Hay una proliferación de
sentido, donde el sentido economicista de Cerletti no interpreta acabadamente
“lo social” del Siglo XXI. Baudrillard hablaba en los 70, del fin de lo social
como incapacidad del intérprete de asirlo con sentido (Cultura y Simulacro,
Kairós, Barcelona 1978). Sólo desde el panóptico marxista para mirar el mundo
puede hablarse de lo social sin discusión. Nunca hay que dejar la comprensión
racional, pero es anacrónico intentarlo sólo desde lo económico político.
Siguiendo
a Baudrillard, hay mucho de simulacro de lo social, que se reinventa con cada
intento de aprehenderlo, porque el modelo es el propio simulacro de lo social.
¿Con que sentido hablamos hoy –siglo XXI- de la participación? ¿A quiénes comprende?
¿A quiénes desecha?
“Hay
también en esta época que vivimos una conciencia de libertad total, de
conciencia arrojada al mercado de consumo, de conciencia a elaborar una
sinergia con las redes sociales, desencadenadas a fuego, en los últimos años.
De ahí que el elemento lógico del sentido, requiera de mayor amplitud de
interpretaciones, que le dé a cada uno su cuota de vacío, que anhela, en el
vacío general de un mundo que ha matado a Dios” (“Apuntes posmodernos”,
Facebook CJC)
(Claudio Castelli y Jorge Cerletti)
Las grandes participaciones en
el modelo kirchnerista no quita que mucha de ella no sea generosamente lábil:
si les cuesta identificarse con el antecedente del peronismo, es un material
sumamente difícil para una revolución marxista. Sí, para una militancia más
abierta, más informatizada, más “celularica”, más desprendida. Aunque sepa
posicionarse en sus aisladas y contundentes demandas. Aquí viene Laclau
oportunamente a aportar el pueblo, como significante vacío, que se articula con
el líder, a través de las demandas requeridas satisfechas o insatisfechas.
Falta
en la realidad, para el análisis cerletiano, un componente esencial: el
proletariado. Decíamos en un artículo
escrito en Facebook (“ La ilusa unión de todos los argentinos”), y
reproducido en el blog escaladaperonista.blogspot.com, “Los sectores medios se
insertan también en esa lógica. Hoy podemos decir, que no hay trabajadores,
clase media y burgueses, sino solamente burgueses, aun siendo trabajadores,
porque la conciencia social fue cooptada por los medios de comunicación en una
idea uniforme, de que un burgués trabajador en una fábrica en Burzaco tiene los
mismos intereses que Benito Roggio o los hermanos Bulgheroni, los mismos
miedos, son "la gente".”
Y lo
repetimos hoy todos quieren ser burgueses, desde el menor trabajador en
Burzaco, a la clase media porteña, que en este juego es el gozne con las clases
altas desde siempre. Inmediatamente después de la mejoría económica, su
conciencia troca en burgués. ¿Está mal que sea así? En esta conciencia juega la
dictadura militar del 76/83, el final abrupto alfonsinista, y la década
neoliberal menemista -la que se intenta recrear desde los faros más luminosos
de la oposición-, y el tiempo posmoderno que vivimos con la disolución de “lo
social”, tal como lo entendieron Marx,
en el siglo XIX y Lenin, en el siglo XX.
Además,
el fin de “lo social” así considerado, se revierte en qué todo es lo social, y
que lo social es apresado en residuos, sedimentos, lo que queda: los militantes
kirchneristas: La Cámpora llenando Velez Sarsfield, Unidos y Organizados,
Movimiento Evita llenando Huracán, y Encuentro llenando Atlanta, los únicos hoy
que demuestran y pueden realizar concentraciones masivas de corte político. En
ese residuo de lo social, se libra un combate que el kirchnerismo está ganando.
En
esta época de “lo social” como residuo, la gestión es la marca en la conducción
del Estado, y siempre ha sido así.
Gestión mínima en el neoliberalismo. Gestión máxima en el populismo. En los
socialismos reales la gestión disolvía lo social. En el populismo es gestión
máxima y ampliación de derechos. Para el neoliberalismo es gestión mínima del
estado, represión y libertad de mercado absoluta.
Pero “lo social” como espacio
de conexión es también para todos, un dato que el mundo posmoderno tiene para
regalarnos. Por supuesto que ese mundo posmoderno se lleva mucho mejor con el
neoliberalismo, por su nula participación. En el populismo hay una apática
participación.
