viernes, 26 de junio de 2020

DÍAS DE JUNIO, por Horacio Enrique Blanc(") para Vagos y Vagas Peronistas


Éranse los gélidos días del mes de Junio, en el año un mil novecientos sesenta y seis, del discepoliano siglo veinte problemático y febril pxmo pdo. Promediaba el último tramo del secundario con los dilemas propios a todo pueblerino, en eso de afrontar el éxodo hacia un horizonte incierto más allá del paranaense río, por bien llamado “gran camino que camina”. Sumaba dieciséis años y medio en la norteña La Paz de mi Entre Ríos, en una bella época de tevés de pantalla en blanco y negro, con altísimas antenas que captaban canales con imágenes llovidas. Imborrable tiempo de radios eléctricas a lámparas, las novedosas a transistores, y el mueble tocadiscos de vinilio, escuchando cantar a Chubby Checker “come on, baby, let's do the twist”; la evocación de Julio Sosa a la solterona que había quedado sin ilusión ni fe: y a Ernesto Montiel en su racho rincón la maloya, orgullo del taragüí. De diarios foráneos que anoticiaban en pretérito pluscuamperfecto, por las demoras en el transporte terrestre o fluvial desde la lejana “Buenos Aires”, que recordamos los que cargamos un montón de junios fríos. Porque llovían hasta ranas sobre el maltrecho Paso del Quebracho allende a Santa Elena, sin que soplase ese viento sur, indómito, altanero, que inspirase el tango de Bianchi y de Fresedo. Porque en semejante barrial, la empresa de colectivos “ETA” no saldría a arruinar su novel modelo; y al más módico y batallador “El Entrerriano” con motor Ford delantero, se le había cantado apoliyar en un taller de La Paz o a la vera del camino. Porque en la rada del puerto de Paraná, el lanchón de pasajeros “La Sarita” había anclado por siempre jamás su épico derrotero. Porque había dado su último soplido, el tren a carbón y calderas a vapor posteado en Federal-San Jaime-Feliciano, para el vía crucis final del trayecto Paraná-Concordia-La Paz en 30 horas de paradas, descarriles y recambios. 

Época de tres diarios pueblerinos, de tirada irregular, por suscripción y reparto a domicilio: “El Demócrata” de la conserva. “La Renovación” del radicha. El parroquial que salía a “La Semana”, per secula seculorum abocado a las religiosas cuestiones de intramuros, “convirtiendo en santos la madera de los templos o en templos la madera de los santos”, según Campoamor y Campoosorio predijera, con ocasionales chascarrillos al mundo laico, material y callejero, por todo lo que tiene de tufo a azufre y descarrío rebañego. Y gambeteando entre las sombras la patrulla del imperioso “suba…suba”, un pasquín del bardo lapacero: “El Cuco de la V”, volanteado mano en mano entre sudores, trucos y cantinas. Vigiladas tipo a tipo las imprentas sospechadas de peronchas, su impresión derivaba por senderos clandestinos. Con una Remington del ’20 a la que le faltaban teclas y relieves, sobre papel folio y copias a carbónico afanados de la Muni. Abundaba el borroneo, corrección a carbonilla y tinta a pluma. Prefacios con refranes del proscripto General, y corolarios del escriba alusivos a su escroto peronista y del contrario su natura. ¿En qué lugar?, era el enigma que desvelaba las batidas del milico y sus aláteres censores. ¿El piringundín de inicios de “Doña C.” contiguo al Cabayú?. ¿El sore-florestal del polvoriento bajo sur, contiguo a la Laguna?. ¿La cuadra céntrica del Rengo Panadero?, o ¿un mal oliente establo de cuadreras cruzando el puente Rolla?. 

Tres partidos políticos dominantes: Partido Demócrata Unido, conservador, liberal y/o lomo duro, de notorios letrados, brillante pluma y magníficos oradores, afectos a las reuniones con glamour y asados a la estaca en la Sociedad Rural de La Feria, o la Cochería Fúnebre del Gordo Gallardo de Italia y 3 de Febrero (más predispuesta para el tránsito “al más allá”, que al festín partidario); Unión Cívica Radical del Pueblo, abjurando la diáspora ucrista y la mateada del “Che” con el correntino Arturo, discurriendo posiciones entre un recatado antipersonalismo alvearista, o el retorno a sus raíces boina blanca con el barbado señor de Balvanera y el Peludo, matizando cada acto en el Puerto o el Corralón de Nino en “La Romería”, con su correligionario “adelante sin cesar” entre petardos, vino tinto, empanadas y pasteles; Partido Peronista y su nonato Pejota, intentando eludir la proscripción electoral con subterfugios de alianzas y colores (en mis pagos “Tres Banderas”), enancado a su épica resistencia del luche y vuelve, garabateado la “v con p” del innombrable (por decreto) en las paredes. En recule algunos Udelpistas sin los votos que supieron conseguir tras la debacle de Aramburu; Demócratas Progresistas, Socialistas, Intransigentes, Desarrollistas, intentando sobrevivir entre ocasionales alianzas, escasez de afiliados, presupuesto y estructura. 

