miércoles, 30 de diciembre de 2015

IRRUPCIÓN, Por Noé Jitrik (Fuente: Página12, 30/12/15)

Noé Jitrik


No cabe duda de que la famosa consigna que Sarmiento acuñó tempranamente, “Civilización y barbarie”, tuvo una gran fortuna. De dos tipos.

Uno, sirvió para condenarlo para la eternidad, puesto que de ella emanaban otras expresiones, tremendas, que se han convertido en lugares comunes indefendibles, “no ahorre sangre de gauchos”, “el mejor paraguayo es un paraguayo muerto” y, seguramente hay otras más, los numerosos antisarmientinos que no faltan –deliberados y razonantes algunos, espontáneos y balbuceantes los más– las deben tener registradas en esa “historia local de la infamia” que no cesa de enriquecer sus páginas.

El otro es que la fórmula apareció, providencialmente, como un interpretante de conflictos políticos que tampoco cesan aunque no tengan las mismas características de las que se valió Sarmiento para encarnar su ocurrencia. Y como prueba de ese éxito podemos afirmar que, de hecho, en casi todos los enfrentamientos registrados por la turbulenta historia de América Latina esta oposición parece estar violentamente presente, unos arrogándose la civilización y calificando a sus contendientes de bárbaros y éstos, cuando son vencidos, acusando a los civilizados de pretender serlo más que de serlo realmente.

Pero tal vez Sarmiento desdeñó el origen de uno de los dos términos, el de bárbaro: omitió que en la tragedia griega son bárbaros los que vienen de afuera, los extranjeros, los que hablando en un idioma ininteligible irrumpen en un lugar y en un momento en el que había valores y reglas y conflictos pero no la voluntad de que los vinieran a borrar desde el exterior. Uno puede imaginar la llegada de los hunos a Roma y lo que eso significó pero, como los modales de esos visitantes eran más bien violentos, se produjo un desplazamiento semántico y la palabra indicó este carácter más que el originario; se consagró esta acepción y a ella se plegó Sarmiento que, por otra parte, poseía un dominio sin igual de la lengua. Eso lo llevó a cometer una suerte de inversión en la que reside, justamente, el éxito de esa expresión y lo equívoco de su interpretación porque los que venían de afuera eran los que él consideraba civilizados y a los que estaban ahí los llamaba bárbaros aunque no hablaran un “idioma ininteligible”.

Parece difícil prescindir de la fórmula que ha sido utilizada y aplicada como si estuviera, y lo estaba, incorporada a la lengua natural. Hay ejemplos célebres: con ella el sagaz León Trotski califica de bárbaro a su implacable antagonista, ese durísimo Stalin que no sólo terminó por hacerlo asesinar, sino que se echó a millones de rusos e impuso métodos de represión que cualquier espíritu esclarecido, o sea civilizado, repudiaba además de padecerlo.

Claro que no es lo mismo si se evoca la llegada de españoles, portugueses, franceses e ingleses a América, a Africa y a Oriente, sin dejar de lado la Polinesia, que, portadores, según ellos, de la civilización, y redentora fe cristina, sometieron, esclavizaron, enfermaron, masacraron a poblaciones, bárbaras según ellos, que no los habían invitado: esos civilizados, retomando la distinción semántica inicial, porque irrumpían, pero también la segunda, la violencia, eran los verdaderos y clásicos bárbaros aunque supieran, no siempre, leer y escribir, y esgrimieran, casi siempre, esa legitimante cruz que les garantizaba la muerte de los demás, o sea de esos inermes bárbaros que no creían en esa civilización ni en la anhelada recompensa del acceso al cielo.

¿Remedaba o reproducía Sarmiento esa misma actitud, o sea que entendía la civilización como una imposición en un lugar que no lo esperaba ni lo merecía? Tal vez de lo concreto de su texto brota una contradicción pues no sólo reconoce sino que exalta expresiones y tipos que no vienen de la mano civilizatoria sino que son productos de ese vacío en el que había situado la barbarie que la civilización debía combatir. No es de extrañar, Sarmiento no vacilaba en contradecir y contradecirse y ésa, con ser tan densa, fue sólo una y de grandes frutos pues de la descripción de esos tipos humanos, tan primarios y primitivos, el rastreador, el baqueano, el gaucho cantor, el gaucho malo, brota con una fuerza sin igual el proyecto de una literatura. Lo que no es poca cosa.

La expresión no se clausura en estas pocas recuperaciones. Por suerte, algunos espíritus clarividentes emplearon la palabra “bárbaros” en su sentido primero y original. Por ejemplo, Rubén Darío, a quien no se le puede negar clarividencia, además de manejo perfecto de la lengua. En 1893 escribió en un poema titulado “A Francia” estos perdurables versos: ¡Los bárbaros, Francia! ¡Los bárbaros, cara Lutecia!”, con los que se abre el poema y, como si quisiera aclarar de qué se trata, un poco más adelante proclama: “... el viento que arrecia del lado del férreo Berlín”, para rematar “Hay algo que viene como una invasión aquilina/ que aguarda temblando la curva del Arco triunfal. Tannhäuser!” Y si para muchos Wagner no encarnaba precisamente la barbarie para Nietzsche lo hizo, tremendamente inquieto por los pujos que observaba en una Alemania que no era todavía la del nazismo para calificar cuyas prácticas la palabra “barbarie” fue tímida; Sarmiento habría considerado, frente a las atrocidades en las que se entretuvieran los nazis, que sus gauchos eran unos ángeles, ni remotamente acusables de genocidios y esas locuras que destruyeron la moral de un país que, sin haber sido Grecia, había logrado niveles de civilización imponentes, desde Bach a Kant y Hegel, Schubert y Novalis, Heine y Schumann, Einstein y Marx, Freud y Kandinski, Murnau y Bauhaus, la lista es interminable y los nazis, que irrumpieron en esa fantástica escena, destruyeron todo. De modo que decir barbarie, en la síntesis entre irrupción e ininteligibilidad y destrucción, en ese caso, es pertinente en sus dos acepciones. A esto atendió, creo, Borges, cuando escribió “Deutsches réquiem”, tal vez un lamento por el lamentable lugar al que había sido arrojada la cultura alemana y, de paso, la civilización a la que había aportado.

Preocupación constante, seguramente la oposición y el dilema asediaron el imaginario de muchos escritores. Y, puesto que menciono a Borges, a él en particular de la particular manera en que lo abordó en varios textos: “El General Quiroga va en coche al muere”, el “Poema conjetural” (Laprida y el íntimo cuchillo en la garganta) y, aunque parezca raro decirlo, en “Tlön, Uqbar y Orbis Tertius”. Un mundo virtual, perfecto, brotado de una enciclopedia, es descripto minuciosamente pero de él emana una sustancia perniciosa; sobre el final, hay una muestra de una posible y atroz irrupción. El narrador escribe: “Entonces desaparecerán del planeta el inglés y el francés y el mero español. El mundo será Tlön. Yo no hago caso, yo sigo revisando en los quietos días del hotel de Adrogué una indecisa traducción quevediana (que no pienso dar a la imprenta) del Urn Burial, de Browne”.

“Yo no hago caso”, ante la amenaza de una barbarie racional.

Pudo decirse eso el personaje central de 1984, esa figuración aterradora de George Orwell en la que el mundo ya ha sido irrumpido y la violencia ha normalizado todas las relaciones humanas, menos la de un solitario resistente, que termina por ceder, o el de Un mundo feliz, de Huxley, solitario poseedor de un único ejemplar de las obras de Shakespeare, pobre instrumento para enfrentar todo eso que ya pasó.

¿Actualizan a la manera de las utopías negativas lo que ocurrió cuando llegaron los normandos a Inglaterra desde otra y lejana parte, con otros dioses y mucha más fuerza y al imponerse a los lánguidos residentes se fundieron con ellos creando un nuevo pueblo, una nueva lengua y una nueva cultura? Los árabes en España no lo lograron del todo: eran los civilizados y los bárbaros eran los astures y los galos y los godos, que tenían otros planes de presente y de futuro; después de un intento de varios siglos terminaron por retirarse humillados dejando algunas palabras, el magnífico Generalife y unos cuantos bellos y tristes romances.

Es interminable esta historia, con momentos más feroces que los pretendidos encuentros, tal como con esta palabra se trata de tapar el tremendo encontronazo que significó la llegada de los civilizados españoles y otros a lo que serían posteriormente las Américas. ¿Cómo encontrar, a nuestro turno, la salida a la cárcel semántica que implica esta frase, tan llena de contradicciones y de viajes de un término al otro, reversibles en sus alcances? Lejos queda Sarmiento y su ocurrencia y, en cambio, lo que queda son esas palabras cuyos alcances no sólo han inspirado obras literarias y cinematográficas a raudales sino que están instaladas en vivencias y experiencias que sólo ellas ayudan a entender. Porque está la actualidad que nos brinda episodios que reponen en escena estos términos y no tenemos más que exclamaciones para interpretarlos: ¿no nos parece algo propio del circuito de la barbarie el aditamento de la crueldad en delincuentes menores? ¿Y qué respuesta nos genera la destrucción de la ciudad de Palmira, restos de una orgullosa civilización? ¿Otro calificativo que barbarie? Y algo aún más perturbador: la oleada de gente bien vestida, que habla como nosotros pero no como nosotros, que ostenta títulos seudo universitarios, pero que, como exterminadores que vienen de un afuera depredador, se precipita –irrumpe– sobre la existencia de los demás en un envión de rapiña sobre la riqueza de un país y el futuro de gran parte de su población. ¿Civilizados porque visten ropas caras?

¿Podremos tener la actitud del pasivo narrador de Tlön? ¿Podremos “no hacer caso” cuando, es evidente, las irrupciones que sacuden al mundo son constantes e indetenibles? Los que irrumpen son hordas, físicamente reales o figuradas, de todo tipo, tradicionales como las presuntamente religiosas, económicas como las especulativas, culturales como las tartamudas que ocupan lugares en la educación y la cultura. Hordas que no necesitan invocar al clemente Mahoma, al feroz Thor ni al lúgubre Wotan pero que tienen armados los altares en el que se exalta la gloria inmarcesible del vengativo dios dinero.

LA VUELTA DE CAMPANA: ARTIFICIOS DEL DICCIONARIO MACRISTA, Por Espacio Carta Abierta (Fuente: Página12, 30/12/15)

Mauricio Macri


En lo que podríamos considerar una vuelta de campana de la historia nacional, el nuevo gobierno del país nos conmina a retraducir permanentemente las palabras.

Cuando dicen que se acabó el cepo cambiario, hay que leer una brutal devaluación que no tardará en afectar la vida cotidiana de los argentinos, enriqueciendo a un puñado de agroexportadores, acentuando la inflación, promoviendo la deso- cupación, la desarticulación industrial, la apertura importadora y la inserción subordinada al capital financiero en la economía.

Cuando dicen que van a preservar las instituciones de la República, las vulneran escandalosamente sustituyendo al Parlamento a través de un decreto de necesidad y urgencia (DNU) a partir de una interpretación abusiva de un artículo de la Constitución, con un artilugio que avergüenza aun a los constitucionalistas que los apoyaron. Estas designaciones a dedo violan la Constitución Nacional y sólo pueden explicarse por la intención de completar una Corte Suprema adicta, superando incluso a la “mayoría automática” de infausta memoria que Néstor Kirchner se propuso corregir de raíz.

Cuando dicen que van a preservar la libertad de prensa, debe leerse que van a acrecentar el poder monopólico de los grandes directores de conciencia del siglo XXI, los monopolios mediáticos de la interpretación sobre el sentido de la vida.

