sábado, 31 de diciembre de 2016

2016: EL AÑO EN QUE INTENTARON MATAR LA ESPERANZA DEL PUEBLO BRASILERO, Por Leonardo Boff


2016: el año en que intentaron matar la esperanza del pueblo brasilero
31/12/2016
Leonardo Boff, teólogo de la liberación




La situación social, política y económica de Brasil merecería una reflexión seria sobre el intento perverso de matar la esperanza del pueblo brasilero, promovido por una banda (ese es el nombre) de políticos, en su gran mayoría corruptos o acusados de tal, que de forma desvergonzada se pusieron al servicio de los verdaderos forjadores del golpe perpetrado contra la Presidenta Dilma Rousseff: la vieja oligarquía del dinero y del privilegio que jamás aceptó que alguien del piso de abajo llegase a ser Presidente de Brasil y que incluyese socialmente a millones de los hijos e hijas de la pobreza.

Obviamente hay políticos valerosos y éticos, así como empresarios de la nueva generación, progresistas, que piensan en Brasil y en su pueblo. Pero estos todavía no han conseguido acumular fuerza suficiente para dar otro rumbo a la política y un sentido social al Estado vigente, de cariz neoliberal y patrimonialista.

Al referirse a la corrupción todos piensan en Lava Jato y en Petrobrás. Pero olvidan o les es negada intencionalmente por los medios de comunicación conservadores y legitimadores del establishment, otra corrupción mucho peor, revelada exactamente el día de Navidad en el que junto con el nacimiento de Cristo se narra la matanza de niños inocentes por el rey Herodes, actualizada hoy por los corruptos que dilapidan el país.

Wagner Rosario, secretario del Ministerio de la Transparencia, nos revela que en los últimos trece años los esquemas de corrupción, fraudes y desvíos de recursos de la Unión, destinados a los Estados, municipios y ONGs y dirigidos a pequeños municipios con bajo Índice de Desarrollo Humano, pueden superar un millón de veces el robo en la Petrobrás descubierto en la operación Lava Jato. Son 4 mil millones camuflados que pueden transformarse, en un estudio econométrico, en un billón de reales. Las áreas más afectadas son la salud (merienda) y la educación (abandono de las escuelas).

Dice el Secretario: «yo llamo a eso asesinato de la esperanza. Cuando se retira la merienda a un niño, se quita la posibilidad de crecimiento de aquel municipio a mediano y largo plazo. Se está matando a toda una generación»( O Estado de São Paulo 25/12/2016).

La nación precisa saber de esta matanza y no dejarse engañar por los que ocultan, controlan y deforman las informaciones porque son anti-sistémicas.

Pero no se puede vivir solo de las desgracias que mancharon gran parte del año 2016. Volvámonos hacia aquello que nos permite vivir y soñar: la esperanza.

Para entender la esperanza tenemos que superar el modo común de ver la realidad. Pensamos que la realidad es lo que está ahí, dado y hecho. Olvidamos que lo dado es siempre hecho y no es todo lo real. Lo real es mayor. Pertenece también a lo real lo potencial, lo que aún no es pero puede llegar a ser. Ese lado potencial se expresa mediante la utopía, los sueños, las proyecciones de un mundo mejor. Es el campo donde florece la esperanza. Tener esperanza es creer que ese potencial puede transformarse en real, no automáticamente, sino por la práctica humana. Por lo tanto, la utopía que alimenta la esperanza no se antagoniza con la realidad. Ella revela su lado potencial, lo abscóndito que quiere salir afuera para hacer historia.

Hago mío el lema del gran científico, físico cuántico y reconocido pacifista Carl Friedrich von Weizsäcker, cuya sociedad fundada por él me honró a finales de noviembre en Berlín con un premio por el intento de unir el grito de la Tierra con el grito del pobre: «no anuncio optimismo, sino esperanza».

La esperanza es un bien escaso hoy en todo el mundo y especialmente en Brasil. Los que cambiaron ilegítimamente los rumbos del país, imponiendo un ultraliberalismo, están asesinando la esperanza del pueblo brasilero. Las medidas tomadas castigan principalmente a las grandes mayorías que ven las conquistas sociales históricas literalmente desmontadas.

Aquí nos socorre el filósofo alemán Ernst Bloch que introdujo el “principio esperanza”. Esta, la esperanza, es más que una virtud entre otras. Es un motor que tenemos dentro de nosotros que alimenta todas las demás virtudes y nos lanza hacia delante, suscitando nuevos sueños de una sociedad mejor.

