sábado, 29 de noviembre de 2014

Charla Debate sobre Revisionismo Histórico a cargo del Dr. Sandro Olaza Pallero


Tercer encuentro de la Agrupación Vagos Peronistas

Tercera reunión de la Agrupación Vagos Peronístas, acontecida este Viernes 28 de noviembre próximo pasado, discutiendo de política y preparándonos para lo que será la ultima actividad del año, el próximo 12 de diciembre de 2014, con la charla debate de Revisionismo Histórico a cargo del Dr. Sandro Olaza Pallero.-

(Héctor y Héctor)


 (Héctor, Martín y Claudio)

(Gustavo y Roberto)

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Reedición del libro de Norberto Galasso ¿Qué es el Socialismo Nacional?

El próximo viernes 28 de noviembre de 2014 a las 19 horas, en el Centro Cultral E. S. Discépolo (Pasaje Rivarola 154, CABA) se presentará la reedición del libro de Norberto Galasso ¿Qué es el Socialismo Nacional? Los espositores: Daniela D'Ambra, Esteban Langhi y el propio autor.

sábado, 22 de noviembre de 2014

FUGACES COMENTARIOS HEGELIANOS Y CRIMINOLÓGICOS SOBRE EL ARTÍCULO DE HORACIO GONZÁLEZ "LEGALIDAD Y BELLOTAS" (Pág.12: 15.11.14) Por Claudio Javier Castelli

Dijo alguna vez Víctor Bó, recordando aquellas películas de su padre (Armando Bó) que el diario "La Nación" en sus diatribas contra la saga de Isabel Sarli se refirió al director como un delincuente. Estas delicadezas tiene reservada el diario de los Mitre, para quienes no se ajustan a sus "elevados principios". Todo lo que tenga gusto a mayorías, y el populismo, sobre todo, nunca se ajustó.
Es curioso, el diario es vocero de las clases altas en su alianza con corporaciones económicas, que además son sus anunciantes. La delincuencia económica es realizada, en la mayoría de los casos, por gentes acomodadas, que tuvo educación privilegiada, y son asiduos lectores del "paquidermo". En sus páginas todos los días se da la cotización del dólar ilegal, y en alguna oportunidad se llegó a recomendar la forma de burlar los controles cambiarios.
El populismo tendrá que ver con Ricardo Jaime, Felisa Micchelli y Amado Boudou; pero "La Nación" tiene que ver con JPMorgan y los dos mil millones de dólares fugados del país entre el año 2000 y 2008, con los distinguidísimos propietarios del dinero "administrado" por el banco en paraísos fiscales, sin pagar un céntimo de impuestos. También con BNParibás y sus 900 millones de dólares en las mismas condiciones y el mismo período. Por supuesto que tiene que ver, con los 400.000 mil millones de dólares de argentinos en el exterior (según informa el mismo diario en Julio de 2012). ¿Y no tendrá que ver con Cavallo, el corralito y los depósitos de millones de argentinos que los bancos se quedaron en el 2001?.
El diario tampoco quiere colaborar con el estado argentino en una deuda impositiva de 280 millones de dólares, que dilata para no pagar.
Es una mirada muy sesgada preocuparse por el país sin ley de los populistas, si no estoy dispuesto a cumplir impositivamente con mi país.
No se crea que el incumplir obligaciones tributarias nos hace menos culpables, porque contamos con el aplauso de los acomodados, menos porque ese aplauso sea más intenso, si se trata de comprar dólares más allá de lo permitido. Tener poder es tener impunidad dijo un empresario para todo el mundo, por televisión. Las clases altas mantienen, en gran medida, su condición gracias a la dulce impunidad, surgida de su propio origen, como el derecho divino, que los acompañan gráciles en conseguir trabjos bien rentados, porque "en Buenos Aires, siempre hay alguien, amigo de alguien" (lo dijo el más universal de su clase y de los argentinos: Jorge Luis Borges).
Horacio González, en reflexiones lúcidas, dice que "Las numerosas transgresiones cotidianas a la ley sólo indican que pueden ser ellas tan inadecuadas como la literalidad de una ley liberal, que desemboca en acciones reflejas y puntuales que pueden resolverse en un abominable integralismo político, en un puro y absolutista juridicismo. La ley está inscripta en la lengua, pero cada vez que se hace consciente, un movimiento de extraordinaria versatilidad la pone en tensión. Esto no significa que la ley sea siempre opaca, fusionada viscosamente con la cultura tácíta del vivir diario o sometida a oscuras mediaciones y golpes tácitos de la fortuna. Significa que hay una distancia inasimilable entre el código legal proclamado, el código moral implícitamente aceptado y la multitud de acciones difusas que componen la vida real."
El "integralismo político, en un puro y absolutista juridicismo" es uno de los problemas que resuelve Hegel, en La Filosofía del derecho, la ley necesita una base moral aceptada por las libres convicciones, convertidas en costumbres, pero el decurso de la historia las cambia permanentemente, más allá de que se reunan en un código.
La ley no es un mero tecnicismo legal, un mero procedimiento, requiere de la aceptación y las convicciones, que no se logran, sin integración social, educación y militancia, cuestiones que los populismos siempre han resuelto a su favor.
El código de la inclusión social no ha sido nunca, a lo largo de la historia, patrimonio de la oligarquía argentina, al contrario ha sido expulsora, represora, desaparecedora, elitista. Recordemos los bombardeos en la Plaza de Mayo el 16 de Junio de 1955, la imposibilidad de NOMBRAR a Perón y Eva Perón, después de la Revolución "fusiladora", la ley de represión de las actividades comunistas (17401), utilizando a toda la justicia oligárquica de entonces (¿de entonces?). Se reprimía el pensamiento contraviniendo todos los principio del derecho penal aceptados en occidente desde la ilustración. El sólo hecho de "ser comunista". Los 30.000 desaparecidos provocados por la dictadura militar, se realizaron con la complidiad del delicadísimo diario.
El movimiento de extraordinaria versatilidad que pone en tensión la ley, en los populismos, por ejemplo, es que se tensa la misma, hasta ponerla en funcionamiento, con todas las facultades, que el funcionario neoliberal no articula, porque está cooptado por el mercado, que además lo formó.
En realidad, la tensión de la ley, es de las palabras con los objetos, bien lo sabía Heidegger ("De camino al habla", Odós, Barcelona, 1990) que hay una distancia muy grande entre la palabra y lo que pretende nombrar, porque hay un abismo de sentido y sinsentido, que se agiganta, a medida que se rompe con la derivación lógica del pensar cotidiano, en la búsqueda de una meditación originaria del artista y sobre todo del poeta.
Los abogados y los jueces creen en una ilusión matemática, entre la ley y su interpretación. Lamento ser un mensajero de malas noticias, pero hay una distancia muy grande entre las palabras de la ley, y lo que se pretende regular con esas palabras. Prontamente se dio cuenta un jurista oligárquico, como Sebastián Soler y trabajó el tema, en un viejo libro "Las palabras de la ley", tratando de cerrar la cuestión.
También Hegel, en la "Fenomenología del espíritu" (Fondo de Cultura Económica, 1966) hace referencia a lo inefable del lenguaje, pues cuando queremos decir "ahora" (ya pasó), "aquí" (y miramos al otro lado y es allá, y al otro y es acullá), no podemos nombrar lo concreto, pues nombramos siempre "lo universal", el concepto de ahora y aquí, que es el tiempo y espacio metafísicos.
Las leyes como los diccionarios caen como castillos de naipes con el tiempo. La oligarquía argentina, cuya voz habla a través del diario "La Nación", cree tener el patrimonio de la legalidad del país, por ello se reservó el Poder Judicial. "La familia", aquella recordada película de Ettore Scolla, tenía más imbricaciones y antagonismos, que nuestra "familia judicial", que no puede soportar una corriente, como "Justicia Legítima" en su seno, sin escandalizarse, como el diario con la supuesta "anomia populista".
Como es posible pensar un poder judicial monolítico en sus interpretaciones de las leyes, que son polisémicas consistentemente, más si operan históricamente.
Habla Horacio González: "Pero toda sociedad traslúcida que sea enteramente igual a su ley puede perfectamente llevar el nombre de dictadura. Es la lección que le faltaba aprender, no al liberalismo libertario, sino al liberalismo de los falansterios de control."
El neoliberalismo, que es la ideología hoy de la oligarquía, necesita de una raigal represión política para imponerse económicamente. Para el libre flujo del capital financiero yendo de aquí para allá.
A la personalidad oligárquica le duele: la necesidad satisfecha, el derecho que se conquista, la libertad que se ejerce, porque considera a los demás, como ellos consideran a "la muchacha" de la casa, quién trabaja "en negro", y solo cuenta con los derechos "que yo le concedo".
Una sociedad igual a su ley, sería por empezar, como Fernando De la Rúa: aburridísima. No es violar la ley darle una interpretación y sentido diferente al que siempre se le dio. Que hizo sino Zaffaroni entre nosotros, con el derecho penal, y con la justicia penal, a partir de 1984, cuando fue nombrado miembro de la Cámara Criminal y Correccional de la Capital Federal. Recuerdo el lío formidable que armó, recién recuperada la democracia, y con los demonios fascitas reales y ficticios viviendo entre nosotros. Gozaban entonces del apoyo del diario, y se escribieron allí, durísimos editoriales a las interpretaciones democráticas del camarista. La justicia es nuestra, a poco de decir.
Una sociedad igual a su ley, es el materialismo dialéctico, para dar un ejemplo, del cual abomina el pensamiento del diario, y al cual tanto se le parece. Entre la Academia de Ciencias de la URSS, y los editoriales de los Mitre, así como sus plumas más recalcitrantes, hay la misma distancia que la vereda de enfrente, en la ciudad: unos pasos.
Tanto Hegel como Kant aceptan que el delincuente es un ser racional que impone su ley, a los populistas, el diario "La Nación", no les concede, ni siquiera ese derecho, a juzgar por el odio ensimismado en un "republicanismo liberal" abstracto, que merece entrar en el "Manual de Zonceras Argentinas", de Jauretche, y se defiende a rajatablas en ese diario.
"El que quiere hacer algo grande, debe saber limitarse" (Goethe), extraordinaria frase, para aplicarla a los deseos meagalómanos de la oligarquía, de volver al centenario, e imponer a capa y espada, un país para pocos. Al menos que sepan limitarse.

