martes, 13 de septiembre de 2016

FILOSOFÍA DE LA PRAXIS, Por Horacio González (Fuente: La Tecl@ Eñe, Revista Digital de Cultura y Política)

Íbamos a poner un copete a este artículo,  el 7 de Septiembre, cuando el copete, se convirtió en un artículo, que salió publicado, con el título "Horacio González y el frente nacional y latinoamericando", en esa fecha, en este blog. Al otro día en Página12 -08-09-16-, fue impresa la nota: "¿Volver adónde, compañeros?", escrita por el sociólogo Gerardo Adrogué, que, no sabemos, si leyó nuestra propuesta de volver a Perón,  pero responde a esa alternativa. Ambas inspiradas en este texto de Horacio González, de seguro, la nuestra (CJC).


Horacio González

Filosofía de la praxis



Por Horacio González*

(para La Tecl@ Eñe)



Tenía razón Gramsci al invocar la expresión filosofía de la praxis, que superaba la mera noción de marxismo. Cierto es que en muchos momentos se superponen, pero quien dice filosofía de la praxis deja una flecha en vuelo de sentido indeterminado e incitador, mientras que el marxismo es una disposición teórica ya consumada. ¿Pero –se dirá- acaso no existieron Lukács, Benjamin, Karl Korsch, Mariátegui, Sartre, José Revueltas, Aricó, Sánchez Vázquez? Sí, cada uno de ellos dio distintos énfasis al marxismo teórico, a veces con toques mesiánicos, otras con énfasis míticos o negando la dialéctica de la naturaleza. Alguno de ellos amplió y precisó el concepto de filosofía de la praxis y sumó incluso a los pragmatistas norteamericanos. Pero de esta lista rápida de hombres imaginativos, que amasaron desde el marxismo originario distintas vertientes, a ninguno se le ocurrió poner el concepto de filosofía de la praxis como una especie de estado de disponibilidad total del marxismo. Una disponibilidad que admitiera como su propia esencia, la idea de sustituto, expansión, relativización, superación o camuflaje. Esto es, la metonimia del marxismo, el marxismo convertido en “otra cosa”, lo cual sería una acción colectiva, la que ocurre ahora, y que aún no tiene nombre. Ese modo de pensar, original de Gramsci, aunque no lo escribe con el mismo sentido que ahora le damos, se halla potencialmente en Marx y en muchos marxistas. En general, la “praxis” se opone a la teoría, pero no podemos hacer absoluta esta escisión entre teoría y praxis porque incluso en la obra de Althusser, la teoría se ejerce a través de una práctica que le es inmanente, y al contrario, en Gramsci, la praxis –quizás preservando su sentido aristotélico-, es una forma de la acción que posee la conciencia de ser un fin en sí misma, pues el fin no la subordina, sino que la acción es su mismo motivo de existencia, como en la tradición griega y latina. La práctica es una acción colectiva, que en definitiva, es “teórica”.
Carlos Marx




Entendiéndola así, la filosofía de la praxis se acerca bastante a una traducción de la potencia del mito a la idea de práctica intelectual y también a la fenomenología de la conciencia, donde el conocimiento se va recreando permanentemente, develándose y retomándose sin cesar a sí mismo. En el sentido clásico y antiguo, la praxis se compone de diversas dimensiones entrelazadas: prudencia, sabiduría, catarsis, inmanencia de los hechos, utopismo no como fin exterior a la propia acción sino como componente del pensamiento corriente, y finalmente de unas asincronías o movimientos desiguales del tiempo que se combinan y toleran como contradicción creativa. Suponemos que la expresión filosofía de la praxis esquiva cualquier idea de que los conocimientos se “aplican”, pues más bien surgen de cada situación dada, son internos a ella, y preexisten a la voluntad de actuar, o bien, son simultáneos a ella. Todo conocimiento puede actuar porque tolera el desconocimiento de sí mismo, pero eso ocurre porque es un desconocimiento previsto, intuido, calculado. ¿Qué es un acontecimiento? No necesariamente lo que atañe a todo momento singular es lo que contiene un acontecimiento, porque lo que acontece se mueve en sus propios fines hacia diversa direcciones e incluso permite la correlación de dos fines contrapuestos en el mismo acontecer, sin que necesariamente haya superación dialéctica. Un acontecimiento existe si se acepta su potencial encaminamiento hacia lo múltiple a lo que puede dirigirse.



Gramsci da un interesante ejemplo de un acontecimiento entre lo atrasado y lo actual. Un material ferroviario moderno en un país “avanzado” descarta elementos que luego se utilizan en otros lugares “atrasados” con provecho. Saquemos conclusiones sobre la relación entre diversas temporalidades y situaciones sociales. El tiempo es catarsis, conmoción, análisis de las propias pasiones. Lo antiguo en cierto lugar pasa a ser moderno en otro. El tiempo son escisiones que nunca permiten un único presente. No hay acontecimiento, hay reutilizaciones infinitas de acontecimientos, detritus de ciclos anteriores en distintas bifurcaciones del tiempo. Pero eso no quiere decir que, sin que nadie lo planifique demasiado, urja el punto general de confluencia de muchas fuerzas y de “múltiples determinaciones”, reabsorbiendo restos de experiencias anteriores. La filosofía de la praxis se realiza en las relaciones catárticas entre la economía y la política. No hay una ciencia del pasaje sino una súbita transformación. No se “politiza” todo, según los que dicen que no importa la cuestión técnica ante el problema de las tarifas. Porque existe una cuestión técnica, que en un momento único, catártico, da su palabra específica y justifica con número la reposición de una forma de justicia. Se torna así política en tanto técnica.
Antonio Gramsci




Para Gramsci, influido por Aristóteles “acción es aquello en lo que se contiene el fin”, lo que hace a la acción un tanto diferente al movimiento –la kinesis-, que siempre se refiere a un fin ulterior y debe subordinarse a éste. En nuestro caso precisamos de las dos cosas, una acción que sea en sí misma la manifestación de su propio fin, y un movimiento que busque en las desventuras de presente, la reconstitución renovada de su fines, con definiciones nuevas, reinventándolas. En un programa de televisión le preguntaron a Hugo Yasky sobre la simultánea reunión de otros dirigentes de la CGT en el Ministerio de Trabajo mientras millares de personas se congregaban en Plaza de Mayo. Dijo que conocía esa foto, pero que si la mencionaba en el acto de la Marcha Federal, hubiera sido la forma fácil de provocar una chiflatina. Construir un gran Frente es eso, una decisión ética. Evitar las fáciles chiflatinas, que es lo mismo que tener una noción de los tiempos escarpados e imperfectos en que nos movemos, a lo largo de los cuales subyace el fin que no se muestra fácil, una unidad de lo diverso que tampoco debe ceder su tarea a la patraña de los intermediarios, alumnitos expeditivos que ya preparan los grandes medios de comunicación, votando anticipadamente por nosotros. Son intermediarios con delantal almidonado, acuarelas Nordelta y jopo engominado. Pues bien, ante este empobrecido panorama, la acción acaecida en la Marcha Federal nos parece que contenía ya la finalidad de un Frente nacional y latinoamericano que nos revele la clave de un desagravio y enmienda de la vida popular. Se dirigen estas líneas a quienes cabe, por derecho propio, hacerse cargo de ello.



Buenos Aires, 4 de septiembre de 2016



*Sociólogo, escritor y ensayista. Ex Director de la Biblioteca Nacional

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