jueves, 23 de agosto de 2018

LOS CONCEPTOS QUE NOS FALTAN, Por Boaventura de Sousa Santos

Nota del editor  de julio de 2021:

 

“conmigo no te confundas, loco”

 

El escriba ha escuchado mucho esa frase en sectores populares ante una contienda, o o simplemente una ofensa. Y muchas veces el que lo dice tiene cartas ganadoras. No sabemos si este es el caso. Pero sí son nuestras razones, y como canta José Larralde: “los entrerrianos somos amigos de las razones”. Aunque sabemos que en política juegan su partido las razones y las sinrazones. Siempre estamos prestos para ver las sinrazones del otro, nunca las nuestras (“la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”). Las sinrazones pueden ser las experiencias místicas, y también las miopías para analizar ese fenómeno, los prejuicios, los estereotipos; ni hablar en el caso de la irracionalidad militante de la derecha.

Así como Néstor Kirchner no dejó sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada, tampoco el escriba los dejó en la antesala de los despachos públicos, pero no es uniforme esta actitud entre los funcionarios en cargos de gestión.

La nota de Boaventura de Souza Santos se publicó en este blog el 23 de Agosto de 2018, junto con las Oberturas que siguen, ya que dio lugar a un largo debate en el whatsapp de Vagos y Vagas Peronistas –integrado por militantes de todo el país-. La nota se había publicado en Página 12, el 20 de Agosto de 2018.

Las Oberturas dan cuenta de algo de lo  que se discutió y la posición del escriba ante la nota en ese chat. Claro que son hechas al calor del debate. Y muchísimo más se podría decir de la misma. En Vagos se siguió la contienda sin agotar nunca la problemática.

Pero en Vagos lo discutimos: ¿A qué alude el progresismo? ¿Qué es ser de izquierda hoy?  ¿Qué es ser “políticamente correcto”? ¿Qué es ser “progre”? ¿Qué es la derecha hoy? Sobre esta última escribieron con verbos y palabras generosos: Nicolas Casullo, Horacio González, Ricardo Forster, Jorge Alemán, Nora Merlín, etc.

Pareciera que prestigiosos y admirados filósofos y escritores merecerían releer para no equivocar los adversarios, y mucho menos si son compañeros/as/es, y muchísimo menos si se utilizan esquemas perimidos sacando conclusiones de hipótesis falsas, y silogismos erróneos. Y aprendamos todos de la lucha feminista.

¿Ustedes saben que los “libertarios” se están insertando en algunos sectores del conurbano? Son pocos todavía. Pero ellos son nuestros adversarios importantes por el apoyo exterior. Por ahí pasa sobre todo el “fascismo” de derecha hoy y aquí.

Basta que uno hable de Dios y experiencias místicas –habituales en todos los creyentes sean cristianos o no- para demonizar con los setenta o mucho antes. Pero muchachos eso ya pasó, seguiremos juzgando a todos los criminales genocidas que deban ser juzgados, así como luchar por memoria, verdad y justicia.  El ateísmo militante y lo “políticamente correcto” a veces genera fantasmas donde no los hay. No da para pensar que por los autores citados en los  textos–leídos por cualquier persona que intenta pensar- se barrunte de que quién  lo lee recepta todo el combo que los acompaña, como si no se supiera que interpretar un texto escrito en otra época, y otro país, implican solo balbuceos en la lengua nativa del lector.

Pero hay otros genocidios que se están cometiendo ante nuestras narices, y no me refiero solo al imperio y sus aliados, sino al que provoca el capitalismo neoliberal en todo el mundo conocido. Exclusión social, concentración económica y represión política. Todos con aparato y sistema de dominación nunca visto hasta ahora, y nosotros seguimos demonizando compañeros quienes hablan con libertad –mucho los analistas nos ayudaron- de problemas  y temas que son más comunes de lo que se cree.

