lunes, 13 de mayo de 2019

Segundo fragmento del Capítulo: "MODELAR SERES HUMANOS", correspondiente al libro indédito, "DE LA DOMINACIÓN CONSENTIDA", Por León Pomer (") para Vagos y Vagas Peronistas


Los niños advienen a la realidad social con vagas tendencias instintivas, que son gradualmente condicionadas por situaciones que conformarán los comportamientos, y garantirán conformidades no dependientes de la voluntad o del juicio racional. Las funciones mentales relativamente indiferenciadas del infante al nacer, adquieren los contenidos que lo harán un adulto psicológicamente desarrollado en los términos de una sociedad concreta; la disposición que tome ese desarrollo se seguirá de la estructura del grupo en que crezca, de su posición en el mismo, del proceso formativo a que lo sometan personas y circunstancias. Elías anota (Id.:31) que “en el nivel más fundamental del ser, hay una estructura particular, específica de su sociedad”. La llamamos núcleo duro. En nuestro caso, núcleo duro de la dominación. 


“Cada individuo conforma desde su primera infancia y de una manera personal lo que ha aprendido de los demás, lo que comparte con otros y lo vivido en su relación con los demás. Una herencia social común adquiere en la persona individual un toque peculiar (…) Los planos psicológicos no solo los determina lo natural, sino que están determinados socialmente (…) La estructura de la personalidad se despliega en distintos tipos” (Elías,1989: 157). 

Advierte Elías (Id.:155) que una estructuración aprendida puede ser tan coactiva como una estructuración biológica. Lo que se consolida por efecto de la estabilización recurrente, deviene estructura: se configura como una especificidad de redes neurales que se han estabilizado. Changeux (1983:337) alerta sobre lo que puede considerarse decisivo: el componente epigenético (lo generado) constituye de por sí una representación del mundo escrita en el “cableado” que se genera entre las células nerviosas. En los circuitos neurales creados, o potenciados, está grabada la impronta de un concreto universo físico – social: un “mapa” que construyen en el cerebro las experiencias vividas en una sociedad concreta. 

Las aptitudes para aprender no dejan de decrecer con la disminución del número de circuitos disponibles no utilizados. Solo perdurarán los circuitos utilizados en la educación y aprendizajes. En la fase de maduración se dan las mayores posibilidades educables porque dispone el máximo de conexiones en un sistema funcional aún vacío, que será “llenado” con aprendizajes y experiencias. Cuanto más se prolonga la fase de crecimiento, más el comportamiento del adulto será rico y finamente adaptado. Las conexiones establecidas en ese período quedan estables en la medida que son utilizadas regularmente. Un no uso prolongado las relaja y termina por suprimirlas. Pero reaparecen bajo la influencia de nuevos estímulos, a condición que la supresión no haya ocurrido en una fase precoz del desarrollo, llamada fase crítica, que en ese caso será definitiva. Momento crucial en la vida del individuo: en él se decide su futuro, condicionado por su situación social. El nunca neutro estímulo sensorial recibido, su naturaleza, su calidad, será fundamental para la manera como se configuren los esquemas neurales. La manera como estos se ligan comandará los esquemas de comportamiento. La topografía y el sentido de las ligazones constituirán verdaderos programas a los cuales el animal humano estará sometido. Debe aclararse que si el adulto es menos educable que el joven, lo continúa siendo durante el resto de su vida, porque el sistema nervioso dispone siempre de una “reserva” de neuronas y continúa capaz de hacer nuevas conexiones, pero con más dificultad. La importancia de la educación en la maduración posnatal es enorme. El entorno social juega un papel decisivo en la complejización de la estructura del cortex cerebral. 

El cerebro de un niño de seis años tiene una actividad más lenta e irregular que la de un adulto, lo que aumenta la capacidad para adquirir conocimientos y recordarlos. Uno de los aspectos más interesantes del cerebro del niño de seis años es que si ha tenido poca experiencia educativa en ese año crucial, tendrá enormes dificultades para emparejarse después, aun con grandes esfuerzos. Los seis años parecen ser un tiempo crítico en que el cerebro es especialmente receptivo, ya que está provisto de un número generoso de posibles pautas de organización. Las pautas que se desarrollan dependerán de las experiencias de cada niño, de los estímulos que reciba en el período crítico. Carencias afectivas e indisciplina incoherente se manifiestan, según Karli (1987:276), como agitación ansiosa y reactividad impulsiva. En ese caso, el ser humano atribuye mayor importancia e interés al momento presente porque es incapaz de generar un proyecto que de sentido a su vida y le abra una ventana al futuro. 

