lunes, 24 de septiembre de 2018

CONSUMISMO ÉTICO: EL MERCADO DE LA MORAL, Por Alberto Martín Sanchez




Los mercados lanzan su propuesta para afrontar la degradación medioambiental, la deslocalización industrial, el bienestar animal o la explotación de los trabajadores: eliges el mundo que quieres al comprar.

Lidl es la primera cadena de supermercados que ya no comercializa huevos de gallinas criadas en jaulas y Mercadona y El Corte Inglés van a adoptar esta misma medida próximamente . La publicidad de Iberdrola ofrece energía renovable del siguiente modo: «Cada vez que uses el secador un prado se llenará de flores. Cada vez que enciendas la luz, que veas la televisión, que te duches, estarás cuidando del medio ambiente». La propaganda de las tiendas de Humana dice así: «Comprando en Humana colaboras con el desarrollo de los países del Sur». La compañía de cosméticos Lush, vende una de sus cremas con el siguiente mensaje : «se trata de una crema rica y generosa que no sólo hace que tu piel luzca como nunca, sino que también es un rayo de esperanza para las pequeñas ONG locales con las que trabajamos, puesto que todas las ganancias van para ellas. Una piel suave por un mundo mejor». Adidas ha fundado una entidad para publicitar su línea de productos hechos a partir de plástico reciclado de los océanos como si fuese una revolución . La compañía francesa Bic impulsa una campaña llamada ECOlutions cuyo lema es «Podemos ser parte de la solución». Endesa financia proyectos de reforestación y creación de bosques corporativos como la iniciativa «Bosque-Endesa».Los camiones de distribución de Carrefour anuncian que «están con el medio ambiente y funcionan con gas natural ecológico».

Estos ejemplos muestran cómo las multinacionales despliegan su voluntad de adiestrar las tendencias de consumo ético. Este interés por integrar aspectos éticos en campañas publicitarias es inédito.

Naomi Klein retrataba en No Logo las tendencias publicitarias de las multinacionales en las últimas décadas del siglo XX. En el libro se analiza cómo la publicidad invadió los espacios públicos generando un mundo de ciudades publicitarias y fantasías comerciales donde el poder de las marcas se expandía para asociarse a estilos de vida prestigiosos y atractivos. Las multinacionales vendían experiencias vinculadas al éxito, a la familia, al amor, a la felicidad o al sexo, pero no había contenido ético en la publicidad. La ética estaba fuera de los mercados dominantes. Como cuenta Gilles Lipovetsky en La felicidad paradójica, ahora hay un nuevo marketing naciendo y los modos de consumo atraviesan una transición sin precedentes.

En los tiempos del consumismo sencillo, la sensibilidad de los consumidores más críticos se revolvía al ser conscientes del despilfarro del modelo y de sus impactos ambientales y sociales. El consumismo producía culpa. Para poder vivir éticamente había que contrarrestar las consecuencias negativas del consumo. Había que resolver los problemas éticos de la participación como consumidor en un mundo injusto y medioambientalmente degradado. Ahora, la nueva estrategia publicitaria de las multinacionales nos muestra el camino para ser consumista sin mala conciencia, dado que los productos éticos incluyen supuestamente las medidas compensatorias de los efectos del propio consumismo.

El marketing ético es, en parte, una respuesta al individualismo hedonista del viejo consumismo sencillo. Las supuestas cualidades éticas en los productos pretenden satisfacer, a través del mercado, la demanda de actitudes moralmente buenas de los consumidores. Este comercio ético permite consumir con la sensación de estar resolviendo problemas medioambientales o sociales. Con ello, ahora no hace falta dejar de ser consumidor para sentir el calor de ser altruista con la sociedad. El consumo ético se presenta como herramienta para solucionar problemas que hasta ahora se abordaban mayoritariamente desde fuera de los mercados La ética ha sido mercantilizada.

La compra de un producto ya no se guía sólo por criterios racionales (que definen si el producto satisface mis necesidades), criterios económicos (que definen si el producto ofrece buena relación calidad/precio), o criterios simbólicos (que definen si el producto me hace feliz), sino también por supuestos criterios éticos (que nos hacen percibir que el producto es bueno para el mundo). Así, el referente moral del mundo occidental se desplaza hacia los mercados. El marketing ofrece profecías verdes deseoso de tener fieles consumidores que creamos salvar el mundo. La mercancía se ha convertido en un fetiche capaz de resolver los problemas de conciencia del consumidor. La exigencia del consumo ético hace que se materialice en los propios productos una cualidad moral redentora. Los profesionales del marketing tradicional siempre defendieron que a los productos se les pueden asociar valores semejantes a los de los individuos, pero difícilmente llegaron a imaginar que se les podía asignar moralidad.

Y es que el consumo ético genera incluso un sentimiento de pertenencia a un colectivo global que tiene poder para cambiar el mundo. «Cada vez que gastas tu dinero estás votando por el tipo de mundo que quieres» dice Anna Lappe. Los productos luchan por no ser denostados y por tener una apariencia ética, natural y socialmente responsable, a la vez que el consumidor percibe que cada vez es menos necesario salir de los mercados para luchar por un mundo mejor porque un mundo mejor se puede comprar.

El capitalismo tiende a mercantilizar cualquier ámbito de la vida y absolutamente todo acaba siendo susceptible de ser comprado y vendido. Los mercados han conseguido que la ética, la conciencia, la moral, la crítica, la justicia e incluso la transformación social se compre y se venda.

@SPANIARDSOFLATE

jueves, 20 de septiembre de 2018

"NO TE DES POR VENCIDO, NI AUN VENCIDO..."(1) Por Jorge Luis Cerletti para Vagos y Vagas Peronistas


Pedro B. Palacios, Almafuerte

“…hagamos una autocrítica, reconociendo nuestros equívocos, como pensar que el gobierno es un violín, que se agarra con la izquierda y se toca con la derecha.” (“No se debe cultivar en el pueblo una esperanza de vida burguesa”, artº de Frei Betto publicado en Vagos y Derechos el 31/8/18)). 

Vivimos una etapa en la que el descalabro nacional es obra de este gobierno que oprime a la población de laburantes, desocupados, excluidos, vastos sectores medios de bajos recursos, etc. La mayoría de los sectores populares padecen su política que recurrió al auxilio y supervisión del FMI, expresión ambos del poder del gran capital internacional y del interno que le es afín. 

Ahora bien, en este artículo no me voy a centrar en las “pálidas” que sufre nuestro pueblo, ni en las justas denuncias sobre el mentiroso discurso oficial. Por supuesto que son importantes y necesarias por más que machacar sobre datos conocidos fatigue y tienda a atenuar su efectividad por saturación. 