La agrupación de Vagos y Vagas Peronistas se creó el 17 de Octubre de 2014, cuando un grupo de compañeros/as/es advertimos que el camino de los dos últimos años de Cristina era equivocado. Pensábamos entonces y seguimos pensando ahora que había que volver al doctrinario fundante del movimiento, más peronismo. Pensábamos que a la oligarquía hay que enfrentarla con más peronismo. Qué no nos alcanzaba con incluir a las minorías –con toda la importancia y justicia que ello tiene- sino que había que incluir a los excluidos del sistema, que había que intervenir más decididamente en el mundo económico, con nueva ley de Entidades Financieras, con la nueva creación de Empresas Estatales –no existe el peronismo sin empresas estatales que regulen el mercado-, con más reivindicación de esta querida patria en todos los ámbitos ( y hoy con la Estatización de todos los puertos privados en la Hidrovía.  No pueden las multinacionales de los granos tener puertos privados en un río estratégico –a quién se le ocurre-) Y con más conciencia para luchar contra la dependencia cultural de este país con un pensamiento más situado en la realidad efectiva del país. Con un salario universal para todos, pero sobre todo los excluidos, para que estos también compartan la mesa universal, hoy mesa chica de unos pocos. Distribución de riquezas se hacía y se hace imprescindible.

El editor y toda la agrupación de Vagos y Vagas Peronistas fue un mensajero del malestar en las instituciones, y en el pueblo. A partir del 1° de Mayo de 2021, en la nota sobre la “Usura capitalista y otras baratijas”, en el blog de Vagos y Derechos, y el de Vagos y Vagas Peronista, y notas sucesivas decidimos hacerlo público. Hasta allí veníamos acompañando públicamente al gobierno, solo algunas notas que dejaban entrever, pero en los diversos organismos públicos que veníamos trabajando, veíamos que pasaba algo similar en cuanto a convertirse gestión en pura gestión, o a veces, mera gestión intraorganismo o interorganismos pero sin mayores consecuencias en la vida social y política y la realidad del pueblo. Mientras tanto la pandemia provocaba vidas, agonías, humillaciones, y penurias económicas en muchos compañeros/as/es o hermanos/as/es. Creemos que la gestión del gobierno con esto último fue muy  buena para los problemas sanitarios, pero no lo fue tanto para neutralizar las penurias económicas. Es por eso que empezamos a decirlo públicamente, aunque lo fuimos diciendo en muchos despachos oficiales, a algunos nos costó el cargo, y lo peor con acusaciones falaces y mentirosas. Molestábamos. En algunos Organismos nos separaron pero empezaron a cumplimentar con lo que veníamos recomendando hace un año. Pero bueno. No hubiera sido necesario llegar a esto, si se tuviera menos egos, y se pensara un poco más en la frase del General: “Primero la patria, después el movimiento, y por último los hombres”. En algunos organismos se pensó primero los hombres, nunca el movimiento y nunca la patria. No es forma de gestionar la cosa pública.

Es que a la derecha no le importa la pandemia más que sea un gobierno peronista el que la estaba gestionando. Entonces ellos iban y van a seguir siempre hostigándonos por todos los medios a su alcance, inclusive a través de muchísimos alfiles en la gestión estatal actual. Algunos ya lo hemos dicho en otras Oberturas vinculados a quién o quiénes. Por mucho que algún o algunos  funcionarios piensen que nos sacaron de la Gestión Pública por propia decisión, saben que no es así, fueron condicionados por medios hegemónicos, que no querían ningún peronista clásico con cargos Directivos en el Estado. Se necesita ser “políticamente correctos”.

Habría que replantearse esto de “políticamente correctos”, y “progre”. Es raro que se utilicen los allí ubicados otros motes todavía menos creíbles, explícitos o implícitos como el de provocar “situaciones conflictivas” sin analizar en el caso las conflictivades producidas por la propia manera de gestionar interna o externa para un o los  Organismos Públicos, con el objetivo de  excluir a Peronistas históricos que piden más peronismo en la gestión. Y más peronismo significaba resolver los problemas y asuntos correspondientes.  Creo que fue Charles Baudelaire el que dijo que “los progresistas son los “porteros” del canon social”.  Aguda frase para pensar.

Sabemos que en todo el mundo la pandemia ha generado caídas de las economías nacionales. Pero aquí ¿es la pandemia o la deuda? O las dos juntas. No nos engañemos decisivamente aquí ha sido el peso de la deuda la que ha impedido medidas más activas de ayuda social. Nosotros vemos de todas las medidas social-económicas que toma el gobierno pero algunas son insuficientes.