“Lo social no habrá jamás
tenido tiempo para llevar a la revolución: habrá sido ganado por rapidez, por
los signos de los social y por la revolución” (Jean Baudrillard, “Cultura y
Simulacro”, pág. 190, editorial Kairós, 1978, Barcelona).
El socialismo marxista no
podría imponerse en el mundo sino fuera con una enorme restricción de la
libertad, como en la práctica advinieron los socialismos reales.
Busquemos al peronismo como
orientador en el tema, y a su hijo dilecto: el kirchnerismo (populismo), donde
la justicia social, se plantea como norte, en un marco de progresiva
recuperación del estado de bienestar peronista. El kirchnerismo es el hecho
maldito del país burgués hoy.
Engels decía que en la época de
Hegel (fines del siglo XVIII y principios del XIX) no había nada más importante
que la religión y la política (“Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía
clásica alemana”, Anteo), bueno hoy nos ocurre algo por el estilo, la religión
goza de muy buena salud, más con los nuevos aires papales, y las masivas
presencias en los cultos evangélicos. Ha sobrevivido a todo: al positivismo y
al marxismo. El hombre religioso rompe con la superficialidad del hombre
celular contemporáneo, y al tener un gran discurso sobre el mundo, no se
convierte en elemento fungible, en el orden social. También el de hábitos
religiosos en sus ideas neutraliza la “comunicación permanente” de hoy, que ha venido a suplantar la idea
trotskista de “revolución permanente”.
Es errado estratégicamente
adoptar una posición economicista para combatir el capitalismo y luchar por la
emancipación, porque ahí, en la economía es fuerte en su riqueza para oponerlo
a los socialismos reales, aunque también es fuerte en su injustica. La batalla
es en la cultura, el pensamiento, la comunicación e información, que es donde
más hipócrita es el capitalismo.
Las redes sociales vienen como
anillo al dedo para esa lucha por el pensamiento.
Si para Marx “El Capital”,
debía ser la biblia de los trabajadores, la biblia hoy puede ser más
revolucionaria en la búsqueda de dignidad de ese trabajador.
Informaciones provenientes de
Venezuela, me indicaron que los médicos cubanos, además de sus extraordinarias
tareas solidarias, se divertían en los shopping center, con la fascinación de
la cantidad de objetos para la venta. Esa fascinación por las mercaderías hasta
parece previa a toda idea económica en general, la demanda como previa a la
oferta, hace inútil la racionalización marxista del fetichismo de la mercancía.
No hay en tu libro un acápite a
la defensa de la idea de nación frente al imperio, como previa a toda
conflictividad de clase, aunque ese imperio utilice las clases altas en su
dominación. El sentimiento de historia y destino en común fue siempre muy
fuerte en el peronismo, y un animador constante de la militancia en la defensa
de la patria.
Pero precisamente el peronismo
más allá de ser una alianza de clases, es el más ferviente introductor en el
país de la lucha contra la oligarquía, y la conciencia clasista frente a las
clases altas, a quién todos quieren parecerse.
Tu empeño por ver el
kirchnerismo como momento neodesarrollista no es más que una variante de la
mirada clásica de la izquierda anclada en las tesis de Braden. Pero además, es
doblemente equivocada, porque insistís en considerar sólo los aspectos
económicos del kirchnerismo, que al engolfarlos en neodesarrollista, les da un
tono peyorativo, de un proceso de ampliación de derecho, e incorporación de
grandes masas de la población, que salen de la pobreza e ingresan al consumo.
La economía decía el General, tiende más allá de cualquier interpretación
intelectualoide a lograr “la felicidad del pueblo”. Y eso lo ha logrado el
kirchnerismo. Pero a la vez es equivocada la mirada porque no consideras en
realidad la importancia de “lo político” en este proceso. La antinomia como
vuelta necesaria para la discusión y la militancia para conquistar derechos, y
para enfrentarse en el terreno internacional, a la vez que aliándose con los
pueblos latinoamericanos.
Dice Nicolás Casullo
(“Peronismo, militancia y crítica 1973/2008”, Puñalada, 2011, pág. 278) “El
significado del populismo latinoamericano dejó atrás una vetusta dependencia
conceptual que se tenía de Europa”. Tu mirada es tributaria de ese marxismo
clásico, que no veía en el peronismo más que el fascismo o cuando menos una
variante de él.
Hay muchos otros temas a desarrollar
en una discusión sobre tu libro Jorge, pero te reitero es un gran libro y un
movilizador para grandes discusiones. Quiera que esta contestación aporte algo
a ese entramado de lucha nacional y popular.
19 de Noviembre de 2014.-
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