ROBERT MUSIL |
“Todos los caminos que conducen al espíritu parten del alma, pero ninguno retorna a ella” (Robert Musil, en la novela “El hombre sin atributos”, Austral, volumen 1, pág. 400)
-De premisas y militantes
No quedan más que las ideas como pasión, como repulsión, como ímpetu del fondo oscuro, irracional, racional, pero también como deber.
Claudio Javier Castelli |
En la justicia social peronista también yace un principio de realidad, que se sustrae a toda repetición.
El que se niega a formar parte es un traidor, un amoral, un corrupto, donde el juicio sobre el supuesto corrupto pierde la convicción de la verdad, por su propio simulacro gestual.
“Manuel Mujica Lainez, alguna vez tuvimos
Una patria -¿recuerdas?- y los dos la perdimos”
Dice Jorge Luis Borges, con nostalgia infinita en 1974, en el final del poema que le dedicara a Mujica Lainez (Obra poética, Emecé Editores, 1992), era muy probable que esa patria peronista de la época en que escribió el poema fuera de terror para Borges.
“Todos somos Kirchneristas”, es el principio de lo real.
La libertad para Hegel “es estar consigo en lo otro”. En lo que está más allá de uno, seguir siendo uno, pero en lo otro, el líder, o las manifestaciones.
¿Utilizamos las armas del enemigo para destruir al militante nuestro: la calumnia y la difamación.
“El simulacro no es lo que esconde la verdad, sino lo que esconde la ausencia de verdad” (Jean Baudrillard, “El pacto de lucidez o la inteligencia del mal”, Amorrortu, editores, Buenos Aires, 2008). “Nunca se termina de llenar el vacío de verdad”. “De ahí la fuga hacia adelante, siempre hacia otros simulacros” (Ibíd. Pág. 28).
Cuando la pasión de lectura se funde con la letra leída, y esta pierde significado, hay que parar de leer; simultáneamente cuando la pasión militante se funde con su propio simulacro militante, hay que parar la pelota para pensar.
Hay un tipo de hegelianismo que se apasiona con todas las ideas, sobre todo las novedosas, porque lo arrancan de una rutina imberbe de realidad, para dejarlo en el laberinto de los sueños rotos.
El pesimismo de Baudrillard, que no encuentra ninguna esperanza, es la del propio sentido escritural: retazos de un Dios.
Es posible que todas las ideas de Hegel hayan estado en sus contemporáneos (Kant, Fichte, Schelling, etc), pero en ninguno desarrollado hasta el extremo como en él.
Hay una relación dialéctica entre el Bien y el mal, o, entre el “principio de realidad” y su simulacro.
El pesimismo de Baudrillard para describir nuestra época, viene de utilizar para interpretarla, principalmente, a nuestra época misma.
Es una decisión buscar referencias modernas, medievales o antiguas para mirar la repetición del mundo.
Hay una síntesis en la esperanza pasión (impulso vital irracional por continuar el camino donde reside el principio del bien y del mal).
En Schelling, el fondo incausado origen del bien y del mal, es en el principio de la creación (Génesis, 1:1), antes de hacer la luz, o antes de la creación (No tiene respaldo bíblico, antes de la creación Dios moraba con la sabiduría (Proverbios 8; Juan: 1).
No es siguiendo autores, ni dejándose influir por ellos, o haciendo coincidir versículos bíblicos con escritos filosóficos de Schelling o Hegel, sino abrirse a la especulación metafísica sobre el bien y el mal, en pleno siglo XXI,
La inteligibilidad le abre camino al bien. Hay una decisión de ir hacia la metafísica.
Como dice Astrada en el estudio introductorio (Sobre la esencia de la libertad humana”, Federico Schelling, “Estudio preliminar sobre la filosofía de Schelling”, por Carlos Astrada, Juarez Editor, 1969) en Schelling el fundamento pone la libertad, en Heidegger la libertad pone el fundamento.