Fue decisiva para nuestra generación la dictadura, fue determinante en el dolor, pero también en la conciencia. Algunas olvidándose del legado de los treinta mil compañeros desaparecidos creyeron que con procesos judiciales –con toda la trascendencia que tienen- se saldaba todo. Lo demás era aceptar sin beneficio de inventario el “mundo burgués” y toda su parafernalia de olvidos, omisiones, exclusiones, privilegios, prebendas, podíamos así transitar seriamente la vida política argentina. Para colmo el menemismo nos dio otro golpe mortal arrojando más excluidos, y desarmando el viejo estado peronista. Volvimos a creer con Néstor y Cristina,  después volvieron con las mismas consignas, y nos demonizaron–como “la fusiladora”, como la “dictadura”- ahora como “kirchneristas”. Tanto demonizarnos que nos la creíamos. “Hacemos las cosas mal”, hagámosla de otro modo, al fin y al cabo: somos “políticamente correctos” (vayan al interior y busquen a ver si encuentran algún “políticamente correcto”” en las ciudades, y pueblos).

Como saben la historia del país hay una contienda que se repite, esta “vanidosa” Ciudad contra el resto del país. Para ellos esta Ciudad no va más allá de la Calle Córdoba, pero se extiende a toda la zona norte de provincia –solo los acomodados-; y nosotros que amamos esta ciudad por más buenas maneras –o mote de “políticamente correctos-  nos odian. Entonces es inútil moderar el ambiente. Seamos como siempre fuimos o como debemos serlo: Peronistas.

Y dejemos de demonizar a compañeros/as/es.

Nos llamamos a silencio en este blog para discurrir  sobre temas vinculados a la gestión pública, salvo que el ensañamiento con  algún otro/a/e compañeros/as/es siga.

Los Vagos y Vagas Peronistas nunca dejaremos de apoyar a un gobierno peronista en el Poder –pero con sentido crítico-. Era eso nada más. No era para tanto.

Claudio Javier Castelli

Coordinador de la Agrupación Vagos y Vagas Peronistas

San Telmo,  16 de Julio de 2021.

 

OBERTURA DEL EDITOR DEL 23 DE AGOSTO DE 2018:

1.- HEINZ DIETERICH, HORACIO GONZÁLEZ Y ¿QUÉ ES LA POLÍTICA? NOTAS EN EL WHATSAPP


Cumpas: Quiero referirme a esta disputa, ya larga en mi caso sobre Heinz Dieterich, Horacio González y ¿qué es la política?. Teniendo en cuentas los últimos audios de Toribio, Sebastián Chavarría y  los post de Miguel Gómez. Hay una tendencia a ver permanentemente diferencias y confrontaciones entre nuestra formas de ver el mundo -los que estamos del lado de acá, por supuesto- , uno de los imperativos de la época es tender lazos, articulaciones y ver que las diferentes formas de ver el mundo responden a una única y diversa estrategia y táctica del pueblo disperso y ahogado, pero no derrotado. Hegel se refiere una vez -en alguna parte, juro haberla leído- a la recomendación que un médico nos da de comer fruta, sería tonto si nosotros respondiendo a esa recomendación rechazamos la manzana, la pera, el kiwi, el durazno, por no ser fruta. La fruta es una idea abstracta concreta, comprende todo y apresa todo lo que nos reúne. Sé que en nuestro campo muchos, sobre todos los provenientes del marxismo, lanzan precisas y depuradas estrategias y visiones de mundo, que supuestamente no se contaminan con el barro del tiempo y el espacio concreto. Pero no hay que dejarse llevar por esa unilateralidad, hay que aunar, aupar entre nosotros. La visión de corte y exclusión no tiene que ir. Sobretodos porque en la articulación hay que unir entre marxistas, cristianos, peronistas, trotskistas, hegelianos, posmos o feministas. Advierto desde mucho tiempo que a Toribio le repele la filosofía política y aun la filosofía mezclada con la política. Y aquí llego al tema de campos de fuerza (Dieterich) o estructuras morales que se preguntan constantemente (González en su último artículo en "La tecl@ eñe, Revista de Cultura y Políticahttp://lateclaenerevista.com/los-quaderni-del-chauffeur-por-horacio-gonzalez/), o como digo yo acto estético. La política claro que es campos de fuerza, pero también estructuras morales que se preguntan constantemente, y si no: los aúna un acto estético que satisfaga necesidad inconmensurables del pueblo. Es muchísimo lo que ponemos en la política, se no va la vida, loco en eso de la política. Es mucho más de lo que creemos, hay un imaginario enorme y un perspectiva de goce como diría un psicoanalista, de inconsciente diría otro psicoanalista: enorme. Por eso digo que es un acto estético. En otro punto, pensar el derecho como campo de fuerzas es una locura, el general dice que la fuerza es el derecho de las bestias. Jamás tenemos que ponernos en esa vertiente, porque la fuerza la tienen ellos y nunca como ahora, con conciencia sádica de su poder y nunca como ahora con conciencia pobre de nuestras fortalezas, por el lado de los perdidosos. El derecho es el orden social justo. Pero si la trama ética no entra en la lucha política no me interesa la política, porque militar no soy, no soy un guerrillero, soy un militante de la justicia social. Si pensamos que cuando lleguemos al poder recién vamos a preocuparnos por la eticidad, no loco ya lo viví en los setenta y perdimos y además no llegamos. Si al único intelectual que tuviera que responder es a Dieterich huiría despavorido, otra cosa es leerlo junto a mí Hegel, a mí Heidegger, y otros más. ¡Así sí!. Eso no significa que no nos planteémos tomar el poder, por supuesto que sí. Pero para hacer otra cosa que lo mismo, aunque guarden relevancia y afinidades los procesos históricos populares. Por eso la mirada crítica y autocrítica permanente debe guiarnos. Es cierto que la hermosa película de Ken Loach, "Tierra y Libertad", tiene una escena en un pueblo tomado por anarquistas, que iba a ser atacado por los franquistas, y muestra los debates interminables entre los anarquistas mientras los franquistas toman la ciudad. Algo parecido le pasó a a Bizancio ante los debates teológicos sobre el sexo de los ángeles y los turcos en la puerta de Bizancio que por supuesto la tomaron e iniciaron otra era histórica. No creo que sea nuestro caso. Pero hay que prestar atención a estos procesos. Mientras tanto pensemos en unir campos de fuerza, estructuras morales, acto estético en el acto político estético. La táctica y estrategia tienen que brillar. No es momento para separar lo que está unido, sino unir -suturar- lo que parece separado. Me refiero, por supuesto,  entre nosotros, todos los que estamos del lado de acá. La seguimos.

2.- ¿POR QUÉ NOS FALTAN CONCEPTOS?


"¿No será tiempo de repensar todo de nuevo?" dice en el artículo Boaventura de Sousa Santos. Creemos que sí pero no necesariamente para arrojar como un lastre la herencia clásica y moderna sino para ver, lustrar, lijar sanjosefinamente un mueble, volver a mirarlo como la primera vez, rejuvenecerla. Todo está a disposición de nosotros, basta tomarlo, hacerlos nuestro, pensar, repensar lo abstracto y lo concreto. Amo la idea de volver a los orígenes que nos trajeron hasta aquí. Volver al principio. En los noventa cuando todo se derrumbaba me pregunté ¿que tiene occidente que sea bueno? La primer respuesta que vino hacia mí fue el cristianismo, y a él regresé -era la religión de niñez y adolescencia- en su versión protestante. ¿No fue toda la gesta de Lutero un intento de volver al cristianismo primitivo?. No es que uno crea que en el pasado está todo y no hay nada más que hacer. No exactamente así. La herencia de los griegos, la edad media que tuvo mucha luz, a pesar de la visión sesgada que tenemos con ella, hombres de esta época. ¿Y los modernos? Toda la enorme riqueza de un Hegel un Kant, un Schelling, un Fichte, y los que vinieron después: Kierkegaard, Marx, Nietzsche, Heiddegger y todo el pensamiento conservador alemán -Heiddegger mismo, Ernst Junger, Carl Schmitt, etc.-, lo que Jeffrey Herft, en un libro memorable, llama "El modernismo reaccionario". No son cualquiera de ellos mucho más profundos e interesantes que los "pensadores" de la ola neoliberal que azota al mundo. Es que de todas las ingenuidades "posmodernas", una de las más celebradas fue dar por muerta la metafísica, una de las más risibles de todas. Detrás de todo concepto se yergue una concepción metafísica que hay que deconstruir, para restablecer sus ramificaciones y frutos. Hegel se preguntaba, refiriéndose a la alemania de principios del siglo XIX -cito de memoria- "¿cómo es posible ver el espectáculo de un pueblo culto sin metafísica, es como un templo sin sancta santorum". Lo decía en el primer prefacio de la "Ciencia de la Lógica". Haga la prueba cualquier cumpa y recorra esa obra -traducción de Rodolfo Mondolfo, hay traducción nueva, creo que de Felix Duque-, recorra lentamente esa obra, y dígase si faltan conceptos de liberación, porque eso es esa lógica dialéctica es lógica de liberación (hay un libro de Ruben Dri que lleva ese título, y uno magnífico de Héctor Raurich: Hegel y la lógica de la pasión). Otro de los errores risibles fue dejar de pensar en una "weltanschauung" (visión de mundo o cosmovisión), cualquiera de los autores que mencioné la tenían. Pero ojo, el poder corporativo neoliberal la tiene; mientras que para nosotros sólo el pensar fragmentado, rapsódico. Otro de los hilos con los que tenemos que suturar los conceptos que faltan. Es que Boaventura termina el artículo reprochando que la pérdida de la  efectiva diferencia entre el hombre de izquierda y el hombre de derecha es un basamento de esos conceptos que faltan. Pongamos que sí, también el ejercicio de las convicciones y jugarse por ellas. Gianni Váttimo en 1986 escribió "El fin de la modernidad", sin embargo en el último o uno de los artículos de ese texto dice "que las promesas de la modernidad todavía no se han realizado pero pueden realizarse". Nunca es tarde, acaso todavía sea demasiado temprano. 