Breve respuesta a la crítica de Chuni del 19/11/14.

“La acción revolucionaria no rechaza a nadie: llama a todos. No es mezquina, como la de los “burócratas; no es sectaria e insensata, como la de los seudo revolucionarios. No teme a la “capacidad de los grupos intelectuales sino que los llama, porque necesita de todos los “esfuerzos. Porque no se cierra a nadie que venga con buena voluntad.”        
(“La lucha por la liberación nacional”, John William Cooke)   –   [ ¡¡ Referencia digna de atención !! ] 

Respondo a la “recontracrítica” del 19/11/14 del querido amigo Chuni (Ver la crítica de la crítica) en este intercambio que quizás finalice ahora. 

Comienzo por el final de tu artículo. Allí decís: “Tu mirada es tributaria de ese marxismo clásico, que no veía en el peronismo más que el fascismo o cuando menos una variante de él.” 
Creo que con ese nivel de interpretación se hace muy difícil desarrollar un debate  productivo. Sería bueno que citaras o releyeras mi libro (sin sacarlo de contexto) lo que te da pie a semejante afirmación. 
A título informativo te comento que mi última militancia “clásica” (no posmoderna) fue en el “Encuentro de la militancia político sindical del Peronismo” (1988/89) del que fui director de los 3 números de la revista que publicamos. Si esto sirve de algo es para  demostrar que no tengo ni un pelo de gorila (al margen de mi calvicie). Y mis críticas al peronismo y al socialismo apuntan a que la historia no se repita. De allí que indagar y reflexionar en torno a las causas que produjeron semejante desmadre para mí resulta, política e ideológicamente, una tarea individual y colectiva insoslayable.
Después de los horrores del período 75-83, emergió en el año 1989 un doble sunami: la  caída del muro de Berlín que preanunciada simbólicamente la implosión del campo comunista y la presidencia de Menem con su “peronismo neoliberal” que flageló a la Argentina. Luego inicié un proceso que continúa hoy, en pos de un nuevo horizonte político que impulse aperturas hacia la construcción de alternativas anticapitalistas. Lo cual hace necesario debatir ideas que tanta falta hacen pero con una mirada y amplitud como las que enuncia JWC en la cita inicial que comparto plenamente.
Retomando tu escrito te confieso que hay muchos pasajes que me resultan bastante confusos por lo que me ceñiré, en lo fundamental, a lo que entiendo son cargos infundados o malentendidos sobre mi ubicación política e ideas.

** Tu recurrente reproche a mi marxismo más me suena a una acusación inquisitorial que a un argumento fundado pues lo que me atribuís no se corresponde con mi visión. Y vuelvo sobre lo que creí haber saldado en mi anterior respuesta. El que valorice los aportes sustantivos de Marx no significa que no critique lo que para mí son puntos teóricos vulnerables y profecías refutadas por los hechos. (Si no me equivoco, vos también leíste El Capital, ¡vade retro Satanás!). La gran hegemonía actual del capitalismo exige nuevas ideas y no la remisión a “catecismos” marxistas o de cualquier otra índole ni tampoco mezclar la problemática política con la fe religiosa.

