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domingo, 7 de febrero de 2021

LA ACTUAL DICTADURA CULTURAL: EL PROGRESO HACIA LA NADA por Carlos Daniel Lasa*

 OBERTURA DEL EDITOR: El intelectual anárquico es común que desvíe su mirada a las propias bases de sus lectores, a veces con virulencia como en el caso de Onfray. Este libelo está más dirigido al progresismo europeo, en especial el Francés; pero hay algunos aspectos aplicables por estos lares. De ninguna manera queremos contribuir al duro ataque al progesismo vernáculo proveniente de cierta derecha intelectual conservadora, ni mucho menos a la proveniente de sectores peronistas excluídos de la convocatoria albertista. Tampoco al que pueda tener el autor de la nota, Doctor en Filosofía por la Universidad Católica de Córdoba. Tampoco podría fundamentar los motivos claros por la que publico esta nota. La cosa sería así: "al que le quepa el sayo que se lo ponga".




El filósofo francés Michel Onfray es bastante conocido dentro del mundo de habla hispana. Muchas de sus obras han sido traducidas. Incluso ha sido referenciado frecuentemente por el progresismo vernáculo. Como siempre, sus obras despiertan admiración y repudio a la vez. Quizás, esta última a la que me voy a referir, se trate del segundo caso.


En efecto, Onfray publicó, el pasado año, su `Théorie de la dictature précédé de Orwell et l`Empire maastrichien' (París, Editions Robert Laffont). En este escrito afirma que hoy, en los países democráticos, se ha establecido una nueva dictadura.

Esta dictadura a la que hace referencia se caracteriza por los aspectos que siguen. Ellos son: destruir la libertad, empobrecer la lengua, abolir la verdad, suprimir la historia para poder reescribirla a voluntad, negar la naturaleza y propagar el odio.

El común denominador de este nuevo mundo progresista es su fuerte componente nihilista. Refiere el autor, conocido por su confesado ateísmo: "El progresismo se ha transformado en la religión de una época privada de experiencias de lo sacro, se ha convertido en la esperanza de estos tiempos desesperados, de una civilización sin fe".

¿Cómo se ha llegado a esta situación de barbarie cultural?

El pensador francés expresa que, luego de 1969 (cuando De Gaulle deja la presidencia), el poder político francés se parte en dos. Por un lado, los seguidores de De Gaulle; por el otro, los simpatizantes de los comunistas. Los primeros se quedan con la economía y las competencias estatales; los segundos (obviamente) con la cultura.

Estos últimos conquistan el monopolio cultural a la par que empiezan a crear un relato. Poniendo en sordina su colaboración con el régimen nazi durante la ocupación, inventan que fueron fusilados 75.000 hombres del partido. Estos serían, de acuerdo a la nueva historia, los verdaderos héroes antinazis.

Como nota pintoresca, Onfray refiere que este mismo partido comunista era contrario al aborto y a la contra-concepción en virtud de no querer que la mujer comunista fuera conducida a transitar la vida disoluta de los burgueses.

Sin embargo, este poder político-cultural durará poco tiempo. Después de 1968, las filosofías estructuralista y deconstructivista comienzan a hacerse hegemónicas.


IDEA VS. REALIDAD


Para el estructuralismo, refiere Onfray, la idea es más verdadera que la realidad. Esta desnaturalización opera en el lenguaje con Barthes, en la antropología con Levi-Strauss, en psicología con Lacan, en la historia con Althusser, en la sexualidad con Foucault, en la racionalidad con Deleuze, en el ámbito de la verdad con Derrida. El nihilismo deconstructivista, pues, reemplaza al materialismo dialéctico.


Ahora bien: el principal enemigo de esta dictadura cultural es el pensamiento. El que pretenda pensar de modo diferente se convierte en un sospechado. ¿Cuándo sucede esto? Cuando alguien pretende pensar por sí mismo y comienza a ver la realidad de las cosas. Cuando se decide a dar el nombre justo a esas cosas. Cuando afirma que las verdades serán siempre verdades.


Como podrá advertirse, solo el poder dictatorial progresista puede determinar qué es y qué no es verdad.

La nueva dictadura reprime a través del aparato jurídico, dictando leyes favorables al nuevo absolutismo. Al propio tiempo, lleva a cabo una revolución cultural. Esta última se hace efectiva instrumentalizando a los medios de comunicación, empobreciendo la lengua y reescribiendo la historia. Será necesario, a tal efecto, crear una nueva lengua con el objetivo de reducir la gama de pensamientos.


`MODERNIZACION'

De este modo, el pensar peligroso morirá porque carecerá de palabras para expresarse. Esta nueva lengua, bajo el imperativo de la "modernización", hará imposible que el hombre pueda acceder al pensamiento clásico. Al destruir la posibilidad de la memoria se podrá inventar un nuevo sistema simbólico acorde a la dictadura progresista.


Este ataque a la lengua, nos dice Onfray, comienza en la escuela. La propia escuela procedió a destruir un método de lectura que había probado su eficacia a través de muchas generaciones. Luego, lo reemplazó por sistemas sacados de las ciencias de la educación: métodos dañinos para los alumnos puesto que rompen los mecanismos de leer, escribir, contar y pensar.

A su vez, se desalentó completamente la memoria. El objetivo, para el filósofo francés es claro: "construir seres adultos vacíos y chatos, estériles y privados de profundidad, totalmente compatibles con el proyecto post-humano".

Onfray califica a este régimen progresista de "descerebrado". Crece el analfabetismo, incluso en aquellos que han superado la enseñanza superior. Los profesores leen menos y se encuentran incapacitados para entender textos de cierta complejidad. Por esta razón refiere: "Esta aversión en relación al libro y a lo escrito, en relación al autor, a la ortografía, al estilo, a la gramática, a la sintaxis, a la literatura, a las obras maestras, a los clásicos, pero también el vocabulario, ha permitido formar una cadena de gente ignorante y sin instrucción, gente analfabeta y atrasada. Es bueno buscar entre esos militantes de la ignorancia a los pedagogos de los niños de hoy y de los adultos del mañana. ¿Qué cosa hay de mejor en la carrera de un solo imbécil en la instrucción pública para construir una, dos, directamente tres generaciones de imbéciles?".

La historia no queda indemne. Esta ya no se construye gracias a las obras de estudiosos que trabajan sobre archivos, documentos y testimonios. Los nuevos "historiadores" creen que la verdad ya ha sido pre-confeccionada por algunas personas avaladas por la dictadura progresista.

Las cuestiones de género o del sexo no se ponen más en términos de naturaleza sino de cultura. Y afirma sin ambages: "Que la naturaleza se oponga a la cultura es la primera estupidez que impide pensar".

Finalmente, esta ideología opresiva y progresista cultiva y alienta el odio. "Nuestra época es la época del odio", dice. Es contraria a la tolerancia. La tolerancia solo debe tenerse en cuenta para con los progresistas, o sea, para con aquellos que piensan del mismo modo. El alma de estos progresistas ha convertido al vicio en virtud.

MONEDA DE INTERCAMBIO

Gracias a la desaparición de la moral tradicional, el odio pasa a ser la moneda de intercambio. Usando el descrédito de las personas, se cancelan discusiones, se oblitera el intercambio de ideas, se tapona toda posibilidad de diálogo. Refiere Onfray: "En el ámbito de la cultura postmoderna, el odio es reservado a quien no se arrodilla delante de las verdades reveladas de la religión que se autoproclama progresista".