-De clases medias y cajeros automáticos
El fin del arte se produciría si todos fueran poetas o filósofos (Robert Musil, T1, pág.375), precisamente los que viven como poetas o filósofos o artistas, aniquilaron el arte en su vida y la reconstruyen en su totalidad para el mundo, o, acaso sea la única forma sensata de ser poetas. Pero los “artistas” de las clases medias acomodadas de las grandes ciudades, esquivan toda lectura difícil, todo compromiso en serio, toda especulación complicada, toda pasión. Me pregunto por los funcionarios y empleados judiciales no pertenecientes a Justicia Legítima, tienen ¿esas características. Su máximo arrojo es haber vencido al “causalismo”, en manos del finalismo; en el campo de la teoría los “ultramontanos” todavía enseñan el causalismo: Sebastián Soler, y lo enseñan en facultades, como si nada hubiera pasado.
Una vez una socióloga amiga me comentó que estando como peatón, aguardando el semáforo verde, para cruzar la calle, en Berlín, se largó un aguacero atronador, el alemán siguió inmutable que habilitara el semáforo –no había casi autos circulando en esa zona-, la socióloga argentina, obviamente, se largó a cruzar la arteria, hacia la otra acera. Afán de imperativo categórico kantiano, el mismo afán conque imponen a Grecia condiciones inhumanas para negociar su deuda. Cuando estudiaba alemán en la Goethe, el “Das ist verboten” (eso está prohibido), aparecía muy a menudo en los diálogos.
“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). Es en el sentido humano divino de perfección alcanzable. Cuando nos revestimos del espíritu santo, en una vida piadosa y comprometida, como la de Martin Luther King: un santo.
¿Y con qué se reviste la conciencia moral de estas clases medias? ¿Con una alta perfección moral cuando son muy amables, en los supermercados de la zona norte, en la circulación de carritos repletos, dejando pasar a una señora de distinguida apariencia, entrada en edad, que lleva en el enorme carrito, solo verduras para una ensalada magra?.
¿Por qué en las antesalas donde están los cajeros automáticos nos cambia la personalidad, y miramos con temor al transeúnte que abre la puerta, para intentar el mismo trámite que hacemos nosotros? Tenemos allí una desconfianza atroz superadora del fantasma concreto y real de la “inseguridad” ciudadana, porque aunque sean las once de la mañana y el banco esté repleto, guardamos aterrados y meticulosos “la platita”(como la nombrara en una cámara oculta, un funcionario público, en una coima de poca monta). No será también la misma meticulosidad de nuestras egoístas miserias, de nuestro pequeñoburgues sueño de ser intelectuales, artistas, banqueros, empleados, abogados, médicos, contadores, economistas, matemáticos, etc. Este acto nos reúne a todos: a peronistas y antiperonistas.
–SOY UN BURGUÉS MAMA, LLEGUÉ.
Eso sí, los antiperonistas se encandilan con los editoriales de señora gorda del diario “La Nación”, referidos a la “honda crisis moral que azota la república desde hace doce años”. Antes no, en los noventa no, en las dictaduras tampoco; “se han perdido los valores” –oigo decir-, “era otra Argentina”. ¿Qué Argentina: la de Videla, Onganía? Cuando uno podía ser un “señor”. ¡Qué ministro distinguidísimo Adalbert Krieger Vasena! ¿Qué Argentina? ¿Y Daisy Krieger Vasena de Chopitea? ¿Y Dulce Liberal Martínez de Hoz? Ellos son nuestros referentes. Entonces, estaba vivo Juan Eugenio de Chicoff, para aprender buenos modales. ¿Sabrán que conoció a Perón?
¡Pero en los cajeros todos somos iguales de aristocráticos? Recuerdo un encuentro con un compañero peronista de toda la vida, cuando nos tropezamos en los noventa, por llegar primeros a la puerta de la sala donde estaba el cajero automático. Me dijo: en los setenta y los ochenta luchábamos por un mundo más justo, ahora para ingresar a un cajero.
