miércoles, 18 de febrero de 2015

EL DERECHO A TENER PATRIA, Por Claudio Javier Castelli






Claudio Javier Castelli
La patria es una cuestión de familia e intereses, parece decirnos repetitivamente la oligarquía argentina.

El pueblo no tiene derecho a tener patria. Patria solo tienen los europeos, los estadounidenses, los judíos, los chinos, los rusos y los japoneses. Todos los demás están al influjo de alguno de los anteriormente descriptos.

Cualquier afirmación de nacionalismo ha de ser considerada “intentos nazis”, y, a veces, “fascismo”.

El peronismo le agregó al preámbulo en la Constitución de 1949: “ratificando la irrevocable decisión de constituir una nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana”. Como siempre burlándose de las élites nuestras, nacidas y criadas al influjo de Inglaterra primero, y de Estados Unidos después.

La patria para ellos es un cóctel en la embajada, donde escribo los wikileaks, que serán publicados, después de la sórdida trampa, después de la íntima charla.

Uno de los significados de patria lo aclara la RAE: Tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos.

He escuchado muchas veces decir, que la patria es la infancia. Mi infancia me lleva a la canción “Aurora”, en pleno gobierno de Onganía, es decir gobiernos militares. No es esa mi patria.
Jorge Luis Borges, el más universal de los argentinos


“Nadie es la patria”, escribió Jorge Luis Borges (Oda compuesta en 1966), en el poema escrito, un día después del golpe militar de Onganía, que depuso el gobierno radical de Ilía.

“Nadie es la patria.


Ni siquiera los símbolos.



Nadie es la patria.



Ni siquiera el tiempo cargado de batallas, de espadas y de éxodos y de la lenta población de regiones que lindan con la aurora y el ocaso, y de rostros que van envejeciendo en los espejos que se empañan y de sufridas agonías anónimas que duran hasta el alba y de la telaraña de la lluvia sobre negros jardines.



La patria, amigos, es un acto perpetuo como el perpetuo mundo. (Si el Eterno Espectador dejara de soñarnos un solo instante, nos fulminaría, blanco y brusco relámpago, Su olvido.)”


La segunda parte del poema, parece definirse:

“Nadie es la patria, pero todos debemos ser dignos del antiguo juramento que prestaron aquellos caballeros de ser lo que ignoraban, argentinos, de
ser lo que serían por el hecho de haber jurado en esa vieja casa.



Somos el porvenir de esos varones, la justificación de aquellos muertos; nuestro deber es la gloriosa carga que a nuestra sombra legan esas sombras que debemos salvar.



Nadie es la patria, pero todos lo somos.



Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante, ese límpido fuego misterioso”.


Las relaciones carnales con Estados Unidos en los noventa neoliberales, nos distrajeron de nuestro propio mundo, nos mancillaron y nos humillaron, no queremos repetir ese infame recuerdo.

Sin embargo acecha la Unión Democrática.

Borges en la “Oda compuesta en 1960”, dice:



“Patria yo te he sentido en los ruinosos ocasos de los vastos arrabales
y en esa flor de cardo que el pampero
trae al zaguán y en la paciente lluvia
y en las lentas costumbres de los astros
y en la mano que templa una guitarra
y en la gravitación de la llanura
que desde lejos nuestra sangre siente
como el britano el mar y en los piadosos
símbolos y jarrones de una bóveda
y en el rendido amor de los jazmines
y en la plata de un marco y en el suave
roce de la caoba silenciosa
y en sabores de carnes y de frutas
y en la bandera casi azul y blanca
de un cuartel y en historias desganadas
de cuchillo y de esquina y en las tardes
iguales que se apagan y nos dejan
y en la vaga memoria complacida
de patios con esclavos que llevaban
el nombre de sus amos y en las pobres
hojas de aquellos libros para ciegos
que el fuego disperso y en la caída
de las épicas lluvias de setiembre
que nadie olvidará, pero estas cosas
son apenas tus modos y tus símbolos.

Eres más que tu largo territorio
y que los días de tu largo tiempo,
eres más que la suma inconcebible
de tus generaciones. No sabemos
cómo eres para Dios en el viviente
seno de los eternos arquetipos,
pero por ese rostro vislumbrado
vivimos y morimos y anhelamos,
oh inseparable y misteriosa patria”.

El poema es bellísimo, difícil conciliar, el verso: “y en la vaga memoria complacida de patios con esclavos que llevaban
el nombre de sus amos”;
el solo hecho que Borges hable de esclavos en 1960, es deleznable. Con sus limitaciones ideológicas amamos a Borges, y lo consideramos el más universal de los argentinos.

En estos dos poemas hay elementos profundísimos para considerar la patria. No es algo reservado a las estatuas, las bandas militares, los símbolos, sino algo vital, indisimulable, íntimo, como una charla en un café, con amigos tangueros.

“Epicas lluvias de septiembre
Que nadie olvidará”


Borges, como se sabe, no era peronista, pero nosotros peronistas, lo reivindicamos como nuestro, porque en su verso cifra, una historia y destino común de aquello que nosotros somos, en un ser “eso que nadie puede definir: argentino”.
De esa mezcla tana, gallega, rusa, judía, paraguaya, uruguaya, chilena, boliviana, hay una historia y un destino común.

Ese destino nos condena inexorablemente y geopolíticamente a Latinoamérica, y desde ahí, tenemos que mirar el mundo, de nuestra política exterior.

Pero hay un panóptico indescifrable, que niega el derecho a reconocernos, en nuestro derecho a tener patria.

