lunes, 27 de julio de 2015

CONSIDERACIONES SOBRE LA HEGEMONÍA -PARTE II-, POR JORGE LUIS CERLETTI

JORGE LUIS CERLETTI



El 9 de junio Página 12 sacó otro artículo de Jorge Alemán, “Capitalismo y hegemonía: Una distinción clave” y el 14 de junio el mismo diario publicó “El kirchnerismo es una fuente de inspiración”, entrevista a Chantal Mouffe que aborda una temática similar.

Aquí tomo ambas publicaciones como disparadoras de las ideas expuestas en este trabajo que continúan con las reflexiones iniciadas en “Consideraciones a propósito de la hegemonía” que escribí hacia mediados de mayo.



1) Sobre el artículo de Aleman del 9 de junio.



La caracterización que hace del Capitalismo en su sección inicial resulta clara aunque sobre las tres conclusiones que expone aparecen algunas aseveraciones opinables. Comparto su 1er, conclusión en la que afirma que el capitalismo no colapsará como producto de sus contradicciones internas (vieja tesis mecanicista), sino de la acción de los pueblos… (generalizo). Relativo a la 2ª, estoy en desacuerdo cuando le atribuye al capitalismo “un movimiento circular que vuelve siempre al mismo lugar” (ver después mi enfoque) y concuerdo con lo que luego dice de su naturaleza expansiva y sobre sus efectos característicos. En la 3ª insiste con el movimiento circular del capitalismo pero me parece acertado cuando señala sus ilimitadas proyecciones y la carencia de límites que hacen impensable, según esa lógica, un exterior a la realidad capitalista.
JORGE ALEMÁN


Ahora bien, antes del final de la sección plantea una paradoja y un problema de fondo que se vinculan al tema de la hegemonía que aborda después. Referente a ello, transcribo el párrafo que me genera ciertas dudas o discrepancias: “…estamos frente a una paradoja que se nos presenta como una elección forzada y problemática…Por un lado el capitalismo es una realidad histórica, y por lo tanto no es eterno, no es el final ni el último escalón de la realidad al cual la historia de la humanidad nos condujo, por otro, hay serias dificultades para concebir su salida, para nombrar históricamente su exterior y para adjudicarle a la historia un `progreso´ que nos llevaría a un nuevo mundo.” Nombrar un exterior al capitalismo remite a una ausencia cuya encarnación supondría una ruptura con aquél. Luego, “concebir la salida” del capitalismo cobra sentido si implica un protagonismo político capaz de engendrar ese “exterior” inexistente hoy, o sea, apuntaría a un proceso de creación de un nuevo orden social. Además, lo de “adjudicarle a la historia un `progreso´…” se presta a confusión porque, referido al futuro, recién cobraría entidad después de la emergencia de los hechos, sino la historia devendría sujeto y no la escritura de los hechos y procesos. Los cuales, obviamente, dan lugar a interpretaciones que a la vez forman parte de las luchas políticas que son las que, en realidad, “hacen historia.”

A continuación y antes de entrar en la problemática de la hegemonía, establece un par de afirmaciones de rico contenido para abordar este período doblemente crítico que exhibe el afianzamiento del capitalismo asociado al derrumbe del socialismo. Veamos: “…hay que admitir que estamos frente a una dominación que se ha `naturalizado´ de tal modo que su poder mayor es presentarse como invisible y consustancial al propio sujeto. De allí, el grave problema que surge cuando se trata de buscar políticas radicales que permitan al menos pensar en una posible Emancipación que, a diferencia de las llamadas `revoluciones socialistas´, no está avalada por ningún programa ni científico ni objetivo.” Pienso que ambas afirmaciones son importantes referidas a este período complejo con más interrogantes que respuestas. Contienen una justa y doble crítica: a la naturalización cultural política que construye el poder dominante y a la ilusión de un socialismo emergente de leyes científicas. Y ahora enfoco la hegemonía donde aparecen algunos enunciados que expresan una visión diferente a la mía.

2) Hegemonía II.



Dice Alemán: …(el) el problema de la Hegemonía en su constitución lógica, es decir cuando no la confundimos con una mera voluntad de poder o de acumulación sin más de participantes, en definitiva, cuando la separamos de toda connotación instrumental, se nos impone una distinción decisiva. El poder del capital no es hegemónico. Somos concientes de que esta propuesta paradójica se aparta de la teorización clásica de la Hegemonía.” No estoy de acuerdo con su “teorización” porque las explicaciones posteriores no resultan convincentes.

Aclaremos de entrada que el capital supone una relación social entre sus poseedores y el resto de la sociedad, en especial los trabajadores que son sus nutrientes indispensables. Y por más recursos “filosóficos” que se aduzcan, en la actualidad el capitalismo se ha consolidado urbi et orbi. Ergo, el poder del capital es el basamento de su hegemonía y esto no admite mayores objeciones. En cualquier orden social, ni qué decir en el capitalismo, se da la lucha entre los distintos sectores y agentes por imponer su política sobre el conjunto de la sociedad. Ése es el terreno en el que se disputa la hegemonía con toda su dinámica que remite e implica a los diversos actores y momentos, a sus liderazgos y alianzas, a sus pugnas que incluyen los distintos niveles que entraman la vida social. Y dentro de dichos niveles, en el sistema capitalista se destacan las relaciones económicas que, sin ser excluyentes, son de gravitación decisiva.

No es casual que en la esfera mundial se imponga la hegemonía de las Grandes Corporaciones que directa o indirectamente controlan la política de la mayoría de las naciones, comenzando por las principales potencias. Lo cual no significa que desaparezcan las luchas y enfrentamientos, todo lo contrario, cuanto mayor es el peso de la dominación aumentan los conflictos y las resistencias aunque, si éstas son aplastadas, se genere la hibernación de las mismas. Mas, las resistencias no se extinguen y no bien aparecen brechas y/o crisis resurgen con menor o mayor fuerza. Por ejemplo, en este siglo se dieron en Latinoamérica grandes movilizaciones y emergieron varios gobiernos populares que crearon fisuras políticas al reinado del gran capital, dominador absoluto en los noventa. Esto, en lo coyuntural, muestra que las luchas pueden alterar la hegemonía omnímoda del gran capital. Sin embargo, es clave comprender que dichos gobiernos, aún los más radicalizados, no rompieron con el orden sistémico del capitalismo. Por tanto, se mantiene la hegemonía económica de los grupos concentrados que intenta ser contrarrestado con el control relativo de algunos resortes del Estado. Tal contradicción instala la incertidumbre en torno a las perspectivas de aquellos gobiernos que también es extensiva a la oposición que surge en Europa al calor de los nuevos movimientos y partidos. Un penoso antecedente de tal problemática fue la rendición de Syriza ante los poderes hegemónicos europeos, caso al que retornaré luego.