“¿Qué habrá sido de aquellos dos muchachos
que hacia mil novecientos veintitantos
buscaban con ingenua fe platónica
por las largas aceras de la noche
del Sur o en la guitarra de Paredes
o en fábulas de esquina y de cuchillo
o en el alba, que no ha tocado nadie,
la secreta ciudad de Buenos Aires?
(Borges, Epílogo, Obra Poética, Emece, pag. 575)
-Del hombre nuevo y la militancia
A lo mejor vivir como se lee sería una decadencia intolerable en el mundo práctico y social de “los trabajos y los días”, nuestros amigos nos dirían: ¡Aquí está Rodas, salta aquí!, en este lugar, no allá, en el azul precolombino de las estrellas.
Nadie puede decir una verdad. Al unísono nos preguntaran ¿Qué es la verdad?, o como me dijeron una vez en el grupo parroquial de jóvenes de San Agustín, entrados los setenta: “no nos vengan con filosofía barata” (en esa oportunidad eran pensamientos de José Ingenieros).
Hoy hay un consenso no dicho, de sentirse bien, de ser políticamente correctos, de no abordar ninguna lectura difícil, de no ir más allá de lo que diga el grupo, la secta, el partido, la ciencia, la facultad, el apellido, la clase social, los medios, las políticas públicas, los funcionarios superiores, los políticos más encumbrados, o el líder, aunque sea de mi corazón peronista kirchnerista. También entre nuestros militantes hay un pensamiento uniforme, sin disrupción, si criticamos algo: no tenemos conducta, o somos propiamente locos.
Me parece que a “La Razón Populista”, y a “Hegemonía y estrategia socialista”, de Ernesto Laclau, y Chantal Mouffle, a quienes respetamos mucho, digo, en esos libros, falta un matiz, una sutileza para verdaderamente radicalizar la política: “el hombre nuevo.” ¿ Se acuerdan de los juegos infantiles “Evita”, y juveniles “Hombre Nuevo”, en el 73, participe de esos entretenimientos con el fútbol, en campeonatos apasionantes en mi terruño.
El hombre nuevo es el que anunció primero Cristo en las Bienaventuranzas (Mateo 5), y Pablo “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:22,23 y 24); y después, el socialismo guevarista. Ha sido lo más difícil de construir en el cristianismo, lleva más de dos mil años y reside solo en la tenaz lucha para imponerse en toda una conducta de vida, pero cuando menos es una aspiración autocrítica.
Hace unos días -10 de Junio- el blog de Vagos Peronistas publicó una nota de Jorge Luis Cerletti, titulada “Extracto de Las relaciones de dominio como lazo social”(http://vagosperonistas.blogspot.com/2015/06/extractos-de-las-relaciones-de-dominio.html), el extracto se refiere a un excelente trabajo del autor, escrito en 1999, la tesis es que ese tipo de relaciones están en lo microscópico y en lo macroscópico social, y sobre todo en el Estado, lo que neutraliza cualquier hipótesis revolucionaria o de cambio social. Fue ello –según Cerletti- una de las principales causas de la implosión de los socialismos reales. No vamos a discutir acá las causas de esa implosión, pero tanto el cristianismo como el socialismo y el peronismo en los setenta, quisieron cambiar esa matriz, con resultados negativos. Si no volvemos a los hombres más buenos, justos, y solidarios, de que sirve tirar abajo el sistema capitalista. El peronismo nunca se propuso, y de alguna manera, a mis años, comparto, derrocar el sistema capitalista, pero sí hacerlo más humano y con justicia social.
