"¿En qué se basa lo negativo?"-de esta época, se pregunta, y responde, Cerletti- "Fundamentalmente, en el control y usufructo del poder dominante sobre lo político-ideológico y disciplinas afines, como ser, la comunicación. Luego, sus inversiones le reditúan en dos planos, el económico-financiero donde realizan sus ganancias y en el tipo de “ciudadano” que engendra. Individuos ávidos de consumir cuanta mercancía despierta su inducido e insaciable apetito. Asimismo, se verifica el avance de las relaciones humanas virtuales contaminadas por la inmediatez".
Jorge Luis Cerletti |
“… cuanto menos sabemos del pasado y del presente, tanto más inseguro habrá de ser nuestro juicio sobre el porvenir. Pero, además, … en la formación de este juicio intervienen, en un grado muy difícil de precisar, las esperanzas subjetivas individuales…” (“El porvenir de una ilusión” de Sigmund Freud). Cabría agregar que la esperanza, en ciertos períodos, alimenta la ilusión política de numerosos contingentes humanos.
Conciencia y existencia.
Hay una notoria diferencia existencial entre la militancia y las guerrillas de los 70 en sus luchas por la liberación nacional y la etapa post dictadura. Durante este lapso se produjo un cambio profundo que exhibe el contraste entre las certezas ideológicas setentistas comparadas con la incertidumbre política, característica de esta época.
En los 70 vivimos una existencia comprometida en acciones de alto riesgo apoyados en convicciones que preveían el triunfo de la praxis revolucionaria, en rigor, era la ilusión y la esperanza. Ahora entendemos las causas del desenlace adverso pero condicionados por el afianzamiento del orden social que cuestionamos. Éste genera contradicciones existenciales que inciden en la praxis. No obstante, seguimos fieles a los ideales emancipatorios y en busca de abrir nuevas sendas políticas. Opuesto es el caso de quienes “pegaron la vuelta” traicionando esos ideales y la causa popular.
Las contradicciones entre la conciencia y la existencia hoy alcanzan una nueva dimensión. La hegemonía mundial del poder dominante del gran capital penetra los diferentes ámbitos que componen la vida en sociedad. Desde luego que ello no supone la eliminación de los conflictos, pero sí afecta la construcción de alternativas a futuro. En suma, en períodos como éste, prevalece una bruma política que condiciona la existencia y dificulta la creatividad de las ideas y la imaginación.
Ese diagnóstico da cuenta de un clima de época pero no dice de los avances producidos por los aportes que emanan de distintas aperturas. Por ejemplo, emergieron con fuerza las luchas de género, la importancia de la ecología, las reivindicaciones de los pueblos originarios y se ha avanzado en la inteligencia acerca del Estado, del poder y de la representación. Sin embargo, la necesidad de que esas ideas se expandan a la sociedad tropieza con el cerco sistémico que confina a las aperturas innovadoras que motivan la esperanza. De allí que el espacio político donde éstas se desenvuelven se circunscriba a lo micro. Y el mejor ejemplo lo da el zapatismo con las prácticas igualitarias que desarrollan en su medio armonizando conciencia y existencia.
Cambios significativos en el capitalismo contemporáneo.
El salto tecnológico que está generando el capitalismo también tiene influencia en la vida de los mismos que lo cuestionamos. Sean quienes desnudamos sus raíces estructurales o los que sólo critican sus efectos más visibles y dañinos. Es que más allá de la indiscutible evolución científico-técnica actual, se instalan hábitos y efectos negativos en la sociedad dignos de consideración.
¿En qué se basa lo negativo? Fundamentalmente, en el control y usufructo del poder dominante sobre lo político-ideológico y disciplinas afines, como ser, la comunicación. Luego, sus inversiones le reditúan en dos planos, el económico-financiero donde realizan sus ganancias y en el tipo de “ciudadano” que engendra. Individuos ávidos de consumir cuanta mercancía despierta su inducido e insaciable apetito. Asimismo, se verifica el avance de las relaciones humanas virtuales contaminadas por la inmediatez.
