Jorge Luis Cerletti |
Cerletti recorre la oscilación política argentina y advierte que cada vez, que gira hacia la izquierda, al no horadar la estructura del sistema capitalista, las mejorías obtenidas son como "tomar aire en el patio de una prisión", aunque insiste denodadamente en seguir buscando alternativas para lograr la "emancipación del capital", para lo cual propone la participación amplia de la discusión en el campo popular. Muchas preguntas surgen del texto: ¿es posible detener el péndulo en una dirección propicia? ¿se puede salir del marco capitalista? ¿o tenemos que resignarnos a gobiernos populares, como amoríos de verano? Es evidente que la insistencia permanente de Cerlertti por pensar más allá del statu quo, es un desafío para el movimiento nacional y popular, que ha sido el último en ubicarse al lado de las mayorías, aunque aumentando el grado de sectarismo hacia el final, y contentándose demasiado con conquistas, acaso módicas, y proponiéndose batallas, acaso insustanciales, olvidando el nudo gordiano de la dominación, que permaneció incólumne.
ARGENTINA
Y EL PÉNDULO.
Nuestro país resulta un caso demostrativo de
los vaivenes de la historia como si fueran las oscilaciones de un péndulo que
se ralentiza cuando oscila hacia la derecha. Esta metáfora política de periodización
con un movimiento desbalanceado, ilustra la recurrencia de la dominación que
siempre retorna aunque cambien las circunstancias y los protagonistas. Pasa el
tiempo pero continúan las frustraciones de los movimientos populares así como
las marcas que dejan sus luchas y que no pueden borrar los dueños del poder. Este
acontecer demanda un pensamiento político que rescate críticamente las
experiencias de dichos movimientos. Rescate crítico para servir a la creación de nuevas políticas superadoras
de lo actuado y que desarrollen organizaciones que instauren procesos encaminados
a poner fin a la dominación.
Como ejemplo de los mencionados vaivenes es muy
oportuno traer a colación la última etapa que vivimos. Después de doce años de
los gobiernos K que con sus limitaciones y errores significó un avance popular,
en nuestro país se produjo el primer triunfo electoral de la derecha explícita sin
que medien fraude ni proscripciones. Testimonio de su genoma es el elenco
gubernamental compuesto principalmente por ex-CEO de las trasnacionales y
connotados miembros del establishment. Y a fin de transparentar los verdaderos alcances
de su triunfo, nada más elocuente que reproducir las siguientes declaraciones que
publicó Página 12 el 5 de julio: “El embajador de Estados Unidos en Argentina,
Noah Mamet, destacó anoche en el tradicional brindis del 4 de julio que la
relación mantenida entre ambos países `excedió
las expectativas´ de Washington y aseguró que `todos los funcionarios´ del gobierno norteamericano `colaboran´ con la administración de Mauricio Macri.” (….) “`El avance de la relación excedió incluso las expectativas que
teníamos´ subrayó Mamet…”
Estas declaraciones hablan por sí solas sobre
el retorno a la dependencia del imperialismo
yanqui y, a la vez, preanuncian el casi seguro vaciamiento de la Unasur como intento de
zafar de aquella dependencia. Semejante retroceso no es una originalidad sino
que se repite a lo largo de nuestra historia según las características de cada
etapa y sus distintos momentos.
A continuación, voy a exponer sintéticamente
los vaivenes políticos producidos en nuestro país a partir de 1930 (primer
golpe de Estado en el siglo XX) por su relativa cercanía e incidencia sobre
nuestra actualidad.
Argentina: sintético repaso histórico de vaivens
políticos.