Bueno, como digo siempre, basta de alharacas y vamos al artículo de Boaventura.




Los conceptos que nos faltan:

A diferencia de los pájaros, los seres humanos vuelan con raíces. Parte de las raíces están en los conceptos que hemos heredado para analizar o evaluar el mundo en el que vivimos. Sin ellos, el mundo parecería caótico, una incógnita peligrosa, una amenaza desconocida, un viaje insondable. Los conceptos nunca retratan exactamente nuestras vivencias, ya que estas son mucho más diversas y variables que las que sirven de base a los conceptos dominantes. Estos, al fin y al cabo, son los conceptos que sirven a los intereses de los grupos social, política, económica y culturalmente dominantes, aunque matizados por las modificaciones que van introduciendo los grupos sociales que resisten a la dominación. Estos últimos no siempre recurren exclusivamente a estos conceptos. Muchas veces disponen de otros que les resultan más próximos y verdaderos, pero que reservan para el consumo interno. 

Sin embargo, en el mundo de hoy, surcado por tantos contactos, interacciones y conflictos, no pueden dejar de tener en cuenta los conceptos dominantes, a riesgo de ver sus luchas aún más invisibilizadas o más cruelmente reprimidas. Por ejemplo, los pueblos indígenas y los campesinos no disponen del concepto de medio ambiente porque este refleja una cultura (y una economía) que no es la suya. Solo una cultura que separa en términos absolutos la sociedad de la naturaleza para poner esta a disposición incondicional de aquella, necesita tal concepto para dar cuenta de las consecuencias potencialmente nefastas (para la sociedad) que pueden resultar de dicha separación. En suma, solo una cultura (y una economía) que tiende a destruir el medio ambiente necesita el concepto de medio ambiente.

En verdad, ser dominado o subalterno significa ante todo no poder definir la realidad en términos propios, sobre la base de conceptos que reflejen sus verdaderos intereses y aspiraciones. Los conceptos, al igual que las reglas del juego, nunca son neutros y existen para consolidar los sistemas de poder, sean estos viejos o nuevos. Hay, sin embargo, períodos en los que los conceptos dominantes parecen particularmente insatisfactorios o imprecisos. Se les atribuyen con igual convicción o razonabilidad significados tan opuestos, que, de tan ricos de contenido, más bien parecen conceptos vacíos. Este no sería un problema mayor si las sociedades pudieran sustituir fácilmente estos conceptos por otros más esclarecedores o acordes con las nuevas realidades. 

