la programática original de cambio hacia la derecha o hacia la izquierda. Mientras los intereses y la presión de las derechas es previsible, la desviación por presión de la izquierda Santa Claus es más difusa. Demandas y demagogias puristas, fundamentalistas, sectaristas, narcisistas, que se infiltran en el análisis objetivo del paralelogramo de fuerzas de los contendientes y los nombramientos del nuevo equipo gubernamental, al igual que la idea de que "ahora tenemos el poder para cambiar todo", cuando los transitores apenas controlan un subsistema débil del poder real --el gobierno frente a la fuerza del Estado y de los poderes fácticos-- llevan al desmoronamiento de la transición. Rechazar esas presiones que, con frecuencia, devienen de la arrogancia intelectual de "la izquierda Santa Claus", de planteamientos confusos de la liberal identity theory (teoría de las identidades) o de la seudo-izquierda criolla, es vital para el triunfo.

6. Newton y las masas

Fuerza es igual a masa por aceleración, así determinaba el genial Isaac Newton --en su Segunda Ley del Movimiento-- el comportamiento de los objetos fuera de equilibrio. En esta situación se encuentra, mutatis mutandis (aproximadamente), un gobierno de transición, porque modifica el estado de inercia del antiguo régimen. Si sustituimos "aceleración" por "concientización" en la ecuación de Newton, podemos decir, que la fuerza de El Transitor para implementar su nuevo proyecto histórico es, esencialmente, una función de la concientización de las masas, porque son el dique de resistencia ante los sabotajes de las fuerzas del status quo ante (antes del triunfo) y del oportunismo y sectarismo político. La elaboración de una convincente narrativa científica-popular del "Nuevo Normal" (new normal) y la formación política de las masas en ella, son, por lo tanto, las variables, que deciden sobre la fuerza y el éxito de los proyectos en pugna. Considerando que ninguna fuerza de transición actual (partidos políticos, sindicatos, universidades etc.) tiene un proyecto de formación educativa en lo político, que merezca el nombre; y que los presidentes socialdemócratas Lula, Kirchner, Correa, Morales y Ortega fallaron abismalmente ante tal tarea, las perspectivas del futuro para la Patria Grande no son alentadoras.

7. Tiempo y confusión

En la lucha entre la antigua ortodoxia y la nueva, entre lo estático y lo dinámica, el tiempo es decisivo. Como recordaba el revolucionario peronista John. W. Cook, en la lucha de ideas no existe la tierra de nadie. Lo que no ocupa una Weltanschauung (visión del mundo), lo ocupa otra. Dentro de la tendencia al caos ideológico, que genera el reacomodo de los elementos del sistema durante la transición, hay mucha confusión acerca de quién representa realmente los intereses objetivos de los segmentos de poder estatales y sociales. La propensión al caos y la posibilidad de equivocación es grande. La historia sobre alianzas políticas equivocadas de la pequeña burguesía (Hitler), grupos populares, clases medias e instituciones, con sectores contrarios al progreso transicional, es abundante. Como, por ejemplo, los campesinos de la Vendée en la Revolución Francesa; la entrega del rebelde del Tahuantinsuyo, Tupac Amaru, por caciques e indígenas nativos a la monarquía española; el desuso de los fondos estatales del Banco Central por la Comuna de Paris y el papel golpista de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) en el golpe militar del 2002.

8. El Dios de la Transición

Ianuarius (Jano), el Dios romano de las puertas, comienzos y transiciones, era bifronte: tenía una cara hermosa y otra terrible. Tal imagen refleja adecuadamente la realidad del Estado. Porque todo Estado es, paralelamente, agente civilizador e instancia opresora. Idealmente, como Estado de derecho, protege al ciudadano común del abuso y de la violencia de los poderosos, usando su legítimo monopolio de poder (armado). Pero, al mismo tiempo, es un órgano de las clases dominantes, cuyos intereses principales impone. Pedir a un gobierno de transición progresista, que bloquee la función de represión clasista del Estado, es legítimo y necesario. Sin embargo, demandar que no use la policía para defender la legalidad y legitimidad de sus medidas transitorias y del orden público, es ilusorio y suicida, porque lo condena a la desestabilización y caída.

9. El líder transicional

El triunfo electoral y la superación de dinámicas caotizadoras post-electorales requiere inevitablemente un centro de poder conductor, que esté en relación dialéctica real con las masas y los bloques de poder. Lo que sucede, cuando por falta de liderazgo no se establece la direccionalidad e integración necesaria de las fuerzas de transformación estatales y sociales en una gobernanza nacional adecuada, lo vemos en Venezuela y, crecientemente, en Argentina, Brasil, Estados Unidos y Nicaragua. La entropía del sistema aumenta y se acerca al punto del colapso vía el magnicidio, el golpe militar, el levantamiento de masas o la intervención externa.