Respecto de la “homogeneización imperante en el orden del Capital” que da por sentada Alemán, es discutible y merece aclaraciones. Resulta admisible a nivel sistémico (1) al considerar la estructura dominante de cualquier Orden social. En cambio, si se incursiona en lo situacional donde las luchas sectoriales en pos de la hegemonía cobran cuerpo, las contradicciones y las diferencias alcanzan relevancia. El poder que logran acumular los sectores dominantes y la debilidad de quienes se le oponen es directamente proporcional a la fortaleza de la hegemonía que ejercen aquéllos. Para lo cual influye el grado de “homogenización” (o de acuerdos) de los intereses hegemónicos que son inversamente proporcionales a sus contradicciones y conflictos. De esto último sobran los ejemplos históricos. Basta con recordar las duras disputas entre la oligarquía tradicional y las burguesías ascendentes en nuestro país en las últimas décadas del s.XIX y la primer mitad del s.XX.

Luego, apelar a la diversidad de las demandas en la sociedad como irreductibles y demostrativas de lo paradójico frente a la mentada “homogenización imperante en el orden del capital”, es una asociación improcedente. Por cierto que la homogeneidad no se adecua a la hegemonía pues lo fundamental en ésta remite a lo situacional con sus múltiples conflictos y variados enfrentamientos. Mientras que la “homogenización” del capital prevalece en lo sistémico aunque existan pujas hegemónicas entre el capital financiero y el industrial (problemática vigente en la actualidad). Son dos niveles distintos e interrelacionados que no ameritan “paradojas” ni forzamientos.

Lo que parafraseo a renglón seguido creo que incurre en esto último: “…aunque hablemos coloquialmente de `Hegemonía neoliberal´, `Hegemonía de la derecha´,etc., en un sentido estricto es necesario diferenciar el funcionamiento homogéneo, constante, circular y sin vacío del Capital, (2) de la Hegemonía que nace siempre agujereada, fallida e inestable, y que nunca podrá ser circular como el Capital.” Las características que subrayé y que atribuye al Capital, no se avienen a su realidad ni a su funcionamiento que dista de aquellos atributos. Por ejemplo, los cambios entre el modelo de acumulación fordista y el que se instala en los 70/80, no exhiben constancia ni circularidad sino que son producto del agotamiento del modelo anterior. Asimismo, ensayando una interpretación inversa a la de Alemán, asimilaría el “vacío” que él descarta para el Capital y se lo adjudicaría al estrangulamiento de la tasa de la ganancia cuando tiende a cero (retrocedería a la “prehistórica” reproducción simple). Sin extremar, éste sería un ejemplo de sus contradicciones a nivel sistémico. La Revolución industrial y la Revolución tecnológica, son etapas no homogéneas que podrían considerarse discontinuidades del Sistema motorizadas por su legalidad interna (lo ciertamente homogéneo). Y no hay que confundir lo cíclico con lo circular. Lo cíclico en la acumulación del capital genera un proceso espiralado y no circular. De este tipo de equívocos procede la errónea afirmación que originó mi precedente crítica en torno a que “El poder del Capital no es hegemónico.”

Una última y escueta observación sobre este artículo. Dice: “No hay ninguna singularidad del sujeto que no proceda del Común de la Lengua y de esa diferencia absoluta, es que puede surgir la igualdad.” Pienso que es una afirmación insustancial pues el “Común de la Lengua” es una generalidad absoluta que deja en la indefinición tanto a la singularidad del sujeto como a la Igualdad.



3) Acerca de la entrevista a Chantal Mouffe: Capitalismo y hegemonía.
CHANTAL MOUFFE

Chantal Mouffe se ha destacado por trabajar sobre hegemonía y populismo (también en dúo con Ernesto Laclau). Esta entrevista que el 14 de junio publicó Página 12, es una suerte de divulgación de sus ideas aplicadas a la valoración de partidos y movimientos políticos actuales. Del diálogo periodístico se desprende su concepción acerca del Capitalismo, el populismo y la democracia, enhebradas por la cuestión de la hegemonía que es el tema que motiva mi artículo. En este punto me interesa destacar su mirada en torno al Capitalismo, base fundamental e indisociable de las demás cuestiones. En ese aspecto lo que expresa Ch.Mouffe me parece superficial y poco feliz en la valoración del capitalismo si se lo compara con los planteos de Alemán.

Considero ahora la Introducción de su libro “Agonística” (FCE, 2014) (3) pues resulta clara respecto de su postura. Empezaré por extraer de allí algunos conceptos para luego asociarlos con pasajes de la entrevista vinculados a su aplicación concreta. Veamos:

Al inicio da un par de definiciones que permiten encuadrar su enfoque: “Con `lo político´ me refiero a la dimensión ontológica del antagonismo, y con `la política´ me refiero al conjunto de prácticas e instituciones cuyo objetivo es organizar la coexistencia humana.” (p.16) Vale decir que “lo político” remite al antagonismo como una esencia del ser humano y la sociedad, mientras que “la política” posibilita “organizar la coexistencia humana”. En una palabra, ésta es la encargada de controlar lo “inerradicable” del antagonismo, de fijarle límites aptos para la convivencia de la institucionalidad democrática. Así lo define luego: “…una tarea clave de la política democrática es proporcionar las instituciones que permitan que los conflictos adopten una forma `agonista´ donde los oponentes no sean enemigos sino adversarios entre los cuales exista un consenso conflictual.” (pág.16) Traducido: conflictos sí, pero enemigos no, adversarios “agonísticos”. Desde ese planteo, la confluencia de las demandas populares pueden configurar una hegemonía favorable al pueblo, en el que la democracia se radicalice y se construyan “instituciones más democráticas y más igualitarias”. Esto vale en el plano coyuntural en el que la gestión de gobierno puede alcanzar logros en ese sentido. Mas, el problema fundamental subsiste y es el carácter del Estado Capitalista inmerso en relaciones mundiales de ese signo que limita y constriñe los eventuales logros coyunturales. Y aquí aparecen contradicciones significativas. Mientras la democracia realmente existente presenta resquicios para actuar lo apuntado, ampara la existencia del poder económico dominante que condiciona a los gobiernos y moldea a la mayoría de ellos. Asimismo, en países como el nuestro en los que las dictaduras genocidas hicieron verdaderos estragos, la “democracia” resulta un indudable resguardo de la violencia reaccionaria. Empero, dicho resguardo legitima a los dueños del poder real que siguen realizando sus negocios y operando abierta o encubiertamente en todos los niveles. De ese modo los verdaderos enemigos del pueblo se disfrazan de demócratas mientras hacen uso de su poder de compra y de su solvencia mediática.

