martes, 13 de junio de 2017

PODER POLÍTICO: LA TELARAÑA, Por Jorge Luis Cerletti, para Vagos Peronistas

Jorge Luis Cerletti
“…en una sociedad como la nuestra, la verdadera tarea política es criticar el juego de las instituciones en apariencia neutras e independientes, criticarlas y atacarlas de manera tal que la violencia política, que se ejerce oscuramente en ellas, sea desenmascarada y que se pueda luchar contra ellas.”
“… el poder político es mucho más profundo de lo que se sospecha. Hay centros y puntos de apoyo invisibles, poco conocidos. (…) Si no se logra reconocer estos puntos de apoyo del poder de clase, se corre el riesgo de permitirles continuar existiendo y ver cómo se reconstruye este poder de clase después de un proceso revolucionario aparente.”  [En “El poder una bestia magnífica” de Michel Foucault, cit. en pág.19]
Desglosaré la cita según las dos cuestiones planteadas en el primer y el segundo párrafo.  Una, acerca de lo institucional y su naturalización. La otra, más inadvertida, se ancla en lo existencial. Con su solapada incidencia se da también sobre los que impugnamos el orden existente. Sean críticos sinceros o quienes lo negamos en esencia. Y ambas cuestiones son las disparadoras de las siguientes reflexiones.

La “Institucionalidad”

Lo institucional por excelencia se asocia al Estado, insuperada institución creada históricamente al calor de distintas formas de dominación. Aquí sólo mencionaré, sintéticamente, dos casos de gran incidencia actual. La institucionalidad bajo el gobierno de Macri y la que corresponde a la grosera operación que llevó a la presidencia provisional a Temer en Brasil. Matizados ejemplos de la “institucionalidad” que pregona la derecha cuando alcanza el control del Estado. Cada cual con sus respectivas circunstancias, configuran distintas máscaras que encubren su política real buscando legitimar su dominación. La que se referencia al caso de Brasil no requiere mayores explicaciones. En el gravitante país vecino se llevó a cabo un indisimulable golpe blando auspiciado por el poder del gran capital. Sus intérpretes visibles, fueron emergentes de la corruptela de funcionarios e instituciones que lograron destituir a Rousseff. No importó su penoso giro neoliberal pues no era de esa cofradía ni daba suficientes garantías. Pero ante la reacción popular y los escándalos de corrupción, los mismos inspiradores del golpe han puesto sobre la cuerda floja a quien llevaron a la presidencia y hoy les puede servir de chivo expiatorio.
En Argentina la cuestión está más invisibilizada pues el cambio de gobierno devino de un proceso electoral. El profundo giro político-económico y social que implementó el gobierno de Macri, lo hizo en flagrante oposición a su discurso de campaña, o sea, fue un fraude preelectoral. El control del Estado le posibilitó ponerlo al servicio de los intereses de los grupos dominantes que representa. Gestó un verdadero gobierno de ex CEOs. de multinacionales y de grupos concentrados afines. Obvio que el poder del gran capital externo-interno no es una novedad. Lo nuevo para nosotros, habituados a los golpes militares, fraudes y proscripciones, es que por primera vez en nuestra historia triunfó la derecha explícita sin disfraces peronistas que la disimulen. Que proviniera de una burda estafa político-ideológica habla de la vulnerabilidad de “la opinión pública” y de la carencia en la construcción de alternativas a la hegemonía del gran capital. Luego, es importante evaluar los alcances de “la democracia” en este período de dominio mundial del capitalismo.
Lo afirmado no excluye las contradicciones ni los momentos en que algunos sectores subalternos lograron revertir o atemperar sus efectos. Pero esos períodos hasta ahora fueron transitorios, una alteración de la “normalidad”. El máximo ejemplo fue el derrumbe de los Estados Comunistas que intentaron un cambio de sistema.      
La “institucionalidad” Macrista también albergó operaciones ilegales cuya concreción estuvo en función del nivel de conflictos y resistencias que produjo. Y para cerrar el tema, voy a señalar un caso emblemático de la “institucionalidad” Macrista: el 2x1 sancionado por la Suprema Corte de Justicia. Es que el Poder Judicial, honrosos juristas aparte, resulta el más conservador de los tres poderes republicanos, una especie de escribiente de las distintas formas de dominación. En esta oportunidad el P.E. quiso imponer por decreto dos jueces adictos en la Corte Suprema de Justicia, un procedimiento inconstitucional. Después, ante la reacción generada, apelaron a otras complicidades. Lograron el aval del Congreso para introducirlos legalmente. Y al poco tiempo cumplieron, dictaron el famoso fallo del 2x1. Lamentablemente, contaron con el aval de la jueza Highton de Nolasco que enlodó su figura a cambio de su permanencia en el Tribunal. Así fue sancionada la atenuación de la impunidad sobre los ejecutores del genocidio de la última dictadura militar (reducía el 50% de su condena).
La respuesta fue la formidable movilización popular del 10 de mayo por los derechos humanos. Los organizadores la estimaron en unas 500 mil personas en Plaza de Mayo y arterias circundantes. A la vez, se produjeron numerosas manifestaciones en distintas provincias. Fieles a la hipocresía que los caracteriza, Macri & cia. retrocedieron y dejaron pagando a los Supremos.
Se podría decir que la de mayo resultó una coronación de las grandes movilizaciones realizadas en marzo con más de cien mil personas cada una. La que generara a regañadientes la CGT triunvira que incluyó la fuga de sus dirigentes del estrado ante el repudio por sus vacilaciones para lanzar la huelga general. La de los docentes, la reivindicación de género “ni una menos”, la del 24 de marzo…
Frente a las mentiras e hipocresías del gobierno con sus reacomodamientos aparentes y su falaz institucionalidad, ha ganado bríos la resistencia popular y su presencia en las calles. Esto a pesar de las presiones del aparato represivo que encabeza la deplorable ex JP Patricia Bulrich. La situación actual y sus proyecciones demandan un análisis profundo y un amplio debate de ideas que supere la inmediatez del presente.