Parto de la ingeniosa metáfora de Frei Beto pues incita a la autocrítica y apunta a la cuestión de la liberación, problemática abierta y convocante. Original llamado a la reflexión acerca de lo actuado para encarar la situación actual ante la universalización de la hegemonía mundial y local del orden capitalista. 

Resulta esencial enjuiciar dicho orden desde el campo popular pero sin reincidir en las limitaciones propias de los desenlaces conocidos pues subsistirían las condiciones de la opresión que se combate. O sea, las críticas a la dominación del gran capital devienen estériles si se carece de una política que se proponga remover las condiciones de su dominación. 

Atento a ello, visualizar los déficits de nuestro propio campo contribuye a repensar lo actuado en procura de cambios que rectifiquen tales déficits. Y esto exige participación colectiva, solidez en los principios junto a una praxis creadora que construya nuevas alternativas. 

El momento actual y una disyuntiva política. 

Sobrestimar el momento actual en detrimento de una perspectiva a futuro puede ser tan perjudicial como lo inverso. Lo primero, tiende a quedar sujeto dentro de un actualismo absorbente que no cala hondo en la naturaleza de la dominación. Lo inverso, suele confundir el deseo con los hechos reales. Descarta la política realmente existente pues juzga que no altera la dominación del enemigo sino que resulta funcional al status quo. 

En suma, el actualismo de la política partidaria y sus disputas remiten al control del Estado. Mientras que la visión emancipatoria, en general, descarta o subestima las contradicciones que surgen de la política vigente. No obstante, asumo la causa de la emancipación y a la vez creo que una polarización indiscriminada dificulta el proceso de construcción de alternativas superadoras. 

Pensemos que en esta época se destiñeron las banderas que estimularon las luchas y la entrega de tantos compañeros que se jugaron la vida tras ideales liberadores. Ahora, parecieran integrar un álbum de nostalgias políticas… 

Semejante retroceso no proviene de una cuestión generacional sino que es producto de derrotas a nivel mundial que originaron la consolidación del capitalismo. En nuestro país, su encarnación fue la serie de dictaduras militares que liquidaron, a sangre y fuego, los intentos liberadores luego del derrocamiento de Perón en 1955. Después, a raíz de la abortiva “guerra de Malvinas”, los militares genocidas tuvieron que abandonar el poder en 1983 y se instaló la Democracia realmente existente con sus falencias y contradicciones. 

A propósito, es ilustrativo desnudar algunos conceptos sistémicos básicos naturalizados en la “Democracia” imperante. En verdad, tales conceptos expresan la subjetividad social gestada por el poder político-económico dominante. Ahora señalo unos pocos términos importantes y demostrativos. 

Trabajo. Si bien la defensa de las fuentes de trabajo de los asalariados es recurrente en el capitalismo, hoy se ha borrado la característica socio-económica fundamental del trabajo, la explotación. De eso no se habla. 

Producción. La esencia de las empresas es la organización y control del trabajo para la obtención de ganancias. Se esfuma su naturaleza y se resalta, en lo fundamental, como fuente de riqueza para toda la sociedad. Falso concepto que desliga la producción de la explotación que engendra abismos sociales. 

Mercados. Es difícil determinar los tiempos de la mutación, pero de lugares de intercambio de mercancías pasó a designar a las grandes corporaciones y al capital financiero enmascarando su poder político-económico. 

Este brevísimo apunte es un mínimo esbozo de cómo se da la relación lenguaje-dominación. Y al margen de la poderosa instrumentación mediática actual, dicha dupla funciona en plenitud sobre sus víctimas y también alcanza, en cierta medida, a quienes nos oponemos al sistema. Ya sea por la penetración existencial del mismo o por falta de claridad política. 

No obstante, en medio de las frustraciones actuales, han ido surgiendo múltiples e importantes manifestaciones de repudio a este gobierno cultor de la posverdad. Empezando por variadas y multitudinarias movilizaciones sumadas a las numerosas resistencias que brotan de la sociedad civil. Es que la crisis que han parido no sólo agrede al pueblo, también amenaza con devorárselos a ellos. 

Lo anterior, que es parte de la compleja situación actual, demanda repensar conceptos determinantes de nuestra historia política. Porque los fenómenos ocurridos a nivel mundial y local, marcan las grandes dificultades con que tropezamos y no terminamos de digerir. 

Preguntas fuertes y respuestas débiles. 

“Son preguntas fuertes para las cuales solo tenemos respuestas débiles. (…) Por ejemplo, democracia, paz, soberanía, multilateralismo, primacía del derecho, progreso.” (Artº de Boaventura de Sousa Santos en Página 12 del 20/08/18) 

Tomaré la democracia realmente existente como caso testigo. Poblada de contradicciones que nos incluyen, nos guste o no, la crítica y autocrítica en torno a la misma reclama un debate abierto. 

Vayamos de lo simple a lo complejo. Negar la Democracia realmente existente en bloque, dada la relación de fuerzas, favorece indirectamente la irrupción de las dictaduras militares o a sus versiones posmodernas, los golpes blandos. En cambio, si evaluamos los alcances de esta “Democracia”, tenemos distintas variantes aunque “un solo Dios verdadero”: su naturaleza sistémica capitalista. Empero, las políticas estatales varían según los momentos y los protagonistas dentro de un espectro muy amplio. Desde el gobierno popular de Evo en Bolivia, pasando por el tilingo Macri en Argentina, hasta llegar a Temer en Brasil… 

Retrotrayéndonos ahora a la disyuntiva planteada en el punto precedente, surgen dos problemáticas distintas y poco en común. Para una concepción, el poder y el control del Estado se dirimen vía elecciones. La otra, plantea la real participación popular a través de una nueva concepción y organización política. Tanto una como otra postura sostienen que impulsan el bienestar de los de abajo cuestionando los privilegios de los sectores hegemónicos. 

Las elecciones en la Democracia realmente existente son el núcleo clave de la disyuntiva uno. Pero por más transparentes y participativas que resulten, tropiezan con dos obstáculos sustanciales: a) el poder económico-político concentrado que frena las acciones que lo perjudican y socava a los gobiernos que se le oponen; b) el problema irresuelto de la representación que separa dirigentes de dirigidos, conspira contra una participación real e induce la diferenciación de intereses. Vivero que alimenta variadas dificultades y debilita a los gobiernos populares hasta llegar a su derrota siempre que no claudiquen antes. Esto dicho sin perjuicio de que bajo sus mandatos se produzcan realizaciones favorables al campo popular. Obviamente, la evaluación depende de cada caso concreto y también de su interpretación.. 

