lunes, 27 de julio de 2015

CONSIDERACIONES SOBRE LA HEGEMONÍA -PARTE II-, POR JORGE LUIS CERLETTI

JORGE LUIS CERLETTI



El 9 de junio Página 12 sacó otro artículo de Jorge Alemán, “Capitalismo y hegemonía: Una distinción clave” y el 14 de junio el mismo diario publicó “El kirchnerismo es una fuente de inspiración”, entrevista a Chantal Mouffe que aborda una temática similar.

Aquí tomo ambas publicaciones como disparadoras de las ideas expuestas en este trabajo que continúan con las reflexiones iniciadas en “Consideraciones a propósito de la hegemonía” que escribí hacia mediados de mayo.



1) Sobre el artículo de Aleman del 9 de junio.



La caracterización que hace del Capitalismo en su sección inicial resulta clara aunque sobre las tres conclusiones que expone aparecen algunas aseveraciones opinables. Comparto su 1er, conclusión en la que afirma que el capitalismo no colapsará como producto de sus contradicciones internas (vieja tesis mecanicista), sino de la acción de los pueblos… (generalizo). Relativo a la 2ª, estoy en desacuerdo cuando le atribuye al capitalismo “un movimiento circular que vuelve siempre al mismo lugar” (ver después mi enfoque) y concuerdo con lo que luego dice de su naturaleza expansiva y sobre sus efectos característicos. En la 3ª insiste con el movimiento circular del capitalismo pero me parece acertado cuando señala sus ilimitadas proyecciones y la carencia de límites que hacen impensable, según esa lógica, un exterior a la realidad capitalista.
JORGE ALEMÁN


Ahora bien, antes del final de la sección plantea una paradoja y un problema de fondo que se vinculan al tema de la hegemonía que aborda después. Referente a ello, transcribo el párrafo que me genera ciertas dudas o discrepancias: “…estamos frente a una paradoja que se nos presenta como una elección forzada y problemática…Por un lado el capitalismo es una realidad histórica, y por lo tanto no es eterno, no es el final ni el último escalón de la realidad al cual la historia de la humanidad nos condujo, por otro, hay serias dificultades para concebir su salida, para nombrar históricamente su exterior y para adjudicarle a la historia un `progreso´ que nos llevaría a un nuevo mundo.” Nombrar un exterior al capitalismo remite a una ausencia cuya encarnación supondría una ruptura con aquél. Luego, “concebir la salida” del capitalismo cobra sentido si implica un protagonismo político capaz de engendrar ese “exterior” inexistente hoy, o sea, apuntaría a un proceso de creación de un nuevo orden social. Además, lo de “adjudicarle a la historia un `progreso´…” se presta a confusión porque, referido al futuro, recién cobraría entidad después de la emergencia de los hechos, sino la historia devendría sujeto y no la escritura de los hechos y procesos. Los cuales, obviamente, dan lugar a interpretaciones que a la vez forman parte de las luchas políticas que son las que, en realidad, “hacen historia.”

A continuación y antes de entrar en la problemática de la hegemonía, establece un par de afirmaciones de rico contenido para abordar este período doblemente crítico que exhibe el afianzamiento del capitalismo asociado al derrumbe del socialismo. Veamos: “…hay que admitir que estamos frente a una dominación que se ha `naturalizado´ de tal modo que su poder mayor es presentarse como invisible y consustancial al propio sujeto. De allí, el grave problema que surge cuando se trata de buscar políticas radicales que permitan al menos pensar en una posible Emancipación que, a diferencia de las llamadas `revoluciones socialistas´, no está avalada por ningún programa ni científico ni objetivo.” Pienso que ambas afirmaciones son importantes referidas a este período complejo con más interrogantes que respuestas. Contienen una justa y doble crítica: a la naturalización cultural política que construye el poder dominante y a la ilusión de un socialismo emergente de leyes científicas. Y ahora enfoco la hegemonía donde aparecen algunos enunciados que expresan una visión diferente a la mía.

2) Hegemonía II.



Dice Alemán: …(el) el problema de la Hegemonía en su constitución lógica, es decir cuando no la confundimos con una mera voluntad de poder o de acumulación sin más de participantes, en definitiva, cuando la separamos de toda connotación instrumental, se nos impone una distinción decisiva. El poder del capital no es hegemónico. Somos concientes de que esta propuesta paradójica se aparta de la teorización clásica de la Hegemonía.” No estoy de acuerdo con su “teorización” porque las explicaciones posteriores no resultan convincentes.