Más adelante surgen otros sesgos de su postura, afirma: “El enfoque revolucionario tradicional, que ya ha sido prácticamente abandonado,…” y lo descalifica sin señalar las causas ni las contradicciones que portaba semejante proceso histórico. Tampoco evalúa los alcances actuales del capitalismo que coronó su hegemonía mundial. Y luego de criticar a los que rechazan la democracia representativa, fija su postura: “…aceptar la negatividad radical implica no sólo reconocer que el pueblo es múltiple, sino también que está dividido. Dicha división no puede ser superada; sólo puede ser institucionalizada de diferentes maneras, algunas más igualitarias que otras. De acuerdo con este enfoque, la política radical consiste en una diversidad de acciones en una multiplicidad de ámbitos institucionales, con el fin de construir una hegemonía diferente. Se trata de (…) un proceso de radicalización de la democracia: la construcción de instituciones más democráticas y más igualitarias.” (pág.17)

Esta propuesta sigue exhibiendo un déficit en su argumentación que deriva de subestimar la naturaleza real del capitalismo dominante. Éste se impuso en virtud de un victorioso antagonismo que explotó contradicciones, limitaciones y distorsiones internas del Campo Comunista. Antagonismo reflejado en la Guerra Fría, fenómeno que mostró la potencia económica del capitalismo y su agresividad que produjo guerras localizadas e intervenciones de distinto rango para liquidar diversos procesos de liberación nacional. En consecuencia, esos enfrentamientos remitían a un sostenido antagonismo donde sus agentes no eran “adversarios” sino auténticos enemigos.

Ahora bien, cabe diferenciar el carácter de las contradicciones. Si surgen de la oposición al sistema capitalista o si devienen de mitigar sus peores efectos arrancando concesiones al poder del capital concentrado. Esto supone un gran abanico de luchas sectoriales y de opciones políticas. Cuanto más radicalizadas sean estas últimas, más virulentos serán los enfrentamientos y el nivel de violencia, manifiesta o solapada. Según las formas que revistan y de los distintos momentos y circunstancias políticas que atraviesen, variarán los niveles de enfrentamiento.

Es dentro de ese amplio espectro donde se libran diferentes luchas por la hegemonía. El posicionamiento ante el poder dominante indica la ubicación política de los diversos protagonistas. Cuando se intenta oponerse a su imperio excluyente, la disputa por la hegemonía tiende a crearle una fisura política al poder del gran capital interno-externo que, sin embargo, conserva su hegemonía estructural. Un ejemplo de esta contradicción irresuelta la tenemos con la emergencia del kirchnerismo en nuestro país. Y aquí se instalan interrogantes acerca de su futuro: si mantendrá su hegemonía, si profundizará sus conquistas, si se aggiornará o terminará siendo eclipsado. Incógnitas que también se pueden aplicar a los países sudamericanos afines que intentan coordinar sus políticas para controlar al gran capital y poner dique a las ambiciones de EE.UU, de las grandes Corporaciones y a la agresividad del capital financiero.

Avancemos un poco más. Cuando dice “Se trata de (…) un proceso de radicalización de la democracia: la construcción de instituciones más democráticas e igualitarias”, implica una lucha en la que, abierta o encubiertamente, están en juego contradicciones antagónicas. Las reivindicaciones del campo del pueblo chocan con los designios del enemigo que vive de la explotación y la dominación las que defiende a rajatablas. Otorgarle el status de adversario a semejante enemigo, sería como confiarle una escribanía a un connotado estafador…

A propósito, hoy tenemos un ejemplo cabal con el desangramiento de Grecia y su lamentable desenlace. Transcribo a continuación pasajes de la entrevista a Ch. Mouffe:

“…tanto Podemos como Syrisa son movimientos que no rechazan la democracia representativa y buscan inscribirse en la lucha democrática tradicional. Quieren transformar las relaciones del poder de forma fundamental, es decir, se trata de una lucha hegemónica. Podemos y Syrisa luchan contra la hegemonía del neoliberalismo por medio de la lucha democrática. Es una estrategia de radicalización de la democracia, lo que yo llamo un populismo de izquierda.”

En primer lugar, las luchas hegemónicas abarcan un arco político muy vasto en el cual se inscribe“... transformar las relaciones del poder de forma fundamental,” Ese planteo de enfrentar al poder hegemónico supone también oponerse al capitalismo. Por lo tanto, el impulsar transformaciones fundamentales entra en contradicción con la lucha democrática tradicional. Al respecto, tomemos el caso de Syrisa que puso como ejemplo Chantal.

La víspera del 14 de julio (¡aniversario de la Revolución Francesa!) tomó estado público la capitulación de Tsipras y buena parte de su partido, Syrisa. Poco antes, el 5 de julio, se realizó el referendum, carta que había jugado para definir si se aceptaba el feroz “ajuste” impulsado por la troica europea (con Alemania a la cabeza). Se dirimía el Sí a dicho ajuste o la oposición al mismo asumiendo la soberanía de Grecia en nombre de los sectores populares oprimidos y exprimidos. En el discurso de convocatoria al referendum nacional, declaró: “El objetivo por el que estábamos negociando con nuestros socios (sic!) era poner fin a la austeridad, y permitir así que la prosperidad y la justicia social regresaran a nuestro país.” (…) “Han demandado que el gobierno griego acepte una propuesta que suma una nueva carga insostenible sobre el pueblo griego y que socava la recuperación de la sociedad y la economía griegas. Una propuesta que no sólo perpetúa el estado de incertidumbre, sino que acentúa aún más las desigualdades sociales.” (Página 12 del 29/6/15).

Después ganó el No con el 61 % de los votos, o sea, se impuso la “demanda popular” que resultó “hegemónica” en la sociedad frente a los dictados del poder súper concentrado europeo. O sea, en esa elección nacional “triunfó la Democracia” sobre los designios de los grupos de poder que controlan y administran Europa. Menos de diez días después, se produjo la capitulación de Tsipras defraudando a su pueblo y desnudando a su fallida “Democracia”. Se rindió ante los amos que le exigieron la profundización del ajuste que recrudeció aún más después de su amago de rebeldía. “Crimen y castigo”.
ALEXIS TSIPRAS Y LA TRAICIÓN

Esta triste experiencia no descalifica a las luchas por la hegemonía que se libran dentro del marco de la democracia. Pero sí las sitúa en función del carácter de las disputas, la naturaleza de los protagonistas y su fidelidad con lo sistémico. En ese sentido la “tragedia” griega demuestra el poder mundial de las Corporaciones y los países dominantes y transparenta la hegemonía del gran capital. También ilustra las limitaciones y contrabandos que porta la representación constitutiva de las democracias realmente existentes, salvo en ciertos momentos y honrosas excepciones. Y aquí retorna con fuerza la diferenciación entre lo sistémico y lo situacional.