La negación de la política realmente existente, disyuntiva dos, acarrea otro tipo de problemas. Bajo el capitalismo, la democracia representativa termina vaciada de contenido. Pero la escala de las ciudades hace inviable la democracia directa, presumiblemente, por bastante tiempo. En cambio, a nivel micro, funciona cual garantía de participación colectiva. Experiencias que chocan con la subjetividad social dominante, producto de la hegemonía del capital que impuso la sociedad del lucro, el individualismo, el egoísmo, la competencia frente a la solidaridad, etc. Atributos mediados por las relaciones humanas mercantiles y el poder económico del capitalismo potenciado por la revolución tecnológica. 
Como se desprende de lo anterior, estamos frente a una situación que era impredecible en el período de las grandes revoluciones contemporáneas y de la existencia del llamado Tercer Mundo. En ambos casos se desarrollaron formidables luchas sostenidas por firmes principios. Sin embargo, se derrumbaron arrastrando las expectativas correspondientes. 

Y es el día de hoy que sin renunciar a legítimos principios, marchamos a la deriva referente a la creación de alternativas superadoras de este orden social injusto. Por lo tanto, debemos repensar los conceptos empleados y evaluar los sucesos que nos situaron ante un “mundo inesperado”. En suma, nos hallamos frente a preguntas fuertes y respuestas débiles. 

Tras el fortalecimiento de las respuestas…. 

Este es un desafío que nos alcanza a todos los que bregamos por la liberación de nuestro pueblo y por un mundo mejor, más igualitario y justo. Desafío que implica una tarea colectiva de primer nivel que nos demanda eludir preconceptos y enriquecer los intercambios de ideas y experiencias. 

Con la siguiente contraposición de interrogantes, procuro estimular sanos debates participativos que se propongan gestar respuestas fuertes que abran nuevos rumbos. Es un intento por ir armando un cuadro de situación que aporte al proceso de construcción de políticas alternativas. 

¿Por qué no instalar puentes entre las políticas cortoplacistas (disyuntiva uno) y las que portan una concepción estratégica (disyuntiva dos)? 

En las circunstancias actuales, la confrontación entre dichas políticas, ¿a quién favorece? 

Luchar por revertir la derechización que implica el derrocamiento y/o el desplazamiento de gobiernos populares en Sudamérica, ¿no exige la autocrítica de lo actuado y nuevos enfoques sobre la cuestión nacional? 

¿Es viable avanzar hoy en la causa nacional sin enfrentar al poder concentrado del gran capital? 

Para desplazar al gobierno reaccionario actual, ¿sirve fomentar la unidad a cualquier precio? 

¿A qué conduce una política sin un fuerte componente ético? 

¿Cuáles serían los valores éticos a sostener en la praxis? 

Si el gobierno lograra domeñar la profunda crisis económica que supo conseguir, ¿qué pasaría con las chances políticas de la oposición? 

La sistemática y justa crítica a este gobierno cipayo, ¿también no oculta o disimula las propias falencias? 

Asumiendo la emancipación, ¿es correcto poner en la misma bolsa al gobierno actual con el anterior? 

Atender las condiciones de vida del mayoritario sector de los de abajo, ¿no es una exigencia para una política que impulsa la emancipación? 

Está claro que este es un breve catálogo de preguntas fuertes que admite muchas otras. Empero, las grandes movilizaciones populares y resistencias que mencionamos, son un verdadero estímulo para todos los que, de algún modo, participamos en ellas. En nuestro país tenemos una gran deuda con todos los luchadores de nuestra historia, comenzando por los treinta mil desaparecidos. Deuda que se viene transmitiendo de generación en generación y que se ha de saldar cuando logremos conseguir definitivamente la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. 

NO DARSE POR VENCIDO NI AUN VENCIDO… significa que no hemos arriado las banderas ni nos hemos rendido, seguimos de pie y promoviendo la articulación de las distintas fuerzas populares. Articulación que no debe ser un enjuague de posiciones oportunistas sino una forma de construir futuro desde el presente.----- 

Jorge Luis Cerletti 

(18 de setiembre de 2018) 



NOTA: 

(1) Del poema ¡ Piu avanti ! de Alfredo B. Palacios [(a) Almafuerte].

lunes, 17 de septiembre de 2018

FRAGMENTO QUE COMPLETA EL PRIMER CAPÍTULO DEL LIBRO INÉDITO: "DE LA DOMINACIÓN CONSENTIDA", Por León Pomer (") para Vagos y Vagas Peronistas.

"La dominación", dice León Pomer, "opera sobre el hoy, los ayeres y el mañana. Regula los pasados y el presente, se entromete en el futuro. Utiliza lo pasado para legitimarse construyéndolo a gusto de su paladar. La sustancia de la dominación es inoculada en los ayeres que construye, en el hoy que domina y el porvenir que imagina. Autócrata que gobierna sigiloso, la cultura del Poder anula las memorias que lo contrarían, menoscaba sus significados, denigra, oculta las subversiones de que la historia está poblada, arroja en la fosa del olvido lo que detesta: quiere pueblos ignorantes de sus luchas pasadas, disuelve en la niebla los protagonismos populares. Para héroes y mártires del pueblo hay una anónima fosa colectiva. La dominación ensalza a los suyos, moradores de un Olimpo de “grandes hombres” que habrían combatido la barbarie sub humana". 




La dominación es un Poder coactivo ejercido por la clase dominante; es una necesaria violencia material e intelectual precisada de individuos decididos a ejecutarla sin conmiseración por el prójimo desvalido, presumiblemente obsesionado por arrebatar la riqueza (que él produjo y le fue expropiada), vigilado y sospechado de pretender recuperarla. 

Para desempeñar con eficacia su papel social el dominador desarrolla los necesarios atributos que hacen de él una figura fría e indiferente, sapiente en el uso del engaño, de la brutalidad sin reparos y toda la hipocresía que le exijan las circunstancias; un ser confortado, eso sí, por una visión de la sociedad humana que lo reconcilia consigo mismo. Su posición en las cumbres del sistema social explotador y desigual hacen de él una estructura humana organizada para preservar, y eventualmente multiplicar la aniquilante condición de las grandes mayorías. Y el dominado, cuando plenamente entregado a la dominación y atrapado por la lógica de un Poder que lo navega en sus adentros, queda sumergido en una intermitente, difusa, inaprehensible y no identificable inquietud que lo desasosiega y lo asedia y lo hostiga, como si una presencia ajena fuera apoderándose de su yo más íntimo. Sujetado por una inquietante ajenidad y la adversidad que lo asola, el dominado busca retener en sí un debilitado y maltrecho hálito vital que pugna por dirigir sus energías en oposición a la congoja que no le pierde pisada. Victimado por el sistema, no logra esquivar las estrecheces materiales e inmateriales que lo desvían de una autenticidad y lo estrellan contra la negación. En su actividad cotidiana, en sus momentos de reflexión sobre sí mismo, se sentirá, clara o confusamente, conminado a actuar a contramano de su índole más preciada. 

