sábado, 29 de agosto de 2020

LA HISTORIA COMO PANDEMIA por León Pomer (") para Vagos y Vagas Peronistas

 



La historia admite ser leída desde varios ángulos: el de la dominación es uno de ellos. La DOMINACIÓN (ahora con mayúscula) está presente en el avatar humano desde tiempos remotos: es una pandemia entronizada en las sociedades como si fuera una fatalidad, inherente a todo conglomerado de sujetos sapiens. Y con ella, con la dominación, anduvo y anda la rebelión, una constante antipandémica de luchas y triunfos y derrotas, de épicas escalofriantes, y de represiones apocalípticas. (La insurrección liderada por Espartaco, que jaqueo a Roma, sigue inspirando a luchadores por un mundo mejor). 

Días terribles los nuestros: la suma de males que castigan a quienes se esfuerzan por vivir, son padecidos en todas sus desmesuras. Pero el sufrimiento no es igual ni es el mismo para todos los humanos. Algunos viven en el hartazgo suntuoso o siquiera confortable; la mayoría se anuncia con barrigas, cuyos gemidos de vaciedad e insatisfacción no parecen tener eco en los satisfechos y colmados. Las desigualdades son ominosas, los pobres se multiplican. Millones de ellos han perdido sus magros hogares expulsados por el hambre y las guerras, transformados en mendigos trashumantes en procura de un espacio de sosiego donde reposar su casi corporal osamenta. 

El sistema hiere gravemente a los eternos desasistidos y vulnerados. No conforme con la condición sub humana a que los reduce, los quiere de corta vida, embrutecidos y enviados rápidamente a la muerte cuando sus fuerzas han sido consumidas por la explotación y la miseria. Artificios tecnológicos que podrían traer placer, sosiego y tiempo disponible, devienen obstáculos adicionales a los ya existentes, para que cada persona pueda hacer de su vida lo que mejor le cuadre, algo como dar vía libre a sus inquietudes, acaso a sus pulsiones creadoras. 

Y qué decir del planeta que, herido en su entraña tiembla y se estremece, supura dolor y enojo. La madre tierra que nos brinda el alimento, y el aire que respiramos y el agua que bebemos son castigados sin clemencia alguna, como lo son todas las formas de la vida que habitan el planeta acompañando al sapiens en un mismo y gigantesco destino. La Tierra es un ser vivo, y como tal se comporta, desencadenando huracanes devastadores, deshielos alarmantes, calores infernales y otras mil señales de su rabia, de su voluntad de acabar con sus torturadores que solo ven en ella una fuente de riqueza explotable. El planeta lo viene advirtiendo desde mucho tiempo atrás: su mensaje ha sido y sigue siendo desoído por las clases dominantes, imbuidas de una irrefrenable y universal pulsión de muerte. Si algo caracteriza la índole del sistema es la indiferencia frente al monstruo que está creando, en realidad que ya está ahí, golpeando la puerta de nuestra morada, una destrucción a que el sistema concurre con enormes olas humanas migratorias, expulsadas de sus hogares, transformadas en sobrantes destinados a tener el mar como tumba, o a mendigar un mendrugo en países donde aún se come. En los días digitalizados y financierizados que nos abruman con tecnologías que seducen a los inadvertidos de este mundo, avanza la idiotización de importantes colectivos humanos, una degradación que los transforma en instrumentos de una dominación que necesita de la mayor cantidad posible de descerebrados.

Esto último, ese despojar a multitud de humanos de la reflexión serena y racional, esa adulteración de la facultad de pensar negándole el recurso de la lógica, de la inquietud por saber la verdad, esa irracionalidad enseñoreada en multitud de cerebros inoculados de odio, de pasión irreflexiva y brutalizada, son la muestra cabal del ideal humano que persigue el sistema en su etapa actual, cuya decadencia la encarnan líderes como Trump y Bolsonaro. El sistema genera obligada y necesariamente los huevos de la serpiente, que transparentan el animal inmisericorde que no oculta ni calla sus intenciones, no ciertamente benévolas, preparándose para devastar lo que queda de la Argentina, de su pueblo hambreado, de sus maltrechas esperanzas, hasta hacer de este país un mero topónimo en el mapa del continente.

Es preciso no olvidar que milenios de diferentes modalidades y formas de dominación produjeron generaciones humanas que nunca ejercieron libremente una libertad plena, encarnada en la posibilidad de un pensar y un obrar autonómico; es preciso pensar en multitudes entrenadas a lo largo de miles de años en la sumisión, en falsas creencias, en oscuras visiones de mundo; pensar en cerebros sistemáticamente obnubilados que no salieron indemnes de esa agresión, propia de cada sistema de dominación, pero común a todos ellos. Se hace necesario ver una humanidad obligada a tragar los contenidos de culturas cuya misión fue y sigue siendo afirmar la sujeción a los dominadores, educada, formada y modelada por las generaciones que las parieron en el ámbito de la dominación. 

No parece improcedente hablar de pandemia, palabra hoy en boca de miles de millones de personas; pandemia del virus mutante y persistente que llamamos dominación, bicho maligno que siempre encontró oposiciones y siempre consiguió sobrevivir y seguir imperando.