Cuando dicen que quieren respetar la ley, se apresuran a vulnerar con arbitrarios esquemas ministeriales y complicidades deshonrosas de miembros de la Corte a los órganos encargados de aplicar una ley democrática de medios de comunicación aprobada por el Parlamento y miembros de esa misma Corte, como es el caso de las intervenciones de Afsca y Aftic.

Cuando dicen que van a conservar las políticas de derechos humanos aplican “la emergencia en seguridad” reprimiendo violentamente a los trabajadores de Cresta Roja.

Cuando muchos de sus apologistas dicen que va a ser una derecha moderna de centro social, muestran demasiado las garras de un reaccionarismo que mal disimula vínculos con no muy lejanas dictaduras.

Cuando dicen que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner subsidiaba a los ricos y castigaba a los pobres, hay que leer el modo sombrío con el que los ejecutivos de empresas privadas que hoy gobiernan el país se burlan de los gobiernos populares, no por sus deficiencias sino por enfrentar y transformar históricas desigualdades sociales.

Cuando dicen que desean incorporar a las tareas públicas a argentinos de buena voluntad, se convierten en lóbregos reclutadores de conversos políticos, alcanzados por la fiebre del neutralismo de la Ciencia y la Tecnología o por la obsesión de figurar siempre en algún lugar del poder formal, como es el caso de los señores Lino Barañao y Jorge Telerman.

Cuando dicen que su ideal se basa en la justicia y en las leyes, no procuran otra cosa que vulnerarlas por dentro contando con el expuesto servilismo de los jueces designados, Rosenkrantz y Rosatti, quienes se invalidan como posibles miembros de la Corte al no cuestionar el procedimiento viciado de su designación.

Cuando dicen querer ser serios culturalmente, se dedican fervorosamente a entregarles organismos públicos que han sido exitosos en su misión de popularizar el acceso al conocimiento a empresas privadas de espectáculos, como es el caso de Tecnópolis, con la obvia consecuencia de que la búsqueda del lucro reemplazará los objetivos culturales-científicos.

Cuando en todo el mundo se ponen bajo riguroso examen las relaciones de las instituciones públicas con el mercado, impidiendo todo lo tímidamente que se quiera que la cultura sea una mercancía, acusan al más grande centro cultural del país de ser demasiado grande y de haber declarado la gratuidad de sus espectáculos.

Cuando dicen que sus políticas van a ser firmes porque emanan de una voluntad popular que en las elecciones resultó mayoritaria, retroceden como huidizos culpables ante la sutil misiva de un gran artista de rock, ante la protesta de sus propios aliados y ante el asombro de los profesores que veían entregar la gestión universitaria a un productor televisivo.

Cuando dicen que su insignia es la ley y la Constitución, y cuando redundaron en toda la prensa oficial con su fe en el armazón jurídico que todos respetamos, nombran jueces supremos de forma subrepticia y atacan con arsenal viciado de ilegalidad a un nombramiento legítimo de la Procuradora General de la Nación.

Cuando prometieron cerrar la grieta inventando un concepto que interpreta falsamente la dinámica de todas las sociedades, preparan planes de emergencia en materia de seguridad que ponen a los sectores subalternos otra vez ante la trágica y falsa disyuntiva entre saqueo y represión violenta.

Cuando emerge de entre sus filas una parte importante de su verdad, cual es el ataque a la modernidad democrática por parte de los centuriones de la moralidad ultramontana, sacan a relucir a sus jóvenes gerentes especializados en técnicas racionalizantes y modernas de ajustar el empleo público.

Cuando comienzan a evidenciarse los reales alcances de una política de largo plazo sumamente riesgosa para la vida popular, intentan recrear el aire angelical de la campaña electoral con rápidas escenas domésticas y banales: el nuevo presidente fue el invitado estelar al programa inaugural de Susana Giménez.

Cuando dicen reinsertar Argentina en el mundo, están diciendo apartarla de Unasur, Celac, Brics, y volverla a subordinar a los Estados Unidos.

Este diccionario equívoco se podrá empezar a leer nuevamente con el verdadero significado de sus palabras, con las movilizaciones y nuevas respuestas democráticas que permitan que una cantidad cada vez mayor de argentinos comprenda que en vez de votar por su bienestar votó un plan que amenaza su salario en la misma medida que sigue la lógica de aumentar las tasas de ganancia de las grandes empresas, sin cuidarse de deteriorar la misma Constitución de la que dijeron ser sus cruzados.

Han pasado pocos días, y muchos compatriotas ya comienzan a medir la distancia entre las promesas de felicidad para todos y las medidas de gobierno que resultan en ganancias fabulosas para pocos y brutal pérdida de ingresos para la mayoría.

Nuevos compromisos nos aguardan: será necesario convertir el desconcierto en lucidez, la angustia en indignación, las afectaciones individuales y sectoriales en causa común. El masivo acto popular de reconocimiento a la gestión y al liderazgo de Cristina Fernández del 9 de diciembre, así como la movilización de miles poniéndose al hombro la campaña por el ballottage, dicen claramente que será en torno al kirchnerismo, con el liderazgo de CFK y la afluencia constante y creciente de ciudadanos, que habrá de canalizarse la oposición a la restauración neoliberal. Un frente democrático, social, nacional, popular y progresista, con ciudadanos de estirpe kirchnerista, peronista, radical, socialista, comunista y de izquierdas, nos espera para reponer la relación entre las palabras y las cosas, sin lo cual no hay vida justa en ningún país.

martes, 29 de diciembre de 2015

EL SILENCIO DE LOS OTROS, Por Gustavo Cirelli (Fuente: Tiempo Argentino, 29/12/15)






La intoxicación (des)informativa a la que fue sometida la sociedad durante años se refleja por estas horas con nitidez pantagruélica. Ahora resulta que las cosas no eran tan así como el club de los periodistas estelares y los medios hegemónicos le indicaron a sus audiencias hasta el hartazgo.
Sólo a modo de ejemplo: cómo olvidar el paso de comedia patético en el que, desde la pantalla de TN, asustaban a los espectadores con el cuco del silencio por la inevitable desaparición de la señal informativa del Grupo Clarín a causa de ese veneno oculto en los pliegues de una ley que terminaría siendo votada por el Congreso nacional, luego de uno de los más amplios debates en diversos foros que se tenga registro. En ese caso, una norma que sepultaría la que regía a la Radiodifusión desde los años en que este país lo gobernaban Videla, sus cómplices civiles y las picanas. La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual se sancionó y demoró años en aplicarse (algo que nunca llegó a concretarse completamente) debido a las argucias legales que fueron imponiendo los actores dominantes del sistema comunicacional de la Argentina. Los mismos que durante años la pisaron, ahora chillan porque la ley, por caso, les resulta vetusta por no avanzar en aspectos que hacen al dinámico desarrollo de la convergencia tecnológica del último lustro. Una falacia argumentativa como tantas otras. Sencillo: para cuestionar una ley con el objetivo de modificarla, el primer paso es reconocerla como tal. Y lo que sucedió fue que los pesos pesados ignoraron la norma a la que deberían haberse adecuado. Cabe subrayar, si bien era obvio entonces y lo es hoy, que TN no tuvo, ni tendrá, una franja de clausura como se agitó en los meses previos a la sanción de la LSCA, ni sus periodistas sufrieron, ni sufrirán, una mordaza que les impida decir lo que consideran justo las veces que lo crean necesario. Nunca ocurrió. De eso se trata la libertad de expresión.
Pero con narrativa maniquea, los que parecen haber descubierto la grieta en la historia argentina hace 15 minutos intentan, a los codazos, reinterpretar la realidad ante las mismas audiencias que enfermaron de odio. A saber: si no pasó lo que ellos dijeron que iba a pasar es porque ellos dijeron que iba a pasar lo que no pasó. Genial.
Lo ineludible por fáctico y grosero es que la franja de clausura lució desde la Nochebuena hasta ayer en las oficinas de AFSCA, el ente oficial que debe controlar la aplicación de esa ley. Y la mordaza, como era previsible, no silenció a los periodistas antikirchneristas. No. Ellos, como corresponde al juego democrático, podrán seguir disfrutando de las pautas públicas/oficiales (nacionales, provinciales, municipales) y privadas que les permitan cargar el changuito en el súper sin sobresaltos.
El triunfo electoral de Cambiemos en las elecciones de 22 de noviembre definió que Mauricio Macri será presidente de los argentinos hasta 2019, y que la fuerza que gobernó en el país durante 12 años, el FPV, deberá mascullar sus errores, transitar sin drama una autocrítica necesaria y consolidarse como oposición si es que anhela a regresar en cuatro años. Ni más ni menos que la alternancia que imponen las urnas. Por lo tanto, no es eso lo que está en juego en estas jornadas calientes.
Ante cierta retórica de la moderación pública en la mayoría de los flamantes funcionarios (con notorias excepciones: el ministro Aguad y el caso AFSCA, o la intención de designar por DNU a dos miembros de la Corte) los que exudan resentimiento, -suerte de desorbitada venganza contra colegas, más acorde al despecho por herida narcisista rayana a la impotencia intelectual que al debate crítico, honesto, de ideas contrapuestas) son algunos periodistas o los propios medios tradicionales, y sus sucursales amarillas y cloacales.
Hay indudablemente un correlato entre los perseguidores -los plumas del oficio- y la elaboración que hace tiempo se viene instalado por parte de la intelligentsia biempensante y republicana de estos días que estigmatiza al gobierno que dejó la Casa Rosada el 10 de diciembre cuando el reloj marcó la medianoche, como bien indica la flamante tradición de la Patria cautelar, que determina la duración de los mandatos presidenciales desde el despacho de un juez. Entonces: la fuerza política, el FPV, que fue derrotada en las urnas, y en particular su líder, Cristina Fernández de Kirchner, son narrados como una régimen autoritario, ciertamente sui generis, ya que fueron a elecciones varias veces, ganaron unas y perdieron otras; o debieron gobernar un año sin presupuesto porque la oposición cuando tuvo mayoría parlamentaria no se los aprobó, o también quisieron impulsar una fallida reforma judicial que tuvieron que desistir porque el sector más conservador del Poder Judicial se los impidió. Así podrían enumerarse distintas experiencias de la gestión kirchnerista, que ahora tratan de asimilar con el oprobio del autoritarismo más rancio. Se podía estar de acuerdo o no con tonos, estilos y prioridades antes, como se puede estar de acuerdo con tonos, estilos y prioridades, ahora. Lo peligroso es consagrar, en esa nueva narrativa político-mediática que se ha comenzado a escribir, que el kirchnerismo surgió del huevo de una serpiente.
El empresario sojero Gustavo Grobocopatel definió en la Revista Veintitrés: "Tengo muchos amigos muy inteligentes que les creen (a los K). Verlos razonar y cómo pierden el sentido común me ayuda a entender la historia de la humanidad. ¿Por qué existió Hitler? ¿Por qué existió Stalin? ¿Por qué una sociedad como la alemana, tan culta y refinada, creó a Hitler?" Sí. Leyó bien.
A los intelectuales orgánicos de los regímenes estalinistas o nazis se los consideró, con sobrada razón, colaboracionista de un estado criminal, y por ende fueron perseguidos y juzgados. Seres despreciables a los que, como muy mínimo, habría que escrachar públicamente.
Y esa analogía simbólica, composición absurda y perturbada de la realidad, tiene quien la escriba: la tapa de ayer del diario Muy, del Grupo Clarín, quedará en las profundidades más oscuras de los anales de un oficio en crisis.
Cuando la sociedad estaba conmocionada por una insólita fuga de los condenados por el Triple Crimen de la efedrina, los electoralmente funcionales hermanos Lanatta y Schillati, que rajaron del penal de máxima seguridad de General Alvear por la puerta de la prisión, en Muy ilustraron la nota central de tapa con otras cinco fotos: las de Cynthia García, Roberto Caballero, Carlos Barragán, Luciano Galende y Eduardo Aliverti, todos ellos periodistas, acompañado por el título "Relato Karo", en un derroche de originalidad. Más allá de la subjetividad sobre qué es noticiable y qué no lo es, desde Muy/Clarín optaron por cuestionar los contratos de los periodistas que se desempeñaron hasta ahora en Radio Nacional y no una inverosímil fuga penitenciaria.
En ese punto se desprenden un par de cuestiones. La primera es una ironía: los mencionados no quedan muy bien parados si se compara sus salarios con los de otros conductores radiales que están entre las otras radios más escuchadas del país: han ganado menos que sus competidores. No es un dato menor, ni para pasar por alto, que la Radio Pública se haya reposicionado en rating.
Por otro lado, llama la atención que se destaque algo que no sucederá. La denuncia es sobre presuntos sueldos que no cobrarán porque eran montos por contratos previstos para el año próximo, y es público que muchas de esas voces ya fueron silenciadas de los micrófonos de la AM 870. Esta suerte de escrache trucho exhibe en verdad la caza de brujas que se echó a rodar desde algunos sectores. Habrá que estar atentos si es sólo por efectos colaterales del cambio en la gestión de los medios públicos y, por ende, una modificación en estilo y en la línea editorial-lo que resulta habitual acorde a la experiencia de otros cambios de gobierno-; o si detrás de tales decisiones algún trasnochado más papista que el Papa, digamos, alucina con la instalación de listas negras.
Hace tres años, este presente persecutorio se redactó por otras vías: en noviembre de 2012 fueron 35 páginas de una denuncia criminal que los abogados del Grupo Clarín impulsaron por "incitación a la violencia" contra Caballero, periodistas de 678 y Fútbol para todos, y contra el intervenido titular de la AFSCA, Martín Sabbatella.
Tiempo Argentino lo denunció y tras el escándalo, Héctor Magnetto y sus abogados desistieron de continuar con la demanda penal por un presunto delito que contemplaba penas de tres a seis años de cárcel.
Hoy Sabbatella fue desplazado a empujones del AFSCA; el silencio en la tevé se impuso sobre 678, y Caballero, entre otros, ya no tiene aire en radio.
No existe el olvido.
Sólo les llevó algo más de tiempo. «





