domingo, 31 de mayo de 2015

espía de las anclas nocturnas, por Claudio Javier Castelli





vaya este poema escrito en el puerto de Buenos Aires, una madrugada de 1992, para comparar con este 25 de mayo de 2015.





espía de las anclas nocturnas





serían las dos de estibadores

en la marinera oscuridad

de rieles vagabundos





el alto perú del monopolio

españa mineral





cronista de las manufacturas

rebelan bitácoras de rosario

en la neblina vegetal de la montaña



frigoríficos del vértice

trenes alambrados en el mar





sacudidas banderas del milenio

esteros del paraguay

en los pájaros nocturnos





esclavos de las habaneras

en los tasajos y camalotes

olvidan pétalos del tango





tobogán de nuestras pampas



el espía de las dársenas

tiene frío de alta mar

en los cabellos de agosto





llueve desde el puerto

tanta intolerancia

tanto no saber

tanta ignorancia





y en el tobogán

al temblar el alba

los dolidos pies

la nación errante...





claudio javier castelli

puerto de buenos aires, agosto de 1992

miércoles, 27 de mayo de 2015

EL NOMBRE EN EL CENTRO, POR HORACIO GONZÁLEZ (Página12, 27.05.15)



El Gobierno fue acusado, luego del discurso de la Presidenta en la Plaza, de omitir la historia, sobre todo la del primer gobierno de 1810, y de hacer recaer todo el peso explicativo de la fecha en la llegada de Néstor Kirchner al poder, hace ahora 12 años. Se apunta a señalar una actitud facciosa, un punto de vista autorreferencial sobre el pasado argentino. En mi opinión no es así, sino que es lo contrario, a pesar de que, en efecto, en el mencionado discurso casi no hubo ninguna mención a los acontecimientos de 1810. Pero para una afirmación de tamaña significación en cuanto a una fiesta nacional que omitiría supuestamente su signo de origen, el que le brindaría sus propios fundamentos, hay que considerar más elementos en juego. En primer lugar el Gobierno tiene permanente conciencia de que es un producto de la historia (tanto inmediata como mediata), acentúa como es evidente un sesgo interpretativo de tono épico, otras veces reparatorio, con ribetes comparativistas permanentes. El resultado de los cortes historiográficos de apariencia arbitrarios no hace más que reactivar el debate histórico. No se habrán mencionado los discursos de Castelli y del Obispo Lué en aquellas asambleas previas a la complicada formación del gobierno en el Cabildo –cuya primera versión incluía al propio virrey, lo que revela lo arduo de la discusión–. Pero emergió el episodio del traslado del sable de San Martín, que es un nudo historiográfico de compleja textura. Hasta hoy es el punto fuerte del revisionismo histórico, pues enlaza a San Martín con Rosas –el primero, un lector de Diderot, un hombre de la Ilustración; el segundo, un lector de remotos tratadistas de la ultraderecha europea–, y tal enlace no deja de producir interpretaciones que, con mayor o menor escozor, dejan la campaña de los Andes en punto de comparación con la batalla de Obligado en 1845. ¿Es así?

Cuando llega a Buenos Aires la noticia del legado que San Martín le hace a Rosas, los diarios oficialistas de aquel momento –sobre todo el Archivo Americano, gran experiencia periodística de extremo profesionalismo– colocan la noticia en un lugar destacado y, asimismo, incluyen otra carta de San Martín –no sólo la del legado– en donde reseña las dificultades insuperables con las que tropezaría una invasión británica y francesa apenas intentara internarse en los territorios bonaerenses. La voz de San Martín era escuchada por una elite militar europea. Luego de caído Rosas, llega el sable al Museo Histórico y allí reposa hasta que más de medio siglo después acontece una nueva reactivación histórica: la resistencia peronista de los años ’60, que lo sustrae dos veces de su cápsula. En una de esas oportunidades –a modo de intermediario con el gobierno y el Ejército– va a parar a las manos de un capitán Phillipheaux, hombre del peronismo que años antes había tomado la ciudad de Santa Rosa en el contexto de la insurgencia del general Valle. Restituirlo en medio de una pompa específica no deja de ser, ahora, un implícito rememorativo que se abre a múltiples direcciones, luego de producido el acto estatal. ¿Es el acto de cierre de aquellos momentos iniciáticos y arrebatados de la resistencia peronista? ¿O la satisfecha noción de un hecho de reintegro enérgico que reanima un culto cívico de previsibles liturgias? Reactivar símbolos, sacar de su adormecida condición a un retazo del pasado, equivale a una actitud que ha fundado buena parte de la discusión histórica. ¿Conviene reactivar, con riesgo de renovar conflictos del pasado, o llamar a una actitud de olvido deliberado y prudente, como hizo Renán en Francia? Este gran historiador conservador temía que convertir al presente en un ámbito de agitación histórica, provocaría entre otros males el retorno de las luchas entre hugonotes y católicos que habían ocurrido cuatro siglos antes.

Esta actitud sobre la que desconfiaba Renan puede atribuírsele al nacionalismo revisionista de los años ’30, a los Ibarguren, los Irazusta, los Pepe Rosa, cada uno en su proporción y con sus debidos matices. Perón no los miraba con total aprecio y aprovechó tácitamente para expresarlo con los nombres que en 1948 les pone a los ferrocarriles nacionalizados. Son nombres que componen una hipótesis “a la Renan”, un incisivo conciliacionismo sobre las sombras del pasado, que Perón sólo romperá luego en el exilio, aceptando hacer ingresar a Rosas al linaje que culminaría en él mismo. La historia pasada, con su cortejo de mitos, se había reavivado otra vez. Hay que recordar que en el Bicentenario, para un movimiento político donde la figura de Rosas siempre inquieta sus aguas internas, las reivindicaciones enfáticas de Castelli, Moreno y Monteagudo rompían el escaparate de revisionismo canónico, repitiendo actitudes de lo que fue el alberdismo de muchos nacionalistas y, no en menor medida, el echeverrismo de filósofos notables como Carlos Astrada, cuando actuó dentro de las filas peronistas. Otras notables discusiones que acompañan y acompañarán todo proceso político son las que se refieren a la cuestión toponímica como hábito de primera mano de las conmemoraciones cívicas. En el peronismo, los pocos memoriosos que todavía restan recuerdan las últimas discusiones de Perón con Jauretche respecto a la atribución de nombres al paisaje rural o urbano. El autor del “Medio Pelo” se opone a la propensión peronista de rebautizos permanentes con los nombres presidenciales, así como se había opuesto al cambio de los viejos nombres criollos, rememorando la época de Sarmiento, por los nombres de la modernidad (Bell Ville por Fraile Muerto). Llega a vaticinar que el costo para el gobierno peronista de este fervor nominalista podría ser terrible.

De modo que el tema ni es nuevo ni es injusto considerar que forma parte de un gran aprendizaje social. Así como no es posible colmar de autocelebraciones el mundo urbano y social, no se puede negar lo atractivo que puede ser gobernar con la conciencia de que los nombres son timbres que sólo la decisión del presente permite que sean llamados nuevamente, o dejarlos en la aceptable quietud de su aceptación colectiva, como luchas sino canceladas, en usufructo de su justo reposo guerrero. La Presidenta se refirió a eso en un tramo de su complejo discurso en la Plaza. ¿Qué ocurriría si se revisaran todos los nombres que enmarcan nuestro lenguaje citadino, cada uno de los cuales, eclecticismo mediante, proviene de triunfantes conmociones políticas o culturales? El tema exige una singular prudencia, una sutil historia toponímica del país, empezando por el propio nombre de Argentina, todo lo cual arrojaría el esqueleto mismo de las luchas sociales a través de los símbolos. No cabe duda de que la tentación fundacional anida en todo movimiento político, desde la mayor explicitación que hizo el mitrismo luego de Caseros, la más moderada, créase o no, que respecto de aquélla hizo el peronismo desde 1945 –muy mitigada luego de 1973–, y la aún más atemperada de kirchnerismo, que hoy parece ser tan ofensiva a los redactores de Clarín y La Nación. No consiguen discutir con mayor sensibilidad algo que, lejos de significar el encierro del país en una reducida lonja de tiempo kirchnerista, nos lleva como digno convite a devolver la historia argentina a los tonos inquietos que fueron sus moldes fundadores. Esto no significa mover el diccionario urbano o revolver periódicamente la toponimia, sino admitir que hay nombres de época –el del kirchnerismo postulamos que lo es– que son nombres que mantienen en cierto momento a los demás nombres y los hacen vibrar cada uno a su tiempo, como si fueran las nuevas tuberías del órgano de Centro Cultural que ha sido inaugurado precisamente con el nombre que ya sabemos. Que luego se diga “ballena azul” trae un aire a canción de Silvio Rodríguez, que demuestra que conviven nombres de acervos tan heterogéneos como bulliciosos. En estos tonos de diversidad nominativa reside todo lo republicano que se desee.