En El Capitalismo Como Religión, Walter Benjamín señaló que en la sociedad “capitalista actual”, existe un “sentimiento agudo y desesperante del carácter mecánico, uniforme, vacío y repetitivo de la vida de los individuos”. O, con otras palabras: vacío existencial. Quien puede adquirir con dinero el objeto que promete amenizar las horas carcomidas por el bacilo de la opacidad y el microbio del tedio, ignora que fue seducido por una nube de humo tóxico; “satisfacciones” sustitutivas piden realimentarse permanentemente (cuando el bolsillo lo permite), pero no sustraen de la vaciedad que menta Benjamín, la agravan, no modifican la raíz del problema. El objeto ofrecido al consumo como sustitutivo de la felicidad, o como su encarnación, debe llenar la vaciedad que no se llena con objetos. El consumismo es un estilo de vida que no requiere de un Otro humano: “cada cual en lo suyo”, sostiene la “filosofía” del egoísmo. 

La dominación es una Totalidad; en la sociedad que señorea, casi ningún espacio ni relación humana le escapan. Las excepciones no forman legión; pero que las haya atentan contra su presunta omnipotencia. La práctica social que instaura, particularmente en los días de hoy, se viste de apariencias. Parcelas de la conducta humana aparecen como normativamente desreguladas de no tan antiguas rigideces. Pero si ocurre, ocurre menos por decisión del sistema que por una desesperada, elemental y angustiante rebeldía que no se soporta dentro de su propia piel. El sistema la acepta y eventualmente la castiga, o acepta y se satisface que se castigue a sí misma consumiendo drogas, imaginando vivir en una libertad sin anquilosados convencionalismos. No le importa que el sujeto se crea libre y contraventor empedernido. Lo que decide es que las “locuras”, las libertades y las transgresiones transcurran sin objetar las relaciones de explotación jerarquizadas y asimétricas, y que el consumo de lo “prohibido” transcurra sin excesivos contratiempos. 

Dominar incluye incentivar la carencia de auto control, que encuentra en la droga un extraordinario auxiliar, amén del mercado para uno de los mayores negocios que el sistema hipócritamente condena. Sobre uno de los efectos que producen los estupefacientes, vaya una muestra. Noticia aparecida en R.T., el 27 de agosto de 2018, con el sugestivo título: Zombificación Colectiva, el día 15 del mismo mes ocurrió en New Haven, Connecticut, en el New Haven Green, un parque al lado de la Universidad de Yale, que 95 personas sufrieran simultáneamente una sobredosis de marihuana sintética, también conocida como K2., y se fueran desplomando inconscientes una tras otra. La autora de la información recuerda que en New Haven hay "empresas farmacéuticas que son narcotraficantes, muchas de ellas privadas, que generan mucho dinero”, y asegura: estamos ante "una nueva ola de locura: una zombificación de la población estadounidense, cortesía de las empresas farmacéuticas". Y lo más grave: decenas de millones sienten la necesidad de zombificarse como manera de calmar ansiedades y vaciedades y angustias. 

En los naturalizados y peculiares espacios socio – culturales propios de cada una de sus etapas históricas, la dominación generó los modos plurales de humanidad que alimentaron su dinamismo reproductor y por este fueron paridos. En todos los casos, y en todos los tiempos, los aprendizajes recibieron la substancia socio – cultural – emocional del sistema interrelacional que los modela y que hace del ser modelado un instrumento modelador. La regulación emocional, que en ocasiones asume el aspecto de una salvaje y desbordada emocionalidad, sobre todo cuando propia de un colectivo humano enardecido, potencia el carácter irreflexivo de las emociones cuando no controladas por la razón reflexiva. 

En la dominación, las formas de obrar y comunicarse están mediatizadas por el condicionante dominador del que es un ejemplo el obrar verbal, valiéndose de la singular semántica propia de un vocabulario que viola y malversa significados, abusa de frases hechas y estereotipos verbales y conceptuales que por añadidura brotan del sujeto con aplastante maquinalidad. 

Dominar es encuadrar dentro de un sistema interrelacional multitudinarias prácticas comportamentales; es vigilar, sea cual fuere la “libertad” a que se entreguen, que no se aparten del papel que deben desempeñar en una organización jerárquica apodada de orden social, cuya ejemplaridad reside en mantener sujetos a los más a los designios de los menos. Dominar es cancelar al máximo en el Otro la capacidad de apartarse del sistema relacional, con independencia de lo que el Otro imagine. 

La dominación controla, persuade, advierte mediante la violencia explícita, brutal e ilimitada. Pero su arma más poderosa, por sinuosa y de inocente aspecto, es la que Bourdieu llamó de Poder Simbólico (de que se habla más adelante). Introducido, este, en la más profunda intimidad del individuo, no precisa provocar dolores en el cuerpo y por eso, aunque de acción permanente, pasa desapercibido. 

El combinado esfuerzo coaccionante, fuerza física – Poder Simbólico logra su éxito cuando obtiene la resignación desesperanzada frente a lo que no parece tener arreglo; cuando sobreviene la sumisión aquiescente, aunque se revista de una rebeldía que, ya se advirtió, no inmuta al sistema. 

La dominación controla la estructura de clases, consagración material de las asimetrías en todos los órdenes de la vida social, incluso expresada en las diferentes modelaciones humanas que opondrían a los enteramente humanos que dominan, a la decaída subhumanidad de los dominados. Para que los espíritus insumisos no encuentren ámbitos para decir su mensaje, no necesariamente se los prohibe: el sistema ejerce cotidianamente sus adormecedores sociales, que distraen, bloquean e insensibilizan, niegan entendimiento. Es vital que los intoxicados no se reconozcan cómplices inconscientes de aquello que los hace familiares de las marionetas. 

La dominación opera sobre el hoy, los ayeres y el mañana. Regula los pasados y el presente, se entromete en el futuro. Utiliza lo pasado para legitimarse construyéndolo a gusto de su paladar. La sustancia de la dominación es inoculada en los ayeres que construye, en el hoy que domina y el porvenir que imagina. Autócrata que gobierna sigiloso, la cultura del Poder anula las memorias que lo contrarían, menoscaba sus significados, denigra, oculta las subversiones de que la historia está poblada, arroja en la fosa del olvido lo que detesta: quiere pueblos ignorantes de sus luchas pasadas, disuelve en la niebla los protagonismos populares. Para héroes y mártires del pueblo hay una anónima fosa colectiva. La dominación ensalza a los suyos, moradores de un Olimpo de “grandes hombres” que habrían combatido la barbarie sub humana. 

El sistema vigila. Cada grupo diferenciado de la jerarquía social debe desempeñar un determinado papel. Las “clases peligrosas” no deberán excederse del que se les ha confiado: recibirán atenciones preferenciales. Los multiplicados pavores que padecen no son la escuela de modales bien comportados; no aconsejan la entera pasividad ni el silencio anodino. Vidas escarnecidas y sufrientes son vigiladas, tuteladas, inhibidas, anestesiadas, atemorizadas, ametralladas, bombardeadas, disuadidas de producir exabruptos más allá del gemido inane y el grito de dolor. El sistema se precave. Sabe que acechan rebeldías peligrosas en las penumbras de la miseria, en la opacidad de las frustraciones, en los soles negros de la vida. Tratará que los “condenados de la tierra” (Fanon) se resignen a su condena; intentará castrar la aparición de un pensar crítico, autónomo y altivo; erigirá obstáculos, barreras, impedimentos; inventará distracciones desviantes; planeará la ignorancia y hablará de inferioridades genéticas. Las falacias que soportan los que circulan en el suelo de la sociedad seducen a las clientelas del Poder, entusiastas receptoras de las mismas: las convence que los subalternos sociales cargan una congénita minoridad que los sitúa en un suburbio de lo humano, a pasos del muladar irrespirable. Los quiere lejos, excepto cuando los utiliza como adictos y mansos servidores. Considerables estratos medios, obsesionados por diferenciarse y tomar la mayor distancia del abajo social serán el apoyo de masas de la dominación. Se hablará de ellos. 

La dominación propone una existencia carente de audacias y osadías; un transcurrir en un tiempo de persuasiones nunca reflexionadas. La cultura del Poder impone al dominado un pensar cuyas “verdades” se enmarcan en categorías convencionales, dudosamente cognitivas, falsamente perceptuales y caprichosamente conceptuales: epistemología del error. La dominación necesita anular las voluntades autónomas, matar sus brotes, obtener su pasiva perplejidad: se satisface y respira satisfecha cuando el sujeto dominado no entiende lo que quisiera entender y se entrega a desvencijadas elucubraciones; cuando un pensar inconexo, desordenado y confuso salta de rama en rama, no se detiene en ningún gajo y se enreda en sus propias confusiones. El pensamiento del dominado que halaga a la dominación discurre por carriles subrepticiamente inoculados que conducen a un verdadero galimatías mental. Está en la esencia del sistema capacitar subjetividades para concluir en el desengaño: la mollera no debe dar para mucho más que el sentido común cotidiano. El sujeto no sospecha, no debe sospechar que sus comportamientos, sus gustos y decisiones están parcial o enteramente dictados por la lógica de un sistema entronizado como propio de su humana naturaleza. La dominación distribuye conformidad y resignación: los dominados deben acceder a una bovina mansedumbre. Los designios de la realidad continuarán inescrutables. Es función inalienable de la dominación alimentar la conformidad sin delatarse; libertades más nominales que reales son maquilladas para parecer lo que no son. Victimado el dominado por la falsa consciencia que le ha sido introyectada, su conformidad con la estructura social vigente se seguirá de respetar los modos relacionales, que equivalen a colaborar en la forja de los grilletes inmateriales que lo aherrojan. 

La cultura del sistema denigra a sus víctimas: les atribuye una innata, desvalorizada calidad humana, las exhorta a bajar la cabeza. Cada jornada de vida en sociedad debe confirmar el desprecio de criaturas cuyo rostro humano sería el antifaz que oculta su barbarie. El destino de esas gentes no puede ser otro que los abyectos basurales de la sociedad. Hacia arriba no hay lugar para ellos. Tampoco lo hay en el relato de la historia. El pueblo, esa mayoría social heterogénea y explotada, presentada como una masa unánimemente gris portadora de barbarie, recibe el peso más ominoso de la violencia dominadora, a la vez insidiosa y brutal; su micro mundo cotidiano es “una transición cenicienta entre el espasmo doméstico y el olvido” (Steiner, 1991:98). 

Dentro del escasamente consolador imaginario que el sistema instala en el dominado (no necesariamente exitoso) hay distinciones - diferenciaciones que se materializan en las prácticas relacionales. La especie que con excesivo optimismo fue llamada de sapiens, estaría integrada por un “club” minoritario de miembros superiores dotados para mandar la multitud ignara que bordea lo sub humano, cuyas ilusiones de una existencia menos azarosa revelarían su definitiva mediocridad. Los desavisados de este mundo (una de las más selectas y vastas producciones del sistema de dominación) deberán persuadirse que las maldades que los victiman son propias de su menguada humanidad, de la impotencia que los habita y los condena a una índole incapaz de cruzar airosamente por los espinosos matorrales de la vida. Los pobres serán irremediablemente pobres: para eso han nacido. La pobreza sería una suerte de condición biológica o el designio de un Poder inescrutable: el castigo de una inferioridad. De ahí se sigue que para la dominación los cuadros sociales deberían estar imbuidos de una definitiva rigidez: contrariar ese estado de cosas (o ley natural) sería tan imposible como disolver de un plumazo el sistema de castas que impera en la India, soñado y ambicionado modelo que en estas latitudes quedaría sintetizado en las siguientes palabras: quien nace pobre (o intocable en el país asiático), debe morir pobre y la prole heredar la pobreza. 

La dominación ve en las masas un rebaño de sombras tristes, en cierto modo, aunque no totalmente resignadas a la vida que no sabrían abyecta, porque no conocerían otra. El silencio de las bocas populares, la aceptación fatalista de su destino evitaría gastar pólvora y refinadas pistolas que argumentan a los cuerpos con descargas eléctricas. En habiendo reclamos, reivindicaciones, panfletos y carteles que osen demandar lo que no les corresponde, la respuesta, ya se sabe, es una sola: violencia contra los temerarios. El Poder dominador advierte a los dominados, particularmente a los más castigados, que son la resultante deplorable de una ley que reduce y limita su humanidad, los constriñe a la obediencia y a no meter la nariz en los asuntos que huyen de su entendimiento, cuya administración cabe a los que han sido dotados de una plena y completa humanidad. 

La patologización de la razón tiene un primer fundamento en las formas relacionales que caracterizan la sociedad capitalista; en las prácticas, actitudes y gestos que de ellas se desprenden, en los “saberes” que ensombrecen los cerebros. Hay una cultura implícita en las especificidades conductuales de todos los grupos sociales, que son enseñados a desarrollar modalidades de pensamiento y acción congruentes con el papel que juegan en la sociedad.
 

