Jorge Luis Cerletti |
CAMBIOS POLÍTICOS Y SUBJETIVIDAD SOCIAL.
“La Cancillería está en manos de Telecom e IBM. El
Ministerio de Hacienda en manos de JP Morgan. El Ministerio de Energía, Shell. La Secretaría de Finanzas,
Deutsche Bank. El Directorio del Banco Central, JP Morgan y Goldman Sachs. Y
así sucesivamente. Las empresas son: Thomson
Reuters, Morgan Stanley, Exxon-Esso, Axion, General Motors, Techint, Coca Cola,
Banco de Galicia, Edesur y Edenor, Pan American Energy y muchas más.” (en
Página 12, del 14/02/16 (artº de J.P. Feinmann “La nueva globalización”).
En menos de 45 días el gobierno de Macri barrió
con las mejores conquistas del período
kirchnerista y ya en los diez o quince
días iniciales había tomado las medidas más sustanciales y retrógradas. Lo que transcribo
del artículo de Feinmann desnuda claramente las mentiras de su campaña
electoral que disfrazó su esencia PRO gran capital y de sus principales corporaciones.
Cabe decir que por primera vez en nuestra
historia la derecha explícita gana una elección nacional sin apelar al fraude
ni a las proscripciones. Fenómeno que se suma a la ofensiva que sufren los
gobiernos populares de Sudamérica.
La nefasta trascendencia de ese grave
desmantelamiento para el país y los sectores populares ofrece diversos ángulos
de abordaje. Aquí no entraré a detallar los descabezamientos institucionales y
la consiguiente ola de despidos pero sí esbozaré
someramente los alcances políticos de la nueva situación que se abrió. Veamos.
** La velocidad con que descabezaron los principales organismos del
Estado controlados por el kirchnerismo presenta diversos escorzos. Uno, muy
sustantivo, vuelve a mostrar la diferencia entre Estado -principal construcción
histórica sistémica de las clases dominantes- y los gobiernos que son expresiones
sectoriales de las luchas políticas por la hegemonía y el control de aquél.
** Ratifica el poder de las grandes corporaciones y de los Estados hegemónicos
que dominan el mundo y se afanan por someter a los pueblos y naciones que se
les resisten.
** La fisura político-económica que produjo el Kirchnerismo se fue cerrando
al quedar inmerso en la legalidad sistémica capitalista que no cuestionó y que terminó
desembocando en el triunfo actual de la derecha. Es que las corporaciones
siguieron manteniendo su poder y haciendo buenos negocios (en particular las
transnacionales) a pesar de las limitaciones que quiso imponerles el gobierno
K.
** La durísima gestión que imprimió la derecha en estas primeras semanas, en
todos los niveles, mostró su notoria distancia con los logros positivos del kirchnerismo
en sus doce años de gobierno. A la vez, exhibió
la vulnerabilidad de su construcción y volvió a plantear los alcances de lo
nacional en este período y en perspectiva.
Dando por sentada la naturaleza de la derecha
y la coherencia de las medidas que implementa, el eje de la cuestión se
desplaza a la problemática que concierne al campo popular y, en particular, para
quienes planteamos una perspectiva emancipatoria. Desde ese lugar aventuraré
algunas ideas.
¿ Dónde estamos parados ?
La experiencia kirchnerista fue favorable a las
mayorías populares a partir del control relativo de algunas instituciones del
Estado y de su política redistributiva de corte nacional. Empero, esa política
tropezó con el poder económico concentrado que lo condicionó y con sus propias
limitaciones. Dentro de ellas, su construcción
piramidal que le rindió frutos tan dulces como amargas resultaron las
derivaciones conocidas.