** Referente al proletariado y las clases sociales. Chuni dice: “Falta en la realidad, para el análisis cerletiano, un componente esencial: el proletariado.” En artículos publicados en mi libro se habla de los cambios operados en la clase obrera industrial y en la composición social de las clases en general que lejos están del período fordista de la 2ª revolución industrial. En la 3ª que podemos nominar revolución tecnológica,  se plasma el nuevo modelo de acumulación capitalista que exhibe la hegemonía mundial de las corporaciones gigantes y del capital financiero. Por tanto, existen notorios cambios en la composición y carácter de las clases que desdibujan la vieja contradicción básica, burguesía/proletariado. Invito a la lectura de mi libro para corroborarlo a la vez que paso un chivo…

** Chuni pregunta: “¿Con qué sentido hablamos hoy –siglo XXI- de la participación?” Éste es uno de los puntos nodales de mi concepción y que está íntimamente relacionado con la cuestión del poder y por extensión, de la “democracia”. En mi escrito anterior ya explicité mi mirada en torno a la misma. Aquí sólo agregaré que la participación es un punto clave vinculado al cuestionamiento del poder y que hasta ahora no pudo resolverse. La concentración de poder en pocas manos es uno de las causales determinantes de la subsistencia de la dominación de las minorías y de la hegemonía cultural-histórica en la que estamos inmersos. Si se luchó por socializar los medios de producción, ¿por qué no plantear la socialización del poder? Por qué no hacer circular el poder para garantizar que éste no se enquiste en grupos que terminen haciendo lo contrario de lo que los erigió como representantes del pueblo. La representación, ¡pavada de problema! Nada más y nada menos que ha portado el eterno retorno de la dominación por más que se hayan transitado momentos de liberación. No obstante, cuando no terminaron liquidados por sus propios “dueños”, éstos fueron derrotados por la reacción. Y ése es uno de los grandes obstáculos a salvar para la gestación de una nueva subjetividad social e individual, condición necesaria aunque no suficiente.

** Afirmás: “En esta época de lo `social´ como residuo,...” Lo social no es ni un residuo ni se reduce a la militancia kirchnerista, etc. Lo social es el campo en el que se establecen las relaciones humanas, las consabidas relaciones sociales. Las mismas caracterizan los distintos períodos de la historia y a la multiplicidad de sociedades con sus correspondientes particularidades. El kirchnerismo no es un residuo social positivo sino un exponente de la lucha de un sector de impronta popular por hacer prevalecer su política en el seno de la sociedad argentina. Y la gestión no se circunscribe al Estado sino que  también incluye a las empresas y en general a cualquier institución. La gestión implica los intereses a qué responde y la concepción política que la anima. Además, una cosa es que todos quieran ser burgueses (efecto hegemónico) y otra que lo sean…

** Parafraseo: “Esa fascinación por las mercaderías hasta parece previa a toda idea económica en general, la demanda como previa a la oferta, hace inútil la racionalización marxista del fetichismo de la mercancía”. (dicho a propósito de médicos cubanos en Shopping de Venezuela). ¿Los esclavos o los siervos de la gleba estarían fascinados por las mercancías? O la “avidez” de esos médicos cubanos, ¿explican la “inutilidad” de esa genial idea del fetichismo en la sociedad capitalista?

** Finalizo con una llamativa contradicción “peronista economicista”. Después de tanto criticarme enrostrándome el patrimonio del segundo término, decís: “La economía decía el General, tiende más allá de cualquier interpretación intelectualoide a lograr `la felicidad del pueblo´.”  (¡cuidado con los vagos!)    

Jorge Luis Cerletti  ---   21 de noviembre de 2014

Encuentro con Javier Azzali por Roberto C. Suárez

Con una idea genial, los compañeros del Colectivo por la Justicia Social, nos invitaron este viernes 21 de noviembre del corriente, a presenciar y participar de una charla con Javier Azzali, miembro del Centro de Estudios Históricos y Sociales “Felipe Varela”, diplomado en Antropología Jurídica y Máster en Derechos Humanos, con motivo de la publicación de un brillante trabajo de su autoría, (con prólogo nada más y nada menos que del historiador Norberto Galasso), mediante el cual analiza las claves de la Carta Magna del año 49. Reforma constitucional considerada de avanzada por su inclusión de los derechos sociales, en una interpretación del constitucionalismo argentino.
(Javier Azzali izquierda y compañeros del CXJS)
Durante más de tres horas aproximadamente, tuvimos la oportunidad de repasar el pensamiento nacional y popular a la luz de la sanción de la Constitución del 49, desde el punto de vista constitucional, económico, político y social.
Pasamos revista respecto de algunos de los esclarecidos pensadores del movimiento nacional y fundamentalmente disfrutamos de primera mano de la charla guiada por el Compañero Azzali.
Nutriéndose la militancia de los conceptos fundamentales sobre soberanía.  
El libro de Azzali resulta lectura obligatoria tanto para los compañeros como para los estudiantes de derecho y abogados. Sin duda, refresca los conceptos vinculados al pensamiento de una Argentina integrante de una nación latinoamericana, políticamente soberana, económicamente libre y socialmente justa. 
Ahora queda como obligación de aquellos estemos vinculados a los ámbitos académicos, el dar a conocer este tipo de trabajos, junto con muchos otros más que se escribirán  y fundamentalmente, volver a traer a la palestras, las obras de tantos hombres y mujeres que se refirieron al pensamiento nacional y popular.


viernes, 21 de noviembre de 2014

Legalidad y bellotas por Por Horacio González (Director de la Biblioteca Nacional)

En esta oportunidad nos permitiremos reproducir este artículo de Horacio González publicado por página12, porque el mismo, por cierto, se torna un punto de apoyo fructífero para la discusión de las ideas vinculadas a la ley, paradigma inagotable que nutre nuestras pasiones del intelecto (RCS).


