lunes, 21 de mayo de 2018

SOBRE LA REVOLUCIÓN TECNOLÓGICA Y LAS CLASES SOCIALES, Por Jorge Luis Cerletti para Vagos y Vagas Peronistas

** La revolución tecnológica que potencia al capital, ¿promete un porvenir próspero o puede llevar a la asfixia del sistema? 

** ¿Cuáles son los alcances de las clases sociales y en particular, los de la clase obrera? 

Esas dos preguntas que figuran en mi artículo “La Posverdad y los Golpes Blandos” (http://vagosperonistas.blogspot.com.ar/2018/05/la-posverdad-y-los-golpes-blandos-por.html), forman parte de los siete interrogantes tentativos allí formulados. Y aunque aquéllos dos parecieran vinculados a problemáticas distantes entre sí, a poco que se encare la cuestión surge una relación que hace pensar. 

La Revolución Tecnológica en marcha, ¿cómo se proyecta al futuro? 

Como es sabido, existen distintas etapas en el desarrollo histórico del capitalismo. Aquí partiré del poder relevante del gran capital en la industria y en la economía real enfocando el rol que cumple la generación de la maquinaria productora de máquinas. El sector I que la produce, resulta clave en la expansión de la riqueza en el mundo. Es el que brinda la principal base material impulsora del desarrollo industrial, ya sea el referido al equipamiento correspondiente al propio sector I y también al destinado a la producción de los bienes de consumo (el sector II). 

Claro está que el desarrollo industrial presupone el sustantivo aporte de la ciencia en general y la aplicada en particular, indispensables para el avance y expansión de la producción. Asimismo, entre los distintos factores que intervienen en el proceso productivo, otro de importancia decisiva es la magnitud del capital invertido. Aquí emerge la cuestión de la concentración del capital cuyos mayores exponentes son las grandes Corporaciones. Éstas resultan esenciales para el poder de las naciones que las representan. Mientras que su gravitación sobre el Estado se manifiesta en la política interna e internacional de las naciones hegemónicas. 

Este mínimo esbozo intenta incursionar en la problemática en torno a los cambios del modelo de explotación y dominación del capitalismo que se insinúa en la actualidad. Porque justamente estamos ante una notable e incipiente recomposición de la producción industrial cuya evolución en marcha todavía es poco evaluable lo mismo que la magnitud de sus alcances a futuro. 

De la primera revolución industrial, pasando por el Fordismo y la llamada tercer Revolución Industrial, (1) hoy nos hallamos frente a lo que se anuncia como la Cuarta Revolución Industrial dado el crecimiento y la gravitación que están alcanzando el desarrollo de la robótica, internet de las cosas y la inteligencia artificial. 

La significación común de las revoluciones industriales consiste en las transformaciones de la producción que multiplican su potencial a la vez que generan cambios socio-culturales y políticos importantes. En este caso, su incidencia estructural trascendería el salto productivo debido a su profundidad innovadora y provocaría una alteración inédita en la vida de la sociedad. La industria sería operada con “obreros por control remoto”, una suerte de “robotización humana” que distorsionaría sus relaciones. 

Si ahondamos en lo sistémico, surgen interrogantes vinculados a sus leyes internas. La explotación del trabajo aplicada a la robotización de la industria, ¿cómo funcionaría en base a una mano de obra incorpórea, vía internet? Y análogamente, ¿cómo operaría en la generación de valor y la plusvalía? Además, la realización de esas mercancías con menos consumidores ¿podría sustentar la producción? Este conjunto de preguntas confluyen a una síntesis con vistas al futuro: la 4ª Revolución Industrial que multiplicará la potencialidad del sistema, ¿alimentará la tendencia a su colapso? 

A la concreción de este serio interrogante, todavía especulativo, se puede sumar a la dinámica de cambios que se viene produciendo alrededor de las clases sociales. Por ejemplo, el deterioro del papel del proletariado en las luchas político-ideológicas contra la explotación y la dominación del gran capital en el mundo. También un sensible aumento de la desocupación robustecería el marginamiento económico social de amplios sectores de las poblaciones. Vale decir, incidirían en el fenómeno de las oleadas migratorias de contingentes humanos producto de la miseria, amén de los que son expulsados por las devastadoras guerras imperiales… 

Las clases sociales y el movimiento obrero. 