“La telaraña”

La telaraña simboliza el entramado socio-cultural del orden capitalista en el que proliferan hábitos y sobrentendidos que funcionan a nivel existencial y más sutilmente, de modo subliminal. Delimito el espectro para hacer más accesible la idea. A tal fin, selecciono cuatro categorías simbólico-conceptuales productoras de subjetividad aún en quienes nos oponemos al sistema capitalista. Ergo, considero la gravitante influencia del dinero, el consumo, el mercado y el trabajo. (1) Pienso que esas figuras representan algunos de los “centros de apoyo invisibles” a que alude Foucault. Sólo que son harto conocidas pero su gran visibilidad es una pantalla de lo opuesto, su invisibilidad. Aquí se aplica aquello de que “lo esencial es invisible a los ojos” pues en el capitalismo esas categorías resultan esenciales así como su introyección en la vida de las personas.
Si situamos socialmente a esas figuras, podríamos remitirlas a tres campos sin contar a los sectores dominantes o a otros beneficiarios directos del sistema. Me refiero a la esfera de la vida cotidiana, la de la política realmente existente y al espacio conformado por quienes cuestionamos al capitalismo.
En la vida cotidiana prevalece el imaginario social dominante encarnado en los comportamientos y hábitos de las personas. Éstos son efectos del “poder de clase” ejercido sobre ellas. Aquí vale hacer un breve comentario sobre la problemática general de las relaciones de poder interiorizadas en el conjunto de la sociedad.
Históricamente, se dieron distintas formas de dominación donde el capitalismo es la última de ellas. En todas, las relaciones de dominio son un factor constitutivo de la sociedad que abarca a las relaciones personales. (ver “Las relaciones de dominio como lazo social”; cuaderno de 1999, J.L.C.). Un ejemplo actual de las mismas surge de las luchas de género que impulsan las mujeres.
En torno a ese tema, vale una mención al interesante artículo de Jorge Alemán “¿Qué es la subjetivación neoliberal?” publicado en Página 12 el 5/6/17 y que expone ideas dignas de consideración. Dice: “Pero el suelo nativo del sujeto, el lugar desde donde adviene a su propia existencia no es el Poder, sino la estructura del lenguaje que lo precede y lo espera antes de su propio nacimiento. El sujeto es un accidente fallido y contingente que emerge en el lenguaje atravesado por la incompletud y la inconsistencia.”  En este párrafo que cito afirma una cuestión con la que disiento.
Soslayo el terreno estrictamente psicológico pues creo que J.A. introduce aquí un enfoque invasivo respecto de las relaciones sociales y político-culturales. Por más insustituible que resulte la estructura del lenguaje que precede al sujeto, no es el único pre-condicionante de su existencia.
La sociedad en que se nace, el momento histórico que lo sitúa, el hogar en que se anida, también preceden al nacimiento. Y tratándose de la subjetivación neoliberal, la influencia de la política y su inscripción cultural en lo ideológico, son componentes primarios y constitutivos en la formación de los sujetos dependientes. Aquí funciona un núcleo rector que es precisamente el poder. Éste no sustituye ni minimiza al lenguaje sino que lo adecua a sus intereses. Así el lenguaje asociado a la potencia mediática, se constituye en un valioso instrumento del neoliberalismo. Mientras que la contingencia del sujeto  atravesado por la  incompletud y la inconsistencia es del orden psíquico.
Retomo ahora las cuatro figuras que señalé como destacadas exponentes del entramado que denominé “la telaraña”. Vivimos una época de gran potenciación de esas cuatro figuras vitales para el capitalismo. Lo cual responde a su dominación mundial semi-absoluta ante la carencia de alternativas sustantivas. Dichas figuras son modeladoras de las conductas humanas y determinantes en sus motivaciones y actitudes.
