viernes, 21 de junio de 2019

Cuarto fragmento del capítulo: MODELAR SERES HUMANOS, correspondiente al libro inédito: DE LA DOMINACIÓN CONSENTIDA, de León Pomer(") para Vagos y Vagas Peronistas





RECURSOS DE LA MODELACIÓN 

Si bien la entera sociedad modela, la dominación recurre a ciertos recursos específicos, en algunos casos herencias de anteriores sistemas. Veamos unos pocos, pero significativos. 

MIEDO E INCERTIDUMBRE 

El terror, momento superlativo del miedo, doblega la voluntad de resistencia. León Rozitchner, (Rios, 29/10/2015), habla de la “política como prolongación bélica de la guerra”, del “terror que reprime las pulsiones de resistencia” y penetra en el cuerpo y mutila la conciencia y el pensamiento. 

El temor modela. Jean Delumeau (1983), historiador católico francés, explica que en Europa, entre los siglos XIII y XVIII, la iglesia desarrollaba lo que llama, “la pastoral del terror” (hoy sería la pastoral laica del terrorismo). Amenazando a los pueblos con los horrores del infierno, la iglesia lograba que los fieles “se precipiten para confesarse y liberarse”: una impresionante manera de control social- conductual. En la América colonial, lo dice Sarmiento en sus Recuerdos de Provincia (1943: 37), “era la inquisición de Lima un fantasma de terror que había mandado la España a América, para que intimidara a los extranjeros, únicos herejes que temía; y a falta de judaizantes y heretizantes, la inquisición cebaba de cuando en cuando alguna vieja beata que se pretendía en santa comunicación con la virgen María, por el intermedio de ángeles y serafines…”. 


El temor a enfermar y morir es una variante del miedo que acompaña a ciertas creencias, como lo es el ser enviado al infierno a purgar pecados. Mauss (1926: 296 y ss) explica que en ciertas sociedades tribales, la cultura modela al individuo para que al sentirse enfermo lo atribuya a una falta cometida, o a un tabú violado; en consecuencia, morirá obedeciendo a un fenómeno de sugestión (y por eso fuertemente emocional). Para el creyente, la enfermedad es un castigo. “Una creencia tiene una repercusión fisiológica”, concluye Mauss. Cuando el temor, la desconfianza y la sospecha se apoderan del individuo, condicionan sus actos y sus visiones de la realidad. 


MANIPULACIÓN DE CEREBROS 

Edward L. Bernays, sobrino de Sigmund Freud y uno de los pioneros en el estudio de cómo influenciar las masas, escribió en su libro Propaganda (atención a la fecha de publicación:1928):”La manipulación deliberada e inteligente de los hábitos estructurados y de las opiniones de las masas es un elemento importante en las sociedades democráticas. Aquellos que manipulan este oculto mecanismo de la sociedad constituyen un gobierno invisible, que es el verdadero poder dirigente de nuestro país (Estados Unidos. L.P.). Somos gobernados, nuestras mentes están amoldadas, nuestros gustos formados, nuestras ideas sugeridas por hombres de los que nunca hemos escuchado hablar”. 

Una de las realizaciones de Bernays, fue “preparar” la opinión pública de los Estados Unidos para aceptar el derrocamiento del presidente Arbenz de Guatemala. Los temas alegados fueron la terrible amenaza comunista, y la posibilidad de que la Unión Soviética estableciera bases en el país centroamericano. Pero otra era la verdad: la defensa de la poderosa United Fruit, (controlaba el 70% del territorio guatemalteco), cuyos intereses se sentían amenazados por la política social instrumentada por Arbenz, y una proyectada reforma agraria. Bernays transformó la defensa de un interés privado en una cuestión de seguridad nacional norteamericana. Logró el consentimiento de la opinión pública de su país y Arbenz fue derrocado en 1954. Hace más de seis décadas, el sobrino de Freud mostraba prácticamente que era posible influir sobre las masas mediante una gigantesca operación heteronómica. 