"Llega siempre el momento en que los políticos o los profesores se preguntan qué es la ley. En el último fondo de nuestras visiones de la vida subyace siempre esa inquietud. Ese fue el caso del joven Alberdi, cuando le tocó el momento de tratar esa misma pregunta. Responde llamando en su auxilio a las clásicas disquisiciones de Vico. La palabra ley viene de “lex”, que parece descender de “illex”, la encina que produce las bellotas, por eso “lex” significaría “recoger bellotas”, de ahí se sigue “recoger leguminas” (legumbres); de ahí se iría a “recolección de ciudadanos”, de ahí se obtendría “leer” (coleccionar letras, palabras). Las etimologías son preciosas pero igualmente vagas, son la memoria siempre huidiza de las lenguas. Se las menciona como fantasías idiomáticas en medio de obligados escepticismos. Con razón, el joven Alberdi toma estas asombrosas derivaciones –bellotas, legumbres, ciudadanía, lectura, parlamento– sin parecer aceptarlas plenamente. Pero las menciona para señalar el alcance del tema. Con la ley, estamos hablando del secreto último de las sociedades: formar colecciones, proponerles reglas. Es el motivo incierto que lleva a reunirnos, considerarnos involucrados, tomar compromisos, respetar acuerdos y evaluar a cada momento si lo que hacemos es justo. Por eso, nunca podemos estar enteramente conformes con la ley en el momento en que surge –y siempre surge– el deseo de constituirla y hacerla parte de nuestra vida. No estamos todo el día invocando leyes y derechos, pero nunca dejamos de suscitar ese tema: ¿Qué hace de nosotros la ley, qué somos ante ella, cómo nos define o nos presta su nombre, por qué nos colecciona? Defendemos la ley sin evitar un recóndito e irrecusable sentimiento de disconformidad con los orígenes de una norma que luego nos provoca su celosa aceptación. 
Hay muchos temperados herederos de David Viñas en el oficio de leer La Nación. ¡El diario de don Bartolo! Por mi parte, no lo subrayo obstinado, como hacía David, acodado sobre la vitrina de los últimos bares de la calle Corrientes, pero también considero que en esas páginas se encuentra una forma profunda de la lógica de las derechas, bajo una patriarcal máscara constitucionalista, y con sus más agresivos artículos firmados por personas que fueron de izquierda o bien socialdemócratas o que si no invocan distintos lenguajes periciales para socorrer a las canteras del Orden en peligro. Desde esas añosas páginas se debate lo que llamaría una “antropología de la ley”. Desde luego, es muy respetable el concepto de Carlos Nino respecto de que hay “sociedades sin ley”. Lo recuerda ahora Luis Alberto Romero, con pluma no exenta de premura ni de agresividad, pues si hubiera varios estilos en La Nación, esa despectiva vena del profesor exasperado es uno de ellos; los otros corren por cuenta de un sarcasmo elegante e hiriente, ámbito en que se destaca Carlos Pagni. Difieren en el monto de gracia irónica que se invierte en un mismo acto de desprecio. En cuanto a Romero, él agrega que la sociedad argentina sería un caso particular de esta contundente aseveración: una sociedad que vive sin ley, al conjuro de prácticas de astucia y simulación que tienen su desemboque final en notorios partidos populistas, hechos a la medida de aquella ausencia, con esa repetida mecánica de “hacer excepciones a su favor”. Estas opiniones retoman una tradición que fue la crítica a lo que se acostumbró a designar como “viveza criolla”. Se señalaba con ello cierto tipo mendaz de adecuación interesada a las instituciones, donde sacaríamos partido de ellas sin nada ofrecer a cambio, fingiendo apenas ciertos empaques de “respetabilidad”. 
Entre las antiguas preocupaciones del positivismo, por lo menos el que más rústicamente expresó sus variados manojos de prejuicios, también se trazaba la imagen de una sociedad amenazada por un estilo reacio al imperio de la ley. Se la veía apresada por oscuros imperativos de coraje, como en el clásico La ciudad indiana, de Juan Agustín García, o en las previsibles picardías vernáculas, que los abúlicos tratadistas como Carlos Octavio Bunge convertían en una tesis sobre los inconvenientes del “caudillismo nacional”, heredado de los antecedentes hispanos. El tema no deja de acuciar el presente, particularmente cuando es evidente que en el país hay un “deseo de ley”, muy contrario a la decorosa pero inverídica preocupación de Carlos Nino. Este es justamente un momento en que no está de más –nunca lo está– debatir cuál es la relación de la vida colectiva con las formas consagradas de la ley, en especial la máxima entidad que las cosecha, la Constitución. 
El liberalismo, que ha pasado por contradictorias y a veces sugestivas etapas en su formación, se ha convertido, luego de más de tres siglos de uso indiscriminado del concepto, en una fórmula de reducción cultural de la vitalidad social a un normativismo maquínico. Roberto Gargarella, autor de un pensamiento de fuerte extremismo liberal, llamó alguna vez “sala de máquinas” al corazón profundo de la autoconciencia constitucional, con interesante pero indiscreta metáfora. Se trataría, según leemos en un reciente artículo suyo en La Nación, de actuar en términos de un debate. “Sin debate, las leyes comienzan a sesgarse conforme a los intereses de facciones o grupos de interés particulares.” Por cierto, el debate (en este caso, el debate parlamentario) está garantizado por cláusulas constitucionales, que la realidad legislativa, con su lógica de urgencias y compromisos, suele relativizar muchas veces, o en su defecto, tolerar bajo formas de “debates simulados”, luego de los cuales se aplica el automatismo mayoritario. 
Tampoco a nosotros nos gusta un parlamento talmúdico, pero el debate –por hablar de debate– en este caso es otro. Se trata de examinar la reduplicación de la idea de una “sociedad sin ley” en la idea de “un parlamento sin debate”. En este liberalismo que desde las buenas filosofías igualitaristas ha venido al encuentro pródigo con la tradición de las derechas subyace un afán ideológico por deducir la verdad del ramillete de los meros procedimientos. Si por el lado de la visión derechista de la “letra de la ley” se reclama entonces un deprimido régimen de apagados respetos por la norma, por otro lado, desde una razón popular en permanente autoexamen, se esboza la crítica a una democracia letárgica que recuerda a las lógicas seudocristalinas de los falansterios del siglo XIX. En esa “comunidad organizada” del falansterio, las pasiones se convertían en maquinarias, y en el mismo acto de invitarlas a una aparente exteriorización libre se procedía a controlarlas. 
¿Se quejan de la comunidad organizada de los populismos? Esta nunca existió más que en los papeles y en lo que verdaderamente contaba era una utopía de felicidad jacobina no sospechada de ese modo por sus propios autores. Ahora, los instructivos de la letra conservadora que leemos en La Nación nos dan otra versión de la comunidad organizada, pero ya bajo el arcaico reclamo de infundir legalidad a la barbarie. Habla Luis A. Romero: “...el respeto a la ley se construye con el control y la sanción, igual para todos. Eso depende de la presencia del Estado (...) hasta que el control cotidiano deje de ser necesario porque se ha establecido el control social y la costumbre”. He aquí donde terminan estas teorías supuestamente encargadas de llenar el vacío de ley: en el establecimiento del control de la vida cotidiana y luego del control social, cuestión más estatista que lo que haría un Estado mediador, como el que no se cansan de denostar. El análisis errado del carácter nacional (noción que tanto atacaron) concluyó en la afirmación inesperada de la fundación inmutable del orden, de una sociedad de control cuya ideología merecida es el liberalismo en tanto edicto de adiestramiento. ¿Cómo impedirían entonces las “facciones o grupos de interés particulares” si sólo saben verlas en las instituciones públicas y no en las corporaciones económicas que han suprimido de sus análisis? 
Las tantas veces criticadas tesis sobre la “pereza” o la idea licenciosa de que “todo puede arreglarse” no son menos un conjunto de inadecuadas hipótesis sobre lo que es una sociedad compleja, tanto si fueran dichas por los que profesionalizaron esos rasgos indebidos (el “arreglo”, el “amiguismo”) como si fueran afirmadas por las mentes preocupadas por el “descrédito de las nociones de Estado de Derecho”. Al fin, introduciendo subrepticiamente las tesis del carácter nacional, reconocidamente insuficientes en su versión populista como ahora en su versión liberal de derecha, se obtiene una sorprendente teoría del control cotidiano, luego convertido en “vigilancia social”. Es la versión extravagante de una chocante cohesión social punitiva. Es un liberalismo de falansterio, que aún le faltaba a la derecha argentina, pero sin el curioso crucigrama de las pasiones que el falansteriano Fourier había concebido. 
Hay ley o implícitos deseos de ley en toda forma de vida social. Y ese anhelo de legalismo suele revestirse de paradojas. Desde las conversaciones diarias cuyo sigilo no aparece en los términos de los acuerdos políticos finales hasta los códigos que los parlamentos y los poderes ejecutivos elaboran y reelaboran a partir de pactos que no necesariamente ven la luz pública sin por eso ser ilegales. Las numerosas transgresiones cotidianas a la ley sólo indican que pueden ser ellas tan inadecuadas como la literalidad de una ley liberal, que desemboca en acciones reflejas y puntuales que pueden resolverse en un abominable integralismo político, en un puro y absolutista juridicismo. La ley está inscripta en la lengua, pero cada vez que se hace consciente, un movimiento de extraordinaria versatilidad la pone en tensión. Esto no significa que la ley sea siempre opaca, fusionada viscosamente con la cultura tácita del vivir diario o sometida a oscuras mediaciones y golpes tácitos de la fortuna. Significa que hay una distancia inasimilable entre el código legal proclamado, el código moral implícitamente aceptado y la multitud de acciones difusas que componen la vida real. Lo que llamamos ley es lo que rige todo comercio de ideas, de pulsiones o de intercambios económicos, lo que impide justamente declarar que haya alguna sociedad sin ley. Pero toda sociedad traslúcida que sea enteramente igual a su ley puede perfectamente llevar el nombre de dictadura. Es la lección que le faltaba aprender, no al liberalismo libertario, sino al liberalismo de los falansterios de control. 
Es que una ley siempre tiene un conflicto entre su aprobación legal y la reacción de los intereses que afecta. Una ley nunca clausura el recorrido de su buscada legitimidad. Por eso, la Argentina no está al margen de la ley, sino que los poderes no declarados –la cultura propietaria y la malla de afectaciones sobrentendidas que implica– hacen que la ley quiera ser solo una imposición literal que busca su última razón en la sanción a la “transgresión populista”. Inhabilita a los que previamente define como “al margen de la sociedad” hasta que en la lentitud del tiempo consigue coaccionarlos. Pero una ley nunca es igual a su propia literalidad y el complejo aparato jurídico de toda sociedad –bien lo demuestra la actualidad de nuestro país– está siempre preparado para hacer de la ley un terreno de riesgo, disputa e inestabilidad. Es cierto, como nos alecciona Romero, que “vivir de acuerdo con la ley es un refinado producto de la civilización que implica un sacrificio”. Por eso mismo, es necesario decir que toda civilización se define por poner en discusión su plasma legal germinativo y el conjunto de leyes vinculadas, que luchan por darle inteligibilidad a su océano de creencias y de voces. Existe la ley, siempre existe, porque toda civilización real se dedica a recolectar sus bellotas reales o imaginadas. El liberalismo sólo entiende de leyes que sacrifiquen el entusiasmo colectivo; las leyes más nobles, en cambio, se dedican a reparar a los sacrificados.".