Esta esperanza va a proporcionar las energías para que la población afectada pueda resistir, salir a las calles, protestar y exigir cambios que hagan bien al país, comenzando por los que más necesitan.
Como la mayoría es cristiana son oportunas las palabras del sabio Riobaldo de Guimarães Rosa: «Con Dios existiendo, todo da esperanza, el mundo se soluciona… Teniendo a Dios es menos grave descuidarse un poquito, pues al final todo sale bien. Pero si no se tiene a Dios, entonces no hay licencia para cosa alguna».

Tener fe es tener saudades de Dios. Tener esperanza es saber que Él está a nuestro lado, aunque invisible, haciéndonos esperar contra toda esperanza.

*Leonardo Boff es articulista del JB online y escribió Teología del cautiverio y de la Liberación, Paulinas 1978.

Traducción Mª José Gavito Milano

Fuente: https://leonardoboff.wordpress.com/2016/12/31/2016-el-ano-en-que-intentaron-matar-la-esperanza-del-pueblo-brasilero/

sábado, 24 de diciembre de 2016

NAVIDAD EN TIEMPO DE HERODES, Por Leonardo Boff


Navidad en tiempo de Herodes
Leonardo Boff, teólogo de la liberación
2016-12-24



La Navidad de este año será diferente de otras navidades. Generalmente es la fiesta de confraternización de las familias. Para los cristianos es la celebración del divino Niño que vino para asumir nuestra humanidad y a hacerla mejor.

En el contexto actual, sin embargo, en su lugar asomó la terrible figura de Herodes el Grande (73 a.C. – 4 a.C.) ligado a la matanza de inocentes. Celoso de su poder, oyó que había nacido en su reino, Judea, un niño-rey. Y ordenó degollar a todos los niños menores de dos años. Entonces se oyó una de las palabras más dolientes de toda la Biblia: “En Ramá se oyó una voz, gemidos y mucho llanto: es Raquel, que llora a sus hijos, y no quiere ser consolada, porque ya no existen” (Mt 2,18).

Esta historia del asesinato de inocentes continúa de otra forma. Las políticas ultracapitalistas impuestas por el gobierno actual, quitando derechos, disminuyendo salarios, cortando beneficios sociales como salud, educación, seguridad, pensiones, y congelando 20 años las posibilidades de desarrollo tienen como consecuencia una perversa y lenta matanza de inocentes de la gran mayoría pobre de nuestro país.

A los legisladores no les son desconocidas las consecuencias letales derivadas de la decisión de considerar más importante el mercado que las personas. Dentro de pocos años tendremos una clase de super-ricos (hoy son 1.440 según el IPEA, por lo tanto el 0,05% de la población), una clase media con miedo a perder su estatus y millones de pobres y parias que de la pobreza pasaron a la miseria. Esta significa hambre en los niños, que mueren por desnutrición y enfermedades totalmente evitables, personas mayores que no consiguen sus remedios ni acceso a la sanidad pública, condenados a morir antes de tiempo. Esta matanza tiene responsables: buena parte de los legisladores actuales de la llamada “PEC de la muerte” no pueden eximirse de la culpa de ser los actuales Herodes del pueblo brasilero.

Las élites del dinero y de los privilegios consiguieron volver. Apoyados por parlamentarios corruptos, de espaldas al pueblo y sordos al clamor de la calle, mediante una coalición de fuerzas formada por jueces justicieros, el Ministerio Publico, la Policía Militar y parte del Judicial y de los medios de comunicación corporativa y reaccionaria, no sin el respaldo de la potencia imperial interesada en nuestras riquezas, forjaron la dimisión de la presidenta Rousseff. El motor real del golpe es el capital financiero, los bancos y los rentistas (no afectados por las políticas de ajustes fiscales).

Con razón denuncia el científico político Jessé Souza: Brasil es el palco de una disputa entre dos proyectos: el sueño de un país grande y pujante para la mayoría y la realidad de una élite de rapiña que quiere drenar el trabajo de todos y saquear las riquezas del país para el bolsillo de media docena. La élite del dinero manda, por el simple hecho de poder “comprar” a todas las otras élites (FSP 16/4/2016).