Más tarde, en Las formas ocultas de la propaganda (de 1957), Vance Packard describió un “extraño y más bien exótico” tipo de influencia que estaba surgiendo rápidamente en Estados Unidos: los ejecutivos corporativos y los políticos estadounidenses estaban empezando a emplear métodos, completamente indetectables, para cambiar el pensamiento, las emociones y el comportamiento de las personas, basados en la psiquiatría y las ciencias sociales. Se trataba de la estimulación subliminal, o lo que Packard denominó “efectos por debajo del umbral”: presentación de mensajes muy breves – una fracción de segundo - que ordenan lo que debemos hacer, sin que tengamos consciencia de haberlos visto. 

Packard denunciaba que las corporaciones más poderosas buscaban, y en muchos casos ya estaban aplicando, una gran variedad de técnicas de control de las personas sin el conocimiento de estas. En estrecha colaboración con científicos sociales, intentaban conseguir que la gente comprara cosas que no necesitaba (el consumismo, que le dicen) y de condicionar a los niños pequeños para que devinieran buenos consumidores. Aconsejadas por las ciencias sociales, las corporaciones aprendieron rápidamente los procedimientos para aprovechar las inseguridades, las flaquezas, los temores inconscientes, la agresividad y el deseo sexual de las personas para modificar su forma de pensar, sus emociones y comportamientos, sin que supieran que eran manipuladas. Packard citaba al economista inglés Kenneth Boulding: “Es concebible un mundo de dictadores ocultos que continúen empleando formas democráticas de gobierno”. 

Las fuerzas descriptas por Packard se han hecho aún más sutiles, denuncia Robert Epstein: “La música relajante que oímos en el supermercado hace que caminemos más lentamente y compremos más alimentos, los necesitemos o no. Muchos de los insustanciales pensamientos e intensos sentimientos que viven nuestros adolescentes, desde que se levantan hasta que se acuestan, están cuidadosamente orquestados por habilísimos profesionales del marketing que trabajan en las industrias de la moda y el entretenimiento. Los políticos se valen de una gran variedad de consultores que estudian las maneras de atraer jovencitos; la vestimenta, la entonación, la expresión facial, el maquillaje, el peinado y el discurso, todo es optimizado al máximo, tal como se hace con el envase de la leche para el desayuno”. 

No muchos años atrás, Zbigniev Brzezinski, en su libro Entre dos Edades, de 1971, abogaba por el control de la población por una élite mediante la “manipulación electrónica”: “la era tecnotrónica, afirmaba, involucra la aparición gradual de una sociedad más controlada y dominada por una élite, sin las restricciones de los valores tradicionales, por lo que pronto será posible asegurar la vigilancia casi continua sobre cada ciudadano, archivos que estarán sujetos a la recuperación instantánea de las autoridades”. El polaco Zbigniev anunciaba la hoy celebre Big Data. 

El perfeccionamiento de los mecanismos de manipulación mental es objeto de trabajos académicos y de seminarios internacionales. En la Universidad de Stanford, California, funciona un Laboratorio de Tecnología Persuasiva que dirige B. J Fogg, quien ha escrito un libro, cuyo título lo dice todo: Tecnología Persuasiva, en el que se explica que es posible utilizar las computadoras para cambiar lo que pensamos y lo que hacemos. Del 6 al 8 de junio de 2012, se celebró en Linköping (Suecia) el “VII Congreso internacional sobre tecnología persuasiva”. En la convocatoria al Congreso, se explicaba que “La tecnología persuasiva es un campo científico interdisciplinario que estudia el diseño de tecnologías y servicios interactivos, para cambiar la actitud y el comportamiento de las personas. En él confluyen ámbitos como la retórica clásica, la psicología social y la computación ubicua. Otras reuniones y conferencias similares se celebran en distintas partes del mundo” (Teitelbaum, 2015). 