La comunicación mediática por su expansión e influencia ha ganado un sustantivo espacio en la generación de subjetividad social. La propiedad de los principales medios de difusión y su prédica es algo tan conocido como gravitante en el imaginario social.
Por otra parte, la penetración en la vida cotidiana de los cambios tecnológicos es una fuente de adicción estimulada por el deseo que potencian sus seductoras aplicaciones. El objetivo de estos “avances” es mejorar y acelerar las ventas, multiplicar y acumular las ganancias y, por añadidura, crea al sujeto dependiente del celular. En suma, el ser humano interesa sólo como comprador adicto al sistema. Claro está que la “subespecie” de escasos recursos y ni qué decir los que apenas alcanzan a subsistir, no cuentan…
Lo que se ha dado en llamar “neoliberalismo”, simboliza los intereses del gran capital y sus gigantescas corporaciones. Son los que concentran la mayor parte de la riqueza del mundo. Y no es una casualidad que la máxima fortuna individual planetaria (título en disputa) sea la de Bill Gates, cofundador de Microsoft. Ya desde hace tiempo se viene acelerando la producción industrial en función de la inteligencia artificial. Una de sus notables expresiones es la robotización y se avanza en la generación de máquinas inteligentes que puedan reproducir las funciones cerebrales humanas, inclusive las emociones para que contribuyan a optimizar… los negocios.
En ese proceso de expansión de la virtualidad se produce un doble efecto: como potenciadora de la ganancia y como factor multiplicador de las mercancías. Así, la mencionada tendencia en la industria converge con el protagonismo que asume el capital financiero en la circulación del capital y en la creación de nuevas formas ficticias del mismo, a través de los Bancos de Inversión, el apalancamiento, etc. Estos fenómenos expresan el fabuloso desarrollo de la internacionalización del capital y su operatoria al instante. Pero también alimentan un serio interrogante, ¿qué pasará con la generación de valor en la medida que la virtualidad vaya sustituyendo a la fuerza de trabajo?
Ahora bien, la agobiante hegemonía del capitalismo deja secuelas negativas en el pensamiento político y en la actividad militante que resiste. A continuación abordaré las que me parecen más relevantes.
La esperanza y la ilusión hacia una nueva sociedad.
Más allá de las características perjudiciales que se desprenden de las relaciones sociales existentes, aquí sólo señalaré algunos problemas que aquejan a quienes cuestionamos la hegemonía del gran capital. Me refiero a las contradicciones que portan las dos posturas señaladas al principio del punto anterior.
Comencemos por los sectores que integran el llamado “populismo”. En la primera década y media de este siglo se generaron variantes en Sudamérica, incluida Argentina, que perturbaron la hegemonía política absoluta del gran capital.
El Kirchnerismo, afuera ya del gobierno, reaccionó apelando a un discurso abusivo sobre la economía. La relevancia que se le da al tema ocupa largamente la propaganda opositora a la gestión reaccionaria de Macri y cia. Aunque esa prédica no deja de ser razonable dada la devastación sobre los recursos populares que aquéllos provocan, no olvidemos que el capitalismo tiene ciclos que van de la crisis al auge económico…
En lo descripto se mezcla la validez de la crítica con lo contraproducente que deviene de sus redundantes argumentaciones en medios gráficos y televisivos. Se ofrecen alegatos numéricos interminables sobre sus efectos en la sociedad y en particular, sobre los de menores recursos. Hasta ahí lo negativo sería la exagerada reiteración del tema que no favorece a los propios fines críticos.
Empero, la naturaleza del capitalismo es lo sustancial y funciona de acuerdo a su lógica sistémica fundada en la ganancia y la acumulación. Y aquí nace la necesidad de oponerse a los dueños del gran capital. Lo malo del asunto es que no se denuncia su naturaleza sistémica y peor aún, no se alteran significativamente sus beneficios ni su hegemonía. De allí que la lucha por arrancarle concesiones al poder dominante marcha a contra corriente de la esencia del orden social que éste preside. Y por más concesiones que se le arranque, siempre se está al borde de la recaída o del colapso cuando dicho poder se saca la careta de la Democracia.