Y río abajo, donde bulle su tumulto la ciudad-puerto en la que vive el rey y reina el moro, una prensa nacional “independiente” (de Avellaneda, del Rey Felipe VII, del zapatero Luna o la alpargata Rueda), enrolada en una artera y sistemática oposición al Presidente Arturo Humberto Illia (Confirmado, Primera Plana, Extra, Todo, Atlántida, Análisis, Crónica, El Mundo, La Nación, La Prensa, Clarín). En los avatares previos a las elecciones de 1963, los candidatos naturales del radicalismo habían sido Ricardo Balbín y Miguel Zavala Ortiz del sector “unionista”. El temor a una derrota, los llevó a declinar sus pretensiones en un austero médico pergaminense afincado en Cruz de Eje, de bajo perfil y profundas convicciones democráticas, como aglutinante de los diversos sectores radichas. Un triunfo no exento de sorpresa, provocó que todas las líneas partidarias se atribuyeran la victoria y el reparto de cargos en el gabinete, conformado con representantes de las diversas líneas internas según las directivas de Balbín, de las que se excluyera en un primer momento al sector de Crisólogo Larralde. La diversidad ideológica de los colaboradores impuestos por la conducción nacional de la UCRP (balbinistas, unionistas, etc.), motivó que desde el inicio se enredaran en continuas disputas por su propia “quintita”, obstaculizando la sanción de importantísimos proyectos reguladores del sector sanitario y financiero. Allí anidó el germen de los problemas que, sumados a la diatriba opositora, debería afrontar el presidente durante todo su mandato. 

“Cosas veredes que non crederes”, diría el hidalgo Quijote a su paje Sancho: Arturo Umberto Illia vino y… lo fueron (cuando ni el sol del veintiocho asomaba en La Rosada), con el mismo patrimonio que declaró al asumir el cargo: una casa, un viejo auto y un depósito bancario de $300.000. Otros… serían los otros, hasta los del mismo palo que aullaban como lobos olfateando la carnada, a los que se sumarían las trenzas sindicales vandoristas, sátrapas escribas, cursillistas de la cristiandad, e integrantes del Opus Dei que entre sables y sotanas conjuraban la emboscada. Todo amplificado por una “prensa amarilla”, que de cada tema armaba un escándalo mediático. A la cabeza y por los palos, Jacobo Timerman y sus compinches circunstanciales (Güiraldes, Garacino, Florit, Laiño, Garzón Maceda, Casasbellas, Alonso Piñeiro, Alsogaray), siempre prestos al servicio de la “Acción Coordinadora de Instituciones Empresarias Libres” (creada por la Sociedad Rural y la Unión Industrial), las multinacionales petroleras y los laboratorios extranjeros. Por caso -de los que varios fueran-, sus mediáticas diatribas contra la “Ley Oñativia” pergeñada por ese célebre salteño también llamado Arturo, que exigía a los laboratorios el cumplimiento de un recaudo tan elemental que hoy suena a perogrullo: un prospecto explicativo en cada envase de medicamentos que vendían. Las multinacionales podían invertir grandes sumas en el patrocinio mediático de quienes enarbolasen contra Illia pancartas con tortugas, parodiadas en su tinta por Landrú, por Lino en su Palacio, o el bovrileño “Lobo” con sus “peronistas sin Perón” junto a la estatua de Plaza de Mayo. Pero jamás anoticiar fecha de fabricación y vencimiento del medicamento, compuestos, beneficios y secuelas, para control asistencial del que doliente pena sin más salida que la espera. Por ese andarivel andaba el ya rugoso Berni Neustadt apalabrando a una Niña Rosita en sus pañales, a ser la referente Doña Rosa en los jolgoriosos días del chamuyo. Los Marianos sibaritas de la estirpe Montemayor-Grondona, que pasaban raudos por el verde campo verde que lleva el revolucionario nombre del quinto mes del año, portando cronológicos comunicados del militar bando azul que derrotara a la armada del bando colorado, en esos juegos de guerra que sesgaran la vida del Lapaceño Pedrito Saldivia, aquel inolvidable “Perro” de voladas magistrales en el arco de Cicles y del Seleccionado. Hartos como estaban, según escribían aquellos tautológicos marianos, de tanta parsimonia en el gobierno más largo del siglo. 

Fueron esos postreros días de Junio, en que el invierno alimenta al homo sapiens sus pasiones por el fuego, cuando Pandolfi resumiera con pelos y señales el derrotero golpista en “Confirmado”. Cuando la “Foca” General saltó al peñón desde el mar embravecido, arremetiendo universidades, bibliotecas, polleras cortas, pelos largos, alumnos, profes, zurdos, ateos, puta/os, obreros, parejas en las plazas y los cines, y… ¡ya que está!… algún encurdelado canturreando entre las sombras la marchita. “Ahí tuvimos un cacho la culpa todos, porque los sindicatos, la CGT., le tiraban tortugas en Plaza de Mayo, los medios en contra, los periodistas en contra, los humoristas le hacíamos chistes - éramos una manga de boludos que pá qué le viá contar -; porque el problema no era que Don Illia era lento: el problema es que los que vinieron después fueron rápidos...muy rápidos”, reconocería años después el humorista Tato Bores, asumiendo en nombre propio el remordimiento crónico de sus congéneres. Luego, por mero oportunismo, algunos develarían la verdadera trama de la que fue partícipe la prensa en su mayoría: “Idiotizados por sermones de tecnócratas y arengas de ejecutivos, creíamos servir a la nación lanzándonos contra quienes la servían realmente, y terminamos sirviendo al desastre argentino. Supusimos el fracaso de la democracia, sin advertir que irresponsables y narcisistas, habíamos fracasado nosotros por aversión a la democracia” (Ramiro Casasbellas). Escaso tiempo duraría el mea culpa, para retornar al redil de ese “gran ejército cacófilo” que graficara Sábato, retroalimentado una y otra vez con sus propios excrementos. “La Casa de Gobierno fue entregada sin resistir. Será respetada la libertad de expresión”, anunciaba con cómplice retraso la edición de “Clarín” del 28, resumiendo con descarado cinismo los méritos del desquicio institucional, arrodillándose ante el golpista garante de “su” libertad empresaria. Como en la morosa meditación de sus males jamás intentarían emendar errores, volverían a replay diez años después patrocinando la más sangrienta de todas las dictaduras. ¿Y después?….., que importa del después diría el mayor de los Expósito llamado Homero, en el relato de este ayer que me detiene en el pasado. Si la razón de estar aquí es rescatar la honorabilidad de aquel hombre en el corredor de los recuerdos. Aun cuando las cosas sean como siempre fueran: de ideologías partidarias tan distintas, bajo el mismo sol de una misma bandera. 