ACCIONES HIPNÓTICAS 

En El Miedo a la Libertad (1947), Eric Fromm da significativos ejemplos, de individuos que experimentan como propios, sentimientos, pensamientos y voluntad originados fuera de su cuerpo. El sueño hipnótico prueba, señala Fromm (Id.: 171 – 172), que es posible introducir en el cerebro vivencias y aconteceres jamás sucedidos; en despertando de la hipnosis, se prolongan en persuasiones y conductas percibidas como genuinas. El sujeto, esclavo de órdenes que le fueron inoculadas durante la hipnosis, repite algo semejante en el estado que llamaremos normal, o de ausencia del sueño hipnótico. Ocurre también cuando es sometido a una permanente y abrumadoramente repetitiva ofensiva propagandística, que Fromm no vacila en llamar “hipnotizante”: el efecto será sentido como producto de la propia subjetividad. Decisiones en algunos casos trascendentales se derivan de cómo influjos exteriores al sujeto lo condicionan a actuar de determinadas maneras, que él adjudicará a una voluntad que creyéndose libre, está plagada de ajenidad. Agréguese el impulso gregario o de manada, que pide no desentonar de las convenciones, reglas y deberes, cuya infracción puede llegar a aislar a quien se atreve a desafiarlos. 

CONSUMISMO 

Aunque un poco venido a menos por la crisis general que no se muestra nada cordial con los bolsillos, estratos medios de la sociedad, con aun poder de compra, lo siguen practicando. 

En una obra publicada en 2003, Marshall Sahlins advertía que el capitalismo produce objetos para sujetos apropiados; o con palabras nuestras, sujetos apropiadamente modelados para consumir objetos, que usados como terapias, paliativos o dadores de un placer que prescinde del Otro humano para consumarse, acaban generando la adicción tóxica llamada consumismo: formidable medio de control social. El consumismo, constituyente básico de un estilo de vida, no requiere de un Otro humano para “pasarla bien”. “El otro no me importa”, sintetizo Bernardo Kliksberg. 

Las adicciones dominan la voluntad, exigen perentoriamente más de lo mismo: el inacabable consumo de novedades publicitadas como inefables objetos de placer son un acabado ejemplo de sumisión. Los contaminados por la enfermedad del consumismo (y tienen con qué pagarlo, o han encontrado otras “soluciones” a la falta de dinero), se han sometido mansa e inadvertidamente a los propósitos del sistema, se han tecnomarionetizados. La experiencia cotidiana revela que la praxis que prevalece en el capitalismo obliga a ser indiferentes a los valores de otros seres humanos: en lugar de relaciones que entrañen el recíproco reconocimiento por ser el Otro una criatura humana, prevalece la indiferencia o la consideración de quien importa porque puede satisfacer los más egoístas intereses personales. El consumismo, para muchos pretendidos sapiens, es un constituyente básico de un estilo de vida que no requiere imprescindiblemente de un Otro humano: “cada cual en lo suyo”, sostiene la “filosofía” del egoísmo. 

EMOCION, ¿consciencia pre reflexiva? 

“Los datos objetivos de la información sensorial poseen una connotación afectiva” (Karli, 1987: 58). Intentar aprehender el mundo y aprontarse a descubrir sus secretos, es prioritariamente una aproximación emocional; el saber y la emoción son un par indisoluble en que suele prevalecer el segundo miembro. La emoción ha sido llamada de “conciencia pre reflexiva”, “revelación anterior a la conciencia analítica” o “manera de conexión particular entre el ser humano y el mundo” (Lowe, 1999: 179). 


En la elaboración de los comportamientos, se crean los llamados socio afectivos por el papel que la sociedad juega en ellos. Katz (1974:59) advierte: “La aproximación emocional del mundo y su descubrimiento por un individuo forman en gran parte el proceso de su pensamiento, así como las amalgamas ideológicas de su sociedad, tales como la religión, la ciencia, la educación, la filosofía, el arte y otros sistemas que explican y racionalizan su existencia y el sentido de esta”. La emoción, prosigue, puede prevalecer sobre la cognición, porque las conexiones del sistema emocional hacia el sistema racional son más fuertes que en sentido inverso. 