El golpe de 1930 que derrocó a Hipólito Yrigoyen
terminó con el oscilante período radical
en el que el gobierno del viejo caudillo fue
favorable a la causa popular. Así se abrió el camino a la que sería
recordada como la década infame bajo el ala de los conservadores encabezados por Agustín P. Justo. Luego vino el golpe de
1943 que fue el principio del fin de los gobiernos conservadores y la puerta de
entrada de Juan Domingo Perón a la escena nacional. El 17 de octubre de 1945
irrumpen las masas trabajadoras que rescatan al líder y que nutrirían al
movimiento peronista. El 16 de setiembre de 1955 triunfa la “Revolución
Libertadora” que derrocó a Perón a mitad de su 2º mandato. Comienzan los 18
años de proscripción y persecución del movimiento peronista en los que se
mantuvo viva la lucha de la resistencia. En ese lapso se dan gobiernos civiles
ilegítimos por la proscripción del peronismo en las elecciones, etapa “matizada”
con los golpes militares que depusieron a Frondizi y a Illia con el interregno de
Guido impuesto por las FF.AA., lapso en que se mantuvo la hegemonía del
“partido” militar a pesar de sus contradicciones internas. En el 69 se produce
el Cordobazo, cae Onganía (encabezó el golpe contra Illia) y se genera una
etapa de auge popular en el que surgen las guerrillas, diversas organizaciones
populares y sindicales como la CGT
de los Argentinos que coronan los 18 años de resistencia peronista. Lanusse que
sucede a Levingston, lanza el Gran Acuerdo Nacional que fracasa y triunfa el
peronismo en las elecciones del 11 de marzo de 1973 y asume el gobierno
Cámpora. Se produce el 2º regreso de Perón el 20 de junio de 1973 que no asiste
a la gran manifestación de Ezeiza congregada para recibirlo -alrededor de 2
millones de personas- porque la misma termina a los tiros entre los sectores de
derecha y de izquierda. Luego se agudizan los enfrentamientos internos del
peronismo. Cae Cámpora, asume Lastiri durante 3 meses y en setiembre se da el triunfo de la fórmula Perón – Isabel y se
agiganta la figura de López Rega. El 1º de julio del 74 fallece Perón, en plena
decadencia, y alcanzan notoriedad los crímenes políticos de las 3 A que ya venía operando. Después
advino el Gobierno desastroso y reaccionario de Isabel Perón como antesala del
triunfo de la dictadura genocida autodesignada Proceso de Reorganización
Nacional. Videla lo encabeza en los primeros años, lo suceden Viola y Galtieri
que patrocina la Guerra
de Malvinas. A consecuencia de la derrota cae la dictadura genocida cuya máxima
expresión asesina y represora fueron los 30.000 desaparecidos. Y tras el tremendo
corte histórico que engendró el Proceso, se inicia “el período “democrático”
que, por su cercanía, esquematizo aún más en lo que sigue:
** Asume el gobierno de Alfonsín en diciembre del 83 (1983-1989).
** Hiperinflación - Golpe blando – Caída de Alfonsín (8/7/89)
** Primer gobierno de Menem (1989-1995); 2º gobierno (1995-1999). Bajo el
paraguas del peronismo menemista, se desata el “diluvio” neoliberal.
** Gobierno de la UCR
presidido por de De la Rúa
(1999-2001) y continúa el “festín” neoliberal y se profundiza la crisis
económica.
** Grandes movilizaciones populares el 20 y 21 de diciembre de 2001. Estado
de Sitio, represión y muertos, cae De la Rúa (21/12/2001). Proliferan
las asambleas populares e inédito cuestionamiento a los
partidos políticos.
** Del 21/12 (final del Gobº De la
Rúa) al 1º/01/2002 se sucedieron 5 presidentes.
** Gobierno de transición de Eduardo Duhalde (1º/01/02 – 2003)
** Gobierno de Néstor Kirchner (25/5/03) – 10/12/2007)
** Primer gobierno de Cristina (2007-2011). Fallecimiento
de Néstor (27/10/2010).
** Segundo gobierno de Cristina
(2011-2015)
** Asunción de Mauricio Macri al gobierno nacional (10/12/2015)
En el período 1930–1982, groso modo, se podrían
contabilizar unas 10 oscilaciones. Y en
el período democrático, 1983 – junio 2016, otros 6 vaivenes. Cuentas al margen, lo significativo
es la recurrencia de la oscilación: después de cada fisura política favorable
al campo popular (más o menos profunda, más o menos durable) retoman el control
del Estado los sectores que responden al poder real. Con control directo o no, el poder económico del gran capital siempre mantuvo su hegemonía
estructural, ya sea encabezado por alguna de sus distintas fracciones o por
la conjunción de ellas.