(") Ex Abogado, ex empleado, funcionario y magistrado judicial, hoy jubilado. Escritor y compositor, según el ánimo. Nacido un 3 de Diciembre de 1948, en la entrañable La Paz de mí Entre Ríos. 


sábado, 20 de junio de 2020

DATOS Y ALGORITMOS: EL MOTOR DEL CAPITALISMO DE PLATAFORMAS, por Alfredo Moreno(")

Las BigTeh del Silicon Valey, acumulan datos como capital 


Big Tech, como se conoce colectivamente a las empresas digitales, utiliza el modelo de negocio 'plataforma', que aprovecha las fuerzas combinadas de la conectividad a Internet y la inteligencia algorítmica (procesamiento paralelo) para producir ventaja competitiva derivada del aprendizaje con datos externos a través de la computación cognitiva. 
La economía digital se desarrolla a una velocidad vertiginosa, impulsada por la capacidad para recopilar, analizar y utilizar el volumen masivo de datos que diariamente y en forma creciente fluye por “los caños” de internet con destino a computadoras donde los algoritmos los convierten en el valor central del Capitalismo de plataformas. 
Esos datos provienen de las huellas digitales marcadas por las actividades personales, sociales, culturales y empresariales que se realizan en diversas plataformas digitales de la World Wide Web. El tráfico mundial se organiza a través del Protocolo de Internet (IP). 

Gran parte de los procesos y sistemas económicos basados ​​en la inteligencia digital concertada se encuentran en pleno desarrollo, expandiendo al mundo sus servicios 4.0. La cuota de eficiencia debe generar un alto volumen de dinero para repartir en los accionistas por lo cual para asegurar el dividendo los servicios 4.0 deben ser completamente novedosos y demasiado atractivos para que las sociedades los incorpore. Un requisito importante de esta la política digital es no permitir que las personas retengan el control sobre su información personal.

Está “energía limpia” que enciende el motor de la economía digital, es universalmente reconocida por las corporaciones en los encuentros globales de negocios como el Foro Económico Mundial o los sendos artículos del Financial Times o The Economist. Pero los datos como recurso económico casi nunca figuran en las discusiones de políticas a nivel global. A nivel nacional, sus menciones siguen siendo en su mayoría muy generales o inexistes. 

Los EE. UU. y sus aliados políticos y económicos tienen un fuerte control sobre posicionamientos en política global. Cualquier discusión sobre datos como recurso implicaría la posibilidad de extracción de datos valiosos de las empresas con domicilio legal estadounidense. A pesar de esto con miras al nuevo orden comercial global, Estados Unidos y sus aliados, quieren lograr que todos los países firmen un régimen de "flujo de datos globales libres". 

La cadena de valor de los datos es tipificada como: datos personales o no personales; privados o públicos; recopilados con fines comerciales o gubernamentales; facilitados voluntariamente, observados o inferidos; sensibles o no sensibles. 

La cadena de valor, plantea desafíos sobre la veracidad y el valor de los datos. Las corporaciones u organizaciones que promueven la recopilación de datos; la elaboración de conocimiento a partir de los datos; el almacenamiento, análisis y modelización de esos datos se encuentran demandadas en producir este recurso no natural. El valor surge una vez que los datos se transforman en inteligencia digital y toman un valor económico a través de su utilización comercial. 

A medida que la economía digital crece en la mayoría de las relaciones económicas, el acceso y el control sobre varios tipos de datos determina la ventaja o desventaja económica comparativa de los actores involucrados, consumidores y corporaciones. 

Las leyes actuales de protección de datos no se centran en la dimensión económica de los mismos, incluso en términos de datos personales. Una de las columnas principales de la economía digital se afianza en la publicidad dirigida o personalizada, para lo cual los datos personales son el insumo clave para la gestión inteligente o la inteligencia artificial basada en datos de actividades de todo el comercio global. No alcanza con el anonimato de los datos.