Gregory Bateson llamó “ethos” al tono emocional inherente a cada cultura (Lipset,1991: 160 – 161). Cabe la pregunta: ¿de dónde surge la peculiaridad de ese tono? Verosímilmente de una combinación que comprende la índole de las relaciones sociales, las situaciones históricas atravesadas por estas, y los enfrentamientos con la naturaleza física. Momentos sociales particularmente críticos suelen provocar espasmos emocionales colectivos que perturban la percepción, dificultan el auto control y tientan a interpretaciones sobrenaturales. La capacidad biológica de emocionarse está socialmente gobernada por un contexto histórico, psico - social y físico. En la sociedad concreta, personas de diferente condición social, no necesariamente generan emociones similares en situaciones que engloban la entera sociedad. Lo que a unos deja indiferentes, a otros los sacude: hay sacudidas de diferente intensidad frente a distintos cuadros de la realidad. 


En la historia de la constitución del cerebro humano, el cerebro de las emociones (sistema límbico) precedió cronológicamente al cerebro de las razones y las reflexiones. Este nos identifica como sapiens: supone la posibilidad de controles emocionales, inhibiciones y sublimaciones. Pero es sabido que los controles no son ni han sido impedimentos para neutralizar emociones, que acaban por desatarse. En la sociedad actual, parecen prevalecer los dos cerebros más antiguos, particularmente el que Henri Laborit llama de cocodrileano: irrefrenablemente bestial, porque despojado de todo autocontrol racional. La sociedad de los hombres, en sus avatares y desventuras, privilegia un determinado ethos, que será simultáneamente emocional y conductual. Lo social “culturaliza” lo biológico. 


La historia conoce mil ejemplos de arrebatos emocionales colectivos que aparecen como multitudes enardecidas; pero las emociones presentes en el día a día, de quienes no viven sus padecimientos con la frialdad del hielo, albergan un potencial explosivo que usualmente estalla en la relación cara a cara, cuando, a veces, una insignificancia es la gota que desborda el vaso donde ya rugía la tormenta. Vendavales de desesperación y violencia anulan los últimos resquicios de control: el sujeto victimado por la sociedad se victima a sí mismo, a los suyos y a los Otros. Personas temerosas se desequilibran y se amedrentan, el pensamiento flaquea y eventualmente abre espacios a la fe, poderosa manifestación emocional: no son pocos los que buscan refugio en el arsenal de la religión, en los milagros de un San Cayetano que deberá interceder para recuperar el empleo o la salud, o en un San Expedito, que restituirá el amor perdido. La fe supera los límites de la religión: la difunta Correa y el Gauchito Gil convocan multitudes. Lo que en ocasiones comienza como un intenso fervor arriesga caer en reacciones irracionales o situadas en un borde fácilmente franqueable. Supersticiones, mitos, presagios y creencias ancestrales irrumpen desde los oscuros recovecos humanos en que vivieron replegados en el silencio. Las exteriorizaciones emo[LP1] cionales llevan la marca de una cultura, de una situación concreta, de una sociedad de la que extraen las formas de su objetivación. 


El avatar humano está sembrado de huracanes emocionales provocados por desafíos sociales y naturales. Pestes, guerras, cismas y hambrunas desencadenan conductas colectivas que registran auto inmolaciones colectivas, suicidios individuales y accesos de misticismo. Delumeau (1968:48) relata que la combinación de desastres (los mencionados y muchos otros), las angustias y los desconciertos que provocaron, pueden explicar el que tanta gente haya optado por la Reforma. La interpretación cristiana de aquellas desgracias, incluyendo las acaecidas a la propia Iglesia, debió generar una tremenda angustia y apertura a la aceptación del movimiento iniciado por Lutero. En los últimos años del siglo XV, contemporáneamente de la empresa de Colón y las grandes navegaciones portuguesas, ”se expandió la creencia, prosigue Delumeau, que, después del Gran Cisma, nadie había entrado en el Paraíso”. El componente emocional acompañó las creencias y supersticiones de la época. Totman (1982:121) llamó de “reacción de desistencia” a una fuerte experiencia de desesperanza e impotencia para enfrentar los desafíos de la vida, con la inclinación al suicidio o el refugio en una devoción intensamente emocional. Delumeau (Id.:51) señala la proliferación del culto mariano y de los santos en tiempos de la evocada angustia colectiva. 


