miércoles, 19 de julio de 2017

"LA REVOLUCIÓN ES UN SUEÑO ETERNO", Por Jorge Luis Cerletti, para Vagos Peronistas

Obertura del Editor:

Jorge Luis Cerletti nos presenta un texto cuyo fondo trasunta dos conceptos problemáticos, uno, la revolución como un hecho violento, dos, la revolución como hecho definitivo, que fueron marcas de las luchas sociales y políticas del Siglo XX;  ninguno de los dos se acoge a los nuevos tiempo. Hoy una revolución, ni puede ser violenta, ni puede ser definitiva. Porque no hay poder unilateral que tomar o derrocar, sino que es múltiple e infinito, amén de la sangría que significaría, por el entramado internacional de resistencia; asimismo, no hay prolongación en el tiempo de una revolución, más  la que determine el curso de la hegemonía transitoria, que se someterá cada dos años a elecciones. La pregunta es si este es el destino no solo de latinoamerica, sino del mundo democrático en general. Es decir si se ha de aceptar el dominio, sin ambages, de las corporaciones financieras internacionales sobre los Estados nacionales, o lo que queda de ellos. Conquistar la democracia absoluta, como recuerda Cerletti, que dice García Linera, o radicalizar la democracia, como propugna Ernesto Laclau, o Chantal Mouffe, es un camino más cercano, en el cual Cerletti no se siente del todo cómodo, pues su espesura conceptual se lo impide. Pero si las corporaciones dominan  la democracia, encuentra justificación un Plan Condor Judicial II, ese dominio de las corporaciones también subyace como crítica de este excelente artículo de Cerletti. Aunque, “revolucionar la democracia significa arrancarla de las manos de quienes la bastardean y transformarla en un cabal instrumento para la gestación de una nueva sociedad. Con ese anhelo, la revolución es un sueño eterno”.-



Jorge Luis Cerletti


LA REVOLUCIÓN ES UN SUEÑO ETERNO.”   (1)

Revolución se convertirá en la palabra más reivindicada y satanizada del siglo XX”. (…) “para García Linera, la contraposición entre revolución y democracia es un falso debate, porque ´´una revolución es la realización absoluta de la democracia.´´  [de “La Revolución Rusa, según García Linera”, artº de Emir Sader en Página 12 del 22/6. Las bastardillas subrayadas corresponden a citas extraídas del libro de G.L. (2)].

El término revolución, convocante durante gran parte del siglo XX, en la actualidad se ha desdibujado así como las dos adjetivaciones opuestas de la primer cita. Hoy el escenario mundial cambió tanto que las reivindicaciones se han reducido notoriamente. Luego,  la satanización de la revolución tiende a serle innecesaria a los patrones y beneficiarios del status quo. Ahora más bien apuntan a las experiencias contestatarias del llamado “populismo”, cuando molestan.
La importante idea que plantea la segunda cita debe enfrentar el desprestigio que generan los ataques  a la historia de la revolución y a la causa de los oprimidos.  En la  “democracia” real vigente desaparece de la política la idea de revolución como respuesta al sometimiento. Esto es obra de  los poderes dominantes  que han logrado poner la democracia al servicio de sus intereses contrarios a los de abajo. Distorsionaron el contenido de las experiencias revolucionarias y denigraron la idea de revolución para  archivarla en el museo de las malas palabras. Sin embargo, las resistencias populares no cesan y perturban los designios de dichos poderes. Lamentablemente, las alternativas a la dominación del gran capital siguen siendo una deuda pendiente.

Reformismo vs. Revolución, contradicción pasada de moda.