En rigor, tal verticalidad es otra expresión
de lo que se puede considerar una constante histórica. Los cambios socio-políticos
que cuestionaron el orden establecido, en mayor o menor grado, cristalizaron
bajo la conducción de líderes y vanguardias. Esto se aplica también a las variadísimas luchas por el poder
de cualquier signo pero aquí, el asunto espinoso tiene que ver con los movimientos
populares y las luchas de los sometidos. El problema remite a la deconstrucción
de los procesos liberadores (revolucionarios o no) a posteriori de sus triunfos
logrados bajo similar praxis de poder.
Hasta ahora la humanidad no ha zafado de
semejante contradicción. La cual se verifica en lo macro cuyo mejor testimonio proviene de
la organización institucional de los Estados. Ahora bien, si enfocamos los
niveles micro, aparecen distintas expresiones que tienden a la participación
activa y a la circulación de poder. Pero aún no se han constituido alternativas
emancipatorias que muevan el amperímetro nacional y ni qué decir del
internacional. En mi opinión, lo más rico y avanzado en ese espacio es la
experiencia zapatista a pesar del cerco que vienen padeciendo.
Aquí emerge la cuestión de las
bases materiales y la subjetividad que alcanza a todos los ámbitos de
la sociedad. En ambas entra en juego
la idea de racionalidad que, a su vez, se desdobla entre la que emana del sistema
y la que lo rechaza.
El capitalismo ha desarrollado
extraordinariamente la producción y generación de riqueza a punto tal que hoy
se puede decir que las bases materiales
de la humanidad alcanzan holgadamente para satisfacer sus necesidades. En ese
sentido la notable Revolución Científico-Tecnológica en curso ha engendrado un
verdadero salto en las bases materiales del capitalismo lo que ha potenciado su
reinado. Al mismo tiempo, ha acentuado las injusticias y desigualdades en torno
al reparto de la riqueza a favor de la concentración económica y de poder.
Luego, para una racionalidad que comprenda a toda la población mundial,
representa una verdadera irracionalidad. Pero si nos atenemos a la lógica
interna del capitalismo, esto se transforma de raíz porque las leyes que lo
gobiernan se basan en la propiedad privada, la ganancia que se realiza mediante
la explotación y el desarrollo del proceso de acumulación que deviene
concentración y centralización del capital, poder y hegemonía.
Por eso si se lo cuestiona y no se rompe con
la lógica del capital, tropezamos con serias dificultades e incongruencias. En
cambio, si se lo hace desde una lógica independiente se pone en evidencia su
irracionalidad. Sin embargo, los
argumentos y la generación de alternativas distan tanto como una de otra
racionalidad. Luego, la generación de alternativas supone
una problemática clave pues plantea la creación de políticas transformadoras
del orden capitalista. En el largo proceso que ello implica, se entrelazan
diversas instancias, económicas, sociales, culturales, etc. Ahora voy a enfocar
el tema de la subjetividad pues
atraviesa a aquéllas y gravita fuertemente en la lucha política.
Importancia de la subjetividad en la creación de
alternativas.
La subjetividad está condicionada por las
bases materiales que produce el orden existente y es catapultada por su
“fábrica de conciencias afines”. En lo que sigue me centraré en los candentes sucesos
actuales. A tal fin, tomaré a nuestro
país como caso testigo considerando el triunfo de la derecha y el carácter de
las otras fuerzas empezando por el kirchnerismo-peronismo dada su relevancia.
El gobierno K gestó el período de mayores
logros, post dictadura genocida contradiciendo los designios de la derecha.
Pero siempre portó un verdadero caballo de Troya, su adscripción al
capitalismo. Apelando a un término histórico del peronismo, propició la “humanización
del capital” que Néstor Kirchner, en su momento, llamó capitalismo serio. Esto, referido a la producción de subjetividad,
significa cabalgar sobre dos racionalidades contrapuestas. La sistémica y la
que, confusa o no, apelaba a lo nacional y popular. Ergo, convivieron la fiebre
del consumo y el interés individual con lo solidario y las medidas que favorecían
a los sectores de menores recursos.