Huizinga (1978:17, 18 y 39) relató que en la Edad Media, “la receptividad para las emociones, las lágrimas, los arrebatos del espíritu” precisa ser “recordada si se quiere comprender como era tensa la vida en aquel período”. Mérito de este historiador es apuntar que “el tono emocional” no es producto de algún misterioso rasgo genético. La “vehemencia patética” de la vida medieval se desarrolla en un nicho de violencia e inseguridad. Tal vez por eso, prosigue, el apego a los príncipes tenía carácter emocional, girando en torno de motivos tan primarios como el odio, la fidelidad y la venganza. Gourevitch (1993: 1277) insiste en los traumas provocados por la creencia en el Juicio Final (tenido como inminente) y las puniciones que habrían de sufrir los mortales en la hora de dar cuenta de sus vidas pecadoras. Malestares psico – emocionales, posesionados de multitudes, regulaban vidas atravesadas por fantasmas esgrimidos por la iglesia católica y cultos pre cristianos: los pecados cometidos tenían una escasamente grata retribución. Birabent y Le Goff (1989:1498) aluden a las prácticas a que fueron empujadas poblaciones medievales por el temor a la peste. Emociones intensas habrían aumentado el predicamento de supersticiones precristianas, con una mayor aceptación de viejas creencias y rituales. Proliferaron procesiones y peregrinaciones; se multiplicaron los “profetas” y, con ellos, los auditorios desesperados por conocer el futuro. 
León Pomer

Las emociones tienen “fuertes componentes cognitivos, que entremezclan los sentimientos a la voluntad, a los juicios de una manera extraordinariamente compleja” (Edelman, 1994:222). Agrega el distinguido premio Nobel: “el que tengan bases históricas y sociales (…) no permite simplificarlas”. Greenspan (1999: 46 a 52), señala algo de extrema importancia: “La única forma por la cual una persona puede tomar una decisión, la única forma por la cual se puede decidir qué ideas y características deberán ser enfatizadas y cuáles ignoradas, es a través de la consulta a nuestro propio catálogo de experiencias físicas y emocionales. Las emociones que organizan el catálogo generan categorías, a partir de las cuales seleccionamos, según una compilación de recuerdos e instrucciones, las informaciones relevantes para una determinada cuestión. Pensar requiere dos componentes. Como mínimo una estructura emocional que selecciona y organiza acontecimientos e ideas, antes mismo que utilicemos palabras y símbolos para representarlos. Esa organización emocional, literalmente, nos permite “generar” ideas: “…la estructura de las categorías afectivas que erigimos a partir de experiencias pasadas, sirve como un medio de percepción de los matices sociales y emocionales y del significado del hecho ocurrido”; “las primeras ideas que surgen acerca de una cuestión específica son generadas por las categorías afectivas que constituyen la arquitectura organizacional de nuestras mentes. Sólo entonces analizamos esas respuestas desde un punto de vista lógico”. La clave del párrafo anterior está en las “experiencias físico – emocionales”, las categorías y las decisiones que se siguen de ellas. Nuevamente: el papel decisivo de la sociedad. 

El provocar estallidos emocionales alegando ominosos peligros es un arma del Poder. En la vida política, la personalidad del líder despierta adhesiones no siempre regidas por la fría reflexión. La superstición, y la emoción que comporta, que envía a fuentes extra terrestres el origen de los males terrenales, presta excelentes servicios a la dominación. 