El valor predeterminado este dado por quien recopile dichos datos de forma total y exclusiva. Este incumplimiento, prepara el escenario para que algunas corporaciones digitales se conviertan en las más ricas a nivel mundial por capitalización de mercado. ZOOM ha sido uno de los ganadores de la cuarentena producida por el COVID 19. La plataforma de videollamadas ha visto sus cifras disparadas, pasando de 10 millones de sesiones a 300 en apenas cuatro meses. La capitalización bursátil de ZOOM ha alcanzado los 49.000 millones de dólares. Esto supone, a su vez, más del doble de Twitter o Snapchat, pero lo más sorprendente es que es más de lo que suman entre sí las siete aerolíneas con más ingresos del mundo en 2019. 



Estas tendencias iniciales se intensificarán, y el escenario nos plantea nos impone orientar nuestros conocimientos y participaciones en dirección de un modelo de economía digital que sea justa para los usuarios/ciudadanos consumidores, para los pequeños empresas y actores de la economía y para los países que aprecian la democracia del buen vivir colectivo. 



Tráfico creciente en la red 

El gráfico producido por el Informe sobre la Economía Digital UNCTAD del 2019, ponen en relieve el aumento del volumen da datos en Giga Bytes (GB) transferidos por segundo en diferentes etapas de desarrollo tecnológicos de las Telecomunicaciones. 



El almacenamiento de datos tiene un proceso de cambio permanente a través del uso de la tecnología digital, que permite contener el creciente volumen que configura el big data. Esta tecnología se aplica a funciones de organizar, distribuir y archivar información con los bytes que son parte de los sistemas de los que la gente depende día con día, llega a ser tan importante en todos los servicios: desde una simple aplicación, contenido multimedia, direcciones, contactos, hasta protocolos de red y todo lo que tiene que ver con el mundo digital. 

Los discos duros en cualquier arquitectura de almacenamiento, están siendo superados por tecnologías como las cabinas AFA (All Flash Array), discos de estado sólido cuya principal ventaja es la rapidez, tanto en escritura como lectura, y con una duración mayor lo que les permite un mejor rendimiento. Otro factor importante a tener en cuenta es que el costo de almacenamiento flash continúa disminuyendo, se espera que alcance una paridad con el de los discos duros en un futuro no muy lejano. 

El recorrido digital de este siglo ha creado más información que en toda la historia de la humanidad. El propio devenir de la tecnología demandará cada vez mayores volúmenes para procesar los datos: la capacidad de almacenar información digital se duplica cada 40 meses desde 1980 y, de acuerdo a IDC (www.idc.com) en 2025 habrá más de 160 Zb (zettabytes) de datos digitales en todo el mundo. 

En 1Tb se puede almacenar 250.000 canciones, 17.520 horas de música en formato MP3, 2 años ininterrumpidos de escucha. En 1 Zb, son 250 billones de canciones o sea 2 mil millones de años de escucha ininterrumpida. 

Este volumen de datos pone en crisis las estructuras físicas, los dispositivos de almacenamiento que se alojan en las mismas como así también las superficies donde se instalan y el alto consumo de energía; ya que para las estimaciones de IDC necesitaríamos 160 billones de discos de 1 TB. 



¿La alternativa? Desarrollar un dispositivo que reemplaza las unidades magnéticas o de estado sólido por unidades biológicas, para guardar información digital. 

Un grupo de investigadores del Instituto de Tecnología de Waterford, en Irlanda, ha desarrollado una técnica que recurre a las bacterias para acumular hasta un zettabyte en un gramo de ADN, que los profesionales han comparado con el propio software de una célula. Han transformado la información en datos digitales y luego en moléculas orgánicas conocidas como nucleótidos. 

El punto exacto donde se guardará el zettabyte es la cepa Novablue de la bacteria E. Coli, que presenta una ubicación fija. Mientras que las encargadas de codificar los datos serán las moléculas de ADN de doble deformación, llamadas plásmidos. ¿y cómo podremos extraer la información almacenada? Según los expertos, mediante la liberación de una cepa HB101 móvil de E. Coli. Dicho proceso resulta muy complicado, lento y costoso. Aunque es cuestión de tiempo que este nivel alcance el límite necesario para su uso generalizado. 

Microsoft es uno de los gigantes tecnológicos que participa de la creación de un dispositivo que utilice la biología para sustituir las unidades de almacenamiento digitales convencionales. El primer logro de la compañía fue almacenar 200 megabytes de datos en hebras de ADN. 

La parte interesada en el proceso de gestión de datos a escala mundial, es la especialización de los proveedores de almacenamiento. Como mencionamos anteriormente la información crece exponencialmente y será esencial tener almacenes para encarar este paradigma donde los metros cuadrados de superficie y la infraestructura energética son recursos de altísima demanda. 

Propuesta inicial por el derecho a los Datos 

En Argentina y Latinoamérica, la protección sobre el derecho ciudadano de los datos personales en muy débil o nula. Es necesario comenzar a configurar orientaciones políticas respaldadas por un marco general explícito sobre los derechos económicos sobre los datos, de los individuos y sus comunidades o grupos sociales. 

Las leyes de la Unión Europea y Japón responden a las alianzas geoeconómica con los Estados Unidos. Esperan tener posición del lado del extractor de datos para alimentar la ecuación de la economía digital global. Solo la República Popular China puede competir es este aspecto. Por lo tanto, los países en desarrollo necesitan comenzar a configurar los marcos de derechos económicos en torno a los datos, especialmente los de tipo colectivo o comunitario como las producciones agrícolas familiares. 