Colocar un nombre en el fárrago de una historia que la asemeje a un mundo total nunca es fácil y, realmente, se torna imposible. San Martín no es un antecedente de Rosas, pero se sintió tocado en su ideal patriótico neoclásico ante la injusta invasión de 1845 de Francia e Inglaterra. Sus ideas sociales de la época eran ideas de Orden, Soberanía y Progreso, pero contemporáneo de las barricadas de París, no las aceptaba, aunque no promovió su condena, sino que se retiró del bullicio. Rosas, exilado, escribió diatribas contra las barricadas que siguieron a las que vio San Martín, las de la Comuna de París. Había grandes diferencias entre ellos, por eso los nombres que los signan son todos una convocatoria a la sabiduría histórica, el reconocimiento de lo que anuda lo heterogéneo o que separa lo semejante. No sin atisbos reflexivos de revisionismo, pero evitando un revisionismo que apenas dé vuelta la taba cada oportunidad que parezca útil para generar arquetipos inmóviles en una historia que nunca está estática y nunca queda conforme con interpretaciones definitivamente acabadas. Tengo la impresión de que el kirchnerismo mismo nunca estuvo encerrado en su propio nombre, eligió el reino de las superposiciones, pues si a veces se postuló fundacional –y no faltaban motivos– otras tantas veces buscó implícitas razones en su periferias, en sus aledaños, en sus contradictores, en los espectros de su Otro. Si fue así, ése es su motivo para perdurar y nunca la omisión de las complejidades de la vida histórica argentina, a las que vino a reexaminar no sin agudeza, pero nunca con banalidad. Es comprensible que acudiera a subrayar su propio nombre, pero en otras tantas ocasiones como éstas dejó los puntos suspensivos necesarios como para que sea la sociedad misma con sus fuerzas intelectuales y anímicas la que diera con la palabra más adecuada.

martes, 26 de mayo de 2015

LA PATRIA, POR SANDRA RUSSO (PÁGINA12, 26.05.15)



La palabra “patria” está en ese limbo lingüístico que comparte, por ejemplo, con las palabras “libertad” o “democracia”. No tienen un significado unívoco: hay que dárselo. Esas palabras han sido y son usadas para designar, en diferentes lenguas y latitudes, cosas contradictorias y muchas veces completamente opuestas. Que alguien hable de patria, en principio, no delata ninguna profundidad ni de sentir ni de pensamiento. En nombre de la patria y en nombre de la libertad se han hecho también cosas aberrantes. Generacionalmente, los argentinos de mediana edad hemos debido sobreponernos a esa otra idea de patria que nos fue enseñada junto con la idea de un “ser nacional” que en nuestra juventud estaba siendo impuesto a sangre y fuego, y que nos pretendía poca, muy poca cosa, constructores de sillas que se rompían, soplones, gritones, homofóbicos, misóginos, anticomunistas, avivados, ególatras y fanfarrones, presuntamente más altos y blancos que cualquier otro latinoamericano. Uno creció buscándose a sí mismo en el tejido grasoso, tétrico y dorado de ese “ser nacional” que planeaba sobre clases escolares y medios de comunicación. En nombre de la libertad, en tanto y según se nos enseñaba en las clases de educación cívica, era que en l955 había sido prohibido el peronismo.

Claro que ése era un relato, uno de otros relatos posibles sobre quiénes y cómo somos, qué queremos, qué tenemos en común, qué nos diferencia, qué diversas y múltiples identidades –regionales, de género, políticas y étnicas– confluyen en eso superador que nos abarca, en eso que cuando por fin lo rozamos nos hace felices, como ayer. Pero aquél no era un relato cuestionado por los factores de poder. Todo lo contrario. Era el relato que les pertenecía y que habían derramado como nunca derramaron la riqueza. Y ante ese artefacto al que le llamaban patria, uno se atajaba, se defendía, se diferenciaba, se rebelaba, quedaba dolorido. Como aquel “ser nacional” nos quería a cada uno peleando por lo exclusivamente suyo, los puentes entre nosotros no existían y había que crearlos. Pero no sabíamos ni cómo ni por dónde. No fue fácil ser argentino durante muchas décadas. A la conciencia de no querer llevar esa falsa antorcha manchada con sangre y con cinismo, se le sumó después una culpa esfumada, difusa y compleja, la vergüenza de una nacionalidad que había consentido tantos crímenes.

Uno hace el ejercicio de recordar aquellos años y abrir los ojos hoy, y constatar que algo intensamente profundo ha cambiado por donde las cosas cambian de cuajo, que es en lo cultural y en lo simbólico. Este año, en el último 25 de Mayo de su mandato, Cristina Kirchner agregó un ingrediente filoso, como lo es el sable corvo de San Martín, al que volvió a referirse anoche en su discurso, para exponer y religar la mirada esperanzada del prócer unánime sobre Juan Manuel de Rosas, el prócer reprochado en el viejo relato. Expuso más que un sable y más que un símbolo: expuso de qué brutales maneras se ha manipulado la historia que nos fue contada como aséptica. Había allí una continuidad histórica que fue abortada y negada por las elites. A propósito, es bueno recuperar aquí una palabra: lucha. El establishment la reserva al pasado. A las luchas actuales las niega y las llama pelea, confrontación o crispación. La historia es un continuo. El presente será la historia del futuro. Lo que Néstor Kirchner y luego Cristina Fernández iniciaron en 2003 y continúa es un ciclo de lucha renovada por las conquistas inacabadas de la emancipación, de la independencia o como se le llame: significa que el pueblo –y no los lobbies– gobierna a través de sus representantes. Suena sencillo, pero la lucha es ésa.

Como en un extraño mandala cuyas piezas fueron primero esparcidas y luego recuperadas, la idea de la patria se reconstituyó en estos años. Hubo tantos movimientos simbólicos puestos en marcha simultáneamente, que es difícil analizar su funcionamiento y hasta su planificación: más bien, uno tiende a creer que lo que se modificó, esencialmente, fue el sujeto histórico del ayer, del presente y del mañana. Hoy miro las calles inundadas de gente que habla en distintas tonadas, que tiene diferentes edades, que ríe y que confraterniza con el de al lado, que propaga su buena energía, que agradece ser tenida en cuenta, los niños que saben qué pasó hace 205 años pero también quién es Cristina, la multitud que no le cree a Clarín, la conciencia del valor que tiene estar aquí y ahora parados en un lugar y no en ninguna parte, como sucedió durante años y años con los sectores invisibles. Hoy miro la fiesta patria y popular, y pienso que esta idea de patria no es la única posible pero es la que mejor nos hace porque incluye a todos los que quieran entrar. La fiesta patria y popular dice a través de su coro feliz y atronador que la patria es popular o no es.

jueves, 21 de mayo de 2015

EL PEQUEÑO MACRISTA ILUSTRADO (Página12, 21.05.15)


(Incorporamos este artículo, sobre un documento de Durán Barba, a los candidatos neoliberales, porque demuestra la "concepción de la política", de Macri y Sanz, la farsa, lo grotesco, la política como engaño, como mentira)




 SE FILTRO UN GUION DESTINADO A LOS CANDIDATOS DE LA UCR Y EL PRO
El pequeño macrista ilustrado

El documento que se conoció en Córdoba les propone a los candidatos que “no importa hablar de propuestas” sino “emocionar a la gente”, les sugiere no mostrarse como parte de la política y hasta les da ejemplos de supuestos casos concretos.
 “No importa hablar de propuestas, importa emocionar a la gente que está escuchando.” “No importa la pregunta del entrevistador, pensar en el oyente y repetir el mensaje que queremos que el oyente escuche.” Esas son algunas frases de un documento de 67 páginas que se filtró en Córdoba y que está destinado a los candidatos del frente integrado por la UCR, el PRO y el juecismo. Su presunto autor es el consultor del jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri: el ecuatoriano Jaime Duran Barba.

El escrito se titula “Consideraciones iniciales y ejes discursivos de Juntos por Córdoba”.

“Tono conciliador, basta de peleas, hablar a la gente”, recomienda el escrito una y otra vez. A tono con los libros de Duran Barba, el texto recomienda “no mostrarse como parte de la política tradicional”. “Sólo a un 23 por ciento de la población le interesa mucho o algo la política”, indica. “Si bien los periodistas siempre intentarán llevarnos hacia los problemas coyunturales de la política, candidaturas, alianza, tenemos que tener en claro cuál es nuestro mensaje.”

El documento propone utilizar frases como “ése es un tema de los políticos, lo importante es...”, para esquivar las preguntas complicadas. Señala que son “herramientas discursivas para salir del paso”.

También aconseja contar historias concretas, como suele hacer Mauricio Macri, que ha citado en diversas campañas, en años diferentes, la misma anécdota sobre Cacho y María, dos vecinos preocupados por la inseguridad. “Contar historias, con nombre y apellido, de gente que hayan conocido en la campaña”, insiste el documento. En este caso, el paper destaca en mayúsculas “hablar dando ejemplos concretos, con nombres de vecinos, cercanía” y propone un ejemplo: “Ayer estuve con Juan, del barrio Altamira, que me contó que salir a pasear no es lo mismo que antes, porque tiene problemas de seguridad. No puede dejar abierta la puerta de su casa. Su pueblo ya no es lo que era, se está por jubilar y sus hijos no consiguen trabajo. Los políticos están más preocupados por resolver el cargo, que por ayudar a Juan y su familia”.

También propone ejemplos positivos, como el de “Juana, que lleva en su moto a vecinos cuando no hay colectivo; Pedro, que ayuda a hacer las compras a su vecino que está en silla de ruedas”. Queda claro que Juan, Juana y Pedro, así como otros ejemplos que suelen dar los candidatos del PRO, son personajes ficcionales y no historias que surjan de su conocimiento de los barrios.

Por último, como parte de la campaña nacional del PRO, el documento recomienda asociarse a la imagen del jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, “porque es el dirigente que mejor imagen tiene. Tiene el estereotipo de gestión y de cambio que funciona y da soluciones”.

martes, 19 de mayo de 2015

ELECCIONES Y BANCO DEL SUR, POR EDUARDO ANGUITA (Tiempo Argentino, 19.05.15)




