EXTRACTOS DE “LAS RELACIONES DE DOMINIO COMO LAZO SOCIAL”
En este texto reproduzco extractos del folleto que publicara el 18/06/99 y cuyo título es el que encabeza el presente artículo. Aquí procuré exponer, básicamente, mis ideas en torno a la emancipación, las relaciones de dominio, la representación y el poder a fin de favorecer el debate y estimular el intercambio de ideas.
La emancipación en clave paradojal.
Por emancipación entendemos liberar las relaciones sociales de las distintas formas de explotación y sometimiento. Si consideramos las experiencias vividas y los postulados teóricos que han prevalecido hasta la fecha, nos hallamos frente a una paradoja: sin revolución de los sometidos no resultó viable la emancipación pero, a su vez, la revolución emprendida en nombre de los oprimidos también condujo a la opresión. Nosotros creemos que esta paradoja se produjo porque la lucha contra la explotación capitalista se libró bajo el imprevisto contrabando del poder. Lo que designamos como clave paradojal implica las siguientes contradicciones:
-- Las relaciones de dominio aparecen como consubstanciales al lazo social.
-- La concentración de poder en las dirigencias aparece como un medio insustituible para lograr cambios políticos.
-- Correlativamente, la representación aparece como la única forma de administrar el bien común y posibilitar el funcionamiento colectivo.
-- El Estado y la ley que de él emana surgen como excluyente soporte y garantía del orden social en una sociedad compleja.
-- La historia corrobora los enunciados anteriores e incluye, sin excepción, a todas las experiencias socialistas en el poder.
-- Todo lo anterior son fundamentos consistentes para quienes sostienen la inexorabilidad de las relaciones piramidales-jerárquicas como medio para organizar la sociedad.
Si tomamos esas formulaciones como algo inmodificable y las referenciamos a un proyecto de emancipación nos encontramos encerrados en un círculo vicioso que llamamos clave paradojal. Cómo apostar por dicha emancipación cuando los caminos que debieran conducir a ella aparecen empedrados por la negación de tal objetivo.
… Plantear una problemática a largo plazo no significa ignorar los condicionamientos de la realidad actual ni desmerecer las luchas que responden a necesidades inmediatas.
… las urgencias no deben bloquear el pensamiento político ni el pensamiento, si es político, debe ignorar las urgencias.
…, nos oponemos a repetir las mismas ideas y procedimientos, con su correspondiente metodología, que desembocaron en la frustración de las grandes revoluciones contemporáneas.
Como un desplazamiento de sentido semejante se podría repensar el concepto de organización, aunque ofrece mayor dificultad de comprensión debido a que la experiencia histórica demuestra la efectividad de las organizaciones piramidales para estructurar la sociedad. Es lógico entonces que en este estadio parezca utópico plantearse formas de organización al margen del Estado como macro-ordenador tanto como cuestionar las relaciones jerárquicas en su carácter de referente primordial del lazo social. Pero también sabemos que el Estado representa la máxima garantía del dominio de las minorías y un núcleo sustantivo del ejercicio de su poder. Vale decir, que bajo esa figura se identifican dos aspectos que parecen inescindibles: organización y poder. Es más, las distintas manifestaciones macro y micro de la vida social, atravesadas por las relaciones de dominio, reproducen esa identificación de la dupla . No obstante, debiéramos preguntarnos por la validez de tal identidad y si no resulta una forma inherente al sometimiento que impide evitarlo y cuya eficacia es comparable al modo como funciona el encubrimiento que produce la identificación del capital con el desarrollo tecnológico.
Las Relaciones de Dominio, ¿consubstanciales al lazo socilal?
… partimos de una tesis desestructurante de la “racionalidad” instituida: negamos el carácter necesario de las relaciones de dominio para establecer el lazo social y las consideramos el pilar fundamental de cualquier forma de opresión.
Eso nos lleva a cuestionar los criterios clásicos de la representación comenzando por el propio paño: rechazamos la pretensión universalista de los que se arrogan la representación de los oprimidos. Simultáneamente nos preguntamos por los alcances del significado de la universalidad comenzando por nuestro propio imaginario, vale decir, en el que abrevó nuestra cultura política.