lunes, 28 de diciembre de 2015

¿LA DERECHA ES DEMOCRÁTICA?, Por Juan Carlos Junio (Fuente: Tiempo Argentino, 28/12/15)

Juan Carlos Junio

El carácter y el fin último de la democracia como sistema de organización de la sociedad vuelven a instalarse en el debate público a partir de las acciones del nuevo gobierno. La experiencia histórica ha demostrado que en ningún país capitalista civilizado existe una democracia en abstracto, ya que siempre está condicionada y amalgamada con el poder económico y cultural dominante. Así es que se genera una lucha entre los poderes fácticos y las mayorías populares y las fuerzas políticas y culturales que los representan, a partir del derecho inalienable del pueblo a defender sus conquistas.
Mauricio Macri avanza precipitadamente aplicando su programa de gobierno. Algunas de sus medidas ratifican ciertos anuncios preelectorales y otras, por el contrario, resultan flagrantes contradicciones con lo prometido en campaña.
En el plano económico, la quita de retenciones a los grandes propietarios y exportadores agrarios, la devaluación, la anunciada eliminación de subsidios a los servicios públicos y de transportes, la apertura al ingreso de productos extranjeros, las acciones orientadas a un abrupto endeudamiento y el fuerte incremento de las tasas de interés expresan la materialización de una transformación regresiva del modelo de acumulación y distribución de la riqueza implementado por el kirchnerismo.
En el campo institucional, el nuevo presidente se aleja cada vez más del mentado republicanismo declamado en la campaña y del respeto por las instituciones: el intento de remover autoridades con mandatos constitucionales y legitimados por el Parlamento, el nombramiento de jueces de la Corte violentando las leyes, y una andanada de decretos como modo de ejercicio del poder han afirmado una tendencia continuadora de la conducta política de Macri en sus ocho años como jefe de Gobierno. El literal asalto a la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual, violando la ley vigente, constituye una agresión al orden constitucional y violenta los declamados principios de respeto a la división de poderes. El afán de subordinarse al poder de Clarín, potenciando, aún más, el negocio de las transnacionales de la comunicación y cerrándole el paso a otras voces, va deslizando al gobierno hacia la impunidad, sin trepidar ni importarle la ley y todo valor democrático. La política de “seguridad” en materia de protesta social augura la creación de dispositivos represivos que contrastan flagrantemente con la política pública que rigió (no sin obstáculos ni tensiones) en los últimos 12 años.
En la esfera de las relaciones internacionales también se registra un cambio de rumbo sustantivo, al promover la incorporación de Argentina a la Alianza del Pacífico, e impugnar al gobierno legítimo de Venezuela allanándose a la estrategia del hegemón norteamericano.
Las palabras y los hechos entran, así, en contradicción. Aquellas medidas que impulsaban una redistribución regresiva del ingreso se cumplieron sin demora ante el aplauso exaltado de las minorías triunfantes.
Muy distinto es lo ocurrido en otros planos. El ejemplo más crudo es el de la temeraria promesa de “pobreza cero”. Este eslogan fue sepultado de inmediato con medidas que proyectan el deterioro del salario real, el incremento sustancial del desempleo y la desfinanciación del Estado, combo que sólo puede tener como efecto la multiplicación de la indigencia y la pobreza. Se sabe: la ampliación de los niveles de desocupación y desigualdad constituyen clásicos mecanismos disciplinadores de las posibilidades de los trabajadores de defender sus derechos.
El diálogo que fue presentado a la sociedad como un estandarte del cambio tampoco está siendo un rasgo constitutivo del Poder Ejecutivo. En la realidad, actúan con las conductas opuestas a aquel discurso, fundamentalmente con el uso abusivo de decretos presidenciales e ignorando al Parlamento.
El accionar político del gobierno macrista obliga a repasar la concepción ideológica de la democracia, ya que como forma de organización del poder no reconoce una única definición.
La visión liberal de la democracia surgida como expresión de la modernidad capitalista, opuesta a las monarquías absolutas feudales, está asociada al cumplimiento de cánones institucionales: división de poderes, límites temporales en el ejercicio de los cargos, participación ciudadana en la elección de sus representantes. O sea, todo el andamiaje clásico del espíritu de las leyes de Montesquieu, Rousseau, Diderot y otros fundadores de la doctrina moderna. Todo indica que el macrismo, incluyendo a cortesanos y jueces, se desliza a una zona política e institucional predemocrática.
Cierto es que en los últimos años asistimos en América a novedosas experiencias que apuntan a la construcción de procesos de participación popular en un proyecto colectivo de presente y futuro. Una visión del siglo XXI habla de democracias protagónicas con empoderamiento real de un sujeto colectivo, diverso y plural: el Pueblo, que reforma radicalmente las instituciones y las relaciones entre Estado y ciudadanos con nuevos derechos sociales.
Estas experiencias que se abren paso negando la anterior fase de democracias formales, que en lo económico y cultural actúan contra las mayorías, fueron generando inéditas ampliaciones, elevando la participación del pueblo en la cosa pública. En nuestro país, los niveles de conciencia y organización son relevantes, sustentados en la incorporación de valores generados en los avances sociales y culturales, los logros en derechos humanos, rol del Estado, integración latinoamericana y distribución de riquezas. Todos estos valores ya se han constituido en parte integrante del acerbo cultural de las mayorías.
Por su parte, Macri no parece ofrecer nada nuevo ni distinto al conservadurismo que se despliega en el mundo capitalista: pobreza, represión, desigualdad y exclusión.
Los efectos de las políticas reales sólo pueden concitar el rechazo de las mayorías sociales, como bien advirtió un trabajador de Cresta Roja, víctima de la represión de la Gendarmería: “Lo voté a Macri, mirá cómo me pagó”.
La derecha ha ganado una elección democráticamente, pero eso no quiere decir que sea democrática. Nuestra historia así lo demuestra y Macri sigue los pasos de ese rasgo constitutivo del poder tradicional.
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¿DE ALIADOS A RIVALES?, Por Emir Sader (Fuente: Página12, 28/12/15)


Emir Sader

Lo que más asustó en la primera aparición pública internacional formal de Mauricio Macri como nuevo presidente de Argentina fue su insistencia en plantear el tema de Venezuela, exactamente en la forma que lo hace Estados Unidos. Fue una novedad. Nunca ningún país lo había hecho. La evaluación que hizo sobre Venezuela podría haber encontrado coincidencias con las de algunos de los otros gobiernos, pero la decisión de hacer de ese tema, en esos términos, la primera propuesta del nuevo gobierno argentino, a sabiendas de que no tendría posibilidad de aprobación, ni siquiera apoyos, representa la postura de introducir y destacar los elementos de diferencia y de conflicto en el seno del Mercosur.

La pregunta que pasaron a plantearse otros gobiernos es si el nuevo gobierno argentino se propone representar los intereses –hoy aislados y debilitados– de Estados Unidos en los procesos de integración regional y presentarse como alternativa a Brasil para Estados Unidos en la región.

La consolidación y extensión de los procesos de integración regional han tenido su eje solido en las excelentes relaciones de amistad, coincidencias y hermandad entre los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner con los de Lula y Dilma. No habría mejor manera de debilitar esos procesos que afectar la alianza estratégica entre los gobiernos de la región. El desempeño de la nueva ministra de Relaciones Exteriores no le ayudó para nada a Macri en su aparición pública, indigna de la importancia que la política exterior argentina había adquirido, levantando dudas sobre cómo ese gobierno se comportaría frente a temas tan trascendentales como los fondos buitre y las Islas Malvinas.

Muy lejos habían quedado los tiempos en que los países del continente –en especial las tres economías más grandes, Argentina, Brasil, México– tenían que renegociar sus deudas externas con los acreedores y no contaban con solidaridad de los otros gobiernos. Así, los acreedores ponían a unos gobiernos en contra de los otros, haciendo concesiones a unos, cuando alguno de los gobiernos se encontraba con más dificultades, para aislarlo todavía más.

Nos hemos acostumbrado, desde la elección de Néstor y de Lula, al período de mejores relaciones entre los dos países, puestos en disputas desde finales del siglo XIX, como potencias adversarias y concurrentes. En el período inaugurado por Néstor y por Lula las buenas relaciones políticas entre los gobernantes permitieron resolver las divergencias existentes, dejando a un lado las disputas entre empresarios privados de los dos países, para promover, por encima de todo, la identidad y la confianza entre los dos gobiernos.

El factor externo que puede cambiar ese clima es el de las nuevas relaciones de Argentina con los Estados Unidos. Macri debe viajar a Estados Unidos y ser recibido por Obama, a quien no será difícil alimentar la vanidad del nuevo presidente argentino, encontrando formas de sugerir que tenga relaciones privilegiadas con Washington, empezando por acercamientos económicos. No serán “relaciones carnales” como las de Menem, pero algo similar, correspondiente a la situación de aislamiento de Estados Unidos respecto de América del Sur. Tentaciones de acuerdos económicos bilaterales, condenas sistemáticas a Venezuela, marcarían esas nuevas relaciones.