Revolución, en política, significa la culminación de los enfrentamientos entre los que sostienen la dominación y la explotación y los sectores subalternos que las sufren y pugnan por  derribar el poder que los somete. Esas luchas implican innúmeras situaciones y niveles reivindicativos cuya máxima expresión es un cambio de orden social. Y este es el techo que aún no se ha podido sobrepasar.
Ahora bien, como consecuencia de la imprevista caída del comunismo, hoy reina en todo el mundo el capitalismo. Las expresiones y formas de su dominación son multifacéticas y variadas. Su agobiante hegemonía actual   produce el debilitamiento de lo que se le oponga y genera serias dificultades para la construcción de alternativas.
Desde hace más de siglo y medio se discute si se puede cambiar el sistema mediante  modificaciones internas graduales o sólo a través de procesos revolucionarios. Lo cual se puede sintetizar en la tradicional opción reformismo o revolución. Las distintas variantes de la socialdemocracia testimonian la primer opción; el comunismo, la segunda. Aquélla, en lo fundamental y excepciones aparte, terminó siendo la “izquierda” del neoliberalismo. En la otra, los Estados comunistas implosionaron y sus diversas variantes con inclusión de sus partidos, marcharon al capitalismo. Esta súper síntesis proyectada al presente, sirve para constatar la pérdida de actualidad de aquella antinomia. Hoy día existe un neto predominio de un remozado reformismo frente a las carencias de las políticas antisistema aún sin conseguir crear y desarrollar nuevas  alternativas al capitalismo.
Mediáticamente se agita el estigma de la violencia sobre cualquier intento de producir cambios de fondo.  Mas, lo engañoso del asunto es que tras aquella pantalla se oculta su principal causa. Ésta brota  de las entrañas del capital: las injusticias e inequidades que patrocina, sin hablar de las guerras que provoca. Las relaciones sociales que engendra se naturalizan de modo tal que la violencia encubierta pasa desapercibida.
Otra categoría histórica y digna de consideración es “la lucha de clases”. Para el abc tradicional de la izquierda, la revolución es producto de los enfrentamientos de las clases sociales. Después de la Revolución Francesa y, en especial, desde la aparición en escena del socialismo y el comunismo, dicha categoría ocupó un lugar central.
La cuestión alcanza gran complejidad pues el afianzamiento del capitalismo ha producido importantes cambios en el escenario mundial y en las clases. Lo  comentado esquemáticamente induce a encarar algunas de las  contradicciones emergentes. Una  de ellas, muy significativa y abarcadora, proviene de los alcances de la “Democracia”.

La “Democracia existente”, ¿es un sopor de época?

Abordar el controvertido tema de la Democracia presenta distintas dificultades. Enfocando el dictamen electoral, quien es elegido resultaría el gobierno del pueblo. Pero éste abarca a toda la sociedad y por tanto engloba a las diferentes clases sociales incluso a las antagónicas. Para salvar esta contradicción o la polisemia de la palabra, se ha apelado a la antítesis pueblo-anti pueblo (vgr., explotados vs. explotadores).
A la imprecisión terminológica se agrega el rol declinante del proletariado como protagonista fundamental de un cambio revolucionario. Lo cual replantea la cuestión del sujeto y torna más compleja las contradicciones de la sociedad. Problemática que abarca significativas diferencias según las situaciones que se presentan.
La Democracia, como institución política, resume buena parte de las contradicciones que ocupan un lugar destacado en las pugnas sectoriales. Y aquí juegan las variadas    interpretaciones acerca de los escenarios y la multiplicidad de situaciones.
Para precisar la mía, parto de  la cita  de García Linera:  ”una revolución es la realización absoluta de la democracia.”  Entiendo que “absoluta” debe tomarse como la más amplia participación política de los miembros de la sociedad. Hecha la aclaración, considero las dos variantes de la democracia. La democracia representativa en cualquiera de sus formas, a nivel de las naciones.  La  democracia asamblearia que resulta aplicable a círculos más restringidos.
La democracia representativa exhibe varias aristas contradictorias. A nivel mundial está tan generalizada como el poder que la sostiene. Directa o indirectamente, el gran capital y sus corporaciones son los protagonistas fundamentales. Y tan ínfimo es el número de sus componentes como enorme es el peso que tienen en la sociedad. Se funda en la hegemonía que ejercen sobre la población basada en la concentración del poder económico y financiero que detentan. Su influencia se extiende a los distintos órdenes de la vida social y es decisoria en política dado su poder de compra. Hoy el dominio mundial del capitalismo es tan fuerte que casi no precisa los golpes militares “disciplinadores” sobre la mayoría de los países dependientes.
Sin embargo, existen contradicciones y fisuras en semejante dominación como las surgidas en algunas confrontaciones electorales. Así como éstas posibilitan legitimar la dominación de las minorías enriquecidas, en determinadas circunstancias también generaron el acceso al gobierno de sectores que se les oponían. Sucesos vividos en este siglo en varios países latinoamericanos, incluido el nuestro.
Fenómeno que la derecha atribuye peyorativamente a los “populismos”, nominación que asumen de buen grado sus gestores. Sin realizar  inventarios, basta comparar al gobierno de Macri con lo realizado por el kirchnerismo para que no queden dudas de lo que representan. Empero, aquí las contradicciones se agudizan. La misma derrota electoral de fines del 2015 testimonia las limitaciones de la fisura K.
La situación actual plantea más interrogantes que respuestas. En el presente aparece como una necesidad para la vida de los de abajo  que se reabra la fisura de corte popular. Digamos, el empleo de los recursos del Estado favoreciendo a la mayoría de la población.  Pero, a la vez, surgen las limitaciones de fondo que han servido a la derecha para legitimar electoralmente su dominación. Para sintetizarlo en pocas palabras, basta con señalar que el poder económico concentrado y mediático se mantuvo incólume en todos estos años. Algunos recortes y perjuicios secundarios en general no alteraron los buenos negocios del conjunto.
 No veo mayores posibilidades para el campo popular dentro del marco de una democracia representativa inmersa en las redes del capitalismo. Incluso, cuando los factores de poder encuentran dificultades que no están dispuestos a digerir, impulsan golpes blandos si es que el aparato jurídico del Estado no les resulta suficiente.
Aclaro ahora el sentido de “sopor” en la pregunta del subtítulo. Sugiere el conformismo que suscita la obtención de beneficios en tiempos de bonanza económica si se resigna la construcción política que tenga como objetivo indeclinable la liberación nacional. Esto supondría renunciar a la lucha  por la ruptura de las cadenas de la dominación interna y externa. Entonces, ¿cuánto puede sobrevivir una democracia popular sin abatir el poder del gran capital?

