sábado, 19 de marzo de 2016

BARAJAR Y DAR DE NUEVO PARA ORGANIZAR EL MOVIMIENTO NACIONAL, Por Norberto Galasso (Fuente: Señales Populares-Enero/Febrero de 2016)

Norberto Galasso


(EDITORIAL DE NORBERTO GALASSO EN SEÑALES POPULARES)

Barajar y dar de nuevo para organizar el movimiento nacional.


Estamos asistiendo al retorno de aquellos que condujeron a la Argentina a lo que se llamaron “Décadas infames”, aunque ésta se halla muy lejos de alcanzar una década por la incapacidad manifiesta de los hombres del gobierno. Pero el panorama general resulta altamente preocupante para el campo popular. Quienes apoyamos a los gobiernos kirchneristas desde una perspectiva independiente y no dejamos de observar vacilaciones y errores, confiamos, sin embargo, en la posibilidad de profundización de las transformaciones iniciadas, en la misma línea que se producían en otros países de América Latina. No imaginamos, en el 2011 (con el 54% de los votos, y el segundo sólo el 18%) que nos íbamos a encontrar con este 2016 y que muchas conquistas logradas se empezaban a perder, como si el reloj de la historia, de improviso y ante nuestra perplejidad, hubiera enloquecido y empezado a mover sus agujas en sentido contrario, retrotrayéndonos a luchar por conquistas que estimábamos sólidas, por no decir, definitivas. Ahora nos encontramos con un panorama imprevisto: los gerentes de distintas expresiones del imperialismo ocupan todos los ministerios, con ruidoso festejo de las agencias periodísticas internacionales y de los gobiernos más reaccionarios del mundo. Aquello que parecía haberse desterrado -por “zoncera”- de la sociedad, liquidado por las más amplias mayorías con sus banderas nacionales y populares, aparece una y otra vez en las pantallas televisivas, en boca de periodistas mercenarios
y en las declaraciones de los más altos funcionarios. No estamos para bromas pero es cierto que la represión está en manos de Patri-CIA Bullrich y que la posibilidad de juicios –que van a una Justicia integrada, en gran parte por jueces y fiscales del viejo régimen– proviene de una servidora de la embajada norteamericana para la cual tuvo que dictarse una ley especial que la habilitase dada su carencia, no sólo de antecedentes, sino hasta de título profesional. A la Argentina ha vuelto “lo pérfido” del pasado y este Lopérfido de ahora es tan coherente que viene del brazo de su esposa, Esmeralda Mitre, descendiente del padre de la Argentina oligárquica. Ex CEOS de las principales empresas imperialistas del mundo están manejando las áreas desde donde negociarán, en nombre de la Argentina, con las empresas donde fueron gerentes ayer mismo. En pocas semanas se ha producido una fabulosa redistribución de ingresos hacia los sectores oligárquicos y en perjuicio de los sectores populares. Economistas del más acendrado liberalismo conservador dominan los distintos lugares donde se juega el destino de la Patria. Antes, requeríamos para la política económica, haber leído a Scalabrini Ortiz o por lo menos, a Keynes, ahora es suficiente haber sostenido una manija del féretro de Amalia Fortabat y tener la bendición del J. P. Morgan para adoptar decisiones económicas trascendentales o se requiere haber sido procesado por el megacanje para presidir el Banco Central. Ahora, se va a negociar el saldo de la deuda externa pendiente y de los dos lados de la mesa de negociación estarán los mismos representantes del neoliberalismo que produjeron esa deuda y acordarán seguramente porque responden a un mismo patrón internacional. Pero lo más grave aún es lo que estamos viendo en el escenario político. De aquel viejo radicalismo conspirativo que conducía Yrigoyen en 1905, 1916 o 1930 quedan apenas un reducido grupo de veteranos del comité –que se expresa en Leopoldo Moreau– tambien Leandro Santoro y la gente de la nueva FORJA, y por su origen, podríamos decir que en Carlos Raimundi, mientras aquellos furibundos muchachos de la Coordinadora alfonsinista se integran amablemente al nuevo régimen. Pero más grave aún es lo que ocurre en gran parte de la