(Agregamos este artículo de Anguita, porque es prácticamente el único, que destaca las cuestiones geopolíticas, que son imprescindibles de comprender, en la lucha de la Nación Argentina y la Patria Latinoaméricana)
De cara a las PASO nacionales de agosto, el panorama ya no tiene sorpresas. Un Sergio Massa debilitado pero que no cede ante la propuesta de ser el candidato de Mauricio Macri en el distrito bonaerense. La caminata del líder del PRO en José C. Paz, el pasado sábado, fue a apenas dos cuadras del acto que tenía a Massa como protagonista. Y cada cual fue con su referente para el estratégico distrito bonaerense: María Eugenia Vidal con Macri, y Francisco de Narváez con Massa. Si se mantiene la postulación de este último, el buen posicionamiento en las encuestas del Frente para la Victoria puede frenar el entusiasmo de Macri. Salvo, claro está, que el jefe del PRO logre aglutinar al arco opositor.
El oficialismo se anotó un poroto con el triunfo contundente de Juan Manuel Urtubey en Salta. Hay que tomar nota que el reelecto gobernador de Salta ya se posiciona de modo indirecto como interlocutor para estos próximos años, al decir que será candidato en 2019. En la cancha quedaron dos candidatos –Daniel Scioli y Florencio Randazzo– sin que se crearan fisuras. Antes bien, el escándalo en La Bombonera tapó cualquier rebote mediático sobre los porqué de la declinación de Sergio Urribarri, Agustín Rossi y Jorge Taiana. Todo indica que alcanzó con que Cristina o alguno de sus allegados sugirieran qué hacer. Las tensiones entre Scioli y Randazzo pueden tener un dato a favor del oficialismo: atraer franjas distintas de votantes. Scioli es dialoguista, menos crítico con la oposición, al tiempo que Randazzo se muestra disciplinado a la Casa Rosada.
No queda claro quién está mejor posicionado en la provincia de Buenos Aires ni si se agregará Martín Insaurralde a Julián Domínguez y Aníbal Fernández. El intendente de Lomas no parece contar con la venia de la Casa Rosada y para Scioli sería abrir un frente delicado, salir a bancar al marido de Jésica Cirio que pasó sus vacaciones con Massa en Pinamar. Para el oficialismo es importante tener un buen candidato en territorio bonaerense, pero si no logran cautivar al electorado con un candidato fuerte para la gobernación, la boleta del distrito puede tener alguna sorpresa, quizá la misma presidenta como cabeza de la lista de diputados nacionales.
Randazzo salió a posicionarse como un K puro: estuvo con Carta Abierta y habla de Clarín y los Derechos Humanos para mostrarse como el sucesor natural de Cristina. Scioli, que está muy por encima en las encuestas, evita sumar conflictos con el hombre de Chivilcoy.
CAPITANICH Y KICILLOF. De cara a las presidenciales, el oficialismo parece bien parado. Sin embargo, falta tiempo y hay elecciones en varios distritos. Ciudad de Buenos Aires es algo demasiado lejano para el kirchnerismo. Es difícil saber si un mejor candidato a vicejefe podría haber dejado mejor parado a Mariano Recalde. Al menos, dará pelea y tuvo una buena convocatoria en el Luna Park. Santa Fe tiene también al oficialismo en tercer lugar y con un Miguel del Sel en punta que revela hasta dónde el marketing de la antipolítica, sumado al espectáculo, puede tomar la delantera. En varios distritos las fuerzas opositoras pueden quedar primeras, pero en todos lados el kirchnerismo tiene peso.
El próximo domingo 24 son las PASO chaqueñas. Domingo Peppo es el precandidato de Chaco Merece Más, la fuerza que orienta Jorge Capitanich, quien corre por la intendencia de Resistencia. La visita de Cristina fue un espaldarazo para ese espacio en una provincia de fuerte arraigo peronista pero que tiene como contrincante a Aída Ayala, la actual intendenta de Resistencia, de origen radical y al frente de Vamos Chaco, donde militan desde Libres del Sur hasta el PRO, salvo el Partido Obrero, Vamos Chaco forma parte del laboratorio de varias provincias donde no importan las propuestas sino el rechazo al oficialismo. En algunas, como Mendoza, el experimento fue bueno, en otras como Salta no sirvió para nada. Las PASO del Chaco serán importantes porque, si Capitanich gana la intendencia, podría ser un candidato a completar alguna de las fórmulas presidenciales. Ni Scioli ni Randazzo le harían un feo a un Capitanich ganador en su distrito.
El ministro de Economía Axel Kicillof, quizá por instrucción presidencial, incursionó demasiado en territorios que hasta ahora eran de dominio de Carlos Tomada. La convocatoria a un paro nacional para los primeros días de junio no parece ser un desafío muy importante pero la muñeca y la experiencia del ministro de Trabajo resultará muy importante para Kicillof, quien en pleno parate económico aspira a jugar un papel electoral. No parece fácil estar tan involucrado en tantos frentes de gestión y, al mismo tiempo, ser candidato. Sin embargo, todo indica que el protagonismo de La Cámpora pretende ser coronado con alguna de sus figuras en algún lugar exitoso desde el punto de vista electoral. Hasta ahora no lo lograron. Aunque Kicillof no es un camporista puro podría ser, si no hay conflictos sociales, otro de los que Cristina tenga en la manga para completar binomio de cara a las elecciones nacionales.

BANCO DEL SUR. En un diálogo con el periodista Pedro Brieger, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, dijo que en los próximos días se reuniría en Buenos Aires el Banco del Sur, y adelantó que lo presidirá un argentino. Es probable que el próximo lunes 25, cuando se cumplan 12 años de la asunción de Néstor Kirchner, varios mandatarios latinoamericanos acompañen a la presidenta. Cabe recordar que el domingo 9 de diciembre de 2007, en la jornada previa a la asunción de su primer mandato, Cristina estuvo acompañada por el elenco de presidentes que asumían los desafíos y las deudas históricas de los Estados con los pueblos de la región. Esta entidad bancaria regional fue pensada con la ambición de remplazar a los organismos internacionales con eje en Washington y fue el último acto de gobierno de Néstor. En efecto, aquel domingo, antes de entregarle la banda y el bastón a su esposa, el santacruceño firmó el acta fundacional junto a su gran impulsor Hugo Chávez. Estamparon la firma Evo Morales, Nicanor Duarte Frutos, Rafael Correa, Lula y al día siguiente lo hacía Tabaré Vázquez. Con la recuperación de las reservas de los bancos centrales y los procesos de desendeudamiento en marcha, se esperaba entonces contar con unos 7000 millones de dólares como capital inicial. Desde ya, la prioridad eran las obras de infraestructura y las inversiones en transporte para agilizar y abaratar la integración industrial y comercial de la región. Días pasados, durante el programa En qué juego estamos, que se emite por Radio Nacional, Pedro Peretti y Horacio Tettamanti, un especialista en agro y otro en logística, decían que los costos en logística en la Argentina son tres veces mayores que los de la Comunidad Económica Europea.
Quizá los siete años y medio de aquel compromiso que quedó entre paréntesis sea poco tiempo en términos históricos y lo que pueda pasar en las celebraciones del 25 de mayo pueda dar un impulso fuerte a esta necesidad vital de una América Latina con un elevadísimo coeficiente de commodities entre sus exportaciones contra un excluyente volumen de manufacturas en la importación. La integración logística, cuando se trata de hacer llegar granos, carnes o minerales a los puertos es vital para que la ecuación sea competitiva. Por ejemplo, la ruta 14 permite que miles de camiones unan Buenos Aires y el Brasil. Sin perjuicio de que los accidentes viales son una de las principales causas de muerte, el río Paraná debería ser la gran autopista litoral.
Claro, para eso también habría que unificar normas y criterios laborales, porque mientras en la Argentina los trabajadores tienen una amplia gama de derechos, los costos laborales de las flotas fluviales de Paraguay son mucho más bajos. Si se trata de hacer llegar un contenedor de Salta a Buenos Aires y luego a Rotterdam o Hamburgo, resulta más caro el tramo terrestre doméstico que el internacional marítimo. Para tener una idea, entre Salta y Buenos Aires hay unos 1500 kilómetros y entre esta y Hamburgo o Rotterdam más de 10 mil. Es una de las paradojas de la Argentina camionera pero sobre todo de una América Latina que está en tránsito pero que debe fijarse metas para integrarse en serio. Nadie puede decir que el destino de Hugo Moyano es el fútbol y no el sindicalismo, pero lo cierto es que la decisión de poner la locomotora en marcha por parte de Cristina en estos años obedece a que hay una contraparte fuerte capaz de financiar el largo plazo: nada menos que China.
Como dato adicional, también es más caro llevar un contenedor de Salta a Buenos Aires que desde allí a la China. Para ver en qué consiste la diversificación de mercados y socios comerciales en la región, en estos días está de gira por Brasil, Perú, Chile y Colombia el primer ministro chino, Li Keqiang, al frente de una misión que incluye –entre un total de 60 obras de infraestructura, energía y transporte– un megaproyecto que permita unir el Atlántico y el Pacífico a través de Brasil y Perú. El financiamiento correría por cuenta de China y se lo estima entre 30 y 50 mil millones de dólares. Debe tenerse en cuenta que Brasil es el principal vendedor de soja, y si logran sacarla por tren y puertos del Pacífico los costos serían mucho más bajos.
A principios de este año, con la visita de Cristina a China, se agilizaron los trámites para la inversión de ese país en Trenes Argentinos Cargas y Logística (conocido como el Belgrano Cargas pero que integra cuatro líneas y la Administración Nacional de Puertos), que ronda los 2000 millones, con plazos y tasas más que competitivos: créditos a 15 años y con un interés del 3,5% anual. Hace pocos días, Florencio Randazzo recibía el primer tren que llegaba de Mendoza al Mercado Central (con productos para el consumo interno) y decía que los costos de logística eran de un 72% más bajo que en camión. En algún momento, la ecuación va a cambiar desde el punto de vista del comercio exterior. Y eso será cuando se haga un tren de cargas transcordillerano que permita terminar con los camiones varados por la nieve y, sobre todo, hacer que la Argentina mire al Pacífico y por ende al Índico, donde el flujo del comercio marítimo crece a pasos agigantados. Claro, eso requiere no sólo hacer un túnel de 50 kilómetros que está por encima del volumen de comercio de hoy, sino también un nivel de competitividad de los productos argentinos que también exporta Chile, como frutas y vinos.
La región no debe esperar sólo los dólares que vienen de China, aunque es evidente que el gigante asiático ya dio pasos concretos respecto de los 250 mil millones que prometió Xi Jinping hace unos meses en Pekín, cuando se hizo la cumbre de China con los países de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe. Está claro que China ve la región con sus intereses: colocar productos industrializados, así como comprar materias primas y alimentos. Salvando las distancias, la red ferroviaria argentina fue pensada por el Reino Unido para la salida hacia los puertos británicos. Las prioridades de integración en el continente más desigual del planeta son otras. Compatibles con los mercados chino, ruso, europeo y de América del Norte pero, ante todo, requiere avanzar en la integración ansiada por los propios latinoamericanos.






LA EXTRAÑA LEVEDAD DE LA HISTORIA, POR Por Boaventura de Sousa Santos (Página12, 18.05.15)

(En esta oportunidad agregamos esta nota, el autor doctor en Sociología del derecho por la Universidad de Yale y profesor catedrático de Sociología en la Universidad de Coímbra.1 Es director del Centro de Estudios Sociales y del Centro de Documentación 25 de Abril de esa misma universidad; además, profesor distinguido del Institute for Legal Studies de la Universidad de Wisconsin-Madison.1 Se lo considera uno de los principales intelectuales en el área de ciencias sociales, con reconocimiento internacional, con especial popularidad en Brasil, principalmente, después de su participación en varias ediciones del Foro Social Mundial en Porto Alegre. Es uno de los académicos e investigadores más importantes en el área de la sociología jurídica a nivel mundial).


