viernes, 26 de abril de 2019

Primer fragmento del capítulo "MODELAR SERES HUMANOS", correspondiente al libro inédito, "DE LA DOMINACIÓN CONSENTIDA", Por León Pomer (") para Vagos y Vagas Peronistas




MODELAR SERES HUMANOS 

En su estadía en los Estados Unidos, Theodor W. Adorno había comprobado que la por él nominada "industria cultural" traía consigo considerables transformaciones antropológicas: el surgimiento de un "nuevo tipo humano” Decía que el capitalismo ya no podía entenderse solo como un modo de producción o un sistema económico, sino más bien como un entramado de socialización que moldeaba las relaciones sociales en su conjunto, y con ellas, la subjetividad de los individuos. Al parecer, no había advertido Adorno (u omitió señalarlo) que en países como la Gran Bretaña, cuna de la revolución industrial, las transformaciones que esta trajo ya habían operado sensiblemente sobre la persona humana, particularmente la de las clases subalternas (en otro lugar se habla de ello). Desde su advenimiento como sistema y en el curso de sus mudanzas, el capitalismo produjo, incluso contemporáneamente, distintos tipos antropológicos. El nazismo, demostración de que el ser humano puede ser reducido a la suprema bestialidad y estupidez, coincidió con quienes dieron su vida para combatirlo. Al mismo tiempo, el sistema no puede impedir el surgimiento de la solidaridad, la estima del prójimo y de su vida como si fuera la propia. 

Los sapiens compartimos un determinado fenotipo (genes semejantes), pero nuestra ontogénesis (transformaciones que nos ocurren desde la fecundación del huevo) transcurre en un medio social. A partir del común fenotipo humano, los micro mundos de existencia que conforman el sistema de relaciones inter personales, o si se quiere, el ámbito total de vida, deciden nuestra formación y nuestro desarrollo, nuestra ontogenia. 

La primera infancia es uno de los tiempos decisivos en la constitución de la persona. Lo que interfiere o perjudica el aprovechamiento integral de esa disposición del infante, limita o empobrece sus posibilidades futuras. Si el amamantamiento transcurre en un clima afectivo perturbado (familia desorganizada, escasa atención al niño) los circuitos que surgen en los centros sub corticales de la afectividad no se establecen de manera adecuada. Falencias afectivas y necesidades insatisfechas hacen que los automatismos que surgen sean el origen de futuras perturbaciones. La afectividad queda perturbada cuando el medio ambiente, que incluye el tiempo de gestación en el útero materno, se muestra hostil. Consecuencia no menos grave es una capacidad de reflexión con serias limitaciones, expresadas en fallas de enjuiciamiento y ausencia de voluntad. 

Sobre la vida pre – natal opera el estado físico, fisiológico y psicológico de la madre. Posteriormente, al decir de Campbell (1992:199), aludiendo a la infancia, la especie humana es dependiente de las relaciones intrafamiliares. Niños separados de sus madres (Id. ,Id.:150) durante un lapso considerable, desarrollan un retraso físico e intelectual. Un elevado porcentual de delincuentes carga con el peso negativo de relaciones con sus madres gravemente alteradas en los primeros años de vida. Jóvenes con esa clase de historia padecen deficiencias en sus respuestas emocionales: son indiferentes al castigo e inaccesibles a la amistad verdadera. No serán buenos padres, y ocasionalmente presentarán cuadros neuróticos y eventualmente psicóticos. Investigadores norteamericanos (Nemeroff y Plotsky, La Recherche, n° 11) concluyen que, en la criatura humana, con independencia de la constitución genética, lo que acaece en los comienzos de la vida puede producir “heridas biológicas” que aumentarán la vulnerabilidad del adulto al stress y lo predispondrán a la depresión y la ansiedad”. 

Las consecuencias de los primeros años de vida, “mal vividos”, anota Benjamin (1963: 198 – 199), no serán corregibles por la educación, entendida en el sentido usual. La educación llegaría demasiado tarde para realizar correcciones. Karli (1986: 121) recuerda estudios realizados sobre rendimiento escolar y la importancia que asume la familia sobre aquel. Éxito o fracaso, mayor o menor aptitud para pensar, de alguna manera exhiben los efectos de cómo operó sobre la criatura, durante el tiempo de la gestación, el medio familiar y el entorno que la excede. Cuerpos agredidos responderán a los desafíos de la vida con acritud y fuertes disonancias. Agréguese que, “cuando el cerebro es sometido a duras pruebas, como las carencias alimentarias, se despliega una acción insidiosa facilitando la neurosis, rico sustrato del delirio o la sugestionabilidad de las multitudes” (Bastide, 1970:280). 