El niño criado con brutalidad por sus progenitores biológicos, o maltratado por las condiciones generales en que transcurre su niñez, proyectará en relación a la autoridad el sentimiento agudo que manifestó o manifiesta hacia sus padres y adultos en general. De acuerdo a su temperamento, explica Stoetzel (1976: 71), aprovechará todas las ocasiones para expresar su hostilidad. Si débil y medroso, rumiará sus agravios y procurará libertarse de ellos ejerciendo actividades dolosas y obstructivas. 

“Cada estado o momento de desarrollo de la mente, observa Greenspan (1999:15), “requiere ciertas experiencias específicas, más emocionales que cognitivas”. Hay momentos biológicamente óptimos para determinados aprendizajes, en correspondencia con el momento de maduración que vive la persona. Greenspan (Id.:23) agrega: la propia estructura del cerebro “es influenciada por las primeras experiencias interactivas, porque pueden redundar en células reclutadas para fines específicos”. Necesidades emocionales mal atendidas o desatendidas redundarán en perjuicio de las idoneidades sociales y cognitivas de los niños que las padezcan. 

Los comportamientos innatos (biológicos) son controlados por circuitos nerviosos que no se forman por azar, sino bajo la dependencia directa de la información genética. La educación, lo adquirido, viene a llenar una estructura innata de acogida. La inteligencia específica de una misma especie está hecha del conjunto de componentes innatos. La inteligencia individual es el producto de la educación y la experiencia: su crecimiento responde al número y variedad de experiencias del individuo y la riqueza del registro sensorial. 

Un fenómeno típicamente humano (con escasísima significación en otros seres vivos) contribuye decisivamente al desarrollo de la socialización y a la manera como esta acontece: la llamada neotenia. 

La técnica de lentificar la madurez manteniendo en la vida del adulto los rasgos juveniles de las especies ancestrales, es llamada neotenia, palabra acuñada en 1883. Significa, literalmente, “conservar la juventud”. En la especie humana, el efecto más importante de la neotenia es la formación de un gran cerebro. Los cerebros de los grandes simios, parientes del Homo, efectúan la mayor parte de su crecimiento en el primer año de vida, haciendo imposible un extenso período de desarrollo intelectual. El cerebro de un gibón, está completo al nacer en sus ¾ partes y totalmente formado en los primeros seis meses de vida. Los humanos duplican con creces el peso del cerebro en el primer año de vida; lo aumentan en un 25% o más en el segundo año de vida, y en más del 15% en el tercero.
El crecimiento lentificado del cerebro posterior al nacimiento, permite que los circuitos neurales se establezcan en un momento en que el niño continúa creciendo y enfrentando el mundo social, abierto a la información que de él le llega. El resto del desarrollo cerebral se extiende sobre dos decenios de experimentar y aprender. Esto determina que los humanos estén menos atados a rasgos mentales automáticos o instintivos, heredados y especificados por la información genética. La neotenia, al lentificar el programa, mantiene en desarrollo el cerebro, porque lo ha detenido en el estado fetal, y el estado fetal es de rápido desarrollo cerebral. Al extender, en grado notable, los años de la niñez, la especie humana se ha vuelto dependiente de las relaciones sociales, a comenzar por la familia, durante la infancia. Los cerebros son tan complejos, flexibles y lentos para madurar, que cada cual es exclusivo de la persona que lo posee y muestra una marcada variación física de un individuo a otro 

El cerebro no delibera con arreglo a un programa innato, observa Karli (1987: 53 a 55). Los individuos no vienen al mundo con una prefijada estructura de pensamiento. Los programas para pensar se organizan en la interacción de sistemas biológicos, psicológicos y sociológicos: no existen conductas pre determinadas. En toda personalidad hay un “nosotros”, una identidad colectiva que se manifiesta de manera individual, considerando lo individual como variante de un gran tema central. El premio Nobel Gerard Edelman (1994:269), enseña que el pensamiento es una competencia que se construye a partir de la experiencia vivida, entretejiendo los niveles y los canales paralelos de la vida perceptiva y conceptual. Con otras palabras: es una competencia sometida a las coacciones que se siguen del lugar jerárquico, social y cultural, ocupado en la sociedad. 