10. Transición y Ciencia

Para decirlo con toda claridad. La ciencia ha demostrado, que la direccionalidad y auto-similaridad a toda escala de los grandes sistemas biológicos y sociales, son precondiciones funcionales imprescindibles para su sobrevivencia y éxito. Lo mismo es válido para los proyectos históricos de los gobiernos de transición y los intereses históricos de los pueblos.

Pero, estando tan lejos de la ciencia y tan cerca de Santa Claus, la Izquierda latinoamericana probablemente no escuchará el mensaje.

miércoles, 8 de agosto de 2018

NUEVAS TEOLOGÍAS, Por Horacio González

Imágen Pablo Piovano


OBERTURA DEL EDITOR:

PUNTO UNO: PARA ACLARAR IDEAS:

Compañerxs: Sobre el derecho a decidir la interrupción voluntaria del embarazo, cómo dije, estoy favor. Pero quisiera aclarar algo. Toda vida es sagrada, parto de esta hipótesis que se refiere a lo orgánico, vegetal y animal. Inicio desde el cristianismo pero extiendo la concepción a lo cósmico con las posiciones de Leonardo Boff y Frei Betto, respecto de la naturaleza. Es una interpretación teológica del siglo XXI. Sin embargo si fuéramos coherentes con esta posición, no solo tendríamos que ser vegetarianos e inclusive ni vegetales -que son vida- podríamos comer. El hombre que es una de las creaciones más grandes de Dios tiene que realizarse y alimentarse. Y tenemos el don de la libertad con que Dios nos creó, y el mundo histórico fue consagrando, con la reforma protestante, y la Revolución Francesa. Dos hechos inescindibles. El primero la libertad de conciencia, el segundo la libertad política (qué es ordenar el todo). Esa libertad de conciencia tenemos que respetar en todo ser humano, débil o poderoso. Se muestra sobre todo en la facultad de decisión. La facultad de decidir es para todos, mal que les pese a los que están en contra, también para las mujeres con respecto a un embarazo no deseado, sea cual sea la irresponsabilidad o responsabilidad con que se concibió. En derecho continuamente se ponderan bienes jurídicos o valores o intereses. En algo tan íntimo como un embarazo es inhumano no prestar atención a la voluntad de la mujer las primeras semanas. Pasado un período esa vida toma mayor intensidad y debe protegerse. El territorio de la conciencia libre es también del legislador que vota, pero debería seguir la libertad como principio para todos, también en la mujer que decide. Entonces el error de las feministas es sacar el tema del territorio de la conciencia que es la que debe decidir aun sobre sus creencias porque legisla para todos creyentes o no creyentes. Ocurre que muchos siguen su propia conciencia determinada por la creencia que valida para un sector. Pero la conciencia validante debe aunar a los dos sectores y optar por la ampliación de derechos que es tarea vital en una democracia. Esa ampliación es para la libertad de la mujer que decide que está por encima  de un embrión, que es vida, es persona, pero aun no es un ser humano. Las empresas, las grandes corporaciones permanentemente deciden contra los demás, cuando contaminan las aguas de un río, cuando destruyen la naturaleza, y este gobierno más que ninguno aplica una política de destruir la vida con las políticas del Fondo Monetario Internacional. Y uno se horroriza por que una mujer decide sacarse un embrión. Pero claro hay que integrar la conciencia con la sociedad injusta que permite a unos y quita a otros. Entonces es conciencia y justicia social. Cualquier persona razonable aun creyente debería estar a favor del derecho a decidir. Pero la discusión debería ser en la conciencia, la vida, porque es vida en sus inicios -primeras semanas- y eso es lo que permite valorar más la libertad de conciencia para decidir a la mujer, que defender un embrión, que es el mal menor desde el punto de vista de una consideración integral de la vida. Eso para empezar y avanzar a los abortos de unos en condiciones ventajosas y los abortos de otros en condiciones desventajosas. Eso es política sanitaria. La mayoría de los religiosos son coherentes cuando están en contra porque esa vida cósmica  es también dios y dios es el dador de esa vida cósmica. Pero son pocos los que pueden aun contra sentimientos íntimos decidir contras sus creencias porque legislan para otros no creyentes. Para mí ese es el quid de la cuestión. Y allí debiera enfocarse la cosa, para tratar de persuadir a un indeciso. La virulencia -ya demodé- contra toda la iglesia católica, o todos los religiosos forman parte de la barra brava de la hinchada de un bando o de otro. Lo raigal es la libertad de conciencia que es la libertad para decidir teniendo en cuenta el bien común de todos no solamente del sector que uno representa. Insisto es un tema de libertad de conciencia, pero de conciencia libre y para todos. Perdón si me extendí pero viendo los debates, la pobreza conceptual, las salidas por la tangente quería de alguna manera aclara mi propia concepción y cómo votaría yo: a favor de la facultad de decidir la interrupción del embarazo por parte de la mujer en las primeras semanas (Claudio Javier Castelli).