Aclaremos de entrada que el capital supone una relación social entre sus poseedores y el resto de la sociedad, en especial los trabajadores que son sus nutrientes indispensables. Y por más recursos “filosóficos” que se aduzcan, en la actualidad el capitalismo se ha consolidado urbi et orbi. Ergo, el poder del capital es el basamento de su hegemonía y esto no admite mayores objeciones. En cualquier orden social, ni qué decir en el capitalismo, se da la lucha entre los distintos sectores y agentes por imponer su política sobre el conjunto de la sociedad. Ése es el terreno en el que se disputa la hegemonía con toda su dinámica que remite e implica a los diversos actores y momentos, a sus liderazgos y alianzas, a sus pugnas que incluyen los distintos niveles que entraman la vida social. Y dentro de dichos niveles, en el sistema capitalista se destacan las relaciones económicas que, sin ser excluyentes, son de gravitación decisiva.

No es casual que en la esfera mundial se imponga la hegemonía de las Grandes Corporaciones que directa o indirectamente controlan la política de la mayoría de las naciones, comenzando por las principales potencias. Lo cual no significa que desaparezcan las luchas y enfrentamientos, todo lo contrario, cuanto mayor es el peso de la dominación aumentan los conflictos y las resistencias aunque, si éstas son aplastadas, se genere la hibernación de las mismas. Mas, las resistencias no se extinguen y no bien aparecen brechas y/o crisis resurgen con menor o mayor fuerza. Por ejemplo, en este siglo se dieron en Latinoamérica grandes movilizaciones y emergieron varios gobiernos populares que crearon fisuras políticas al reinado del gran capital, dominador absoluto en los noventa. Esto, en lo coyuntural, muestra que las luchas pueden alterar la hegemonía omnímoda del gran capital. Sin embargo, es clave comprender que dichos gobiernos, aún los más radicalizados, no rompieron con el orden sistémico del capitalismo. Por tanto, se mantiene la hegemonía económica de los grupos concentrados que intenta ser contrarrestado con el control relativo de algunos resortes del Estado. Tal contradicción instala la incertidumbre en torno a las perspectivas de aquellos gobiernos que también es extensiva a la oposición que surge en Europa al calor de los nuevos movimientos y partidos. Un penoso antecedente de tal problemática fue la rendición de Syriza ante los poderes hegemónicos europeos, caso al que retornaré luego.

Respecto de la “homogeneización imperante en el orden del Capital” que da por sentada Alemán, es discutible y merece aclaraciones. Resulta admisible a nivel sistémico (1) al considerar la estructura dominante de cualquier Orden social. En cambio, si se incursiona en lo situacional donde las luchas sectoriales en pos de la hegemonía cobran cuerpo, las contradicciones y las diferencias alcanzan relevancia. El poder que logran acumular los sectores dominantes y la debilidad de quienes se le oponen es directamente proporcional a la fortaleza de la hegemonía que ejercen aquéllos. Para lo cual influye el grado de “homogenización” (o de acuerdos) de los intereses hegemónicos que son inversamente proporcionales a sus contradicciones y conflictos. De esto último sobran los ejemplos históricos. Basta con recordar las duras disputas entre la oligarquía tradicional y las burguesías ascendentes en nuestro país en las últimas décadas del s.XIX y la primer mitad del s.XX.

Luego, apelar a la diversidad de las demandas en la sociedad como irreductibles y demostrativas de lo paradójico frente a la mentada “homogenización imperante en el orden del capital”, es una asociación improcedente. Por cierto que la homogeneidad no se adecua a la hegemonía pues lo fundamental en ésta remite a lo situacional con sus múltiples conflictos y variados enfrentamientos. Mientras que la “homogenización” del capital prevalece en lo sistémico aunque existan pujas hegemónicas entre el capital financiero y el industrial (problemática vigente en la actualidad). Son dos niveles distintos e interrelacionados que no ameritan “paradojas” ni forzamientos.