Estudiosos y meros observadores de la realidad, comprueban que en períodos de fuerte crisis económica, cultural y moral, los individuos victimados, cuyas auto regulaciones devienen más laxas, tienden a recurrir a chivos emisarios, no necesariamente por propia iniciativa, sino porque generalmente les son hábilmente propuestos por los poderes de turno. 

De paso, advirtamos que el supuesto goce que provoca en los dominadores el Poder, el lucro obtenido y el lucro perseguido, todo ello bajo el estrecho acompañamiento del egoísmo que impregna su pensar y comportarse, encierra una paradoja, si se quiere calificable de ominosa: esa gente es víctima de sí misma, de su incapacidad de mantener relaciones personales basadas pura y exclusivamente en la amistad y el amor, y por ello liberadas de bastardas intenciones materiales. En la manera de humanidad que se sigue de las relaciones que el dominador establece con sus iguales de clase y con el amplio espectro de los subalternos sociales, el sistema de dominación declara la deformación a que somete a todos los actores del drama. El egoísmo y la indiferencia son la manera necesaria de humanidad que brota en el dominador, de los que no puede excluirse ni prescindir, porque son constituyentes necesarios de su papel en la sociedad. 

Berry, citado por Huteau (1990:259), admite que los seres humanos disponen de un amplio repertorio de competencias (virtualidades) que desarrollan y utilizan de un modo desigual. El nicho social decide hacia qué dirección marchará el potencial humano, obedeciendo o contrariando tendencias que le son inherentes. Filloux (1984:30), lo dice así: las predisposiciones que el sujeto trae al mundo se desarrollan selectivamente según las exigencias del medio y de la situación que ocupa, u ocupará. 

Ruth Benedict señala que las virtualidades (la otra nominación de potencia) “elegidas” por las condiciones sociales, sin menosprecio de las naturales, “forman la constelación antropológica del hombre”. Benedict alude a un estado inicial y a las posibilidades que se siguen bajo el impulso del “afuera” social. 

Geertz anota (1989.:64):“Vista como un conjunto de mecanismos simbólicos para control del comportamiento y fuentes de información extra somática, la cultura nos provee el vínculo entre lo que los hombres son intrínsecamente capaces de devenir y lo que devienen”, como producto del potencial activado por un complejo específico de determinaciones; los productos culturales que caracterizan a la persona humana son “manufacturados a partir de tendencias, capacidades y disposiciones con las que nacemos” (Id, Id.:62). Geerts puntualiza:” la cultura nos modela como especie y como individuos”; establece cuales ideas, valores, comportamientos y emociones habremos de ejercer. Insiste: Entre las maneras de “ser humano” implícitas en el potencial, cada sistema socio - relacional-cultural específico “elige” los rasgos que requiere para existir. “Todos comenzamos con (un) equipamiento natural para vivir millares de especies de vida, pero terminamos viviendo apenas una sola”, (Id., Id: 57-58-64). 

Theodosius Dobzhansky (1968:22), eminente geneticista ucraniano, explica que ”todo el proceso de desarrollo (humano L.P.), sin excepción, así como el resultado de aquel en cualquier momento dado, incluyendo toda la estructura del cuerpo y las características psicológicas, fisiológicas y culturales que la persona pueda tener, devienen de la interacción de los genes de que es portadora con la suma total de los ambientes encontrados durante la vida”. Y advierte: “la personalidad del individuo no está establecida en el huevo fertilizado ni en el recién nacido; se desenvuelve gradualmente y por etapas en el devenir de una vida y en una secuencia de ambientes sociales y culturales. Nunca se fija totalmente y continúa modificándose hasta la muerte”. El sujeto nunca pierde su potencial. Norbert Elías (1994:30-32) observa: “la constitución característica de un recién nacido da margen a una gran profusión de individualidades posibles”. 