La tristeza es constatar que todo este proceso de expoliación es consecuencia de la antigua política de conciliación de los dueños del dinero entre sí y con los gobiernos, que viene desde el tiempo de la Colonia y de la Independencia. Lula-Dilma no consiguieron o no supieron superar el arte sagaz de esta minoría gobernante que, con el pretexto de la gobernabilidad busca la conciliación entre sí y con los gobernantes, concediendo algunos beneficios a pueblo al precio de mantener intocada la naturaleza de su proceso de acumulación de riqueza a altísimos niveles.

El historiador Jose Honorio Rodrigues, que estudió a fondo a conciliación de clase siempre de espaldas al pueblo, dice con razón: el liderazgo nacional, en sus sucesivas generaciones, fue siempre reformista, elitista y personalista… El arte de robar es noble y antiguo, practicado por esas minorías y no por el pueblo. El pueblo no roba, es robado… El pueblo es cordial, la oligarquía es cruel y sin piedad…; el gran éxito de la historia de Brasil es su pueblo y la gran decepción son sus dirigentes (Conciliação e Reforma no Brasil, 1965. pp.114:119).

Estamos viviendo una repetición de esta maléfica tradición, de la cual nunca nos liberaremos sin el fortalecimiento de un anti-poder, venido de abajo, capaz de derribar esta élite perversa e instaurar otro tipo de Estado, con otro tipo de política republicana, donde el bien común se sobrepone al bien particular y corporativo.

La Navidad de este año es una Navidad bajo el signo de Herodes. No obstante, creemos que el divino Niño es el Mesías liberador y la Estrella es generosa para mostrarnos mejores caminos.

 (Fuente: http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=808)

martes, 20 de diciembre de 2016

CLINTON RECONOCE GOLPE DE ESTADO. TRUMP PERDERÁ LA GUERRA CONTRA LOS NEOFASCISTAS (NEOCONS), Por Heinz Dieterich, para Vagos Peronistas

19.12.2016

Heinz Dieterich

Clinton reconoce Golpe de Estado. Trump perderá la guerra contra los Neofascistas (neocons), Por Heinz Dieterich, para Vagos Peronistas


1. Clinton reconoce coup d´etat del FBI


En un desesperado contraataque de último momento para arrebatarle a Trump la Casa Blanca, las cohortes de Hillary Clinton y ella misma, están usando la verdad científica que publicamos hace ya tres semanas (27 de octubre): que el triunfo de Trump se debe a un golpe de Estado, instrumentado por la policía política del régimen, el FBI, encabezado por su director, el republicano James Comey. El 15 de diciembre, en una reunión en el exclusivo Hotel Plaza, a pocas cuadras del Trump Tower, Clinton tuvo que explicar ante los plutócratas, que financiaron con mil millones de dólares su campaña, porque habían perdido su inversión. La respuesta de la excandidata presidencial fue clara: en los Estados en pugna muchos votantes se pasaron al lado de Trump, debido “a la carta enviada por el Director del FBI, Comey”. Nuestro análisis, dijo ante los inversionistas, es, que “Comey’s letter raising doubts that were groundless… stopped our momentum.”


2. Paul Krugman refuerza el ataque

Paul Krugman, el pensador de centroizquierda más importante del planeta y premio nobel de economía, reforzó el mensaje un día después en la gaceta global de los neofascistas (neocons), el New York Times: “la subversión electoral” por un poder externo (Rusia) y una “agencia policiaca doméstica fuera de control (rogue)”, con “notables simpatías para la derecha excluida (alt-right)”, influenciaron el voto en los tres estados decisivos Wisconsin, Michigan y Pennsylvania, en, al menos el uno por ciento de los votantes. Con este cambio, Trump ganó la votación con unos 80 mil votos, que le dieron la mayoría en el Colegio Electoral.


3. Asalto neocon al Colegio Electoral - too little too late


La contraofensiva de los neocons de Clinton, Bush, Obama, se dirige contra el Colegio Electoral, que nombrará hoy al César del Imperio. Los 538 miembros del Colegio están teóricamente libres de votar según su conciencia. Es decir, podrían votar por Clinton. Pero, el problema es, que no actúan por conciencia o ética, actúan por intereses y corrupción. De ahí que su voto legalizará seguramente el coup d´etat de Trump, nombrándolo formalmente Presidente; pese a que hay cuatro fuertes argumentos en contra de ese voto: 1. Trump perdió las elecciones por casi tres millones de votos populares. 2. Triunfó por un illegal coup d´main (golpe de mano) de la policía política (FBI). 3. Manipuló a los votantes con una sistemática campaña de mentiras y promesas irrealizables. 4. Aún antes de ser Presidente, el nuevo Fuehrer está destruyendo sistemáticamente la institucionalidad de la democracia liberal burguesa y del orden liberal mundial, como demuestran sus nombramientos ministeriales y pasos en la política exterior. Es decir, no sólo pone en peligro el orden y concierto interno de la dictadura más exitosa del Nuevo Mundo, Estados Unidos, sino también la Pax Americana global.