Mientras no se desarrollen alternativas que transformen este orden social injusto, las eventuales mejoras en las condiciones de vida de los sectores populares resultan coyunturales y transitorias. Es que históricamente se sufrió un retroceso que se pone en evidencia al observar el déficit político-ideológico de la época actual. Una muestra emblemática es el reclamo por las fuentes de trabajo sin que se desnude la explotación constitutiva del régimen asalariado.
Este panorama trae a escena a las políticas emancipatorias junto a los grandes obstáculos que conllevan. Erradicar la explotación y la dominación implica, nada menos, el fin del capitalismo. Gigantesco desafío que debemos plantearnos quienes asumimos la emancipación como eje de construcción política. Aquí entramos a un territorio casi desconocido que impone un amplio debate de ideas en busca de respuestas. Porque los desafíos y las nuevas experiencias van acompañados de nuevos interrogantes.
Enfoquemos ahora una cuestión conflictiva: los desencuentros que se generan en el campo popular por las diferentes interpretaciones sobre la realidad existente. El problema consiste en cómo se evalúa dicha realidad con relación a las políticas emancipatorias. Problemática compleja en sí misma que suscita polémicas cargadas de intolerancias que no aportan. Las divergencias se sintetizan, simbólicamente, bajo la enunciación del “mal menor”. El quid de la cuestión versa sobre la evaluación de la política que se desarrolla dentro de los condicionamientos sistémicos. Y aquí surge una fuerte contradicción: aislamiento o cooptación.
Tal dilema comprende una multitud de problemas irresueltos. Partimos de una concepción común: la oposición al sistema capitalista, el cuestionamiento al Estado y la necesidad del protagonismo y la participación popular. Esto último supone la crítica a la representación, vanguardias y liderazgos. Como resulta obvio, tal cuestionamiento a la política realmente existente se desarrolla inmersa en la dominación mundial del capitalismo. Se plantea entonces una perspectiva política tan justa como desconocida.
Esa situación de hegemonía totalizante es la que nutre las diferencias acerca del “mal menor”. Su interpretación remite a la política realmente existente y a sus efectos sobre la sociedad. Mientras que hoy, la emancipación sólo es constitutiva de las propuestas y experiencias que se desarrollan a nivel micro. Ergo, ¿cómo se articulan las mismas en la vida y las necesidades del conjunto?
El crecimiento de la participación popular es un requisito sustantivo de la problemática abierta. El sometimiento se manifiesta a nivel de las clases sociales con sus inequidades e iniquidades, en la exclusión, las diferencias étnicas, de género,… y también en la agresión a la naturaleza. En ese sentido y de acuerdo a las situaciones, establecer diferencias político-económicas sobre la acción de los partidos estatales, puede tener significación para gran parte de la sociedad. Por lo tanto, no hay que subestimar ese aspecto y rescatar los momentos y acciones que favorezcan a la causa popular. Articular las luchas reivindicativas justas en busca de la construcción de lo común es mucho más difícil que igualar y negar todo. Dependerá de nuestra creatividad para sortear riesgos e impulsar la emancipación sin ser cooptados por la política partidaria y el Estado.
Aludiendo ahora a la cita inicial de este artículo y a modo de cierre, podemos convenir que existe un considerable conocimiento del capitalismo en el mundo y en nuestro país, también sobre su dinámica y actual desarrollo. Obviamente, es un sistema que se basa en la explotación y la dominación. Historia y características que fundamentan sobradamente el imaginario y los principios anticapitalistas. Desde ya que esto no alcanza para la creación de alternativas a este orden social. Pero sí fundamenta la esperanza de que un régimen tan injusto y amenazante para la humanidad tiene que ser superado.
Esperanza que alimenta las luchas por la emancipación unida a la ilusión de que todo lo que uno haga en ese sentido, por mínimo que fuere, contribuye a la gestación de un porvenir más justo e igualitario. En síntesis, se trata del porvenir de una ilusión que convoca a la tarea colectiva de sumar esfuerzos en la construcción se sendas hacia sociedades liberadas de los flagelos de la explotación y la dominación.----
(25 de Agosto de 2017)
Excelente!!
ResponderEliminar