2. Centro y Ultras
No tiene nada de malo un programa de centro para México, ni para América Latina, por
tres razones:
1. En la actualidad no existe ningún proyecto de izquierda serio en la Patria Grande, es
decir, ningún proyecto de transformación sistémica. Y a nivel mundial solo se halla en
status nascendi (forma incipiente) en China, en los designios de Xi Jinping;
2. Tampoco hay un sujeto social o político de importancia en el continente americano, que
podría desarrollar o implementar un proyecto de este tipo. Por eso, exigir un gobierno de
izquierda de “obreros y campesinos”, es simplemente un meme anacrónico de la sociedad
industrial; una utopía extemporánea, cuyo intento de implantación terminaría en la
distopia.
3. El concepto “centro” es la base epistemológica de nuestro Ser: es el GPS que determina
la praxis de sobrevivencia. Mal “calibrado”, ese software y soft power (sistema operativo)
lleva los actores a la destrucción ontológica (real). Pese a la importancia y utilidad
práctica del concepto, su uso molesta a los populistas de la ultraizquierda y la
ultraderecha. ¿Por qué?
3. El asalto de la Ultraderecha
La ira de la ultraderecha frente al triunfo del centro se deriva de su extremismo y
dogmatismo ideológico que rechaza cualquier compromiso real sobre la conducción de la
sociedad. Su visión del mundo es binaria y, al igual que los fundamentalistas religiosos,
sufre de una psicosis colectiva, que le obliga a exorcizar toda verdad incompatible con sus
delusiones. En la ecuación que determina su praxis extremista, el “centro” es una herejía
intolerable del sendero del Santo Grial que tiene que ser extirpado.
4. El asalto de la Ultraizquierda
En la ultraizquierda, el ataque al Centro se deriva de una combinación de arrogancia
intelectual y de auto-asumirse de manera desmesurada como el auténtico representante
“del pueblo”, de “los trabajadores”, de “los pueblos indígenas”, de “los campesinos”, etcétera.
Más poderoso aún que este mind set (pensamiento) narcisista son sus intereses
utilitaristas, es decir: defender sus franquicias de poder, como columnas periodísticas,
espacios televisivos, corporativismos sindicales, cofradías académicas oligopólicas,
nomenclaturas partidistas y movimientos sociales bajo control de gurús y caciques. A este
conglomerado variopinto se agrega todo un cohorte oportunista de poetas, lósofos y
expertos al vapor, que demandan ser protagonistas de la transición.
5. El mantra vanguardista
El asalto oportunista al Transitor es peligroso, porque cuando es exitoso, la
ultraizquierda, los señoritos académicos (ver Ecuador) y los tecnócratas llenan los cargos
de conducción con arribistas, vividores y dogmáticos, que se constituyen en un nuevo
sector de la clase política. Si el líder desaparece y las condiciones lo permiten, se
transforman en usurpadores del poder. La camarilla socialdemócrata delincuencial de
Maduro, que ha destruido a Venezuela, pero también los “contras” de Gorbachev son
ejemplos de esta dinámica. El mantra de este cohorte de desviación, cuyo acceso a medios
masivos de indoctrinación es inteligentemente facilitado y nanciado por las fuerzas
corporativas de la reacción, es el meme propagandístico, que ellos son la verdadera
vanguardia nacional (avantgarde) y que el Centro es una posición inferior. Se trata de un
raciocinio especioso y una metafísica narcisista tonta, dado que el centro de un proceso
social, al igual que su vanguardia, son situacionales. Las dos posiciones sistémicas pueden,
por lo tanto, convertirse dialécticamente en su contrario, dependiendo de las condiciones
objetivas.
6. El Centro como Vanguardia
La realidad cósmica, incluyendo a la social, está constituida por una unión dinámica de
opuestos. Debido al incesante movimiento de la materia –movimiento igual a cambio– la
correlación de fuerzas entre los opuestos sufre variaciones, lo que genera las transiciones
sistémicas. Esto signica que las tres posiciones esenciales que caracterizan
políticamente a toda comunidad e institución humana –vanguardia, centro y retaguardia–
son dinámicas y situacionales. A diferencia, por ejemplo, del status estático de las
coordenadas geográcas de la cartografía. Un ejemplo bélico lo ilustra. En la guerra, la
ofensiva es la “reina” de las operaciones. Sin embargo, cuando un contingente militar se
queda encerrada en un “caldero”, la medida adecuada de vanguardia es la retirada, para
impedir su destrucción. Combinando este razonamiento dialéctico con el aforismo de
Bismarck, de que la política es el arte de lo posible, y con el axioma de la ética, de que un
proyecto social sólo es ético, cuando es viable (realista), entonces queda evidente, que en
muchos contextos políticos latinoamericanos actuales una posición de centro es
equivalente a una posición de vanguardia. La vanguardia es una función dependiente de
las condiciones objetivas en que actúa el Transitor, no la presunción de élites y caciques
dominantes o la reliquia de una narrativa.
