Mauricio Macri responsable principal de un gobierno de devastación |
Es para el asombro. O para el escándalo. El país argentino, con todos los que lo habitan, está siendo sistemáticamente destruido. Las grandes protestas colectivas que se multiplican a diario parecen no hacer mella en la indiferencia oficial. Al gobierno no le importan, y por lo que parece, tampoco les mueve un pelo a sus impenitentes apoyadores de la clase dominante y de grupos subalternos. Los actos oficiales están vociferando: vinimos a cumplir varios objetivos coincidentes y simultáneos: reducir el país y su gente a la más degradada condición, chupar la sangre y si fuera posible también el alma de las grandes mayorías populares, destruir definitivamente la clase obrera, sus organizaciones y sus pretensiones de ser alguien en la vida nacional; y vinimos a “hacer negocios”, sin vergüenza ni eufemismos, con sorprendente desvergüenza e impunidad, sabiéndonos gozadores de total impunidad.
Que haya gente que proteste, que pase hambre, que se desespere, que muera a destiempo, que no acceda a medicamentos, que se vea obligada a “vivir” en la calle… pues que se jodan por pobres, por carecer del talento para ser buenos empresarios de sí mismos. Poco importan los que sufren, ni importa la descomposición social, la multiplicación de desesperados, los hogares destrozados, los jóvenes sin acceso a la educación y al trabajo, los millones de niños que ya son hambrientos crónicos. Poco importan los que se drogan, los que venden estupefacientes como única alternativa de vida, o han emprendido el camino del robo, del asesinato, de la vida delictiva, cuya práctica entusiasma al sistema, porque esa gente justifica los cuerpos represivos y son la oportunidad que los chocobares los maten por la espalda.
La tarea de descomponerlo todo, de destruir las personas y sus posibilidades de mantener relaciones humanas debe realizarse: lo ha decidido el orden capitalista mundial, que cuenta con calificados depredadores profesionales, entre los cuales expertísimos embaucadores de las grandes masas. Otra verdad aparentemente asombrosa: la capacidad del sistema (que tiene en el gobierno un excelente discípulo) de cancelar en millones de personas el pensamiento lógico, racional y crítico, de sumir cabezas en la confusión hasta hacerlas secuaces de sus expoliadores. Y es sabido, para quienes no viven en la total ignorancia, o en una magnífica estupidez, que lo que está ocurriendo en la Argentina no es una novedad: desde antes de 1810 la clase dominante nunca se importó por los destinos del país y su gente, excepto en aquello que pudiera perjudicar su posición y las rentas provenientes de haberlo transformado en su vaca lechera. En los días que corren tenemos un ilustrativo ejemplo en una declaración pública del Fondo de Convergencia Empresarial, que en un asombroso documento se entusiasma con la intervención del Fondo Monetario Internacional y las políticas para hacer de las grandes mayorías, zombificadas presencias fantasmales. En el número del domingo 7 del Cohete a la Luna, el magnífico blog que dirige Horacio Verbitzky, el lector encontrará un detallado análisis del tal documento, hecho por Ricardo Aronskind. Considerando ese papel, y todos los antecedentes históricos cercanos y lejanos, se impone una conclusión: un pueblo argentino elementalmente atendido por el Estado en sus necesidades elementales, con una economía que provea trabajo que permita subsistir decentemente, es inviable en tanto los grupos sociales representados en el Fondo de Convergencia tengan la capacidad de anular cualquier avance y reconducir el país a la miseria. Entre ellos y las mayorías humanas hay una contradicción irreconciliable; una contradicción de que son parte los que, sin saberlo, dan su aquiescencia a quienes habrán de victimarlos. La extraordinaria versatilidad del cerebro humano, muy bien aprovechada por la dominación, viene logrando, desde tiempos ya no tan cercanos, que gruesos sectores populares se equivoquen sistemáticamente en la elección de autoridades. Hay gente que ama honestamente la democracia capitalista tal como la hemos conocido en sus mejores momentos, que aún no advirtió que el sistema de dominación supone una cultura, y que el trabajo cotidiano de esta es introducir la confusión en el cerebro de los dominados, no como actividad circunstancial, insisto, o macaneo pre electoral, sino como tarea diaria, permanente y necesaria. Vivimos bajo el imperio de la cultura de un sistema (versión argentina, si se quiere) que precisa mantener en el error, o en la estupidez a millones de personas.
León Pomer |
Pero volvamos a las primeras palabras de esta nota: asombro y escándalo frente a la catástrofe que está siendo producida. Asombra la reacción de porción más que considerable de la dirigencia política y sindical, que oscila entre una espantosa tibieza y la colaboración más decidida con los depredadores. En lo sindical, es un escándalo la manera cómo opera la dirigencia de la CGT., y no pocos veteranos inamovibles en sus cargos directivos. Debo suponer que algunos, con una mollera muy pequeña, aún no entendieron lo que está pasando y creen que se trata apenas de un mal gobierno que perjudica a la clase obrera. Otros, por temor a perder su carrera política o sindical se abstienen de palabras y actitudes fuertes: quieren dejar la puerta abierta para meterse en las filas del gane esta terrible contienda. Algunos hablan de gobernabilidad, y el señor Acuña, uno de los dirigentes máximos de la CGT, barrionuevista él, sostiene que el gobierno mete la pata porque no sabe gobernar: sobre el proyecto en curso no tiene nada que decir. El y su jefe son magníficos ejemplares de lo peor del sindicalismo.
No pretendo hacer una acabada tipología de lo que podríamos llamar la defección frente al monstruo. Lo que quiero decir es que con esa gente no vamos a ninguna parte, o mejor dicho, vamos a las cloacas sociales. Y supuesto que volvamos al cauce de la democracia que conocimos bajo el gobierno anterior, ese bando será el caballo de Troya que probablemente lo apoye, siempre colocando sus personales intereses, temores y ambiciones por encima de lo colectivo. En la Argentina está ocurriendo una gran tragedia: ellos son también gestores de la misma. El sistema los ganó para su causa, y quienes debieron advertirlo y obrar en consecuencia, ignoraron o subestimaron el peligro.
¿Sorprendente? No tanto. La traición tiene su historia y su explicación. Hay un desafío crucial: si no se logra esclarecer a una porción decisiva de las masas, no será raro que incurran nuevamente en gravísimos errores. Que no se olvide: la cultura de la dominación cultiva la confusión y un pensamiento primario y escasamente racional. Su éxito es notable.
A la Argentina la han enfermado: gravemente enfermado. Lo decisivo de la lucha política se desenvuelve (o debiera desenvolverse) en los cerebros, en su conquista, en su control. Confusión, desorientación, desinformación, irreflexión: pócima de la dominación. Si no se arma una contraofensiva (tarea ímproba, pero realizable y de larga duración) : ¿ cuánto tiempo de vida no vegetal le queda al enfermo ?
(") Doctor en Historia y Sociedad. 18 libros publicados, algunos en Brasil y Argentina y otros sólo en Brasil. Decenas de ponencias en congresos nacionales e internacionales y centenares de artículos sobre historia y literatura. Docencia en la Argentina (UBA y Universidad del Salvador) y Brasil (Universidades de Campinas, del Estado de San Pablo y Pontificia de San Pablo). Incluido oportunamente en el programa Café, Cultura Nación de la Secretaría Nacional de Cultura.
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