Cristina Fernández de Kirchner, la gran esperanza |
Una nota de opinión en el diario La Nación, tradicional vocero de la clase terrateniente, ayuda a comprender el punto en el que se encuentra hoy la política argentina: “parafraseando el Manifiesto Comunista podría decirse que un fantasma recorre las elites argentinas: la posibilidad de que Cristina Kirchner se presente en las elecciones de la provincia de Buenos Aires y las gane. Ese escenario provoca pánico en el establishment, muchos de cuyos miembros sostienen que postergarán inversiones o levantarán sus negocios.” El articulista, Eduardo Fidanza, termina su nota, del 27/05/2017, diciendo: “si Cristina ganara en octubre, estas contradicciones no habrán sido resueltas. Y el país seguirá atrapado en el pasado equívoco que ella representa”.
En este presente de retroceso oligárquico una reflexión de estas características proveniente del riñón periodístico liberal conservador no puede pasar desapercibido para los sectores populares. La centralidad política de la figura de Cristina Fernández quedó en evidencia tras la entrevista que dio el 25 de mayo pasado a Navarro y Sylvestre, la que, justamente por esa razón, tuvo el efecto de sacudir el ánimo aletargado de muchos sectores nacionales, ante una realidad sin tregua. Esta centralidad se realiza al poner sobre la mesa de discusión el problema nacional y las tareas históricas que las fuerzas nacionales deben asumir como propias.
Cristina Fernández dio definiciones que permiten precisar las tareas políticas del actual momento histórico, y, por ende, asumir un rol protagónico desde las consignas de: reconstruir el país, construir la unidad de la oposición y formar una fuerza parlamentaria que le ponga límites al ajuste, y la revisión de la deuda externa que se ha tomado desde el inicio del macrismo.
Su figura sigue siendo el cuadro político más profundo y con una visión integral del país, hacia dentro y su rol en el concierto mundial, de una clase política que se ha desmoronado ante la primera presión oligárquica y cuya expresión más defeccionante está en el senado de la nación. Ya en otras apariciones públicas había dado mensajes de unidad de los trabajadores, tendiendo puentes hacia la Corriente Federal de los Trabajadores y en su apoyo a la CTERA, cuando llamó a “la unidad del movimiento obrero” para la “reconstrucción de un espacio que no puede agotarse en el peronismo”.
Ahora, su aparición pública puso en evidencia la disputa central a partir de la cual se define el destino del país, la divisoria de aguas en dos campos bien diferenciados: el de la defensa del interés nacional y una política socialmente justa, uno, y el de la protección de los privilegios oligárquicos en un orden social dependiente de los poderes financieros internacionales, el otro.
La reflexión autocrítica sobre la manera de superar las condiciones políticas, económicas y culturales que permitieron la interrupción del proyecto nacional, forma parte de las tareas históricas del movimiento nacional necesarias para avanzar en sus realizaciones, pero el retroceso padecido en estos meses no deja lugar a dudas acerca de cuál es la divisoria actual de las fuerzas sociales.
La política de la confusión renovadora.
La escena de la actividad política refleja, de alguna manera y con sus particularidades, esta real e histórica divisoria de intereses y fuerzas en pugna que otorga un sentido concreto a la realidad del país.Sin embargo, el plano político podría complejizarse de proliferar listas y candidatos que compiten entre sí dentro del campo nacional, diluyendo en el horizonte del pueblo la figura del adversario principal. No hay tres, cuatro o más alternativas sino dos opciones reales cuyos límites en estos meses aparecen superficialmente como difusos a partir del predominio de una visión confusa de las cosas, montada sobre los tradicionales mitos del colonialismo cultural y renovada con coyunturales zonceras promovidas a troche y moche por los multimedios de la comunicación concentrada. Incluso ahora se aporta a la confusión abonando la imágen de un democratismo ilusorio proponiendo unas PASO sin debate sobre los problemas reales del país dentro de la fuerza política que es núcleo del movimiento nacional.
Una de las claves en política que ha influido en el giro conservador del país es la reactualización de la tradicional influencia de las oligarquías sobre los sectores medios. En el campo de la política partidaria ese es justamente el rol cumplido, con eficacia hasta ahora, por el Frente Renovador donde han jugado sus fichas personajes como De Mendiguren y Daer, referentes de sectores del capital y del trabajo respectivamente, ahora en crisis de identidad.
Por eso no sorprende la alianza de esa fuerza con Stolbizer, por explicitar su condición de ariete del orden oligárquico cuya principal función práctica ha sido esmerilar la capacidad de convocatoria del movimiento nacional, con una actuación de peso en las elecciones presidenciales pasadas al ayudar a evitar el triunfo en primera vuelta del candidato del FPV, obligándolo a un repechaje donde las chances del rival acrecentaron enormemente.
El balotaje fue una organización institucional propuesta en la Asamblea Constituyetne de 1994, que en la práctica política funcionó como trampa para el movimiento nacional, evitada habilmente por el kirchnerismo en cada oportunidad, menos la última pasada.