Hay gente demasiado pequeña para ser humana. Tal vez siempre haya sido así, pero desde que la modernidad occidental se expandió por el mundo gracias al colonialismo y al capitalismo la contradicción entre la igual dignidad de todos los seres humanos y el trato inhumano dado a algunos grupos sociales tomó la forma de una fractura abismal. Una fractura por la que corrió mucha sangre y se destiló mucha hipocresía. Las zonas de subhumanidad fueron teniendo varias poblaciones (salvajes, indígenas, mujeres, esclavos, negros) pero nunca fueron clausuradas; por el contrario, se renovaron con nuevas poblaciones que ahora sustituyen a las antiguas. La zona más reciente es la de los inmigrantes indocumentados. Por eso, la sangre derramada en el Mediterráneo viene de muy lejos, tanto en el tiempo como en el espacio. Y no es casualidad que hoy se vierta tanto en el extremo norte como en el extremo sur del mismo continente, en Sudáfrica.

Las zonas de subhumanidad son zonas de no ser, donde quien no es verdaderamente humano no puede reclamar ser tratado como tal, es decir, ser sujeto de derechos humanos. A lo sumo, es objeto de discursos de derechos humanos por parte de los que viven en las zonas de humanidad. A éstos no les pasa por la cabeza que las zonas donde viven no serían lo que son si no existiesen las zonas donde los “otros” “subviven” y de las que quieren salir desesperadamente movidos por la escandalosa aspiración a una vida digna. Y no les pasa por la cabeza porque la historia no les pesa; por el contrario, les confirma que sólo los emprendedores victoriosos (individuales y colectivos, pasados y presentes) merecen la humanidad de la que disfrutan. La filantropía les hace bien, pero no tienen deudas que saldar con nadie.

Sólo que no hay historia de vencedores sin historia de vencidos y éstos, a menudo, no perdieron por ser humanamente menos dignos, sino sólo por no saber o poder defenderse de las atrocidades y saqueos a que fueron sometidos. En la sangre que corre en los dos extremos de Africa hay mucha injusticia histórica y muchas historias entrelazadas. El colonialismo europeo no terminó con la independencia de muchos de los países de los que huyen los inmigrantes. Continuó bajo la forma de controles militares y económicos, de fomento de rivalidades entre grupos étnicos para garantizar el acceso a las materias primas o para asegurar posiciones en la Guerra Fría. Muchos de los estados fallidos fueron activamente producidos como fallidos por los poderes occidentales. El caso más reciente y trágico es Libia. ¿No era Libia una de las fronteras más seguras al sur de la Unión Europea? ¿Mereció la pena destruir un país para garantizar más fácil acceso al petróleo y servir a los intereses geoestratégicos de Israel y Estados Unidos?

 
Pero la historia del colonialismo europeo es mucho más compleja de lo que se puede imaginar y sólo esta complejidad puede ayudar a explicar lo que está sucediendo en Sudáfrica. ¿En qué medida los colonizados aprendieron con los colonizadores la arrogancia de racismo? Formalmente, un país independiente, Sudáfrica fue, desde el inicio del siglo XX y hasta 1994, gobernado por una de las formas más crueles de colonialismo interno, el régimen del apartheid. El racismo institucionalizado, mucho más allá de una relación de poder basada en la inferioridad inherente de los negros, se convirtió en una forma general de ser y saber (racismo cognitivo) que insidiosamente se fue liberando de las grandes diferencias del color de la piel para ejercerse. ¿Es por eso que los negros sudafricanos son considerados el pueblo más intolerante de Africa hacia los extranjeros pobres y negros? ¿Acaso ellos, que se liberaron del apartheid, no se liberaron totalmente del régimen de ser y saber en el que se basaba? ¿Será que, como es propio de la ideología racista, un tono más oscuro de piel corresponde a un grado más bajo de humanidad? ¿Es que la solidaridad de mozambiqueños y zimbabuenses en la lucha contra el apartheid es una parte de la historia que los sudafricanos no quieren recordar para no tener que pagar deudas? ¿O acaso los sudafricanos corren el riesgo de ser europeos fuera de lugar?

Traducción: Antoni Aguiló.

lunes, 18 de mayo de 2015

FÚTBOL, POLÍTICA Y TELEVISIÓN POPULAR, POR HORACIO GONZÁLEZ (Página12, 18.05.15)



¿Hay que ir o no ir? ¿A dónde? A lo de Tinelli. Es cierto que es un menoscabo a la política. ¿Pero no estaría allí la vida popular, con sus recursos a la comicidad más desenfadada? Tampoco lo creo, aunque es evidente que contiene una extraña seducción. Es que la base recóndita de los actos contemporáneos de la política se compone de este menoscabo misterioso. Una parte esencial de la vida pública y del espacio histórico que crea ha tomado su lenguaje de fuertes formas imitativas respecto de la publicidad mercantil y las transacciones inmateriales. Tanto de dinero como de imágenes. La expresión ancestral de lo que es lo político viene de ferias y romerías; otra parte, del circo y del teatro. Los grandes escritos clásicos adquieren diversos modos según se anuden a cualquiera de estas esferas dramáticas, que también se sostienen en la fuerza del intercambio rústico y la imitación ramplona. Pero, si sobre esto hay mucho que decir, también es cierto que ahora se agrega otro desafío: ¿está disolviéndose la gracia de esa “infantería agreste” que es la vida popular? Si sumamos (suma que no parece imposible) la locución eufórica con que Tinelli va ordenando las piezas de su “music hall” chanflón, más el profundo andrajo moral que se produjo días pasados en el estadio de Boca, se percibe que hay un rasgón profundo en lo que podríamos llamar las molduras sentimentales de la vida popular.

Si, por un lado, cuanto más se acerca el fútbol a un modelo –por remoto que sea– de conflicto bélico, más se pierde su base fundada en el coliseo de las más genuinas pasiones competitivas. No es fácil explicar por qué se han vulnerado los límites que lo separan de las guerras oscuras por el honor, así como no es fácil explicar qué sugestión sombría ejerce el hecho de ser imitado en un programa de televisión. En cuanto a esto último, evidentemente ya no es sólo ir, sino que está en juego el gusto por ser imitado. Ser copiado. Soportar o gozar con la prueba del doble, aguantar que lo soez nunca termine de llegar aun a un límite, y quizá lo traspase y fingir que es gracioso. ¿Por qué? Desentrañar el atractivo de la duplicación es dilucidar por qué atraen los espejos. La pose clásica de la política, el gesto del orador, del asambleísta reconcentrado, del hombre sumido en las infinitas argucias de una reunión de asesores, ya no es lo único que nos permite imaginar que finalmente eso es la política.

Por el contrario, percibimos que estamos ante una nueva época, ante cambios en la propia figura del político que pueden ser arrasadores. No tienen problema los que ya han aceptado esto; el problema es que no hay una única manera de rechazarlo. O dicho de otro modo, no hay una única manera de proceder ante la falsificación del original perdido. Del mismo modo, la vida popular en sus estratos más profundos se ha agrietado en múltiples variantes prebendarias, que van junto a lo que genéricamente (y un poco para lavarse las manos) se denomina “violencia en el fútbol” y a lo que, sin esforzarse demasiado, se percibe como el triunfo de la comicidad tosca por sobre los sutiles maestros de la comicidad de antaño.

Y no es que la televisión, reconocidamente heredera de las grandes magias del circo, sea enteramente responsable del rediseño de toda la vida popular. En la televisión de masas se componen escenas primordiales y mayoritarias de nuestra vida. Las referidas técnicas de imitación, el sentido payasesco que es la segunda cuerda de todo lo que hacemos, la expresión del mimo que obliga a descubrirnos en nuestros ostensibles rituales o fatigosas rutinas que sólo nosotros no percibimos, el estado de parodia permanente en que ponemos al mundo, incluso cuando la orquestita del costado de la arena hace sonar un ritmo de suspenso porque el equilibrista parece caer. Quizá siempre ha sido así y eso es lo que llamamos mundo moderno. No es que el acróbata cae y entonces la música se pone tensa, sino que la tensión ambiental creada lo incita a actuar como si fuera a caer. Todo eso lo vimos y lo seguiremos viendo. Lo que no sabemos –y no es verdad que lo sepamos– es el efecto que produce la televisión politizando a sus propios personajes clonescos (locutores, entrevistadores, bailarines) antes que a los políticos que actúan en la escena de la sociedad política. A éstos los despolitiza en medio de intentos forzados para convertirlos en actores o de hacerlos bailar sin que sepan hacerlo.

Pero... he aquí que ciertos políticos saben bailar. Esto introduce un tema novedoso cuando el político, sin perder su condición de tal, baila en público con cierto decoro danzante, una pizca adecuada de destreza artística, una torsión que no desmedra la apostura corporal. ¿Pero es verdad que no la pierde? En lo que se vio en el programa de Tinelli, arriesgo un pálpito. Scioli es quien interpretó cabalmente la naturaleza circense de la situación, y salió airoso de una prueba: atarse la corbata con una sola mano, utilizando los dientes. La escena es una clásica bufonería de kermesse y tiene un enigmático poder. Sabidos los inconvenientes corporales del candidato, Scioli los aprovechó con eficacia. Su conocida dificultad con el brazo la revirtió en una proeza en la carpa pueblerina repleta de holgazanes prestos a gozar de la desgracia ajena. El mito de su brazo faltante hace tiempo recorre la política argentina. Aquí lo convirtió en un juego alusivo a “torneos y competencias”, un desafío al azar. En cuanto a Macri, su opción danzante está tomada de los escorzos de las marionetas, en el que suelen incurrir los estudiantes en sus fiestas de fin de curso. Tenía allí su carta fuerte y el imitador lo exigió a fondo, pues la tarea del imitador, sin duda, es severa. Se propone él ser el auténtico. Sin quererlo, pues esas cosas no se quieren, Tinelli sometió a sus invitados a la prueba fundamental, saber si eran ellos. El problema más difícil al que nos lleva la pregunta sobre si sé quién soy yo.