Hoy nadie habla de un hombre nuevo consustancial a cualquier cambio político o generacional. El hombre desprendido, abierto a todo, pero de firmes convicciones, que lleva las cosas hasta un cara o cruz, que no se vende por un cargo, que no trafica ante cualquier viento de doctrina lábil, algo orejano, chúcaro, rebelde, no mediocre, que es capaz de mantenerse firme, aunque vengan degollando, aunque “los morlacos del otario” poderoso sean más dulces. Ese hombre, por supuesto está más ligado al Siglo XX, que al XXI, pero el veintiuno, por sediento lo va a necesitar, va a crear la necesidad de necesitarlo, para romper con la clase media “acomodada”, y que puede fusionar “el alma y los negocios”, o el alma y el trabajo, que es lo mismo, o el alma y la militancia entusiasta, pero sin pasión.
En la novela “Abaddon el exterminador”, Ernesto Sábato dice, en algún lugar, “no vamos a crear ese hombre, está desintegrado”. Cuánto necesitamos un nuevo debate entre fe y razón, una nueva conciliación, a la que arribó Hegel, en 1802 (“Fe y Saber”, Biblioteca Nueva, edición de Vicente Serrano, 2000), cuando proclamó mucho antes que Nietzsche, que Dios mismo había muerto, para renacer pensado en idea. Hoy entendemos mejor esa profética mirada hegeliana, sobre todo cuando el pensamiento se ha debilitado tanto, y la voz de Dios, que se manifiesta en cualquier lugar, tiene menos oídos dispuesto a escucharla.
No se trata de destruir, sino de arrumbar la “libertad” posmoderna, y agregarle “el estar consigo en lo otro” (Hegel), es decir mantenernos alertas y conscientes al seguir a otros –, pues, salvo, en el arte, y en la religión, o más precisamente, la experiencia mística, donde lo absolutamente otro adviene hacia nosotros, en el infinito gozo, y desparece el yo; en la política no nos podemos dar ese lujo permanentemente, digo esto: permanentemente. Podemos hacerlo, pero no siempre. ¿Pensar siempre? ¿Ser pensados siempre? No son términos tan contradictorios, pero pensar o ser pensado, es un dilema.
La cita de Nietzsche, que Robert Musil pone en boca de Clarisse, un personaje principal de la novela citada (pág. 376, capítulo 84):
“Como una sonda, arrojo mi pregunta a la profundidad de tu alma. Tu deseo es de tálamo e hijo, pero yo te pregunto: ¿Eres tu hombre, digno de desear un hijo? ¿Eres tu vencedor, soberano de tus virtudes? ¿Qué hablan en ti la bestia y la necesidad?”
La cita, que digo la cita, la bestial profundidad de una certeza. He conocido parejas que no querían tener hijos, no por múltiples ocupaciones, sino por no traer hijos a este mundo inmóvil e inmoral, u otros que no traían por su propia imperfección ética y moral, estos últimos son los menos. Nadie piensa en sus imperfecciones a la hora de tener hijos; después la vida con ellos, se encarga de recordártelas.
¿Nosotros que vivimos la dictadura y los noventa, nos merecemos el despertar utópico de esta época peronista kirchnerista y latinoamericana? No importan los heroísmos que hayamos tenido, ni siquiera las vacilaciones y silencios, sino los merecimientos. Si nos lo merecemos, seamos honestos con ella, y a veces, no digo siempre, hagamos como Bartleby: -Prefiero no hacerlo (Herman Melville, “Bartleby, el escribiente, Gárgola, 2004). Algo, digamos algo, aunque sea una resistencia pasiva, o como el año sabático de Ulrich, -el personaje principal de “El hombre sin atributos- o como Hans Castorp, en la novela –hermana de la de Musil, “La montaña mágica”, de Thomas Mann-, y sus siete años en el sanatorio Berghof, como espectadores, sí espectadores, pero espectadores pensantes.
Probablemente no sea posible llevar hasta el final las aspiraciones de este texto, pero algo, algunas limosnas, aunque, por ejemplo, como recuerda Ulrich, que le dijo a Diotima, “sería necesario aniquilar la realidad” (Musil, pág. 373).
Claudio Javier Castelli, Junio de 2015.
No hay comentarios:
Publicar un comentario