Para dislocar tensiones, aprehensiones, temores y sospechas, para distraer y sosegar a los cerebros y los cuerpos de los dominados, el Poder Simbólico los devasta con algo más que mentiras y ocultamientos: les propone entretenimientos estupidizantes, un gasto inútil y perverso de las horas libres. Cerebros reblandecidos en un proceso comenzado en la más temprana infancia, serán impedidos de oponerse a la menorvalía a que han sido condenados. Todo pensar que no se anonada e insiste en perforar los “misterios” que el sistema predica sobre sí mismo debe ser retornado al sentido común u obligado al silencio. Audacias intelectuales no son para las masas destinadas a la ovejuna mansedumbre. El sistema, pura heteronomía, “no aprecia” a los empeñados indagadores sobre por qué el hartazgo y la saciedad, el hambre y el desamparo. La dominación inyecta anticuerpos adormilantes: dosis macizas de resignación administrada a vidas que transcurren, con demasiada frecuencia, en un tedio alimentado por un inexorable más de lo mismo. 

Piensa Marramao (2013:9), aludiendo a palabras anticipatorias de Canetti, que se anuncia un umbral catastrófico que nos pone “cerca de la meta final, la destrucción de la tierra”. Lo corroboraría la indiferencia de los poderes mundiales del sistema frente al sistemático exterminio de manifestaciones de la vida que comprometen a la entera realidad viviente, pesadilla ya instalada en el cambio climático y en una no descartable guerra atómica. Una enceguecedora pulsión de muerte entraña los actos de los dominadores, ¿podrá explicar que para mantener su dominación y el sistema que la fundamenta, se empeñen en ignorar que incluso está en juego su propia existencia como seres vivos? ¿O los poderosos de este mundo creen que la muerte tendrá la gentileza de dispensarlos benignamente de su guadaña, gesto que no tendría para la absoluta mayoría de la humanidad? La brújula del desconcierto gira locamente. El mundo cada vez más inhóspito inspira angustias. Crecen los desajustes mentales, las depresiones, el amplio abanico de la locura. 

Las campanadas de la vida suenan cacofónicas; doblan por los que fueron vaciados de esperanza, por los desposeídos y mutilados en todas sus vísceras, por los angustiados en el grito primario. Marramao (2013:13) cree en la “regeneración humana, a través de la reapropiación de lo que está siempre presente pero que es neutralizado por el Poder: la potencia de transformación del ser humano, el cambio de forma ínsito en su naturaleza”. La plasticidad del sapiens encierra la esperanza de que fracase su reducción a la condición de robot programado, por debajo de los que ya se programan a sí mismos. 

Habitantes de una historia estremecida y vacilante, enfrentamos tempestades y cielos tenebrosos. Pero la historia alecciona: siempre hay lugar para el” juego de los posibles”, siempre hay posibles. Ellos se encarnan en los rebeldes que intentan remontar la cuesta, saltar entre el filo de las piedras sin caer en el abismo, sufrir heridas y no desfallecer. Honrar la vida. 




Referencias 

Marramao, Giacomo, Contra el Poder, F.C.E., Buenos Aires, 2013 

George, Steiner, No Castelo de Barba Azul, Companhia das Letras, Sao Paulo, 1981 



Steiner, George, 1991:98

(") Doctor en Historia y Sociedad. 18 libros publicados, algunos en Brasil y Argentina y otros sólo en Brasil. Decenas de ponencias en congresos nacionales e internacionales y centenares de artículos sobre historia y literatura. Docencia en la Argentina (UBA y Universidad del Salvador) y Brasil (Universidades de Campinas, del Estado de San Pablo y Pontificia de San Pablo). Incluido oportunamente en el programa Café, Cultura Nación de la Secretaría Nacional de Cultura.

La primera parte de este texto: http://vagosperonistas.blogspot.com/2018/09/fragmento-del-primer-capitulo-de-de-la.html

viernes, 14 de septiembre de 2018

MÉXICO VA AL CENTRO; AMÉRICA LATINA, A LAS DICTADURAS, Por Heinz Dieterich




2. Centro y Ultras

No tiene nada de malo un programa de centro para México, ni para América Latina, por
tres razones:

1. En la actualidad no existe ningún proyecto de izquierda serio en la Patria Grande, es
decir, ningún proyecto de transformación sistémica. Y a nivel mundial solo se halla en
status nascendi (forma incipiente) en China, en los designios de Xi Jinping;

2. Tampoco hay un sujeto social o político de importancia en el continente americano, que
podría desarrollar o implementar un proyecto de este tipo. Por eso, exigir un gobierno de
izquierda de “obreros y campesinos”, es simplemente un meme anacrónico de la sociedad
industrial; una utopía extemporánea, cuyo intento de implantación terminaría en la
distopia.

3. El concepto “centro” es la base epistemológica de nuestro Ser: es el GPS que determina
la praxis de sobrevivencia. Mal “calibrado”, ese software y soft power (sistema operativo)
lleva los actores a la destrucción ontológica (real). Pese a la importancia y utilidad
práctica del concepto, su uso molesta a los populistas de la ultraizquierda y la
ultraderecha. ¿Por qué?

3. El asalto de la Ultraderecha

La ira de la ultraderecha frente al triunfo del centro se deriva de su extremismo y
dogmatismo ideológico que rechaza cualquier compromiso real sobre la conducción de la
sociedad. Su visión del mundo es binaria y, al igual que los fundamentalistas religiosos,
sufre de una psicosis colectiva, que le obliga a exorcizar toda verdad incompatible con sus
delusiones. En la ecuación que determina su praxis extremista, el “centro” es una herejía
intolerable del sendero del Santo Grial que tiene que ser extirpado.

4. El asalto de la Ultraizquierda

En la ultraizquierda, el ataque al Centro se deriva de una combinación de arrogancia
intelectual y de auto-asumirse de manera desmesurada como el auténtico representante
“del pueblo”, de “los trabajadores”, de “los pueblos indígenas”, de “los campesinos”, etcétera.
Más poderoso aún que este mind set (pensamiento) narcisista son sus intereses
utilitaristas, es decir: defender sus franquicias de poder, como columnas periodísticas,
espacios televisivos, corporativismos sindicales, cofradías académicas oligopólicas,
nomenclaturas partidistas y movimientos sociales bajo control de gurús y caciques. A este
conglomerado variopinto se agrega todo un cohorte oportunista de poetas, 􀃗lósofos y
expertos al vapor, que demandan ser protagonistas de la transición.