Desde luego, todo habría sido ensayado previamente; imitador e imitado vestían de igual manera, nada podía dejarse a la imprevisión. Sin embargo, este programa mortal que hace décadas ya originó un sordo combate contra lo que muchos llamaron la “tinellización de la cultura”, permite un espectáculo primigeniamente político, que es ni más ni menos que el de la destrucción de la política y su turbia reconstrucción en otro lado, un lugar mítico en donde ya no puede percibirse qué cosa es. Se la hunde confusamente en las formas más grotescas del vivir cotidiano y de la rapacidad de los hábitos de relación interlingüística de “la gente”. Lógicamente, la política es otra cosa, pero el abismo al que la lleva Tinelli es un acto de grosería antropológica cuyo reverso insospechado puede explicar tanto la lucha por los medios (tal como se realiza entre nosotros y en todo el mundo) como la creación de grandes personajes caricaturescos como la doctora Carrió, que consiguen admirablemente, fusionar el folletín gótico (“me quieren matar”) con la alta filosofía (“Adorno y Horhkeimer verían en todo esto una mueca cómica”). Pero Carrió no condena a Tinelli sino a los políticos que fueron. No es coherente, porque todo lo que se vio es la materia de la que ella misma está hecha. La pérdida del área de privacidad en el trato, operar fuera de los conceptos y hacer pasar a primer plano las configuraciones escandalosas, las infidencias, el comadreo de parejas, la cuerda zumbona que hace de toda conversación un acto que siempre está a punto de develar algo furtivo. Todo está teatralmente expresado en Carrió, en la mirada cómplice hacia un fuera de cámara, esa nada donde en su vaguedad no existe otra cosa que un mesianismo que se anuncia y fracasa al mismo tiempo.

Las reglas lúdicas del programa consisten en una masilla totalmente parodial, su conversación consiste en el guiño cómplice y la escondida humillación, en el simulacro de evaluaciones previamente pactadas. Allí, Macri y Scioli mostraron sus estereotipos más eficaces y un desliz sólo podía ser medido en términos de las performances de un programa donde su conductor es un actor que nunca se confiesa tal. Pero debe haber sentido como una ofensa que en cierto momento Adrián Suar le dijera “vos también sos un poco actor”. Esa fue una fisura, porque aunque malo y de pobres recursos, Tinelli es un actor, y porque además no hay que decirlo. Es el “actor escondido”, “futbolizado”, de todas estas complejísimas maniobras dramáticas enfundadas en la gran tradición ostentosa del locutor, el imitador, el especialista ingenioso en bellas o groseras parodias.

Lógicamente, la vida popular y la esfera política no se fusionan totalmente con estas grandes ficciones colectivas, pero en cuanto a la vida popular (que es la dimensión donde se juegan los combates por las figuras y conceptualizaciones ejemplares del mundo ético) vivimos una semana de graves corolarios. La televisión masiva y el fútbol como estructura diaria de la conversación colectiva se han interligado de una manera que no es fácil de explicar, en una cabalgata (la “cabalgata deportiva”, así se llamaba un viejo programa radial) de violencia simbólica y de violencia real. Todo ello acecha a la política, que a la vez es el ámbito de donde debe resurgir el ingenio para reparar los grandes espacios de masas, para que no se conviertan en el entretenimiento mezquino de una vida popular que, sacrificada ella misma, pide sacrificios rituales a sus dioses momentáneos. Ojalá el sentido de lo que ocurra de ahora en adelante puede ser que ella, en vez de sucumbir, sea rescatada por nuevas configuraciones donde retorne la gran televisión del espectáculo popular y el fútbol vuelva a jugarse sin gas pimienta.

sábado, 16 de mayo de 2015

CONSIDERACIONES A PROPÓSITO DE LA HEGEMONÍA, Por Jorge Luis Cerletti, Comisión de Economía y Política del Colectivo por la Justicia Social



1) Presentación.




Voy a referirme a un artículo de Jorge Alemán, publicado en Página 12 el 23/04/15, “Hegemonía y poder neoliberal”, que emplearé como disparador de ese concepto clave que en el primer tercio del S. XX acuñara Antonio Gramsci.

No es mi propósito hacer un recorrido histórico ni adentrarme en el rico legado del gran revolucionario sardo sino destacar la vigencia política ideológica del concepto de hegemonía. Y sobre el mismo quiero remarcar ciertas incongruencias en torno a sus alcances referidas a las variadas luchas que se libran en la actualidad. Esto no significa restarle importancia al trabajo de Ernesto Laclau y del mismo Aleman sobre dicho tema aunque sí plantea mis desacuerdos con varias de sus formulaciones y presupuestos.

La idea que pretendo remarcar remite al eje poder, representación y hegemonía en sus diversos niveles con proyección a lo sistémico. Es dentro de esa trama donde alcanza relieve y fuerza política el concepto mencionado que se desdibuja toda vez que se desvaloriza el entramado que le da sustento.



2) Acerca del artículo de Aleman.



Antes de avanzar voy a apuntar someramente algunos desacuerdos con lo que expone Aleman. Comencemos por el conflictivo y escurridizo significante “realidad”.

Dice: “Primero la realidad está constitutivamente construida por discursos: .. (…) “Segundo: estos discursos que constituyen la realidad lo hacen de tal manera que no pueden nuca representarla en su totalidad. El discurso constituye a la realidad, no la puede representar de modo exhaustivo y sin embargo, se tiene que hacer cargo de intentar representarla de un modo fallido. Esta brecha “ontológica” entre discurso y realidad es irreductible e imposible de ser suturada”.

Parto de la base de que el concepto de realidad conlleva una disputa de poder por apropiárselo. El que se erige en intérprete de la realidad, divide a los otros entre quiénes se adecuan a su discurso y quiénes quedan afuera. Si tiene poder suficiente, esa suerte de apropiación se instala como parte del discurso dominante. Y de existir una “brecha ontológica” sería entre los hechos y el discurso. Pero es justamente la distancia entre los hechos, determinables con certidumbre, y la realidad como construcción discursiva, donde se pueden establecer tantas brechas como interpretaciones la tengan por objeto. Y éste es el ámbito en el cual las interpretaciones y los discursos integran la lucha política cultural cuya resolución deviene en hegemonía.

Otro problema no menor es el del relativismo a que conduce el par discurso-realidad y no precisamente por indiferenciación sino por lo contrario, una suerte de identificación que no se resuelve con plantear una totalidad fallida. Porque aquí se introduce otro tema, el de la totalidad ligada a una óptica determinista-mecanicista que vale criticar pero que soslaya la cuestión de fondo y deja en pie el relativismo de lo discursivo identificado con la realidad.

Otra discrepancia o algo digno de aclaración es cuando enuncia: “Las lógicas de dominación repudian y son fundamentalmente refractarias a la construcción de experiencias políticas hegemónicas.” Yo diría que las lógicas de dominación se inscriben en el ejercicio de las experiencias políticas hegemónicas que alimentan.

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(*) Hegemonía: Supremacía que un Estado ejerce sobre otros.// 2. Supremacía de cualquier tipo (Dicc. De la R.A.)

Tampoco me parece un juicio acertado afirmar: “La emancipación nunca logrará realizar una sociedad reconciliada consigo misma, como esperaba el marxismo canónico” Afirmación opinable porque la lucha de clases fue relevante y asumida en la primera etapa de duros enfrentamientos en pos de establecer la sociedad socialista. Asimismo, “la sociedad reconciliada” podría atribuirse a la 2ª Fase del comunismo sobre la cual Lenin advierte en “El Estado y la revolución”: “A través de que etapas, por medio de qué medidas prácticas llegará la humanidad a estos objetivos elevados, es cosa que no sabemos ni podemos saber”. Esta cita “anti-determinista” en torno a un futuro incierto es útil para confrontarla a la “sociedad reconciliada consigo misma”, ambigua absolutización que fundamenta el imposible de Aleman. Aclaremos que aquella advertencia no desdice la concepción determinista-finalista propia del marxismo-leninismo, distorsión que junto a varias otras demandan análisis profundos que caen fuera del objeto de este artículo.

Más adelante Aleman suscribe “una apuesta sin garantías” como posicionamiento político que comparto y que se desliga del componente mesiánico que había en la propuesta marxista (sobre todo en las mayoritarias corrientes mecanicistas post revolucionarias).

Pero el problema asume otro sesgo cuando plantea “la ruptura populista” como antítesis del “esencialismo” de tradición marxista. Dice: “Teniendo en cuenta que no podemos imaginar una fórmula de desconexión del capitalismo, fundamentada supuestamente desde “leyes objetivas y científicas”, la ruptura populista es la respuesta a ese “esencialismo” de tradición marxista.” Con una serie de adjetivaciones avala el propio discurso que deriva de aquella crítica y pretende fundamentar su postura que, en verdad, resulta una petición de principio. Alega: “El populismo no es una renuncia a la radicalidad de la transformación revolucionaria, es aún más radical, porque de un modo materialista admite los impasses y las imposibilidades que se presentan cuando la parte excluida y no representada por el sistema intenta construirse como una hegemonía alternativa del poder dominante”.

Si una posición política tiene su principal apoyo en la negación de otra, en este caso la marxista, pone de manifiesto la debilidad de su fundamentación al quedar atada a la negación de aquélla.

Para concluir con este punto voy a reiterar algunas transcripciones a modo de refuerzo de lo que critico. Veamos: “Teniendo en cuenta que ya no podemos imaginar una fórmula de desconexión del capitalismo…” cuestión que parece aceptar escudándose en el “esencialismo” de tradición marxista que contrasta con el populismo asumido como alternativa más radical y revolucionaria. Luego expone “…las imposibilidades que se presentan cuando la parte excluida y no representada por el sistema intenta construirse como una hegemonía alternativa al poder dominante”. Mas, esto último es propio de todo proceso encaminado a una ruptura del orden existente y no patrimonio exclusivo de quien lo alega. Es que las ideas y la creatividad revolucionarias son verificables en lo hechos, en los cambios reales que producen.

Una apertura “populista” debe definir su pertenencia o su rechazo al sistema capitalista más allá de las contingencias de las luchas. Éstas remiten a los momentos, los protagonismos y las diferencias entre sus actores. Lo primero delimita el campo y las proyecciones de las luchas políticas desde lo estructural. Lo segundo, corresponde al nivel situacional. Y atentos a esa problemática, plantear “…que no podemos imaginar una fórmula de desconexión del capitalismo…”, ¿significa la renuncia a proyectos emancipatorios? Estos interrogantes demandan respuestas que poco tienen que ver con auto calificaciones de materialistas, de radicalidad revolucionaria, etc. En suma, ¿cómo se piensa “la ruptura populista”? ¿Cuestiona el orden sistémico o se retoma la “humanización del capital” dentro de este mundo “globalizado”?

3) La hegemonía y el entramado socio cultural, político y económico.



La problemática de la hegemonía conduce indefectiblemente a las relaciones de poder. Las cuales, a su vez, se insertan en los múltiples niveles de la actividad humana e imprimen su sello sobre la gran diversidad constitutiva de las sociedades. Tal diversidad es prácticamente inabarcable, no así sus características estructurales ni las situaciones determinadas que son objeto de interpretaciones polémicas. 