El comunicado que el Ministerio de Relaciones Exteriores dirigió a Estados Unidos e Israel, ayer 17 de Febrero de 2015, muestra la puja en nuestro país de potencias extranjeras:

“El pueblo argentino no tiene que tolerar, y mucho menos sufrir, que su país sea un teatro de operaciones políticas, de Inteligencia, o peor aún, de hechos y acciones más graves, por conflictos que le son completamente ajenos a su historia, a su idiosincrasia y a sus costumbres”, dice el pasaje más fuerte de la nota entregada ayer a los embajadores de los Estados Unidos e Israel en la Argentina para ser remitida al secretario de Estado, John Kerry, y al ministro de Relaciones Exteriores, Avigdor Lieberman, respectivamente. La causa de estas operaciones, explica la carta, serían las divergencias surgidas entre Estados Unidos e Israel para cerrar el acuerdo sobre temas nucleares entre los miembros del Consejo de Seguridad más Alemania y la República Islámica de Irán. (Página12, 18.2.15).

En Estados Unidos e Israel odian una Latinoamérica unida, en su reivindicación nacional particular y colectiva, puesto que es más fuerte y proclive de ver los crímenes de la política exterior norteamericana, y el Estado de Israel de fronteras móviles, que masacra al pueblo palestino.

Entonces cualquier reclamo patriota, cualquier demanda nacionalista, es vista como un reclamo “nazionalista”.

Frente a esa opción, exigimos el derecho a tener patria. Que se queden tranquilos, nadie ha de cerrar las fronteras, en un mundo globalizado. Pero se protegerá la vida económica, cultural y política de los argentinos. Y se defenderá una alianza latinoamericana.

¿Qué esperamos para el Banco del Sur?

Otro gran poeta argentino Ricardo Molinari, olvidado, siempre olvidado, y a quien consideramos el lírico más alto en lengua castellana, en poemas como “Barranca Yaco”, “Lavalle”, u “Oda a un soldado”, hace visible un país nuestro, como ha sido a veces, nuestro exilio interior, salvo en los gobiernos irigoyenistas, peronistas, y kirchneristas.
Ricardo Molinari, el lírico más alto en lengua castellana


En los versos límpidos y austeros, de la “Oda de un soldado”, vuelve la patria amiga y querida, a decirnos porque le tenemos derecho.

A veces la patria duele tristemente, igual a una veste
sucia y ardida;
la juventud es lo útil,
lo entrañable ofrecido al error.
Otros son los que llevan las hierbas, el humo de la
historia,
los laureles, el orgullo de las familias.
Por allí, quedará alguna madre tirando
de la pobreza. Aguaitando por una puerta.
¡Ninguna razón vale un hombre muerto!

Yo me entiendo con mis enemigos bebiendo un vino,
u oyéndoles cantar. ¡No quiero la sangre de un
congénere!,
ni su pobre tierra, su ropa trabajada, ni su mujer, que
se quedan
/mirando tanta luna, el gran espacio y siempre
olvido.

Los otros recibieron los campos y pusieron estacas,
los árboles espinosos, los alambres,
y marcaron las haciendas chúcaras, y los demás, el
abandono, las
/voces deshechas y los perros.
Y en las salas llenas de ancianas damas que hablan de
la patria, del
/honor, de la gran estancia que es la nación,
arrogantes,
que nunca limpiaron una venda, ni lloraron a los
degollados tirados
a un bañado, al cangrejal hambriento,
pasan la vida.

A los argentinos nos gustó la sangre, terminar
pronto y llevar los ojos al horizonte,
a la infinita sombra del ocaso,
a la limpieza de estar vivos todavía,
y apagamos la llama de los fogones con la bota,
y la flor maldita con la montura.

Y allá en Dolores, quedó la cabeza de Castelli,
volteando en el vacío,
y el viento trotaba por los cuartos perdidos, silbando.
En la plaza de Tucumán hay una piedra y unas letras,
allí estuvo la de Marco
/Avellaneda,
Con la noche acantilada en sus cabellos, aturdida
y sola.

Volvemos al principio, hemos reunido a dos grandes poetas argentinos: Jorge Luis Borges y Ricardo Molinari.En ambos hay un dolor antiguo y sereno, una nostalgia. A la larga conversación entre ellos,a la manera en que Borges simuló un encuentro con Leopoldo Lugones, en un prólogo famoso, nosotros batimos un contrapunto, cuyas voces se escuchan, a través de los parlantes de la computadora, repitiendo un eco, de más de doscientos años.

Lejos queda la conocida frase de que el “patriotismo es la menos perspicaz de las pasiones”. Porque el hombre común, ama su patria, y el hombre culto, es tan dado a humillarse ante extraños, de una nación lejana. Tal vez, porque el sentimiento patriota no requiere ninguna preparación especial, es democrática, cualquiera puede sentirla. Pero para el hombre común es un deber amarla, para el hombre culto es un deber como los “tordos que quieren empollar en nido ajeno”.

Cuánto del regreso al nacimiento, hay de los hombres cultos vueltos hacia la patria, es un regocijo, porque “yo soy como el hornero y me retobo, mi patria es mi nido y la defiendo”.

Se quiere distinguir entre patriotas y patrioteros. Estos últimos “alardean excesiva e inoportunamente de patriotismo” (RAE).

Esa inoportunidad en el tiempo, y el espacio, es la que hace de un gesto, su impropiedad, su tiranía, su desdicha. El patriotero abusa de un derecho, no porque la patria deba ejercitarse sobriamente, sino porque, como en las propagandas de Cerveza Quilmes, se alardea de una amistad que no se tiene. Es una mera máscara. La patria es sencilla, como Atahualpa Yupanqui.

El derecho a tener patria es un derecho humano (Pacto de San José de Costar Rica, artículo 19).

Y su derecho se ejerce, como aquel personaje de Borges, que era capaz de “jugarse la vida, sin levantar la voz”.



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