Fuente: https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-259877-2014-11-15.html

jueves, 20 de noviembre de 2014

Conmemoración del día de la Soberanía Nacional.

El 20 de noviembre se celebra el Día de la Soberanía Nacional, en conmemoración de la batalla de Vuelta de Obligado de 1845. En aquel entonces, los heroicos soldados argentinos, en inferioridad de condiciones, resistieron la invasión del ejército anglo-francés, el más poderoso del mundo. La fecha fue instaurada por pedido del historiador José María Rosa y se oficializó por medio de la Ley N° 20.770, en 1974.
En 2010, la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner inauguró un monumento en homenaje a la gesta militar argentina, emplazado en la localidad de San Pedro, provincia de Buenos Aires. La obra está ubicada a unos 30 metros del panteón que recuerda a los héroes, que hasta no hace mucho se encontraba descuidado, y su autor fue el artista plástico Rogelio Polesello. Asimismo, también por iniciativa de la primera mandataria, el día de la soberanía pasó a ser feriado nacional.
En este sentido, en palabras de la Presidenta celebrar el Día de la Soberanía es “cumplir con una deuda histórica, porque se ocultaron deliberadamente durante dos siglos, luchas contra otros colonialismos que aún subsisten, por ejemplo en las Malvinas”. Por eso, “hay que entender la necesidad de la unidad nacional para lograr la gran Nación como soñaron Belgrano, Moreno, Castelli”, afirmó la Presidenta. 

 Aquel 20 de noviembre de 1845
Con la finalidad de colonizar territorios de nuestro país, durante 1845 Francia e Inglaterra emprendieron una ofensiva con una flota de 95 navíos de carga, repletos de productos para ser colocados en la provincia de Corrientes y en el Paraguay.
El pueblo argentino no deseaba volver a ser una colonia, por lo que el Gobierno de Juan Manuel de Rosas, respaldado desde el exilio por el general José de San Martín, preparó una resistencia.
Los invasores querían entrar por el Paraná, pero las tropas nacionales, al mando de Lucio Mansilla, se anticiparon en un estrecho recodo de ese río: la Vuelta de Obligado. El número de fuerzas enemigas superaba ampliamente en cantidad y modernidad de su armamento a las argentinas, que sin embargo no se amedrentaron y batallaron durante siete horas. De este modo, lograron que las tropas adversarias no pudieran ocupar las costas, objetivo necesario para poder adentrarse en el territorio argentino.
Esta heroica resistencia, así como también el espíritu de lucha nacional se conoció en toda Europa y quedó inscripto en nuestra historia como un símbolo de independencia, libertad y unidad nacional.
El enfrentamiento de la Vuelta de Obligado fue el primero de otros tres enfrentamientos; el del paraje Tonelero, el 9 de enero de 1846; una semana más tarde, la batalla de San Lorenzo, donde el general José de San Martín había derrotó a los españoles con los Granaderos, y por último, Quebracho, sitio donde los patriotas cañonearon a los invasores.
El mejor homenaje que podemos realizar es retomar el legado de los hombres y mujeres que lucharon para construir nuestra Nación, entendiendo que esta batalla también tiene como escenario los aspectos económicos, políticos y culturales.