La situación no es tan simple para el nuevo gobierno argentino, porque no es posible compatibilizar tratados de libre comercio con Estados Unidos y el Mercosur, con el que la economía argentina tiene estrechos lazos, así como con la economía brasileña, para que permita algún tipo de ruptura radical por parte del gobierno de Macri.

Pero es posible imaginar que en Estados Unidos –con Obama o con algún gobierno todavía más conservador, demócrata o republicano– puedan empezar a soñar con tener a uno de los principales países de la región, inserto en los procesos de integración de América del Sur, un gobierno que defienda sus posiciones, como ocurrió en Asunción. Se produciría seguramente una polarización entre Argentina y Brasil –como ya se ha dado en esa reunión– y los dos países ejes de la integración regional dejarían de ser aliados para volverse rivales. Una posibilidad que no es simple de visualizar hoy día, pero que puede, en el futuro, conforme la situación política evolucionar en la región, volverse una realidad.

RESISTENCIA E INTEGRACIÓN, Por Horacio González (Fuente: Página12, 28/12/15)

Horacio González


Acudo al título de un gran libro de Daniel James (cuyo tema es una cuestión específica de los años sesenta en nuestro país) para tratar el magnífico dilema que nos ocupa, que tiene varios planos. Es obvio que si hoy decimos “resistencia” ante el nuevo gobierno, lo que parece una afirmación altiva, en vez de reafirmarnos, puede debilitar. Sin duda que entre las tantas de las características que habrá que seguir analizando de estos nuevos gobernantes encontramos un rostro poco más que ligeramente agresivo y de restitución cínica de jerarquías, con actos de despotismo encubiertos de majaderías jurídicas irreales, a fin de producir, como decía Maquiavelo en su “Discurso sobre la década de Tito Livio”, el olvido sistemático de los hechos del dignatario anterior.

El sentido de la resistencia frente a esos actos es necesario, pues el ideal resistente es el sello último de la vida política de todos los tiempos. No hay política sin resistencia, y no como mero efecto de la implantación de un poder, sino como parte sustancial del propio poder. Nada ejerce una fuerza decisional si no genera al mismo tiempo, lo sepa o no, su rastro adversativo. “Donde hay poder hay resistencia”, es una frase sustancial pero que no deja distinguir uno y otra como mutuamente exteriores. Esta frase, tan interesante como se quiera, elimina la exterioridad necesaria bajo la cual se realiza toda acción; ella siempre se dirige hacia lo que no le es propio, pues para ejercerse debe dejar de lado lo otro del otro, al que no obstante comprende en su diferencia.

A pesar de su notoria dificultad actual, la resistencia es un calificativo que tuvo una objetividad histórica realizadora en todos los tiempos. Sólo en el siglo XX, los maquis franceses, las huestes del recordado Cooke en la Argentina o la no violencia como gran fórmula gandhiana frente al gran Imperio. Pero la resistencia a la que nos referimos no es ésa. Que de apropiárnosla literalmente pecaría de ser víctima de un tiempo circular, en tanto mala repetición del pasado, incapaz de distinguir singularidades históricas tan obvias como diferenciadoras. El nuevo gobierno ganó una elección, por lo tanto, lo que corresponde es mantener la lógica ineludible de la oposición. Ni siquiera obstruccionismo: oposición, propia de quienes no concordamos con esta mezcla en curso de amabilidades, condescendencias y amenazas, so capa constitucional. Constitución interpretada por sus “técnicos” a la manera de someros peritajes cómplices ante un derrumbe o un incendio intencional. Oposición, de parte nuestra, ni siquiera obligatoria. Pues el a-priori opositor debe ser confirmado caso por caso. Con ello ponemos a prueba el constitucionalismo con el que se llenaron la boca, pues los nuevos gobernantes no son ahora –como se aprecia ya muy claramente– siquiera mínimamente consecuentes con ese republicanismo de codiciosos, infieles con su propia glotonería.

¿Pero eso solo somos? Es evidente que ese concepto opositor tiene un sesgo sistémico afable pero un tanto anacrónico. Principalmente, porque hay que examinar las continuidades e invariantes que hay en la sociedad argentina desde hace por lo menos cuarenta años, o aún más. Pero, pongamos, desde la época del llamado “menemismo”. Las tecnologías de gobierno de carácter neoliberal (esto es, liberalismo clásico teórica y prácticamente disminuido, la acentuación neurótica de la lógica reproductiva del capitalismo, y distintas adaptaciones oportunistas del sintagma republicano destinado a vergonzantes recauchutajes) más el pobre institucionalismo que surge de la república sojera, atraviesa todos los gobiernos, con la particularidad diferencial del conflicto del 2008, pleno de enseñanzas hasta hoy. El ideal de “gobierno de técnicos” por vez primera sale a luz como utopía regresiva, con todas sus luces, pero se hallaba embutido de múltiples maneras en los gobiernos anteriores (es evidente el “factor Barañao”).

Con esto queremos decir que las bondades o los signos atractivos de una gobernabilidad se obtienen no cuando miramos las inevitables continuidades, sino por lo que podríamos denominar la capacidad política de cese de algunas de esas continuidades, el amortiguamiento de otras y el surgimiento de algunas templanzas novedosas. El kirchnerismo tuvo algo y mucho de todo eso, su balance (y autocrítica) debe tener entonces varias facetas: la crítica a las continuidades inadvertidas y el elogio, no nostálgico sino también surgido de la razón dialéctica, de sus decisiones novedosas, sobre todo sobre la cuestión de los poderes comunicacionales concentrados, el otro nombre que tiene el uso de la palabra pública dirigida a un colectivo social y que a la vez lo constituye. Aquí tenemos otro dilema de vastos alcances. Si lo dijéramos con un emblema filosófico oportuno, es el que afirma que donde hay exceso hay donación. Pues bien, el kirchnerismo entró a la historia con su nombre rápido (esos nombres son los más interesantes) a veces con más exceso que donación, y a veces a la inversa, modulando de muchas maneras las simbologías que creaba y aquellas sobre la que se instalaba o sobreactuaba, comprendiendo o intuyendo que gobernar es un acto de donación sobre lo que nos determina, y viceversa. ¿Se pulsaron con más delicadeza estas instancias de conciencia y organización que son la donación y la demasía? El donante puede ser llamado conductor, pero en su rol más profundo comprende que es el producto simbólicamente muy delicado de una invención colectiva que lo precede. Este debate tiene nombres: si no ocurrió antes ocurrirá ahora. Tanto como se escucha esta disyunción: peronismo o kirchnerismo. ¿Pero no sería bueno producir un símbolo nuevo, salir por “arriba del laberinto” interpretando toda la experiencia ocurrida a la luz de un frente opositor de características renovadas? Esto es, obligado a ensayar nombres aún desconocidos sin ignorar el vasto legado. Como decía un viejo general: ¿quién no conoce de qué se trata?

Esta pregunta se basaba en una confianza historicista. Tomémosla con cautela, sin duda, pero no debemos abandonarla. Mucho sabemos y otro tanto debemos reaprender de lo que somos, porque si no el próximo paso no podremos darlo. El grito que ya está en las canchas, en los parques, en los conciertos de rock, en las ferias ambulantes, sobre los puentes, en los canales, en los pajonales –como el “O que será” de Chico Buarque, hoy víctima en Brasil del mismo odio de las patotas de las esquinas que, como sabemos, las hay en todo el mundo “civilizado”– es este grito: vamos a volver. No es consigna inadecuada en la medida en que no apela a un ritornello axiomático ni traza obligatoriedades ni repeticiones. Tampoco indica que somos insurreccionales. Y tampoco dice que abandonamos nuestro respeto indeclinable a la Constitución y a la democracia, precisamente porque si sabemos reconocer las virtudes de éstas, no menos reconocemos el modo en que el actual gobierno deforma a ambas, actuando sobre la base de lo más parecido a las dictaduras que tienen las democracias: los decretos de necesidad y urgencia, o medidas infundamentadas o “ligeras de papeles” como la descerrajada contra la Afsca, mucho más cuestionables que varias horas de cadena nacional o tan graves como cinco minutos televisivos degradantes de quien ha llamado al Presidente, en su populoso programa televisivo, con el nombre de “Mau”. Esto nos lleva a una corrupción del supuesto saber republicano, con el que tanto cacarearon. Estos léxicos gallináceos no nos sugieren una improbable etnia africana alguna, sino un procedimiento para vulnerar la intimidad considerándola una pieza intercambiable de un pseudo mercado de iguales, que se realiza confirmando la servidumbre colectiva en el acto de decir el apócope familiar, mejor dicho, revistiendo el anonimato técnico con los nuevos protocolos de represión y envolviéndolo con cariños teledirigidos. ¿No hay ninguna relación entre estas liviandades y el modo en que entran a las oficinas públicas, con ansiedad ordenancista en lo visible, pero con vocación de sabuesos en su reborde sigiloso?

Por eso, políticamente somos opositores responsables, tanto mejor argumentados en cuanto seamos más sutiles críticos de nuestra propia experiencia. No hay que temer de esa crítica “pro domo sua”, porque confirma una superioridad moral si se admite en qué momento en muchos ámbitos se nos presentó, por mano propia, un actuar deficiente, descuidado o árido. Pero éticamente somos resistentes, no por facciosos o turbulentos o en ejercicio de la caprichosa virulencia, sino porque conocemos lo que pasa, sabemos lo que hay que saber y un hilo de comprensión profunda nos lleva a concluir que la forma política gubernamental que tenemos ante nosotros tiene un grado de pobreza constitucional muy grande y habiendo ganado unas legítimas elecciones (por poco, lo que tienden a olvidar), muestran demasiadas veces su apresurado foquismo, un ramillete de ilegalidades frágilmente revestidas de ley, manejadas por personas que provienen del trasfondo último de la historia argentina contemporánea: liberalismo mecanicista, derechas áulicas, constitucionalismo determinista carente de universalidad, y conversiones biográficas que también revelan las zonas oscuras donde todos se entrelazaban con todos.

En cuanto al problema ético: frente a la estructura de integración ficticia que tiene la operación política en curso, sí es necesario el ungüento ético de la resistencia. La construcción de una “asociación de iguales” que “conocemos lo que pasa” debe estar en todos lados, en la porosidad de las fábricas, los medios de comunicación y las universidades, cualquiera sea quien las administre. Y frente a cada caso en que avancen sobre los intereses sociales irreductibles, la oposición debe ser política. Dejémosle el lenguaje de la guerra a Aguad, personaje soturno. Resistencia y oposición, cada una en su plano; sin infantilismo sedicioso la primera, sin complacencia integracionista la segunda. Todas, en la intimidad de los parques y en la profesionalidad parlamentaria. Ambas, entre lo que alguna vez será necesario, un nuevo partido de masas que recoja millones de voluntades democráticas, y los tejidos lábiles que deben producir el entendimiento mutuo entre quienes tenemos que seguir explicando aquellas porciones de lo popular, tan importantes como lo fueron en la pasada elección, que apoyaron lo que no consideramos proveniente de la inherencia de una historia popular. Como diría Daniel James, citando a Raymond Williams, esta formidable paradoja que define esta época solo la comprenderemos con análisis políticos más profundos de las nuevas “estructuras de sentimiento” que por obra de antiguos legados deshilvanados y de artificios pulsionales de las maquinarias comunicacionales –ambos sujetos a virulentas manipulaciones– se han emplazado ante nosotros.