Este es el objetivo principal es proteger los elementos de datos de la comunidad o grupo y los datos nacionales en los proyectos y acciones del comercio electrónico local y regional. Debemos contemplar y declarar la propiedad comunitaria de los datos aportados por las diversas comunidades de personas y su almacenamiento en territorio nacional. Representaciones parlamentarias ampliadas con actores sociales y culturales deben monitorear el cumplimiento. 

Necesitamos medios legales y técnicos para hacer que los datos estén disponibles para el desarrollo de la economía digital local y regional, con fuerte protagonismos de las pequeñas y medianas empresas en el marco de una economía social, solidaria y colaborativa. Declarar la intención de desarrollar los derechos económicos internos sobre los datos es el paso más importante. Continuará con trabajo innovador y abierto a nivel de políticas legales, técnicas y de modelo de negocio. Pero sin dar este primer paso nos encontraremos en un contexto de subyugación y dependencia digital. 

Manteniendo su liderazgo y control del discurso de la economía digital global, y visualizando la creciente incomodidad de los países en desarrollo por los flujos globales de datos, el aliado clave de los EE. UU., Japón, ha creado un nuevo marco de "Flujo libre de datos con confianza". En este contexto, Japón afirma atender las preocupaciones de los países en desarrollo al incluir protecciones de privacidad y seguridad en los marcos de flujo de datos globales. 

Para la Argentina y Latinoamérica el problema más importante está en los derechos económicos sobre los datos que fluyen internamente, caso Mercado Libre, de cada nación a la economía global. Estos no son derechos de propiedad intelectual de los recolectores de datos, sino los derechos de las personas, los grupos sociales, las comunidades, los pequeños y medianos actores económicos, en definitiva, el Estado. Que, en conjunto, aportan datos a los procesos centrales que desarrollan inteligencia digital como base de la economía y el control digital global. 

No debemos renunciar a las políticas económicas en torno a los datos. De hecho, si Estados Unidos y sus aliados están listos para aceptar algún tipo de marco como "flujos de datos globales con confianza y protección de los derechos económicos", deberíamos poder discutirlo. A esta mesa, deberíamos proponer inicialmente el almacenamiento de los Datos en territorio loca. Es decir, cada Nube de almacenamiento deberá tener sus servidores físicos alojados en territorios nacionales o comunidad de naciones no alineadas digitalmente. Otro de los temas iniciales es discutir en igualdad los bloques de clases IP (Internet Protocol) mediante los cuales el ICANN (Internet Corporation for Assigned Names and Numbers) administra la red Internet. 

Es la hora de los Estado Nación. 

(") Alfredo Moreno, Computador Científico, Profesor TIC en UNM, Argentina.

@Ticdata2 







lunes, 15 de junio de 2020

LA "DERECHA SAGAZ", Los anticuarentena de la "infectadura", por Horacio González

Foto Página12


Lo que llamamos "derecha sagaz" es la que siempre está pronta a tomar temas de izquierda para horadar las delicadas premisas en las que basan las decisiones que fundamentan la cuarentena, el cese de actividades vitales, la limitación parcial o temporaria de flujos de circulación y los atropellos que evidentemente se relacionan con medidas necesarias de control, interpretadas por el envés. La cuarentena es un estado de excepción parcial, en el que muchos ya colocamos perfiles de advertencia para que no se transforme en un laboratorio de experimentación sobre la conducta humana y sus libertades, pero no vimos en ninguno de los actos del gobierno nacional las evidencias de un cerrojo dictatorial con el que ahora se exalta una derecha astuta. Nos quieren convertir en hombres y mujeres libres que nos podamos infectar con alegría, contagiarnos bulliciosamente y vivir con algarabía en la contaminación, felices de haber burlado los mínimos cuidados a los que nos inducen feroces dictadores que nos recomiendan barbijo y gel, esos insaciables tiranuelos que nos reprimen con estadísticas y con el número de camas disponibles.

Esta derecha que esperaba su oportunidad ha logrado encumbrar a un puñado de personas, representantes de una franja de la sociedad que encarna un nuevo tipo de profetismo -no el de Kovadloff, que es más metódico-, y una anti-racionalidad, totalmente en las antípodas de la que hace años predica Sebreli, tan temeroso siempre del “asalto a la razón” ¿Quiénes se reunieron en el Obelisco, construcción racional si las hay, con algo de misticismo laico? Un conjunto de personas hijas del pensamiento mágico (sin la gracia de los magos), clientes de un conspirativismo banal (sin la hondura de los verdaderos conspiradores), receptores de todas las escatologías vulgares que recorren una sociedad desencantada. Ellos salieron en la noche de Brujas donde las creencias más estrafalarias se mezclaban con argumentos que se pueden discutir (es necesaria una solución urgente al problema laboral), pero predominaban opciones que no son otra cosa que creencias paranoides (pero que entristecen mucho más de lo que asustan), a las que se le abrió la posibilidad que ya estaba potencialmente preparada.

