PERCEPCION
”Una forma social requiere una forma perceptiva que le de fundamento en la subjetividad de los sujetos” (Rozitchner, 1982). Rigiendo la forma social el proceso de formación de una específica aprehensión - visión de mundo, privilegia las percepciones que convienen a su índole. El Poder de lo social hace que el percibir no sea un automatismo liberado de toda determinación previa, mero ejercicio de inobjetable y pura objetividad. La percepción capta el mundo con los ojos de una cultura.
La información que el sujeto obtiene, se relacionará con la formación en el sujeto de ciertas categorías, producto de su entera vida práctica en un medio social específico. El dinamismo de este, los cambios que registre, deberán reflejarse en la naturaleza de las categorías que informan la percepción. Un ejemplo actual lo constituye la universalización del universo digital, que deja “rezagadas” a las generaciones formadas en tiempos anteriores. La historicidad de las categorías nos informa sobre aspectos singulares de ciertas civilizaciones o formaciones culturales. En determinados estadios de su vida práctica, determinados pueblos no percibían nuestro color azul, del que no hay trazas en los Vedas, el Avesta, la Biblia, el Corán y Homero. El arco iris, al que atribuimos siete colores, en el lenguaje de los sabios árabes del medioevo europeo comportaba tres: rojo, azul y amarillo. Un caso de gran interés es el del rastreador que pinta Sarmiento en su Facundo. Su extraordinariamente desarrollada percepción visual y correcta interpretación de lo visualizado sólo podían surgir en un medio que las hacía indispensables para rastrear y recuperar ganado probablemente robado. El rastreador “ve” el rastro de animales y personas donde otros serían incapaces de ver señal alguna. La necesidad agudiza la percepción visual en determinados individuos, que hacen de ese atributo una profesión y una función social. La “flexibilidad” inherente a la biología humana, puesta a prueba en circunstancias específicas, sufre las adaptaciones exigidas por el medio. La lección nos dice que la percepción es guiada, desarrollada y especializada en función de las circunstancias concretas que configuran la propia historicidad de la criatura humana. La percepción es, en grado no especificable, anota Gardner (1995:115), un instrumento del mundo estructurado en categorías, según nuestras expectativas; y estas configuran una estructura cognitiva que selecciona e interpreta las percepciones. La experiencia de nuestra percepción anterior a la actual, insiste Gardner, encarnada en las categorías, es adicionada inconscientemente a nuestra reacción presente a un estímulo.
Wright Mills (1964:148 -149), alude a la llamada “teoría social de la percepción”, vinculándola a ciertas categorías: “Al adquirir un vocabulario técnico, con sus términos y sus clasificaciones, el poseedor adquiere, por decirlo así, una serie de cristales coloreados. Un lenguaje especializado constituye una verdadera forma a priori de percepción y cognición que indudablemente influye en los resultados de la indagación”. En términos más generales, y repitiendo lo afirmado en el capítulo anterior, puede decirse que cada modalidad de lenguaje es un condicionante de la percepción, o una manera peculiar de percibir el mundo.
Dierken (1991; 78) Señala que por medio de una selección sensorial tomamos del exterior sólo una pequeña parte de los estímulos. En la percepción visual, se estima que tomamos conscientemente en cuenta el 1 por mil; en la auditiva el 1 por cien. Las informaciones sensoriales, tamizadas por la percepción, no nos aportan una visión de mundo, tal cual es. Lo que no significa que los mecanismos biológicos actúan al margen y con independencia de la realidad socio - histórica. El cómo la percepción focaliza, cree Popper (1991:176) “puede ser considerado como teorías o como incorporación a teorías”. En toda subjetividad, advierte, hay una teoría que comporta una concepción de la realidad social, una manera de “ver” el mundo y de representarlo. Si tal teoría existe, debe estar conformada por la manera específica en que están organizadas y articuladas las categorías antes aludidas. Por eso, John Searle (1994:62 – 63) señala que “si un sujeto se encuentra frente a un elemento informativo que da sentido a su campo perceptivo y a su propia vida, lo integra con facilidad. Si, por el contrario, ese elemento perturba el sentido que da a su existencia, intenta negarlo y descartarlo”. Lo que perturba el sentido hondo de la subjetividad poblada de dominación conduce al desconcierto.