4. La Guerra de Atrición


El tardío y tímido Asalto neocon a la Bastilla del Colegio Electoral fracasará, a diferencia del heroico ejemplo de la Revolución Francesa (“Prise de la Bastille”). Entonces, los generales neofascistas (neocons) pasarán a la Guerra de Atrición. Es decir, crearán un escenario político de ingobernabilidad para el bonapartista (populista) de derecha. La narrativa de que Trump es un “agente de Putin” que usurpó el poder con la policía política y el Kremlin, es la bomba de reloj, programada para estallar en el 2018. Otros puntos de ataque son: la obstrucción de los Estados de la Unión bajo control del Partido Demócrata; la inmovilización prolongada de la Corte Suprema; la débil mayoría de tres senadores republicanos en la Cámara Alta; el control del Congreso por el establishment anti-Trump del Partido Republicano; los grandes medios propagandísticos de los neocons, como el New York Times, el Washington Post y las grandes cadenas televisivas, con excepción de las de Murdoch; el Banco Central (FRB); los aliados de la OTAN; el mercado y, quizás el más importante, el patrón de gobernanza autocrática empresarial del Fuehrer. El objetivo estratégico de esta guerra de desgaste está claramente definido: hacer fracasar las grandes prioridades/mentiras políticas de Trump, de-construir su falsa imagen y derrotarlo decisivamente en las elecciones de noviembre de 2018, cuando 435 diputados y 33 de los 100 senadores serán elegidos, junto con unas 39 gobernaturas.


5. Trump perderá la guerra

Los nombramientos de gabinete, hechos por el Fuehrer de manera discrecional y personalista, sin conciliar con el establishment republicano, indican una política de Estado que hundirá al Duterte gringo en sus contradicciones. La economía estadounidense se encuentra en su máximo nivel de rendimiento y cualquier intento de Trump de expandirla más mediante la política fiscal, será combatida por la política monetaria (intereses) de la FED. La repatriación de la manufactura con altos salarios es imposible, porque la ley del valor –el mercado-- lo impide. Primera derrota. En la política exterior, el cuestionamiento de Trump de la “one China policy”, su acercamiento a Taiwan y la línea roja de guerra nuclear, declarada por Washington en el South China Sea, llevarán a un holocausto nuclear, o a un descalabro para Trump, incluyendo la ruptura con los europeos. Segunda derrota. El nombramiento del neofascista sionista David Friedman como embajador en Israel reactivará todas las fuerzas árabes contra Washington. Su intención de derrocar el acuerdo nuclear con Irán costará a Boeing miles de millones de dólares en ingresos y pondrá al Medio Oriente en la pendiente de una guerra regional con tendencia nuclear. Tercera derrota. Nombrando como Secretario de la Agencia de Protección Ambiental a uno de los principales lobbyistas de la industria fósil; al Ministerio de Trabajo un rancio capitalista anti-obrero; al Ministerio del Exterior un magnate de ExxonMobil; al Consejo de Seguridad Nacional un general paranoico que dice que Nicaragua, Bolivia y Cuba son parte de una conspiración con el terrorismo islámico, todos estos nombramientos le abren frentes de choque con organizaciones sociales y estatales opositores que no podrá controlar.


6. El futuro de Trump


Si existiera una Izquierda revolucionaria en el mundo, que merece el nombre, entonces tendríamos modelos científicos predictivos sobre lo que pasará en la tetrarquía estadounidense en los próximos dos años. Pero, más allá de las simplezas de la teoría de juego, no existe nada. No hay análisis de la evolución del Imperio desde la teoría del caos y de los atractores; o de la geometría de vectores o de los modelos de combinación neuro-difusas. La ciencia avanzada, como la usaron Marx, Engels y Lenin, no existe en esta deplorable “izquierda global”. Sin embargo, tal como acertamos el 27 de octubre con el descubrimiento científico de la verdadera causa (golpista) de la derrota de Clinton, podemos predecir también ahora que los vectores de poder de las cuatro fracciones de la clase dominante estadounidense indican, que el proyecto de gobierno del golpista Trump no tendrá éxito. En la lucha entre su proyecto protofascista y el proyecto neofascista de los neocons, el advenedizo usurpador hará adecuaciones sustanciales al poder de facto existente, o terminará como Duterte, su espejismo tropical. En un paseo abrupto hacia un mundo mejor.












