Dijo alguna vez Víctor Bó, recordando aquellas películas de su padre (Armando Bó) que el diario "La Nación" en sus diatribas contra la saga de Isabel Sarli se refirió al director como un delincuente. Estas delicadezas tiene reservada el diario de los Mitre, para quienes no se ajustan a sus "elevados principios". Todo lo que tenga gusto a mayorías, y el populismo, sobre todo, nunca se ajustó.
Es curioso, el diario es vocero de las clases altas en su alianza con corporaciones económicas, que además son sus anunciantes. La delincuencia económica es realizada, en la mayoría de los casos, por gentes acomodadas, que tuvo educación privilegiada, y son asiduos lectores del "paquidermo". En sus páginas todos los días se da la cotización del dólar ilegal, y en alguna oportunidad se llegó a recomendar la forma de burlar los controles cambiarios.
El populismo tendrá que ver con Ricardo Jaime, Felisa Micchelli y Amado Boudou; pero "La Nación" tiene que ver con JPMorgan y los dos mil millones de dólares fugados del país entre el año 2000 y 2008, con los distinguidísimos propietarios del dinero "administrado" por el banco en paraísos fiscales, sin pagar un céntimo de impuestos. También con BNParibás y sus 900 millones de dólares en las mismas condiciones y el mismo período. Por supuesto que tiene que ver, con los 400.000 mil millones de dólares de argentinos en el exterior (según informa el mismo diario en Julio de 2012). ¿Y no tendrá que ver con Cavallo, el corralito y los depósitos de millones de argentinos que los bancos se quedaron en el 2001?.
El diario tampoco quiere colaborar con el estado argentino en una deuda impositiva de 280 millones de dólares, que dilata para no pagar.
Es una mirada muy sesgada preocuparse por el país sin ley de los populistas, si no estoy dispuesto a cumplir impositivamente con mi país.
No se crea que el incumplir obligaciones tributarias nos hace menos culpables, porque contamos con el aplauso de los acomodados, menos porque ese aplauso sea más intenso, si se trata de comprar dólares más allá de lo permitido. Tener poder es tener impunidad dijo un empresario para todo el mundo, por televisión. Las clases altas mantienen, en gran medida, su condición gracias a la dulce impunidad, surgida de su propio origen, como el derecho divino, que los acompañan gráciles en conseguir trabjos bien rentados, porque "en Buenos Aires, siempre hay alguien, amigo de alguien" (lo dijo el más universal de su clase y de los argentinos: Jorge Luis Borges).
Horacio González, en reflexiones lúcidas, dice que "Las numerosas transgresiones cotidianas a la ley sólo indican que pueden ser ellas tan inadecuadas como la literalidad de una ley liberal, que desemboca en acciones reflejas y puntuales que pueden resolverse en un abominable integralismo político, en un puro y absolutista juridicismo. La ley está inscripta en la lengua, pero cada vez que se hace consciente, un movimiento de extraordinaria versatilidad la pone en tensión. Esto no significa que la ley sea siempre opaca, fusionada viscosamente con la cultura tácíta del vivir diario o sometida a oscuras mediaciones y golpes tácitos de la fortuna. Significa que hay una distancia inasimilable entre el código legal proclamado, el código moral implícitamente aceptado y la multitud de acciones difusas que componen la vida real."
El "integralismo político, en un puro y absolutista juridicismo" es uno de los problemas que resuelve Hegel, en La Filosofía del derecho, la ley necesita una base moral aceptada por las libres convicciones, convertidas en costumbres, pero el decurso de la historia las cambia permanentemente, más allá de que se reunan en un código.
La ley no es un mero tecnicismo legal, un mero procedimiento, requiere de la aceptación y las convicciones, que no se logran, sin integración social, educación y militancia, cuestiones que los populismos siempre han resuelto a su favor.
El código de la inclusión social no ha sido nunca, a lo largo de la historia, patrimonio de la oligarquía argentina, al contrario ha sido expulsora, represora, desaparecedora, elitista. Recordemos los bombardeos en la Plaza de Mayo el 16 de Junio de 1955, la imposibilidad de NOMBRAR a Perón y Eva Perón, después de la Revolución "fusiladora", la ley de represión de las actividades comunistas (17401), utilizando a toda la justicia oligárquica de entonces (¿de entonces?). Se reprimía el pensamiento contraviniendo todos los principio del derecho penal aceptados en occidente desde la ilustración. El sólo hecho de "ser comunista". Los 30.000 desaparecidos provocados por la dictadura militar, se realizaron con la complidiad del delicadísimo diario.