Un colectivo humano social y culturalmente homogéneo supone, en la lección de Piaget, la posesión de una “estructura asimiladora” en la que subyace un sistema perceptivo que le es congruente: individuos que comparten un sistema perceptivo tienen una análoga estructura asimiladora. Eso explicaría las semejanzas culturales, sin desmedro de particularidades personales, de quienes comparten una equiparable condición social; también nos dice de las desemejanzas provocadas por las distancias sociales. La realidad percibida es atravesada por la singularidad socio - cultural de cada grupo, fracción o estrato, configurando un todo social poblado por heterogeneidades perceptivas, entrañadas, todas ellas, por un núcleo duro común. Situaciones sociales diferentes en una misma sociedad suponen perspectivas diferentes, particularizadas en individualidades.
Lo percibido influye en el sistema cognitivo y emocional; influye en las ideas, los juicios y las acciones, en el moldeamiento de la personalidad. La elección de nuestros actos, advierte Francisco Varela (1996:26), no es indiferente al estilo, al qué y al cómo percibimos: ”La manera como nos manifestamos es indisociable de la manera como las cosas y el otro nos aparecen”. Una situación percibida equivale a un impacto cognitivo susceptible de traducirse en comportamientos físicos e intelectuales. “Se piensa como se ve, se piensa aquello que se ve”, sostenía Bachelard (1974:22). Pero el cómo y el qué llevan la carga de una cultura - visión de mundo. Barbu (1960:20) señala que la percepción refleja la constitución bio - psicológica del sujeto y la organización específica de su espíritu en un preciso medio socio – cultural.
En la recepción – aceptación de las informaciones sensoriales juegan un papel considerable (o acaso decisivo) los significados de las mismas. Lo que significa es valorizado. El psicólogo Robert Serpell (1977:48) relata experiencias con niños de familias pobres, que generalmente sobreestimaban el tamaño de monedas que les eran presentadas, lo que no ocurría con niños de familias bien pertrechadas económicamente. Muchielli (1987:45 – 46) afirma que “la necesidad interviene activamente en la percepción”; y que “toda necesidad es portadora de una categoría de aprehensión - interpretación del mundo”.
Basil Bernstein (1989:34 y 44) concluyó que hay una modelación de la percepción por la estructura social: “Se sostiene que los miembros de los estratos no calificados o semicalificados, con respecto a las clases medias, no sólo conceden diferentes significados a las distintas clases de objetos, sino que su percepción es cualitativamente de un orden diferente”. Agrega (Id.:40) que “la predisposición a formar relaciones con objetos de un modo peculiar es un importante factor perceptual y puede distinguirse del potencial cognitivo”: “el modo de establecer relaciones es de decisiva importancia, porque determina los niveles de conceptualización posibles”. Si un mismo objeto es desigualmente percibido porque su significado difiere entre miembros de clases diferentes, su conceptualización acusará esas diferencias. Anota Bernstein: existen varios programas de selección en una misma sociedad, producto de situaciones de clase desemejantes que suponen variaciones de una cultura.
Percepciones alucinatorias son propias de determinados estadios culturales. En la Edad Media europea los nada escasos creyentes en el diablo percibían sus huellas en el vivir cotidiano. Los conquistadores europeos encontraron en América amazonas, hombres sin cabeza y otros monstruos del imaginario medieval. Colón vio una mitológica sirena en el Caribe. Imaginaciones previas a la experiencia concreta, o imágenes fuertemente instaladas en los cerebros, adquieren realidad: son alucinaciones no patológicas que forman parte de una cultura. Unos 2000 años antes que Occidente, los chinos descubrieron las manchas solares: Occidente negó su existencia. El pobre Galileo lo padeció. Las sugestivas manchas que vio en la luna, auxiliado por su modesto telescopio, plantearon un problema para la distinción aristotélica entre la región celeste, etérea e incorruptible, y el pobre y sub lunar planeta tierra, plagado de tachas y miserias. Esta concepción, sólidamente arraigada y defendida por la iglesia, hacía necesario ignorar las manchas de la luna, perceptibles a ojo desnudo. Ciertas percepciones pueden herir gravemente sistemas de creencias y cuestionar jerarquías, incluso jerarquías cósmicas.