Esto también tiene que ver con lo que Chantal llama “populismo de izquierda” y pone de ejemplos a Podemos, Syriza, el kirchnerismo y otras experiencias latinoamericanas. Dice: “Sin Podemos el movimiento de los indignados hubiese desaparecido. Y aquí volvemos al kirchnerismo y a otros movimientos de América del Sur: demostraron que el Estado puede contribuir, que no es un enemigo, que el Estado puede servir mucho a la radicalización de la democracia. Estas experiencias latinoamericanas son muy ricas porque trazan otro camino en cuanto al papel del Estado y las posibilidades de transformación. Estas experiencias indican que no hace falta hacer una revolución, ni poner en tela de juicio el modelo democrático. Se puede perfectamente radicalizar la democracia.” (…) “Se trata de una lucha inmanente dentro de las instituciones para transformarlas y recalibrar la relación entre democracia y liberalismo.”

En esa exposición vuelve a notarse la mixtura entre Estado y Gobierno, confusión que aflora con frecuencia y que, de rebote, se transfiere a la cuestión de la hegemonía.

Para no confundir Estado con Gobierno alcanza con apelar a nuestra historia cercana. El primer gobierno de Perón hasta el segundo, truncado por el golpe militar de la autodenominada “Revolución Libertadora” (en verdad, fusiladora y reaccionaria), produjo cambios importantes en algunas instituciones del Estado favorables a la causa popular. Después, el gobierno de facto de la dictadura, volvió a imponer los intereses dominantes de la oligarquía y la gran burguesía políticamente desplazados por el peronismo. En cambio, el Estado como máxima institución estructural de la sociedad, se fue construyendo a lo largo del tiempo y fundamentalmente, de acuerdo al desarrollo del capitalismo y a los intereses de los sectores dominantes. Esto no excluye las contradicciones y conflictos reflejados por distintos gobiernos, expresión cambiante de las luchas por la hegemonía (nivel situacional). Los interregnos de corte popular que favorecieron intereses mayoritarios, estuvieron en pugna y fueron erosionados por las cúpulas que respondían al orden existente, interno y externo. Y ése es el desafío que hoy enfrenta el kirchnerismo quien, a lo largo de doce años, construyó su hegemonía política pero sin dañar sensiblemente el poder hegemónico del gran capital. Cabe preguntarse, ¿durante cuánto tiempo puede sostenerse ese “duelo” de hegemonías?

Las disputas hegemónicas, al fin, son producto de la lucha de clases. Sólo que éstas caen fuera de los “saberes” tradicionales que ya no satisfacen las exigencias emergentes de los cambios producidos. Cambios que, por ejemplo, hicieron más compleja la categoría de clases sociales, con la caída del protagonismo que se le atribuyó al proletariado, la ascendente participación del nuevo “cognitariado”, etc. En suma, la hegemonía se inscribe en las disputas de poder inherentes a la política, vale decir, en las disputas sectoriales por dirimir quién o quiénes conducen al conjunto de la sociedad. Y aquí se abre un abanico de distintas instancias, verbigracia, si se refieren a lo artístico, lo científico, lo cultural, lo mediático, etc.; ámbitos que inciden de distinto modo y gravitación en la lucha por la hegemonía.

Hoy, la indiscutible dominación mundial del capitalismo reclama nuevas ideas y nuevos sujetos para la construcción de un campo contra hegemónico capaz de crear alternativas emancipatorias. Tarea tan difícil como convocante.-----



Jorge Luis Cerletti (Julio de 2015)





Notas:

(1) Lo sistémico define la esencia de un Orden Social, o sea, las leyes internas que determinan su existencia y que lo diferencian de cualquier otro Orden Social.

Lo situacional da cuenta de la multiplicidad de expresiones político-sociales y de los diferentes conflictos, luchas y contradicciones que se dan en las sociedades y que responden a determinaciones espacio temporales concretas. Asimismo, ese amplísimo espectro tiene como factor común la pertenencia a un orden social, lo cual le confiere identidad histórica como en el caso del capitalismo.



(2) A propósito de las contradicciones del Capital y a su opinable “ausencia de vacío”, hago mención a los ciclos del mismo y a la llamada Onda Larga, para lo cual cito pasajes del “Capitalismo tardío” de Ernest Mandel (1972): “La historia del capitalismo en el plano internacional surge así no sólo como una sucesión de movimientos cíclicos de una duración de 7 a 10 años, sino también como una sucesión de periodos mas largos de aproximadamente 50 años, de los cuales hasta hoy hemos experimentado cuatro” (pág. 117)… “cada uno de estos períodos largos puede ser subdividido en dos partes; la fase inicial, en la que la tecnología en efecto experimenta una revolución, cuando es necesario producir toda la nueva maquinaria necesaria para los nuevos medios de producción. Esta fase se caracteriza por una elevación de la tasa de ganancia, una acumulación acelerada, un crecimiento acelerado, una acelerada autoexpansión de capitales antes ociosos y una desvalorización acelerada de los capitales ya invertidos previamente en el sector I, pero que ahora son técnicamente obsoletos. Esta primera fase es seguida por una segunda fase, en la cual la transformación tecnológica de los mecanismos productivos se ha desarrollado, esto es, la nueva maquinaria para producir los nuevos medios de producción ha sido producida y sólo puede ser mejorada o ampliada al nivel cuantitativo.” … “…la acumulación se desacelera gradualmente, el crecimiento económico desminuye, se incrementan lentamente las dificultades de la valorización del capital total acumulado y particularmente del capital acumulado recientemente , y se comienza a retroalimentar la espiral del capital que permanece ocioso.” (págs. 118 y 119) No obstante que estos textos datan de comienzos de los 70 y más allá de la conveniencia de actualizaciones, pienso que no han perdido validez respecto de crisis sistémicas y a su movimiento “espiralado” (no circular).



(3) Agonística: ciencia de los combates (D.R.A.)