Lo que parafraseo a renglón seguido creo que incurre en esto último: “…aunque hablemos coloquialmente de `Hegemonía neoliberal´, `Hegemonía de la derecha´,etc., en un sentido estricto es necesario diferenciar el funcionamiento homogéneo, constante, circular y sin vacío del Capital, (2) de la Hegemonía que nace siempre agujereada, fallida e inestable, y que nunca podrá ser circular como el Capital.” Las características que subrayé y que atribuye al Capital, no se avienen a su realidad ni a su funcionamiento que dista de aquellos atributos. Por ejemplo, los cambios entre el modelo de acumulación fordista y el que se instala en los 70/80, no exhiben constancia ni circularidad sino que son producto del agotamiento del modelo anterior. Asimismo, ensayando una interpretación inversa a la de Alemán, asimilaría el “vacío” que él descarta para el Capital y se lo adjudicaría al estrangulamiento de la tasa de la ganancia cuando tiende a cero (retrocedería a la “prehistórica” reproducción simple). Sin extremar, éste sería un ejemplo de sus contradicciones a nivel sistémico. La Revolución industrial y la Revolución tecnológica, son etapas no homogéneas que podrían considerarse discontinuidades del Sistema motorizadas por su legalidad interna (lo ciertamente homogéneo). Y no hay que confundir lo cíclico con lo circular. Lo cíclico en la acumulación del capital genera un proceso espiralado y no circular. De este tipo de equívocos procede la errónea afirmación que originó mi precedente crítica en torno a que “El poder del Capital no es hegemónico.”

Una última y escueta observación sobre este artículo. Dice: “No hay ninguna singularidad del sujeto que no proceda del Común de la Lengua y de esa diferencia absoluta, es que puede surgir la igualdad.” Pienso que es una afirmación insustancial pues el “Común de la Lengua” es una generalidad absoluta que deja en la indefinición tanto a la singularidad del sujeto como a la Igualdad.



3) Acerca de la entrevista a Chantal Mouffe: Capitalismo y hegemonía.
CHANTAL MOUFFE

Chantal Mouffe se ha destacado por trabajar sobre hegemonía y populismo (también en dúo con Ernesto Laclau). Esta entrevista que el 14 de junio publicó Página 12, es una suerte de divulgación de sus ideas aplicadas a la valoración de partidos y movimientos políticos actuales. Del diálogo periodístico se desprende su concepción acerca del Capitalismo, el populismo y la democracia, enhebradas por la cuestión de la hegemonía que es el tema que motiva mi artículo. En este punto me interesa destacar su mirada en torno al Capitalismo, base fundamental e indisociable de las demás cuestiones. En ese aspecto lo que expresa Ch.Mouffe me parece superficial y poco feliz en la valoración del capitalismo si se lo compara con los planteos de Alemán.

Considero ahora la Introducción de su libro “Agonística” (FCE, 2014) (3) pues resulta clara respecto de su postura. Empezaré por extraer de allí algunos conceptos para luego asociarlos con pasajes de la entrevista vinculados a su aplicación concreta. Veamos:

Al inicio da un par de definiciones que permiten encuadrar su enfoque: “Con `lo político´ me refiero a la dimensión ontológica del antagonismo, y con `la política´ me refiero al conjunto de prácticas e instituciones cuyo objetivo es organizar la coexistencia humana.” (p.16) Vale decir que “lo político” remite al antagonismo como una esencia del ser humano y la sociedad, mientras que “la política” posibilita “organizar la coexistencia humana”. En una palabra, ésta es la encargada de controlar lo “inerradicable” del antagonismo, de fijarle límites aptos para la convivencia de la institucionalidad democrática. Así lo define luego: “…una tarea clave de la política democrática es proporcionar las instituciones que permitan que los conflictos adopten una forma `agonista´ donde los oponentes no sean enemigos sino adversarios entre los cuales exista un consenso conflictual.” (pág.16) Traducido: conflictos sí, pero enemigos no, adversarios “agonísticos”. Desde ese planteo, la confluencia de las demandas populares pueden configurar una hegemonía favorable al pueblo, en el que la democracia se radicalice y se construyan “instituciones más democráticas y más igualitarias”. Esto vale en el plano coyuntural en el que la gestión de gobierno puede alcanzar logros en ese sentido. Mas, el problema fundamental subsiste y es el carácter del Estado Capitalista inmerso en relaciones mundiales de ese signo que limita y constriñe los eventuales logros coyunturales. Y aquí aparecen contradicciones significativas. Mientras la democracia realmente existente presenta resquicios para actuar lo apuntado, ampara la existencia del poder económico dominante que condiciona a los gobiernos y moldea a la mayoría de ellos. Asimismo, en países como el nuestro en los que las dictaduras genocidas hicieron verdaderos estragos, la “democracia” resulta un indudable resguardo de la violencia reaccionaria. Empero, dicho resguardo legitima a los dueños del poder real que siguen realizando sus negocios y operando abierta o encubiertamente en todos los niveles. De ese modo los verdaderos enemigos del pueblo se disfrazan de demócratas mientras hacen uso de su poder de compra y de su solvencia mediática.