5. El mantra vanguardista

El asalto oportunista al Transitor es peligroso, porque cuando es exitoso, la
ultraizquierda, los señoritos académicos (ver Ecuador) y los tecnócratas llenan los cargos
de conducción con arribistas, vividores y dogmáticos, que se constituyen en un nuevo
sector de la clase política. Si el líder desaparece y las condiciones lo permiten, se
transforman en usurpadores del poder. La camarilla socialdemócrata delincuencial de
Maduro, que ha destruido a Venezuela, pero también los “contras” de Gorbachev son
ejemplos de esta dinámica. El mantra de este cohorte de desviación, cuyo acceso a medios
masivos de indoctrinación es inteligentemente facilitado y 􀃗nanciado por las fuerzas
corporativas de la reacción, es el meme propagandístico, que ellos son la verdadera
vanguardia nacional (avantgarde) y que el Centro es una posición inferior. Se trata de un
raciocinio especioso y una metafísica narcisista tonta, dado que el centro de un proceso
social, al igual que su vanguardia, son situacionales. Las dos posiciones sistémicas pueden,
por lo tanto, convertirse dialécticamente en su contrario, dependiendo de las condiciones
objetivas.

6. El Centro como Vanguardia

La realidad cósmica, incluyendo a la social, está constituida por una unión dinámica de
opuestos. Debido al incesante movimiento de la materia –movimiento igual a cambio– la
correlación de fuerzas entre los opuestos sufre variaciones, lo que genera las transiciones
sistémicas. Esto signi􀃗ca que las tres posiciones esenciales que caracterizan
políticamente a toda comunidad e institución humana –vanguardia, centro y retaguardia–
son dinámicas y situacionales. A diferencia, por ejemplo, del status estático de las
coordenadas geográ􀃗cas de la cartografía. Un ejemplo bélico lo ilustra. En la guerra, la
ofensiva es la “reina” de las operaciones. Sin embargo, cuando un contingente militar se
queda encerrada en un “caldero”, la medida adecuada de vanguardia es la retirada, para
impedir su destrucción. Combinando este razonamiento dialéctico con el aforismo de
Bismarck, de que la política es el arte de lo posible, y con el axioma de la ética, de que un
proyecto social sólo es ético, cuando es viable (realista), entonces queda evidente, que en
muchos contextos políticos latinoamericanos actuales una posición de centro es
equivalente a una posición de vanguardia. La vanguardia es una función dependiente de
las condiciones objetivas en que actúa el Transitor, no la presunción de élites y caciques
dominantes o la reliquia de una narrativa.

7. Preservar el Centro

Cuando un proyecto nacional de centro logra convertirse en gobernanza, necesita cumplir
con dos tareas primordiales: atender las necesidades de la gente lo mejor posible, dentro
de las limitaciones que imponen las condiciones objetivas; asimismo, preparar la
hegemonía y conservación del poder, más allá del primer mandato.
Repetir el ejercicio de gobierno exige satisfacer tres imperativos. 

1. Tener un líder capaz
de asumir la continuidad del proyecto. La catástrofe de los gobiernos socialdemócratas en
Brasil, Argentina, Venezuela, Ecuador y Nicaragua, radica en gran medida en el
nombramiento de políticos que no estaban a la altura de la tarea: Dilma Rousseff, Cristina
Kirchner, Nicolás Maduro, Lenin Moreno y Rosario Murillo.

2. Mantener al Partido vivo
como un vaso comunicante entre el pueblo y el gobierno-partido, en términos de 􀃘ujo
bidireccional de información, poder, participación, justicia y anticorrupción. El Partido
Comunista de China bajo Xi Jinping es un modelo exitoso al respecto. 

3. La formación de
cuadros jóvenes en Escuelas de Formación en lo Político
Ningún partido político
occidental, llámense Partido Socialista, Partido de los Trabajadores, Partido del Trabajo o
Partido Comunista, tiene escuelas respectivas que merezcan el nombre. Donde existen,
son aulas de indoctrinación del liberalismo burgués o cajas de resonancia de una ortodoxia
dogmática fuera de tiempo. Y tampoco tienen idea de cómo formarlos, porque –a
diferencia de Marx, Engels, Lenin y Mao– están a años de luz de la ciencia de vanguardia,
que inevitablemente tiene que ser el fundamento de la enseñanza en lo político y en la
cultura.

8. La encrucijada latinoamericana

Colapsada la época de la socialdemocracia criolla, los pueblos de la Patria Grande se
encuentran una vez más entre el neofascismo monroeista del Norte y las proliferantes
dictaduras del Estado de Seguridad Nacional del Sur. Pueden “escoger” entre los ineptos
delincuentes neoliberales como Macri, Temer, Moreno et al, y los ineptos delincuentes
socialdemócratas como Maduro. Unos que otros han destruido las economías nacionales,
la democracia formal burguesa y el contrato social de la nación. En consecuencia, la espiral
hacia las dictaduras militares avanza. En el caso de la socialdemocracia, todo el desastre
se ha desarrollado con la complicidad de los gobiernos “progresistas” que se han callado la
boca ante los crímenes y mentiras de Maduro. Sustituyeron la solidaridad revolucionaria
internacional por la cultura de la ma􀃗a y la omertá (ley del silencio). Incluso hoy, cuando
Maduro pretende ejecutar su mayor crimen, tratando de provocar desesperadamente una
guerra con el peón terrorista criollo de la OTAN, Colombia –usando el pueblo como carne
de cañón– o la intervención militar del Monroeismo, para salvar su pellejo, se callan esos
gobiernos, líderes y partidos “antiinmperialistas”, socialistas y comunistas de América
Latina. ¿Como quieren así, que “la Izquierda” tenga algún papel progresista que jugar en la
Patria Grande?

9. Son líderes

Se entienden como líderes. Y, sí lo son. Pero líderes de la retaguardia histórica. Sólo les
importan las relaciones con los Estados. Los pueblos que sufren la represión y el hambre,
no les interesan, ¡Una auténtica vergüenza histórica, esa “Izquierda” criolla!


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martes, 11 de septiembre de 2018

COMO GANAR EL GOBIERNO EN DEMOCRACIA, Por Hugo Chumbita (") para Vagos y Vagas Peronistas

En honor al significado profundo de la idea de democracia como gobierno del demos, creo que es un exceso de lenguaje denominar así a nuestro sistema político. Lo más cercano a democracia, en el sentido de un gobierno elegido por la mayoría de la sociedad y comprometido a servir sus intereses, fue la experiencia del primer peronismo, que, con todos sus defectos y limitaciones, realizó una década de producción y distribución equitativa de los bienes (y los males) del país. Aunque la democracia deseable tendría que ser mejor −y no nos conforman las dudosas versiones o remedos que exhibe el mundo contemporáneo−, incurriremos aquí, sin embargo, en el uso habitual de esta etiqueta, aplicada al modelo del Estado constitucional basado en elecciones. 