dirigencia del peronismo (llamémosle PJ o kirchnerismo, es en definitiva el peronismo, aquel del 17 de octubre, de la resistencia, de los Jotapé, de las banderas fundamentales de Perón y Evita). Nadie puede dudar que el peronismo como sentimiento nacional, antiimperialista y popular, sobrevive en millones de corazones pero no nos hagamos trampas: el peronismo, según lo dijo el propio Perón debería ir “con sus dirigentes a la cabeza o en su defecto, lo harían las bases llevando la cabeza de sus dirigentes”. Ese peronismo, como también lo dijo Perón, debía tener como columna vertebral del frente de liberación a la clase trabajadora. Hoy hay cinco CGTs, hay sindicalistas amables y conciliadores –por no usar términos más graves– y se ha perdido la elección en zonas industriales como el conurbano bonaerense o Córdoba, que si bien tiene muchos chacareros también tiene muchos obreros por lo que resultan inexplicables las cifras de la última elección. Esto no se reemplaza con una organización juvenil –por más simpatía que nos provoque– ni en las urnas ni en la capacidad para “inmovilizar” el país si el enemigo continúa destruyendo las conquistas logradas. Celebramos el ingreso al campo nacional de “los nuevos”, generalmente jóvenes –ajenos a las trapisondas y conciliaciones de algunos viejos dirigentes– pero su aporte no es suficiente si no viene del brazo de los trabajadores. No se trata de discutir si kirchnerismo o PJ. Ni tampoco si las autoridades se designan por voto directo o por arreglos de cúpula. Se trata de reconstruir el Frente de Liberación Nacional y eso no lo puede lograr el kirchnerismo si no se entronca con las bases obreras y tampoco los viejos dirigentes del PJ que en muchos casos se encuentran hoy reviviendo su menemismo de ayer. Desde ambos sectores parece haberse olvidado que el campo popular contó con figuras cuyas enseñanzas son fundamentales: desde Jauretche, Scalabrini Ortiz, Hernández Arregui y Cooke hasta Amado Olmos, Germán Abdala y Di Pascuale, y por supuesto Perón y Evita, nombres que no se enarbolan en las tétricas e inútiles discusiones de “Intratables”o de otros sainetes televisivos. Así como asistimos a la agonía del radicalismo, hay indicios de que asistiremos al olvido de las viejas banderas en el que se fundó el movimiento popular más importante de América Latina, desde 1945 y durante décadas.
No hay autocríticas, no hay recupero de viejas enseñanzas y eso ocurre a menudo en la historia. Pero más allá de los nombres –en un país donde la izquierda tradicional continúa en el mundo de la luna y le da lo mismo Scioli que Macri, es urgente reconstruir el Frente de Liberación Nacional, juntar a los dispersos, reanimar a los deprimidos, echar a los corruptos y traidores, dar forma organizativa a esa fuerza que revelan los autoconvocados en las plazas, recuperar lo mejor de los distintos sectores para enfrentar esta arremetida de la derecha, bendecida por el imperialismo. Es necesario echar en saco roto las pequeñas disidencias, los antiguos roces y reunificarse poniendo por delante, como siempre, la Liberación Nacional en un camino de cambios revolucionarios. Son tantas las barbaridades que comete el gobierno actual que ello facilita el realineamiento de las fuerzas populares, de todos aquellos que más allá de las formas o las denominaciones, estén dispuestos a dar lucha por una Argentina liberada en una América Latina que también está dando su pelea. El que fue un día el más poderoso movimiento antiimperialista de América Latina debe regresar al escenario en la plenitud de su fuerza y de su conciencia, sin supuestas “masas” ni gritones “bárbaros”, ni gobernadores e intendentes sólo preocupados por la coparticipación ni el régimen tributario. En una sola negociación, “los buitres” se llevan a la Argentina, es decir a las mayorías argentinas que le dan vida día a día con su trabajo. “Seamos libres” proclamó San Martín. “Barajar y dar de nuevo” enseñó Jauretche. “América Latina libre, unida e igualitaria” reclamó Manuel Ugarte

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