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¿Trump o Clinton?
Votación en la República Bananera Nuclear
1. Donald el Peligroso
Finalmente, el circo electoral en la más grande y peligrosa República Bananera del mundo, Estados Unidos, llegará a su fin. Sus espectadores, “We the people”, bendidos por vivir en la democracia burguesa más antigua de la modernidad, pueden escoger entre dos brillantes aspirantes presidenciales. Dangerous Donald, un billonario acosador sexista de mujeres, evasor del servicio militar, del sistema fiscal, de medicare; racista, xenofóbico e inculto, con el síndrome del Trastorno Narcisista de Personalidad (Narcissistic Personality Disorder, NPD); abusador compulsivo del poder, distorsionador habitual de los hechos y manipulador inescrupuloso de la gente. Es decir, un lumpenpolítico del gran capital estadounidense, creado durante dos décadas por la derecha republicana y el principal capo de Fox News del magnate Rupert Murdoch, el también acosador sexual Roger Aisles, y el especialista en guerra política sucia, Roger Stone. En este punto, Julian Assange de Wikileaks se equivoca, cuando dice que Trump no tiene el apoyo de los medios. Sin Fox News, nunca hubiera llegado adonde llegó.
2. Hillary la Torcida y el Revolucionario de Pantuflas
Quién no quiere probar su suerte con “Dangerous Donald”, puede votar por crooked Hillary (Trump dixit), la empleada política del banco Goldman & Sachs, del mega-especulador George Soros y de los neofascistas estadounidenses, los neocons de la oligarquía gringa. Para las mujeres, los hispanos y los musulmanes, es decir, más de la mitad de la población, votar por Clinton tendrá seguramente ventajas tácticas. En cuanto a la política exterior, tanto el peligroso Donald como la “torcida Hillary” seguirán esencialmente la misma política, porque ambos son títeres de la oligarquía. De ahí que aplica la Pequeña Serenata Diurna de Silvio Rodríguez, cuando dice: “Que no es lo mismo - Pero es igual”. Los millones de muertos que Bill y Hillary Clinton han producido (Yugoslavia, Irak, Libia, Siria) se repetirán con cualquiera de los dos candidatos.
Y qué decir de Berni Sanders, otro acróbata del circo, que mareó a los jóvenes e ilusos con sus radicales piruetas al aire; tan sólo, para finalmente dejarlos solos y revelarse por lo que es: un revolucionario de pantuflas.
2. La democracia burguesa: un cadáver político
La principal víctima del espectáculo electoral de la plutocracia estadounidense, es la democracia burguesa, como organización política del Siglo 21. La gran oportunidad histórica de la burguesía global de demostrar que su democracia liberal era la insuperable consumación de la organización política humana del futuro, devino con el colapso de la URSS y el Socialismo del Siglo 20, en 1990. Sin adversario alguno, disponiendo del dividendo de la paz y dominando el mundo unilateralmente, la burguesía estadounidense y sus sátrapas (Unión Europea, Japón), podían demostrar que las tesis de Fukuyama sobre la sociedad burguesa como máxima realización de la utopía humana, eran empíricamente ciertas. Pero, en lugar de mostrar la superioridad de la civilización burguesa sobre cualquier alternativa pensable, la clase política estadounidense se alió aún más con los clericalfascistas de la Casa de Saúd y del Vaticano, para implementar la agenda imperialista de los neocons desde Yugoslavia vía Ucrania hasta el Mar del Sur de China. En este proceso, la República Burguesa Global ha producido millones de muertos y desplazados en nombre de la instalación de la democracia global y hoy día tiene el mundo al borde del holocausto nuclear. El gran experimento empírico de la democracia liberal burguesa ha fracasado a nivel mundial y su misma clase dominante global ha demostrado que, aun bajo las condiciones inmejorables de 1990, no tiene voluntad ni potencial objetivo para ser la clase, ni el sujeto organizador, de un futuro mejor para la humanidad. Todas las precondiciones sistémicas para una democracia burguesa que merezca el nombre, formuladas por sus grandes pensadores Montesquieu, Rousseau, de Tocqueville, et al, hoy día están destruidas, como ha demostrado irrefutablemente la campaña electoral de la plutocracia estadounidense, que ha revelado que su sociedad política es la de una república bananera. La democracia liberal burguesa no tiene futuro como órgano conductor de la sociedad. Tiene que sustituirse por una forma superior de la sociedad política, tarea que no puede ser cumplida por la clase política del Capital. Sigue en pie, por lo tanto, el predictor de la época moderna, formulado por Karl Marx hace doscientos años: Socialismo o Barbarie.
3. El secreto del apoyo republicano a Trump
El premio supremo de las elecciones estadounidenses no es la Casa Blanca, sino la Corte Suprema de Justicia y, en segundo lugar, el Senado. Si se quiere entender, porque grandes sectores del establishment republicano apoyan a un potencial presidente delincuencial, hay buscar la explicación en la Corte Suprema del año 2000. El 13 de diciembre de ese año, la Corte Suprema robó las elecciones presidenciales al Demócrata Al Gore –quien había obtenido cientos de miles de votos populares más que George Bush-- mediante una votación de 5 a 4, en contra del continuo recuento de los votos en Florida. Cinco jueces nombrados por los Republicanos mayoritaron a los cuatro jueces nombrados por los Demócratas y dieron el triunfo a Bush. Hoy día, la Corte está paralizada por la muerte del juez conservador Antonin Scalia, en febrero del 2016. Violando la constitución y las prerrogativas del Presidente Obama, la mayoría republicana del Senado se niega a aceptar el candidato de Obama, para mantener el empate de cuatro jueces demócratas contra cuatro jueces republicanos en la Corte Suprema. Es la misma situación que la de Venezuela. En un conflicto hegemónico dentro de la clase dominante burguesa, una facción se apodera del Tribunal Supremo y lo usa para paralizar el funcionamiento del Estado, garantizando así sus intereses particulares. Junto con una política sistemática de represión de los derechos de votación de las minorías por los gobernadores y legislaturas en los Estados dominados por los Republicanos; el levantamiento de los límites de financiamiento de las elecciones por decisión de la Suprema Corte; la escandalosa corrupción en las primarias y el Colegio Electoral; la manipulación de la opinión pública por las grandes corporaciones mediáticas y múltiples otros factores disfuncionales más de “la democracia” estadounidense, la calificación del status político del país como una República Bananera, es totalmente pertinente y justificado. Esto podría considerarse un asunto interno de Estados Unidos, si no fuera por sus armas nucleares, sus más de 700 bases militares extramuros y sus dos candidatos delincuenciales filo-atómicos. El déjà vu de 1933, pero nuclear.
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