domingo, 15 de marzo de 2015

LLUVIA Y SOLEDAD por Claudio Javier Castelli

En tiempos de poeta quise escribir una antología sobre los más grandes poemas sobre la lluvia, o por lo menos los que más me gustaban a mí. De esas arbitrariedades están llenas las antologías, de aquí y acullá.

Haber visto llover sobre el río Paraná, desde las barrancas del parque “Berón de Astrada”, en mi pueblo, en pleno fervor adolescente fue un hiato, una hendidura en la ya la larga pasión vital.

Hubo tiempos en que al llover en Buenos Aires me quedaba en mi casa para escribir sin piedad, con una pulsión infinita, necesitaba la fusión de la palabra y el eco finísimo de la lluvia.

En enero, de 1973, tenía quince años, mis padres habían viajado a Chile, mi novia de entonces hizo lo propio, con sus padres a las Cataratas del Iguazú; en el Club Sportivo Comercio e Industria, de La Paz, Entre Ríos, se desarrollaba el famoso festival de folclore del norte entrerriano. Allí actuaron “Los Tucu Tucu” e interpretaron la canción de Horacio Guarany: “Lluvia y soledad”. ¡Cuántas veces se detuvo mi corazón con la música y la palabra!:


"Llueve, pero llueve, llueve, llueve y yo me siento solo.
Como si llorara el cielo y llueve, y llueve.
Llueve, pero llueve, llueve, llueve como ayer llovía.
Llueve sobre el alma mía y llueve, y llueve.
Y está lloviendo y tu no vienes, y está lloviendo y tú no vienes.
Mojada mi alma de tristeza y llueve y llueve.
Lejos estoy de mis amigos, lejos de mí y de mi pueblo,
todo dejé por tu cariño y llueve y llueve".



Entonces, le prometí el mundo, a una bella adolescente de quince años, que nunca la iba a dejar al compás de esa interpretación del famoso grupo folclórico. Hay hombres que son fieles a esa edad y toda la vida. Hay otros que callamos de grandes, nos apagamos cuando “está lloviendo y tu no vienes”. Alguien que nunca iba a llegar, que nunca iba a venir, porque era la pasión misma de la nostalgia que se deshilachaba con el tiempo para rearmarse como la voluntad indiscutible de seguir viviendo a todo trance.

La poesía no es más que la forma de ese contenido.


“Bruscamente la tarde se ha aclarado
Porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae y cayó. La lluvia es una cosa
Que sin duda sucede en el pasado".



Ese poema de Borges, le devuelve la voz de su padre que no ha muerto. También me trae la voz de mi padre en mi casa, al regresar del colegio, al mediodía, aprontándose para la siesta, y yo apurado, para la clase de gimnasia en la cancha de fútbol.

Conceptualmente toda lluvia es una metáfora de la metafísica. En este tiempo post metafísico cada aguacero es una declaración de principios acerca de la realidad tormentosa de la poesía, y de la inextricable madeja de los fundamentos últimos de la existencia.




"Olas grises" se llama el poema de Leopoldo Lugones, uno de los más tristes en homenaje a ese clamor del cielo que nos humedece las palabras. Hay un eco aquí, que después se encuentra en Borges, como el mismo lo dijo en un prólogo famoso:


“Llueve en el mar con un murmullo lento
La brisa gime tanto, que da pena,
El día es largo y triste. El elemento
Duerme el sueño pesado de la arena.


Llueve. La lluvia lánguida trasciende
Su olor de flor helada y desabrida.
El día es largo y triste. Uno comprende
Que la muerte es así…que así es la vida…


Sigue lloviendo. El día es triste y largo.
En el remoto gris se abisma el ser.
Llueve…Y uno quisiera, sin embargo,
Que no acabara nunca de llover.”



Estos dos últimos versos son la revelación de lo que está más allá del agua cayendo: el tiempo indetenible, abrumador, tenso y brillante como la prosa hegeliana, en el prólogo a la Fenomenología del Espíritu. Siempre nos dispara del pulso mismo de la racionalidad; tal vez, por nuestra naturaleza latina.



“Llega de repente la lluvia, instala sus huestes, minuciosos
Guerreros de seda y sueño.
Salta gozosa en los tejados, desciende por los canalones
en precipitada algarabía;
comienza la gran fiesta de las aguas en viaje que establecen
su transitorio dominio
y de la mano nos llevan a regiones que el tiempo había
sepultado, al parecer, para siempre:
allí nos esperan
la fiebre de la infancia
la lenta convalecencia en tardes de un otoño incesante
los amores que se prometían sin término
los duelos en la familia
los húmedos funerales en el campo”.



Es Alvaro Mútis, en uno de los más hermosos poemas sobre la lluvia: “Visitación de la lluvia”.


Cómo la lluvia vuela con mi alma de poeta. Pero el olvido de los gobernantes hace que se ensañe con los barrios pobres, con los desterrados de la tierra. Y aquí en Buenos Aires, en la ciudad rica y vanidosa inunda los ríos subterráneos nunca bien entubados, que desbordan para reclamar, no la nostalgia de su paso, sino la tristeza, por la desolación que deja cuando se apaga.


¡Qué cosa la poesía cuando se viste de odio! Lo más bello y genuino, es para algunos como ver llover en el campo, y para otros…


“¡Oh, Dios! Cuánto perdón es necesario…”



Dice, Enrique Molina, en ese intenso poema, “Folletín pasional entre lluvias”, para contar una dolorosa historia de amor: Tristán e Isolda podrían ser.


Entonces; en el festival de folclore no llovía en la cancha pero llovía en esa apresurada declaración de amor, que arrojaba al cielo infinito, donde “Los Tucu Tucu”, cantaban “Lluvia y soledad”. Horacio Guarany había hecho la letra y música, y una interpretación antológica, como la antología de poemas de la lluvia, que nunca reuní porque el aguacero me fue quitando las palabras y me dejó una voz que repite el eco de unos versos de Ricardo Molinari:


“¡Llueve! Y el viento combate dentro de la noche,
sin mirar mis abiertas y vanas banderas.”



Pero en la posmodernidad lábil y tuitera, donde los más importante es sentirse bien, no podemos terminar este texto, sino es volviendo sobre nuestros propios pasos, para reconocernos en la milonga de Piazzolla y Ferrer, en la voz de Amelita Baltar: “Los paraguas de Buenos Aires”, porque aquí la lluvia nos desnuda el alma, para dejarnos frágiles y perceptivos. La lluvia es también el torrente del mundo que nos abraza. Y la "canillita" con quien oramos pidiéndole a Dios por prosperidad nuestra y de nuestro país que nos ha bendecido con estos combativos años.



Llueve y pulsa el corazón la savia de no querer saber nada de nada: todo lo aprendimos con un aguacero.





Lluvia y soledad: https://t.co/rkooZIxxRK vía @YouTube

Horacio Guarany "LLuvia y Soledad": https://t.co/mleHrtK1mN vía @YouTube

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