miércoles, 3 de julio de 2019

Quinto fragmento del capítulo: "MODELAR SERES HUMANOS", correspondiente al libro inédito: "DE LA DOMINACIÓN CONSENTIDA", de León Pomer (") para Vagos y Vagas Peronistas


DOMINADORES 

Al transcurrir la existencia humana en una historia de interacciones específicas, enseña Maturana (1998:51), no será la estructura biológica la que determine las características individuales: “surgirán epigenéticamente durante su ontogenia”. El inicial “vacío” epigenético de la criatura humana se llenará del contenido que la sociedad le infunda, cifrado en atributos que deberán poseer los futuros dominadores, sus cancerberos y burócratas, los carreristas de la política y otros servidores suyos, letrados e iletrados. La relación asimétrica dominadores – dominados, ejercerá una influencia modeladora recíproca sobre ambas partes: “aprenderán” a conducirse, a pensar y comportarse con arreglo a su papel en el drama, producto de la coacción inherente a las situaciones antagónicas. Los tipos humanos que se generen en los distintos momentos históricos del sistema, habrán integrado a su ser las constricciones a que fueron expuestos en la aludida inter relación, al extremo de que el amplio arco de las desconformidades de los más débiles por lo males padecidos, tenderá a transcurrir dentro de los marcos que los aherrojan. La ruptura de ese límite, la adquisición de la consciencia de las raíces de que emana la desigualdad y el sufrimiento, tendrá enormes dificultades para surgir. 

La generalidad de los dominadores de todos los tiempos comparte rasgos que su condición requiere: la crueldad, uno principalísimo, les es indispensable para amedrentar, reprimir, torturar, y matar de hambre. La helada indiferencia es el otro rasgo relevante, que excluye toda conmiseración hacia los que cumplen una función decisiva e imprescindible en el sistema: ya que, sin el papel que desempeñan, no lo habría. Desde la acumulación originaria del capital hasta los días de hoy, y en todo el período previo caracterizado por la presencia del capital mercantil, la dominación no ha parado de verter sangre. 

En su Modernidad y Holocausto (1998:194), Bauman, coincide en que la presencia generalizada del rasgo “crueldad” en un medio humano, “se relaciona a ciertos patrones de interacción social de manera mucho más íntima que las características de la personalidad u otras idiosincrasias individuales. La crueldad es de origen social”. Los dominadores y sus masivas clientelas, situadas en los estratos medios, sienten la obligación de dejar bien claras las diferencias, la distancia que quieren insalvable que los separa de individuos, a los que se les impide el acceso a una plena humanidad. Toda tentativa de emerger del lodo y adquirir el derecho a respirar un aire menos ponzoñoso, debe ser detenida, retrocedida y castigada. Los dominadores no se importan del hambre de esos Otros, de su salario misérrimo y su desempleo crónico, de la familia destruida. Los Otros lo merecen: merecen la represión como respuesta a sus quejas y demandas. Las catástrofes humanas no inmutan a los poderosos, incluso a los que sin llegar a serlo tienen sus pretensiones. El ideal de los dominadores se representa las masas subalternas como un rebaño de sombrías tristezas, resignadas a la vida que no saben abyecta (aunque sospechan), porque no conocen otra. Los dominadores ven con simpatía a quienes aceptan buenamente haber nacido para ser pobres. El silencio de las bocas populares, la aceptación fatalista de su destino es un logro que evitaría gastar pólvora, y el uso de refinados engendros cuyo argumento es la descarga eléctrica. En habiendo reclamos, reivindicaciones, panfletos y carteles que osen demandar lo que no les corresponde, la respuesta, ya se sabe, es una sola: violencia contra los osados. 

Los individuos de la clase dominante regulan sus consideraciones humanitarias: no son insensibles, pero discriminan cuidadosamente, seleccionan lo que no los deja indiferentes. Sus mecanismos sensibles están automatizados. En su estructura de comportamiento la indiferencia absoluta por el destino de los que nada tienen, convive con el placer de una buena mesa, el halago de una amistad de alcurnia, un vino de cinco mil pesos la botella y una estadía vacacional donde se encuentran con sus iguales, juegan al golf y no escuchan los rudos tambores del reclamo y la miseria. 

Hoy, más que en otros momentos del pasado, no andan escasos los miembros de ambos sexos, modelados para ejercer funciones de dominación, que carecen del sentimiento de pertenencia e identificación con el país en que nacieron, y claro, con el pueblo oscuro que lo habita: su país es la estancia vacuna y sojera, el club exclusivo, el recinto de la Bolsa, el barrio sobreprotegido del acechante mundo externo, del que no pueden zafar del todo porque sus empleadas domésticas traen los olores de la pobreza. El capital ocupa el espacio de los sentimientos; el amor y la amistad tienen precio: se compran y se venden. La frialdad es la temperatura normal del egoísmo patológico que los anima, de su indiferencia enfermiza. La patria son los lucros, lo importado es mejor que lo nacional. Palabras como nación y patria han perdido sentido, si es que alguna vez lo tuvieron para sus predecesores. Son una suerte de fracción local de un poder supranacional. No se importan de la devastación a que someten los ríos y los aires que ellos también respiran, las tierras que desertifican, los bosques que derriban, los venenos que arrojan en los sembradíos y sobre las personas. 