(Fuente Ministerio de Desarrollo Social de la Nación)

miércoles, 19 de noviembre de 2014

CONTESTACIÓN A LA CRÍTICA DE LA CRITICA QUE HICE, DEL LIBRO “ESTADO, DEMOCRACIA Y SOCIALISMO”, DE JORGE LUIS CERLETTI, CUADERNOS DE TIERRA SOCIALISTA, EDICIONES DEL JINETE INSOMNE, BUENOS AIRES 2014. Por Claudio Javier Castelli



Jorge Cerletti escribió la “Crítica del art° “Pertinaz de Chuni Castelli sobre mi libro (E.D. Y S.)”, en un tono muy amistoso, pero no menos firme en mantener sus posturas, aunque se mostró dispuesto a debatir entre quienes luchan aquí y acullá por la emancipación de los pueblos.
Hay una proliferación de sentido, donde el sentido economicista de Cerletti no interpreta acabadamente “lo social” del Siglo XXI. Baudrillard hablaba en los 70, del fin de lo social como incapacidad del intérprete de asirlo con sentido (Cultura y Simulacro, Kairós, Barcelona 1978). Sólo desde el panóptico marxista para mirar el mundo puede hablarse de lo social sin discusión. Nunca hay que dejar la comprensión racional, pero es anacrónico intentarlo sólo desde lo económico político.
Siguiendo a Baudrillard, hay mucho de simulacro de lo social, que se reinventa con cada intento de aprehenderlo, porque el modelo es el propio simulacro de lo social. ¿Con que sentido hablamos hoy –siglo XXI- de la participación? ¿A quiénes comprende? ¿A quiénes desecha?    
“Hay también en esta época que vivimos una conciencia de libertad total, de conciencia arrojada al mercado de consumo, de conciencia a elaborar una sinergia con las redes sociales, desencadenadas a fuego, en los últimos años. De ahí que el elemento lógico del sentido, requiera de mayor amplitud de interpretaciones, que le dé a cada uno su cuota de vacío, que anhela, en el vacío general de un mundo que ha matado a Dios” (“Apuntes posmodernos”, Facebook CJC)

 (Claudio Castelli y Jorge Cerletti)

Las grandes participaciones en el modelo kirchnerista no quita que mucha de ella no sea generosamente lábil: si les cuesta identificarse con el antecedente del peronismo, es un material sumamente difícil para una revolución marxista. Sí, para una militancia más abierta, más informatizada, más “celularica”, más desprendida. Aunque sepa posicionarse en sus aisladas y contundentes demandas. Aquí viene Laclau oportunamente a aportar el pueblo, como significante vacío, que se articula con el líder, a través de las demandas requeridas satisfechas o insatisfechas.
Falta en la realidad, para el análisis cerletiano, un componente esencial: el proletariado. Decíamos en un artículo  escrito en Facebook (“ La ilusa unión de todos los argentinos”), y reproducido en el blog escaladaperonista.blogspot.com, “Los sectores medios se insertan también en esa lógica. Hoy podemos decir, que no hay trabajadores, clase media y burgueses, sino solamente burgueses, aun siendo trabajadores, porque la conciencia social fue cooptada por los medios de comunicación en una idea uniforme, de que un burgués trabajador en una fábrica en Burzaco tiene los mismos intereses que Benito Roggio o los hermanos Bulgheroni, los mismos miedos, son "la gente".”
Y lo repetimos hoy todos quieren ser burgueses, desde el menor trabajador en Burzaco, a la clase media porteña, que en este juego es el gozne con las clases altas desde siempre. Inmediatamente después de la mejoría económica, su conciencia troca en burgués. ¿Está mal que sea así? En esta conciencia juega la dictadura militar del 76/83, el final abrupto alfonsinista, y la década neoliberal menemista -la que se intenta recrear desde los faros más luminosos de la oposición-, y el tiempo posmoderno que vivimos con la disolución de “lo social”, tal como lo entendieron  Marx, en el siglo XIX y Lenin, en el siglo XX.
Además, el fin de “lo social” así considerado, se revierte en qué todo es lo social, y que lo social es apresado en residuos, sedimentos, lo que queda: los militantes kirchneristas: La Cámpora llenando Velez Sarsfield, Unidos y Organizados, Movimiento Evita llenando Huracán, y Encuentro llenando Atlanta, los únicos hoy que demuestran y pueden realizar concentraciones masivas de corte político. En ese residuo de lo social, se libra un combate que el kirchnerismo está ganando.
En esta época de “lo social” como residuo, la gestión es la marca en la conducción del Estado,  y siempre ha sido así. Gestión mínima en el neoliberalismo. Gestión máxima en el populismo. En los socialismos reales la gestión disolvía lo social. En el populismo es gestión máxima y ampliación de derechos. Para el neoliberalismo es gestión mínima del estado, represión y libertad de mercado absoluta.
Pero “lo social” como espacio de conexión es también para todos, un dato que el mundo posmoderno tiene para regalarnos. Por supuesto que ese mundo posmoderno se lleva mucho mejor con el neoliberalismo, por su nula participación. En el populismo hay una apática participación.
“Lo social no habrá jamás tenido tiempo para llevar a la revolución: habrá sido ganado por rapidez, por los signos de los social y por la revolución” (Jean Baudrillard, “Cultura y Simulacro”, pág. 190, editorial Kairós, 1978, Barcelona).
El socialismo marxista no podría imponerse en el mundo sino fuera con una enorme restricción de la libertad, como en la práctica advinieron los socialismos reales.
Busquemos al peronismo como orientador en el tema, y a su hijo dilecto: el kirchnerismo (populismo), donde la justicia social, se plantea como norte, en un marco de progresiva recuperación del estado de bienestar peronista. El kirchnerismo es el hecho maldito del país burgués hoy.
Engels decía que en la época de Hegel (fines del siglo XVIII y principios del XIX) no había nada más importante que la religión y la política (“Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana”, Anteo), bueno hoy nos ocurre algo por el estilo, la religión goza de muy buena salud, más con los nuevos aires papales, y las masivas presencias en los cultos evangélicos. Ha sobrevivido a todo: al positivismo y al marxismo. El hombre religioso rompe con la superficialidad del hombre celular contemporáneo, y al tener un gran discurso sobre el mundo, no se convierte en elemento fungible, en el orden social. También el de hábitos religiosos en sus ideas neutraliza la “comunicación permanente”  de hoy, que ha venido a suplantar la idea trotskista de “revolución permanente”.
Es errado estratégicamente adoptar una posición economicista para combatir el capitalismo y luchar por la emancipación, porque ahí, en la economía es fuerte en su riqueza para oponerlo a los socialismos reales, aunque también es fuerte en su injustica. La batalla es en la cultura, el pensamiento, la comunicación e información, que es donde más hipócrita es el capitalismo.
Las redes sociales vienen como anillo al dedo para esa lucha por el pensamiento.
Si para Marx “El Capital”, debía ser la biblia de los trabajadores, la biblia hoy puede ser más revolucionaria en la búsqueda de dignidad de ese trabajador.
Informaciones provenientes de Venezuela, me indicaron que los médicos cubanos, además de sus extraordinarias tareas solidarias, se divertían en los shopping center, con la fascinación de la cantidad de objetos para la venta. Esa fascinación por las mercaderías hasta parece previa a toda idea económica en general, la demanda como previa a la oferta, hace inútil la racionalización marxista del fetichismo de la mercancía.
No hay en tu libro un acápite a la defensa de la idea de nación frente al imperio, como previa a toda conflictividad de clase, aunque ese imperio utilice las clases altas en su dominación. El sentimiento de historia y destino en común fue siempre muy fuerte en el peronismo, y un animador constante de la militancia en la defensa de la patria.
Pero precisamente el peronismo más allá de ser una alianza de clases, es el más ferviente introductor en el país de la lucha contra la oligarquía, y la conciencia clasista frente a las clases altas, a quién todos quieren parecerse.
Tu empeño por ver el kirchnerismo como momento neodesarrollista no es más que una variante de la mirada clásica de la izquierda anclada en las tesis de Braden. Pero además, es doblemente equivocada, porque insistís en considerar sólo los aspectos económicos del kirchnerismo, que al engolfarlos en neodesarrollista, les da un tono peyorativo, de un proceso de ampliación de derecho, e incorporación de grandes masas de la población, que salen de la pobreza e ingresan al consumo. La economía decía el General, tiende más allá de cualquier interpretación intelectualoide a lograr “la felicidad del pueblo”. Y eso lo ha logrado el kirchnerismo. Pero a la vez es equivocada la mirada porque no consideras en realidad la importancia de “lo político” en este proceso. La antinomia como vuelta necesaria para la discusión y la militancia para conquistar derechos, y para enfrentarse en el terreno internacional, a la vez que aliándose con los pueblos latinoamericanos.
Dice Nicolás Casullo (“Peronismo, militancia y crítica 1973/2008”, Puñalada, 2011, pág. 278) “El significado del populismo latinoamericano dejó atrás una vetusta dependencia conceptual que se tenía de Europa”. Tu mirada es tributaria de ese marxismo clásico, que no veía en el peronismo más que el fascismo o cuando menos una variante de él.
Hay muchos otros temas a desarrollar en una discusión sobre tu libro Jorge, pero te reitero es un gran libro y un movilizador para grandes discusiones. Quiera que esta contestación aporte algo a ese entramado de lucha nacional y popular.
19 de Noviembre de 2014.-