Digamos, entonces, que el sistema democrático actual consiste en designar a los gobernantes mediante una votación que debería reflejar la voluntad popular. El procedimiento puede ser obligatorio o voluntario, directo o indirecto, de única o doble vuelta, con variantes en cuanto a la habilitación de los candidatos y los votantes. En la historia de nuestro país la institución tuvo numerosas reformas, que establecieron la concurrencia obligatoria y fueron ampliando el universo de electores y la representación de las minorías, se implantó la elección directa del presidente y finalmente el ballotage, que tiene diversas virtualidades: así como los franceses lo utilizaron para impedir el triunfo de los comunistas, Lanusse lo introdujo creyendo cerrar el paso al peronismo, y lo recreó después el pacto Menem-Alfonsín, rebajándolo con una astuta variable matemática. Los efectos de la doble vuelta han sido caprichosos: en 2003 sirvió para evitar que ganara Menem, y en 2015 permitió que la minoría de Macri se convirtiera en una estrecha mayoría. 

Por encima de las discutibles alternativas del procedimiento –asunto no menor, pero que ahora pasaremos por alto−, el problema principal es cómo las elecciones expresan la “voluntad general” de la ciudadanía. A la función que antes cumplían la prensa escrita y los actos públicos partidarios, se suma hoy el influjo de la televisión, la radio y las “redes sociales”. ¿Cuál es el alcance de los mensajes de campaña electoral? En principio, se trata de una competencia entre ideas y programas que propugnan los partidos políticos. Pero los partidos doctrinarios se han ido desdibujando, su influencia en la opinión pública se ha debilitado, y no hace falta leer a Durán Barba para advertir que hay un segmento de la sociedad menos politizado y fluctuante que puede ser decisivo en el resultado de las urnas. 

En efecto, a la par de sectores con identidad partidaria o con sentimientos o convicciones políticas firmes, que polarizan corrientes bien definidas, existe una capa de indiferentes o indecisos disponible para ser captada por alguna de las opciones en disputa. Son los que ignoran, no entienden o no les interesan las propuestas ideológicas generales, que desconfían del Estado y los políticos, atendiendo más bien a lo que creen sus propias conveniencias inmediatas o a simples creencias o prejuicios. En gran medida son aquellos que, en la pugna entre el peronismo y los “contreras”, Perón llamaba “bostas de paloma” (sin olor ni color), y que un sistema de sufragio voluntario tendería a excluir, pero que de ningún modo pueden ser subestimados. Asimismo, ante las propuestas de cambios drásticos en uno u otro sentido, este segmento de la sociedad suele preferir la moderación, y para conquistar sus votos, según el “teorema de Baglini”, a menudo los candidatos atemperan sus posiciones al acercarse al poder. 

En la Europa contemporánea, la lucha de clases y los dilemas políticos enfrentaban a las clásicas derechas e izquierdas, pero en nuestra periferia las cuestiones se proyectaron de manera diferente. En Argentina y otros países sudamericanos, la confrontación principal se ha planteado de manera recurrente entre un liberalismo autoritario de elites inclinadas a integrarse al capitalismo internacional (hoy tributarias del neoliberalismo global) y los movimientos nacionales de base popular que resisten la explotación y la dependencia neocolonial. Durante mucho tiempo, el carácter minoritario de los proyectos oligárquicos llevaba a sus mentores a recurrir a la fuerza militar y al fraude, e incluso a los extremos terroristas de las dictaduras; pero las mejoras en la distribución de la renta, logradas sobre todo por los gobiernos populares, fueron ensanchando paradójicamente las capas intermedias proclives a aceptar el modelo neoliberal, y la marginalidad de una masa creciente de población –resultante de las etapas de desarrollo capitalista excluyente− ha ido mellando las posibilidades de unir a la mayoría social. 

Esta evolución de la sociedad, y la ingerencia de intereses y agencias que globalizan/extranjerizan la producción, el comercio, las finanzas y los medios de comunicación, empleando los recursos tecnológicos más modernos, configuran una situación donde gran parte de los ciudadanos pueden ser inducidos a apoyar los candidatos del proyecto neoliberal, y éste puede ser instaurado así por gobiernos electos “democráticamente”. 

Es el caso del Pro, cuya campaña preelectoral desplegó una propaganda que combinaba el discurso antipolítico, la jerga de autoayuda y el estilo de los pastores protestantes con un cuidadoso estudio del espectro de votantes, a fin de vender el producto Cambiemos, frente a la ambigüedad de la candidatura scioli-kirchnerista. La esperanza de un gobierno empresarial que respetara las conquistas sociales y asumiera el prospecto industrial, lo cual hubiera podido quizás estabilizar la sociedad política, se desvaneció. El estrepitoso fracaso de la actual gestión se debe a la naturaleza del programa económico del Pro, impuesto por los poderes del mercado mundial que −como en ensayos anteriores, desde el Proceso hasta la Alianza− recae en el ya inviable modelo primario-exportador, con la recesión-desindustrialización- endeudamiento que termina hundiendo al país en la ciénaga financiera. 

¿Cómo recuperar el gobierno para un programa alternativo popular y nacional? El camino es avanzar hacia la democracia por medios democráticos, y sin despreciar otras formas de movilización, hay que ganar elecciones. Considerando las cifras de votaciones y encuestas, podemos conjeturar que en el futuro cercano casi un tercio del electorado podría volver a comprar la oferta neoliberal, con una candidatura macrista u otra que represente algo parecido; y el conjunto social que acompañó por convicción al kirchnerismo mide una proporción semejante. Néstor Kirchner, siguiendo el ejemplo de la convocatoria que en otros tiempos hicieron Yrigoyen y Perón, practicó una estrategia transversal de acuerdos que consiguió abarcar el mayor caudal posible del pueblo. ¿Cómo reeditar esa experiencia? 

El desafío que viene es presentar una fórmula nítidamente renovadora, sin rehuir el debate autocrítico, y convencer a una porción sustancial de los sectores menos politizados que la salida de la crisis es recuperar el rumbo nacional y popular, cuyo eje dinamizador sigue siendo el peronismo y sus aliados. No el confuso “panperonismo” con los dirigentes que se prestaron a la “gobernabilidad” neoliberal, sino con quienes se mantuvieron leales a una memoria consciente de las realizaciones históricas del movimiento, y con las franjas de radicales e izquierdas de sensibilidad nacional. Con el núcleo del sindicalismo urbano y rural decidido a enfrentar la pérdida de derechos de los trabajadores. Con los movimientos sociales de todo tipo que deberían integrarse en la articulación frentista. Con la militancia juvenil y las redes alternativas de comunicación. Sin rendirse a los consejos banales, el cinismo mediático y el marketing oportunista del manual de Duran Barba, pero con una apreciación realista del nuevo escenario, en el cual no hay batallas ganadas sino por ganar. 

(") Historiador, abogado y docente.