De izquiera a derecha: Alberto Binder, Claudio Javier Castelli, Jorge Cerletti y el sacerdote Domingo Bresci |
La idea comunista es perfecta en tanto consumación económica; pero no es perfecta en tanto idea. Fue Trendelenburg, en Berlín, a cuyas clases concurrió Marx, quién puso en duda la idea lógica pura de Hegel, pues de una lógica conceptual no podría venir ninguna contradicción, ningún devenir, en consecuencia necesitaba esa idea pura del espacio y el tiempo, contaminándose de realidad; sin embargo en la naturaleza de la idea está la contradicción de sí misma, como momentos únicos de un complejo movimiento que no está nunca en paz. La contaminación de realidad de la idea pura no hace más que justificar la forma de la exposición de la idea hegeliana, y no neutralizar sus presupuestos.
El gran mérito de este libro es persistir en la idea socialista en tanto práctica y política, donde fracasan los intentos de una idea imposible, el comunismo realizado. Uno podría decir: “Me mueven los imposibles”, “la utopía sirve para caminar”, y otras tantas por el estilo.
Pero esa utopía es tributaria del mesianismo judío y la Jerusalem celestial de la Biblia, mezclada con escatología cristiana: en síntesis una idea religiosa, y que como tal la tomo en cuenta.
Pero en la divina realidad el hombre es pecador, como dice Lutero. Una vez, un pastor evangélico me dijo algo muy sabio: “el comunismo es una idea demasiado perfecta para el ser humano”. Y ahí, está el quid de la cuestión.
De izquiera a derecha: Alberto Binder, Claudio Javier Castelli, Jorge Cerletti y el sacerdote Domingo Bresci |
Europa que abomina de ideas populistas, se encuentra impotente para otras salidas políticas, que no sean rejuvenecer al mundo, con un nazismo remasterizado, mientras la socialdemocracia es aventajada administradora del neoliberalismo.
Me pregunto: ¿no será porque desvalida es la idea madre del comunismo, incapaz de haberse hecho realidad? Es claro que los socialismos reales no lo lograron.
Claro que contraponiendo la idea comunista al capitalismo puede entenderse porque millones de personas dieron su vida, en el siglo XX, por un mundo más justo. Eso, más justo, la idea de justicia es una posibilidad más concreta, más asequible al hombre pragmático de nuestro tiempo.
Eso que llamamos “Occidente” es en gran parte, tributario del judeocristianismo, en ese judeocristianismo, la idea de justicia es un colofón, y un punto de partida; pero también una práctica alcanzable a cada paso.
No se trata de suplantar la idea socialista por el “posibilismo a todo trance”, del tipo de definiciones como “la política el arte de lo posible”, tan ineficaces como la idea comunista. Sino por una juntura del concepto con la realidad de cada pueblo, su historia y caracteres, radicalizando la democracia en recuperación de derechos para todos permanentemente, donde el “litigio por la igualdad” no sea la única fuerza movilizadora, sino también el afán de justicia cotidiana, reparadora y latinoamericana.
¿Pero quién, cómo, dónde, cuándo? Cerletti discute las “atribuciones inherentes al poder”, como “la metodología de construcción de tales proyectos”. Pero la potencialidad revolucionaria queda inepta en su punto de partida, entonces cuestiona la matriz de dominación de las relaciones sociales (su aporte más significativo), pero queda huérfana de realidad, porque las individualidades destacadas, no se neutralizan en ningún grupo social. Es la hipótesis de igualdad abstracta la que guía el análisis. Más aún cuando cuestiona al Estado como sujeto revolucionario. Cerletti cuestiona al Estado demasiado preso de la idea marxista-leninista de su extinción, tan imposible como la idea comunista.
Neutralizar los Estados nacionales como falsamente e hipócritamente sostuvieron los europeos con la Unión Europea, y hoy asfixia a Grecia, Portugal, España, Italia, que no pueden decir que lo necesitan siquiera.
¿Cómo hubieran sido los populismos latinoamericanos sin la intervención activa del Estado en su propio proyecto? ¿Cómo se enfrenta el pueblo a grandes corporaciones económicas? ¿Cómo se distribuye sin el Estado?
En favor de este libro hay que decir, que muchas veces, cuando se habla de socialismo, el hablante está condicionado con su propia experiencia en la militancia en ese sentido, junto a la implosión de los socialismos reales. Cerletti recorre su navaja cuestionadora en las diferentes hipótesis que han venido a retomar los postulados marxistas. Este punto, junto a la voluntad pertinaz del “principio esperanza”, como en Ernst Bloch, buscando otro mundo inclaudicablemente son el mérito principal de este libro.