7. Preservar el Centro
Cuando un proyecto nacional de centro logra convertirse en gobernanza, necesita cumplir
con dos tareas primordiales: atender las necesidades de la gente lo mejor posible, dentro
de las limitaciones que imponen las condiciones objetivas; asimismo, preparar la
hegemonía y conservación del poder, más allá del primer mandato.
Repetir el ejercicio de gobierno exige satisfacer tres imperativos.
1. Tener un líder capaz
de asumir la continuidad del proyecto. La catástrofe de los gobiernos socialdemócratas en
Brasil, Argentina, Venezuela, Ecuador y Nicaragua, radica en gran medida en el
nombramiento de políticos que no estaban a la altura de la tarea: Dilma Rousseff, Cristina
Kirchner, Nicolás Maduro, Lenin Moreno y Rosario Murillo.
2. Mantener al Partido vivo
como un vaso comunicante entre el pueblo y el gobierno-partido, en términos de ujo
bidireccional de información, poder, participación, justicia y anticorrupción. El Partido
Comunista de China bajo Xi Jinping es un modelo exitoso al respecto.
3. La formación de
cuadros jóvenes en Escuelas de Formación en lo Político.
Ningún partido político
occidental, llámense Partido Socialista, Partido de los Trabajadores, Partido del Trabajo o
Partido Comunista, tiene escuelas respectivas que merezcan el nombre. Donde existen,
son aulas de indoctrinación del liberalismo burgués o cajas de resonancia de una ortodoxia
dogmática fuera de tiempo. Y tampoco tienen idea de cómo formarlos, porque –a
diferencia de Marx, Engels, Lenin y Mao– están a años de luz de la ciencia de vanguardia,
que inevitablemente tiene que ser el fundamento de la enseñanza en lo político y en la
cultura.
8. La encrucijada latinoamericana
Colapsada la época de la socialdemocracia criolla, los pueblos de la Patria Grande se
encuentran una vez más entre el neofascismo monroeista del Norte y las proliferantes
dictaduras del Estado de Seguridad Nacional del Sur. Pueden “escoger” entre los ineptos
delincuentes neoliberales como Macri, Temer, Moreno et al, y los ineptos delincuentes
socialdemócratas como Maduro. Unos que otros han destruido las economías nacionales,
la democracia formal burguesa y el contrato social de la nación. En consecuencia, la espiral
hacia las dictaduras militares avanza. En el caso de la socialdemocracia, todo el desastre
se ha desarrollado con la complicidad de los gobiernos “progresistas” que se han callado la
boca ante los crímenes y mentiras de Maduro. Sustituyeron la solidaridad revolucionaria
internacional por la cultura de la maa y la omertá (ley del silencio). Incluso hoy, cuando
Maduro pretende ejecutar su mayor crimen, tratando de provocar desesperadamente una
guerra con el peón terrorista criollo de la OTAN, Colombia –usando el pueblo como carne
de cañón– o la intervención militar del Monroeismo, para salvar su pellejo, se callan esos
gobiernos, líderes y partidos “antiinmperialistas”, socialistas y comunistas de América
Latina. ¿Como quieren así, que “la Izquierda” tenga algún papel progresista que jugar en la
Patria Grande?
9. Son líderes
Se entienden como líderes. Y, sí lo son. Pero líderes de la retaguardia histórica. Sólo les
importan las relaciones con los Estados. Los pueblos que sufren la represión y el hambre,
no les interesan, ¡Una auténtica vergüenza histórica, esa “Izquierda” criolla!
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Es un artículo polémico, yo diría. En principio por su brevedad. Encarar la comprensión de los procesos sudamericanos últimos a paso veloz, con vocación de sintesis apresurada y desde la afirmación casi apodíctica, ya dice que no es demasiado serio el abordaje.
ResponderEliminarY, desde ya, asumir la defensa del Centro como vanguardia , sirviendose de las leyes cosmicas, físicas y de la siempre maleable etica... revela una apelación a argumentos colosales por falta de aquellos más cercanos y refinados para desmenuzar caso por caso.
Hay grosero error cuando cataloga a los líderes salientes: Cristina Kirchner no fue una sucesora impuesta sino parte de una direccion carismática doble, no replicable entre los mandatarios de ese periodo en declinación multicausal.
No objeto que tanto en izquierda y derecha existan bastiones de comodidad política y académica. El supuesto Centro, también es prolífico en ellos .
Ademas, no se ha encontrado la formula mágica para inhibir a canallas y advenedizos de aprovechar circunstancias de proximidad a procesos novedosos.
Coincido, si, en que poco pueden aportar las Escuelas de Formacion Política si quienes las impulsan no ejercitan demasiado la creatividad propia.
Me parece muy osado diagnosticar a la ligera las dolencias políticas sudamericanas. Típico de mentalidades de pais central, diría).
Y que el autor explique algo tan elemental como lo situacional de las orientaciones y praxis politicas me hace preguntarme sobre que clase de poblaciones cree estar opinando el autor. Saludos