EL INCONSCIENTE MODELADOR 


El antropo - lingüista Edward Sapir (1976) publicaba en 1927 un artículo, titulado” La Influencia de los Modelos Inconscientes Sobre el Comportamiento Social”; demostraba que modelos formales “sumergidos”, obviamente ignorados por su portador, imponen categorías y esquemas conceptuales. Adquiridos y formados socialmente, los modelos clasifican y ordenan los datos de la experiencia, inciden en la percepción, recortan y componen conjuntos que, aunque considerados realidad objetiva, no son algo diferente a una proyección de las categorías inconscientes, perceptivas y clasificadoras. “Los códigos más importantes que comandan nuestra existencia, corrobora E.T.Hall (1979:349), funcionan debajo del nivel de los controles conscientes (…) El inconsciente cultural, como el inconsciente freudiano, regla las acciones de los hombres”. Bourdieu habla de un capital cultural incorporado, de origen social, que construye en la intimidad neuro – psico – biológica del individuo “principios inconscientes de acción, de percepción y de reflexión”. Son “disposiciones” que han llegado para quedarse y conformar la modelación del individuo; comprenden “actitudes e inclinaciones perceptivas, un sentir, un hacer y un pensar”, valores, normas y hábitos. Concluye Bourdieu: “el principal mecanismo de dominación opera a través de la manipulación inconsciente del cuerpo, del lenguaje, de la actitud frente a las cosas”. Principios de “acción, de percepción y de reflexión”, ingresan en el individuo y lo constituyen en un sujeto específico: inscriben en él una suerte de protocolo conductual que funcionará maquinalmente (Id.:1983, 2003, 2009, 2011). Foucault habla de “dispositivos”, en el sentido de hábitos conductuales, maquinales e inconscientemente recurrentes que reproducen la sociedad existente. 

Bourdieu elabora el concepto de “habitus” (1990), disposición que no tiene la razón como principio, pero construye al agente social como operador. El habitus es un “sistema de esquemas adquiridos que funciona en el nivel práctico como categorías de percepción y apreciación, como principios de clasificación y organizadores de la acción” (Id.:1990:26); “se actualiza en la lógica específica de una práctica particular” (Id.:s/d:354). Bourdieu (1979: 190 – 191) previene: el habitus no es un emergente de la reflexión consciente ni es un destino ni está en los genes: es un producto social. Será liberador si tiende a la apertura de horizontes, a incentivar la duda y la curiosidad; será aherrojante si instaura la pasividad y el conformismo, la sujeción al estereotipo. El espacio intersubjetivo de comunicación, prosigue Bourdieu, está estructurado por dispositivos inconscientes que traducen la diferencia de clases (y agreguemos: de etnia, de color, de género, de nivel cultural). 

Elías (1994:81) sostiene que en las prácticas comportamentales, subyacen “presupuestos no cuestionados”: los llama “estructuras básicas de pensamiento de los cuales nos apoderamos, sin mayor reflexión, con las palabras de nuestra lengua”; recursos que “se encuentran entre los modos de orientación indispensables, sin los cuales nos extraviamos”. Hay en ellos, prosigue Elías (Id.:84), concepciones que, por su familiaridad, permanecen normalmente debajo del nivel de una conciencia lúcida. 

ANORMALES 

Los individuos no “domesticados” y “mal” normativizados, en su absoluta mayoría conducidos por su historia de vida a esa situación nada confortable, son útiles al sistema. Están aprisionados, anotan Berger y Luckmann (2011: 205) “por la realidad objetiva de su sociedad”, aun cuando subjetivamente tengan esa realidad “como algo ajeno y trunco”. El individuo “socializado deficientemente” se sentirá en un mundo ajeno, pero imposible de eludir: contradicción insoluble, prólogo de desajustes los más variados y, finalmente, de la la locura. Para neutralizar a los “desajustados”, el Poder descarga sobre ellos un festival de anestésicos simbólicos. Y cuando el caso lo pide, entra en acción el garrote de “abollar ideologías” (Mafalda dixit). 