Más adelante surgen otros sesgos de su postura, afirma: “El enfoque revolucionario tradicional, que ya ha sido prácticamente abandonado,…” y lo descalifica sin señalar las causas ni las contradicciones que portaba semejante proceso histórico. Tampoco evalúa los alcances actuales del capitalismo que coronó su hegemonía mundial. Y luego de criticar a los que rechazan la democracia representativa, fija su postura: “…aceptar la negatividad radical implica no sólo reconocer que el pueblo es múltiple, sino también que está dividido. Dicha división no puede ser superada; sólo puede ser institucionalizada de diferentes maneras, algunas más igualitarias que otras. De acuerdo con este enfoque, la política radical consiste en una diversidad de acciones en una multiplicidad de ámbitos institucionales, con el fin de construir una hegemonía diferente. Se trata de (…) un proceso de radicalización de la democracia: la construcción de instituciones más democráticas y más igualitarias.” (pág.17)

Esta propuesta sigue exhibiendo un déficit en su argumentación que deriva de subestimar la naturaleza real del capitalismo dominante. Éste se impuso en virtud de un victorioso antagonismo que explotó contradicciones, limitaciones y distorsiones internas del Campo Comunista. Antagonismo reflejado en la Guerra Fría, fenómeno que mostró la potencia económica del capitalismo y su agresividad que produjo guerras localizadas e intervenciones de distinto rango para liquidar diversos procesos de liberación nacional. En consecuencia, esos enfrentamientos remitían a un sostenido antagonismo donde sus agentes no eran “adversarios” sino auténticos enemigos.

Ahora bien, cabe diferenciar el carácter de las contradicciones. Si surgen de la oposición al sistema capitalista o si devienen de mitigar sus peores efectos arrancando concesiones al poder del capital concentrado. Esto supone un gran abanico de luchas sectoriales y de opciones políticas. Cuanto más radicalizadas sean estas últimas, más virulentos serán los enfrentamientos y el nivel de violencia, manifiesta o solapada. Según las formas que revistan y de los distintos momentos y circunstancias políticas que atraviesen, variarán los niveles de enfrentamiento.

Es dentro de ese amplio espectro donde se libran diferentes luchas por la hegemonía. El posicionamiento ante el poder dominante indica la ubicación política de los diversos protagonistas. Cuando se intenta oponerse a su imperio excluyente, la disputa por la hegemonía tiende a crearle una fisura política al poder del gran capital interno-externo que, sin embargo, conserva su hegemonía estructural. Un ejemplo de esta contradicción irresuelta la tenemos con la emergencia del kirchnerismo en nuestro país. Y aquí se instalan interrogantes acerca de su futuro: si mantendrá su hegemonía, si profundizará sus conquistas, si se aggiornará o terminará siendo eclipsado. Incógnitas que también se pueden aplicar a los países sudamericanos afines que intentan coordinar sus políticas para controlar al gran capital y poner dique a las ambiciones de EE.UU, de las grandes Corporaciones y a la agresividad del capital financiero.

Avancemos un poco más. Cuando dice “Se trata de (…) un proceso de radicalización de la democracia: la construcción de instituciones más democráticas e igualitarias”, implica una lucha en la que, abierta o encubiertamente, están en juego contradicciones antagónicas. Las reivindicaciones del campo del pueblo chocan con los designios del enemigo que vive de la explotación y la dominación las que defiende a rajatablas. Otorgarle el status de adversario a semejante enemigo, sería como confiarle una escribanía a un connotado estafador…

A propósito, hoy tenemos un ejemplo cabal con el desangramiento de Grecia y su lamentable desenlace. Transcribo a continuación pasajes de la entrevista a Ch. Mouffe:

“…tanto Podemos como Syrisa son movimientos que no rechazan la democracia representativa y buscan inscribirse en la lucha democrática tradicional. Quieren transformar las relaciones del poder de forma fundamental, es decir, se trata de una lucha hegemónica. Podemos y Syrisa luchan contra la hegemonía del neoliberalismo por medio de la lucha democrática. Es una estrategia de radicalización de la democracia, lo que yo llamo un populismo de izquierda.”