* Sociólogo, ensayista.

martes, 22 de diciembre de 2015

PAISAJE DESPUÉS DE LA BATALLA Y LA AUTOCRÍTICA QUE FALTA, Por Mempo Giardinelli (Fuente: Página12, 21/12/15) Los vagosperonistas adherimos al pedido de autocrítica del autor de esta nota.


MEMO GIARDINELLI

Luego de la carta pública al Presidente esta columna recibió una oleada de apoyos pero también otra de enojos, agravios, insultos y amenazas. Pequeña metáfora de la Argentina actual, o de la llamada “grieta”, el panorama se aclara según pasan los días y es un hecho la entrega del destino nacional al así llamado “mercado”, esa mera suma de intereses de pocos, ricos y mezquinos.

En menos de diez días se aceleran despidos y se limitan derechos, se acosa la libertad de expresión y el aluvión de decretos presidenciales evoca prácticas dictatoriales. Velozmente se traicionan promesas, se arrasa con el Congreso Nacional, se implanta una Corte Suprema inconstitucional y servil, se recortan presupuestos y se desmantela la Anses, lo que presagia represión a reclamos populares que llamarán “combate a la inseguridad” y otros eufemismos.

La fría consigna del nuevo gobierno es debilitar al Estado y reendeudarnos. Matar el ALBA y la Unasur, que fueron lo más digno que pasó en el continente, y retornar a relaciones de genuflexión como sucede en Chile, Colombia y México, naciones hermanas hoy sumidas en la dependencia y con pavorosas desigualdades sociales.

Por eso este columnista lamenta el voto del pueblo el 22N y sostiene que es necio enojarse con quienes pensamos, decimos y escribimos, con muchísimo respeto y sin ánimo de ofender a nadie, que las consecuencias de la decisión popular pueden ser, como parecen ya, costosísimas. Por eso es saludable comprobar, como se observa, que muchos que votaron a Macri o en blanco (de hecho fue lo mismo) ya están arrepentidos y lo admiten. Incluso en los comentarios de los mentimedios. Esto evidencia una vez más que no es cierto, como jamás lo fue, que los pueblos nunca se equivocan.

Pero lo importante ahora es no sólo la denuncia, que es irrenunciable, sino también la autocrítica que está faltando y que siempre se pide y tanto cuesta practicar. Sólo así se podrá entender que el nuevo gobierno no llegó al poder por puros aciertos publicitarios. También por errores propios, que es menester identificar. Si se deja por un momento la mirada melancólica sobre todo lo plausible que se hizo en los últimos 12 años, se verá que tanto el kirchnerismo, el FpV y lo mejor del peronismo, como la ex presidenta como máxima figura, también tomaron decisiones que, aciertos aparte, fueron gruesos errores. Señalarlos puede y debe ser una oportunidad de superación.

Cabría enumerar algunas y en primer lugar, quizás, no haber sabido tejer alianzas, lo que es básico en política. El autoencierro fue letal. CFK no confió en su propio talento para invitar, dialogar y seducir a los opositores y proponerles agendas de negociación. Cierto que sufrió un hostigamiento feroz, pero un estadista igual se sienta y discute, propone, logra acuerdos mínimos. Que eso es la famosa gobernabilidad.

Sin dudas el kirchnerismo hizo una revolución democrática con innovaciones políticas, reformas institucionales, económicas y sociales, y todo frente a una prensa mundial hostil, enervada desde medios locales de una miserabilidad sin precedentes. Y sin dudas estos 12 años fueron una fiesta para vastos sectores populares. Pero entonces la pregunta es por qué también desde esos sectores se votó a quienes ahora serán sus verdugos.

Quizás se pudieron atender algunos cuestionamientos de los críticos que acompañamos el proceso. Quizás se hubieran salvado errores como la falta de una política de transparencia que reconociera que la corrupción es endémica en este país y está instalada en todos los estamentos. Por no hacerlo, ahora serán los zorros los encargados de vigilar el gallinero, lo que ya hacen cacareando la “pesada herencia” y otras retóricas. Habría que revisar también el aislamiento, que llevó a CFK a dirigirse siempre a los ya convencidos, porque no hubo política de diálogo con los diferentes.

Por citar sólo un ejemplo, así como supo reacomodar con inteligencia su discurso, actitud y conducta cuando Jorge Bergoglio devino Papa y figura mundial, la ex presidenta no supo hacer lo mismo hacia dentro de la casa. Y esto hay que decirlo y nadie tiene por qué ofenderse. Fue ella quien debió convocar a los radicales, incluso a los más doblados. Y llamar al socialismo al diálogo. Y a la izquierda ni se diga. Y aunque hubiese logrado poco, otra hubiese sido su imagen en la opinión pública, desmereciendo los motes de autoritaria o autosuficiente. Y otro error fue elegir a dedo demasiadas veces y con dedo equivocado. Así como desatender la cuestión ambiental y por eso ahí están ahora, intactos y felices, Monsanto, Barrick Gold y otros nombres letales.

Si más de la mitad del electorado optó por el voto castigo a una gestión, no es sensato protestar contra ellos si no se acompaña de una revisión de las propias malas decisiones. No en la gestión económica y social, seguramente los puntos más altos del kirchnerismo, y sin dudas no en materia de Derechos Humanos y conquistas igualitaristas, pero sí en otros rubros: la elección del candidato obviando las PASO; o elegir a Macri como el enemigo más “fácil” de vencer porque era un candidato frívolo, empresarial y de pocas luces, a despecho de que era sostenido con mucha inteligencia por un aparato colosalmente poderoso. Haber perdido las provincias de Buenos Aires y Córdoba de manera abrumadora impone autocrítica. Y también no tener en cuenta que además de que la ciudadanía fue sometida al sistemático engaño de los Mentimedios, también se cansó de errores insostenibles como no haber reconstruido el Indec.

Las autocríticas son necesarias aunque a algunos les moleste y otros cuestionen “la oportunidad”. Pero si primerean pidiendo renovaciones el Sr. Urtubey, gobernador salteño amigo de Macri y de los fondos buitre, y alguno que otro sindicalista desteñido, ¿quién puede cuestionar que un insignificante que ni siquiera es militante K escriba de buena leche estas reflexiones? Exitismo y soberbia nunca ayudan. Y menos en la derrota y el dolor.

Dijo uno en mi barrio: “Mire si llegamos a ver la foto de Macri reponiendo el cuadro de Videla”. ¿Vamos a esperar hasta eso, mirando para otro lado, en lugar de fortalecernos desde la verdad y de propuestas superadoras?

TECHINT Y LA GLOBALIZACIÓN DEL SALARIO, Por Eduardo Anguita (Fuente: Tiempo Argentino, 22/12/15)








El nombramiento de varios CEO en el gabinete de Mauricio Macri despertó opiniones distintas. Desde quienes creen que algunos altos ejecutivos dejan altos salarios por vocación pública hasta quienes dicen que no es creíble eso y en realidad quieren copar el Estado, principal promotor de obras de la Argentina, para moldearlo a la medida de las compañías privadas. Algunos detalles antes de brindar algunos elementos sobre Techint como una organización multinacional: la revista Mercado hace todos los años el ranking de las empresas que más venden en Argentina y hace un cuadro de honor. Hace dos años, la compañía presidida por Paolo Rocca encabezaba "el cuadro de honor". Las ventas de los últimos cuatro ejercicios (de 2009 a 2012) estaban un 33% por encima de la segunda empresa en facturación que era YPF ($ 99.859 millones contra $ 67.154 millones). La tercera en el ranking era Volkswagen, con $ 25.400 millones.
En 2014 y 2015 la facturación de Techint fue menor en el mercado interno. Pero como se trata de una transnacional, si se busca en los archivos de la revista Forbes, podrá verse que Techint tiene algunas de sus firmas radicadas en Luxemburgo, un país que no tiene yacimientos de hierro ni fábricas de acero pero sí tiene estatutos financieros que lo colocan en un el listado vip de los refugios fiscales. La propia página oficial del holding aclara que Tenaris fue constituida en Luxemburgo en 2002 "tras una oferta de cambio de las acciones de Siderca, Tamsa y Dalmine" y que "cotiza en las bolsas de valores de Nueva York, Milán, Buenos Aires y México".
Detenerse en una de las principales empresas argentinas sirve para tratar de entender algunos rumbos de la política económica más allá de lo que ocupó, con lógica, la atención de la sociedad. Es decir, hasta ahora quedó claro que los beneficiarios de la unificación del dólar y la devaluación del 40% son los exportadores y los perjudicados son los asalariados, dado que a la inflación fuerte de noviembre se le suman los aumentos incesantes de precios, que incluirán no solo las carnes rojas y los alimentos en general sino también los combustibles y las tarifas del área metropolitana de Buenos Aires donde se consume más de la mitad de la electricidad y el gas de la Argentina.
La pregunta es ¿cómo incide el nuevo rumbo en una empresa como Techint? En principio, debería pensarse que la apreciación del dólar actúa como barrera protectora contra la importación, a lo que debe sumarse el beneficio de que se liberaron las retenciones a las exportaciones. Sin embargo, en los últimos días de la semana pasada Techint pasó de echar a casi 200 trabajadores de la plata de Tenaris ubicada en Campana a reincorporarlos y dejar latente por seis meses un conflicto. Tras la distensión, Paolo Rocca se mostró junto a Mauricio Macri en la inauguración de dos estaciones de la línea H.