Sobre la vida pre – natal opera el estado físico, fisiológico y psicológico de la madre. Posteriormente, al decir de Campbell (1992:199), aludiendo a la infancia, la especie humana es dependiente de las relaciones intrafamiliares. Niños separados de sus madres (Id. ,Id.:150) durante un lapso considerable, desarrollan un retraso físico e intelectual. Un elevado porcentual de delincuentes carga con el peso negativo de relaciones con sus progenitoras, gravemente alteradas en los primeros años de vida. Jóvenes con esa clase de historia padecen deficiencias en sus respuestas emocionales: son indiferentes al castigo e inaccesibles a la amistad verdadera. No serán buenos padres, y ocasionalmente presentarán cuadros neuróticos y eventualmente psicóticos. Investigadores norteamericanos (Nemeroff y Plotsky, La Recherche, n° 11) concluyen que, en la criatura humana, con independencia de la constitución genética, lo que acaece en los comienzos de la vida puede producir “heridas biológicas” que aumentarán la vulnerabilidad del adulto al stress y lo predispondrán a la depresión y la ansiedad”. 

Necesidades emocionales mal atendidas o desatendidas redundarán en perjuicio de las idoneidades sociales y cognitivas de los niños que las padezcan. 

Individuos que se “modelan” en circunstancias signadas por el hambre, la violencia, el desamor y el desamparo, se construirán como lisiados sociales. El Poder necesita del amplio arco de “inadaptados”: justifican los aparatos de seguridad, las leyes represivas, las escrutadoras cámaras de TV, la diseminación del miedo como dilecto recurso de la dominación, el control de la vida privada. En la sociedad de antagonismos irreconciliables, “inadaptados”, “anormales” y criminales juegan papeles nada secundarios: contribuyen a su permanencia, son uno de sus frutos. En su Huis Clos, Sartre escribió la frase que se hizo célebre: “el infierno, son los otros”. En la sociedad de desiguales, el infierno es el lugar donde deben recluirse los plebeyos desmodelados. Las copiosas siembras de patologías culturales – psico - emocionales que la dominación arroja sobre la sociedad, particularmente cuando no las tiene todas consigo, son buenos motivos para buscar “soluciones” que, al no penetrar en las raíces del “mal” lo sostienen indefinidamente. Lutero y Calvino y la tradición católica (San Agustín) coincidían en que la duda y el temor propiciaban un fervoroso sentimiento religioso. Agustín alegaba que la seguridad y el reposo alejan de Dios. 

En su obra sobre la agresividad humana, Ashley Montagu (1978) coincide con Maturana en que “los sistemas específicos de fibras nerviosas y los núcleos o grupos específicos de fibras nerviosas se desenvuelven prefuncionalmente en el cerebro para cumplir funciones específicas. En una proporción mucho mayor que en otros animales, esos elementos prefuncionales pueden ser posteriormente organizados por la experiencia. Este autor advierte que en los seres humanos, los elementos neurales asociados con la agresión no determinan fatalmente comportamientos agresivos: en muy considerable medida será la experiencia la que organice funcionalmente los núcleos y los sistemas específicos de fibras nerviosas, “determinando, si funcionarán o no en comportamientos agresivos”. Ashley insiste: la agresividad humana no es una fatalidad. 

De las patologías sociales nos hablan estudiosos de varias disciplinas. Alexander Luria (1990: 21 – 22) afirmaba que algunos procesos mentales no pueden desarrollarse al margen de formas apropiadas de vida social. Luego, formas “inapropiadas” de vida social resultarán en obstáculos cognitivos, relacionales etc. 

El creador de la teoría de sistemas (Bertalanfy, 1992:47) tenía claro que el “auge de trastornos psíquicos en el mundo actual, sus neurosis, trastornos psicosomáticos y delincuencia juvenil”, deben ser atribuidos a la ausencia de valores que hagan de la vida algo mejor que una carrera sin sentido:” la falta de valores produce desórdenes mentales”. Mentes atribuladas, sostuvo Bastide (1977:102 y 256), no logran permanecer en equilibrio: “los desórdenes mentales son más numerosos en los sectores desintegrados que en los sectores integrados de una dada población”. El mundo de la técnica, prosigue Bastide (Id.281), elimina el valor afectividad. Castrado el individuo en su posibilidad de afianzar afectos duraderos, subordinado a las imposiciones de la tecnología y de una organización del trabajo que lo consume, olvida o pierde parte de su humanidad, se hace indiferente a lo que debiera conmoverlo: ese humano sofocado se devora a sí mismo en una suerte de festival masoquista. 