Conclusiones provisorias para reflexionar y debatir.
Una cuestión previa a responder: si la economía es el ancla del poder real
hasta hoy, ¿la política resulta una marcha a la deriva de la liberación?
Tratándose del capitalismo en esta etapa de su
dominación mundial y de la hegemonía del las grandes corporaciones, es evidente
que la política quedó subordinada a la economía bajo el control del gran
capital. En tanto que la forma de
gobierno que mejor se adapta a sus designios es la democracia representativa pues
legitima sus intereses. Sin embargo, cuando su poder se ve jaqueado por
corrientes populares apela a la violencia explícita, ya sea “blanda” (disfrazada de jurídica); o directa, mediante
golpes militares. Por añadidura, esa violencia contribuye al fabuloso negocio
de la industria armamentista que se agiganta con las guerras localizadas que comandan
las potencias y proliferan en el planeta. Convergen así el negocio y la
dominación.
De acuerdo a la experiencia histórica y al
peso de los hechos, la deriva o la
pérdida del rumbo de los procesos de liberación, marcharon hacia el retorno de la
opresión preexistente o terminaron en nuevas formas de sujeción. Fenómeno que
incluye a los procesos revolucionarios
comunistas que preanunciaban el fin del capitalismo.
¿Qué significan entonces estas oscilaciones que
se desbalancean hacia la derecha? Simplificando,
la oposición al orden existente sujetos a su legalidad interna, en general se da
en situaciones de crisis y no necesariamente económicas. Momentos en los que
recrudecen los conflictos y se tensan las relaciones sociales lo que favorece
la emergencia y/o consolidación de nuevos líderes y organizaciones populares. Se
podría hablar de un ciclo político que si bien emparentado con el económico
(auge-depresión y crisis), tiene componentes propios que se entrecruzan y
articulan en una madeja más compleja que la sola raíz económica. Por ejemplo, la fortaleza de la organización, las
ideas que sostienen, la talla de sus líderes, su influencia en la construcción
de subjetividad social, su capacidad para generar movilizaciones populares, el
azar, etc…
Ahora bien, por qué cuando se dan irrupciones
que en buena medida responden a esas características, finalmente el péndulo se
inclina a la derecha. Aquí surge una línea divisoria que atraviesa a la
política y que remite al campo constitutivo del orden social: dentro o afuera
de sus fronteras. Referente al orden capitalista, el afuera supone una política
antisistema, de ruptura de dicho orden que está determinado por lo estructural.
Vale decir, por las leyes que rigen el funcionamiento del sistema que genera y
regenera las relaciones sociales, modela la subjetividad de los individuos y condiciona
sus prácticas. Y esto gravita en las contradicciones y particularismos cuyas
diferencias, significativas o no, conforman la multiplicidad de situaciones.
Sucintamente, expongo lo esencial de las leyes
que rigen la economía del sistema capitalista: la ganancia, como su razón de
ser; la propiedad privada, su principal soporte; la acumulación y concentración del capital,
su necesario efecto dinámico. Esto delimita
el campo y fija sus fronteras. Dentro de ellas emergen las contradicciones y
particularismos propios de la vida real. Aquí aparece un obstáculo de gran
magnitud para las políticas reivindicativas que plantean justicia, distribución
de la riqueza e igualdad. Si tales políticas se adecuan a la leyes implícitas
del campo, metafóricamente, es como salir de una celda para tomar aire en el
patio de una prisión. Y como ésta se construye con la argamasa de un sinnúmero
de falacias que gestan subjetividad social, apuntemos ahora un par muy
sustancioso.
Una muy común y eficaz remite a la dupla Mercado-Estado. Bajo el nombre de “los
mercados”, sitio real o virtual para la compra-venta de mercancías, se
enmascaran quienes lo usufructúan: la burguesía y sus corporaciones. Así la
reificación esconde a los dueños del
gran capital. Y cuando se dan gestiones de gobiernos que no le responden
cabalmente, cuestionan al Estado alegando su desmanejo. Pero lo cierto es
que ocultan que dicha institución fue
construida a lo largo del tiempo por los sectores dominantes que ellos representan
y cuyos privilegios siguen usufructuando.