Es que hay un núcleo no desdeñable de la población que descree de las instituciones políticas (investigar este hecho es urgente y exige gran sensibilidad), y sobre esa planchuela permanente que el gobierno anterior exacerbó se implanta ahora un pensamiento de una racionalidad vacía ¿Qué es eso? Se trata de razonamientos desvitalizados, de cuño bolsonarista (“mueren más de gripe común”, “en la Segunda Guerra se siguió trabajando”: es claro, nunca tanto como en las industrias de guerra), que sin dejar de ser racionales, no tienen razón. Porque la razón exige no solo pruebas empíricas, datos y verificaciones, sino una espesura sensible ante los hechos nuevos y su carga mortífera. Este nuevo virus es un hecho biológico, que enlaza de un modo trágico las relaciones de la humanidad con la naturaleza.

Los pensamientos contrarios a la cuarentena tienen razón al reclamar el pasaje al mundo laboral (recreado y repuesto bajo una nueva imaginación sobre el acto de trabajo) pero están equivocados en su manera de tener razón. La equivocación consiste en que liquidan los tabiques que separan problemas que luego deben ser conjugados en común. Porque no puede inyectarse un pensamiento conspirativo culpabilizador (Soros, Bill Gates, la OMS, con las dudas o críticas que puedan merecer) con ámbitos específicos donde se desarrolla la paradoja de la cuarentena. Cerrar para poder abrirse más libremente. En ella actúan todos, desde los magnates hasta los demócratas sociales, las nuevas izquierdas que recrean sus sensibilidades y los movimientos sociales lúcidos. Para estos últimos, la razón es contingente y las causalidades complejas. Si al pensar se ausentan las mediaciones, cunden los Sebrelis, nombre de una oculta figura retórica que significa “sobrado irrealismo” y que se le olvidó computar a Aristóteles.

La cuarentena es una paradoja pues la ecuación lanzada de “preferir la vida” es una definición cardinal que exige pensar otra economía que discurra con exigente originalidad sobre los presagios destructivos que portan el capitalismo y sus lógicas financieras, que como un rizo perverso moldean poderes jurídicos, comunicacionales, lenguajes diarios y aun encuadres teóricos más elaborados. Miren el documento de los “300 intelectuales” que como los 300 espartanos creen estar enfrentando al poderoso Jerjes, el gran rey persa. Muchos de los firmantes escribieron libros con un tipo de argumentación académica que es una de las tantas formas de expresión aceptables y valoradas. Si un escrito se hace “fuerza material” cuando lo toman las masas, he aquí lo que recogieron estos intelectuales. Es lo que se veía el pie del Obelisco convertido en un tótem milenario. Exaltados macristas anti política, nigromantes que se basan en una medicina conjetural, que no sería grave en sus imaginerías si no enviaran a muchos a la muerte, un anti cientificismo que podría inaugurar aceptables discusiones si no caminara de las manos enguantadas de astrólogos y adivinos que a diferencia de los de Arlt, hablan con espuma en la boca y no pueden convertir en vehemencia o versatilidad su propia violencia personal.


Han cosechado bien estos viejos topos de la anti cuarentena. Nos hablan del problema de la libertad y el trabajo, pero no son Montesquieu ni Hannah Arendt. Son esa argamasa friccionada en las fábricas de tubos sin costura para donarles las palabras necesarias a los que atentan contra la estabilidad de un gobierno popular, pero quieren que se note más. No solo por crueles medidas de despido de trabajadores, sino que haya textos, palabras nobles en resguardo de la libre circulación y los derechos básicos, entre ellos el trabajo ¡Como quisiéramos coincidir con ellos! Pero nos lo impide una honda diferencia, pues la libertad en la que pensamos nace junto a la solidaridad, la fraternidad y la justicia social, cuya metáfora aglutinante hoy es la palabra vida. Y el trabajo en el que pensamos nace no del que conceden los que nunca se ocuparon de las condiciones existenciales de la vida laboral, sino de una reformulación de los sistemas productivos a la luz de lo que la pandemia puso en evidencia. El respeto a la naturaleza, a las vidas precarias, a eliminar desigualdades siempre atroces y a atender casos particulares que son portadores de su justificación legítima pero insatisfecha, pequeños comerciantes, trabajadores informales. 

El gobierno debe seguir optando por la vida -realidad, metáfora y expresividad de toda una política-, pero debe refinar al máximo su visión de una sociedad castigada, sin concesiones innecesarias a los grandes poderes que ahora sabemos que tienen también sus panfletistas. Y, avanzando sin temor para resolver la demanda laboral “en tiempos de cólera”, con redoblado ingenio, salir al debate con mayor energía. Si la tienen los brujos indignados del anochecer en la 9 de Julio, ¿por qué no ha de tenerla el gobierno, más de lo que hasta ahora ha mostrado? Su condición democrática es la que llevó a combatir la infección con decisiones que no dejan de ser de riesgo, pero envueltas en una notoria sensatez. Que abusando de las paradojas, al colmo de arruinar y emponzoñar el idioma, se lo acuse de “infectadura”, es un logro de la idiomática de estos dictafraseólogos. Hay que seguir defendiendo la cuarentena frente a los trescientos logócratas ¿O se deberá recurrir al exorciso, a una Noche de Walpurgis, contra los que viven la propia noche oscura de sus pensamientos como liberticidas que piensan las libertades al revés?

