Iciar Recalde |
“Dadme un punto de coincidencia y haremos una Patria”, pregonó Don Arturo Jauretche, quien cabalgó entre dos movimientos nacionales y les dio continuidad. No fue en sentido estricto ni radical ni peronista, fue eminentemente NACIONAL. Y como buen nacional dijo más: “El drama de la Patria enfrenta dos personajes solamente: el pueblo encadenado y la finanza imperialista. Lo demás no cuenta. Cuando están en juego los destinos de un pueblo, toda reclamación particular perturba y divide.” Qué lo parió: no aprendimos nada de nuestras derrotas y la causa nacional la rifamos por las internitas de la jodida clase dirigente que supimos conseguir y que nos llevó al repliegue doloroso en que estamos. No me sorprende la violencia y la brutalidad de la revancha clasista, más me sorprende la sorpresa y la rasgadura de vestiduras de los nuestros. ¿Qué suponíamos qué iban a hacer los operadores de la colonia? Rifar el acotado patrimonio nacional que permanecía con la celeste y blanca, hambrear al pueblo, profundizar el destino agrario y de servicios que no supimos o, lisa y llanamente, no quisimos revertir. Lo conquistado día a día se desmorona ante la mirada atónita de los nuestros. Humillar a la Argentina es la tarea. Porque a diferencia nuestra, el enemigo tiene Proyecto, sabe adónde quiere ir, sabe qué hacer, tiene la certeza de que el país actual de más de 40 millones de argentinos es demasiado grande, necesita reducirlo a 10, cuanto mucho a 12 millones, al paisito del privilegio y camina, sin tanto titubeo, hacia adelante. No le tiembla el pulso: sabe, ansía, ejecuta. Y fundamentalmente, tiene la lucidez de operar sobre nuestros fraccionamientos y sobre el acotado patriotismo de quienes privilegian su tropita o los negocios por sobre el destino de nuestro pueblo. El drama del campo nacional es interno: quienes continúan puteando a Macri y sus acólitos pierden el tiempo observando lo obvio. Nuestra tarea y nuestro deber de argentinos es escrudiñar con conciencia histórica la actualidad para no andar atados a la rueda sin fin del empezar todo de nuevo. Mirar hacia adentro a ver qué carajo hacemos, hacia dónde queremos ir, si nos vamos a animar a consolidar un Proyecto Nacional, con quiénes y para qué. Somos un eslabón en una larguísima historia de avances y retrocesos del movimiento nacional. De épicas, conquistas, repliegues y derrotas. Aprender de ambas iluminaría nuestro deber actual de argentinos. En síntesis: al campo nacional le hace falta patriotismo para emprender de una vez y para siempre el “deber emancipador”: “Hacer la nación: esa es nuestra tarea y traición es todo lo que se le oponga… Es necesario unirse bajo la gran bandera de la causa argentina frente al régimen, alternativamente democrático o fascista, de los entregadores. (…) Las nuevas generaciones como la de mayo, tiene un deber emancipador que cumplir.”
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