De hecho las diputas hegemónicas atraviesan a las distintas sociedades de la historia y en la actualidad están a la orden del día en todo el planeta. Tamaña extensión geográfica es producto del desarrollo del gran capital que hoy reina en el mundo con sus diversas modalidades. Fenómeno contemporáneo vinculado a la implosión del campo comunista y movimientos afines cuyo imprevisible derrumbe marcó la culminación de un largo proceso de acumulación y concentración del capital a nivel internacional. Es que dicho proceso originó la gran expansión del mercado mundial verificada en el siglo XX y que terminó por absorber las experiencias revolucionarias que gestara el comunismo que no superó las relaciones mercantiles y que no fue más allá de un capitalismo de Estado.

Las relaciones de poder denotan quiénes son los que deciden “en nombre de” los otros, sean potencias, naciones, gobiernos, pueblos, clases, grupos,…etc. Y es decisiva la praxis que despliegan los distintos protagonistas para resolver a su favor las luchas y conflictos que no cesan por más que varíen su intensidad y motivaciones. En esa dinámica juegan los lugares de poder desde donde se actúa para afianzar los efectos estructurales sobre los que inciden. Verbigracia, el peso de los directorios de grandes Corporaciones o la gravitación de importantes funcionarios de un Estado potencia, etc. 

Tales efectos intervienen en la construcción del andamiaje que soporta el orden social. Y las clases o sectores dominantes de éste, tratan de eternizar dicho orden apelando a la violencia abierta cuando deben superar crisis agudas que hacen peligrar su hegemonía. Empero, la violencia encubierta es señal de fortaleza pues brinda mayor estabilidad al régimen que busca invisibilizar la explotación y el sometimiento de los oprimidos. A esto se suma una singularidad histórica del sistema capitalista que es su gran dinamismo y creatividad en la esfera económica y de la producción. Singularidad que le confiere gran potencialidad que contribuye a inocular serias formas de adicción consumista en el seno de la sociedad, su mejor señuelo para la integración al sistema. Como resultado de su vertiginosa e indiscriminada expansión, provoca un consumo irracional que produce enormes desperdicios a costa de la naturaleza y del género humano. 

Antes de proseguir, esquematizaré lo que entiendo por entramado de relaciones para lo cual diferenciaré, básicamente, tres niveles que se articulan generando claros efectos en la vida de la sociedad. En primer lugar, la política es el nivel que enhebra a los otros y expresa los alcances de la dominación. El económico establece las bases materiales sobre las que se erige la hegemonía estructural del capital. El cultural-ideológico es el campo desde donde se conforma la subjetividad que prevalece en la sociedad. Abarca a los medios de comunicación así como a las instituciones formadoras de “conciencia”: instituciones educativas, religiosas, estéticas, científicas y culturales en sentido amplio.

Caracterizar las formas de dominación y de hegemonía exige determinaciones en torno a lo coyuntural y a lo estructural que se entrelazan según los momentos y particularidades de que se trate. En general, lograr la hegemonía requiere alianzas intersectoriales salvo si la dominación de los que conducen es tan fuerte como excluyente. Mas, en este esbozo sólo aludiré a un par de situaciones concretas a modo de ejemplos útiles para complementar la exposición. O sea, apuntaré la comparación entre nuestro país y Brasil acerca de los procesos hegemónicos más recientes. Luego, cerraré este artículo con algunas ideas por fuera de la lógica sistémica.

Comienzo por tomar los gobiernos de Brasil y de Argentina para visualizar las diferencias entre ambos referidos a la hegemonía. En primer lugar, lo estructural en el caso brasileño tuvo mucho más peso que en el argentino. Lula y después Vilma, impulsaron una redistribución de la riqueza que integró a varias decenas de millones de marginales al circuito económico. Mas, no alteraron el poder concentrado de las grandes corporaciones internas-externas que siguieron conduciendo la política económica del Estado, capitalizando también el mayor consumo interno y dirigiendo el Banco Central. La mejora en las condiciones de vida de importantes sectores de la población, producto del asistencialismo implementado por el gobierno, estuvo contrapuesta a la sustantiva hegemonía estructural afín al perfil de subpotencia regional. El PT partió de ser el movimiento de izquierda más importante y radicalizado del subcontinente y apoyo fundamental del ascenso de Lula, para ir desdibujándose y convertirse en una chirle expresión de social democracia. Su “reconversión” terminó en los mil enjuagues políticos de alianzas sin principio y con acuerdos de ocasión con múltiples gobernadores estatales, verdaderos “Señores feudales” de la política. En definitiva, el impulso hegemónico que nació de un movimiento popular genuino se transformó en una triste realidad de enjuagues que, no obstante, alcanzó para apoyar la apertura que se generó en América del Sur, su mayor logro político por su incidencia continental.

En cuanto a nuestro país, diría que la construcción de hegemonía política del kirchnerismo siguió una trayectoria inversa. Arrancó de una extrema debilidad; salió 2º en la elección de 2003 detrás de Menem que renunció, y sin contar con un aparato político que le diera sustento. Sin embargo, al poco tiempo Kirchner pasó de ser el “Chirolita” de Duhalde a ir conformando una corriente política que terminó construyendo un perfil popular y antiimperialista cuyo gran espaldarazo fue romper con el ALCA en Mar del Plata, en alianza con Chávez y traccionando al conjunto ante las barbas del presidente yanqui Busch.

No entraré en los dimes y diretes en torno a su gestión, sólo me referiré al carácter de su construcción de hegemonía. Esquemáticamente, reproduce la inveterada tradición de liderazgos y verticalismo levantando lo mejor del legado peronista sin perjuicio de aliarse muchas veces con lo peor de sus representantes y también de otros partidos. Se apoya en el relativo control del Estado y en el movimiento popular mientras se dan contradicciones y concesiones con el poder económico que es hegemónico estructuralmente. Se puede aducir, con razón, que hoy no existen alternativas al capitalismo pero por ese sendero se hace difícil augurarle perspectivas promisorias debido a las leyes propias del sistema desde donde realizan su política. Mucho menos aportar a la gestación de nuevos horizontes emancipatorios.

Frente a su debilidad “estratégica” con relación al gran capital internacional y los grupos concentrados internos, su capacidad táctica ha oxigenado su acción política para contragolpear los ataques de la colusión opositora apoyada en el poder mediático dominante y en el señalado poder económico. En suma, su gobierno se constituyó así en una fisura política respecto de estos últimos encorsetado por el sistema capitalista que estrecha sus márgenes de maniobra. Y por ahora, supo construir su hegemonía política y mantenerla a pesar de los límites mencionados. 

A partir de aquí el debate tiene múltiples sesgos abiertos. Verbigracia, para evaluar los alcances de la hegemonía construida y con vistas al mediano plazo, surgen no pocas preguntas. Como ser: ¿qué perspectiva tiene el neo desarrollismo en esta etapa de globalización?, ¿vuelve a darse el proverbial deterioro de los términos de intercambio?, ¿también la recurrente crisis de la balanza de pagos?. Y pasando al corto plazo electoral, ¿a quién responde Scioli? ¿cuánto tiene que ver con la política K. él y su entorno? ¿profundizaría el proyecto o titulado “modelo”?

4) Ideas fuera de la lógica sistémica.



Ahora intentaré avanzar desde una mirada emancipatoria, planteando algunas ideas fuera de la lógica sistémica. Con ese propósito retomo la cuestión de la hegemonía de las minorías dominantes, fenómeno histórico sostenido a lo largo del tiempo. Esto no obsta a que en muchas circunstancias se produjeran hechos revolucionarios victoriosos protagonizados por las masas oprimidas bajo la conducción de grandes liderazgos y sus vanguardias. Sin embargo, se incubaron en su seno nuevos amos reproductores de la dominación, algo tan imprevisible como paradójico. Ergo, las grandes luchas anticapitalistas libradas durante más de siglo y medio terminaron siendo desvirtuadas a posteriori. Tales procesos regresivos semejan un viaje de ida y vuelta que no se logra revertir. 

Intentar salir de ese círculo vicioso demanda crear fisuras que apunten a la ruptura de dicho círculo. Y toda apertura política en busca de superar la regresión histórica señalada, tropieza con un gran obstáculo: la penumbra política que nos envuelve y de la que aún no hemos salido. Penumbra que es necesario disipar con ideas y prácticas innovadoras cuya primer tarea es apartarse de la lógica del orden existente que resulta reproductora de la legalidad del mismo. 

¿Qué pasa si se impulsan procesos de participación colectiva que reviertan las tradicionales relaciones de poder? ¿Es irreversible la hegemonía política de las minorías dominantes? ¿Por qué no desarrollar rotación de funciones y responsabilidades en torno a las tareas comunes constitutivas de la vida social? Frente a desafíos de ese tenor, el juicio ampliamente mayoritario es descalificar aquellos planteos estigmatizándolos como utopías irrealizables, ingenuidades, etc. Y para no extenderme en la crítica a ese dictamen tributario de la cultura hegemónica, recurro a una metáfora sencilla: sería como descalificar el proceso de construcción de un nuevo auto de carrera porque todavía no compite…

No sólo la historia futura está por escribirse sino que muchos acontecimientos políticos sorprendentes surgieron con un alto grado de imprevisibilidad. Mayo del 68 en Europa, el Caracazo del 89 en Venezuela, la rebelión zapatista del 94, el ascenso de Chávez en Venezuela en el 99, el 2001/02 en Argentina, las guerras del Alto y del gas en Bolivia, el triunfo de Evo (1er. indígena presidente) y las aperturas políticas en Sudamérica y nuestro país, las rebeliones populares en el norte de África, la crisis actual europea y el surgimiento de Podemos en España y de Syriza en Grecia. Estos sucesos no agotan los múltiples fenómenos relevantes en perspectiva popular emancipatoria. Y de acuerdo a su variedad y número, creo que no hace falta sumar los impredecibles de signo opuesto, como ser, la caída del muro de Berlín en el 89 o el ascenso de China “comunista” al podio del poder mundial constituida en la 2ª potencia capitalista.

Es mucho lo que se puede reflexionar sobre el tema de la indeterminación, asunto que en otros trabajos he considerado. Pero aquí y a modo de cierre, sólo me limitaré a comentar una consigna zapatista de alto valor simbólico que me parece muy útil para condensar lo que vengo sosteniendo acerca de un nuevo enfoque sobre el poder y la hegemonía: me refiero a “mandar obedeciendo”. 