Pasemos a la otra falacia que está a la orden
del día: el consumo. Los
gobiernos populares lo reivindican como garante de trabajo, como acceso
al bienestar y como motor de la producción. Verdad relativa que omite el
nivel sistémico. De acuerdo a éste y según su naturaleza, el consumo es la
otra cara –imprescindible- de la realización del capital y de la ganancia.
Lo cual, a su vez, limita a los gobiernos populares que impulsan el consumo
como sustancial recurso político-económico. Luego, las tres reivindicaciones que
asumen están condicionadas por las leyes del sistema. La fuente de trabajo
depende del proceso de acumulación y lo
más importante, resulta el lugar donde se realiza la explotación del
trabajador. El bienestar está en permanente puja entre la ganancia y el salario, puja desequilibrada
y fundamental en la diferenciación social y en la génesis de la pobreza. Como motor
de la producción no puede escapar de las crisis cíclicas que destruyen
empleos y aportan a la concentración del capital. Y lo más significativo e invisibilizado:
la producción es el único lugar donde se crea valor del que se apropian los
empresarios, más allá de cómo se distribuya la riqueza entre ellos. Por lo
tanto, las necesidades humanas dependen de la valorización del capital, o sea,
si resultan redituables como negocio. Ejemplo sobresaliente de semejante distorsión
es el volátil y parasitario capital financiero, tan omnipotente en la
actualidad.
Como se desprende del desarrollo anterior, mi
respuesta al interrogante inicial de este punto es que la “deriva de la
liberación” se origina, hasta el presente, en que no ha habido movimiento
liberador que realmente rompiera con la estructura que sostiene al capitalismo.
Ni siquiera los procesos gestados a partir de las grandes revoluciones contemporáneas que lo
cuestionaron seriamente.
Consideremos ahora la lucha de los partidos
políticos populares que se desenvuelven al interior del campo sistémico. Sus
diferentes logros originan la oscilación del péndulo hacia la izquierda pero
después el vaivén tiende a estacionarse en el extremo opuesto, lo que se
explica por su integración al orden existente. Es que dichos partidos no han conseguido
y ni se lo propusieron en casi todos los casos, generar una política transgresora
que horade la frontera del capitalismo y los encamine hacia el imposible de
dicho orden: alcanzar la emancipación del capital.
Con lo expuesto no pretendo invalidar los
hechos positivos que produjeron algunos partidos populares en función de
gobierno. Sí mostrar sus límites y contradicciones cuya perspectiva, para mí y
en el mejor de los casos, es que la oscilación continúe y no se detenga en el extremo derecho. Mas, si no se
construyen nuevas políticas con vistas a superar al capitalismo, éste ha
mostrado que en lugar de crisis final ha seguido fagocitando a ex enemigos y a
ex adversarios y también dejando a la
deriva la ilusoria “humanización del
capital.” Es verdad que nos hallamos frente a un panorama bastante oscuro en el
que las ideas brillantes brillan por su ausencia. Empero, aunque todavía no se
crearon alternativas gravitantes en el mundo, sí hay atisbos de que algo nuevo
está surgiendo. Y todo lo que contribuya a afianzarlo y desarrollarlo es la tarea. En consecuencia, se necesita
un profundo debate en el campo popular, sin exclusiones ni sectarismos, para
abrir picadas frente al poder del gran capital que agobia y somete a las
sociedades contemporáneas.
Está claro que, en mi opinión, dentro del
orden capitalista no es esperable
una sociedad mejor, más justa e igualitaria. Pero esta afirmación encierra,
tácitamente, una pregunta acuciante: dada la presumible y prolongada duración
del capitalismo, ¿cómo actuar
políticamente al interior del sistema y qué tipo de organizaciones gestar? Interrogación
que invito a compartir y responder colectivamente.------
J.L.C. - (26
de Julio de 2016)
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