El modo de producción capitalista presenta, esencialmente, dos clases sociales que lo distinguen. Los dueños de los medios de producción, la burguesía, y los que venden su fuerza de trabajo, la clase obrera. Ésta es quien los opera materialmente y es explotada por aquélla. Aunque remitirse sólo a ambas resulta insuficiente para determinar la complejidad que presenta la realidad social. No obstante, en el capitalismo donde la economía es fundamental, las clases antagónicas que definen la naturaleza de este sistema explotador, la conforman la burguesía y la clase obrera. 

Ya desde el Manifiesto Comunista de 1848 comienza a visibilizarse el proletariado como la clase revolucionaria antagónica a la de los dueños del capital. Asumida la lucha de clases como el motor de la historia, se desarrolla el socialismo y el pensamiento de Marx que disecará al capitalismo. Justamente, este cinco de mayo se cumplieron 200 años de su natalicio, lapso en el que se multiplicaron las luchas coronadas con el triunfo de la Revolución Rusa (1917) y luego con la de China (1949). Lo opuesto fue la caída del muro de Berlín (1989) que simbólicamente preanunció el derrumbe del comunismo. Y en todo ese período los movimientos revolucionarios y la izquierda en general, reivindicaron a la clase obrera como la clase revolucionaria por excelencia. 

Mucho se ha dicho de la historia transcurrida en estos 200 años pero lo que nos interesa ahora, es reflexionar acerca de los cambios en los últimos tiempos a los que alude el segundo interrogante al inicio de este artículo. Qué cambios significativos se aprecian hoy sobre las clases sociales respecto del pasado y en particular los correspondientes al proletariado. A continuación los abordaré sintéticamente. 

Los movimientos obreros en las naciones dominantes de Europa, sufrieron las profundas heridas de las dos guerras mundiales. Sus principales referentes políticos, la Social Democracia y los Partidos Comunistas, en tiempos y situaciones diferentes, se fueron integrando al sistema. Ese giro abarcó al sindicalismo en general que notoriamente declinó en su combatividad. En EE.UU. las luchas obreras de 1886 en Chicago que dieron origen al histórico 1º de mayo, después desarrollaron un crudo reformismo. Lógicamente, los organismos internacionales auspiciaron tales políticas (OIT. & cia.). Así la clase obrera, en lo fundamental, se limitó a reivindicaciones laborales. En tanto que la gran burguesía hegemonizó la esfera mundial y según los distintos momentos y circunstancias, controló política y económicamente a las naciones. 

Los países periféricos colonizados primero, siguieron dominados económicamente después. No obstante, existen entre ellos claras diferencias y mucho más acusadas con los del “1er. Mundo”. En las naciones dependientes se dieron múltiples procesos de lucha por la liberación nacional en los que el movimiento obrero participó. Luego, fueron derrotados por las dictaduras que allanaron el camino al poder económico concentrado. Contradictorio proceso que en los primeros quince años de este siglo, exhibió el imprevisto resurgimiento de los movimientos populares en Sudamérica a contracorriente de dicho poder económico. Sin embargo y a pesar de esa fisura, éste siempre mantuvo sus privilegios y fortaleza explotadora. Tanto es así que en estos años recuperó el control del Estado a excepción de Bolivia y Venezuela. 

Resumiendo la situación política de las clases sociales, la hegemonía en el mundo del gran capital le ha conferido a la gran burguesía, más que nunca, el rol protagónico. Trasladado al ámbito de las naciones, se refleja en la subordinación que padecen las demás clases y subclases. Lo cual no significa que desaparezcan las diferencias ni las s contradicciones entre éstas. Sólo que las mismas se mantienen dentro del sistema sin que aparezcan signos de ruptura. Y acá se aprecia el deterioro del viejo rol de la clase obrera como actor socio-político anti capitalista. O sea, cuando se planteaba la lucha de clases como motor de la historia y los polos de la contradicción eran burguesía-proletariado. Hoy, semejante antinomia brilla por su ausencia, fenómeno que va aparejado a la carencia de alternativas a este Orden Social. 