Esa consigna que es un verdadero oximorón, proviene de una de las aperturas y experiencias más ricas en la búsqueda de nuevos caminos emancipatorios. “Mandar”, sintetiza el poder de quien se hace obedecer subordinando a los otros, pero si lo hace “obedeciendo” se invierte el sentido y ese poder deriva en otro que podría ser el pueblo, los oprimidos, los de abajo, la sociedad o como se lo quiera precisar. Y aquí entra en juego el problema de la representación que va y viene entre los extremos aparentemente incompatibles pero que, en verdad, originan la rotación de quienes deciden. 

El mandar, como única forma de validación, constituye un mandato que debe responder y rendir cuenta a los mandantes. La representación, en esos términos, deja de ser el trampolín de quienes concentran poder y pasa a constituirse en un atributo del colectivo. La dupla tradicional hegemonía-dominación se desarticula y pierde su significación histórica. Surgen así ricas posibilidades para generar contraculturas hegemónicas, para potenciar la participación y para ensayar la rotación de funciones. En suma, se abren senderos hacia un horizonte emancipatorio que la dominación del gran capital bloquea en ejercicio de su actual hegemonía cultural, política y económica. Es cierto que el rumbo hacia la emancipación es largo y azaroso. Tan cierto como lo mucho que se ha avanzado sobre un territorio hostil, desde micro experiencias hasta acontecimientos como los que mencioné más arriba. Bengalas que comienzan a horadar la oscuridad a que nos conduce el modo de vida capitalista.-----



Jorge Luis Cerletti

COMISION DE ECONOMÍA Y POLÍTICA DEL COLECTIVO POR LA JUSTICIA SOCIAL 







Nota: los subrayados son míos.

miércoles, 13 de mayo de 2015

MADRESELVAS EN FLOR, POR HORACIO GONZÁLEZ (Página12, 12 de Mayo de 2015)

(Nota del Director de la Biblioteca Nacional, con relación a los reflejos ideológicos y arquitectura decoradora de la administración Macrista, en la Ciudad de Buenos Aires)

Por Horacio González *

Poner un bastidor de madreselvas sobre los hierros de los puentes del Ferrocarril Sarmiento (lo veo todos los días al pasar por la calle Bulnes) origina una quisquillosa cuestión. Para los autores de la obra, parecería haber concluido el ciclo del acero y las grandes estructuras de metal a la vista. Mínimo decorativismo que puede enlazarse con el anuncio de la gran estación colectora debajo del Obelisco, realizado en medio del “agit prop” electoral. Esta sí es una utopía urbana de grandes consecuencias, cuya característica saliente es el poder centralizador que le otorga al todo el sistema de transporte interligado. Declararía definitivamente la obsolescencia de las viejas terminales ferroviarias de porte catedralicio del sistema de la “vieja Argentina moderna”, pero a diferencia del sistema interconectado de París –cuyo nombre toma– vuelve a darle un único factor centrípeto a la ciudad. Vuelve, pues, a considerarla como un sistema nervioso con un exclusivo núcleo repartidor y concentrador. Una súbita aglutinación que repite en la forma de grandes túneles subterráneos en el centro del ciudad, la idea urbanística de los años ’30, que llevó a la construcción de las diagonales, el ensanchamiento de la calle Corrientes, el subte B y la implantación del fuerte simbolismo del Obelisco, “pica de Flandes” de la ciudad modernista desde 1936, construida por Alberto Prebisch. El Obelisco, repudiado entonces por diversos sectores intelectuales –se destacaba la diatriba de Martínez Estrada–, estuvo a punto de ser demolido. Entre otras cosas, hay que cotejarlo en un lejano paralelismo con las teorías económicas del hermano de Alberto Prebisch, el economista Raúl Prebisch, que está inscripto polémicamente, tanto como provisto de una extraña actualidad, en la historia contemporánea argentina.

Más allá de la practicabilidad de la idea y de la forma liviana en que se hizo el anuncio macrista, importaría también discutir el tipo de razón urbanística a la que se aplica este indeterminado movimiento. Tentado estoy de llamarlo la urbanística de las madreselvas en flor, o urbanística de enredadera, por el predominio de la superficie a ser embellecida sobre el fondo de la materia arquitectónica que deja de ser visible en sus modos, materiales, aparejos, etc. No se trata de volver al “brutalismo expresionista” que practicó el estimable y también polémico Clorindo Testa, pero es necesario discutir lo que primero vemos del semillero macrista, esa excitación por recubrir con ornamentos vegetales la materia viva de acto constructivo, la categórica presencia del hormigón. ¿Pero no sería injusto pensar de esta manera este anuncio, más allá de las dudas que origina su efectiva realización? Aquí habría grandes conectores viales y controles de circulaciones técnicas de gran corpulencia para ordenar un flujo gigantesco de multitudes. Sin embargo, cuando el macrismo piensa formas de circulatorias de grandes masas urbanas, no deja de imaginarlas también decorativamente, aunque en ese atavío que remeda el reino vegetal que recubre las armazones sólidas, su pensamiento real es en metros cúbicos de cemento y actos de remodelación financiero-inmobiliaria del viejo centro urbano (¡fusionando tres grandes estaciones, esas basílicas urbanas centenarias, Constitución, Retiro y Once!). No obstante, su fervor imaginario es el del “buen vivir”, un “Sumak Kawsay” de derecha que brindó una salida conceptual a las difusas clases medias expropiadas de sus viejos ideales. Las sacó de su abstracción injuriante, de su bronca abstracta, aunque sin abandonar estas oscuridades espirituales. Consiguió depurarlas con una utopía urbanística despojada de toda raíz histórica y constituyó con una seudomodernidad globalizada, un ideal de ciudad estamental, cercada. Con fronteras mentales cada vez más duras en el sentir urbano, que no impiden a nadie cruzar el Riachuelo pero dejan flotar una “invisible pavura”, como en el infierno del Dante, a los millones que van y vienen.

Sería un error pensar que el macrismo no es un sistema de lectura de las corrientes sociales que declaran explícitamente un proyecto de cambio social con indagaciones diversas sobre el pasado histórico (¿no se dice de izquierda?, ¿no se dice peronista?). Solo que el macrismo calla sobre la razón histórica –es una madreselva de silencios, el programa ya está escrito en los medios de comunicación globalizados–, y presenta como utopía del buen vivir (invirtiendo su significado, surgido de una larga memoria popular) a la construcción de un individuo con ciudadanía ciclística (“el buen circular”, en una ciudad caótica, subsumida en maquinarias técnicas que hacen de habitar un hecho residual) y una multitud con ciudadanía de cariñosas florestas que recubren el hierro forjado y los grandes negocios urbanísticos. De una manera u otra, el macrismo finca su éxito en una gran expropiación histórica, dejando sobrevivir algunos mustios pedazos de la ciudad anterior.

Por cierto, tenemos la tarea de discutir las razones profundas de este período de “larga duración” donde aflora el buen-vivir-shopping-center; que es el otro nombre que tendrá la aglomeración de pisos de tránsito de muchedumbres pasajeras cercadas por pantallas, electrodos de inspección, novedosas tarjetas bancarias, ofertas consumidoras que se forjarán como industria, ya no como aquella nostálgica fila de vendedores de baratijas que recorrían los vagones de los trenes suburbanos, pero a las que les ocuparán su lugar. En verdad no sabemos si este anuncio es posible. Aunque claramente percibimos el trabajo permanente del macrismo sobre una utopía urbana conservadora regida por ordenadores sensorios de la Gran Mirada que traerá todas formas de coacción a los circuitos urbanos (el macrismo nace de suponer que el hombre “urbanitas” reclama ser fiscalizado) y consolidará el recinto amurallado en el que piensa, como un peronismo a la inversa, esperando la vez de cruzar los límites de la Capital para realizar el país de un nuevo ciclo. No se preocupa por ser una nueva ilustración que surge de las luces centrales, pues su estilo deshistorizador, su pequeños hedonismos de refrigerio y piscolabis lo despoja de las grandes horizontes de la política problematizadora, y así elige personajes rebajados para llevar a otros territorios el mensaje espectral de la ciclovía imaginaria (la forma recurrente de la utopía urbana conservadora).

Es claro: no es posible estar en contra de las bicisendas, pero no es imposible verlas complementariamente, como el simpático rostro manifiesto de las otras grandes utopías de la imaginación empresarial, apenas formuladas como el capricho de un diseñador que bromea con un neo Obelisco sumergido que nos reabsorba en lo que sospecha que podría llamarse modernidad conservadora, subalterna o guardiana. La improbable Estación Obelisco para todos y todas. Pues si en las ciclovías vemos a la “individualitas” circulante en su felicidad concreta, a los viandantes concentracionarios de aquel nuevo y quimérico núcleo urbano, los veríamos como el público experimental de las nuevas formas del urbanismo de derecha, autorizados con tickets oficiales a cruzar en masa los límites de la ciudad que heredamos de la vieja Batalla de los Corrales.

Es una pena, a esta altura, que el implícito movimiento intelectual que ha acompañado transformaciones palpables realizadas por el gobierno nacional no tenga más que algunas palabras de ocasión para devolverles a las necesarias utopías urbanísticas un grano de imaginación. Con ello contribuiría a rediscutir la democratización urbana y la resistencia a la “metrópolis unificada” por los fondos de inversión, los fabricantes buitres de las nuevas centro-vías urbanas semienterradas, que procuran la fusión regimentada de los públicos, los espectadores y los trabajadores en una única rueda cremallera de miradas impasibles. Fríos ante el desfile de superficies florales que ocultan a los autómatas genéricos de dominio. Esos que rigen el fluir cotidiano de personas y cosas.