Nota General: todos los subrayados son míos.

jueves, 23 de julio de 2015

LA PALABRA VOLÁTIL, POR HORACIO GONZALEZ (PAGINA12, 23/07/15)

HORACIO GONZÁLEZ
No todos los que votamos a Recalde votamos a Lousteau. Fueron nuestros votos en blanco. Eran necesarios. Imaginemos si todos ellos hubieran seguido la dirección que reclamaba una utilidad traviesa y demoledora: Rodríguez Larreta casi hubiera ganado aún por más ínfimos votos o simplemente perdido. ¿No hubiera sido bueno afectar hasta ese punto la carrera presidencial de Macri, encima con una catástrofe inesperada? No obstante, la historia no es así, no consiste en una sumatoria lineal de acciones atomizadas pero mágicas. Ese puñado de votos en blanco restituye una extraña veracidad, sin que deje de tener gran importancia el subsuelo electoral súbitamente sublevado en “la misteriosa Buenos Ayres”. De cierto modo, esos sigilosos y perseverantes votoblanquistas son más verosímiles que si Macri hubiera perdido. Lo cierto es que igual se vio ante un abismo. Y para una historia nacional hecha menos con bofetones oportunistas que por rajaduras consistentes en el histórico asfalto urbano, importa más atisbar las significaciones de ese abismo. Macri tuvo que improvisarse kirchnerista, una clase especial de kirchnerista, un “kirchnerista ético”, que se veía obligado por primera vez a adquirir conciencia acabada de lo falso de su posición. Su discurso era un llamado a los futuros votantes kirchneristas: prometía hacer él, y hacerlo bien, modificando su forma pero respetando su fondo, todo lo que antes había criticado como mal hecho tanto en esencia como en procedimiento: Asignación Universal, estatizaciones, fondos de pensión.

No se trataba exactamente de hacerlo todo otra vez, pero sí de decir lo más difícil, asumir una circularidad de la historia que el lápiz uniforme del macrismo antes no hubiera permitido. Hacer lo mismo que el otro había hecho en su fondo, y ponerle como cofia un acento ético, colocando apenas ese supuesto tilde ausente a la materia ya existente. Ensayemos pensar qué hubiera pasado si agregara: lucharé contra los fondos buitre, pero administrando la lucha a mi manera. ¿Pero había aquí margen para arrebatar también esa bandera? La acción de arrebatar las banderas del adversario (lo arriesgo en mi nulidad como historiador de los gestos) podría proceder de las guerras Púnicas o las del Peloponeso. Vaya a saber. Su historia podría contarse desde Tucídides hasta Durán Barba. Pero, con la mirada ante el abismo, Macri bailó –también se puede bailar ante las grandes fosas, el abismo nos hace quemar las naves, cometer divinas irresponsabilidades–, bailó y recitó los puntos principales del kirchnerismo, como si esa patria de anuncios –a la que le faltaban quizás los principales, fundados en el tratamiento crítico de la cuestión de la deuda–, no fuera del otro, sino de él. Nunca como ahora, una palabra política se hermanó tan fecundamente con los efectos más volátiles del discurso, con la “invención política” pero no en el sentido del recordado profesor Lefort, sino en el sentido directo de los poseedores del arte básico del chantismo nacional, la vacuidad excelsa de la política igualada al espontaneísmo de la televisión: “Entramos en los hogares”.


Y como si el momento electoral fuera una cáscara de nosotros mismos, de nosotros en tanto votantes que cultivan, cada uno a su modo, una idea que nos persigue con un trayecto que aun sinuoso es dignamente rememorable para nuestra propia biografía, esa cáscara también emergió en la palabra del otro candidato, el candidato afortunado. El que había sido erigido por un conglomerado que vivía de la imposibilidad de analizar su profunda ambigüedad, como si fuera la apología viva de una sorda angustia convertida en rápida astucia. Con una suma sorprendente de votos facilitados, resignados o transitoriamente empeñados, un candidato se erigía en político de fortuna. Su discurso fue también volátil, “el país mejor que nos merecemos”, rutina de la juvenilia demagógica que con cierto esfuerzo podríamos disculpar, porque el que proclama esa frase nunca imagina su ingenua desmesura. Es que así se está declarando salvador de la patria, pero viviendo en la cascarilla de las cosas. No sabe lo difícil que es conocer lo que merecemos. Porque lo que merecemos es precisamente lo que está siempre en discusión; es lo que se define por las turbulencias de la política o por su contrario, una meritocracia que sentencia su fría superioridad de burocracia púber, sostenida por expertos políticos de bambalinas. El Afortunado se equivocó respecto del fútbol, en una cuestión fundamental. Los resultados, en el fútbol, nunca son el final, así como en la política nunca son el principio. En el fútbol, porque cada partido se enlaza con el siguiente y éste con el que ya lo espera, a modo de una infinita continuidad (las “rachas”) que no admite estaciones intermedias. Cada resultado es fin e inicio; una larga conversación futbolística teje su inacabable dialéctica frente a esas polaridades complementarias. Y en la política, un resultado es también un inicio y un final. En este caso, Hegel no está de ninguna manera refutado por la núbil filosofía de la epifanía. Lo concreto es concreto porque alberga tensiones internas que. sin quitarle a lo real producido su condición determinada, lo deshace siempre en dirección a otros concretos inesperados, pero no carentes de antecedentes y preanuncios.
HABLANDO DE PALABRAS VACIADAS DE SIGNIFICADO, Y DE COMPROMISOS  VOLÁTILES EN  EPOCAS DE ACECHANZA NEOLIBERAL, EN VAGOS PERONISTAS NOS VINO A LA MEMORIA JORGE LANATA
Tanto Macri como Lousteau –que sean tan parecidos no quiere decir que no haya ciertas diferencias, y que ellos mismos no las hayan ido percibiendo progresivamente– han postulado su condición de hombres de una ética. Esa sería, afirman, su diferenciación con el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, con el que el primero tendrá que confrontar inmediatamente. Ahora con el ala herida y encima recitando un credo que es una vertiginosa usurpación de todo lo que él y su grupo abominaban en un tiempo inmediatamente anterior. Los fenómenos de entrecruzamientos discursivos no son los más propicios para las grandes jornadas electorales, con sus sistemas de opciones binarias a veces caprichosos o con reglas que sin proponérselo acentúan un drama dicotómico ya cerrado aunque con ciertas cuotas de azar (igual que la definición de una final por penales). No obstante, este extendido fenómeno de desplazar a los movimientos populares tomando sus consignas para realizarlas “sin demagogia, corrupción o inseguridad”, son modismos que se vieron en las elecciones venezolanas, en las brasileñas, y se ven desde hace tiempo entre nosotros. Todo asesor taimado lo recomienda, es lo segundo que hay que decir luego de afirmar que toqué timbre en todo el vecindario, que me abrió sus puertas y me halagó con unos mates espumosos. Pero el “entrecruzamiento” ideológico, que caracterizó a todo el siglo veinte (recuerdo el gran estudio de Jean-Pierre Faye sobre Los lenguajes totalitarios, que examina la rotunda noción de “nacional-bolcheviquismus”) ya se ha convertido ahora, en cambio, en una táctica comunicacional de vaciamiento de los nervios esenciales del compromiso político.