El neoliberalismo digital, versión actual del capitalismo, ordena la entera existencia del sujeto humano y la vacía de todo valor no comercia: deviene el fundamento epistémico que captura la realidad. Son demasiados los individuos que residen dentro de invisibles cápsulas construidas con palabras que actúan como espejos deformantes. Los mandamases políticos e intelectuales de la dominación mienten con sorprendente impavidez. Intentan persuadir, y están persuadidos, de que la rebeldía contra el sistema es un pecado sin perdón. Es más: temen que los sojuzgados recuperen su entera y autónoma humanidad en el enfrentamiento con los sojuzgadores. Ellos, los que mandan, miran con horror las hordas que tienen por sub humanas, particularmente cuando salen de sus pálidos ámbitos de vida y vienen a hacer ruido donde nunca debieron pisar. 


LOS MODELADOS PARA LA SUB-ALTERNIDAD 

El sistema vela, para que cada grupo desempeñe el papel que la maquinaria social precisa para su buen funcionamiento: las “clases peligrosas” recibirán atenciones preferenciales. A la incesante ofensiva catequizadora verbalizada, declamada, publicitada y plagada de mentiras, se agrega la lección implícita, en la materialidad de las desiguales relaciones humanas de mando y obediencia, de poseedores y desposeídos. Vale repetirlo: la masa más extensa de los dominados es concebida como la resultante de una ley natural que reduce y limita su humanidad; en virtud de ese designio, deben callar, obedecer y no interferir en los graves asuntos que huyen de su entendimiento, dejando su administración en manos de quienes han sido dotados de una plena y completa humanidad. Para la dominación hay una sola condición enteramente humana; los Otros, los que un caprichoso destino, una perversa biología o un extraño designio han subalternizado, llevan en su cuerpo el estigma que los identifica. Los desavisados creerán (y los hay que lo creen) que las iniquidades que los victiman son inherentes a una índole incapaz de cruzar airosamente por los espinosos matorrales de la vida. Los pobres, deben ser irremediablemente pobres: no dan para más. La cultura del sistema denigra a sus víctimas: las quiere convencidas de su desvalorizada animalidad. Cada jornada del sistema alimenta el menoscabo de criaturas cuyo rostro humano es sólo la simulación que no alcanza para ocultar su barbarie. Su destino no puede ser otro que los abyectos basurales de la sociedad. Hacia arriba no hay lugar para ellos. La resignación es su destino. También en el relato de la historia, solo les cabe el olvido. 

La falaz concepción sobre las masas seduce a las clientelas del Poder, las halaga, las satisface ver, en los subalternos sociales una congénita minoridad. Considerables estratos medios, invariablemente obsesionados por diferenciarse y tomar la mayor distancia del abajo social, serán el apoyo de masas de la dominación. Todo lo que devuelva a su lugar a los que osaron salirse de sus villas miserables será bienvenido. Son insoportables sus voces mal sonantes, los destemplados ruidos de bombos y tamboriles de que suelen acompañarse, la usurpación de espacios públicos que utilizan para perturbar. Cuando las distancias y las diferencias sociales son desafiadas por la intromisión de la deplorable estética de la pobreza y sus sonidos, parte considerable de los sectores medios consideran que algo esencial está subvertido. 
León Pomer

Es notorio que los multiplicados pavores de quienes los padecen, no aconsejan la entera pasividad y el silencio, no invitan al cultivo de modales “bien comportados”. Vidas menoscabadas y sufrientes son vigiladas, tuteladas, inhibidas, anestesiadas, atemorizadas, ametralladas, bombardeadas, disuadidas de producir exabruptos que excedan el inane grito de dolor. El sistema se precave. Sabe que acechan rebeldías en las penumbras de la miseria, en la opacidad de las frustraciones, en los soles negros de la vida. Tratará que los “condenados de la tierra” (Fanon) se resignen a su condena; intentará castrar la aparición de un pensar crítico, autónomo y altivo; erigirá obstáculos, inventará distracciones desviantes, planeará la ignorancia, hablará de inferioridades. 


En determinadas coyunturas del capitalismo, y la actual pinta ser una de ellas, parecen sobrar humanos pasibles de ser utilizados productivamente por el sistema: son los que ni siquiera constituyen el clásico ejército obrero de reserva. No hay función alguna para ellos. Y si, en general, la pobreza es tratada como un problema de ley y orden, esos marginales absolutos representan un desafío que la sociedad debe erradicar. El derecho a existir les ha sido expropiado: incluso les es negada la muerte digna. La inferioridad de los Otros es definitiva, irreparable, incurable. Ya no tienen el título de reconocimiento como humanos. Liberados de toda esperanza, no merecen piedad.

(") Doctor en Historia y Sociedad. 18 libros publicados, algunos en Brasil y Argentina y otros sólo en Brasil. Decenas de ponencias en congresos nacionales e internacionales y centenares de artículos sobre historia y literatura. Docencia en la Argentina (UBA y Universidad del Salvador) y Brasil (Universidades de Campinas, del Estado de San Pablo y Pontificia de San Pablo). Incluido en el programa Café, Cultura Nación de la Secretaría Nacional de Cultura.

Para ver el primer fragmento del capítulo: "Modelar Seres Humanos": http://vagosperonistas.blogspot.com/2019/04/primer-fragmento-del-capitulo-modelar.html

Para ver el segundo fragmento del capítulo: "Modelar Seres Humanos": https://vagosperonistas.blogspot.com/2019/05/segundo-fragmento-del-capitulo-modelar.html

Para ver el tercer fragmento del capítulo: "Modelar Seres Humanos": https://vagosperonistas.blogspot.com/2019/06/tercer-fragmento-del-capitulo-modelar.html

Para ver el cuarto fragmento del capítulo: "Modelar Seres Humanos": https://vagosperonistas.blogspot.com/2019/06/cuarto-fragmento-del-capitulo-modelar.html

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