* Director de la Biblioteca Nacional.

domingo, 10 de mayo de 2015

FILOSOFÍA Y PODER MEDIÁTICO, POR JOSE PABLO FEINMANN (Página12, 10 de Mayo de 2015)



 (Nota de Feinmann, antes de iniciar la octava temporada del programa "Filosofía aquí y ahora", por Canal Encuentro,  y antes de que empiece Tinelli y sus boberías, decimos nosotros)

Nunca se llevaron bien. Los filósofos, los profesores que dejan caer su sabiduría, a menudo ajada por el tedio, sobre un alumnado perplejo y ávido, y confunden ese tedio con un estilo, el de la seriedad, el del rigor, el del academicismo, el de la cátedra, desdeñan los medios porque consideran que son el espacio de lo leve, lo fácil, lo entretenido. Los medios detestan la filosofía. Es lo que aburre, lo que no tiene swing, lo que nadie entiende. Veneno para el rating. El encuentro creativo pareciera ser difícil, acaso imposible. Sin embargo, es sencillo observar que a la filosofía le falta algo que al entretenimiento le sobra, swing. Y al entretenimiento –a su vez– le falta algo que la filosofía podría entregarle sin renunciar a su nivel de rigor: reflexividad, conciencia crítica, incluso un sesgo ético capaz de morigerar los desbocamientos de un instrumento tramado para lo ligero, lo leve, lo obsceno (la infinita visibilidad), el lenguaje áspero, la carcajada fácil, el sexismo aleve, la infame búsqueda del éxito (que se refleja en el rating) a cualquier precio, un precio que ya derrapa hacia lo soez, lo pornográfico.

Así, la filosofía, si logra aceitar sus aristas enmohecidas, ese óxido que ha penetrado en el mismísimo ser de sus profesores, de los docentes que dicen representarla, si le pierde el miedo al riesgo de la visibilidad, a esa frase paralizante y prejuiciosa: “El medio es el mensaje”, podría insertarse (dificultosamente) en ese terreno que la detesta y plantar, injertar en él algo de su rigor, de su valoración del pensamiento, de su desdén por lo fácil, lo inmediato, de su respeto al otro, ante todo al receptor, y buscar, en la selva del entretenimiento burdo e idiotizante, un espacio para el otro entretenimiento, el del humor crítico, o el del análisis claro pero no liviano, el del análisis que no divulga el conocimiento vulgarizándolo, bajándole su nivel, haciendo –utilizando aquí la jerga del género mediático– “filosofía para Doña Rosa”, sino filosofía de la lúcida exigencia, que le entrega al receptor el tesoro de lo cristalino, el esfuerzo de largos años dedicados al saber, no para humillar a los otros, no para hacerles sentir que el saber hermético del filósofo es así, hermético, porque el filósofo es superior al receptor y entiende cosas que éste jamás alcanzará. Si hay lago que erosiona toda pedagogía es la vanidad del maestro que se alimenta de la humillación del discípulo. Nadie se pone al frente de una cátedra o de una cámara o de un micrófono para hacerles sentir a los otros que su saber es inalcanzable, que él lo es, que si está al frente de la cátedra o de la cámara es por su sabiduría, que los otros jamás tendrán, porque él sólo les entregará algo, una persistente insuficiencia, algo que, en lugar de enriquecer al alumnado, a los receptores, sólo servirá para que, por medio de una didáctica hermética, pedante y tediosa, el receptor descubra la imposibilidad que el pedagogo egoísta le ha hecho descubrir: jamás alcanzarán el saber del maestro, lo saben justamente ahora, cuando luego de unas clases (no importa cuántas) el maestro les ha enseñado (y, tristemente, en esto consistió su enseñanza) que su saber es arduo y hermético, sólo accesible para los dotados para esa hermeticidad. Esto lleva al alumno o al receptor al abandono, al desamparo y, por fin, a la deserción. Por el contrario, el verdadero maestro debe atraer al alumno hacia sí, cobijarlo, acompañarlo en la aventura del saber crítico, encontrar su mayor felicidad cuando el otro se adueña de la comprensión, del conocimiento. Todo profesor que mira a sus alumnos cuando da una clase descubre la comprensión en sus caras, en la mirada, en cierto tono púrpura que, en algunos felices, privilegiados momentos, se adueña de sus mejillas, en una que otra sonrisa tenue, apenas esbozada, pero que es hija del esfuerzo y la felicidad de la intelección.

Se me dirá: si el saber se trasmite por algún mass-media, el que lo emite no ve la cara del que lo recibe. No es así: uno nunca está solo cuando graba un programa de tevé o de radio. Apenas tiene que mirar, que saber leer la cara de quienes lo acompañan para descubrir si sus palabras encontraron eco en la conciencia de los otros. Cierta vez, grabando para Filosofía, aquí y ahora un segmento dedicado al ser-para-la-muerte en Heidegger, descubrí, al concluir, a una chica acurrucada en un rincón del estudio, llorando. Me le acerqué y –no sin algo de humor– le dije que honraba mi exposición con sus lágrimas. Que si los otros que me habían, como ella, escuchado, no lloraban era porque no se habían abierto auténticamente al análisis de Heidegger. Que llorar era una de las más adecuadas respuestas. Saber que uno muere y que, uno de sus existenciarios primordiales, es el de ser-para-la-muerte puede y hasta tal vez deba despertar algunas lágrimas de dolor en una joven asistente de dirección que escucha eso por primera vez.

Además, y éste es el beneficio de la pedagogía mediática, la tevé o la radio son medios masivos. El que emite el saber suele ser reconocido por sus receptores. Si ellos son generosos, si han encontrado en las palabras del emisor un contenido o varios que desconocían, o que no comprendían y ahora atesoran como propios pues los han hecho suyos a través de la intelección creativa, esa que los torna más lúcidos, más exigentes, menos manipulables por la cultura del entretenimiento idiotizante, estupidizante, le dirán abiertamente al emisor mediático, cuánto lo quieren, cuánto le agradecen que los ayude a pensar, que les entregue las herramientas para hacerlo, que descorra el velo de esa realidad profundamente injusta, oprobiosa, que el poder mediático les vende como única. Si el emisor del saber necesita transmitir los contenidos de un nuevo libro, de uno que jamás leyó, deberá leerlo dos veces. Una para sí. Para comprenderlo él. Porque nadie enseña bien algo que no ha apresado en totalidad. Y luego habrá de trabajar duramente sobre el modo en que ese saber deberá comunicarse. Deberá decirse: “Yo ya entendí este texto. Pero, ¿cuál es el camino para enseñarlo a los demás?” Y aquí viene la segunda lectura, quizá la más importante.

El poder mediático (a través de uno de sus mayores servidores: Bernardo Neustadt) inventó una figura nefasta: Doña Rosa, un ama de casa, mujer de barrio, con hijos, acaso con nietos, que vive consagrada a su familia, a su hogar y –si es así: mejor– a su Dios. No busquemos eufemismos: Doña Rosa es una desneuronada, el dibujo de un personaje inexistente. Está diseñada para justificar la medianía del poder mediático. No hay que levantar el nivel de nada porque Doña Rosa “no va a entender”. En música pasa lo mismo. Prohibido pasar “música clásica”. Hay que pasar rock. Lo que los chicos escuchan. Lo que les gusta. Si no, se van. No hay ninguna prueba de esto. Ni de la medianía o el agudo descerebramiento de Doña Rosa. Ni de la infinita bobería “de los chicos”, que parecen llegar al mundo ya impedidos para gozar de algo distinto, más complejo o más exigente que la chatarra que los espera. Uno llega a un mundo caído, ya interpretado. Uno es hecho, construido por ese mundo. Que, en la primera etapa, se le impone por medio de los padres y la educación. Para la derecha, así deben ser las cosas. Pues la “realidad” expresa su poder. Los planes de educación, su visión, su interpretación de la historia. Las calles, los nombres de sus héroes (salvo una que otra concesión). De aquí que no se quiera cambiar nada. La perversión del entretenimiento idiotizante es que jamás intenta cambiar nada. ¿Usted se preguntó qué educación le han dado sus padres? ¿La suya o la que ellos recibieron? ¿Usted sabe por qué hay una calle que se llama 11 de Septiembre, otra 3 de Febrero, otra Caseros, otra Roosevelt, otra Rivadavia, por qué hay tantas estatuas de tipos que ni conoce? En suma, la peligrosidad de la filosofía para el poder mediático es que su tarea es despertar las conciencias a través del saber. Decirle a usted que no acepte vivir en un mundo ya interpretado, que alguna vez tendrá que interpretarlo usted. Que no acepte ser como lo hicieron y como quieren hacerlo todos los días. Que busque ser como usted quiere ser. Tarea que requiere un paso previo: que usted sepa qué quiere ser. Que piense en eso. ¿Qué quiero ser y que han hecho de mí? Estas preguntas son elementales en filosofía. Pero son transgresoras, subversivas para el poder mediático. Que busca que usted sea el perfecto marido de Doña Rosa. De aquí la exaltación del entretenimiento estupidizante. Que usted no piense, eso buscan. Si no piensa será siempre el mismo. El perfecto zombie. ¿Vio el éxito de las películas de zombies? Eso quieren: un mundo de zombies, de muertos vivos que piensen lo que les dicen, que hagan lo que hay que hacer, que hablen lo que les hacen hablar a través del bombardeo mediático, que pasen por la vida mansamente, ovejunamente, obedientes hasta la náusea.

El motivo de estas líneas es el inicio, por Canal Encuentro, de la octava temporada del programa Filosofía, aquí y ahora. Es un hecho insólito. Siempre quise –desde el regreso de la democracia– hacer un programa de filosofía por televisión. Nunca pude. Cierto día, a raíz de la derrota electoral de Daniel Filmus ante Mauricio Macri, escribí, en Página/12, una nota crítica contra el candidato del kirchnerismo: “La construcción de la derrota”. Filmus, con gran sentido del humor, contestó como si fuera el osito Winnie Pooh, pues yo lo acusaba de salir con cara de manso en los afiches, entre otras cosas ya olvidadas. Después nos reunimos y le dije que quería hacer –desde varios años atrás– un programa de filosofía por tevé, que le juraba que andaría bien. Me reuní con Tristán Bauer. Le dije que tenía un productor, que era, además, un amigo: Ricardo Cohen. Poco tiempo después iniciábamos el programa. Recuerdo lo primero que dije: “Aunque usted no lo crea éste es un programa de filosofía por televisión”. Los primeros programas los hicimos bajo la gestión de Ignacio Hernáiz. Luego vino la talentosa, entusiasta María Rosenfeldt. Todos hicieron lo necesario y preciso para que las cosas salieran bien. Todos sabemos que Doña Rosa no existe. Que tenemos que hacer una tevé para receptores inteligentes. Que los hay. Y si aún hay pocos, tendremos que ayudar a crearlos. Con humildad, sin soberbia, con transparencia. Porque es triste que tantos ciudadanos capaces de apropiarse de su conciencia crítica se vean condenados a repetir las boberías de ese “sentido común” que impone el poder mediático.