Frei
Betto:
Instituciones
para la formación de la ciudadanía quieren formar ciudadanos. El
sistema quiere formar consumistas.
Rio -
La Declaración Universal de los Derechos Humanos, del año 1948, representó un
gran avance, pero, después de más de 60 años, necesita ser actualizada. El
documento dice, por ejemplo, que todos los seres humanos nacen con dignidad.
Sin embargo, no se garantizan las condiciones para vivir con dignidad. Y no se
dice, como la Declaración de la Independencia de los EEUU, que todos tienen
derecho a la felicidad. En Bután, un pequeño país localizado en el sur de Asia,
el rey sustituyó el Producto Interno Bruto por la Felicidad Interna Bruta.
Ahora, el criterio para conferir las condiciones del país no es más el
consumismo occidental, y si la felicidad del pueblo campesino.
La
organización no gubernamental británica Oxfam denunció, en Davos, que las 85
personas más ricas del mundo poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de
la población mundial. Es decir, en enero de 2014, 3,5 mil millones de las
personas más pobres de un lado de la balanza, y las otras 85 más ricas en el
otro lado, tenían los mismos ingresos!
El
francés Thomas Piketty, autor de “El capital en el siglo 21 “, y que no tiene
nada de izquierdista, afirma: la pirámide de la desigualdad crecerá
aceleradamente a medida que el capital sea
priorizado frente a los derechos humanos.
El
propio sistema tiene este nombre: capitalista. Este es el drama de la formación
de las instituciones de ciudadanía, como los sindicatos, la iglesia, la familia
y la escuela. Ellos quieren formar ciudadanos. El sistema quiere formar
consumista.
Todo
educador vive este conflicto en la propia familia. Es una lucha desigual. Él
tiene valores, principios, ética, pero el hijo está expuesto a una multimedia
abrumadora, lo que confirma el principio del viejo Marx: la manera de pensar de
una sociedad tiende a ser la manera de pensar de la clase que la domina. Y
quién domina tiene en manos los medios de comunicación.
El
sistema de radio y televisión brasileña (no la prensa) tiene dueño: la Unión.
En otras palabras, todos nosotros, los contribuyentes. Y el gobierno, en
nuestro nombre, otorga el derecho de uso a un determinado grupo empresarial.
Según la constitución, estas concesiones deberían ser avaladas
y renovadas periódicamente, pero eso nunca ocurre.
En
noviembre, frente a los atentados en París, decíamos "somos todos franceses". Es justo.
Ahora, quien, los días anteriores, cuando el avión ruso fue derribado en
Egipto, se hizo eco de "somos todos rusos"? Que los rusos mueran en
el Sinaí, víctimas de actos terroristas,
no tiene ninguna importancia para nosotros, los occidentales. Nosotros tratamos
de disimular la globocolonización bajo
el manto virtual de la globalización.
Publicado
el 24 de Enero de 2016 en “O Dia”
Traducción del portugués: Analía Córdoba, argentina, residente en Brasil, de profesión: Bióloga, con una maestría en Biotecnología.