Porque discurso, acción y compromisos ya se entienden como una parte banal de ese entrecruzamiento. Se trata del modelo de uso de la palabra que los grandes medios comunicacionales proponen a sus candidatos; modelos que en el fondo son tenidos en cuenta por todos los candidatos. La palabra se torna así un ejercicio excavado de significaciones verificables en la historia de cada hablante (o votante) deviniendo palabra fútil. Sus héroes frustrados adoptan actitudes en las que repentinamente sorben casi el íntegro programa de sus adversarios, prometiendo lo mismo pero con “ética”, mientras el justificable giro que producen las técnicas de ballottage se presenta también como momentáneo o tornadizo, aunque encumbren candidatos que se definen a sí mismos como “hombres correctos en situaciones correctas”. Asusta un poco esta noción de la corrección humana y situacional. Uno se ve ante el despeñadero y se entrecruza totalmente con el otro; en cambio, el recolector inesperado se siente correcto, fruto de la áurea proporción que le brindó el electorado. Ambos hablan de ética como su potencia diferencial; sería bueno un debate en que nos digan qué entienden por ética, si un imperativo categórico, si la “ética discursiva” de Habermas, si la “ética de salvación” de los capitalistas.

Dentro de poco se enfrentarán en una jornada dramática, dos candidatos que deberán definir cuestiones fundamentales sobre el autonomismo de la acción política y la soberanía en las decisiones de los grandes colectivos humanos. De uno ya sabemos que cambia rápidamente de sacón (como dice la canción de Fernando Cabrera) y del otro esperamos que, aun si entrecruza temas que atraigan a otras porciones del electorado, no lo haga convirtiendo en volátil, insustancial y pasajera a la palabra política.

* Sociólogo, director de la Biblioteca Nacional.

martes, 21 de julio de 2015

PRIMERAS IMPRESIONES DE UNA INDISCRECIÓN: HEIDEGGER NAZI, Por Claudio Javier Castelli

(A partir del comentario de José Pablo Feinmann, sobre las vinculaciones de Heidegger con el nazismo - y que publicamos  en est blog de vagosperonistas, "Alemania termina con Grecia, la cuna de Occidente" http://vagosperonistas.blogspot.com.ar/2015/07/alemania-termina-con-grecia-la-cuna-de.html-, y a partir de la publicación de los cuadernos negros del filósofo en Alemania, ya no quedan dudas de su adscripción al nazismo y antisemitismo. Los vagos peronistas lo referenciamos junto con Hegel, como filósofos mentores de nuestra agrupación, pero rechazamos totalmente las escabrosas simpatías políticas y antisemitas del primero, por eso queríamos reproducir una nota, que se publicó originariamente en facebook,  a raíz de un artículo de la revista Ñ)


MARTÍN HEIDEGGER

PRIMERAS IMPRESIONES DE UNA INDISCRECIÓN. HEIDEGGER NAZI, Por Claudio Javier Castelli

4 de mayo de 2014 a la(s) 18:01

En "Ñ" de ayer sábado 3 de Mayo, de 2014, en pag.10 y 11, hay una nota titulada "Heidegger, entre el Ser y el nazismo", escrita por Mariana Dimopulos, a propósito de la edición alemana de los "Cuadernos negros", que resucitan las acusaciones de antisemita y nazi que han pesado sobre el gran filósofo. Entre 1931 y 1970, Heidegger llevó diarios de reflexiones filosóficas, que así, se llaman, debido al color de las tapas. No conocemos su contenido, no han sido traducidos al castellano, pero sabemos de las acusaciones, que pesan desde su rectorado en la Universidad de Friburgo, en pleno régimen nazi.



Sabemos de la influencia del pensador alemán sobre toda la filosofía del Siglo XX y XXI, sobre los pensadores franceses, y sobre todo el pensamiento posmoderno, de la muerte de dios, de la muerte del sujeto, del rompimiento del pensamiento lógico, del ser autentico, del ser originario, de la crítica despiadada a la técnica y al cálculo, como formas de ser del mundo occidental, después de la destrucción del pensamiento metafísico, que el mismo acometió.



No puedo dejar de señalar que en los 90, cuando el mundo se sumergía en la noche neoliberal, descubrí, en un curso de posgrado en la facultad de Filosofía y Letras, a cargo de Dina Picotti, traductora y una de las máximas especialistas en Heidegger del país, que mis lecturas de Hegel iban a tener un acompañante a su altura. Pasé cuatro años tomando clases de Heidegger con la queridísima Dina, y otros amigos, y concurrentes, entre los que se encontraba el músico Pedro Aznar. Desde esa época mis lecturas no variaron mucho más: Hegel, Heidegger, Thomás Mann, Robert Musil, Baudrillard, Borges.



Considero que en los últimos doscientos años tres pensadores alemanes nos siguen interpelando fuerte a todo ciudadano de buena voluntad: Hegel, Marx y Heidegger. Si uno conoce bastante de esos tres, conoce mucho del mundo actual, del pasado y es posible prever ciertas linealidades que se repetirán en el futuro.




Pero volvamos a Heidegger que es el problema. En 1987, un chileno, Victor Farías publicó un libro que demostraba la relación directa de la ontología del filósofo con el ser nazi. Provocó un revuelo tremendo, recuerdo haber leído en un libro de Jean Baudrillard, decir que ya no estábamos en el universo mental del Heidegger nazi, porque no estábamos en el universo mental del nazismo. Hanna Arendt, discípula judía de Heidegger, lo había disculpado. Muchos, como yo, siempre sospechamos, pero no encontrábamos líneas en su obra que lo afirmara, salvo en Introducción a la Metafísica.


La publicación en Alemania trastoca todos los planos, allí hay una conjura del judaísmo mundial, etc., etc.,. Están las pruebas, condenar al nazismo, hoy es muy fácil, es un régimen vilipendiado por la historia y autor del genocidio más aberrante que haya existido en la historia. Condenarlo hoy es fácil, aun cuando contó con el apoyo de la mayoría del pueblo alemán.