Al estudiar los avatares de un pueblo, sus reacciones, tolerancias y rebeldías, no parece inteligente olvidar el peso de esa historia, el peso de los recursos que utilizaron las clases o grupos dominantes para domesticar a los dominados y transformar sus cerebros en pasivos e inconscientes receptores de las palabras, los significados, los relatos, las adulteraciones semánticas que componen la cultura de la dominación: trabajo cotidiano, silencioso y por lo tanto engañador, como si fuera un proceso natural operando en las mentes como mucho más que desflecado residuo de diversos tiempos anteriores,

En la dominación, lo que importa es menos la forma que asume que la substancia que la impregna; substancia cuyos ingredientes son el máximo de cancelación de la voluntad del individuo y su posibilidad de un pensar autónomo, amén de una minimización humana que con excesiva frecuencia llega a persuadirlo de pertenecer a una deplorable sub especie humana signada por una implacable fatalidad natural. Y frente a la rebeldía, a la voluntad de insumisión que asoma en no pocos dominados, las circunstancias que constituyen la dominación son el fundamento de frustraciones y desilusiones, el campo ideal de las perturbaciones mentales y las minusvalías culturales. 

Comprueban los neurólogos que la pobreza se relaciona con el sistema nervioso y los efectos nada edificantes que genera. La evidencia disponible confirma que crecer y vivir en pobreza se vincula a modificaciones del sistema nervioso, desde lo genético-molecular al funcionamiento de millones de células en simultáneo. La cultura, en el sentido del saber, es un factor modulador de la forma de vivir y experimentar la pobreza. El impacto de esta en el sujeto depende, al menos, de cuatro componentes fundamentales: la acumulación de riesgos (privaciones materiales y afectivas); en qué momento del desarrollo se experimentan esas privaciones; la susceptibilidad de cada niño o niña, y la ocurrencia de múltiples privaciones y amenazas en forma simultánea. La pobreza infantil se asocia a factores negativos en el desarrollo cognitivo y emocional. 

Cuando se vive mucho tiempo en la pobreza, pasan cosas internas, sostienen los neurólogos especializados en el problema; sucede el desgaste de los sistemas fisiológicos, lo que altera la manera de procesar aspectos emocionales, cognitivos y de la relación con el entorno. El sistema precisa brutalizar a los dominados, sumirlos en la ignorancia, robarles potencial para conocer y aprender, destituirlos de los recursos intelectuales que puedan sostener una racionalidad que hace mal al sistema. En el país argentino tenemos la demostración cabal de hasta qué punto de peligrosísima confusión son llevados los cerebros. Y no necesariamente por haber tenido una mala infancia, sin educación, mal nutrida y destratada. No sólo son victimados los más vulnerables, los que siempre fueron pobres y vivieron en la necesidad permanente y la angustia y la incertidumbre. La dominación llega con eficacia a las llamadas clases educadas, ciertamente bien comidas: hace de ellas fieles soldados del sistema, repetidoras de los prejuicios y los juicios mal paridos que el sistema segrega. En ellos la brutalización se manifiesta vestida de galas universitarias o bien habladas. La democracia que se coloca abiertamente junto al pueblo y defiende sus intereses está en juego. ¿Hasta dónde los precarios entendimientos y enorme desinformación de millones de argentinos los coloca en situación de defenderse de la masa de mentiras, omisiones, adulteraciones y falsedades que descarga diariamente la media hegemónica? La prédica demoledora de los que pretenden reducir el país a un campo de negocios exclusivo de unos pocos, va horadando cerebros de personas cansadas de la cuarentena y ahogadas por las angustias económicas: campo fértil para ver la realidad a través de ese cristal deformante; una demoledora lluvia de veneno que para gusto de quien esto escribe, no encuentra una réplica a la altura en la dirigencia popular y sindical, y en los más altos funcionarios del gobierno. ¿Hay temor de jugarse, de poner el cuerpo? ¿Hay falta de convicción? ¿Alguien le vio la cara a la ministra de justicia? ¿Alguien la escuchó explicando, una y mil veces, la propuesta oficial para mejorar el sistema judicial? Los ministros debieran estar más en la calle haciendo docencia, denunciando y refutando la pandemia de añagazas que el enemigo descarga desde sus perversas intenciones. Cuando decimos que se está jugando el destino de la Argentina como patria de un pueblo elementalmente satisfecho de vivir en ella, no estamos haciendo sensacionalismo barato. En pocos momentos de nuestra historia, ésta nos ha mirado con ojos más torvos que en los días que corren. Para las clases subalternas, para los desasistidos y vulnerables, la historia constituye un pandemia.

(") Doctor en Historia y Sociedad. 18 libros publicados, algunos en Brasil y Argentina y otros sólo en Brasil. Decenas de ponencias en congresos nacionales e internacionales y centenares de artículos sobre historia y literatura. Docencia en la Argentina (UBA y Universidad del Salvador) y Brasil (Universidades de Campinas, del Estado de San Pablo y Pontificia de San Pablo). Incluido en el programa Café, Cultura Nación de la Secretaría Nacional de Cultura.

1 comentario:

  1. que puedo decirte ante tanta valiosa letra
    felicitaciones por lo que expones

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