lunes, 8 de junio de 2020

ALBERTO FERNÁNDEZ Y LOS EMPRESARIOS, por Horacio González

A partir de algunas declaraciones de Alberto Fernández -una vez más-, pueden desencadenarse algunas reflexiones. No son exactamente de naturaleza política inmediata, ni tampoco implican loas a la máxima autoridad pública, como suele ocurrir, siempre que no suceda lo contrario. En este caso veamos qué se nos presenta en cuanto a la tradicional figura del ser político, en una época donde predominan pensamientos públicos de extrema gravedad. Se trata entonces de abrir la posibilidad indagar como sacuden a las figuras políticas que ocupan los cargos más elevados del Estado, estos acontecimientos tan turbadores que estamos viviendo. Un obvio punto de observación es cómo los temas más exigentes se evidenciarían en el fraseo, la gestualidad, la armazón de los discursos, en fin, en las fórmulas al uso de los políticos de la primea fila de la decisión. Es lo mismo que decir: veamos aquello que nos revele el peso que en una conciencia tienen los momentos graves e inciertos que vivimos. Consideremos la figura de Fernández, cuya exposición creciente (usemos el concepto de “visibilidad”, que tiene empleo desde hace mucho tiempo), sirve para ubicarnos como uno más ante el examen minucioso de su actuación. No solo por sus decisiones sino por su micro gestualidad y su estilo expresivo. Hay siempre una cuestión estilística, tan etérea ella, pero tan cargada de perdigones, alrededor del análisis de los actos de hombres y mujeres dotados de la cifra impalpable del poder, sobre todo en épocas aciagas, cambiantes y que exigen inéditas templanzas.

Fernández, con una plasticidad que deja entrever tanto en sus desplazamientos como en sus decires diarios, muestra una vocación política ya madurada en un terreno que desde antes se conocía bien. Pero ahora no da la impresión que no solo responde con lo que sabe, sino que abre un cortinado que permite percibir otra cosa. No la destreza de saber, si no la destreza para situarse ante lo que no se sabe. Aparece así una angustia, una cavilación de índole moral con algún condimento de sorpresa ante lo que llamaríamos la condición humana, ámbito donde situamos los enigmas más acuciantes de la existencia. Días pasados se lo vio al presidente sorprendido ante la incomprensión de un sector empresarial carente de compatibilidad con la sensibilidad que se cree que debe ser ahora dominante. Es decir, abrir los tejidos complejos de la razón hacia lo desfallecido, lo peligroso y enmarañado de esta hora.

Escuchamos muchas veces que los políticos tradicionales se afirman en conocidas disyuntivas donde postulan la presencia indispensable de su “yo”, ante lo otro amenazante, que casi siempre ronda sobre la expresión “caos”. Yo o el caos. Pues bien, no se le escucha por suerte a Fernández enunciar esta opción increíble, sino que se aproxima a otras reflexiones que están recubriendo su actuación de matices que -no estamos elogiando nada-, ahora son obligatorios y sin los cuales sería difícil comprender un mundo resquebrajado en sus funciones productivas. Que se va ensombreciendo poco a poco con la enfermedad. Hasta un cercano ayer, se podría decir que el mundo era tenso y conflictivo. Hasta se podía decir caótico. Pero las amenazas tenían nombre. Ahora pasaron de la visibilidad a la invisibilidad, y para señalarla, como suelen hacerlo las aviesas deidades ruinosas, se emplean metáforas de guerra, vocablos de la microbiología, cuadros estadísticos y el modo en que el miedo frunce el ceño en nosotros. Nos amenaza una conjetura, un garabato desconocido. Un virus no domesticado nos lleva a un mundo donde hay sacrificados por la única razón que fueron designados por motivos ininteligibles, como destinados a pagar con su inmolación la cuota de sobrevivencia que se le otorgó a otros que se favorecen por una inescrutable apuesta ciega. Esto, más allá de cómo el neo-liberalismo llevó a la quiebra los sistemas de asistencia, seguridad y atención social.

Pero vayamos a la frase del Presidente que nos llamó la atención, cercana a la queja, al reproche atónito. Hay un bichito muy chiquito, dijo, que no se ve siquiera con microscopios de precisión, (el gesto con que lo dice, consiste en achichar el espacio entre el pulgar y el índice de la mano) que derrama desgracias inusitadas. Que no solo nos ponen en riesgo, sino que nos acercan a un pensamiento que queremos en general borrar de nuestra mente. Es la cuestión de nuestra finitud, tema problemático con el cual convivimos de manera errática. Cuando pensamos en ella -pues somos seres mortales-, abandonamos en seguida con un disgusto a veces arrogante, ese tema tan esencial y en el que es tan necesario pensar como arrojar rápido por la borda, como piedra caliente, esos pensamientos. Glosamos lo que le escuché a Fernández por televisión, pero lo digo apretando el bandoneón, como le gustaba exclamar a David Viñas. Frente a esa pequeñez, ese átomo irrisorio y aparentemente inerte si un ser vivo no lo hospeda, todos somos desvalidos. Todos -sigo glosando-, al Presidente. Todos, el propio Presidente. Hamlet. Paolo Rocca. Maradona. Giorgio Agamben. Don Chicho y la Miñón. Todos mirando un abismo personal y colectivo. ¿Podemos concluir la glosa con esa estrofa del gran poema sardónico de Discépolo? Con el puritanismo escéptico de un moralista, esos versos discepolianos valdrían para designar esta situación, quizás extirpándoles su inmaculada obcecación decadentista.

El caso es que hay empresarios que piensan en la eternidad de sus ganancias, en la intangibilidad de sus bienes, en el misterio absoluto de sus cuentas, en el enigma permanente de sus especulaciones financieras, en su derecho a no acatar ninguna forma del derecho social, laboral o cual otro que sea. Y sin embargo no se enteraron que están tocados por la finitud de la existencia. ¡Diantres! Creo que eso es que quiso decir el presidente. Es fácil interpretarlo. De tanto cuidar lo que parece inmortal no se dan cuenta cuánto están expuestos a la pobre condición humana, cuyas hendiduras parecen conocer menos que a un temible desplome bursátil.

Muchos compartimos el asombro presidencial por esta incapacidad por no sentirse tocados, en este momento, por el bichito. Que es también un bichito de la duda. Es la duda respecto a si la situación que atravesamos no implica alguna obligación de carácter excepcional, digamos de carácter ético, respecto a la relación que nuestras decisiones tienen en la vida de los demás y el sentido de la vida en general. De repente un pensamiento que parece salido del gabinete de los estoicos de la antigüedad, invocado por personas que transitan por la vida política tal como la conocemos, logra ilustrarnos sobre la estrechez de estos hijos de los grandes negocios y de ilusoria redención personal por medio de las finanzas metafísicas. En Los heraldos negros dice César Vallejo. “Hay golpes tan fuertes en la vida, yo no sé. Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé! Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma. ¡Yo no sé!”. Estos versos son muy conocidos. También los cita Cristina en su libro, que bien sabe de ésto.

Ese “yo no sé” equivale a la versión teológica de la duda metódica de Descartes. ¿No es así? Esa es hoy la pregunta fundamental del político dada la circunstancia en que vivimos. ¿No nos dice nada esto? ¿No podemos por fin juzgar a nuestros políticos si toman decisiones en relación a si son capaces de pensar en los golpes de tanta fuerza que da la vida? Este momento que atravesamos es uno de ellos, donde se sufre en las fosas últimas de la conciencia. Estos golpes lúgubres que se arremolinan en las almas como resaca, servirían para meditar en las condiciones más profundas de la vida colectiva. Formidable jugada del destino, ente la cual comprobamos a diario quienes están o no están preparados, tanto para la duda trascendente como para la decisión necesaria. Por eso es una repentina reflexión sutil y necesaria la de quién se sorprende por la incuria aquellos señores poderosos. Esos “muchachos”. Que no han descubierto la finitud que ante cualquier supuesta grandeza puede causar un microscópico aviso, que viene de la naturaleza que aun no conocemos cabalmente.

jueves, 4 de junio de 2020

LOS HERALDOS NEGROS DEL COVID 19, por Lido Iacomini para Vagos y Vagas Peronistas



Los Heraldos negros del Covid 19 Esos bichitos desconocidos aceleraron todos los acontecimientos. Y la crisis económica se precipitó. A escala mundial, siendo consecuente con la globalización. Y la bancarrota comenzó a ser un horizonte. Y el miedo, de muchos se apoderó. Y un frío extraño estremeció sus cuerpos. Y las viejas recetas del neoliberalismo, como una frazada corta, no alcanzaron a brindar calor. Ni allí en Detroit donde el viejo hipopótamo del jopo amarillo había conseguido darle una tregua a la recesión. Y las fuerzas subterráneas de la antigua reacción, enervadas y en tensión, desataron sus músculos dormidos pero nunca muertos y asesinaron al negro, un negro, George Lloyd. En Minneapolis. Con desparpajo, con evidencia, con provocación, salvajemente con la misma brutalidad antes reprimida o al menos contenida con que la naturaleza agredida por los humanos responde con la pandemia a la “civilización”. 

¿Se cumplirá la vieja profecía desafiante de Fidel Castro? Aquella que afirmaba que antes que la contrarrevolución triunfara en Cuba se produciría la revolución norteamericana. Lo cierto es que ese racismo paradigmático yanky ha encontrado una respuesta digna que recorre EEUU. Cuatro días ya de encendidas protestas en las calles y un nuevo movimiento por los derechos civiles que, si lo dejan, se seguirá extendiendo como un reguero de pólvora sobre un territorio obsesionado por las quiebras y la desocupación, tierras removidas para darle lugar a los ataúdes provistos por el Coronavirus. 

Trump, Biblia en mano, responde con gritos encendidos, fieles a su estilo, convocando a la represión. Pero… Esta vez el destino es incierto y su apuesta por derecha huele a desesperación. Las elecciones de Noviembre suenan muy cercanas, demasiado cercanas para tamaño descontrol de la situación, mientras las decenas de miles de muertos parecieron alfombrar el camino a la Casa Blanca de una parca amenazante sobre el destino del neoliberalismo. En la noche del lunes entre los gases lacrimógenos, el gas pimienta y los palos de la represión trumpista acompañada por las sirenas y el ruido de los helicópteros igualitos a los que aturdían sobre Saigón, el poder norteamericano se escurre inusitadamente. Nosotros no permaneceremos impasibles. Lo que viene se amasará por los pueblos que actúen. El crimen de George Lloyd nos convoca. El nuevo humanismo emergente exige nuestra participación. Sumamos nuestro repudio exigiendo justicia, contras el racismo y la represión. La hora de los pueblos está llegando y la escala es el mundo donde está nuestra nación.

(")Miembro  de Participación Popular (E. Jozami) y de Carta Abierta donde coordina la Comisión de Asuntos Internacionales