La aporía es la siguiente, y la tomamos del final del artículo de Dimopulos en "Ñ": "Si Heidegger fue un gran pensador entonces no fue un verdadero nazi; pero si fue un verdadero nazi, entonces no fue un gran pensador". Sin embargo, ninguna conclusión segura seguirá de la posición que se adopte, siguiendo esa hipótesis. ¿Fue Hegel filósofo del estado prusiano? Si lo fue, reduce la importancia de su pensamiento en occidente. ¿Fue Althusser un mero asesino? ¿Nietzsche un mero loco? ¿Shakespeare, antisemita, un loco? ¿La novela "Viaje al fin de la noche", de Louis Ferdinad Celine, hecha por un colaboracionista nazi, un engendro? ¿El "Ulises" de Joyce una novela menor, porque era antisemita el autor?


Claudio Javier Castelli
De ninguna manera es justificable, y menos a esta altura del siglo los significados del antisemitismo, y deben ser condenado duramente, pero creo que la obra de arte se independiza del autor, para ser un objeto único, aunque no exento de interpretación sistemática. Toda la obra de León Ferrari, revulsiva para la Iglesia católica ¿debe ser condenada? ¿La tierra giraba o no alrededor del sol, como lo decían Copérnico y retomó Galileo Galilei? ¿La obra y el autor son lo mismo? Creemos que no, tampoco están sujetas a una verificación cientificista al estilo de Mario Bunge, eso es harina de otra religión: la ciencia.



Otro pensador católico, filonazi, ha sido reivindicado por la ciencia política, a partir de su concepto de lo político, como la antinomia fundamental entre amigo y enemigo, Carl Schmitt. Destruye toda su obra su concepción, o pueden tomarse partes, hacer una lectura crítica. Soy de los que piensan en esto último, lo mismo con Heidegger. Con este último pasa también que es un pensador de la apertura a lo diferente, al otro en tanto otro, en "De Camino al Habla", tiene un dialogo con un pensador japonés, que es ejemplo de ese cruce de culturas y diferencias. En este último sentido parece difícil, que haya sido un verdadero nazi, aunque seguro antisemita, según la última publicación.




En nuestro país, para el diario La Nación, si uno es peronista kirchnerista, no puede resultar nada bueno, no puede crear ningún objeto singular. La visión de los otros de la oligarquía argentina, es muy similar a cómo ve la política exterior norteamericana el tercer mundo, obstáculos a someter o desaparecer.




¿Está saneado en el país el antisemitismo y el racismo en todas sus formas? A juzgar por el estereotipo de los medios de comunicación hegemónicos no, a juzgar por los últimos linchamientos tampoco.




Se dirá entre un antisemita alemán y nazi, y el nazi criollo hay una diferencia. Pero en todo caso salvemos la obra del gran pensador alemán, ahora sí identificado como nazi, para que leamos sus libros con mayor sentido crítico que el que ya utilizábamos. Pero no para descartarlo de la lista de los más grandes pensadores de la historia universal, aun cuando juzguemos sus ominosos compromisos políticos, y su ignorancia espuria antisemita, con extrema dureza y rechazo.






ALEMANIA TERMINA CON GRECIA, LA CUNA DE OCCIDENTE, POR JOSE PABLO FEINMANN (Página12, 19/07/15)

JOSE PABLO FEINMANN

 A Jorge Alemán



Durante el reciente Foro del Pensamiento Latinoamericano realizado no hace mucho en San Miguel de Tucumán, muchos de los disertantes unieron la situación de Suramérica con el trágico destino que amenaza una vez más a los griegos, nada menos que a ellos que pasan por ser –para la tradición europea y para muchos de sus más eminentes filósofos– la cuna de la civilización occidental. Así, en uno de esos momentos de flojedad, descanso o reposo que se producen en estos eventos (y que son a menudo los más fructífero) me encuentro tomando un café con Jorge Aleman, a quien quiero y admiro. Me dice: “Lo de Grecia es increíble. La propia Europa se empecina en destruir a los griegos, a los de hoy que heredan a los de ayer en quienes Occidente encuentra su origen, el surgimiento de la tragedia, Homero, la filosofía. ¡Si Heidegger resucitara y viera esto! Pobre, se muere otra vez. Lo que hace Alemania es demencial”.

(Me pareció una mirada original, brillante. Me puse a pensar a partir de ahí. Aclaración: es la primera y última vez que te cito, querido Jorge. De aquí en más procedo a apropiarme de esta idea, tal como tu admirado Lacan se adueñó de tantas de los más grandes filósofos que lo precedieron, sobre todo Heidegger, y nunca los citó.)

Todos conocemos la cuestión griega. Sin embargo, no todos llegan a tematizar con rigor el tema complejo de las razones del poderío alemán en la etapa actual del occidente capitalista. La historia tiene innumerables tramas y está en perpetua redefinición. Si alguien creyó que Alemania fue destruida en la segunda guerra llamada mundial tendrá hoy que revisar esa certeza. Algo verdadero aún late en esa poderosa frase de Heidegger que ubica a Alemania en el centro del acontecer histórico de Occidente, “en el dominio originario de las potencias del ser. Justamente, si la gran decisión de Europa no debe caer sobre el destino de la aniquilación, sólo podrá centrarse en el despliegue de nuevas fuerzas histórico-espirituales, nacidas en su centro” (Introducción a la metafísica, capítulo I: La pregunta fundamental de la metafísica). Heidegger dicta este curso ante un auditorio de jóvenes nacional-socialistas. en 1953, en plena Alemania del “milagro alemán”, habrá de publicarlo sin ningún cambio. Aquí, un joven Jurgen Habermas señalará que las palabras del Herr Rektor de Friburgo empujaban a los estudiantes a aceptar mansamente eso que luego les exigirían como oficiales. Se trata de un importante texto de Habermas sobre el deseo de Alemania de olvidar: “No es la principal tarea de los que se dedican al oficio del pensamiento la de arrojar luz sobre los crímenes que se cometieron en el pasado y mantener despierta la conciencia de ellos? En lugar de eso, la gran masa de la población, con los responsables de entonces y de ahora a la cabeza, sólo quiere oír hablar de rehabilitación” (Jurgen Habermas, Perfiles filosófico-políticos, Taurus, p. 64).

