domingo, 18 de enero de 2015

La base estaba por Roberto C. Suárez

"The Man Who Would Be King" (1975) es una película británica de 1975 basada en el cuento homónimo de 1888, escrito por Rudyard Kipling, fiel exponente del cine y de la literatura colonial.
Una lectura de muchos de los pasajes de "Bases y Puntos de Partida para la Organización de la Política Argentina" (1852) del jurisconsulto, político y escritor tucumano: Juan Bautista Alberdi, nos deposita con espanto en el pensamiento colonial de mediados de siglo XIX, de uno de acá, que soñaba que era de allá o que por lo menos, operaba para los de allá, vale decir, a favor del centro occidental: Europa, por sobre los intereses locales de la empobrecida periferia: América Latina.
Sólo el relato hegemónico oficial argentino, pudo aquilatar las "Bases", obra que no es más que el eco literario de un modelo de país (el que en definitiva se impondría después de Caseros y con el fin de las montoneras), de cara a la Europa del progreso, de las artes y las ciencias, impulsados con el vapor del colonialismo y que implicaba el exterminio desalmado de una nación originaria y de gauchos.
Sin perjuicio de los errores conceptuales en los que incurre Alberdi (se podrían escribir volúmenes al respecto), se nota que además el hombre, desconocía supinamente los engranajes más elementales de la economía globalizada, del poder del capital y en definitiva del combustible que movía los motores de los imperios europeos.
Decía el tucumano "nosotros no tenemos fabricas, ni marinas, en cuyo obsequio debamos restringir con restricciones y reglamentos la industria y la marina extranjeras que nos buscan por el vehículo del comercio.", lo cual demostraba que no había entendido las políticas proteccionistas del "gigante del norte", base por cierto de lo luego sería su gran desarrollo industrial.
Alberdi entendía que el impuesto aduanero, era un impuesto a la civilización, suponía locamente que la inexistencia de regulaciones en materia económica, depositaría mágicamente un desarrollo en nuestro país, derramado como cascada de la vieja Europa que solamente vomitaba excluidos.  
Estaba claro que su esencia no era latinoamericana (o lo era de un tipo que implicaba la negación de lo latinoamericano), gran defensor del robo de california, aseguraba que dichas tierras se encontraban mejor bajo las riendas norteamericanas, quienes sabrían explotar el oro, bajo la ley de la libertad, único medio para construir un estado civilizado y floreciente, patrimonio que no podía ser mejicano. 
Aborrecía lo argentino y lo latinoamericano, no se sonrojaba cuando decía: "La instrucción primaria dada al pueblo fue más bien perniciosa. ¿De que sirvió al hombre del pueblo saber leer?".
Alberdi no entendía que América era en sus tiempos el resultado del saqueo colonial de la Europa globalizadora que tanto admiraba, y justamente en torno a la supuesta "Acción civilizadora de Europa en las Repúblicas de Sud América", decía sin descaro:  "Las Repúblicas de la América del Sud son producto y testimonio vivo de la acción de Europa en América. Lo que llamamos América independiente no es más que Europa establecida en América; y nuestra revolución no es otra cosa que la desmembración de un poder europeo en dos mitades, que hoy se manejan por sí mismas.", desconociendo que en América había pueblos, cultura y un derecho inalienable a la autodeterminación.
Sin duda Alberdi fue un fiel exponente del colonialismo de mediados de siglo XIX y su obra refleja claramente las ideas de un hombre que siendo oriundo de la "Argentina Tucumanesa", sin empacho afirmaba: 
¿Quién conoce caballero entre nosotros que haga alarde de ser indio neto?
¿Quien casaría a su hermana o a su hija con un infanzón de la Araucanía y no mil veces con zapatero inglés?.
Como decíamos arriba, se podrían escribir volúmenes completos sobre las zonceras de Alberdi, -por cierto esta nota no pretende ello- solamente hemos querido destacar a muy torpes trazos algo de un pensamiento de un hombre que ha sido considerado por la historia oficial como el pensador argentino más importante de su tiempo (sólo la historia oficial Argentina...) y que desde el 29 de agosto de 1958 -para ser más exactos- fecha de su natalicio, se celebra nada más y nada menos que el día del abogado, en otra prueba cabal de que los letrados cuando queremos, podemos ser el hazme reír de la posteridad nacional y bien intencionada. 
Tampoco es casualidad este mojón de la revolución fusiladora, ya en los tiempos de don Arturo Frondizi. 


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