CATEGORIAS Y CONCEPTOS
En la lección de un sabio chino (Chang Tung – Sun, 1977: 191 -192), el establecimiento de una cultura y las categorías que la sirven constituyen un hecho único: “Son dos aspectos de una misma entidad”. La historia de toda cultura, advierte, exige estudiar la teoría del conocimiento que le es inherente; las formas lógicas y las categorías teóricas tienen comunes determinantes culturales. El conocimiento perceptivo y el conocimiento conceptual, están imbricados uno en el otro(Id., Id.:193) Grávido de conceptos y categorías, el conocimiento perceptual es interpretativo. Chang (Id.:221) cita una notable aserción de Confucio: ”Cuando los nombres no son correctos, el lenguaje no está de acuerdo con la verdad de la cosa”.
El hablante suele no advertir los juicios de valor entrañados en palabras de uso cotidiano, cuya inocencia parece indiscutible; decir bárbaro o decir civilizado es designar y juzgar, atribuir una condición que será condena o elogio: barbarie carga un estigma, civilizado es encomio. Como estas, no andan escasas las nominaciones insidiosas inscriptas en el acervo cultural del individuo que nombra; frases y palabras que tienen el rostro de la obviedad, que son operadas maquinalmente y obturan aperturas críticas, anestesian la imaginación, alientan conductas que nunca se dan en el vacío de toda significación. Y así el saber común naturalizado inscribirá lo nominado en un rango más que detestable o francamente elogioso. Rozitchner resume (1982:69):”Las categorías que el mismo sistema proporciona a los hombres para pensar su relación con la realidad social adulta son aquellas que ocultan el sentido despótico de las relaciones actuales”. Luego, abordar la realidad social sin escrutar severamente los recursos intelectuales utilizados, evitará incurrir en lo que advertía Confucio: que el lenguaje esté mintiendo en el preciso momento en que creemos decir la verdad.
SIGNIFICADOS
El mundo pre social no significa nada; al decir de Castoriadis (s/d:79), “está siempre ahí, como provisión inabarcable de alteridad”. El sin sentido original del mundo, advierte el filósofo, “representa siempre una amenaza posible para el sentido de la sociedad”.
Desde la más remota antigüedad humana, buscamos dar un significado a lo no descifrado cuya presencia nos interpela, cuyo enigma nos inquieta. Develar incógnitas es extraerlas del silencio, dar voz a una mudez, crear un algo nominable que pueda ser hablado. No nos es permitida la indiferencia frente a lo que nos impacta y nos intriga. Al sin sentido original queremos darle un significado. Lo piden los sueños y la muerte, la suerte que nos es esquiva, los fantasmas que nos asedian en el sueño y la vigilia. Precisamos no deambular en el desconcierto, esa sombra penumbrosa que nos mantiene en vilo.
Algunos autores (Prodi, 1993: 105; Tran – Duc – Thao, 1973:35 – 36) hablan de una semiótica universal, y al mismo tiempo elemental, captada espontáneamente por los recursos sensoriales de los seres vivos. Previo al lenguaje y al pensamiento, hay esquemas que subyacen a la motricidad y a la comprensión del ambiente en función de los más vitales intereses del ser vivo. La tensión ser vivo – hábitat se construye aprendiendo a sortear obstáculos, a satisfacer curiosidades y disipar temores, a elaborar estrategias que corrigen errores y producen llamadas de atención que suenan en el momento preciso.