La propiedad humana de habituarse, anotan Berger y Luckman (2011:72 – 73), producto de repetir con insistencia un mismo acto, “crea una pauta que luego puede reproducirse con economía de esfuerzo”. La habituación permite que una acción determinada o pensamiento se ejecute con una automaticidad que excluye un previo razonamiento. Importa que los significados que entrañan “las acciones habituales lleguen a incrustarse como rutinas en su (del individuo) depósito general de conocimientos (…) la habituación comporta la gran ventaja psicológica de restringir las opciones”. El hábito es creación social. Lo que pone de sí el individuo es su aptitud para habituarse. 

La cultura de la dominación, concebida como estructura humana integral, se instalará en el individuo modelado como LA CULTURA, en alguna de sus variantes y modulaciones. Cuando sólidamente implantada, reconsiderar convicciones y visiones de mundo exigirá extrema lucidez y coraje. El bagaje adquirido por el sujeto se habrá introducido profundamente en su ser: estará poseído por la legalidad - normatividad dominantes. En él estará inscripta una singular “lógica” modeladora que no cesará de actuar. La “agencia” controladora global de la dominación constituida por múltiples artilugios y seducciones estará en el individuo, actuando desde sus adentros. 

Las funciones psíquicas y los modelos relacionales estarán organizados para “armonizar” con la estructura social, pero no serán meros calcos de un modelo universalmente aplicado. Las circunstancias generales serán asimiladas por el sujeto desde su particularidad. Cada historia personal es única y al mismo tiempo constituyente de un colectivo humano no exento de homogeneidades. 
León Pomer

La inteligencia, sostuvo Vygotsky, es la capacidad para usar como “ayudas” de la mente los saberes y procedimientos transmitidos culturalmente. El sistema gradúa su administración: precisa producir sólo aquellas inteligencias que reclama su reproducción. Bruner (1999: 27) anota que “la actividad humana mental depende, para lograr su expresión plena, de estar vinculada a un conjunto de instrumentos culturales: una serie de prótesis, por así decirlo; la amplificación lograda por las herramientas culturales constituye el punto culminante en el desarrollo de las aptitudes humanas…” Pero la amplificación queda limitada o impedida por esa barrera constituida por las desiguales situaciones socio – culturales, y por la disposición general del sistema, que no puede permitir la elevación cultural de sus dominados. 

Fromm (2011:71 a 73) llama “carácter social” al núcleo de la estructura de carácter compartida por una mayoría de individuos de una misma cultura y similar condición social. El carácter social permite que no difieran excesivamente las conductas de un grupo específico, o que no respondan a decisiones “extemporáneas”. De ahí se sigue el conformismo, esa autoridad anónima, como la llama Fromm (Id.:131-132), producto de las influencias absorbidas y las conductas reguladas. 

Clifford Geertz (1989:95) considera que “no sólo las ideas, sino las propias emociones (de ellas se hablará más adelante) son artefactos culturales”, adquiridos no por elección ni por decisión consciente. Las múltiples determinaciones que actúan en el proceso de socialización son la génesis y sustento de las características afectivas, morales y psíquicas generadas en el sujeto. Lo virtual que late en lo humano se “llena” con precisos contenidos, incluso emocionales. La facultad de hablar, una virtualidad inscripta en el centro de Broca, sólo se activa cuando su poseedor es miembro de una sociedad. 

Las relaciones “adentradas” en cada ser humano y la estructura de su control pulsional evolucionan. Transformaciones en la racionalidad individual denotan las que ocurren en la racionalidad social. Las formas de la razón resultan de los cambios en la estructura relacional, afectando el nivel de los impulsos y el carácter de los deseos, comportamientos y las maneras de la reflexión. Las modificaciones que se producen en los modos de subjetivación están ligados a las mudanzas en la estructura social y a las formas históricas de interdependencia. Elías (Id.:36-38) observa que las estructuras de la psiquis, la sociedad y la historia son complementarias, y por lo tanto deben ser estudiadas en conjunto. 