El movimiento de extraordinaria versatilidad que pone en tensión la ley, en los populismos, por ejemplo, es que se tensa la misma, hasta ponerla en funcionamiento, con todas las facultades, que el funcionario neoliberal no articula, porque está cooptado por el mercado, que además lo formó.
En realidad, la tensión de la ley, es de las palabras con los objetos, bien lo sabía Heidegger ("De camino al habla", Odós, Barcelona, 1990) que hay una distancia muy grande entre la palabra y lo que pretende nombrar, porque hay un abismo de sentido y sinsentido, que se agiganta, a medida que se rompe con la derivación lógica del pensar cotidiano, en la búsqueda de una meditación originaria del artista y sobre todo del poeta.
Los abogados y los jueces creen en una ilusión matemática, entre la ley y su interpretación. Lamento ser un mensajero de malas noticias, pero hay una distancia muy grande entre las palabras de la ley, y lo que se pretende regular con esas palabras. Prontamente se dio cuenta un jurista oligárquico, como Sebastián Soler y trabajó el tema, en un viejo libro "Las palabras de la ley", tratando de cerrar la cuestión.
También Hegel, en la "Fenomenología del espíritu" (Fondo de Cultura Económica, 1966) hace referencia a lo inefable del lenguaje, pues cuando queremos decir "ahora" (ya pasó), "aquí" (y miramos al otro lado y es allá, y al otro y es acullá), no podemos nombrar lo concreto, pues nombramos siempre "lo universal", el concepto de ahora y aquí, que es el tiempo y espacio metafísicos.
Las leyes como los diccionarios caen como castillos de naipes con el tiempo. La oligarquía argentina, cuya voz habla a través del diario "La Nación", cree tener el patrimonio de la legalidad del país, por ello se reservó el Poder Judicial. "La familia", aquella recordada película de Ettore Scolla, tenía más imbricaciones y antagonismos, que nuestra "familia judicial", que no puede soportar una corriente, como "Justicia Legítima" en su seno, sin escandalizarse, como el diario con la supuesta "anomia populista".
Como es posible pensar un poder judicial monolítico en sus interpretaciones de las leyes, que son polisémicas consistentemente, más si operan históricamente.
Habla Horacio González: "Pero toda sociedad traslúcida que sea enteramente igual a su ley puede perfectamente llevar el nombre de dictadura. Es la lección que le faltaba aprender, no al liberalismo libertario, sino al liberalismo de los falansterios de control."
El neoliberalismo, que es la ideología hoy de la oligarquía, necesita de una raigal represión política para imponerse económicamente. Para el libre flujo del capital financiero yendo de aquí para allá.
A la personalidad oligárquica le duele: la necesidad satisfecha, el derecho que se conquista, la libertad que se ejerce, porque considera a los demás, como ellos consideran a "la muchacha" de la casa, quién trabaja "en negro", y solo cuenta con los derechos "que yo le concedo".
Una sociedad igual a su ley, sería por empezar, como Fernando De la Rúa: aburridísima. No es violar la ley darle una interpretación y sentido diferente al que siempre se le dio. Que hizo sino Zaffaroni entre nosotros, con el derecho penal, y con la justicia penal, a partir de 1984, cuando fue nombrado miembro de la Cámara Criminal y Correccional de la Capital Federal. Recuerdo el lío formidable que armó, recién recuperada la democracia, y con los demonios fascitas reales y ficticios viviendo entre nosotros. Gozaban entonces del apoyo del diario, y se escribieron allí, durísimos editoriales a las interpretaciones democráticas del camarista. La justicia es nuestra, a poco de decir.
Una sociedad igual a su ley, es el materialismo dialéctico, para dar un ejemplo, del cual abomina el pensamiento del diario, y al cual tanto se le parece. Entre la Academia de Ciencias de la URSS, y los editoriales de los Mitre, así como sus plumas más recalcitrantes, hay la misma distancia que la vereda de enfrente, en la ciudad: unos pasos.
Tanto Hegel como Kant aceptan que el delincuente es un ser racional que impone su ley, a los populistas, el diario "La Nación", no les concede, ni siquiera ese derecho, a juzgar por el odio ensimismado en un "republicanismo liberal" abstracto, que merece entrar en el "Manual de Zonceras Argentinas", de Jauretche, y se defiende a rajatablas en ese diario.
"El que quiere hacer algo grande, debe saber limitarse" (Goethe), extraordinaria frase, para aplicarla a los deseos meagalómanos de la oligarquía, de volver al centenario, e imponer a capa y espada, un país para pocos. Al menos que sepan limitarse.
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