sábado, 15 de noviembre de 2014

Segundo Encuentro de los Vagos Peronistas el 14 de noviembre de 2014 diagramando las actividades para el año 2015 y discutiendo de política, por supuesto.


(Ricardo y Héctor) 

(Héctor y Martín) 

(Rene y Héctor) 

(Roberto y Jorge) 

(Martín y Roberto) 

(Héctor, Ricardo, Chuni y Martín) 

(Rene y Héctor)

(Rene, Héctor, Ricardo y Chuni) 

(Ricardo, Chuni y Martín)

Crítica del artº “Pertinaz” de Chuni Castelli sobre mi libro (E.D. y S.) por Jorge Cerletti

Con carácter liminar pongámonos en autos -como decimos los abogados-. El presente artículo de Jorge Luis Cerletti, es una réplica a la crítica llevada adelante por Claudio Castelli "chuni", a la presentación del libro de autoria de Jorge Cerletti, crítica publicada en este foro  y cuyo titulo fue:  "Una idea pertinaz".
Así las cosas y sin mayores preámbulos, pasemos a la lectura a la contestación de Jorge Cerletti.

Chuni participó en la mesa de presentación de mi libro “Estado, Democracia y Socialismo” leyendo su opinión crítica acerca del mismo (ver “Pertinaz”). Lo cual merece un doble agradecimiento de mi parte. Uno, por participar con sus opiniones elaboradas y otro, por la importancia que tiene un debate político amplio como parte del intercambio de ideas que tienden a la emancipación (se llame como se quiera). Y más en épocas en que prevalece netamente el día a día por sobre cuestiones de largo aliento (antes se decía estratégicas…) con vistas a la construcción de alternativas renovadoras. Creo que todos quienes nos identificamos con el campo del pueblo debemos redoblar nuestra praxis y sumar energías. Con esa finalidad voy a dar mi opinión en torno a la crítica mencionada con cuyo autor me unen los afectos y la causa de la emancipación.

(Claudio Castelli y Jorge Cerletti)

Aclaración previa: no me referiré a creencias religiosas que respeto si son sinceras y no contrarias a la emancipación de los pueblos. Tampoco incursionaré en lo filosófico porque no es mi fuerte, salvo en su relación con la política.

Entiendo que varias interpretaciones de Chuni, no obstante su intención de esclarecer posiciones, están erradas pues no reflejan las ideas que expongo en mi libro. Hago ahora una síntesis sobre los temas controvertidos:

** Determinismo: las generaciones de militantes de los 60 y los 70 (la mía) con una visión determinista y finalista creíamos en la inexorable marcha del mundo hacia el socialismo o comunismo o socialismo nacional (a elección). La implosión del comunismo y la derrota de los movimientos de liberación nacional resultaron un quiebre de esas ilusiones y llevaron a un replanteo a fondo de la teoría y la práctica por la que nos jugamos. Aquí en Argentina, la dictadura genocida más que un quiebre engendró un agujero negro que se tragó a multitud de compañeros y creó un hiato respecto de las nuevas generaciones. 

A posteriori surgió y asumí una nueva categoría política asociada a la imprevisibilidad fáctica del futuro, la apuesta. Aquí cabe distinguir entre la legalidad sistémica y el acaecer de los sucesos y las luchas en su interior. Por lo tanto, “persistir en la idea socialista en tanto práctica y política” que me atribuye, resulta una distorsión pues tácita o expresamente emerge del texto el interrogante acerca del significado actual del socialismo. A lo cual sumo un interrogante propio: de qué peronismo hablamos en la época de “la globalización”, pregunta que se liga a las proyecciones de los movimientos nacionales adscriptos al neo desarrollismo. Y si bien tomo posición al respecto, lo hago desde una mirada amplia y abarcadora del campo del pueblo y sus diferencias.

** Utopía: el descrédito del término tan desvirtuado por la derecha, se relaciona con mostrarlo como una ingenuidad cuando no una puerilidad. Pues bien, acudamos al Dicc. de la Real Academia (¡cosas veredes Sancho!): “No lugar. Plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación.”

“No lugar”, en política, implica el lugar de lo imposible para el orden existente. De suyo se desprende que su formulación plantea proyectos políticos de largo alcance. Y desde esa concepción remite a procesos de construcción de alternativas sin garantías (otro concepto no determinista). Recién a posteriori se podrán determinar aciertos y errores. Asimismo, remarco la importancia de una cuestión irresuelta, la tensión (cuando no contradicción) entre el corto y el largo plazo.