No solo las empresas tienen una visión global. Algunos sindicatos también tienen organizaciones multinacionales. Para tratar de entender, este cronista consultó a Jorge García Orgales, un argentino radicado en Toronto que lleva años en la United Steel Workers (USW), la Unión de Trabajadores del Acero, que abarca a más de un millón de trabajadores del sector radicados en Estados Unidos, Canadá y los países del Caribe. García Orgales se desempeña en el Departamento de Asuntos Globales y Laborales, desde donde coordina a los representantes gremiales de los trabajadores de Tenaris en las plantas que las empresas de Paolo Rocca poseen en Argentina, Italia, Rumania, Brasil, Colombia, Canadá y Japón. "Lo de Techint es interesante verlo en el marco internacional –dice García Orgales-, al igual que el resto de las empresas del acero. La crisis del precio del petróleo y la necesidad de los chinos de poner en el mercado internacional el acero que les sobra ha creado un interesante juego de ajedrez. Las multinacionales ganan cuando todo anda bien y, a lo mejor para la sorpresa de algunos, también ganan cuando las cosas andan mal. Las multinacionales del acero, incluída Techint, están reestructurando para salir de esta crisis con niveles de rentabilidad muy superiores a los anteriores. Por ejemplo, Tenaris trabaja a tope en México, en una planta muy moderna y un sindicato pro patronal corrupto, un gobierno estadual que responde a la empresa y el gobierno nacional que mira para el costado. De allí salen caños de todo tipo y calibre para todos lados; no se nota la crisis en esas plantas. En Colombia acaban de firmar un convenio colectivo dando un aumento salarial de tres puntos por encima de la inflación y acaban de renovar la planta con maquinaria moderna. Allí hay un sindicato serio pero los salarios están por detrás de otros países. En Rumania también hay salarios bajos y un gobierno favorable, pero más importante aún es que tienen energía sostenible muy barata".
En estos tres países, que son periféricos, las operaciones de Techint van bien. En cambio, en los países centrales, las cosas son distintas. "En Canadá y Estados Unidos casi todas las plantas están paradas. Los salarios son altos, el transporte más caro, hay regulaciones ambientales, de comercio y de seguridad social más complicadas. El tema es el cierre de las plantas y la suspensión de trabajadores, con la preocupación de que muchas no van a volver a abrir". Es decir, esas operaciones serían remplazadas por las fábricas de México y Colombia, con salarios más bajos y Estados más débiles, alineados con Estados Unidos. Algo similar sucede en Italia, "donde la gente está trabajando al 50% y recibiendo salarios del 70%, cuando están suspendidos gracias a subsidios estatales. Allí no pueden cerrar porque Italia tiene un Estado intervencionista y, por ahora, no les conviene irse".
García Orgales dice que algo similar a lo de Techint sucede con Gerdau, la gigante brasileña del acero que "está cerrando plantas en Estados Unidos, Brasil y España, con la excusa de la crisis. Pero se trata de plantas alquiladas o viejas. Gerdau saldrá de la crisis con plantas nuevas y de su propiedad". Las cosas van en la misma dirección en la US Steel Corporation, la principal empresa de acero del mundo con operaciones en Estados Unidos, Europa del Este y otras naciones. "O sea –dice García Orgales-, hay un reordenamiento de la industria del acero a nivel mundial para poder responderle a los chinos, cuyos precios son imparables. Por ejemplo, en Estados Unidos y Canadá la gente podría trabajar gratis y todavía el precio de los chinos sería más barato". Hay una falacia respecto de la competitividad del salario: "Los salarios no son nunca el problema. El costo laboral en la industria del acero difícilmente sea más del 5% del costo del producto. Sin embargo, los salarios son lo más fácil de atacar y, lamentablemente, en muchos casos las empresas y los gobiernos buscan el consenso de otros sectores populares cuando atacan los salarios de los trabajadores industriales avanzados”.
La productividad es el resultado de la cantidad de horas-hombre necesarias para elaborar un producto: "Una planta nueva, con nuevas tecnologías, logra otros resultados. Cuando se hace el cociente de producción por horas-hombre seguro que es más productiva. Pero nada tiene que ver con el esfuerzo, dedicación o profesionalidad de los trabajadores ni mucho menos con los salarios. En el caso argentino, Tenaris vende sus caños en el mercado interno o en el extranjero al precio de mercado mundial fijado en dólares". "Durante los últimos ocho meses Techint pagó a los trabajadores suspendidos el 80% del salario en pesos argentinos. Dado que los precios en dólares de los caños no cambiaron y el peso se devaluó en un 40%, lo lógico es que pudieran pagar ahora el 100%. Pero todo es un poco más complicado. Ahora tienen apoyo político que antes no tenían, y las grandes empresas industriales están probando a Macri a ver hasta dónde llega”. Además, Rocca trata de negociar con el nuevo gobierno un acuerdo muy importante: quedarse con la totalidad de los caños de Vaca Muerta. «




viernes, 18 de diciembre de 2015

REFLEXIONES PARA EL DEBATE, Por Horacio González (Fuente: Página12, 18/12/15)

Horacio González


Junto al conjunto numeroso y activo de trabajadores de la Biblioteca Nacional, hemos protagonizado una experiencia relevante para las prácticas bibliotecarias y bibliotecológicas del país, que me animan a presentar estas reflexiones que pueden servir para estimular un debate fructífero. Toda profesión tiene aspectos específicos y dimensiones que la conectan con el más amplio mundo cultural circundante. Nunca dejamos de vincular las necesarias exigencias de la profesión bibliotecaria, que ha sufrido dramáticas transformaciones en las últimas décadas, con las grandes herencias del bibliotecario humanista. No concibo aquéllas sin éstas. Un gran bibliotecario que a la vez era un matemático, Ranghanathan, se animó a elaborar reflexiones normativas sobre el significado de las bibliotecas, que podemos reformular a la altura de la experiencia argentina: las bibliotecas son organismos vitales, centros de lectura e investigación, que documentan todas las formas de vida pasadas y contemporáneas y son a la vez instituciones de la memoria de la humanidad y de la nación. Cada libro o documento vale por sí mismo y por los libros y documentos vecinos a los que conduce. Cada lector por sí mismo forma parte de una red de lectores, y éstos, son una parte fundamental de la conciencia social en movimiento.

Otro gran bibliotecario, Aby Warburg, a su vez revolucionó las formas de clasificación superando su carácter meramente instrumental para convertirlas en estilos de razonamiento con raíces en un pensamiento simbólico que siempre supervive y es patrimonio de todos los seres humanos. En ejemplos como éstos nos inspiramos. Un bibliotecario emplea todas las técnicas conocidas de catalogación y clasificación, pero no se define exclusivamente por los métodos que en cada caso utilice. Un bibliotecario no es un “dataentry”, aunque ésta sea una parte importantísima de su tarea, ni es un documentalista informático, aunque su profesión sea constantemente redefinida por las grandes mutaciones de las tecnologías, que llevan a revoluciones del conocimiento que deben ser cuidadosamente atendidas y consideradas. Hay una dimensión ética imprescindible que presupone no aceptar sin sensibilidades culturales apropiadas el gran cambio operado en las profesiones contemporáneas. Justamente, en momentos en que el ahondamiento de la vertiginosa razón tecnológica introduce sustanciales reformulaciones del ideal profesional, es cuando se deben abandonar más sutilmente las conductas corporativas. Muchas veces hemos observado, en nuestros ámbitos de actuación, que la necesaria renovación técnica conduce a un riesgoso cierre de nuestro lenguaje en vocabularios presos a etiquetamientos clausurados en sí mismos. Si eso a veces ayuda para la conversación rápida, cuando se establecen como conceptos capturados por clisés, no son apropiados para el desarrollo de una profesión siempre abierta a sus vertientes más multiplicadoras. El bibliotecario multiplicador es así quien no se clausura en determinaciones que lo tornan un servidor de una maquinaria central, sino en un agente irradiador de culturas diversas, cuya base es su compromiso profesional específico y su comprensión interdisciplinaria.

En nuestro país, no escasean los ejemplos de grandes bibliotecarios y bibliotecarias –recuerdo obviamente los nombres de Josefa Sabor, Roberto Juarroz, Domingo Buonocore– o bien de archivistas y recopiladores –Augusto Raúl Cortázar, Juan Alfonso Carrizo– que dejaron un legado que es necesario revisar y proseguir, en vista del modo en que se presentan desde hace varias décadas las tecnologías digitales, con los temas acuciantes que éstas solucionan pero también con los nuevos e interesantes problemas que proponen, tanto económicos, jurídicos, y de creación de nuevos sujetos culturales, de nuevas formas del espacio-tiempo. No hemos dejado de tener en cuenta aquellos nombres en nuestro paso por la Biblioteca Nacional, organización relevante y específica de nuestra memoria crítica y de nuestro acervo cultural. Por otra parte, esta institución, encargada de la bibliografía nacional (pero entendiendo por esta expresión no sólo un listado de publicaciones, sino su significación histórica, la interrelación temática, el linaje que se crea con los actos de crítica y lectura que suscita) cuenta entre sus directores, sólo en el siglo XX, a Groussac y Borges. No nos es indiferente el halo literario de estos nombres que también lo son de la historia bibliotecológica argentina.

Siempre los hemos tenido en cuenta en nuestra tarea, que significó en esencia interrogar a la profesión bibliotecaria sin prejuicios corporativos, pensando que se engrandece mucho más una vocación cuanto más se acerca a las fuentes genéricas del conocimiento y al conjunto de las actividades humanas, sociales y comunitarias. Nunca es el tiempo preciso de un balance pero también todo tiempo es de balance. Si tuviera que hacer el de este tiempo bibliotecario que atravesamos juntos, bibliotecarios y no bibliotecarios, diría que cada cual era el respaldo de lo que al otro podría faltarle. El bibliotecario inspirado en las artes comunes del conocer de todas las profesiones existentes en la Biblioteca –son muchas, ésta es una pequeña ciudad–, y el no bibliotecario obligado a interesarse por las viejas y nuevas artesanías bibliotecarias. No es concebible una Biblioteca Nacional sin esta compleja visita de un conocimiento en la casa del otro. Es por eso que el crecimiento de la Biblioteca Nacional, en personal y en nuevas tareas –una cosa porque la otra– me lleva a pedir que haya una reflexión comprometida sobre las perspectivas futuras, que reclamarán en primer término la autoconciencia sobre la dignidad de nuestras fuentes de trabajo (y por lo tanto, la necesidad de defenderlas) y luego, la consideración de muchos temas pendientes, de los que sólo enumeraré un puñado de ellos.

Será necesario, en los próximos tramos de la historia perseverante de la Biblioteca Nacional, casa hospitalaria de los lectores argentinos, acentuar el compromiso de todos con los conocimientos bibliotecarios, para lo cual –tal como expresé en el Día del Bibliotecario en la sala Leopoldo Marechal de nuestra casa– es necesario perfeccionar la Escuela de Bibliotecarios, para lo cual llamo a profesores y alumnos a que discutan planes de estudios y orientaciones pedagógicas a la altura de la época y con mayor vinculación con la Biblioteca que la acoge y sostiene. No digo esto como funcionario adusto sino como viejo profesor. Del mismo modo, queda una gran tarea por delante en el Anexo Borges-Groussac, la antigua calle México por la que pasaron las legiones invisibles de miles y miles de lectores argentinos, reviviendo no sólo la historia de la cultura argentina sino la historia arquitectónica de la ciudad. Esperamos también que en la apertura de las sesiones legislativas, el Senado dé sanción definitiva a la Ley de Biblioteca Nacional, ya aprobada en Diputados, que rodeará a nuestra institución de un soporte legal del nivel que merece. Sería largo mencionar todos los temas de la interrelación entre cultura y tecnologías, archivismo y bibliotecología, ciudadanía cultural y derechos del lector, que pasaron por nuestras manos. En el futuro, no menos importante será renovar la discusión sobre los modelos de software que han sido tan provechosos, aunque no deben clausurarse las posibilidades de pasar a formas y procedimientos informáticos menos atados a empresas internacionales, cuando el país y las instituciones del país estén mejor preparadas para ello. Por último, no quiero privarme de desear, junto a todos ustedes, que las futuras instancias directivas de esta Biblioteca Nacional no surjan de círculos estrechos de intereses, a los que antes denominé corporativos, pues las artes y profesiones bibliotecarias se engrandecen en la misma medida en que se sitúan en la cúspide más generosa de los conocimientos, allí donde la historia de un país –que es la historia de su Biblioteca Nacional– muestra la cualidad más expansiva de su cultura.

* Director de la Biblioteca Nacional (2004-2015)

jueves, 17 de diciembre de 2015

SALARIOS EN EL BLANCO, Por Alfredo Zaiat (Fuente: Página 12, 17/12/15)



Resulta ilustrativo exponer la secuencia de las medidas económicas del gobierno de Macri, como propuso al inicio de su conferencia de prensa el ministro Alfonso Prat-Gay, para comprender cuál es su objetivo central. La megadevaluación anunciada ayer, sin precisar el “número mágico” pero sugerido en 14,25 pesos (como mínimo equivale a un alza del 45 por ciento respecto del tipo de cambio oficial de ayer), es una de las principales iniciativas pero no la única del plan económico. La desproporcionada alteración de la paridad cambiaria forma parte de un paquete que tiene un blanco predeterminado: la definición de un nuevo estadio de la distribución del ingreso, regresivo a partir de ahora rompiendo con la tendencia de los últimos años. Esto será así porque se está afectando en forma negativa el poder de compra de trabajadores y jubilados, con la lejana promesa de un acuerdo social para convalidar ese retroceso. Detrás de la presentación marketinera “fin del cepo”, lo que se anunció fue una megadevaluación con el objetivo es bajar la incidencia del salario (en pesos y en dólares) en el costo de las empresas. La fuerte transferencia regresiva de ingresos es indudable y no se logra disimular con la alegría que buscó transmitir Prat-Gay por terminar con las restricciones para la compra de dólares. Es una alegría sorprendente teniendo en cuenta la historia económica argentina con las bruscas devaluaciones.

