El 17 de Octubre de 1972, Perón, desde Madrid, anunció que regresaba al país, el 17 de Noviembre. La CGT decretó un paro nacional para ese día. La dictadura de Lanusse estableció, para mitigar los efectos del paro, un feriado nacional. Pero también dispuso 30.000 efectivos para custodiar Ezeiza, más de los que se utilizaron en Malvinas.
Estaba en mi pueblo, La Paz, Entre Ríos, mirando por televisión, junto a mi madre, radical, que emocionada lloraba, tanto por el regreso de Perón, como que éste, le recordaba los años de su juventud. Miraba fijamente la pantalla, el paraguas de Rucci, el gesto adusto de Juan Manuel Abal Medina, y de soslayo, las lágrimas de mi madre. Las dos escenas me impresionaban. Tenía 15 años y la suficiente conciencia política epocal para entender todo.
De a miles cruzaron el río reconquista, enfrentando a las fuerzas de seguridad, que trataban de impedir que el pueblo llegara a Ezeiza, el pueblo que había militado para ese momento. Los militares dudaron, en tierra Perón, querían detenerlo, pero no se animaron, primero lo recluyeron en el Hotel Internacional de Ezeiza, junto al resto de la comitiva, pero finalmente no pudieron. El pueblo les torció la mano.
Mi padre, que también estaba en la escena, era del viejo partido conservador, había apoyado al peronismo en los cuarenta y cincuenta, fue muy cauto en ese momento, pero reinvindicó siempre, católico él, las leyes sociales del peronismo, que se basaban, según su interpretación, en la doctrina social de la iglesia católica. No le faltaba razón.
17 años y 48 días de Exilio. Esa costumbre argentina. "Ni el polvo de tus huesos la américa tendrá", sentenció José Marmol, a Juan Manuel de Rosas, quien debió exiliarse en Inglaterra. Es una patria, que no trata con delicadeza a sus líderes populares.
Recuerdo fervientemente ese día, acaso, porque también recuerde mis años de juventud, abruptamente sacudidos por la correntada de la historia.
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