No es exclusividad humana explorar la realidad y significarla. Cuando no interviene la consciencia, parece necesario postular el accionar de una inteligencia primordial, biológicamente desarrollada, inherente a todo ser vivo (Leroi-Gourhann, 1964: vol.1:42). El premio Nobel Gerard Edelman llama “consciencia primaria” la que otorga la capacidad de determinar, a partir de criterios internos, la importancia de cierto tipo de señales entre las múltiples que genera el entorno. La naturaleza quiere seres vivos dotados de una esencial capacidad de orientación en un medio determinado. Solo un fragmento de este posee interés y tiene significado para los seres vivos. Pero en tratándose de la realidad social, es otro cantar.
A las significaciones primordiales inherentes al instinto, se agregan las culturales que se inscriben en la memoria y en el lenguaje, que devienen porciones del acervo cultural. Sin la capacidad de elaborar significados atribuidos a la naturaleza y a las múltiples formas de la convivencia humana, la vida sería un deambular de sonámbulos en una eterna neblina. Las significaciones son una atalaya de observación inteligible de una realidad, en sí misma cruda y muda, cuyos silencios semejan las sombras chinescas de cuerpos que no son tales, sino sombras. Introducir significados en la sociedad y en los objetos es distinguir, identificar y clasificar, establecer un orden y acaso una jerarquía. Lo que acontece y nos impacta emocionalmente importa por lo que significa.
La atención es fundamental en el proceso cognitivo; lo que pide la atención, es porque significa para una manera de vivir. Vigotzky (1993:125) sostenía que el significado “es una de las zonas de sentido más estables y precisas”. Los procesos interpretativos están sujetos a los significados, y estos comportan una traducción de lo real: traducir es revelar un universo de sentido atado al significado. Román Jacobson “insistía en que todo significado es una forma de traducción, y que la traducción múltiple (polisemia) es la regla y no la excepción” (Brunner, 1999:17).
Todo acontecer humano desprende significados en dependencia del universo cultural que lo incluye; clases, estratos y grupos diferenciados de una misma sociedad suponen otras tantas perspectivas. La risa puede significar mucho más que el mero reír. La risa medieval se sitúa al borde de la angustia. Tiene valor terapéutico, libera del temor. Los antiguos chinos atribuían a la música y la danza un excepcional significado: mantener – nada menos – el mundo en su debido curso y obligar a la naturaleza a proteger el hombre. Eliade (1976:36) anota que en el paleolítico, los cazadores ya conocían coreografías rituales con un significado bien preciso: pacificar el animal abatido y asegurar la multiplicación del alimento.
El significado atribuido a ciertos hechos personales inclina a grupos humanos al ejercicio de prácticas que se siguen de acendradas creencias. El antropólogo Peter Fry (Folhetin, 224) comprobó que la inseguridad inclina a muchos brasileños a buscar paliativos en las religiones africanas. Desventuras son interpretadas como resultado de magia negra producida por familiares,” amigos” o vecinos. Ejemplo en extremo interesante encontramos en Genot – Bismuth (1990:853, nota 6). El 4 de junio de 1391 un populacho exaltado y convenientemente incentivado depreda la judería sevillana: era necesario depurar a España de la infame sinagoga. El hecho sangriento fue interpretado por las víctimas como un momento del combate de Jacob contra Essaú – Edom. Exegetas del texto bíblico lo situaban en el plano de la escatología y lo providencial. El código que proveía significados era el Antiguo Testamento. Se creía saber que el triunfo de Israel era inexorable. La tragedia se transmutaba en la confirmación de una esperanza.
Un historiador y crítico de arte (Erwin Panowsky, 1969:11) encuentra varios niveles de significaciones. El primero sería el de las significaciones fácticas: suponen la identificación de ciertas formas visibles, de ciertos objetos conocidos y las reacciones que suscitan en el individuo que percibe. En el segundo nivel encuentra las significaciones “expresivas”: exigen empatía; su comprensión pide una sensibilidad formada en la relación familiar. El ejemplo sería la relación con la obra de arte. En el tercer nivel tendríamos las significaciones “secundarias”: no dependen de la percepción sino del entendimiento. Son las que expresan un gesto, una actitud, un sentido moral.