Previo a detallar el recorrido de las medidas es conveniente saber que no era necesario semejante ajuste en ninguna de las variables económicas. La economía argentina no está en crisis aunque sí enfrenta tensiones cambiarias, inflacionarias, fiscales y del sector externo. Solo el repiqueteo –acción que está proponiendo el macrismo para la difusión de análisis económicos en los grandes medios amarillos– de la falacia acerca de la inexistencia de reservas y del desborde del déficit fiscal justifican los bruscos cambios que Macri dispuso en retenciones, en el tipo de cambio y en la administración del comercio exterior. Es una decisión política deliberada realizar un ajuste de semejantes proporciones. Ajuste que no se inició con la efectivización de las medidas, sino cuando fueron anunciadas el mes pasado por sus economistas. Por eso en la evaluación de la actual gestión económica no hay que estar distraídos y saber que comenzó en noviembre, pese a la intención de Prat-Gay de eludir esa carga al señalar que su referencia son los precios del 30 de noviembre. Adelantar iniciativas que históricamente aquí y en cualquier otro país son informadas de un día al otro para evitar especulaciones y comportamientos defensivos de agentes económicos fue una de las innovaciones de los economistas de Macri. Por eso la inflación y el deterioro de la actividad económica de noviembre, extendido con mayor intensidad en este mes, es responsabilidad de Macri, aunque su ministro de Hacienda y Finanzas pretenda desentenderse.

La sucesión de medidas comenzó con la eliminación de las retenciones a las exportaciones del complejo agrario –y reducción de 5 puntos a las de la soja–, de economías regionales e industriales. Significa una transferencia de ingresos de unos 30 mil millones de pesos anuales teniendo en cuenta un valor del dólar de 9,80, que se eleva a unos 60 mil millones de pesos en 2016 al nuevo tipo de cambio entre 14,50 y 15,00 pesos. También implica un aumento de los precios internos de esos productos de exportación y de sus derivados (por ejemplo, el cerdo que se alimenta con maíz). El impacto inflacionario de esa medida no puede disimularse.

Prat-Gay reiteró una confusión deliberada para justificar su megadevaluación afirmando que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner en ocho años lo hizo “en 230 por ciento” (para no cultivar la ignorancia vale señalar que no existe una devaluación del 100 por ciento –desaparición de la moneda–, lo que hubo fue un aumento del tipo de cambio en esa proporción). La diferencia sustancial es que esa variación fue en ocho años con una política de ingresos progresiva que permitió avances en términos reales del salario y las jubilaciones. En cambio, el fortísimo ajuste cambiario de Prat-Gay es aplicado en un solo día sin ninguna iniciativa de compensación en los ingresos de trabajadores y jubilados. Integrantes de esos grupos sociales que se sentían bajo tortura financiera porque no podían comprar dólares libremente, ahora no lo van a poder hacer por el alza de la paridad y por la caída de la capacidad de ahorro porque el shock inflacionario está deteriorando el presupuesto familiar. No podrán comprar dólares pero lo harán con alegría.

El otro paso del plan económico de Macri es la apertura comercial, liberalizando las exportaciones de productos de la canasta básica y la eliminación del principal instrumento (DJAI) para evitar el ingreso irrestricto de importaciones. Lo primero presiona aun más sobre la tasa de inflación por el lado de la competencia entre el abastecimiento interno y las ventas al exterior y por el impacto pleno del precio internacional en el mercado local. En sentido contrario, las importaciones servirán para frenar los aumentos de precios pero con consecuencias negativas sobre la producción nacional y el empleo. Es una estrategia de menos inflación con más desempleo.

La medida no mencionada ayer por Prat-Gay pero que constituye otro pilar importante del programa contra el salario es la reducción y hasta eliminación de los subsidios en servicios públicos esenciales (inicialmente en luz y gas; sin definiciones por ahora en transporte). Aquí la obsesión es el nivel de gasto público y el déficit fiscal, entonces buscan compensar la pérdida de recursos por la eliminación de retenciones con menores subsidios. Pero la megadevaluación aumentará esa cuenta por el costo de la energía importado, salvo que también lo trasladen al consumidor, lo que las tarifas subirían todavía mucho más de la estimación inicial. Un alza que se reflejará en la tasa de inflación.

Para sostener estos cuatro frentes del plan económico (retenciones, devaluación, apertura y menores subsidios) que provocan un shock inflacionario que el Indec-Todesca anunció que no medirá, Prat-Gay apelará a la suba de la tasa de interés para desalentar la compra de dólares y al endeudamiento desenfrenado. Fue impactante la alegría expresada por el ministro cuando informó que no serán 10 mil millones de dólares, sino de 15 mil a 25 mil millones de dólares el monto del blindaje financiero. Es un paquete de deuda que estará completado en cuatro semanas, confió el ministro. Por ahora se tiró a una pileta que sólo estará abastecida con 400 millones de dólares diarios por adelantos de las exportadoras de cereales. Además, disparar la tasa de interés tiene un efecto negativo sobre el nivel de actividad con el objetivo de no alimentar la corrida cambiaria. Es recesivo y una trampa de difícil salida, como enseñan situaciones similares de las décadas del 70 y 80.

El plan económico de Macri, que tiene la innovación de un ministro presentando una megadevaluación con alegría por el “fin del cepo”, apunta a redefinir una distribución regresiva del ingreso. El salario y las jubilaciones quedaron alcanzados de ese modo por el dardo de Prat-Gay.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

MACRISMO Y NEODICTADURA, Por Alberto López Girondo (Fuente: Tiempo Argentino, 16/12/15)


ALBERTO LÓPEZ GIRONDO

Hay que reconocerle inteligencia y perspicacia a Joaquín Morales Sola, el columnista estrella de La Nación. Porque en su columna editorial del domingo pasado puso los puntos sobre las íes en lo que realmente se juega en la Argentina de estos días, más allá de cuestiones "menores" como la eliminación de las retenciones y del "cepo" cambiario, y le dice al presidente Mauricio Macri, directamente, que "no tiene derecho al error, como etapa histórica". ¿Por qué? Pues porque un "eventual fracaso significaría el regreso del populismo por un tiempo previsiblemente largo". Y agrega a renglón seguido que "una gestión exitosa de Macri podría modificar sustancialmente la vetusta política argentina, sus viejos códigos y sus anquilosadas estructuras. Podría dejar atrás a la dirigencia política que debió irse con la gran crisis de 2001 y que, por el contrario, encontró un refugio oportuno en el kirchnerismo".
Mucho de cierto hay en lo que escribió Morales Solá, aunque uno difiera en cuanto al tono y a la intención con que lo presenta. La crisis del 2001 efectivamente puso a la dirigencia política en un trance de vida o muerte Y la intervención de Morales Solá en ese momento histórico también fue decisiva. Como se recuerda, fue una columna suya la que desnudó la escandalosa compra de votos para aprobar una ley de flexibilidad laboral que cercenó derechos de los trabajadores como ni siquiera la dictadura se había atrevido.
La vergonzosa ley Banelco, una maniobra de la que participaron representantes del peronismo y del radicalismo, que entonces conformaba la Alianza junto con sectores de centroizquierda, llevó primero a la renuncia del vicepresidente Carlos Chacho Álvarez y luego a la caída estrepitosa del presidente Fernando de la Rúa.
Si algo bueno puede haber tenido el paso de Carlos Menem por el gobierno fue sin dudas el haber derrotado al partido militar, que desde el golpe contra Juan Domingo Perón en 1955 co-gobernó la Argentina para imponer los intereses conservadores sobre el resto de la sociedad.
El 2001, en otros tiempos, hubiese culminado con un golpe militar. La dirigencia del momento, en cambio, más allá de la grotesca seguidilla de cinco presidentes en una semana -parece mentira pero ahora se cumplen exactamente 14 años- encontró una salida bastante civilizada con el mandato provisorio de Eduardo Duhalde. Tras los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, Duhalde tuvo que llamar a elecciones y así fue que un mayoritariamente desconocido Néstor Kirchner logró colarse entre los candidatos.
Como también se recuerda, el ganador del comicio de 2003 fue Menem, con el 24,45% de los votos sobre el gobernador de Santa Cruz, que obtuvo el 22,24. Kirchner fue ungido presidente porque Menem desertó del balotaje. Sabía que lo iba a perder pero sobre todo lo convencieron de que así dejaría un mandatario políticamente muy débil.
Desde allí Kirchner fue construyendo el poder que luego Cristina Fernández acrecentó al punto de irse con una plaza llena de manifestantes que la vivaron como no se tienen antecedentes de un presidente argentino. Baste solo mencionar que los dos grandes líderes del siglo XX, Hipólito Yrigoyen y Perón, fueron expulsados con sendos golpes de estado y luego la historia se encargó de ponerlos en su lugar y de honrarlos como se debía. Perón se dio el gusto de volver, Yrigoyen murió en la más absoluta pobreza. Raúl Alfonsín, otro líder de fuste, aunque de otro nivel, pudo reconciliarse también con la historia cuando los polvos del presente se decantaron.
El discurso con que Macri ganó el primer balotaje en la historia argentina fue el de la unión y la reconciliación. ¿Por qué? Pues porque en estos años si algo ganó la sociedad fue el debate político. Y la discusión política es apasionada, visceral. No es que ahora hay una brecha que antes no la había: es que ahora se discute en cada familia, en cada rincón del país, y eso genera controversias que para un sector importante de la clase media resultan intolerables. Antes las diferencias quedaban sumergidas bajo un manto de corrección -o pacatería- política.
Entre las cosas que no le perdonan a CFK, tal vez una de las más relevantes, es la de haber desnudado la hipocresía o la vaciedad de ciertas costumbres argentinas. No todos quieren debatir, no todos se bancan argumentar o razonar políticamente. Para no confesarse sus propias miserias, por conveniencia, por comodidad, incluso por ignorancia. El discurso de Macri molesta a las capas más politizadas de la ciudadanía, pero es ideal para cauterizar esa brecha en la que "ellos" se sienten en desventaja.
Una brecha que representa un paso que no quieren dar porque implica reconocer la existencia de privilegios, y que ellos disfrutan de esos privilegios. ¿Eso significa que el gobierno de CFK iba camino a la revolución socialista? Desde luego que no, pero todos los golpes en Latinoamérica fueron contra gobiernos progresistas, que abrieron debates similares de cara a la sociedad. Al único gobierno efectivamente revolucionario, el de Cuba, no pudieron derrocarlo. Sin embargo, ¿por qué será que la derecha necesita acallar los debates? "Por las dudas" suena a buena respuesta. Porque "así se empieza" también.
Mientras tanto, se comprueba fácticamente que hay un porcentaje de la sociedad argentina que se siente más cómodo cuando nada se cuestiona, cuando los medios aceptan y avalan a las autoridades a cargo. Como decía el diseñador de modas Roberto Piazza, "Mirtha Legrand es una suegra mala", porque siempre critica maliciosamente. Macri es la respuesta confortable, el novio aceptable porque tiene plata y todos hablan bien de él, salvo, claro, "los muchachos de la esquina", lo peor del barrio, que ya sabemos en qué andan.
Macri es el que hará callar a los morochos que todo lo discuten desde una mirada populista. Por las buenas o por las malas. De allí la advertencia de Morales Solá. ¿Si fracasa Macri, qué viene? ¿Más populismo, la vía argentina al socialismo, o volverá la política? Por eso también Macri es la solución adecuada para el establishment. Porque dejó afuera a la dirigencia política, se rodea de managers, ejecutivos de empresa, les tira unas migajas a los radicales -¿por qué se bajó Ernesto Sanz?- y con eso conforma una alianza conservadora que es igual a la que gobernó a través de cuanta dictadura hubo, pero elegida por el 51,4% de la ciudadanía.
¿Ignoraban los que votaron a Macri quién es el nuevo presidente? Es cierto que muchos votaron contra la "autoritaria, la dictadora, la yegua". Pero muchos, muchísimos lo votaron porque justamente representa eso de que con los militares estaban mejor. Tiene razón Marcos Aguinis, "cuando Videla asumió, parte de la población respiró". Y esa parte de la sociedad eligió un gobierno que les promete no revolver las culpas por haber apoyado ese golpe genocida. Borrón y cuenta nueva con el pasado.
En un par de días, Macri ya demostró que las instituciones y el republicanismo le importan poco. Con un decreto eliminó en la práctica la ley de educación de 2006. Dijo que había sido un error, pero mientras no se modifique ese decreto eliminó una ley democrática. Lo mismo quieren hacer con la ley de Medios, la más debatida de la historia argentina. Desde que un bando militar anuló la Constitución de 1949, votada por la democracia en el primer gobierno de Perón, que no se burlaba tanto la voluntad popular.
La última -por ahora- fue designar por decreto a dos nuevos jueces de la Corte. Si Cristina era dictadora y autoritaria ¿Cómo se puede calificar a esta medida, de mayor gravedad que cualquiera intentada por la ex presidenta? ¿Dónde están los republicanos que no hacen una marcha en defensa de la separación de poderes? ¿Qué va a decir el presidente de la Corte, que tanto se llenó la boca hablando de independencia del poder judicial? ¿Qué van a decir de quienes se oponen a estos atropellos? ¿Que son todos kirchneristas, que se quedaron en 2015, como en los 90 se acusaba a quienes defendían al rol de Estado y la defensa de los puestos de trabajo de haberse quedado en el 45?
Y esto recién empieza. «