Revolucionar la Democracia.

Obviamente, semejante objetivo remite a procesos de largo aliento. Pero mal  se puede hablar de procesos si desde el vamos no se encara su construcción. No partimos de cero. Existen experiencias internacionales y propias como para incorporar sus aportes. Lo cual no significa ignorar que transitamos un período sumamente incierto.
Referente a la democracia asamblearia y atentos a  las circunstancias que vivimos, se torna problemática su expansión. Al incorporar como praxis la horizontalización y circulación del poder choca con la política realmente existente y la subjetividad social dominante.  Sus ámbitos de actuación son los círculos y movimientos minoritarios que se desarrollan en espacios micro. Aquí aparece una grieta con lo macro que por ahora resulta insalvable. Intentar su articulación es necesario y objeto de búsquedas.
Frente a esa difícil situación surge el proyecto de revolucionar la Democracia. Porque de la oposición democracia-dictadura emergió trágicamente la segunda, empezando por las que padecimos en casa. Y aún la dictadura del proletariado, planteada como la antesala de la emancipación, terminó siendo otra forma de dura opresión a manos de los nuevos dueños del poder, mientras que el proletariado, bien gracias…
Revolucionar la democracia constituye un verdadero oxímoron. Pues revolución implica el enfrentamiento violento entre oprimidos y opresores, terminar con la dominación por la fuerza. Mientras que la democracia supone la resolución de los enfrentamientos por medios pacíficos, a través del voto.
Voy a introducir una instancia que no excluye su final con una revolución. Eso dependerá de la reacción de los opresores, hasta hoy feroces defensores de sus privilegios. Aludo a un proceso que comporte el desarrollo de nuevas políticas populares. Partir de la vigencia de la democracia representativa con sus núcleos decisorios en la cúpula e ir revolucionando sus prácticas desde abajo hasta lograr construcciones de nuevo tipo.
Lo anterior significa ir extendiendo la democracia asamblearia en cuanto espacio micro resulte accesible. Así gestar una política efectivamente participativa que vaya sustituyendo las viejas prácticas piramidales. De modo tal de ir creando comunidades con una subjetividad social favorable a la horizontalización del poder y al compromiso solidario de todos y cada uno. Porque si desde abajo y a todo nivel no se va creando esa nueva cultura solidaria y combativa, los cambios que lleguen a producirse terminarán cooptados por el eterno retorno de lo mismo que se combate.
Lo planteado no debe entenderse como patrimonio de “intelectuales” iluminados, ni excluye a la militancia de la política realmente existente. Es una necesidad de la mayoría de la sociedad, consciente o no, que exige sobreponerse a la inmediatez que inocula la ideología y la publicidad dominantes.
Debatir, sumar experiencias e ideas, propiciar la solidaridad colectiva, son vías abiertas a la pluralidad, opuestas a las conductas sectarias.  Pensemos cuantos ejemplos de entrega y solidaridad nos rodean aún en medio de nuestras sociedades individualistas y monetizadas. Desde dadorxs de sangre hasta lxs innumerables luchadorxs que dieron su vida para construir una sociedad mejor, más justa. Las madres de plaza de Mayo lxs testimonian de hecho y simbólicamente. Tanto en nuestro país como en todo el mundo.
Combatir la opresión propia del orden social dominante es, metafóricamente, como subir a una escarpada montaña por senderos que se van  abriendo en el mismo ascenso aún a riesgo de despeñarse. Pero si las injusticias e inequidades del sistema no generan suficientes anticuerpos, el capitalismo seguirá devorando al planeta y a su humanidad incluida. Frente a ello,  revolucionar la democracia  significa arrancarla de las manos de quienes la bastardean y transformarla en un cabal instrumento para la gestación de una nueva sociedad. Con ese anhelo, la revolución es un sueño eterno.-------

Jorge Luis Cerletti   (18 de Julio de 2017)


 (1) “La Revolución es un sueño eterno”, título de la novela de Andrés Rivera sobre  la      revolución de mayo de 1810 y la vida de Juan José Castelli. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1992 y fue editada en 1993.

(2)       “¿Qué es una revolución”, subtitulado:  ”De  la Revolución Rusa de 1917”, de Álvaro García Linera.

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