Como cierre de este lúcido y valiente escrito, concluye: "No estoy tan seguro de querer ser progresista. Y creo que ni siquiera el burro Benjamín de `Rebelión en la granja' lo hubiese querido ser".


* Doctor en Filosofía de la Universidad Católica de Córdoba


miércoles, 26 de junio de 2019

INCENDIO EN LA CATEDRAL, Por Horacio González

Obertura del Editor: El periodismo no existe, no alcanza a configurarse nunca. Nadie puede escribir al calor de los hechos. Los que escriben deben ser leídos tiempo después, pasado el episodio o el estrépito. En derecho procesal penal de la dictadura era motivo para denegar la excarcelación de un preso común: "la repercusión social del hecho". Vivímos al calor de los cinco minutos de fama para todo el mundo inclusive para el "carnicero" de Zarate, hoy candidato a Consejal. La "Duranbarbarización" del clima político-económico-cultural del país implica que las notas reflexivas fuera del tiempo sean un hallazgo. Ese hallazgo se bebe, como los buenos vinos, al atardecer de días agitados. Acaso la única forma de vivir desalienado sea transitar el infinito del pensamiento al calor de la eternidad metafísica lindante con la religiosidad cristiana (judía o musulmana), en una selva cuya manigua está repleta de exquisiteces pero, como en el mito de Tántalo -que siempre recordaba el poeta Enrique Molina-, está todo a nuestra disposición, y cuando vamos a tomar algo de lo ofrecido se aleja y así incansablemente por todo los tiempos de los tiempos. ¿Es ese el destino de los poetas? ¿Es Horacio González un poeta?

¡Basta de alharacas y vamos a la nota!.



Página 12

El incendio de la Catedral, que pone un signo extraño en el luto universal, permite diversos comentarios. No es demasiado absurdo imaginar que recién bajo el fuego, los monumentos revelan sus secretos; si el fuego puede ser sacrílego, ellos recién entonces pueden oponer lo sagrado. Vimos la caída de la famosa aguja gótica diseñada por el arquitecto Viollet-Le-Duc en el siglo XIX. Si hay un inconsciente de la humanidad –no lo creeríamos, apenas escrita esta frase se muestra ineficaz–, el testimonio de una torre o una cúpula gótica que se desploma ante la televisión mundial permite que nos asalten muchos recuerdos. Los grandes medios adoran los fuegos. Sobresalen acaso aquellos que la más importante industria de imágenes del mundo denomina “infierno en la torre”. Pero permítasenos ver qué hay de literario o pictórico en esas piras u hogueras sobre Notre Dame de París. Cualquiera podría estar comprando pan en la esquina o un chocolatín en un kiosco, y la televisión del lugar transmitía la misma imagen en todo el mundo, la caída de la gran aguja.


Es imposible que eso no agitara nuestra memoria un tanto indescifrable, mientras una persona rebusca en sus bolsillos para pagar la compra en la panadería, que también sin saberlo vende imágenes televisadas. Viollet-Le-Duc había sido a finales del siglo XIX uno de los grandes arquitectos que había remozado Notre Dame, y que había construido precisamente esa delicada agujeta que contrastaba con sus dos impresionantes torres, más o menos milenarias. Mejor dicho, había reemplazado a la anterior aguja, que se había desplomado pocos años antes de la Revolución Francesa. Como en el terremoto de Lisboa de 1755, era necesario pensar si era una advertencia, si daba pábulo a las premoniciones o indicaba un anuncio prometedor de mayores males. A todo esto, Voltaire, contemporáneo de ese terremoto, niega esas posibilidades. Dice: “Del Ser todo perfecto, el mal no podía nacer”. Sin mayores esfuerzos, hoy queda reemplazada por la expresión falla técnica el conflicto entre el desastre que abarca a toda existencia y la consiguiente existencia de una fuerza divina que todo lo ocasiona. Y así, vemos la miseria real del mundo y la comparamos con el sufrimiento de los símbolos. ¿Quién sufre más? ¿El náufrago real o la caída del símbolo que nos toca el corazón?


No pensaba en este tema Viollet-le-Duc, quizás el verdadero constructor de Notre Dame en el siglo XIX, por cierto ayudado por los efectos de la novela de Víctor Hugo. De lo que eran casi ruinas, débiles artefactos edilicios que habían conocido tiempos mejores en los tantos siglos pasados, en un sitio donde ninguna religión precristiana dejó de enclavar sus símbolos, Le-Duc reinventó lo que ya existía castigado por el tiempo y la ceniza. Expresó sus grandes teorías sobre la arquitectura antigua, en vísperas de sus necesarias renovaciones. Había que situarse primero en el lugar donde se colocó la piedra arcaica, para desatar la imaginación del presente y hacer de lo vetusto una inspiración ya sucumbida, pero capaz de proyectarse al presente. Algo semejante al tiempo ido, pero respetuosamente mutado a través de una evocación moderna. Todo el gótico de Le-Duc es una sombría y fantasmal evocación de aquellas piedras tantas veces derruidas. A Marcel Proust, muy atento a las restauraciones de Viollet-Le-Duc, le parecían lo contario de lo que él, como escritor, hacía con la búsqueda del tiempo perdido. Recuperarlo con una memoria involuntaria.

Proust lo menciona a Le-Duc muchas veces en A la busca del tiempo perdido. Piensa que las restauraciones del gran arquitecto bonapartista (aunque a Bonaparte III esas restauraciones no le caían muy bien) dejan entrever una falsa idea del tiempo arruinado, donde nunca la intromisión del presente resultaría oportuna. A su gran personaje, el señor Swann, le hace proclamar sus disgustos por Le-Duc, y en otros tramos, dice que esas restauraciones permiten el módico placer de los pequeños propietarios y empleados de las mercerías de París, que salen los domingos a ver “antigüedades”.

Al parecer, a Freud no le pareció lo mismo, pues –quizás es una leyenda–, no dejaba de visitar Notre Dame para ver las gárgolas, esos animales diabólicos que sirven de canaletas a la Catedral, y fueron diseñados por el propio Le Duc, que según algunos estudiosos, tan fantasiosos como esos animales mitológicos, eran los diablos zoomórficos con los que el arquitecto quería exorcizar a los movimientos insurreccionales del siglo XIX. Hay un clásico debate en la historia del arte, el de Viollet-Le-Duc con el crítico inglés John Ruskin. Este prefería las ruinas del gótico o las ruinas en general. Esto no tendría mayores consecuencias, sería la viga maestra del pensamiento romántico –un Simmel lo ejemplificaría–, pero sus tesis tienen corolarios sobre las restauraciones edilicias. No debía hacérselas. Las restauraciones son sus enemigas, como quizás lo fueron para Proust, y también para Borges, lector de Ruskin.


Lo que vimos en los televisores de nuestras casas o de algún comercio –cervecerías, carnicerías, cafés Martínez–, no parecía destacarse especialmente de otros incendios. La pantalla nos une con su falsa magia y no nos permite creer en el funesto esplendor de nada. Las muy buenas notas sobre el tema, en cambio, nos permitieron recordar a Víctor Hugo, al pintor David –que con su célebre cuadro de la coronación de Napoleón I, en Notre Dame, revitalizó a la Catedral–, y a Viollet-Le-Duc, con lo que ahora no podemos hacernos los distraídos. En realidad, lo que vimos es una burbuja del tiempo de nuestra propia vida, que emigra sin que lo percibamos. Lo que se destruye no es tanto el pasado, sino nuestra imaginación. Tanto la indiferencia, como el llanto frente al fuego, que devora una antigüedad de la que solo sobran despojos o que ha sido decenas de veces reconstruida, nos obliga a pensar en lo que tantas veces queremos descartar, la oscura sacralidad de las cosas. 

Y también la dificultad con que el presente coloca murallas imaginarias para impedirnos pensar lo que vendrá. Cuando el fuego come las maderas de un viejo símbolo, las corporaciones lo reconstruyen. Y deciden inventar nuevamente un pasado. Estemos atentos a esta disyuntiva. En nuestro caso no será por la vía del fuego, la desidia o la ira. Sino de los votos populares. Gracias a ellos, una quimérica construcción política muy pronto se derrumbará ante nuestros propios ojos, y a diferencia del gótico de París, no podrá ser reestablecida.


martes, 23 de abril de 2019

"VENECIA ROJO SHOCKING", Por Claudio Javier Castelli para Vagos y Vagas Peronistas

OBERTURA DEL EDITOR: La nota siguiente se publico en el Facebook personal del editor el 25 de septiembre de 2013, y se trataba de los presagios vinculados a la pérdida de las paso en el 2013, a manos de Sergio Massa. A decir verdad hoy podemos reemplazar el nombre de Massa por el de Mauricio Macri y sería acorde a la realidad que vivimos, realidad o pesadilla de estos últimos cuatro años. En ese entonces eran presagios que relacioné con la extraordinaria película de Nicolás Roeg -1973- que le dá título al artículo. Muchas cosas han cambiado inclusive los presagios presentes que tienen que ver con la vuelta de un gobierno popular que genere las condiciones donde los presentimientos sean el amor y la igualdad.

"Venecia Rojo Shocking"

Mi hija adolescente, Agustina, me llamó hoy al trabajo, y me pidió que le llevara un diario, que tuviera Avisos Clasificados. Era evidente que tenía que comprar "Clarín". Pero el tema es que desde el conflicto con el "campo", en el año 2008, me había prometido no poner un peso para nada, que tuviera que ver con el "Grupo Clarín". 

Pacientemente me borré de "Cablevisión", de "Fibertel", y contraté "Telecentro".

No volví a comprar el diario en cinco años.

Pero hoy lo compré.

He traicionado la "moral revolucionaria" kirchnerista. Necesito confesarme ante un sacerdote de "La Cámpora", o el obispo Guillermo Moreno.

La culpa me persigue obsesionante.

Tengo miedo de la condena a un infierno gobernado por Sergio Massa y sus amigos. Que nos destine a los Kirchneristas a ver Lanata. Y al país a volver a los noventa, donde la Sociedad Rural, Clarín, los empresarios, los banqueros, el capital financiero y la Embajada de los Estados Unidos manejen la cosa pública y coopten el Estado argentino otra vez.

Me siento el protagonista de la pelicula -dirigida por Nicolas Roeg, 1973- "Venecia Rojo Shocking", Donald Shuterland, lleno de presagios de muerte y asesinato, en escenas de suspenso y terror fortísimas. La actríz era Julie Christie.

Así presagio el futuro con Sergio Massa, una y otra vez, desde que compré "Clarín", o desde las PASO, dá lo mismo.

¿Podrá el pueblo raso presagiar un futuro neoliberal de la mano de Massa?. O es un destino de la gente lúcida kirchnerista, aprisionada por la culpa de haber comprado "Clarín".

¿Sólo un selecto grupo sabe lo que viene?.

A veces entro en "trance" y oigo las carcajadas de Magneto, de banqueros, empresarios, sojeros, con el embajador de Estados Unidos, junto a muchos jueces de distinos fueros, festejar en el "Club Américano", con palos de golf, para pegarle a las familias en situación de calle, mientras toman Whisky importado, y cantan al unísono "New York, New York", y en los parlantes, Frank Sinatra, los deleita angelical.

¿Me llamó mi hija en verdad? ¿He comprado Clarín? ¿He tomado alcohol?

Esto último me resulta más interesante.

¡Voy a tomar una copita de caña para que pase este miércoles por favor!


viernes, 18 de enero de 2019

BOLSONARO Y EL PROGRESISMO, Por Horacio González

OBERTURA DEL EDITOR:

1.- Relaciones: Horacio González, Ricardo Rouvier, Susan Roberts y Heinz Dieterich.


Proponemos leer el texto de Horacio González sobre Bolsonaro y el progresismo, con la la nota de Ricardo Rouvier: https://lateclaenerevista.com/bolsonaro-pasado-o-futuro-por-ricardo-rouvier/, la de la historiadora británica, Susan Roberts: http://vagosyderecho.blogspot.com/2019/01/la-izquierda-se-equivoco-cuando-se-sumo.html, y la de Heinz Dieterich: http://vagosperonistas.blogspot.com/2019/01/china-y-el-socialismo-de-la-humanidad.html

Es que la nota de González se hunde en el fenómeno Bolsonaro, rastreando ciertos textos de la historia de Brasil -que González conoce como intelectual, pero además por haber vivido allí- y en el pensamiento progresista cuya linealidad histórica, y cierta superficialidad para abordar algunos procesos cuestiona, pero a la vez se pregunta: 

"Sin embargo, ¿con qué vacío nos quedaríamos cuando nos cansemos de alertar sobre la superficialidad de nuestros progresistas?". 

Preguntas que nos tenemos que hacer nosotros, aunque en la Argentina es muy difícil que pueda darse un fenómeno estilo Bolsonaro -no es suficiente ya con Macri-Bulrich- por la historia de las fuerzas armadas juzgadas, condenadas y repudiadas que el Brasil no conoció.  

Ricardo Rouvier pone varios acentos, uno de ellos:

 "La irrupción Bolsonaro es un acontecimiento que encuentra sus pistas culturales que se ahondan en el propio Brasil y descubre, también, huellas en la región que hacen pensar en una extensión convergente a nivel mundial entre la derecha europea, el pausado y seguro predominio asiático y los cambios en América Latina y el Caribe. Un cambio de época que termina y que obliga a una profunda revisión en el Partido de los Trabajadores de Brasil y en los sectores progresistas y de izquierda de todo el mundo. Otra época comienza e inicia otra configuración global que se está conformando. Es indudable que el mundo está viviendo una agitada transición, muy compleja, que compromete no sólo al reordenamiento del poder internacional dominante y sus rechazos, sino a una modernidad líquida, como señala Bauman, pero que en realidad son torrentes, cataratas de corrientes que van y vienen, incrementando la incertidumbre que calificaba al porvenir. Hemos hablado mucho del futuro como incertidumbre, bueno el futuro ha llegado. Las incertezas florecen en todo el arco de lo público, donde el sentido común se convierte en un objeto seducible".

Llama a una "profunda revisión" entre otros de los sectores progresistas. 

Mientras que la historiadora británica Susan Roberts cuestiona haber abandonado el marxismo y el papel de la clase trabajadora y dice: 

"El abandono de la clase obrera como sujeto histórico generalmente se remonta al surgimiento del pensamiento posmarxiano / posmodernista en Francia en los años 70, con su negación de las narrativas históricas de carácter general. El trabajo que ha proporcionado autoridad moral y política para ese abandono del marxismo es “Hegemonía y estrategia socialista: hacia una política democrática radical”, de Chantal Mouffe y Ernesto Laclau, publicado en 1985".
"En ese texto post-marxista, Mouffe y Laclau argumentan que la clase trabajadora ya no es el sujeto histórico, esencialmente porque no existe un sujeto histórico y, por lo tanto, no se le atribuye ningún privilegio ontológico como una fuerza histórica efectiva contra el capitalismo. En cambio, sugieren que una gama de grupos de interés social (por ejemplo, feminismo, antirracismo, ambientalismo, etc.) pueden, a través de un liderazgo “moral e intelectual”, (en oposición a un mero liderazgo “político”) combinarse para lograr tal reto".
"Los trabajadores siguen siendo importantes en esa amalgama de grupos de interés, pero solo a través de su experiencia concreta y vivida, y no debido a la historicidad de su posición. Es en esta nueva ‘unidad de un conjunto de sectores’ que una ‘relación estructuralmente nueva, diferente de las relaciones de clase, debe ser forjada. Y tal conjunto, afirman, se logrará con una “democracia radical”. [12]
"Esto es lo que Mouffe y Laclau llaman la “transición decisiva” del plano político al moral / intelectual y es donde tiene lugar un nuevo concepto de hegemonía “más allá de las alianzas de clase”. La razón por la que se piensa que es necesario alejarse de lo político es porque ellos perciben la necesidad que un conjunto de ideas y valores deben ser compartidos por diversos de sectores: “que ciertas posiciones de los sujetos atraviesan una serie de sectores de clase.” (Hasta aquí la cita del artículo de Susan Roberts).

Es evidente que Roberts pone en cuestión el progresismo.

Por su parte, Heinz Dieterich:

"Ante el espanto de los neoliberales urbi et orbi (globales), el presidente (chino) se permitió citar al cofundador del socialismo científico-político Friedrich Engels y aseveró que la economía mixta de China mantendrá su configuración bicéfala actual. Pero, siempre bajo la hegemonía macroeconómica del Estado y del Partido y con la prioridad de las empresas públicas (SOE). Esta afirmación es de particular importancia estratégica. Porque el transcendental acierto de la “apertura y reforma” de Deng Hsiao Ping fue, que --ante el agotamiento del modelo desarrollista de Mao-- descartó las simplistas recetas neoliberales antisoviéticas de Ludwig von Mises y de los Chicago Boys, para adoptar el paradigma de la Nueva Economía Política de Lenin (NEP). Por intuición o conocimiento, Deng entendió, que la estrategia de desarrollo óptima en economías subdesarrolladas o en transición hacia el socialismo no podía ser “la mano invisible” de Adam Smith: las tasas de ganancia, operadas mediante precios de mercado y sin intervención directa del Estado. Entendió, que sin la mano visible del Estado, the invisible hand del mercado quedaría manco".

Dieterich glorifica la actualidad de China, pero lo que nos importa  es la idea de intervención del Estado, la economía mixta y cierta idea de agotamiento de la civilización capitalista -no en el sentido como en los 70 se hablaba del fin del capitalismo por un socialismo mesianico que lo reemplazaría- que sabemos que tiene en la cabeza. Tomamos esta última idea como la entiende el editor es decir como incapacidad del capitalismo actual para satisfacer las necesidades de las mayorías populares, las dos terceras partes de la humanidad que están fuera del circuito económico, y la version neoliberal del capitalismo que destruye la democracia. ¿Es ese proceso el futuro al que hay que amoldarse? ¿Y en ese caso los Bolsonaro son inevitables? ¿El progresismo no tiene nada que aportar?

En realidad a los peronistas nacionalistas cristianos nunca nos gustó que nos comprendieran dentro del progresismo al que juzgabamos fofo, que siempre le faltan 5 para el peso, más cuando en la cabeza del editor como progresistas piensa a los radicales de la coordinadora y a Federico Storani como paradigma de ese progresismo, siempre anticlerical -eso compartimos- pero metiendo todo el combo religioso en el anticlericalismo -eso no compartimos- y por sobre todas las cosas muy antiperonista. 

¿A que progresismo se refieren González y Rouvier? Claramente no a ellos, creemos que se refieren a la izquierda kirchnerista (posiblemente la única izquierda con posibilidad de ser poder), sabemos que González se refiere al PT en Brasil y la intelectualidad concomitante -tanto en Brasil como la Argentina, pero en la Argentina relativa al peronismo y kirchnerismo (en realidad hoy el único peronismo sustancial). En síntesis a todo el pensamiento humanista, crítico, social cristiano, etc.

¿Y Susan Roberts a qué progresismo convoca? Por sobre todas las cosas a la izquierda europea.

En el comentario al pie que le hicimos al artículo de Rouvier pusimos: 

"¡Es realmente muy buen artículo de Ricardo Rouvier! Y que tiene muchos puntos para el debate. En ese sentido el primer punto que quiero señalar es sobre la imposibilidad de copiar el modelo chino, aquí es necesario tener en cuenta no el combo completo sino cierta estructura del estado que controla activamente a la actividad económica privada, al poder económico. Desde luego que lo pienso desde el peronismo y creo que acá no tenemos futuro sino planteamos un estado interventor en economía con nacionalización del comercio exterior -por el déficit permanente de divisas- y reforma bancaria y financiera que ponga las finanzas al servicio de la nación. Hay muchas cosas del pasado que hienden sus ramificaciones en el futuro como muchas conquistas económicas del 45 al 55, me dirán que el mundo es otro, pero la pobreza es mucho mayor, y la exclusión peor. Para ello hay que pensar un mercado interno integral con pleno empleo, digo pleno empleo. Y con todos los derechos laborales y humanos a fondo, sabiendo que se vota cada dos años. Es por eso que creo que la globalización es un proceso al que se le puede poner límites nacionales, sino fuera así no hay futuro, y no es así, en este punto discrepo con Rouvier. Quién lo puede hacer: unicamente Cristina. Lamentablemente los 90 marcaron mucho a los dirigentes peronistas. Muchos nos quedamos en el 45 y creemos en el voluntarismo de Nëstor Kirchner. Muy buena nota. Para el debate".

Los que pensamos así y planteamos además una industrialización avasallante con justicia social también nos sentimos como los progresistas a quienes se refieren las notas precedentes pero con una diferencia tenemos un proyecto de país en la cabeza y que el peronismo llevó a cabo entre el 45 al 55,  en el 73,  y destruyó en los 90, y reconstruyó parcialmente con Néstor y Cristina. Vemos la cosa parecida a Susan Roberts aunque ella desconoce el peronismo.

Bueno, basta de alharacas y vamos al artículo de Horacio González:

BOLSONARO Y EL PROGRESISMO


El “progresismo” gusta de su programa más o menos impreciso. Le alcanza la confianza de ir para adelante intuyendo que los obstáculos de la historia se diluyen rápido. ¿Cuánto dura una pesadilla? La medida del progresismo son tiempos cortos para un mal sueño y todas las garantías de la razón para ver cómo se apartan las rémoras del camino. ¿En Brasil el progresismo no supo ver los listados que hacen los encuestadores? Ellos en general nos dicen, que tanto allá como aquí, existe una preocupación popular por la seguridad, luego por la inflación, luego –y quizás en primer lugar–, por la necesidad de “evaluar docentes”. Continuando por la corrupción, quizás no antes de las penurias económicas. Y después, a preguntas inquietantes como “qué haría si... por ejemplo, debiera juzgar al policía Chocobar, a la Gendarmería y su represión en el sur”..., la respuesta del “pensamiento popular” podría ser más bien benévola que indignada. ¿Entonces?



En los años veinte, Walter Benjamín escribió su célebre Para una crítica de la violencia, texto de absoluta actualidad, donde se constatan tanto las direcciones fundamentales de la violencia del mito y lo sagrado. Habría allí sendas violencias que bifurcan el modo de fundar sociedades, y también la propensión de un sentir amplísimo de las clases populares, dispuestas a promover la pena de muerte. El problema es de vieja data. Benjamin, en ese trabajo, estaría anunciando el nazismo. Los héroes de las estadísticas son el policía implacable antes que la maestra comprensiva, el gendarme antes que profesor universitario y el vecino que actuó por mano propia en obvia legítima defensa antes que el abogado garantista que puso en duda si era necesaria esa serie de empeñosos disparos vecinales.

Así, el progresismo que le confirió al pueblo la potestad de sujeto de la historia, titular de derechos cívicos, de decisiones igualitaristas y formas de vida emancipadas, no estaría viendo el rostro oscuro de las creencias. No habría podido interpretar una nocturna marejada de deseos informulados, ansiedades vicarias, expectativas mustias, palabras quebradas, inciertas adhesiones que abrigan secretos canjes emocionales, militarización de la fe, mitologías vitalistas en torno a la religión, el deporte y el consumo. ¿No ven que así es imposible, se les dice a los progresistas, pensar a ese pueblo que ustedes consideran depositario de un papel diáfano en la historia? Son los que no comprenderían lo terriblemente opaco de la existencia, el anuncio de una nueva reflexión sobre cómo se han diversificado los bagajes culturales, anclados en secreciones del lenguaje diario. En esoterismos imprevisibles que corren como río subterráneo bajo las vidas urbanas más previsibles, aunque rotas por dentro. 

Sin exigencias reflexivas mayores, el progresismo ignoraría ese mundo anterior a los predicados políticos, constitucionales o argumentales. Se trata de un ser amorfo e inconcluso que, si por un lado es la base de la más exigente filosofía, del psicoanálisis y literatura del siglo XX, por otro lado es la materia del trabajo de las maneras predominantes con que las corporaciones informáticas crean individuos, que suponen dominar por entero en su intimidad, en su ridícula inmediatez pérfidamente feliz. 

¿Es por “comprender” mejor todo eso que ganó Bolsonaro? Es cierto que el candidato del PT fue un solvente profesor de la Universidad de San Pablo y que Bolsonaro supo simbolizarse con el trípode de una cámara convertida en una ametralladora, iconografía poderosa que definía sus pertrechos: mesianismo de las imágenes, evangelismo de las armas, y mitificación de su persona. Todo eso está en su gran logro publicitario, el gigante que emerge del mar para salvar a la Ciudad, ante el asombro de la población demudada. Hay que odiarlo o amarlo. Este exigente salvador parecía brutal, pero daba y reclamaba miedo o esperanza.

¿Qué debían pensar los progresistas frente a ello? ¿Dictaminar rápidamente que estábamos ante un retoño del neofascismo, del nazismo a secas? ¿Autoritarismos militaristas de masas? De resolver bien estas cuestiones depende nuestro futuro político, en tanto política en el interior de los pueblos. Afirmamos que no se puede solo cuestionar al progresismo, sino reconocer que también él es un movimiento de masas que quiere apartarse de los mitos, de los anacronismos culturales y recrear un pueblo con pedagogías ilustradas que convivan con el carnaval, el terreiro y los sincretismos religiosos. Aún limitado, siempre aceptó la cultura brasileña que navegaba a varias aguas, lo carnavalesco, lo espiritista, la nobleza ilustrada, el estado de transe corporal, el éxtasis religioso, las clases de Félix Guattari y la crítica al “hombre cordial”.

Ahora, con Bolsonaro todo ese debate se ha desplomado, porque este personaje funambulesco salido de esos momentos abismales de la sociedad, evangelizó las armas y arruinó todo mesianismo. Entonces los debates más riesgosos quedan paralizados por un letargo trágico, una aceptación de la violencia que los destruye, aunque algunos patanes de la furia la ven como salvadora, y los sorprendidos progresistas extraen una conjetura antifascista a las apuradas. ¿Está bien esta caracterización? No. Hay una mitologización construida como iconografía electoral de telenovela alrededor de Bolsonaro. Este lúgubre personaje tiene la importancia de marcar un fin de época, su mito no es la madeja intrincada de una conciencia contradictoria. Es un martillazo que obnubila el ser social, intimidatorio incluso de los antecedentes que pudieran importarle de las anteriores experiencias del “fascio brasilero”.

Por ejemplo, la del escritor modernista Plinio Salgado, que en los años treinta no fue ajeno al mussolinismo, creando formaciones políticas regimentadas a través del saludo de “anaué”, un concepto indigenista con revestimiento en la simbología fascista. No va por ahí la cosa que anima Bolsonaro, que descarría todo, pone la cultura brasileña ante un juicio final sumarísmo. A todo masacra. Tanto a lo popular, lo demonológico, lo milenarista, lo progresista, lo tecnocrático, lo sociológico, lo antropológico. Tanto a la vida ilustrada clásica como a la popular perteneciente al gran océano de creencias. El evangelismo no artillado, el candomblé, el umbanda, el cristianismo clásico. Ha removido y reutilizado aviesamente la idea de mito, que el progresismo denunció, pero sin interrogarlo adecuadamente. 

El mito de Bolsonaro no es aquel que como sombra indescifrada acompaña toda la historia brasileña, esos pensamientos salvajes, festivos y artísticamente paradojales –que la figura de Antonio das Mortes representa muy bien–, y cuyo secreto gozante los gobiernos petistas no habrían sabido descifrar. Aceptemos que no les prestaron suficiente atención, y que siguen siendo lenguajes populares que una pedagogía nacional interpretativa no debe abandonar a priori. Los encuestadores, casandras de los abismos en que cae el movimiento popular, consideran facilongo renegar del ingenuo progresismo percibiendo que nada saben de narcotráfico, de policías, de bandas diversamente ilegales que atraviesan las vidas populares y sus creencias sedimentadas por el bazar ingenioso de todas las teologías universales. 

Sin embargo, ¿con qué vacío nos quedaríamos cuando nos cansemos de alertar sobre la superficialidad de nuestros progresistas? El bolsonarismo es la apoteosis de la sociedad entendida como criminalidad latente. Lo actúa un apócrifo superdotado inventado por la publicística de los pastores de almas armados con ametralladoras Uzi. Varitas de acero con las que se descubre ahora un mítico frenesí popular con revólveres “Bullrich-Coltsonaro calibre 32” en las manos. Alerta máxima, entonces, para el progresismo con su idea lineal, permanente y solícita de la historia. Todo esto debe ser revisado, aunque no por eso abandonado. Debe incorporar, y producir una mutación, de todo aquello que corresponda a la reflexión sobre “el mundo oracular”. No para acatarlo y someterse a él, sino para desconstruir a Bolsonaro, que sin saberlo, estaba usando groseramente las piezas magistrales de la mitografía brasileña, para degradar la vida popular.

lunes, 1 de octubre de 2018

EL RUEGO, Por Horacio González

Fotografia de Página12

OBERTURA DEL EDITOR:

1) SOBRE PENSAMIENTO NACIONAL Y COSMOPOLITA (Diálogos en el whatsapp)

Compañerxs: Quiero referirme a ese punzante audio de Toribio Toledo, en relación a la nota de Boaventura de Sousa Santos, que había subido al blog de Vagos y Vagas Peronistas (http://vagosperonistas.blogspot.com/2018/08/los-conceptos-que-nos-faltan-por.html), con una obertura referida  casi exclusivamente a la metafísica alemana. 

Peronalmente cuando hice esa obetura estaba en relación a un pensador europeo como boaventura. No pretendí de los nombres que se citan allí hacer una lista taxativa, sino enumerativa, destacando los pensandores alemanes que más consulto yo. 

De todas formas, creo que Toribio tiene razón, en relación a los pensadores de nuestra américa anteriores y posteriores a la fundación de los estados. Somos una semicolonia también culturalmente, y existe un vicio que se llama UBA, universidad de Buenos Aires. Basta haber pasado por allí para saber que uno se dispara del país hacia europa antes, ahora hacia los angloestadounidenses. 

En mi caso el estudio de Hegel fue generalmente en soledad no por influencia de la UBA que cuando yo empecé con Hegel, a fines del 80, nadie lo leía. La caída del muro, el desguace del marxismo, hizo que muchos buscaramos los basamentos, el origen de todo aquello que se desarmaba, y llegamos a Hegel y nos rompió la cabeza. 

Pero tengo que decir que en derecho penal en aquel entonces menos que ahora, pero ya era muy notable la influencia alemana, la dogmática alemana que también nos rompía la cabeza. 

Entre 1730 -Wolf- mas o menos y 1840- Schelling, el último en la universidad de Berlín- se prodjujo lo que se llama el siglo de oro de la filosofía alemana: Wolff, Herder,  Schiller, Goethe, Kant, Fichte, Schelling, Hegel. En esos cien años los alemanes imitaron a los griegos con muy buenos resultados.

Alguna vez en los 90 en un centro budista de Belgrano que conducía una pareja, creo que eran peruanos, o el peruano y ella argentina budistas y estudiosos del budismo, creo que estan muertos los dos, dialogaron con Dina Picotti, filósofa Heideggariana, sobre los orígenes de la filosofía. Picotti centraba en Grecia, y los budistas muchísimo antes, y allí leyeron antiguos escritos en sanscrito muy anteriores a los presocraticos. 

Es posible que haya nacido mucho antes de Grecia, pero en Grecia se desarrolló como nunca y se especuló metafísicamente, con la idea abstracta y concreta dialécticamente. Vale decir un tipo de filosofías que ha llegado hasta nosotros, hombres de esta cultura.

En alemania se ultradesarrolló la idea sistemática hasta Hegel, que es el último sistemático de Occidente. Ecos tardíos hay en un sistemático y desarrollador de una teoría sistemica en sociología desarrollada a fines del Siglo XX, Niklas Luhmann, otro alemán.

Tiene razón Toribio, pero yo ya no sé si puedo escapar al bichito aleman metafisico. Creo que Hegel y Heidegger estan en la base en todo lo que se ha hecho en filosofía en Latinaomérica, en Carlos Astrada, Alejandro Korn, Rodolfo Kusch, que intentaron miradas nacionales o latinaomericanista. 

Distinto es el caso de los pensadores originarios que cita Toribio, pensadores de la américa india como el mismo Calfulcurá o Jerónimo. Queda en los más jóvenes desarrollar ese camino, es posible que la generación de la década ganada pueda profundizar en un pensamiento más raigal a lo nuestro. 

Pero ¿qué es lo nuestro?. Nuestro es también todo lo que heredamos de Occidente y repensamos desde acá. Creo no repetir Hegel, sino pensarlo para acá. 

Borges discutiendo con el nacionalismo cultural -Ricardo Rojas, Leopoldo Lugones, y toda la gauchesca, en un esayo muy conocido: "El escritor argentino y la tradición" (debo a una clase de Horacio Gónzalez, el énfasis en este texto) dice algo así como que no es más argentino un texto por mencionar el color y paisajismo local, o mejor dicho es tan argentino como otros textos más metafísicos -no usa esa palabra-, pues lo importante es la creación artística y el desenfado conque tratamos todos los temas europeos, inclusive el mismo nacionalismo, que es una ideología europea. No digo esto para ponerme nihilista o escéptico, estoy lejos de serlo, pero en ese texto se cifra un problema esencial no solo d ela literatura argentina, sino de nuestro ser nacional.

 Pero hay ausentes. Son los que nombra Toribio. Agrego que no puedo sostener por mucho tiempo una lectura profunda de Rodolfo Kusch, cada vez que lo intento siempre dejo en la mitad. Pero ¿por qué?. En gran medida porque me lleva a un pensar donde me desarmo, no es un pensamiento necesariamente en conflicto, sino en unidad. La capacidad agresiva del mundo capitalista y el vivir irremediablmente el neoliberalismo hace que tenemos que estar fuertes, y Kusch me desarma me pone otras armas, otras armaduras, pero frágiles de la mística y los entendimientos finísimos. Haga la prueba cualquier cumpa con Kusch. A quien voy a intentar seguir leyendo. 

Creo que el drama de los intelectuales argentinos lo canta María Elena Walsh en la letra de Manuelita, que viaja a París para embellecerse -pensar la metafísica alemana por ejemplo- y tarda tanto en cruzar el mar para volver que se vuelve a arrugar (para pensar el país). Es muy triste y muy nostálgica esta referencia. La leí hace muchísimo años en un libro de Jorge Abelardo Ramos. 

Acaso nadie, ni los que leemos Hegel estamos lejos de la patria, ni los europeos estan tan lejos nuestros. Por el contrario creo que estamos metidos en la pampa como una estaca pampa, como un ombú. 

Para terminar la canción de:

María Elena Walsh: Manuelita La Tortuga



Manuelita vivía en Pehuajó

Pero un día se marchó

Nadie supo bien por qué

A París ella se fue

Un poquito caminando

Y otro poquitito a pie




Manuelita, Manuelita

Manuelita dónde vas

Con tu traje de malaquita

Y tu paso tan audaz




Manuelita una vez se enamoró

De un tortugo que pasó

Dijo: ¿qué podré yo hacer?

Vieja no me va a querer

En Europa y con paciencia

Me podrán embellecer




En la tintorería de París

La pintaron con barniz

La plancharon en francés

Del derecho y del revés

Le pusieron peluquita

Y botines en los pies




Tantos años tardó en cruzar el mar

Que allí se volvió a arrugar

Y por eso regresó

Vieja como se marchó

A buscar a su tortugo

Que la espera en Pehuajó.          


La seguimos.


2) Sobre la formación de cuadros (Diálogos en el whatsapp):

El compañero Juan Escobar propuso este tema de debate. Ví lo que fueron poniendo los compañerxs: Flora, Elvira, David y los audios de Toribio. 


Valoraba mucho el  ISEDET (Instituto Superior de Estudios Teológicos)  cuando quería consultar un texto inhallable sobre Hegel, por ejemplo "La encarnación de Dios", de Hans Kung, me iba hasta Camacuá y lo encontraba. La Biblioteca es impresionante, y la formación de los pastores excelente y comprometida socialmente. Lamento muchísimo su disolución. 

¿Cómo se forma un cuadro? 

Creo que el estudio, el apoyar el trasero en la silla leyendo y pensando es muy importante, amen del contacto con muchos compañeros y la interrelación; pero si no hay curiosidad en el militante, si hay aceptación de lo que se da, de lo que viene de arriba sin discusión, sino aumenta su curiosidad por la historia política del país, y se incentiva a participar en las discusiones, empezando para dar siempre su forma de ver, hasta que esa forma de ver se va ampliando y proyectando al mundo que vivimos. Tratar de captar de cada época su ethos, su espírtu. De cada texto. Para eso voluntad, inteligencia, esfuerzo e intución tienen que estar abiertos y prendidos siempre. El jóven tiene que leer los diarios, los nuestros y los de ellos, no todas las noticias, sino las que juzgue más importantes. 

Hay que estimular en él el espírtu crítico y la curiosidad. En el peronismo no puede desconocer 5 libros: La Comunidad Organizada, La Hora de los Pueblos, Conducción Política, Los vendepatria y el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional.

La corriente política e historiagráfica de la izquierda nacional ha sido muy rica en eduación de los militantes. Los grandes libros de Jorge Abelardo Ramos, Norberto Galasso, Jorge Enea Spilimbergo, León Pomer.

Hoy es imprescindible conocer los textos raigales de Horacio González sobre el Peronismo, Restos Pampeanos, sobre las polémicas historicas, Ingenieros, Ramos Mejía, Martínez Estrada, Carlos Astrada en fin puedo seguir mencionando textos y autores que uno no debería desconocer. 

¿Cómo se forma un cuadro?

Supongamos que tenemos pocos libros leídos, pero los imprescindibles: Sclabrini Ortíz, Jauretche, Hernández Arregui, las cartas Perón-Cooke. Un peronista no puede no haber leído a Marx y algunas lecturas de Hegel, para manejar el pensamiento dialéctico: vital en política. 

Pero si uno da esa tarea tiene que pensar que un cuadro básicamente es un autodidacta permanente, que sigue formándose. Pero que une teoría y práctica social. 

Un cuadro debe ser un espírtu ilustrado, con aires renacentistas. Digo ilustrado porque la ilustración fue en alguna manera salida de oscuridad hacia la luz del conocimiento. 

Un cuadro es un espírtu autoconciente que trabaja con la autoconciencia crítica. Un cuadro debe ser un creyente, sino crée en algo, no tiene esperanza en la política, nunca va a devenir cuadro. Será un militante formado. Digo creer en algo un proyecto, la idea de transformar el país, por ejemplo, no se forma como cuadro. 

A un cuadro le debe doler el país. Un cuadro solo intelectual es poco lo que puede hacer. Sino aúna pensamiento e intuición y emociones, no sale de lo dogmático, pero debe avanzar hacia vivir como se leé, como le hace decir Robert Musil a un personaje, en su monumental novela "El hombre sin atributos". 

Estoy seguro que un cuadro se hace, hay que hacerse tiempo, retirarse un poco del mundanal ruido, buscar momentos de soledad con los libros, y después unirse con los compañeros.

Está buena la idea de un taller. Todo taller debe estimular el desarrollo del pensamiento, intuición y emociones, comparto con Toribio que no debe ser un práctica vertical sino horizontal -a lo Freire, y tupa-, y debe estimularse a que el militante se convierta en un autodidacta, sin autodidacta no hay cuadro, sin experiencias compartida de militantes tampoco. 

Pero un cuadro tiene que terminar pensando la política, sin pensamiento no hay cambio, los hechos en general son pensandos antes o provocados por el pensamiento. El pensamiento precede a la acción. 

Pero la tarea es formar cuadros en dos años de trabajo o menos. Para pensarlo y continuar el debate. 

La seguimos.

3) Sobre el texto del título, de Horacio González

Al poco tiempo de inmiscuirme en el tema de los delitos ecónomicos bajo el influjo de David Baigún, al promediar los años ochenta, ya había llegado a la conclusión que la característica princial de esos delitos de poderosos era la impunidad pues nunca llegaban a condena, y la justicia para ellos era un paseo.

Unos años después escuché la franca confesión de Alfredo Yabrán en un reportaje televisivo y para todo el que quiera escucharlo: "Tener poder es tener impunidad". Tiene varios significados  ese tener impunidad. Quiero referirme aquí al no hacerse cargo de las consecuencias de las medidas que adoptan los poderosos económicos. Era tan manifiesto en Cavallo un inimputable tenía anteojeras de miope. Le importaba un comino las consecuencias de sus políticas.

¿Y Macri? "Hay ciertos individuos que practican la auto exoneración permanente", dice González, sobre todo los que parecen sobremedicados, digo yo, pero no es el caso de Macri. Otro caso de poderoso ecónomico político que ni siquiera registra las consecuencias de sus brutales medidas. ¿Será la impunidad de que se saben poseedores? Del microclima de niño rico.

A veces pienso que este gobierno de Macri y sus Ceos fueran pasajeros de un avión de gran porte, perfectamente presurizado volando a diez mil metros de altura sobre el territorio y población argentina que recibe las consecuencias de sus medidas. 

Similar metáfora utilizaba Jean Baudrillard, en uno de sus clásicos libros de los años noventa, para referirse a los países centrales de Europa, con relación al neoliberalismo que los tenía adormecidos y comparando con países del tercer mundo. Lo único posible para que entendieran lo que verdaderamente pasaba (concentración exagerada de la economía, represión política y exclusión social) era una despresurización repentina de la nave que provocara un aterrizaje de emergencia.

Cualquier comparación con Macri y sus Ceos es pura coincidencia. Pero Macri ese personaje con pocas palabras en su léxico, con título de Ingeniero, colegio acomodado tiene muchas lecturas que le faltan, hasta podríamos decir es bastante burro pero astuto y ambicioso. Y claro su ambición de poder y de negocios es infinita, pero quiere hacernos creer que nos regala hora de su vida, que el podría estar en Italia sin embargo los comparte con nosotros que no lo entendemos. Si el gobernara Alemania, pero le tocó Argentina.

Sr Macri, como le dijo, Jorge Asis, a un entrevistador, que -al decir borgeano- "no abusa de su inteligencia",  "este país, la Argentina, no es un país normal". La pregunta es ¿por qué?. Nosotros los del pueblo tenemos algunas respuestas por ejemplo que el peronismo desde hace setenta años nos inoculó una fiebre de derechos subjetivos y sociales como ni en los países comunistas han tenido, sumada a cierta pasionalidad caótica y obstinada de muchos de sus habitantes.

Usted, Sr. Macri, también es insistente en el viejo objetivo oligárquico de hacer de la argentina un exportador de materias primas y nada más, todo lo demás lo hacen ellos.

Recuerdo que en el círculo áulico de Fernando De la Rúa decían algo parecido de las condiciones excepcionales del gobernante que se retiraba del poder: "no lo supieron valorar",  "es un dirigente para un país serio", "para otro país".

La despresurización para  De la Rúa vino con muchos muertos y unánime movilización popular.

¿No vamos a esperar que un ave perdida a diez mil metro de altura le provoque la despresurización a la nave de los Ceos? 

Al menos que la resistencia popular les demuestre a Macrí y compañía que tienen que contemplar las consecuencias de sus políticas y que no hay 2019 para ellos.

Ahora sí, basta de alharacas y vamos al texto de Horacio González:
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EL RUEGO, Por Horacio González

¿Qué importa auscultar las características personales de un presidente, sus estilos, énfasis singulares? Hay ciertos individuos que practican la auto exoneración permanente. Se sienten dispensados de todo, de responsabilidades, culpas, daños, infracciones, imprudencias ¡Qué lindo vivir así! Estar totalmente excluido de un examen de sí mismo respecto a los daños que implica nuestra mera presencia en el mundo, calamidades que apenas divisamos en las brumas de nuestra conciencia, que asoman opacos y vuelven a ocultarse tras telones pintados con cumulus nimbus. ¿Qué hablamos practicando el quejido del incomprendido? Cierto ¿Pero pueden explicarme por qué tantos sacrificios bienintencionados son recibidos con críticas, con manifestaciones en la calle, con trosko-kirchneristas que no entienden todo lo que implica este sacrificio mío? 

Veamos a Macri más de cerca. Un individuo de esta especie, cuyo atrevimiento solo consiste en descartarse de cualquier gravamen que implicaría su presencia en el mundo, nunca se hace cargo de las decisiones que toma. Posee características inspiradas en el bromista pesado, finge seriedad para descalabrar cualquier situación mostrando su superioridad para frustrar las credulidades de sus subordinados. Luego nos obliga a reírnos con él del descalabro, que como ser superior, produjo en la fe cotidiana de todos ¿Es que así soy yo?, nos pregunta sorprendido. A todos nos puede pasar querer vivir como una sombra sin cuerpo, desmaterializando nuestros actos para existir en estado de inocencia permanente. De vez en cuando una disculpa, un pedido de perdón, un “me equivoqué”, un “no previmos ciertas eventos sorprendentes” ¿No nos resultaría fácil ser comerciantes mayoristas de nuestra propia transparencia, odiar los obstáculos que solo podrían ser atribuidos a fallas tectónicas de larga data –¿setenta años está bien?– y que nos eximen de toda incumbencia, de casuales adeudos? 

Yo ¿qué debo? Si atrás no hay nada, salvo ahora, este busto de la república, que con su marmórea presencia, siempre etérea, dicta mis palabras que no sé porque se convierten en un eco de total volatibilidad. Contaminadas de este vocablo con el que me atosigan los economistas. Ponete serio Mauri, sacá lo mejor de vos, el gentleman que implora sin lloriquear, que acusa pero con indirectas. Decí cuadernos, pero como si fuera al pasar. Una sola vez, sin abusar. Vos podés. La gente entiende. En lo grave, no perder volatilidad. En la volatilidad, fingir compromiso, formalidad.

Hasta escuchar a Macri, confesémoslo, no sabíamos nada de la política, de sus movimientos inciertos, de sus densidades sin contorno, de sus brumas envolventes que crean personajes vaporosos en serie. ¡Si todo consiste en desincumbirse! Pero lo vemos al presidente, ahora, optando por esa misma solemnidad que hasta hace pocos días le divertía siempre degradar ¿No usa cierta inflexión propia del galán incomprendido, la del predicador fastidiado, al final de sus frases lechosas? Percibamos, tiene que dar malas noticias, negar con nuevas promesas las viscosas promesas anteriores. Afinemos al oído ¿Qué quieren decir esos quejidos internos, esa respiración ahogada de párvulo asombrado que los finos micrófonos transmiten como el resoplido de un globo pinchado? Exhorta, gime, impone, desea hablar de sí mismo, ponerse como ejemplo ¿No lo secuestraron aquellos comisarios en la época que tenía el bigotito finito, como anzuelos de pescar? Lo pescaron, pero ahora él pesca y desde ya, también lo siguen pescando ¿Por qué hay tantos movimientos de pesadez terrenal, laboral, cotidiana, que vendrían a ser las impertinentes evidencias de la historia, que persisten en ser de otra manera? Si él no las piensa así. “Si yo no las pienso así”.

Se niegan a comprender, no entienden que las cosas no son lineales, que un día parece que vamos en una línea de avance –de mil maravillas– y luego se doblan se tuerce, se vuelca todo hacia atrás. Hay zigzag, retrocesos… ¿no es bueno que lo reconozcamos? Incluso le ponemos nombres a esos caprichos inesperados, amenazas endemoniadas de una ruta irreprochable. La cuestión China, los cuadernos, la tasa de la Reserva Federal, ¿y aun así no entienden? Y me olvidaba –“y me olvidaba” es una frase del discurso, también debo leerla como si fuera espontánea– me olvidaba que siempre debemos recordar que si algo va mal, si suceden cosas, hay que admitirlo. Declararlo con naturalidad. Admiro, pero con secreta envidia, como Mariú sabe decir “hay que escuchar a la gente”. La frase preferida de todos los panelistas de la televisión. ¡Cómo la he ensayado! Y esta pregunta retórica, no por obvia menos cierta ¿Cómo podríamos querer nosotros producir una herida, un perjuicio, una privación? 

Me siento muy mal, estoy angustiado, por tener que hacer algo que puede tener efectos que nadie quiere. ¿Cómo yo voy a desear producirlos? Estoy seguro que me creen. Si soy el inmune, el exonerable, el ajeno a toda culpa ¿No dije que tengo amigos que son hermanos del alma, son mis ojos, mis manos, mis piernas, mi olfato, mis palabras? Claro, las escriben ellos. Pero hablan de mí. Si mencioné mi secuestro –¿ven que sé lo que son las retenciones?–, es porque esa es mi teoría de la experiencia. Tuve la misma angustia que los próceres, ya lo dije una vez. Ahora es la angustia del secuestrado, por aquellos extorsionadores o por el FMI. No confundamos, lo primero no lo quise, lo segundo sí.

De mi caso hablan grandes tratados y hasta magníficas poesías. Soy el hombre hueco, el hombre relleno de paja, exento de toda gravidez, anuncio acuerdos con mis tutores internacionales antes de firmarlos, creo ministerios, borro ministerios, arrojo cada vez más personas a la ciénaga, pero después me declaro en total feeling con los vulnerables. Muy linda esa palabra. Todos somos vulnerables, dije que voy a dar la vida y que se terminó el gradualismo. ¡Que linda esa paradoja!, me dijo luego un asesor. Del mal se puede producir el bien. Y ese pastor (“yo mismo, el travieso comediante, el hombre flan”) plegó (“plegué”) las manos como en un rezo en una parte del discurso donde comprendimos que el pequeño Macri (“yo”) estaba en pleno ruego. Cuando suba a los cielos, inmune a toda terrenalidad, se encontrará por fin con las altas tasa de interés y el dólar flotando entre las nubes.