Mempo Giardinelli |
Los Panama Papers se llevaron puestos a dos primeros ministros: de arranque al de Islandia y ayer domingo al de Ucrania. Un tercero, David Cameron, está siendo repudiado por miles de británicos en las calles.
Nada de eso sucede entre nosotros: aquí no hubo renuncias, las disculpas no existieron y las explicaciones fueron casi infantiles.
Encima, hace una semana y trabajando a destajo las 24 horas, un circo mentimediático protege al Presidente de la Nación y a decenas de funcionarios, empresarios y ahora también algunos de sus notables redactores, como si estuvieran en un mismo lodo, todos manoseados. Los argentinos involucrados en este escándalo mundial son muchísimos y la mayoría está vinculada al actual gobierno. Esas listas se consultan fácil en Internet, aunque los poderosos mentimedios las ocultan, como si ellos mismos practicaran una especie de periodismo offshore.
El show que empezó hace dos semanas con los Sres. Báez y Jaime, y ahora se exacerba a partir de la declaración de un infeliz, alcanzará el paroxismo el miércoles con Cristina Kirchner. A quien no le probarán nada, al menos por ahora y hasta tanto no se le sustancien procesos con las debidas garantías constitucionales, pero a quien tratarán, seguro, peor que a Milagro Sala. Ya andan ladrando tales basuras los mentimedios amigos de todo el mundo.
La conjura es peligrosa e irresponsable. Pareciera que algunos juegan con fuego y que no les interesa la paz de esta nación. Es dable pensar, incluso, que algunos querrían incendiarla. Ahí están los dispositivos represivos que podrían ponerse en acción esta semana, si a la ministra que puede dar la orden se le chispotea la razón. Este gobierno viene demostrando tener el tacto de un rinoceronte en una cristalería.
Completa ese panorama de irresponsabilidad y nula sensibilidad el accionar cómplice de algunos servijueces y servifiscales que trajinan los pasillos tribunalicios de Retiro.
La tragedia argentina se explicaría entonces en el hecho de que el gobierno real está en manos de dos diarios y un sistema judicial degradado, con el soporte anímico y seguramente pecuniario de una variopinta ringlera de influyentes abogados, periodistas, empresarios, bancos, pules agrarios, especuladores y neopanameños todo terreno que manipulan a un presidente que solía bailar pero ahora ha perdido la sonrisa y ni se diga la alegría.
Claro que ya existe una condena moral ciudadana ante tantas cuentas y operaciones cuya misión es invisibilizar los movimientos de dinero de sus propietarios. Por eso el poco o mucho movimiento es irrelevante y no exime ni prueba nada, puesto que en esas cuentas los dineros mal habidos (de corrupción, evasión, narcotráfico o lo que se desee ocultar) acaban depositados en otras plazas donde el secreto bancario es religión. De manera que se opera offshore para obstaculizar el seguimiento de las rutas de dinero. La sucesión de paraísos, bancos, nombres, cambios de país y de personeros son algo así como cortinas sucesivas en un pasillo infinito, y su objetivo no es otro que dificultar toda investigación. Entender esto destruye cualquier argumento distractivo, como los que ofreció el Presidente y repiten sus protectores y beneficiarios.
Desde luego que todo lo anterior, siendo gravísimo, no impugnaría las investigaciones serias, y necesarias, que se deberían poder hacer sobre la ex presidenta y cualquier otro exfuncionario de cualquier gestión. Esta columna lo sostiene desde las primeras notas escritas en 1988, así como en sucesivos libros, desde El país de las maravillas en el siglo pasado hasta Cartas a Cristina en 2011. Nada que objetar para que se investigue a todo funcionario, alto o bajo. Ningún ciudadano decente se opondría a que se investigue hasta lo más profundo a quien sea. Por eso lo que ahora es repudiable, y obsceno, es que en lugar de investigar se proteja y justifique lo que está fuerte y sólidamente cuestionado.
El listado de cuentahabientes de esos detritus de la moralidad es tan grande que el solo hecho de que nuestro presidente esté a la cabeza de esas listas es injustificable. Muchos apellidos que pululan junto a él representan negocios sucios, latrocinios de guante blanco, prestanombrismo amoral. Por eso resulta patético que pregoneras de la ética pública como las señoras Carrió, Stolbizer y Alonso defiendan lo indefendible.
Pero así funciona la doble moral. Ayer nomás el principal ideólogo del macrismo, el Sr. Morales Solá, terminó su artículo en La Nación, titulado “¿El país ante un mani pulite?”, con estas palabras: “... las empresas offshore, una práctica común en el mundo empresario, sobre todo en países con reglas cambiantes. Todavía en la Argentina de hoy es imposible tener una cuenta corriente en dólares. ¿Qué recursos les queda entonces a las empresas para sus relaciones financieras con el exterior? Esa es una parte relevante de la verdad. La otra parte es que deben convivir en esos paraísos con empresas creadas para ocultar el dinero que no se puede explicar.”
Transparente: ocultar no es malo y se justifica recurrir a prácticas oblicuas “para sus relaciones financieras con el exterior”. El problema es la “convivencia” con los chorros, entonces, no la inmoralidad. Lea el párrafo dos veces, lector, y le prometo que aumentará su sorpresa. Y tres veces, ni le digo.
Esta gente parecería estar jugando con fuego cuando pone en riesgo la paz social. ¿Y si acaso fuera lo que verdaderamente quieren algunos?
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