Por decirlo claro: nunca hubo un milagro alemán. El milagro alemán era una absoluta necesariedad para el occidente capitalista. Ese milagro (que sirvió, entre otras cosas, para demostrar que el atraso permanente de los países periféricos o subalternos se debía a su debilidad espiritual, o que impulsó el argumento racista de la pereza latina ante el dinamismo creativo de los germanos) fue obra del imperio que surge más integrado, poderoso después de la guerra, Estados Unidos. El Plan Mar- shall se crea para Alemania. Ahí, en el centro de Europa, está esa nación que debe ser cuidada, protegida por Occidente. De esta forma, luego de la caída del Muro, luego de la reunificación, Alemania consolida cada vez más su poder económico, su hegemonía sobre Europa. Hoy, la führer Merkel supera el poderío del führer Hitler. Pero la führer Merkel es más astuta que el desbocado führer de 1933. No tiene nada contra los judíos. Al contrario, son sus aliados. No tiene nada contra los norteamericanos. Sería largo trazar la historia de la rehabilitación del orgullo alemán. Hoy los “malvados” de los films ya no son los nazis, son los fundamentalistas del Islam y los inmigrantes indeseados. Los deudores también, claro. Aun no se han hecho films sobre deudores malvados, aun no hemos visto a los gloriosos marines entrar en las casas de los deudores, con sus cascos luminosos, sus metralletas imponentes y sus fusiles Barrett M82 fabricados por la Barrett Firearmas Company. Aun no. Pero acaso no falte mucho. Por ahora, como Merkel en Grecia, entran, no como guerreros sino como mercaderes, siguiendo el viejo consejo que George Canning diera sobre Suramérica. Y aquí radica la gran diferencia entre la astuta Merkel y el desbocado Hitler. La Canciller del Cuarto Reich, la Canciller de Acero, entra y conquista por medio del dinero, no de las SS, ni de los oficiales que salían de las clases de Heidegger, ni de la aviación de Goering, ni de ese pueblo (“los verdugos voluntarios”) que entregaba su vida o tomaba la de sus enemigos por la gloria de su fuhrer y los mil años del Tercer Reich. Las finanzas, en el capitalismo, hacen las mejores guerras.



Pero ¿Grecia? ¿Cómo Alemania, en el centro de Occidente, no salva a Grecia, su remoto pero siempre presente origen? Grecia es la casa, el gran hogar, el punto de honor espiritual que siempre se ha exhibido con orgullo. Somos Occidentales porque nuestra patria es la de Parménides, la de Heráclito, la de Sócrates, la de Platón, la de Homero, la de los grandes poetas trágicos.

Entre 1830 y hasta cerca de su muerte, Hegel, en tanto Rector de la Universidad de Berlín, en tanto filósofo del estado prusiano, dicta sus olímpicas Lecciones sobre la filosofía de la historia universal. En Grecia, respetuoso, se detiene y traza el linaje opulento de la Europa que él representa: “Entre los griegos nos sentimos como en nuestra propia patria, pues estamos en el terreno del espíritu (...) Grecia es la madre de la filosofía (...) El espíritu europeo ha tenido en Grecia su juventud: de aquí el interés del hombre culto por todo lo helénico” (Segunda parte: el mundo griego).

Los banqueros también se ocupan de Grecia, pero no parecieran ser hombres cultos pues desean destruirla, expulsarla del euro que da unidad al presente europeo. Ninguno parece comprender que Europa salva a Grecia o mata su juventud, su origen. Una Europa sin Grecia es una Europa bastarda, sin linaje, errabunda. ¿No es la errancia una de las modalidades de la existencia impropia o inauténtica en Heidegger? ¿No es la errancia algo propio de los judíos? Pero la jefa Merkel sabe que ahora los judíos tienen un poderoso Estado que les impide esa triste errancia mendicante a través de los pueblos. También los palestinos, como la jefa Merkel, saben que ahora los judíos tienen ese poderoso Estado, pero lo saben de otro modo, lo saben desde el dolor. ¿Es entonces hoy el Estado de Israel, antes que Grecia, el que representa el espíritu europeo? Sí, ya que el espíritu europeo se ha trastocado en el espíritu del capitalismo y el espíritu de este sistema de utilización del dinero en tanto arma de conquista no hay que buscarlo en Homero ni en Parménides ni en Platón. Lo expresó Gideon Gekko en el film Wall Street de Oliver Stone: Greed is good (la codicia es buena).
MARTIN HEIDEGGER


¿Olvidó la jefa Merkel el discurso que dio Heidegger cuando asumió (respaldado por las SA de Rohm) el rectorado de Friburgo? En esa dramática encrucijada, el Maestro de Alemania dijo: “El inicio es aun. No está tras de nosotros como algo ha largo tiempo acontecido. El inicio, en tanto es lo más grande (...) está ya allí como el lejano mandato de que recobremos de nuevo su grandeza” El inicio está en el futuro, pasó sobre nosotros y nos reclama, nos exige que seamos tan grandes hoy como lo fueron ellos en el pasado. Las conquistas de nuestras tropas no sólo deben ser materiales, territoriales, sino sobre todo espirituales. (Esto lo dice en Introducción a la metafísica.) Las tropas hitlerianas, según el Heidegger del rectorado, debían asaltar Europa para llevar con ellas, para entregarles a los olvidadizos de la grandeza del inicio, la magnificencia del espíritu helénico. Y concluye así: “Pero el esplendor y la grandeza de esta puesta en marcha (Aufbruch) sólo lo comprenderemos plenamente cuando hagamos la grande y profunda reflexión con la que la vieja sabiduría griega supo decir : ‘Todo lo grande está en medio de la tempestad’” (Platón, República, 497, d, 9). Heidegger utiliza a Platón para despertar el espíritu guerrero de su auditorio. Además, en honor de ese auditorio constituido por jóvenes que ya vestían el uniforme pardo de las SA, el Maestro introduce la palabra Sturm, que traiciona el lenguaje de Platón pero expresa el de las milicias que admirativamente lo escuchaban: las Sturm Abteilung (tropas de asalto). El genial y hábil filólogo sabía que en alemán Sturm era tanto tormenta como asalto. Así, tal como escribirá el profesor Dieter Muller a su hijo en una carta mortal: “Heidegger –ante nuestros espíritus estremecidos– acababa de crear el eje Atenas-Berlín” (JPF, La sombra de Heidegger, Planeta, Biblioteca Feinmann, Buenos Aires, 2015, p. 63).



Hoy ese eje, el del gran inicio que es aun, ya que es la grandeza que la nación hitleriana debe conquistar, está destrozado. El inicio ya no es. Berlín no sólo reniega de Atenas, la humilla. Los griegos, entonces, los griegos de hoy, deben recordar que uno de ellos, de nombre Zorba, cuando vio sus ilusiones y las de su amigo de aventuras destrozadas, cuando vio estallar y hacerse pedazos ese acueducto que habían tallado en el corazón de la montaña, se largó a reír, enseñó a su amigo a bailar la hermosa música de Mikis Theodorakis, abrió largamente sus brazos, echó una mirada omniabarcante a la catástrofe, a la derrota, y exclamó: “¡Qué hermoso desastre!” Y volvió a empezar.