PUNTO DOS: SOBRE TEXTOS FÁCILES DE ENTENDER

Frase de Hegel: "La otra parte de la incomprensibilidad (de la filosofía) es la impaciencia de querer ante sí, bajo la forma de la representación, aquello que tenemos en la conciencia, como pensamiento y concepto. Se oye decir con frecuencia que uno no sabe qué es lo que se debe pensar bajo el concepto que se ofrece; pero (es que) bajo un concepto no se debe pensar otra cosa que el concepto mismo. El sentido de aquella expresión es una cierta añoranza de una representación que fuese familiar y corriente; A LA CONCIENCIA  LE OCURRE COMO SI AL QUITARLE EL MODO DE LA REPRESENTACIÓN SE LE QUITARA EL SUELO SOBRE EL QUE SE SOSTIENE DE MODO HABITUAL. Cuando se encuentra trasladada a la pura región de los conceptos no sabe en qué lugar del mundo se encuentra. POR ELLO, LOS ESCRITORES, PREDICADORES, CONFERENCIANTES, ETC., QUE CUENTAN A SUS LECTORES U OYENTES COSAS QUE ÉSTOS YA SABEN DE MEMORIA, QUE LE SON HABITUALES Y SE COMPRENDEN POR SÍ MISMO, RESULTAN LOS MÁS COMPRENSIBLES DE TODOS" (G.W.F. HEGEL, ENCICLOPEDIA DE LAS CIENCIAS FILOSOFICAS EN COMPENDIO, ALIANZA UNIVERSIDAD, EDICIÓN, INTRODUCCIÓN Y NOTAS DE RAMÓN VALLS PLANA, MADRID 1997, PÁG. 103/104).

Viene a cuento la frase de Hegel, quién el mismo era muy difícil de entender, pero no imposible, basta con varias lecturas del mismo texto en clave conceptual. Hay una contienda similar con los textos de Horacio González, que a juicio del editor, se debe más a pereza intelectual del lector, que propiamente a los textos de González, la frase de Hegel viene como anillo al dedo para los textos de González. La gente que piensa realmente advierte que la realidad es compleja, y que la paradoja y el reino de las contradicciones la habitan constantemente, y para explicarla debe utilizarse el mismo recurso de la realidad. Uno puede decir pero yo quiero claridad y distinción de los conceptos, imperativo cartesiano, que los herederos franceses post estructuralistas pusieron en duda. Es en el terreno de las ciencias duras, y la filosofía analítica angloestadounidense que se difunde la necesidad de precisión y claridad en la forma de utilizar los conceptos apelando al principio de identidad y la lógica formal, a lo sumo simbólica para interpretar toda la historia del pensamiento -Su origen es Hume-. Esta última filosofía no avanza mucho más de allí porque piensa la obviedad de lo que está a la mano y presente en la conciencia. Tengo malas noticias para las ciencias duras -también para Mario Bunge- y los filósofos analíticos angloestadounidenses: la realidad es más compleja que ese esquema adolescente para interpretar el mundo y sobre todo las ciencias sociales que no guardan el mismo rigorismo donde uno es uno y dos es dos, porque la conducta humana es impredecible muchas veces, y es sobre todo abierta a la polisemia. Es como si se pretendiera un lenguaje matemático que tal cosa es uno, que tal otra es dos, que tal otra es tres. Como si fuera necesario que el lector llevara una libreta de almacén que le dijera el alcance exacto de cada concepto. Esa forma de andar por el mundo implica desconocer la libertad de interpretación de las escrituras imperativo de la época de la reforma protestante. Pero implica algo más desconocer la libertad, como imperativo conquistado desde la Revolución Francesa. Es cierto que el neoliberalismo quiere reemplazar ese acontecimiento histórico, por la interpretación de oscuros algoritmos realizador por las grandes corporaciones económicas mundiales para restringir toda libertad, y volvernos a una etapa prerrevolucionaria donde se vuelva a restablecer la esclavitud laboral de jornadas de 14 a 16 horas, con paupérrimos salarios. Creo que esa claridad de lo que tengo a la mano y presente en la conciencia inmediata, y parte de allí para interpretar el universo social es funcional a ese neoliberalismo algorítmico abundante y generoso en los medios hegemónicos de comunicación.