Pappenheim, (1967; X) señala que “tendemos a relacionarnos con aquella parte del ser humano que parece ser ventajosa para nosotros; somos indiferentes al resto”: suerte de utilitarismo que excluye o minimiza la relación “desinteresada”. Lo que ocurre en las relaciones inter personales se da también en la aprehensión de la realidad: tomamos por tal lo que son apenas fragmentos sueltos de la misma. Estamos hechos de la materia de nuestro tiempo social; pero en él vive el sistema que nos limita. 

Pasar hambre provoca alteraciones psicológicas. Cépède y Gounelle (1967: 45 y 71) observan que resultan en apatía, depresión, egoísmo y debilitamiento del sentido social. Esto explicaría, agregan, la indiferencia de multitudes que pasan hambre y los estallidos colectivos de cólera. Karen Horney, citada por Filloux (1984: 118 a 120), observa que la “sociedad puede predisponer a la neurosis por su misma estructura, y puede crear singularidades mórbidas. Competición individual y desigualdad de bienes, prosigue Horney, provocan una “tensión hostil y difusa entre los hombres”. Si a ello sumamos la inseguridad y la incertidumbre, el temor al fracaso, el resentimiento, la sensación de menor valía que acaba con el auto respeto y deviene frustración, tendremos un campo propiciador de emergencias patológicas. Cuando el individuo siente que no puede guiar sus pasos, que es una suerte de marioneta en un teatro donde los hilos que lo comandan son indiscernibles, se percibe impotente. De la impotencia a la depresión hay un trayecto fácil de recorrer. 

“La sociedad suscita tensiones agresivas (Besana, 1990, vol. 18:61 – 62); simultáneamente exige del individuo que las controle y reprima. Sobrevendrá la crisis cuando se produzca una “secuencia de acontecimientos particularmente excepcionales por la carga de sufrimiento y desesperación que transportan”. En este caso, todo conduce a la desagregación de la capacidad de dominio racional sobre el complejo de vicisitudes en que la vapuleada criatura humana está inserta. 

El orden imperante crea odios y actitudes belicosas. “Todo desajuste y conflicto es típico de la sociedad en que surge”, advierte Mannheim (1962.: 217); pero ciertos desajustes, prosigue, “sólo pueden corregirse con la modificación total de la sociedad”. Enfermedades sociales crónicas no tienen cura en la sociedad que las produce. Las que “reacciones humanas patológicas son efectos de un organismo social enfermo” (Id.,Id.: 314) “No se puede transformar el orden social sin modificar los seres humanos y sus convenciones”(Id.,Id.: 301). 

(") Doctor en Historia y Sociedad. 18 libros publicados, algunos en Brasil y Argentina y otros sólo en Brasil. Decenas de ponencias en congresos nacionales e internacionales y centenares de artículos sobre historia y literatura. Docencia en la Argentina (UBA y Universidad del Salvador) y Brasil (Universidades de Campinas, del Estado de San Pablo y Pontificia de San Pablo). Incluido en el programa Café, Cultura Nación de la Secretaría Nacional de Cultura.

Para leer el primer fragmento del  capítulo de Modelar Seres Humanos: http://vagosperonistas.blogspot.com/2019/04/primer-fragmento-del-capitulo-modelar.html

Para leer el segundo fragmento del  capítulo de Modelar Seres Humanos: https://vagosperonistas.blogspot.com/2019/05/segundo-fragmento-del-capitulo-modelar.html

Para leer el tercer fragmento del capítulo de Modelar Seres Humanos: https://vagosperonistas.blogspot.com/2019/06/tercer-fragmento-del-capitulo-modelar.html










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