Lo cierto es que los conceptos dominantes tienen plazos de validez insondables, ya sea porque los grupos dominantes tienen interés en mantenerlos para disfrazar o legitimar mejor su dominación, bien porque los grupos sociales dominados o subalternos no pueden correr el riesgo de tirar al niño con el agua de bañarlo. Sobre todo cuando están perdiendo, el miedo más paralizante es perderlo todo. Pienso que vivimos un periodo de estas características. Se cierne sobre él una contingencia que no es el resultado de ningún empate entre fuerzas antagónicas, lejos de eso. Más bien parece una pausa al borde del abismo con una mirada atrás.

Los grupos dominantes nunca sintieron tanto poder ni nunca tuvieron tan poco miedo de los grupos dominados. Su arrogancia y ostentación no tienen límites. Sin embargo, tienen un miedo abisal de lo que aún no controlan, una apetencia desmedida por lo que aún no poseen, un deseo incontenido de prevenir todos los riesgos y de tener pólizas de protección contra ellos. En el fondo, sospechan ser menos definitivamente vencedores de la historia como pretenden, ser señores de un mundo que se puede volver en su contra en cualquier momento y de forma caótica. Esta fragilidad perversa, que los corroe por dentro, los hace temer por su seguridad como nunca, imaginan obsesivamente nuevos enemigos, y sienten terror al pensar que, después de tanto enemigo vencido, son ellos, al final, el enemigo que falta vencer.

Por su parte, los grupos dominados nunca se sintieron tan derrotados como hoy, las exclusiones abisales de las que son víctimas parecen más permanentes que nunca, sus reivindicaciones y luchas más moderadas y defensivas son silenciadas, trivializadas por la política del espectáculo y por el espectáculo político, cuando no implican riesgos potencialmente fatales. Y, sin embargo, no pierden el sentido profundo de la dignidad que les permite saber que están siendo tratados indigna e inmerecidamente. Días mejores están por llegar. No se resignan, porque desistir puede resultar fatal. Sienten que las armas de lucha no están calibradas o no se renuevan hace mucho; se sienten aislados, injustamente tratados, carentes de aliados competentes y de solidaridad eficaz. Luchan con los conceptos y las armas que tienen pero, en el fondo, no confían ni en unos ni en otras. Sospechan que mientras no tengan confianza para crear otros conceptos e inventar otras luchas correrán siempre el riesgo de ser enemigos de sí mismos.

Al igual que todo lo demás, los conceptos también están al borde del abismo y miran atrás. Menciono, a título de ejemplo, uno de ellos: derechos humanos.

En los últimos cincuenta años, los derechos humanos se transformaron en el lenguaje privilegiado de la lucha por una sociedad mejor, más justa y menos desigual y excluyente, más pacífica. Tratados y convenciones internacionales existentes sobre los derechos humanos se fueron fortaleciendo con nuevos compromisos en el ámbito de las relaciones internacionales y del derecho constitucional, al mismo tiempo que el catálogo de los derechos se fue ampliando a fin de abarcar injusticias o discriminaciones anteriormente menos visibles (derechos de los pueblos indígenas y afrodescendientes, mujeres, LGTBI; derechos ambientales, culturales, etcétera). Movimientos sociales y organizaciones no gubernamentales se multiplicaron al ritmo de las movilizaciones de base y de los incentivos de instituciones multilaterales. En poco tiempo, el lenguaje de los derechos humanos pasó a ser el lenguaje hegemónico de la dignidad, un lenguaje consensual, eventualmente criticable por no ser lo suficientemente amplio, pero nunca impugnable por algún defecto de origen. Cierto que se fue denunciando la distancia entre las declaraciones y las prácticas, así como la duplicidad de criterios en la identificación de las violaciones y en las reacciones contra ellas, pero nada de eso alteró la hegemonía de la nueva cultura oficial de la convivencia humana. Cincuenta años después, ¿cuál es el balance de esta victoria? ¿Vivimos hoy en una sociedad más justa y pacífica? Lejos de eso, la polarización social entre ricos y pobres nunca fue tan grande; guerras nuevas, novísimas, regulares, irregulares, civiles, internacionales continúan siendo entabladas, con presupuestos militares inmunes a la austeridad y la novedad de que mueren en ellas cada vez menos soldados y cada vez más poblaciones civiles inocentes: hombres, mujeres y, sobre todo, niños . Como consecuencia de esas guerras, del neoliberalismo global y de los desastres ambientales, nunca como hoy tanta gente fue forzada a desplazarse de las regiones o de los países donde nació, nunca como hoy fue tan grave la crisis humanitaria. Más trágico todavía es el hecho de que muchas de las atrocidades cometidas y de los atentados contra el bienestar de las comunidades y los pueblos se perpetran en nombre de los derechos humanos.