En primer lugar, las luchas hegemónicas abarcan un arco político muy vasto en el cual se inscribe“... transformar las relaciones del poder de forma fundamental,” Ese planteo de enfrentar al poder hegemónico supone también oponerse al capitalismo. Por lo tanto, el impulsar transformaciones fundamentales entra en contradicción con la lucha democrática tradicional. Al respecto, tomemos el caso de Syrisa que puso como ejemplo Chantal.

La víspera del 14 de julio (¡aniversario de la Revolución Francesa!) tomó estado público la capitulación de Tsipras y buena parte de su partido, Syrisa. Poco antes, el 5 de julio, se realizó el referendum, carta que había jugado para definir si se aceptaba el feroz “ajuste” impulsado por la troica europea (con Alemania a la cabeza). Se dirimía el Sí a dicho ajuste o la oposición al mismo asumiendo la soberanía de Grecia en nombre de los sectores populares oprimidos y exprimidos. En el discurso de convocatoria al referendum nacional, declaró: “El objetivo por el que estábamos negociando con nuestros socios (sic!) era poner fin a la austeridad, y permitir así que la prosperidad y la justicia social regresaran a nuestro país.” (…) “Han demandado que el gobierno griego acepte una propuesta que suma una nueva carga insostenible sobre el pueblo griego y que socava la recuperación de la sociedad y la economía griegas. Una propuesta que no sólo perpetúa el estado de incertidumbre, sino que acentúa aún más las desigualdades sociales.” (Página 12 del 29/6/15).

Después ganó el No con el 61 % de los votos, o sea, se impuso la “demanda popular” que resultó “hegemónica” en la sociedad frente a los dictados del poder súper concentrado europeo. O sea, en esa elección nacional “triunfó la Democracia” sobre los designios de los grupos de poder que controlan y administran Europa. Menos de diez días después, se produjo la capitulación de Tsipras defraudando a su pueblo y desnudando a su fallida “Democracia”. Se rindió ante los amos que le exigieron la profundización del ajuste que recrudeció aún más después de su amago de rebeldía. “Crimen y castigo”.
ALEXIS TSIPRAS Y LA TRAICIÓN

Esta triste experiencia no descalifica a las luchas por la hegemonía que se libran dentro del marco de la democracia. Pero sí las sitúa en función del carácter de las disputas, la naturaleza de los protagonistas y su fidelidad con lo sistémico. En ese sentido la “tragedia” griega demuestra el poder mundial de las Corporaciones y los países dominantes y transparenta la hegemonía del gran capital. También ilustra las limitaciones y contrabandos que porta la representación constitutiva de las democracias realmente existentes, salvo en ciertos momentos y honrosas excepciones. Y aquí retorna con fuerza la diferenciación entre lo sistémico y lo situacional.

Esto también tiene que ver con lo que Chantal llama “populismo de izquierda” y pone de ejemplos a Podemos, Syriza, el kirchnerismo y otras experiencias latinoamericanas. Dice: “Sin Podemos el movimiento de los indignados hubiese desaparecido. Y aquí volvemos al kirchnerismo y a otros movimientos de América del Sur: demostraron que el Estado puede contribuir, que no es un enemigo, que el Estado puede servir mucho a la radicalización de la democracia. Estas experiencias latinoamericanas son muy ricas porque trazan otro camino en cuanto al papel del Estado y las posibilidades de transformación. Estas experiencias indican que no hace falta hacer una revolución, ni poner en tela de juicio el modelo democrático. Se puede perfectamente radicalizar la democracia.” (…) “Se trata de una lucha inmanente dentro de las instituciones para transformarlas y recalibrar la relación entre democracia y liberalismo.”

En esa exposición vuelve a notarse la mixtura entre Estado y Gobierno, confusión que aflora con frecuencia y que, de rebote, se transfiere a la cuestión de la hegemonía.