… La revolución era concebida como el aporte particular dentro de un todo del mismo signo. Mientras que ahora lo universal percibido es mucho más extenso e inmediato a través de las imágenes y de la velocidad de la información pero esto funciona como aplastamiento del imaginario político universalista al contrastar con la acción local que se ve desvalorizada y sin proyecciones. Fenómeno que condice con el auge cultural del espectáculo en detrimento del protagonismo. Éste es un efecto desactivante de la hegemonía que padecemos que hace valer el peso de los recursos de que dispone. Por eso encarar el tema de los espacios es buscar una nueva interrelación que valorice la acción local sin dejarse subsumir por el sentimiento de imposibilidad de lo universal. En ese sentido “pensar universalmente y actuar localmente” puede resultar una consigna productiva. Pero deberemos estar alertas frente a los equívocos ya que antes creíamos que actuando localmente (si se quiere, nacionalmente) realizábamos lo universal, lo que en el fondo era una doble universalización de nuestros actos. De allí que la revolución se convertía en una petición de fe que “unificaba” al mundo y justificaba todas nuestras acciones en nombre de la humanidad.
… Racionalmente no se puede asegurar que la cooperación voluntaria imposibilite mejores resultados que la “obediencia debida” ni que las potencialidades humanas estén indefinidamente atadas a ésta última. Tampoco hay por qué presuponer que las únicas organizaciones posibles sean las que garanticen el lazo social a partir de las relaciones de dominio. Porque en rigor, organizar significa coordinar las distintas esferas de la actividad social, individuales y colectivas, con el objetivo de realizar fines comunes. Y si el fin común se refiere a la emancipación, este razonamiento que puede parecer especulativo entra de lleno a las problemáticas que hacen al futuro.
La representación y la concentración de poder.
… La representación es una figura milenaria que instrumentan los Estados, los gobiernos y las organizaciones en general. Desde las teocracias esclavistas del lejano oriente pasando por las monarquías absolutas del siglo XVIII hasta llegar a las actuales repúblicas democráticas, la representación resulta el embudo que transvasa el poder de las mayorías a las minorías y que, a la vez, permite sobrellevar los conflictos posibilitando el funcionamiento colectivo. Conviene recordar que esta figura ha salido airosa de las crisis y revoluciones más profundas de la historia cualquiera fuese la forma con que emergió después de cada colapso.
... ¿se puede desligar el poder de la representación?
Entendemos que la representación no es sinónimo de poder, luego, debemos establecer la diferencia. La representación indica delegación de poder en alguien pero asimismo presupone que esa delegación de poder está ceñida a un mandato conferido por otros. O sea, el poder de decisión de alguien, en tanto no se independice de los otros, indica una atribución otorgada voluntariamente que le concede un poder relativo y acotado. En cambio el poder es la capacidad de decidir por otros, de imponer la propia voluntad per se. Y no se trata de una diferencia de grado puesto que la voluntad que debiera expresarse a través de la representación es la de los otros mediada por el ejecutor. Y aquí, en la mediación, aparece el nexo y el principio de trastocamiento.
Lo que tienen en común consiste en el desplazamiento del sujeto de poder velado por la mediación. Se manifiesta así la operatividad de la figura constituida en vía regia para el ejercicio del poder lo cual resulta sustancialmente funcional a todas las organizaciones piramidales. Y hasta ahora la historia del sometimiento exhibe variadas formas de ese desplazamiento en el que se concretan las relaciones de dominio.
… un primer paso para despojar a la representación de su carácter de medio para usufructuar el poder es obturar el desplazamiento, “intervenir” la mediación. Creemos que es una tarea insoslayable y que hoy está al alcance de grupos reducidos aunque constituya un gran esfuerzo cultural-político. … Que dicha mediación, en tanto sea necesaria, se renueve en el tiempo y en las personas ya que es preferible resignar temporariamente capacidades a que esas capacidades terminen resignando al conjunto como ocurrió con el revolucionario “asalto al poder” que terminó en un despojo a la emancipación.--------
Jorge Luis Cerletti
Junio de 1999
Nota: sustituí el término “representatividad” por el de “representación” para adecuarme a la terminología actual.
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