En lo que sigue, soslayo su obvia y manifiesta incidencia en la vida cotidiana para referirlas a su relación con la política realmente existente y también sobre quienes sostenemos la emancipación del capitalismo.
Para abordar la política que se desarrolla bajo el imperio del capital, recurro a un reduccionismo simplificador y apunto sólo dos protagonismos. Uno, los sectores de poder concentrado que incluyen sus disputas hegemónicas. Éstas reflejan las contradicciones del gran capital extensivas a las potencias mundiales. El otro, la diversa gama de sectores dependientes que intentan reducir o eliminar los niveles de sujeción que provocan aquéllos junto a la derecha que los representa. Ahora dejo afuera de las siguientes consideraciones a los primeros debido a que son los dueños del sistema y usufructuarios de las mencionadas figuras. En cambio, los objetores de su política operan con ellas procurando favorecer a las mayorías populares. En ese sentido, tienden a quedar prisioneros de la telaraña en la que se enredan con otros fines.
En Sudamérica es donde más prospera esta política que produjo cambios de baja intensidad que se pusieron a la orden del día en varios países, incluido el nuestro. Para ello se apela al fuerte estímulo del consumo, la expansión de los mercados y la exaltación del trabajo. Todos enhebrados por el poder emanado del dinero y sus múltiples aplicaciones que coronan con la hegemonía del capital financiero.          
En general, el llamado “populismo” trató de implementar una política de corte desarrollista, moderadamente redistributiva y de carácter popular. Para ello utilizó los recursos y el relativo control del Estado. Pero tal institución, más allá de eventuales interregnos que contradicen su esencia, está al servicio de los responsables de la dominación. Luego, ¿hasta qué punto el “populismo” puede liberarse de la hegemonía del gran capital interno y de las corporaciones internacionales?
El giro actual a la derecha en varios países gravitantes de Sudamérica es una pre-respuesta que muestra varias caras. La intangibilidad del poder económico dominante. La vulnerabilidad de la independencia de los Estados Nacionales. Las ligaduras que supone el empleo de los mismos instrumentos afines a la concentración del capital (verbigracia, las cuatro figuras simbólicas). La decisiva influencia cultural que engendra en la sociedad. La democracia realmente existente que resulta un paraguas contra los golpes militares pero, a la vez, institucionaliza la dominación y no impide los “golpes blandos”. El sistemático reino del presente que obstruye imprescindibles construcciones “estratégicas”. Y este último punto nos convoca a todos los que aspiramos a una sociedad y a un mundo más igualitario y justo, libres de explotación y dominación.
La apertura que se produjo en nuestro subcontinente, incluida Argentina (eje de estas reflexiones), era impensable hacia fines del siglo pasado. Sin embargo, ese salto adelante no destruyó la telaraña sino que se fue fortaleciendo insensiblemente. Los éxitos no excluyeron los beneficios del enemigo. Las frustraciones, sí lo fortalecieron. Nuestro gobierno anterior, muy buen táctico, fue naufragando en la construcción de una alternativa independiente y liberadora imponiéndose el día a día. ¿Puede construirse bajo esas condiciones?
Poco tiempo atrás, en pleno retroceso de lo que se había logrado, se produjeron formidables movilizaciones cual testimonio de resistencia y reservorio de las energías populares. Pero la política realmente existente parece no estar a la altura de las mismas. Es un verdadero desafío pendiente.