Esta reflexión también me la provocó, el siguiente comentario realizado al texto de Horacio González, realizado en página 12, responde al seudónimo de Nutria y dice lo que, creó ya he parcialmente respondido:
"Interesante reflexión del ilustre Horacio Gonzalez. Sin embargo siento la necesidad doble de hacer algunas aclaraciones y también un pedido.
Empiezo por lo segundo: la claridad es la cortesía del filósofo y si bien desconozco si hay más o menos filosofía en la sociedad, soy de los que creen que es necesaria para la evolución de la misma. Pero la filosofía, en tanto bien cultural con potencial reformador, debe ser accesible al pueblo, no sólo a los más ilustrados o leídos, como decía mi abuela. El estilo literario "barroco" no cumple con ese objetivo y este medio y el propio autor pierden oportunidad de llegar con este u otro mensaje. En resumen, estimado Horacio: aclare que si no, oscurece.

Contribuyendo a aclarar.
Para entender de qué se habla aquí, habría que saber qué entiende HG por filosofía y por teología. Lejos de dirimir aquí estas cuestiones, comparto mi sensación (una de las muchas posibles): cuando habla de filosofía, parece hablar de formas de pensar, de ideologías, de cosmovisiones o al menos de visiones; cuando habla de teologías parece hablar de religiones.
Desde esa incertidumbre me resulta imposible analizar tanto los problemas planteados como el camino de solución propuesto. 
Peor aún, el camino novedoso sería un pastiche de filosofía, política y teología, eso sí democrática y popular.

Si hemos de rescatar a la política y a la filosofía como dos dimensiones del saber y del hacer humano y social, no podemos mezclarlas con religiones. Etiquetarlas con enfoques de la organización social, tampoco suma valor.
Para relacionar cosas o interactuar primero hay que distinguir esas cosas.
La mezcolanza no es la cura contra el cartesianismo, ni la posibilidad de que las gentes encuentren marcos de pensamiento más evolucionado.

Comparto las preocupaciones por la decadencia político, social y cultural, y entiendo que una de sus causas es el pensamiento mágico inculcado desde la infancia de la mano de cualquiera de las religiones actuales.
La filosofía tiene la función de contrastar dicho pensamiento, no amalgamarse con él.

MB"

Por último, agrega este editor, que según dice Friedrich Engels, en "Ludwin Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana", en la época de Hegel no había nada más importante que la religión y la política. Lo mismo piensa para esta época el autor de la obertura. Esa superstición de que la religión no se mezcla con la política o con la filosofía o con las ciencias sociales parte de una errada concepción acerca de la naturaleza de ciencias duras aplicables a las ciencias sociales. Además, desconoce uno de los imperativos de esta época que es la demanda de realizar articulaciones entre mundos, acaso diferentes, que satisfagan y tiendan a neutralizar cierta decadencia cultural; pero en el fondo es también más que eso, es temor a la libertad.

Bueno, basta de alharaca y vamos al texto de Horacio González:

NUEVAS TEOLOGÍAS



Una pregunta de la teología es si ha desaparecido la filosofía. Una pregunta de la filosofía es si ha desaparecido la teología. Las dos preguntas tienen sentido. Las dos deben hacerse conjuntamente, porque entonces es sobre esta base que se puede responder que no. Que no hay menos teología en el mundo, hay más. Que no hay menos filosofía en el mundo, hay más. Solo que, de una forma velada, en el sigilo de todo lo que tiene una identidad, no se expresan del modo habitual que se esperaría de esas identidades. La discusión en torno a la despenalización del aborto lo demuestra. El movimiento feminista ya no abarca un tema específico, sino que es una cosmogonía sobre la felicidad de la irreverencia, el rechazo de todo placer que no sea autogestionado –es decir, no otorgado por el Pater–, y un erotismo que desciende con delicia al origen indeterminado de la identidad sexual. No es seguro que sean estos todos los puntos en juego. Omito el más problemático, el de las reformas del lenguaje. Pero todos ellos tienen un sabor, que no es tan ligero, a una gran gesta contemporánea vinculada a cierto mesianismo democrático, a una teología paradisíaca, a una juvenilia milenarista que no por eso vacila en examinar el cuadro de derechos sociales para darle lugar a la máxima problematización sobre la vida, que debe ser amparada por el sistema legal público, a fin de garantizar el aborto no clandestino.

Sin embargo, en la presente situación de la crisis nacional, observamos un sistema de dobles contradicciones que pueden debilitarse mutuamente. El movimiento laico del feminismo por los derechos a la salud pública incluye una minoría de personas que lo apoyan, que a su vez se imponen seguir promoviendo las políticas del FMI, que objetivamente devastan el cuerpo nacional. Al mismo tiempo, el movimiento eclesial oficial ha reforzado su posición tradicional donde la llamada defensa de la vida, oculta mal el sentido verdadero de esa frase, cual es la de dirigirse hacia la defensa de privilegios y la pseudo normalidad ascética del secreto familiar, que –lo saben bien–, se vulnera permanente a oscuras, produciendo muerte y dolor. Pero también al contrario, se revierte en las grandes metáforas de los místicos medievales, plenas de erotismo contenido y plegarias hacia un creador orgasmático.

De todos modos, hay que observar que este movimiento fémino-juvenilista, que retoma con el gozo cierto de quizás no percibirlo, aquellos arcaicos exorcisos contra las demonologías, es visto por sectores interesantes del clero social, como un inconveniente severo. Algunos, o muchos, sacerdotes que siguen la opción por los pobres suponen que hay en acción una geopolítica demográfica del FMI, ante la cual se opone un pueblo entendido como una comunidad autoprotectiva, orgullosa en su carencia, pues es reserva moral, resistente y filial. Hay también aquí una teología que se entrecruza con la que ofrece el neofeminismo. Aquella critica el plan demoledor de Fondo, pero privándose de la movilización feminista, viéndola como problema de las “clases medias”, y esta otra, atravesando como una centella salvadora todo el espectro político, cargando también un sentido secular que apoyan algunos “modernizantes” del gobierno vicario del FMI. 

Es evidente que entre todas las piezas superpuestas y distintas del movimiento social de resistencia, debería haber una nueva una circulación de ímpetus –como la relación entre la avispa y la orquídea, que se traducen mutuamente para devenir una en otra–, que llevase a un plano dialogal al movimiento de mujeres y al movimiento antiimperialista, caracterizados por sus grandes momentos de coincidencias. Dije palabras antiguas pero vigentes, para mostrar, deliberadamente, que este es un tema que no es la primera vez que surge, y luego para postular que sus innovaciones lingüísticas deben presentarse no como una escisión de la lengua general, sino como un llamado a nuevas posibilidades del habla común, a través del juego y la alquimia del verbo, que siempre se halla abierta.

Estas son dos historias paralelas que no se resuelven ni impidiendo la universalidad de la despenalización, que de no sancionarse preocuparía no solo a los “sectores medios”, ni sorprendiéndose por la errónea apreciación de algunos sacerdotes populares, sobre el aborto legalizado en términos de “política del Fondo”, porque creen ver a los ámbitos de la vida de los de abajo, castigados por la pobreza y la desposesión de los recursos de vida, como ajenos a este vital dilema. Todos sufren las consecuencias de esa clandestinidad y están lejos de ser hoy un sector que por sí solo pueda sostener desde las deudas sociales que se originan en su vasta desventura, una completa alternativa política al margen de las clases “urbanas”, vistas ligeramente como “hipócritas”.  

No digo que sea fácil conjugar todas estas esferas que se tocan y se apartan continuamente –la lucha para rescatar el “corpus” herido de la sociedad y la autonomía del simbolismo corporal del colectivo femenil–, pero su disimilitud inspira paradójicamente los modos de enlazarlos entre sí. Haciéndolo con nuevas figuraciones de la política. En principio, ciertos Obispos encerrados en sus lenguajes turiferarios y los militantes que ven las religiones como una lengua apócrifa y opresiva, no pierden nada si hacen su apuesta pascaliana. ¿Y si hubiera para todos, un horizonte superior para pensar las injusticias mundanas y las formas de organización para conjurarlas? ¿Y si ese horizonte llevara el nombre de nuevas teologías políticas, populares y democráticas, que infundiesen nuevos ánimos para el combate contra los planes que desmontan el fundamental grito fundador de “seamos libres, lo demás no importa nada”? Este es el momento crucial en que debemos decir: ni religiones regimentadas ni secularismos sin veneraciones hacia el modo asombroso y extasiado en que se vinculan las cosas más heterogéneas.