Otro importante crítico e historiador del arte (Ernst Gombrich, 1971:152) considera que en el espíritu humano se superponen capas de significaciones de diferentes antigüedades. Es verosímil que las originadas en la reproducción y preservación sean las más antiguas y correspondan a las propiedades biológicas de la especie. Sobre los estratos arcaicos se superpondrían las adquiridas en contextos culturales posteriores.
Weber (1979:94) sostenía:” Sólo un segmento de la realidad individual posee interés y significado para nosotros, puesto que sólo ese segmento se encuentra en relación con las ideas de calor cultural con que abordamos la realidad. Por lo tanto, sólo algunos aspectos particulares, infinitamente diversos, y precisamente aquellos a que conferimos una significación general para la cultura, merecen ser conocidos, pues apenas ellos son objeto de explicación causal”. Y más adelante: “De acuerdo a la cultura y al pensamiento dominantes, habrá una escala de significaciones, cuyos grados se presentarán, para cada uno de nosotros, en un orden diferente. Ese orden varía históricamente” (Id., Id.:99) El segmento de realidad que significa para nosotros es un recorte producido no por nuestra voluntad, decisión e interés, sino por la cultura, que discrimina lo que posee “interés y significado”.
En Ernst Cassirer leemos:” Aquello que en algún sentido aparece como significativo para el deseo y la voluntad, para la esperanza y la angustia, para el esfuerzo y la actividad, sólo a ello le es impreso el sello del significado lingüístico. Y sólo cuando las diferencias de la significación permiten aquella condensación que (…) constituye la premisa de su denominación, es posible su designación por el lenguaje” (1989:108).
En los días actuales, algunos de los significados (¿la mayoría?) que intervienen en nuestras elecciones cotidianas, que se nos imponen y moldean los juicios y las preferencias, son proporcionados por los poderes mediáticos y el omnipresente poder mercantil.
¿Dónde reside el significado de los conceptos sociales?, se pregunta Bruner (1999:128). Hay tres respuestas posibles: en el mundo, en la cabeza del que da significado o en la negociación interpersonal. Bruner cree que en esto último. “El significado es aquello sobre lo cual podemos ponernos de acuerdo, o aceptar como base para llegar a un acuerdo sobre el concepto en cuestión”. Pero la “negociación” no es una transacción entre iguales. La cultura hegemónica impone los significados. “Una cultura, prosigue Bruner, es tanto un foro para negociar y renegociar los significados, como un conjunto de reglas y especificaciones para la acción”. La imposición de significados es un hecho, pero no es un hecho ineluctable.
Clifford Geertz (1989:15) sostiene que el hombre vive amarrado a los significados que él mismo tejió, siendo la cultura esa tela. Y Franz Boas pensaba los fenómenos culturales como la imposición de significados convencionales a los flujos de la experiencia: el papel de una cultura sería tornar significativo el mundo que nos impacta en la piel y los sentidos. Por ser convencionales, los significados se enancan y estereotipan en automatismos verbales y conceptuales.
Los significados se resignifican, perduran, prestan una utilidad, se extinguen. En los estereotipos, frases hechas, lugares comunes y fatigosos cliches subyacen maneras no inocentes de juzgar lo real, de significarlo. Se imponen sin anunciarse. ¿Quién los impone? Hay una sola respuesta plausible: la cultura dominante.
En los significados puede haber, hay una intención de clase que califica y descalifica, que denigra y menoscaba, que se vale de la desmesura para el elogio y exagera la denigración. Son una manera de ver la realidad que de tan repetida y obvia (obvia sólo en apariencia) acaba objetivándose. Lo que es visión se hace objeto real, se materializa, carga una fuerte modalidad emocional.