LA LUCHA DE UNA IDEA, Por Juan Escobar (Fuente: *Publicado en la revista de UPCN "Aportes para la militancia" de Diciembre de 2016.)



Juan Escobar




Justicia social, Doctrina Social de la Iglesia y Peronismo.

La lucha de una idea*

*Publicado en la revista de UPCN "Aportes para la militancia" de Diciembre de 2016.

por Juan Escobar

Sólo la idea vence al tiempo. Hagamos de ella nuestro medio esencial para la lucha interna; institucionalicemos la lucha por la idea y usemos todo nuestro patriotismo para dar más potencia a la institucionalización de este proceso nacional.

Juan Domingo Perón. Modelo Argentino para el Proyecto Nacional



La justicia social fue durante mucho tiempo una idea y no mucho más que eso. Porque se trataba de una idea que no describía algo existente sino algo que faltaba. Una ausencia, una necesidad, un anhelo. Y con todo, esa idea fue el punto de partida para el desarrollo de la Doctrina Social de la Iglesia y la base sobre la que se construyó el fenómeno político de masas más importante de la Historia contemporánea: el Peronismo.



Hay noticias que pueden llamar la atención, no por el alcance de sus repercusiones, sino extrañamente por el silencio que se genera en torno de ellas a nivel de la comunicación masiva, y de manera consecuente, en la opinión pública en general.

El 26 de noviembre de 2007, por resolución 62/10, la Organización de las Naciones Unidas decidió establecer el 20 de febrero como Día Mundial de la Justicia Social. Una noticia que pasó inadvertida entre nosotros y aún hoy es desconocida para casi todos. Algo que resulta más llamativo por tratarse de una idea que define nada menos que la identidad de los peronistas, particularmente tratándose de un colectivo social tan afecto a las efemérides.

Sólo la idea vence al tiempo. El caso de la justicia social viene a confirmarlo. Las ideas tienen eso. Trascienden a sus creadores, pueden venir desde el fondo de la historia y llegar hasta nuestro presente. Como si sobrevivieran, saltando de cabeza en cabeza, en el afán de realizarse, de convertirse en una realidad efectiva, como dice nuestra querida Marcha.

El recorrido de la idea de justicia social se inicia con un sacerdote jesuita, hace poco más de siglo y medio. Para cobrar un renovado protagonismo en nuestros días, de la mano de otro integrante de la Compañía de Jesús. Jorge Mario Bergoglio, el primer jesuita en ser consagrado Papa y conocido mundialmente con el nombre de Francisco.

Entre uno y el otro, hay un recorrido de la idea que pasó por el Papa León XIII, los socialistas ingleses, Jean Jaurés, Alfredo Palacios, el constitucionalismo social, Juan Domingo Perón, el Concilio Vaticano II, los documentos de Medellín y Puebla, en una revisión que lejos de ser exhaustiva, constituye apenas un pálido reflejo de esa trayectoria.

Hoy, que la globalización de los mercados multiplica la pobreza y la marginación en cada lugar donde hace sentir su influencia, el Papa Francisco constituye sin lugar a dudas el abanderado de la justicia social a nivel planetario. Pero también es cierto que aquel jesuita con quien se inició la historia de esta idea, no era cualquier jesuita. Porque Luigi Taparelli, que de él se trata, aunque para nosotros sea un ilustre desconocido, fue uno de los intelectuales católicos más importantes de su época, cuyo reconocimiento e influencia trascendió -por mucho- el tiempo de su vida.

Nacido en Turín en 1793, desarrolló todo su trabajo teórico sobre la base de la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino y fue el inspirador de la restauración del estudio de esta obra como pilar de la formación sacerdotal en toda la Iglesia.

Santo Tomás hacía la distinción entre la justicia conmutativa (que debe gobernar las relaciones entre las personas y que depende de la igualdad básica de las partes en un acuerdo) y la justicia distributiva (que gobierna la relación entre la comunidad y cada uno de sus integrantes). A ese esquema, Taparelli viene a incorporar una tercera categoría: la justicia social. Lo expone en su libro “Ensayo teórico del derecho natural fundado sobre los hechos” publicado entre 1840 y 1843.