Para no confundir Estado con Gobierno alcanza con apelar a nuestra historia cercana. El primer gobierno de Perón hasta el segundo, truncado por el golpe militar de la autodenominada “Revolución Libertadora” (en verdad, fusiladora y reaccionaria), produjo cambios importantes en algunas instituciones del Estado favorables a la causa popular. Después, el gobierno de facto de la dictadura, volvió a imponer los intereses dominantes de la oligarquía y la gran burguesía políticamente desplazados por el peronismo. En cambio, el Estado como máxima institución estructural de la sociedad, se fue construyendo a lo largo del tiempo y fundamentalmente, de acuerdo al desarrollo del capitalismo y a los intereses de los sectores dominantes. Esto no excluye las contradicciones y conflictos reflejados por distintos gobiernos, expresión cambiante de las luchas por la hegemonía (nivel situacional). Los interregnos de corte popular que favorecieron intereses mayoritarios, estuvieron en pugna y fueron erosionados por las cúpulas que respondían al orden existente, interno y externo. Y ése es el desafío que hoy enfrenta el kirchnerismo quien, a lo largo de doce años, construyó su hegemonía política pero sin dañar sensiblemente el poder hegemónico del gran capital. Cabe preguntarse, ¿durante cuánto tiempo puede sostenerse ese “duelo” de hegemonías?

Las disputas hegemónicas, al fin, son producto de la lucha de clases. Sólo que éstas caen fuera de los “saberes” tradicionales que ya no satisfacen las exigencias emergentes de los cambios producidos. Cambios que, por ejemplo, hicieron más compleja la categoría de clases sociales, con la caída del protagonismo que se le atribuyó al proletariado, la ascendente participación del nuevo “cognitariado”, etc. En suma, la hegemonía se inscribe en las disputas de poder inherentes a la política, vale decir, en las disputas sectoriales por dirimir quién o quiénes conducen al conjunto de la sociedad. Y aquí se abre un abanico de distintas instancias, verbigracia, si se refieren a lo artístico, lo científico, lo cultural, lo mediático, etc.; ámbitos que inciden de distinto modo y gravitación en la lucha por la hegemonía.

Hoy, la indiscutible dominación mundial del capitalismo reclama nuevas ideas y nuevos sujetos para la construcción de un campo contra hegemónico capaz de crear alternativas emancipatorias. Tarea tan difícil como convocante.-----



Jorge Luis Cerletti (Julio de 2015)





Notas:

(1) Lo sistémico define la esencia de un Orden Social, o sea, las leyes internas que determinan su existencia y que lo diferencian de cualquier otro Orden Social.

Lo situacional da cuenta de la multiplicidad de expresiones político-sociales y de los diferentes conflictos, luchas y contradicciones que se dan en las sociedades y que responden a determinaciones espacio temporales concretas. Asimismo, ese amplísimo espectro tiene como factor común la pertenencia a un orden social, lo cual le confiere identidad histórica como en el caso del capitalismo.



(2) A propósito de las contradicciones del Capital y a su opinable “ausencia de vacío”, hago mención a los ciclos del mismo y a la llamada Onda Larga, para lo cual cito pasajes del “Capitalismo tardío” de Ernest Mandel (1972): “La historia del capitalismo en el plano internacional surge así no sólo como una sucesión de movimientos cíclicos de una duración de 7 a 10 años, sino también como una sucesión de periodos mas largos de aproximadamente 50 años, de los cuales hasta hoy hemos experimentado cuatro” (pág. 117)… “cada uno de estos períodos largos puede ser subdividido en dos partes; la fase inicial, en la que la tecnología en efecto experimenta una revolución, cuando es necesario producir toda la nueva maquinaria necesaria para los nuevos medios de producción. Esta fase se caracteriza por una elevación de la tasa de ganancia, una acumulación acelerada, un crecimiento acelerado, una acelerada autoexpansión de capitales antes ociosos y una desvalorización acelerada de los capitales ya invertidos previamente en el sector I, pero que ahora son técnicamente obsoletos. Esta primera fase es seguida por una segunda fase, en la cual la transformación tecnológica de los mecanismos productivos se ha desarrollado, esto es, la nueva maquinaria para producir los nuevos medios de producción ha sido producida y sólo puede ser mejorada o ampliada al nivel cuantitativo.” … “…la acumulación se desacelera gradualmente, el crecimiento económico desminuye, se incrementan lentamente las dificultades de la valorización del capital total acumulado y particularmente del capital acumulado recientemente , y se comienza a retroalimentar la espiral del capital que permanece ocioso.” (págs. 118 y 119) No obstante que estos textos datan de comienzos de los 70 y más allá de la conveniencia de actualizaciones, pienso que no han perdido validez respecto de crisis sistémicas y a su movimiento “espiralado” (no circular).



(3) Agonística: ciencia de los combates (D.R.A.)





Nota General: todos los subrayados son míos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario