miércoles, 8 de marzo de 2017

EL MOVIMIENTO OBRERO EN LA PICOTA: LAS JORNADAS DEL 6, 7 Y 8 DE MARZO, Por Juan Sonko, para Vagos Peronistas




El movimiento obrero en la picota: las jornadas del 6, 7 y 8 de marzo, Por Juan Sonko, para Vagos Peronistas

Este marzo de 2017 empezó con notables jornadas de movilización popular. La masividad de la marcha docente convocada por el Frente Nacional Educativo, el día 6/3, estremeció a cualquiera con un mínimo de sensibilidad política. Se le agrega a esto el perfil federal, la concurrencia de los sindicatos docentes provinciales, lo que da sustento al plan de una marcha blanca que de distintos puntos del país confluyan en la Capital Federal, donde seguramente los esperara un ministro de educación indiferente y con aversión hacia lo popular. La recoleta avenida Callao se convirtió en un río de pueblo, coronado en un acto con voces de represntantes que expresaron lealmente sus anhelos y esperanzas. Especialmente, no es difícil advertir el carácter estratégico que cuenta la paritaria nacional prevista en la ley nacional de financiamiento educativo. Aún así, lo difícil parece ser que el gobierno nacional retroceda con su artera decisión de liquidarla, como vía para hacerlo con la educación pública.

La jornada del 7 de marzo.
Otra historia fue el acto del día de hoy (7/3) de la CGT. La convocatoria tuvo perfiles extraordinarios por su masividad y participación popular. Una movilización con clima de paro. Si la del día anterior había logrado estremecernos, esta no se quedó atrás, e incluso la superó numericamente. Seguramente fue una de las más masivas en la historia del movimiento obrero organizado, pero su resultado político fue, en principio, disonante. ¡Tanto pueblo en la calle para tan poco!

Mejor quedarse con la imágen del pueblo en las calles, en una de las convocatorias más grandes del movimiento obrero organizado. Un hecho histórico por su masividad y la participación de sectores del pequeño empresariado. Pero el pueblo se fue enojado y con bronca con la conducción de la CGT que no le dio la dirección que desde las bases se exigía. Se puede revertir, veremos. Mientras el movimiento obrero organizado, el principal actor social del país aún con sus vueltas, profundiza su división y debilidad, cuando el país sigue barranco abajo empujado por los cipayos de siempre.

La falta de fijación de fecha para el paro ha colocado a la conducción de la CGT en una posición difícil de superar. Convocar un paro sin fijarle una fecha cierta, torna incierta la realización de la misma medida. Esta incertidumbre evidencia su debilidad política para lograr consensos dentro del amplio y heterogéneo espacio sindical, la disfuncionalidad del triunvirato, y, especialmente, su falta de respuesta a los gravísimos problemas de los trabajadores. Todos creíamos que la conducción iba a designar el paro para el 30 de marzo, en reivindicación de la gesta histórica en 1982 contra la dictadura militar. Pero no lo hizo, como, si de paso, mostrara indiferencia por lo mejor de su propia historia de lucha.

Se trata del viejo problema de la dirección política del movimiento obrero, acerca de quiénes conducen y con qué objetivos, por eso el saldo de los docentes es altamente valioso mientras que el de la CGT se hunde en un mar de dudas. El contraste entre el notable grado de movilización popular –tal vez la mayor en la historia del movimiento obrero argentino- y el mensaje de la conducción de la CGT, tendrá más temprano que tarde, consecuencias en las organizaciones y las alianzas, alentando la posibilidad de distanciamientos, rupturas y reagrupamientos. ¿Cómo puede describirse una situación de grave retroceso social sin concretar la medida de fuerza más importante en un plan de lucha? ¿Cómo puede amenazarse con un paro sin que la falta de fijación de fecha aliente los fantasmas sobre la posibilidad de acuerdos, conciliaciones y giros imprevistos? ¿Cómo no sospechar que alguno esté dándole oxigeno a quien justamente se juzga como responsable del drama de los trabajadores, o sea al gobierno nacional? Estos modestos interrogantes tensaron el aire de la gran marcha del 7 de marzo y prometen convertirse en mucho más que simples críticas, sino se despacha un paro general en los próximos días. Para peor, el furcio de Daer, cuadro sindical y político de larga experiencia y formación, sindicando que el paro sería “antes de fin de año” alienta la sospecha de que no se ha sido del todo leal con la realidad. Ellos mismos alientan las teorías conspirativas.

“Si no hay rectificación de la política económica antes de abril, habrá paro nacional” ha sido el mensaje del triunvirato, pero, ¿es razonable la exigencia de la rectificación del rumbo económico, cuando justamente la principal crítica al gobierno nacional consiste en que se trata de un gobierno de empresarios y propatronal? ¿Es razonables hacerlo cuando ya han pasado varios meses del veto a la ley antidespidos, o la violación del acuerdo con los empresarios? Es como pedirle y esperar un favor... del patroncito.



El indice de paritaria propuesto por el gobierno revela con claridad, por si queda algún distraído, sus intenciones: golpear el poder adquisitivo de los asalariados, concentrar la riqueza aún más, y debilitar el mercado interno por vía de la reducción del consumo.

El curso inmediato de los acontecimientos será vertiginoso y decisivo para el futuro de todos, en especial para el triunviro. Y una prueba de fuego para la consigna de unidad de los trabajadores, después de la cual sabremos si se trata de la bandera que guiará el comportamiento de los dirigentes, o si quedará como una frase vacía. La crisis política del sindicalismo argentino es parte de la crisis de representación que abarca a toda la sociedad. Como hemos señalado desde el principio del ciclo macrista, el regreso a la dependencia nos hunde en la crisis generalizada en todos los aspectos de la vida colectiva. De ahí al enojo y la bronca, falta un paso. El título de esta nota podría remitir al lector a esa vieja consigna que llamaba a estar con los dirigentes a la cabeza, o con la cabeza de los dirigentes. El programa de la Corriente Federal de los Trabajadores es una guía, o bien el plan de lucha anunciado por el sindicalismo docente ante la agresión oficialista de no convocar a paritarias nacionales. Entre ellos y lo ocurrido hace horas, se encuentra el abismo sobre el cual hace equilibrio la clase trabajadora entera.

No hay nada perdido pero la situación es difícil y de nada sirve engañarse. Si el triunvirato se suicida políticamente, ¿quién convocará al paro y al plan de lucha? No solo la CGT todavía está a tiempo para ajustar las tuercas, sino también para revertir esta condición de vulnerabilidad en la que su conducción se metió sola o por presiones externas e internas. En las primeras, van a cuenta de los fines políticos del macrismo y del massismo, las dos alas del partido de la dependencia. De las últimas, hay que considerar que el Congreso Normalizador no solo contó con los cuestionamientos del neomacrista Venegas, sino también de Smata, Ferroviarios, Luz y Fuerza, Petroleros y Taxistas. La gravedad del asunto no consiste solo en el descubrimiento de la debilidad de la conducción cegetista, sino que su liquidación no garantiza de ninguna manera un recambio progresivo sino al contrario, podría ser la antesala de un espiral de defección y divisiones en donde el principal perdedor seamos los trabajadores y el movimiento obrero quede de esta manera en la picota de las oligarquías gobernantes. En esta coyuntura, los incidentes del fin del acto son apenas un juego inocente que solo ha servido para la rapiña mediática.

La recomposición de una dirección política del movimiento obrero organizado es indispensable para la formación del frente nacional, de cara al por ahora extraordinario y lejano desafío de ofrecer una alternativa capaz de dar una solución nacional al drama del ajuste y la dependencia. La prosecución de los reclamos gremiales y sociales solo pueden tener viabilidad en tanto confluyan en la integración de un gran y policlasista frente nacional de liberación. Mientras tanto, las autoridades nacionales continúan sin pausa, con su política antipatriótica, antidemocrática y propatronal, confiados en el refugio de los poderes económicos y la cobertura mediática. Para otro momento queda una descripción más precisa de la espesa realidad nacional.



El 8 de marzo.

Pero ahora digamos que la marcha de las mujeres tiene un enorme valor, tanto por su carácter incipiente -esta es la segunda-, sino especialmente por la fuerza y carácter progresivo que la exigencia de la igualdad de género informa en todos los aspectos de la vida social. Tal vez, el de las relaciones del trabajo sea el prioritario, por lo que se justifica ampliamente la participación sindical y el espacio que la condición de mujer trabajadora fue ganando en la convocatoria. También, será importante que este reclamo de democratización de las relaciones sociales sea acompañado por un criterio político superador que despeje cualquier aprovechamiento que el oficialismo intente. Se puede lograr si se levanta como uno de las principales banderas la denuncia de que la prisión de Milagro Sala tiene exclusivos motivos políticos y la exigencia de su libertad. Seguramente, mañana, será también una convocatoria masiva, en donde el pueblo trabajador, ahora con la conducción de las mujeres, volverá a expresar su voz por la igualdad y la democracia contra el actual regimen. Después de todo, con la dirección de las mujeres nos ha ido mejor.

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