SUBSIDIO, RETENCIONES, PUEBLO, Por Federico Bernal (Fuente: Tiempo Argentino, 16/12/15)


Federico Bernal

Lograron imponer culturalmente el término "populismo energético" para descalificar la decisión política -vigente entre 2003 y 2015- de convertir a la energía en herramienta de lucha contra la pobreza a la vez que elemento estratégico para la mejora progresiva de la calidad de vida de la población y la autosuficiencia económica, industrial y productiva del país. Ahora que conocemos al flamante equipo energético de Juan José Aranguren, es un buen momento para devolverles la gentileza y comenzar a hablar de "mercadismo energético". El mercado se adueñó de la energía; el flamante Ministerio de Energía no es otra cosa que una cámara empresaria. Una vergüenza y un insostenible atentado a la seguridad jurídica del pueblo argentino, que explica la razón de fondo detrás de la eliminación de los subsidios y el consecuente e inminente tarifazo.

Una cámara empresaria como Ministerio
A continuación, el listado de los funcionarios designados por el ex CEO de Shell para hacerse cargo de la política energética de la Argentina. A propósito, el diario Clarín expresó: "Los elegidos causaron una reacción favorable en las empresas, donde se les reconoce idoneidad y experiencia" (12/12/2015). ¡Cómo no estar felices si los elegidos son todos ex directores de esas mismas empresas! Veamos ahora cómo se hizo el reparto de carteras y cargos.
- Shell al frente de la máxima dirección ejecutiva del ministerio. Su ficha es Juan José Aranguren.
- La consultora Mercados Energéticos se hará de la Secretaría de Energía Eléctrica a través de Alejandro Sruoga. Hombres que pasaron por las empresas Aires Renewables SA, BP, PAE y EDENOR serán parte de su equipo. Sruoga fue recomendado a Aranguren por el ex secretario de Energía de Menem, Carlos Bastos, a la sazón cerebro del desguace del sector público energético y responsable de la dolarización de los servicios de gas y electricidad (esquema de tarifas dolarizadas) ajustadas a la evolución de los precios en EE UU. Bastos fue además testigo para sendas empresas extranjeras en sus demandas contra el Estado argentino ante el CIADI. Sruoga es descripto así por dos diarios oficialistas: "Tuvo una activa participación como asesor durante la privatización del sector eléctrico que llevó adelante el gobierno menemista. Entre los años 1992 y 1996, se desempeñó como gerente de costos y tarifas de la distribuidora EDENOR. Luego se pasó a la actividad privada, donde trabajó como director de la consultora Mercados Energéticos" (Clarín-12/4/2001). "Es consultor nacional e internacional en regulación energética y planificación de inversiones y asesor del Consejo Federal de Energía Eléctrica..." (La Nación - 4/12/15). Acompañarán a Sruoga Sebastián Kind (ex jefe de Energías Alternativas de PAE, ex BP) y Osvaldo Rolando, ex ADDERA (analizado en el próximo punto). Por último, cabe mencionar que Sruoga fue secretario de Energía durante la floreciente administración de Fernando de la Rúa, entre abril y diciembre de 2001.
- La Asociación de Distribuidores de Energía Eléctrica de la República Argentina (ADEERA) fue galardonada con el tercer escalafón. Osvaldo Rolando, ex presidente de ADEERA (2011 a diciembre de 2015) y ex director de EDESUR, ocupará el cargo de subsecretario de Energía Térmica, Transporte y Distribución Eléctrica. Creada en 1992, ADEERA está conformada por 46 distribuidoras de energía eléctrica de origen privado, público y cooperativo (ambas dos en minoría absoluta) que en conjunto operan el 97% de la energía eléctrica consumida en el país. "El Ing. Osvaldo Rolando fue designado subsecretario en el Ministerio de Energía y Minería... ejerció diversas responsabilidades en EDESUR y ocupó durante cinco períodos consecutivos la Gerencia General de SACME (empresa que opera el sistema de A.T. de Capital y GBA)".
- La familia Bulgheroni -Pan American Energy y Axión (controlada por PAE)- fue premiada con la Secretaría de Combustibles. José Luis Sureda, flamante secretario, fue vicepresidente de Gas en Pan American Energy. El diario oficialista Perfil no nos deja mentir. Bajo el título "Aranguren incorpora en Combustibles a un ejecutivo clave del Grupo Bulgheroni" leemos que "La designación de Sureda tenía en vilo a las petroleras. Ocupará un cargo estratégico, ya que deberá definir los precios que recibirán los productores de petróleo y gas durante el año que viene. En esa lista figuran los empresarios más poderosos del establishment local, como Paolo Rocca, presidente de Techint, que opera en el mercado petrolero a través de Tecpetrol, y los hermanos Carlos y Alejandro Bulgheroni, dueños de Pan American Energy (PAE), la segunda petrolera del mercado junto con BP y la china CNOOC" (11/12/2015). El diario Clarín agrega en nota del 14 de diciembre que asesorará al secretario de Combustibles un tal "Pablo Popik, de Axion".
- La constructora IECSA, la consultora V8, el IAPG y Exxon serán decisivos en materia de Planeamiento Energético. Su máxima autoridad será Nicolás Redondo. En palabras del diario Clarín, se trata del "... titular de la consultora V8 y... ex CEO de Esso [Exxon] en El Salvador. Los subsecretarios bajo su órbita son: Mauricio Roitman -jefe de consultoría de Negocios en Energy Consulting, con maestría en Economía en la Universidad de Surrey (Reino Unido)-, Andrea Heins -socia del Instituto Argentino de Petróleo y Gas (IAPG) y autora de papers sobre el petróleo crudo- y Alberto Brusco, un ex IECSA". ¿Y qué es IECSA? La Nación, obligado por una jugada magistral del ex ministro de Planificación Federal, nos recuerda de qué hablamos: "IECSA, la ex constructora de Franco Macri, que éste... vendió después a su sobrino Ángelo Calcaterra" (19/12/2015). Propiedad transitiva: Ángelo, primo del Presidente de la Nación.
- Compass Lexecon y la Fundación Mediterránea al frente de la subsecretaria de Política Tarifaria. El funcionario elegido es el economista Andrés Chambouleyron, doctorado por la Universidad de Texas e integrante de los equipos técnicos de la Fundación Mediterránea en los noventa. En 2001, asesoró además al ministerio de Economía (Cavallo y/o López Murphy). ¿Y qué es Compass Lexecon? Se trata de una de las más prestigiosas firmas de abogados de EE UU, especializada en brindar servicios a corporaciones financieras, compañías multinacionales y fondos buitre. Chambouleyron -en calidad de especialista "argentino" y emulando a Daniel Montamat y Carlos Bastos- ofició de perito para más de cinco diferentes empresas (francesas, italianas, estadounidenses, españolas, etc.) en sus respetivos juicios contra el Estado nacional ante el CIADI, años 2004 y 2009, sectores eléctrico y gasífero, telecomunicaciones y agua y saneamiento.
- La consultora de Daniel Montamat (ex secretario de Energía de Fernando de la Rúa y testigo para El Paso Energy en su juicio al Estado nacional ante el CIADI) influenciará las políticas emanadas de la subsecretaría de Coordinación Administrativa. La firma estará representada por Sebastián Scheimberg, integrante de la Fundación Pensar.
- Como presidente del Ente Nacional Regulador de la Electricidad (ENRE) asumirá un ex EDESUR y EDENOR. Se trata de Juan Garade, dueño además de su propia consultora. Por su parte, al Ente Nacional Regulador del Gas (ENARGAS) iría Daniel Perrone, director de Asuntos Institucionales de Transportadora de Gas del Sur (TGS).
- Finalmente y en YPF desembarcaría Jorge Ferioli, el actual número uno de Chevron Argentina (recordemos sociedad estratégica YPF-Chevron en Vaca Muerta). Aparentemente el remplazo de Miguel Galuccio se llevaría a cabo en los próximos meses. Esta jugada explica que por estos días Aranguren haya comunicado que YPF seguirá en poder del Estado. ¿Qué necesidad de privatizarla? A ENARSA iría un ex Axion (familia Bulgheroni). Hugo Balboa, es su nombre.

Subsidios, retenciones, pueblo y jaque
Al frente de los ministerios y del Poder Ejecutivo Nacional, el sector privado nacional y multinacional, concentrado, corporativista y conservador, todo bajo administración macrista, a su vez sometido a gobiernos extranjeros. Sus técnicos en posición, listos para comenzar a trabajar por una brutal transferencia de riquezas, rentas y recursos como no recuerde la historia. Su dirección es salvajemente reaccionaria: desde las clases populares, desde un mercado interno en expansión, una obra pública generadora de desarrollo económico, inclusión social y federalismo genuino, una industria y una producción doméstica pujantes, un sector comercial igualmente próspero, una ciencia y una tecnología pueblo-céntricas, etc.; en fin, desde todos estos sectores a unas muy pocas y elitistas manos. El ajuste energético a través del tarifazo gasífero y eléctrico en ciernes, consecuencia de la eliminación de los más de 130.000 millones de pesos en subsidios (a todo nivel), en un contexto devaluatorio, ahondado por la alineación de los precios de los alimentos a los internacionales producto de la eliminación de las retenciones, el nuevo endeudamiento externo, la liberalización de las importaciones, el impuestazo "de la alegría" y el acuerdo con los buitres pondrá en jaque al pueblo argentino. El nivel de organización, movilización y rechazo popular a las políticas neoliberales es lo único que evitará que el jaque ya decretado termine en jaque mate. «