Cuanto más diferenciada la estructura funcional de una sociedad o de una clase, más claramente divergen las configuraciones psíquicas individuales. Apunta Elías (Id: 36) que las funciones psíquicas nítidamente diferenciadas que llamamos “mente”, “alma”, “razón”, “sentimiento”, “consciencia”, “instinto”, etc., advienen cuando los sujetos crecen en un medio que alcanzó altos niveles de diferenciación y complejidad: son emergencias, producidas por las maneras como se ejercen las interdependencias de numerosos individuos, y al mismo tiempo formas particulares de auto – regulación originadas en una relación específica con otras personas. Lo que llamamos instintos o inconsciente, avisa Elías, también son formas de auto – regulación en relación a otras personas y cosas. 

Avanzado el proceso dominador, el pensar y el comportarse estarán signados por las categorías, estereotipos, orientaciones, juicios, significados, percepciones, hábitos y clasificaciones (y acaso más que eso), que manifiestan la cultura que está triunfando o ha triunfado en el sujeto. Sorokin (1966:107) señalaba que” prácticamente todo valor y significación (adquiridos .L.P.) contiene implícitamente una norma de conducta, comenzando por establecer qué se debe pensar y cómo pensarlo…” 

La dominación, al par que cultiva y preserva la aceptación acrítica del existente social, se vale de mil artimañas para instalar un conformismo, cuyo rostro es la “virtud” de la sensatez de que el sentido común se vanagloria. Las adversidades no deben disolver la resignación del dominado, al que se intenta persuadir de que los avatares que lo dejan inerme frente a la inequitativa y desigual distribución de bendiciones y maldades tendría su raíz en él mismo, en una anormalidad congénita (antes ya mencionada) de su naturaleza humana: el dominado sería el culpable de ser lo que es. 

La sumisión en que cae es una conformidad que, en palabras de Adorno - Horkheimer (1970: 23), “se extiende hasta las emociones más íntimas y sutiles”. Boris Cyrulnik (1984:84) llama” conformismo dictatorial” a “sentir todo desvío de comportamiento, toda diferencia como una agresión contra el grupo o como una enfermedad mental”. El conformista confinado en la visión y las prácticas convencionales, piensa, con las siguientes palabras que Fromm (2011.:131-132) pone en su boca:” Debo hacer lo que todo el mundo hace, debo adaptarme, no ser diferente, no ‘sobresalir´ (…) no tengo que preguntar si estoy en lo cierto o no, sino si estoy adaptado, si no soy ‘distinto´(…) Nadie tiene poder sobre mí, excepto el rebaño de que formo parte y al que estoy sometido”. Los asomos de rebeldía, si acaso asomaran, navegarán en la superficie, impedidos de descender allí donde las olas profundas generan las tempestades que aparecen en la superficie. 

La lección que se sigue es categórica: refuta la injuriosa versión sobre la criatura humana como esencialmente mala; lo que emerge en cada caso es el producto de específicas relaciones de interdependencia, de la explotación, la frustración, la feroz incertidumbre. Las categorías psíquicas no son productos de una condición humana única e inamovible, indiferente a las maneras que asume la sociedad. Las estructuras psíquicas y la vida afectiva son función del contexto socio - histórico. Para comprender la psiquis de la persona singular, se debe partir de la estructura de las relaciones en que los individuos están insertados.


(") Doctor en Historia y Sociedad. 18 libros publicados, algunos en Brasil y Argentina y otros sólo en Brasil. Decenas de ponencias en congresos nacionales e internacionales y centenares de artículos sobre historia y literatura. Docencia en la Argentina (UBA y Universidad del Salvador) y Brasil (Universidades de Campinas, del Estado de San Pablo y Pontificia de San Pablo). Incluido en el programa Café, Cultura Nación de la Secretaría Nacional de Cultura.

Para ver el primer fragmento del capítulo "Modelar Seres Humanos": https://vagosperonistas.blogspot.com/2019/04/primer-fragmento-del-capitulo-modelar.html

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