Sin embargo, la vida humana es demasiado finita para circunscribirla sólo a lo político-económico. Los mismos límites ontológicos que se pueden encontrar en Marx, se pueden encontrar en la lectura socialista de Cerletti. Demasiado afincado en el “Hombre económico”, y la dimensión política-económica de la igualdad. El hombre también es epíritu, concepto y sensibilidad.
Apetencias que no se satisfacen solamente con la igualdad, sino también con la práctica cotidiana de la justicia y la libertad. Esta afirmación padece de una crítica remanida al socialismo, pero por vieja deja de ser certera. Los socialismos reales no implosionaron solamente porque no suprimieron las relaciones de dominación (como sostiene Cerletti), sino también porque no crearon ni riqueza (imprescindible para estimular la economía), ni libertad (imprescindible para la realización social) ni espiritualidad (imprescindible para elevarse metafísicamente de las miserias del orden social), ni práctica permanente de lucha política (imprescindible para dar sentido a la condición de ciudadano).
Dice Jean Baudrillard que Estados Unidos es la utopía realizada del liberalismo (“América”, Anagrama, 1986), me pregunto ¿los socialismos reales fueron la utopía realizada del socialismo? Con Cerleltti coincidimos que no, pero no coincidimos en las unilaterales razones de su fracaso, sostenidas por él: la subsistencia de las relaciones de dominación.
Esta última polémica es tan bien el motivo de la disputa sobre este libro. Acaso porque las personas en un orden social no están obligadas a entenderse absolutamente, sino a aceptar contradicciones que no se resuelven en ninguna síntesis, sino en hegemonías que los votos cada dos años reposicionan permanentemente. Esa periodicidad electoral no es considerada en profundidad en este libro.
En “La República” Platón echó a los poetas, porque contaminaban todo de falsedad, esa expulsión, no puede tomarse muy en serio, porque él también era un poeta, de la misma manera, la circunstancia que en este libro no se abrace con convicción, la necesidad de votaciones periódicas, no quita que tampoco puede tomarse muy en serio, pues demócrata es el autor, dispuesto a debates continuos.
Como señala Hegel: Platón en la “La República”, habíase demostrado como una gran espíritu al no considerar la libre personalidad infinita, que la inminente revolución del mundo originada por el cristianismo avecinaba, y era, precisamente, el principio que disolvía la República perfecta; Cerletti puede demostrarse como un utopista, que al considerar solo los aspectos políticos económicos de la emancipación, señala, que ante los trastos posmodernos de los celulares multifunción, generadores de una individualidad autómata, lábil, superficial y unidimensional (Herbert Marcuse), se demuestra también como avanzado en un mundo que hoy nos es desconocido, a la imaginación transpirada de principios del siglo XXI, y que puede tenernos reservados su transcurrir. En esto lleva razón Cerletti y su propuesta.
Peronismo y socialismo nunca se llevaron del todo bien, ni aun en los 60 y 70, cuando muchos peronistas levantaron el nombre del socialismo, recuerdo sobre todo el libro de Hernández Arregui, pero tropezaron con la violencia restauradora del orden.
El socialismo de Cerletti persistente –tal vez- en mantener una idea, impotente en su naturaleza, porque es un resultado de una comunidad idílica, a pesar de ello, la astucia de la razón, puede acogerla en la realidad futura.
Como sea, la realidad sobrevive a todas las hipótesis que podemos hacer sobre ella (Baudrillard). Pero esquiva casi siempre el final feliz.
La crítica o rescate de los supuestos de los cuales parte Cerletti, significan la crítica o el rescate de los supuestos de los cuales parte el crítico de este libro. No significa quedarse en la mera crítica como la escuela de Frankfurt, ni en la exagerada elefantiasis de las hipótesis políticas del pensamiento europeo, sino abrazarse a la praxis argentina y latinoamericana, en una dialéctica permanente. Precisamente de dialéctica rebalsa este libro.
Cualquieras que sean las fantasías de los pensadores posmodernos, la dialéctica se yergue como pensamiento y acción, es una verdad que tenemos a la mano, para superar las distinciones y relaciones meramente verbales, de falsos pensadores, embebidos de su propia originalidad anacrónica, de fin de siglo XX, e inicios del XXI, que se dislocan, como un castillo de naipes, en un vano palabrerío, ante la señora y Dios de la filosofía: la dialéctica.
Bienvenido este texto, de eso se trata: del poder, del Estado, de la democracia y el socialismo, o peronismo realizado (decimos nosotros).
Octubre de 2014.-
groso Chuny!! hay que seguir el modelo, me enorgullece un paceño como vos, que sé cuánto amás a La Paz, en ese lugar, Te felicito!!
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