Lo que plantea básicamente es que todos los seres humanos son iguales en lo esencial y distintos en los detalles. Que eso esencial que tenemos en común es la humanidad, la pertenencia a una especie creada por Dios a su imagen y semejanza. Que como vivimos en comunidad, el bien superior es el bien común. Y dado que por las desigualdades existentes es inevitable la colisión de intereses, debe prevalecer el interés que es más universal y que por esto mismo está más cerca del bien común. Dicho en pocas palabras, debe prevalecer el interés que refiere a la atención de las necesidades básicas y la dignidad de todos y cada uno de los integrantes de la comunidad.

Lo más importante del caso es que decía esto en un contexto signado por las consecuencias de la Revolución Industrial que cambió violentamente la fisonomía de las ciudades más importantes de Europa y Estados Unidos. La aparición de la fábrica con sus chimeneas y sus obreros, promovió la superpoblación de las ciudades industriales. Chimeneas y desechos industriales que fueron contaminando el aire y las aguas. El hacinamiento estuvo acompañado de la aparición de una creciente pobreza urbana, integrado por los excluidos del floreciente Orden Industrial. Por otra parte, el sistemático abuso de posición dominante por parte de los empresarios industriales imponía a los trabajadores penosas condiciones de trabajo que los mantenía siempre al borde de la supervivencia. Eran tiempos en que el movimiento obrero se encontraba en plena etapa de organización para la defensa de los derechos de los trabajadores.

El libro de Taparelli marcó un antes y un después en la visión de la Iglesia sobre las cuestiones terrenales, por lo que puede considerarse el antecedente inmediato más importante de lo que se dio en llamar la Doctrina Social de la Iglesia. Y no sólo porque fue uno de los textos de referencia para el Papa León XIII al momento de redactar su encíclica Rerum Novarum. Sino porque era nada menos que el libro de cabecera del Papa Pío XI, que lo caracterizaba como una “obra que supera toda alabanza”. Por eso no es casual que haya sido en la Quadragesimo Anno de su autoría, donde la idea de justicia social aparece por primera vez en una encíclica papal. Pero ya estamos en 1931 y hay un par de cuestiones previas que nos parece necesario comentar por ser útiles a nuestros fines.

A fines del siglo XIX, la idea de justicia social encuentra un campo fértil en el movimiento socialista. Particularmente en el socialismo “fabiano” inglés y en el socialismo francés.

Dentro del socialismo francés, el político reformista Jean Jaurés encontró en la tarea legislativa un camino para que la justicia social dejara de ser solamente una idea para empezar a concretarse a través del reconocimiento de derechos a los trabajadores. “Nunca separé la República de las ideas de justicia social, sin la que sólo es una palabra”. No era cuestión de esperar al triunfo de la revolución socialista, sino que se trataba de avanzar en el sentido de la justicia social, aún en el marco de lo que solía llamarse “el orden burgués”. Así fue que impulsó las primeras leyes sociales que incluían la libertad sindical, la protección de los delegados obreros y la jubilación para los trabajadores, entre otras.

La acción de Jean Jaurés ejerció una influencia determinante sobre quien se proclamó “el primer diputado socialista de América”, el por entonces joven abogado Alfredo Palacios. Y en gran medida fue el modelo que siguió para su acción política. Con él, la idea de justicia social desembarcaba en la política argentina. Y no sólo eso. También a los claustros universitarios, donde se constituyó en el gran promotor del derecho laboral en nuestro país, a partir de la creación de la cátedra de Legislación del Trabajo y sintetizando su pensamiento en el libro “El nuevo derecho” de 1920.

Un año antes, en 1919, se había creado la Organización Internacional del Trabajo (OIT), cuyo primer considerando establecía que “la paz universal y permanente sólo puede basarse en la justicia social”.

Como parte de su trabajo legislativo Alfredo Palacios fue el autor de las dos primeras leyes laborales sancionadas en nuestro país: la Ley de Descanso Dominical y la Reglamentación y Protección del Trabajo de Mujeres y Niños. Impulsó entre otras tantas la ley que estableció la Jornada Laboral de 8 horas y la primera Ley de Accidentes de Trabajo. Pero sucedía que aún cuando sus proyectos llegaban a ser leyes, éstas no se traducían en transformaciones concretas dentro del ámbito laboral. Porque no contaba con la decisión política del gobierno para aplicarlas y los sindicatos no se encontraban legitimados para exigirlo. Dos cuestiones que cambiarían recién con el advenimiento del peronismo, que reforzó los cimientos esbozados por Palacios y continuó construyendo sobre ellos.