Ahora, nuevamente, buscará debilitar las chances del movimiento nacional de obtener un triunfo clave en la principal zona industrial del país, único lugar desde donde pueden relanzarse las fuerzas nacionales, atrayendo desde la confusión a sectores medios que creen que el problema principal de los argentinos es la corrupción de los poderes públicos y los políticos. El regreso de la izquierda portuaria, tanto en lo partidiario como en la actividad sindical, es una muestra de la generalización de la confusión política.Todo esto metió al pueblo, desde diciembre de 2015, en un laberinto donde los caminos son circulares y llevan a justificar el ajuste y la subordinación a la economía de la especulación, cuando en verdad, de esos, al revés de como se suele decir, no se sale por arriba sino encontrando el camino correcto.
Sin embargo, no todo está servido para la dominación oligárquica. Reintroducidos los sectores medios urbanos en la crisis económica es posible operar para quebrar esas percepciones ilusorias inconducentes para una política de liberación, y alejarla de la influencia oligárquica, aunque sea haciéndole notar el golpe al bolsillo, o porque creen que “es lo menos malo”.
En cambio, un triunfo de Massa en el distrito bonaerense -como pronóstican algunas encuestadoras-, debilitaría las posibilidades de que las fuerzas nacionales en luchar por aquellos objetivos que hoy empezaron a delinearse a propuesta de Cristina Fernández. Y con ello, por supuesto, cualquier posibilidad de debatir acerca modificaciones estructurales de las relaciones de producción, consolidando el actual rumbo de dependencia, concentración económica, destrucción productiva y desigualdad social.
Preguntas sobre el peronismo.
Para conocer la condición histórica de un movimiento político es importante no solo atender lo que dice sino especialmente entender su origen, es decir el momento exacto en hizo su irrupción ascendente en la vida política del país. Así como el peronismo lo hizo el 17 de octubre de 1945, tras el fin de la década infame, con el protagonismo del sindicalismo industrial, y antes el yrigoyenismo lo había hecho como el contrario del elitismo fraudulento y aristocrático, el kirchnerismo surge como respuesta a la eclosión social de las políticas del consenso de Washington en nuestro país. La condición histórica del kirchnerismo es su posición antineoliberal como el reverso del ciclo menemista delarruista. Otra vez el país recorre la senda del endeudamiento externo, el control del FMI, la fuga de capitales y la destrucción de la industria, el trabajo y el ahorro interno, la desregulación financiera, los reiterados y brutales aumentos de las tarifas de los servicios públicos privatizados, vaciamiento intencional de empresas públicas como Aerolíneas Argentinas y debilitamiento de la posición de YPF, hasta la amenaza de privatización del sistema previsional. De ahí que sea válido suponer que la actual regresión conservadora impulsada por el macrismo, de carácter oligárquica y neoliberal, le renueve los aires a su contrario, el kirchnerismo.
En la entrevista, sin ingresar en mayor análisis de fondo, Cristina Fernández esquivó cuestionar a los que los periodistas llamaron “oposición light”, y dijo que los trabajadores y los ciudadanos son los encargados “de evaluar el comportamiento de la dirigencia de cada uno de sus sectores”. La respuesta que dio la ex Presidenta es cierta, pero deja intacta y sin atender la cuestión principal, esto es las posibilidades reales de que el peronismo sea aglutinador de las fuerzas nacionales en prosecusión de sus objetivos propios.
Si los únicos que le pueden pedir cuentas a los dirigentes y cuadros políticos son los electores, ¿qué rol juega la organización partidaria y del movimiento, dónde queda el liderazgo y la dirección política del conjunto? ¿Puede el peronismo como fuerza política seguir las consignas planteadas por Cristina Fernández y ser el eje aglutinador de ese frenta amplio y ciudadano que, a la luz de la historia argentina no puede ser otra cosa más que la expresión presente del movimiento nacional? ¿Puede constituir la fuerza opositora que el pueblo y los trabajadores necesitan, tanto en el congreso nacional, como en las provincias y municipios? ¿Puede encarar la necesaria renovación de cuadros y políticas? Y el principal de los cuestionamientos, ¿puede el peronismo mantener una unidad organizativa y programática detrás de consignas opositoras y antoligárquicas?
La rápida defección de varios de sus cuadros, ante la política de Cambiemos, parecen manifestaciones del peronismo en su etapa declinante. El movimiento nacional requiere un nuevo relanzamiento. La ex presidenta Cristina Fernández es el único cuadro político que ha tomado esa tarea al convocar a las fuerzas nacionales detrás de determinadas consignas antineoliberales porque, como dijo en el último acto en SADOP, “la historia y la realidad demuestra que solo la unidad del campo nacional, popular y democrático permitirá reconstruir lo que han destruido, reconquistar lo que nos han sacado para volver más fuertes a un mundo más complejo” (1). En efecto, es así, pero la cuestión es, entonces, ¿cuántos están dispuestos a asumir este compromiso?
TEXTOS URGENTES, 28 de mayo de 2017.
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