** El Estado: no sólo no estoy “preso” de la idea marxista-leninista de la extinción del Estado, sino que indico claramente que constituyó uno de sus fallos teóricos. Además, en ese nivel, señalo otros fallos como la fundamental “contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la relaciones sociales de producción” cuya predicción respecto del fin del capitalismo no se cumplió. Y ni qué decir de la cuestión del poder que concluyó en una dictadura de la nomenclatura del partido comunista que terminó abrazando el capitalismo. El “proletariado”, bien gracias. Pero tanto Marx como Lenin no eran Dioses sino grandes talentos cuyas ideas y prácticas influyeron decisivamente en los siglos XIX y XX y culminaron en las grandes revoluciones anticapitalistas que durante el “siglo corto” conmovieron a la humanidad.

Hasta el presente y con seguridad durante mucho tiempo más, subsistirá el Estado como ordenador político social de las naciones a la vez que aparato histórico de explotación y dominación. Lo cual no significa que no sea objeto de disputas de distintos sectores que luchan por controlarlo para imponer su política y a la par de los conflictos que son la norma. De allí surgen los gobiernos algunos de los cuales generan contradicciones del orden existente como sucede con varios en Sudamérica, el nuestro incluido. Pero en lo fundamental el Estado se fue conformando de acuerdo a la hegemonía de los grupos dominantes que no excluye los momentos en que éstos debieron resignar posiciones. 

La política a distancia del Estado que sostengo no quiere decir ignorarlo, sino  desarrollar una nueva subjetividad en la construcción de opciones desde lo micro. Y en ese sentido proliferan nuevas aperturas como ser el zapatismo, las resistencias que conlleva la irrupción del ecologismo, el reconocimiento y ascenso de los pueblos originarios, el avance en las reivindicaciones de género, los movimientos sociales con incidencia política, y mil y una luchas que nacen de abajo.

De paso aclaro que Chuni  me sitúa  “demasiado afincado al `hombre económico´ ” y 
me asocia al sistema capitalista donde la economía sí es determinante. Desde luego que “el hombre” no se reduce a lo económico, mientras que el capitalismo sí tiende a ello y si no, qué significa la sociedad de consumo…

** En cuanto a los socialismos reales sí crearon riqueza (perdón Chuni), basta comparar a la Rusia de los Zares, “el coloso de los pies de barro”, con la URSS como 2ª potencia mundial al calor de la dictadura comunista. Sólo que esto incluye al stalinismo y sus crueles formas de sometimiento que terminaron brindándole en bandeja sobrados argumentos a los personeros del imperialismo. Es que el “huevo de la serpiente” anidó en todos los procesos revolucionarios tras la toma del poder del Estado y al margen de sus diferencias. Mientras que las dictaduras “de clase” (apelación al proletariado), luego de las convulsiones y la movilidad al inicio de las revoluciones, fue decantando en la dictadura del aparato. En ningún caso se sobrepasó a un capitalismo de Estado. Y para contrariar una vez más a mi amigo que me ancla sólo en las relaciones de dominación, sostengo en mi libro que tampoco se superaron las relaciones mercantiles. En definitiva, los obreros cambiaron de patrón, de los empresarios privados pasaron a ser manejados por el Estado bajo la batuta del Partido Comunista. Y si bien se alcanzó una distribución más equitativa de la riqueza y mayor protección social, fue al precio de una pronunciada mediocridad cultural, del cercenamiento de las libertades y el crecimiento de una burocracia administrativa que frenó el impulso inicial, desarrolló la ineficiencia y desactivó la participación popular y su creatividad. 

** La Democracia: Opina Chuni: “…las personas en un orden social no están obligadas a entenderse absolutamente, sino a aceptar contradicciones que no se resuelven en ninguna síntesis, sino en hegemonías que los votos cada dos años reposicionan permanentemente. Esa periodicidad electoral no es considerada en profundidad en este libro.” Y más adelante: “…la circunstancia que en este libro no se abrace con convicción, la necesidad de votaciones periódicas no quita que tampoco puede tomarse muy en serio, pues demócrata es el autor, dispuesto a debates continuos.” (gracias).

En mi libro se destaca claramente la diferencia entre la democracia representativa y la democracia directa, ambas portadoras de contradicciones de diversa índole. La democracia representativa prevalece hoy en la mayoría de los gobiernos del mundo por más que existan notorias diferencias entre ellos. Y en este período de dominación semi absoluta del gran capital, la democracia representativa pasó a ser la falsa pantalla que encubre a las grandes corporaciones y a las principales potencias (excepto China capitalista bajo control del P.C.). Tan extendida es su hegemonía (precisamente) que “la Democracia” hoy les resulta funcional. Esto implica el irresuelto problema de la representación que desde un principio o más tarde, concluyó en la dominación de minorías que ejercen el poder sobre la sociedad que expolian. Mas en este largo e impredecible interregno, las elecciones abren posibilidades a sectores que tienen contradicciones con el establishment al que en variable medida se oponen y negocian, como algunos gobiernos rebeldes de Sudamérica surgidos en el presente siglo.

En tanto que la democracia directa tiende a resolver el problema de la representación dando cabida a todos quienes la integran referente a las decisiones del conjunto. Su gran dificultad consiste en las grandes concentraciones urbanas que hasta ahora impide su realización (por ejemplo, recordar el post 2001 en Argentina). El salto tecnológico y la proliferación de mini experiencias alientan esa perspectiva. Lo que en verdad está en juego en la llamada democracia son los niveles de participación real del pueblo sobre la vida del común.  

** Pertinacia:“Obstinado, terquedad o tenacidad en mantener una opinión, una doctrina o la resolución que se ha tomado.// 2. Gran duración o persistencia. (Dic.R.A.)
Si Chuni se refiere a la tenacidad en la búsqueda de nuevos horizontes emancipatorios, estoy de acuerdo. Y esta apertura mía deviene de la profunda crítica y autocrítica en torno a las causas que originaron el final del rico período de avance de las luchas populares. Creo que a través de los artículos que componen “Estado, Democracia y Socialismo” se puede hallar el mejor testimonio de esa afirmación. Por eso me parece injusto  que  Chuni diga: “El socialismo de Cerletti persistente –tal vez- en mantener el error de una idea, impotente en su naturaleza…” y aunque continúa morigerando el juicio, “…porque es un resultado de una comunidad idílica, a pesar de ello, la astucia de la razón, puede acogerla en la realidad futura.”
No se trata de una idea “impotente en su naturaleza” sino que son ideas que revolucionaron la historia de la humanidad durante 150 años y cuya interpretación y cuestionamiento del capitalismo son insoslayables para la causa de la emancipación. Y esto no es un credo ni un mandato bíblico, constituye una cumbre muy alta del pensamiento humano. Pero este juicio no significa quedarse atado a formulaciones teóricas desmentidas por los hechos y mucho menos negar la realidad en la que concluyó un ciclo de semejante envergadura. Ergo, éste es uno de los ejes de la problemática que atraviesa los artículos del libro.  
 
Finalmente, no es “la astucia de la razón” la encargada de construir “la realidad futura” y hablo de la emancipación. Sino la lucha de los pueblos al calor de las ideas y la creatividad que emanen de su seno.---

Jorge Luis Cerletti   (12/11/14)