El gran biólogo chileno Humberto Maturana (1997:26) especifica: ”lo que la constitución genética de un organismo determina en el momento de su concepción, es un ámbito de ontogenias posibles, en el cual su historia de interacciones con el medio realizará una en un proceso de epigénesis”. Los humanos compartimos un determinado fenotipo (genes semejantes), pero nuestra ontogénesis (transformaciones que sufrimos desde la fecundación del huevo) son estrictamente sociales. Dicho con otras palabras: el aspecto que asume la modelación de cada individuo se sigue de un específico campo de experiencias, vivencias y convivencias a las que nadie se sustrae. A partir del común fenotipo humano, la sociedad (los singulares nichos de existencia que la constituyen) decide nuestra formación y desarrollo, nuestra ontogenia. 

Francisco Varela (1989: 151 – 152), biólogo y epistemólogo, colaborador y discípulo de Maturana, anota que “la arquitectura de un sistema nervioso no es estática: es especificada en el curso de la ontogénesis del organismo; su determinación, bajo control genético, está ligada a la morfogénesis de todo el organismo. Eso significa que entre los miembros de la misma especie, la diversidad de arquitectura del sistema nervioso está determinada por diferencias individuales de la ontogénesis y de constitución genética; por otra parte, el arco de variaciones, compatible con la autopoiesis está determinado por las circunstancias en cuyo seno se realiza la autopoiesis del organismo. Abramos un paréntesis para explicar con palabras de Varela (1989:45), el significado de la misteriosa palabra:” Un sistema autopoiético está organizado como una red de producción de componentes que (a) regeneran continuamente, por sus transformaciones e interacciones la red que los ha producido, y que (b) constituyen el sistema en tanto que unidad concreta en el espacio en que existe, especificando el dominio topológico donde él se realiza como red”. 

Con arreglo al universo de vida, el sapiens desarrolla peculiares rasgos psico – físico –culturales, que representan las maneras de su adaptación a la sociedad: sabemos de conductas horripilantes y patológicas que operan como inconsciente queja o repudio, que no atinan a expresarse con los medios racionales que al sujeto le han sido expropiados. Sabemos que en períodos de grave crisis las autoregulaciones personales con frecuencia se aflojan, devienen más laxas y las personas “se dejan llevar” por impulsos irreflexivos. La desesperación y el sentimiento de impotencia no ayudan a la reflexión serena y meditada. 

La ventaja adaptativa, otorgada por la evolución, de que nos hablan los arriba citados, puede ser representada como una “potencia”, noción que Ernst Cassirer (1953: 68) definió como “la capacidad que no tiene en sí misma la tendencia a su realización, y espera (para realizarse) que toda determinación le venga de afuera”: un afuera que identificamos como la sociedad. 

La socialización modeladora capitalista, o la manera en que la sociedad se introduce e influye en la biología humana, obedece a las exigencias planteadas por las mudanzas históricas del sistema y a las nuevas exigencias que cada etapa trae consigo. Para funcionar a contento, los atributos que desarrollarán los humanos serán el resultado de su situación y función en la sociedad, no de la planificación de ningún super planificador, a menos que así llamemos al sistema. El hecho de que el individuo esté sujeto a las múltiples y no necesariamente visibles y detectables determinaciones inherentes al ámbito social o, con otras palabras, a los poderes objetivos que se desploman sobre la existencia individual, insinúa una explicación (probablemente imperfecta) al por qué de la emergencia de los rasgos de personalidad necesarios para ser miembro de la sociedad. 

Dominados y dominadores exhiben, en rasgos generales, considerables diferencias, producto de sus papeles y responsabilidades sociales: a cada grupo le serán esculpidas maneras propias de ser, de conducirse y razonar. Los cerebros individuales deberán aprehender las situaciones de la vida en la máxima consonancia con las regulaciones sistémicas que los han penetrado. Junto con la producción de multitudes de sujetos encapsulados en el razonamiento alterado, el repudio de la lógica y el egoísmo indiferente, surgirán y se renovarán los cuadros de la dominación. Cuando el hombre masa asuma con pasividad el anonimato, la nivelación y la uniformización a que es sometido, su personalidad padecerá el peligro de disolverse en una suerte de magma colectivo, con pérdida calamitosa de sus riquezas potenciales. Conviene recordar a Piaget (s/d, 17 – 18), cuando exclamaba: ¡cuántas potencialidades son ignoradas por sus portadores! Cuantos genios no supieron de su genialidad y terminaron sus días en una anónima opacidad. El sabio suizo explicaba, también él, que la “cualidad de lo que es innato consiste esencialmente en las posibilidades de funcionamiento y no en la herencia de estructuras organizadas de antemano”. Lo que se actualiza en una determinada dirección, tiene su origen en los influjos que emite la sociedad, tal como ella existe en un momento de su devenir histórico. 

León Pomer
Los modelos comportamentales que le son “ofrecidos” a los seres humanos en los ámbitos socio - temporales concretos en que transcurre su existencia, constituyen un “orden”, que imprime su impronta en los nacidos bajo su imperio hasta producir el moldeamiento de las funciones físicas y psíquicas. El candidato a ser humano que llega al mundo como un cachorro salvaje comienza su formación como miembro del sistema, sometido a la inescapable influencia “educadora” que le brindan inicialmente sus progenitores y allegados más cercanos. Lévi – Strauss (1970:248) señalaba que “desde que nacemos, el ambiente nos inculca de manera consciente o inconsciente un complejo sistema de referencias que consiste en juicios de valor, motivaciones, centros de interés, etc. En otro lugar (1949:120 – 122), calificaba al niño de “social polimorfo”: su psicología constituye “un fondo universal infinitamente más rico que el que posee cada sociedad particular”. Cada niño trae al nacer, “bajo la forma de estructuras mentales esbozadas, la integridad de los medios que la humanidad dispone desde toda la eternidad para definir sus relaciones con el mundo”. El polimorfismo a que alude Levy – Strauss está sujeto en cada nicho de convivencia a un peculiar complejo de coacciones, censuras y orientaciones culturales y emocionales, que seleccionan las formas de un determinado tipo de vida. Barnett (1977:149) acuerda: ”aún las reacciones más elementales del hombre son producto del aprendizaje: durante el período del desvalimiento, y el aún más extendido de dependencia en la infancia, se establecen todas las pautas de conducta esenciales, a consecuencia de los cambios de adaptación efectuados en el plástico sistema nervioso central”. Las estructuras de la mente componen un conjunto de posibilidades organizacionales a disposición del proyecto cultural humano. 

Recuerda Elías (1989:157) que “para hacerse hombre, el niño debe aprender un lenguaje que le transmite multitud de conocimientos del grupo. El lenguaje asimilado, junto con otras experiencias, constituye una parte de las primeras capas en la estructura de la personalidad. Los rasgos individuales en que se expresará su diferencia frente a otros humanos, no se desenvuelven de una manera independiente y separada de las características sociales, que algunos llaman consciencia colectiva. El carácter individual se desenvuelve como modulación única del modo común de hablar (pensar y obrar. L.P.) de una sociedad. El equipamiento mental será un instrumento al servicio de la cultura, no un determinante de ella: hay múltiples maneras de usarlo. A su vez la “interacción transmuta” los caracteres biológicos y psicológicos, corrobora Sorokin (1966: 42-58): es necesario explicar “las características psicológicas (…) desde el punto de vista de las propiedades de la interacción sociocultural, dentro de cuya matriz se hallan incluidas “. Sin el conjunto de la obra dramática, observa, ” no existe el papel individual, sólo posible dentro del contexto de todos los papeles del drama”. El ambiente condenará, “lo arbitrario individual” (Ricoeur). 


(") Doctor en Historia y Sociedad. 18 libros publicados, algunos en Brasil y Argentina y otros sólo en Brasil. Decenas de ponencias en congresos nacionales e internacionales y centenares de artículos sobre historia y literatura. Docencia en la Argentina (UBA y Universidad del Salvador) y Brasil (Universidades de Campinas, del Estado de San Pablo y Pontificia de San Pablo). Incluido en el programa Café, Cultura Nación de la Secretaría Nacional de Cultura.

Para ver el segundo fragmento del capítulo: Modelar Seres Humanos: https://vagosperonistas.blogspot.com/2019/05/segundo-fragmento-del-capitulo-modelar.html


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