A las leyes y los derechos, el peronismo llegó para incorporar la importancia de la organización. Pero no cualquiera, sino la organización social autónoma para la defensa de los intereses comunes. Primero de los trabajadores y luego de cada segmento de la sociedad. Una concepción que se sintetiza en la idea de Comunidad Organizada.

La acción del entonces Coronel Perón al frente de la Secretaría de Trabajo y Previsión es lo suficientemente conocida. La justicia social, por primera vez en nuestro país era asumida como una política de Estado desde el gobierno. Su llegada a la presidencia la convertiría también por primera vez en el eje de toda la acción gubernamental. Hasta llegar a consagrarse en la reforma constitucional de 1949, máxima expresión del constitucionalismo social argentino.

Los sindicatos fueron institucionalizados como sujetos legítimos de derecho colectivo para defender los intereses de los trabajadores. Y como derivación lógica, para participar en paritarias arbitradas por el Estado para definir las condiciones del contrato laboral.

Esta conjunción del derecho individual y el derecho colectivo, así como la participación en negociaciones colectivas, configuran posiblemente la mayor innovación del peronismo histórico, al tiempo que su legado más perdurable y que explica en parte su proyección hasta nuestros días. Al punto de que la idea de Comunidad Organizada puede entenderse como el ámbito de la negociación colectiva de los diversos segmentos sociales organizados de manera autónoma y con el Estado como árbitro entre las partes y los intereses en pugna.

Perón demostró que la justicia social había dejado de ser sólo una idea y que su realización -además de deseable- era posible y esto se expresaba en las proporciones en que se distribuía la riqueza, por partes prácticamente iguales entre el capital y el trabajo. Un esquema de distribución que sobrevivió dos décadas tras el derrocamiento del primer peronismo.

Hasta que en 1976 cayó sobre nosotros la Globalización, con la dictadura más sangrienta de la historia argentina y su ministro de economía José Alfredo Martínez de Hoz. La Globalización ya había aterrizado en el Chile de 1973 con Pinochet y Milton Friedman, por lo que ambos países trasandinos tuvieron el cruel privilegio de ser elegidos como el laboratorio de un modelo de sociedad que luego se aplicaría a la Inglaterra de Margaret Thatcher y los Estados Unidos de Ronald Reagan. Y que a partir de allí regaría su lluvia ácida a prácticamente todos los pueblos del mundo.

En el medio, la idea de justicia social seguía creciendo en el marco de la Doctrina Social de la Iglesia. Recibió un fuerte impulso con el Concilio Vaticano II, convocado en 1959 por el Papa Juan XXIII. Con sus derivaciones en nuestras tierras, fundamentalmente los encuentros organizados por el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), que agrupa a los obispos de la Iglesia Católica de Latinoamérica y el Caribe. En particular, el que tuvo lugar en Medellín (Colombia) en 1968 y el que se realizó en Puebla (México) en 1979, que significaron un verdadero punto de inflexión para la Iglesia Latinoamericana con una decidida opción por los pobres y el compromiso social activo en cada comunidad.

Una mención aparte merece el quinto encuentro realizado en São Paulo, Brasil en 2007, de cuyo “Documento de Aparecida”, el Cardenal argentino Jorge Bergoglio fue uno de sus principales redactores.

Hoy sin dudas la Justicia Social cuenta con un portavoz de estatura mundial. El Papa Francisco es ante todo un hombre que ha llevado la Doctrina Social de la Iglesia nuevamente a un primer plano excluyente en la medida que está presente en cada uno de sus mensajes, de sus gestos y de sus actos. Para orientar a las comunidades humanas hacia un mundo mejor, que es decir un mundo con menos sufrimiento. Con una calidad de vida satisfactoria, que no solamente incluya la atención de las necesidades materiales, sino con un sentido más pleno, que incorpore a su vez las necesidades espirituales y culturales de los Pueblos. En otras palabras, para que las mayorías populares vivan mejor. Planteando límites morales a la dinámica de un capitalismo cegado por un insaciable afán de lucro para el que la vida de las personas no es una cuestión a tener en cuenta.