Atribuir significados es metamorfosear experiencias en inteligibilidad. El choque con el mundo deviene experiencia cuando asimilable a una determinada estructura cultural dotada de un universo de significados: lo que nos lleva al concepto de “estructura de asimilación”, cuyos límites, cuando desbordados, dan en la nada o en el caos. Lo que no puede ser asimilado no constituye experiencia. Con otras palabras: “Cuando el hecho aparece en la conciencia del observador, se integra a su representación interior del mundo y se carga de un sentido venido del observador” ( Cyrulnik, 1984:22)
REPRESENTACIONES
Toda sociedad tiene una manera de representarse, de representar al Otro y a la naturaleza. Huizinga (1971:19) sostenía: ”La humanidad representa el orden de la naturaleza como está impreso en su conciencia”. Para el capitalismo, un bosque vale como madera, o como espacio potencialmente apto para plantar soja y obtener un lucro. Para los pueblos originarios, un bosque es una reserva de vida, un regulador del clima, aire puro, acaso miel y frutos silvetres.
En la génesis de algunas representaciones está lo imaginado, o lo real deformado por lo imaginado. Humanos Otros fueron, son víctimas de mitos, leyendas e imaginaciones las más disparatadas. En las representaciones juegan un papel decisivo las ambiciones, las expectativas, los temores. Los hombres que conquistaron América y la colonizaron tradujeron la realidad (la vieron) en función de los motivos que los impulsaron a la aventura. La representación de los Eldorados buscados, y no siempre encontrados, fueron los objetivos buscados por el capital comercial: generaron gigantescas tragedias colectivas.
En muchos casos, las representaciones se emancipan del colectivo humano y del tiempo histórico que las vio nacer y adquieren una persistencia, explicable por el papel que un posterior colectivo humano les otorga. En toda tentativa de dominación o dominación efectiva, hay una visión del dominado que encuentra su justificación en la representación (falsa) del mismo.
En la sociedad actual, ámbito plural y heterogéneo, las representaciones llegan a ser tan variadas como lo son los peldaños que ocupan quienes la integran. Bourdieu (1986: 158) advierte: las variaciones aluden a intereses diferenciados y a los “hábitos, pensados como un sistema de esquemas de percepción y apreciación, o estructuras cognitivas y evaluadoras que los agentes adquieren a través de la experiencia durable en una posición en el mundo social”. Las representaciones construyen una visión de la realidad; cuando falsas, producen una suma de opacidades, algunas particularmente nefastas. Siendo el conocimiento, anota Morin (Id.:224-225), algo muy diferente que la proyección de la realidad sobre una tela mental, la representación, organización cognitiva de los primarios datos sensoriales resulta ser el momento indispensable e ineludible para el estudio de la realidad. Cabe preguntarse: ¿qué realidad social surge de las falsas representaciones?
Chartier (1990:17) observa que las” las luchas de representaciones tienen tanta importancia como las luchas económicas para comprender los mecanismos por los cuales un grupo impone, o intenta imponer, su concepción del mundo social, los valores que sustenta, su dominio”; las representaciones, prosigue, “son siempre determinadas por los intereses de un grupo que las forja”. Su contenido es histórico - social. Sabemos que las hay de diferentes alcances y significados, particularmente para quienes hacen de ellas la materia fundamental para juzgar el mundo humano. Una clase dominante, o los grupos sociales que están más directamente sometidos a su influencia, no abdicarán de aquellas que confirman la manera como la sociedad está estructurada: esas representaciones poseen el saber propio de un inapelable sentido común. Desde esa eminencia, los habitantes de los peldaños inferiores, esa Otra gente, deben ser vigilados con rigor de panóptico benthamiano: son los pobladores de un submundo. Hegel (1966: 233) decía:” una vez revolucionado el mundo de las representaciones, la realidad no resiste mucho tiempo”. Traducción: no es lo mismo representar el mundo como injusto y mejorable, que como definitivamente malo. La manera de representarlo puede ser revolucionaria o conformista.
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Para ver el primer fragmento del capítulo ¿Saber?: http://vagosperonistas.blogspot.com/2019/03/saber-primer-fragmento-del-capitulo.html
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