Encaremos una somera revisión sobre nuestras experiencias nacionales. El peronismo surge como representante de la clase obrera que política e ideológicamente fue valorizada y que mayoritariamente se identificó con el ideario peronista. La conducción política fue encabezada por su líder, secundado por el aparato partidario y sindical. Derrocado Perón por la “Libertadora” se generaron 18 años de resistencia que culminaron con su tercer mandato (1973-74) con la influencia de López Rega. Después, la sucesión de Isabelita abrió las puertas al triunfo de la dictadura genocida. 

En ese período de la Resistencia la clase obrera cumplió un rol protagónico. También durante ese lapso brotaron con fuerza los enfrentamientos y contradicciones internas que siempre existieron al interior del movimiento. Aquí sólo damos algunos ejemplos que marcan la distancia respecto de esa época. La CGT de los Argentinos (2) creada en 1968 para enfrentar a la Dictadura de Onganía (cayó en 1970) y también a la burocracia retrógrada del vandorismo. El “Cordobazo” y el protagonismo de Agustín Tosco, la FOTIA en Tucumán… En fin, significativas experiencias radicalizadas del movimiento obrero en las luchas por la liberación nacional. Hoy, en contraste, se da la legítima lucha contra la desocupación pero omitiendo su soporte fundamental, la explotación. 

Como es obvio, la situación actual es muy diferente, pero el sindicalismo se ha transformado en una suerte de laborismo completamente distante de su pasado político y eso sin mencionar a sus amplios sectores regresivos. También corresponde señalar que, minoritariamente, existen gremios combativos que defienden dignamente los derechos de sus representados. En síntesis, tanto en lo interno como en lo internacional, el proletariado dejó de ser el motor del enfrentamiento al capitalismo como fue pensado y puesto en práctica en el pasado. Y aún seguimos bajo la égida del gran capital por más que se le arranquen algunas concesiones. 

Conclusión inconclusa…. 

Evidentemente es mucho lo que debemos caminar para construir alternativas al imperio del capital. Este difícil trayecto presenta un escenario plagado de dificultades que fuerzan a agudizar la imaginación y la creatividad. Dicho trayecto incluye múltiples situaciones que no debemos ignorar y fuerzan respuestas cual si fueran las estaciones de un largo viaje. No podemos ser indiferentes al asalto generado por el poder dominante a través del gobierno actual. Y para los “ingenuos” y también para quienes desmerecen el presente en aras del mañana, no hay más que ponderar el regreso a los brazos “fraternales” del FMI. y sus consecuencias. Para evaluarlo, alcanza con releer algunas páginas recientes de nuestra historia. 

A la inversa, los que anclan su política a la pobreza del presente y transforman la sucesión de coyunturas como si fueran una estrategia transformadora, basta con apreciar el sainete mutante de buena parte de los que se auto titulan populares, y en particular, muchos que se llaman peronistas. Está claro que lo que abunda hoy es la oscuridad, valga el oxímoron. La principal respuesta es no bajar los brazos, ni ahora ni nunca. Enfrentar los desafíos actuales y en perspectiva constituye una tarea colectiva irrenunciable. Debemos empeñarnos en esa construcción de lo colectivo. Abrir los brazos y la mente a todos aquéllos que impulsan la justicia social y la igualdad y luchan para desterrar la explotación y la dominación.------- 

Jorge Luis Cerletti (20 de mayo de 2018) 



NOTAS: 

(1) La primer Revolución Industrial a fines del sigo XVIII introduce sistemas de producción mecánica con tracción hidráulica y vapor. La segunda, hacia fines s.XIX - comienzos s.XX, producción en serie, división del trabajo de producción, usos de sistemas eléctricos. Industria química, eléctrica y automovilística. La tercera, Inicios mediados siglo XX, incorporación microelectrónica y tecnología de la información para automatizar toda la producción. 

(2) Para tener un panorama de ese período ver en la revista ”Caras y Caretas” de Mayo de 2018 el artículo de Pablo Galand “Una historia del sindicalismo combativo”.

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