Desafío que, de distinta manera, nos alcanza a quienes impulsamos la emancipación desde una postura anticapitalista. Porque a pesar de la claridad acerca de la naturaleza del Estado y de la necesidad de la horizontalización del poder con la consiguiente participación popular efectiva, todavía estamos muy lejos de generar alternativas que graviten en la sociedad.
Esto supone un doble desafío. Cómo articular esfuerzos con los sectores populares que luchan por mejorar las penosas condiciones de vida de la población.  Al mismo tiempo, cómo ir construyendo políticas emancipatorias que trasciendan la inmediatez del presente sin desatenderlo.
Una reflexión final acerca de la telaraña. La metáfora alude al gran capital y sus corporaciones gigantes como la araña devoradora. Mientras que quienes se resisten a ser devorados tratan de zafar de su entramado. Unos, alejándose de las pinzas destructoras lo más que permitan sus fuerzas. Otros, intentando destruir la telaraña y su creadora. Los últimos, amen de la gigantesca tarea que conciben, deben pensar que la vida cotidiana también los sitúa sobre la telaraña (y me incluyo). Y hoy pareciera que la araña ha producido un hilado muy fuerte… Mas, tratándose de un “insecto” llegará el día en que será aplastado. Unamos fuerzas y pensemos cómo construir ese futuro.------
Jorge Luis Cerletti
(9 de junio de 2017)
(1) Las cuatro categorías:
Dinero; es el medio equivalencial de los intercambios. Más allá de sus distintas formas, sobresalen las siguientes características. Como objeto de ganancia del capital se transforma en capital financiero. Su formidable expansión en las últimas décadas le dieron un protagonismo mundial sin precedentes. Con el salto tecnológico su operatoria funciona al instante y alcanza a cualquier parte del planeta. Esto potencia tanto su poder como su naturaleza ficticia multiplicada por el mercado de derivados, Bancos de inversión, etc. Suele ser el detonante de las crisis sistémicas (2007/2008 dixit). En lo socio-cultural, el dinero encarna el egoísmo y el individualismo propios del capitalismo y es un destacado patrón de valores resumido en el “tanto tienes, tanto vales”.    
Consumo: la producción en el capitalismo genera mercancías que conllevan, potencialmente, el valor extraído al trabajo de los obreros que las producen (explotación). Para realizar ese plus valor que portan deben venderlas lo que se concreta en su compra, o sea, el consumo. Si no hay consumo no se genera la ganancia del capital. Ergo, el sistema es una formidable usina de productos destinados al consumo y sus destinatarios, los consumidores. Luego, inyectan en la sociedad un insaciable apetito por la compra de mercancías, sean necesarias o superfluas.
Mercado: es el lugar donde se efectúan los intercambios y se realizan las ganancias y es manejado por los empresarios. Asimismo, disimulan su protagonismo bajo el nombre de “los mercados” como si se tratara de un espacio neutro.
Trabajo: en el capitalismo el trabajo humano, en cualquiera de sus formas, está ligado indisociablemente al trabajo asalariado. Allí se materializa la explotación y la obtención de la plusvalía (trabajo excedente no remunerado) apropiada por el capitalista. La lucha legítima por las fuentes de trabajo y contra los despidos responde a las necesidades de supervivencia de los trabajadores. Contradictoriamente, esto implica el derecho a ser explotado que incluye las pugnas sindicales por obtener las mejores condiciones posibles.




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