Por supuesto que hubo conquistas en muchas luchas, y muchos activistas de los derechos humanos pagaron con la vida el precio de su entrega generosa. ¿Acaso yo mismo no me consideré y me considero un activista de los derechos humanos? ¿Acaso no escribí libros sobre las concepciones contrahegemónicas e interculturales de los derechos humanos? A pesar de eso, y ante una realidad cruel que únicamente no salta a la vista de los hipócritas, ¿no será tiempo de repensar todo de nuevo? Al final, ¿de qué y de quién fue la victoria de los derechos humanos? ¿Fue la derrota de qué y de quién? ¿Habrá sido coincidencia que la hegemonía de los derechos humanos se acentuó con la derrota histórica del socialismo simbolizada en la caída del Muro de Berlín? Si todos concuerdan con la bondad de los derechos humanos, ¿ganan igualmente con tal consenso tanto los grupos dominantes como los grupos dominados? ¿No habrán sido los derechos humanos un artificio para centrar las luchas en temas sectoriales, dejando intacta (o hasta agravada) la dominación capitalista, colonialista y patriarcal? ¿No se habrá intensificado la línea abisal que separa a los humanos de los subhumanos, sean estos negros, mujeres, indígenas, musulmanes, refugiados o inmigrantes indocumentados?

Si la causa de la dignidad humana, noble en sí misma, fue entrampada por los derechos humanos, ¿no será tiempo de desarmar el engaño y mirar hacia el futuro más allá de la repetición del presente? Estas son preguntas fuertes, preguntas que desestabilizan algunas de nuestras creencias más arraigadas y de las prácticas que señalan el modo más exigentemente ético de ser contemporáneos de nuestro tiempo. Son

preguntas fuertes para las cuales solo tenemos respuestas débiles. Y lo más trágico es que, con algunas diferencias, lo que ocurre con los derechos humanos sucede también con otros conceptos igualmente consensuales. Por ejemplo, democracia, paz, soberanía, multilateralismo, primacía del derecho, progreso. Todos estos conceptos sufren el mismo proceso de erosión, la misma facilidad con la que se dejan confundir con prácticas que los contradicen, la misma fragilidad ante enemigos que los secuestran, capturan y transforman en instrumentos dóciles de las formas más arbitrarias y repugnantes de dominación social. ¡Tanta inhumanidad y chauvinismo en nombre de la defensa de los derechos humanos; tanto autoritarismo, desigualdad y discriminación transformados en normal ejercicio de la democracia; tanta violencia y apología bélica para garantizar la paz; tanto pillaje colonialista de los recursos naturales, humanos y financieros de los países dependientes, con el respeto meramente protocolario de la soberanía; tanta imposición unilateral y chantaje en nombre del nuevo multilateralismo; tanto fraude y abuso de poder bajo el ropaje del respeto a las instituciones y el cumplimiento de la ley; tanta destrucción arbitraria de la naturaleza y de la convivencia social como precio inevitable del progreso!

Nada de esto tiene que ser inevitablemente así para siempre. La madre de toda esta confusión, inducida por quien se beneficia de ella, de toda esta contingencia disfrazada de fatalismo, de toda esta parada vertiginosa al borde del abismo, reside en la erosión, bien urdida en los últimos cincuenta años, de la distinción entre ser de izquierda y ser de derecha, una erosión llevada a cabo con la complicidad de quienes más son perjudicados por ella. Por vía de esa erosión desaparecieron de nuestro vocabulario político las luchas anticapitalistas, anticolonialistas, antifascistas, antiimperialistas. Se concibió como pasado superado lo que al final era el presente, más que nunca determinado a ser futuro. En esto consistió estar en el abismo y mirar atrás, convencido de que el pasado del futuro nada tiene que ver con el futuro del pasado. Es la mayor monstruosidad del tiempo presente.

* Director del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra (Portugal). Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez


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