Respecto de la valoración ideológico-política del
gobierno K., desde el campo popular, prevalecieron dos posturas antitéticas: a)
descalificación lisa y llana; b) justificación basada en la hegemonía mundial
del capitalismo. La primera, con sus matices, propia del sectarismo de la
izquierda en general; la segunda, refleja la visión “nacional y popular” que alega
dicha situación mundial capitalista como barrera insoslayable. Verdad a medias que
nada dice de la doble racionalidad que contiene y que obtura, en su hibridez,
la búsqueda y promoción de aperturas antisistema.
El triunfo electoral de Macri y cia., entre
otras cosas, puso sobre el tapete el tema de la subjetividad: ¿cómo puede ser que mucha gente haya votado
a quien, por su trayectoria y claros antecedentes, los iba a perjudicar?
Además del peso de lo mediático que no es ninguna novedad, emergió la doble
racionalidad que interiorizan gran parte de los sectores populares, al margen
de si es conciente o no. Lo que viene a ser un terreno fértil para la
imposición del imaginario dominante y la cooptación de vastos sectores
vulnerables al discurso del amo, vale decir, de los grupos concentrados con
poder real.
Enfoco ahora la articulación bases
materiales-subjetividad social lo cual se asocia a la potencialidad de la
producción y sus efectos sociales. Exteriorización de ello es el consumo, atributo fundamental del
sistema porque resulta imprescindible para la realización del capital y la consecución
de su finalidad mayor, la obtención de ganancias. Obvio que la gran burguesía,
sin distingos, lo impulsa con todo y emplea a fondo su aparato mediático de
propaganda para acrecentarlo ilimitadamente exacerbando el deseo de posesión.
La seducción y estimulación del deseo opera
directa y/o subliminalmente sobre las personas fomentando la mixtura de codicia
y egoísmo que provoca la multiplicidad de mercancías apetecibles. Y aparece una
de ellas tan singular que reina sobre el resto, “el poderoso caballero don dinero”. Sus distintas formas son otras
tantas manifestaciones de la cosificación y la mercantilización de la vida que
caracteriza su imperio. Es que el capitalismo ha potenciado increíblemente esa
histórica forma equivalencial de la mercancía transformada en un monstruo de
las cien cabezas por el capital financiero.
A partir de lo apuntado, se puede tender un
puente con otro factor gravitante que interviene en la subjetividad de la sociedad, la relación salarial. En palabras de
Frédéric Lordon: “En la economía
monetaria con división del trabajo del capitalismo, no hay nada más imperioso
que el deseo de dinero, y por consiguiente no hay influencia más potente que la
del enrolamiento salarial.” Y líneas más arriba dice: “La puesta en movimiento de los cuerpos asalariados `al servicio de´,
extrae su energía de la fijación del deseo……sobre el objeto dinero cuyos únicos
proveedores establecidos por las estructuras capitalistas son los empleadores.”
(…) “Ahora bien, por una parte la
intensidad de la dominación es directamente proporcional a la intensidad del
deseo del dominado, cuya llave detenta el dominante.” (1)
Lo anterior responde escuetamente a la pregunta
que subrayamos más arriba pero por supuesto, sin agotar el tema que integra los
variados desafíos que deberemos ir resolviendo colectivamente. Por ejemplo y
mirado desde otro ángulo, el salario en el capitalismo es el recurso del que
depende la mayoría de la población para satisfacer sus necesidades, desde la
supervivencia vital hasta los ingresos de los ejecutivos.
Semejante gravitación presenta una fuerte
contradicción. Por un lado, potencia la capacidad de extorsión de la patronal y
por el mismo motivo, fomenta la resistencia de los sectores asalariados, lo
cual determina el variable escenario de las disputas laborales que se extiende
a toda la complejidad de los diversos conflictos sociales.
Este breve recorrido nos sitúa frente a múltiples
desafíos que confluyen hacia la necesidad de la construcción de nuevas
alternativas emancipatorias.
Construcción de nuevas alternativas, ¿cómo?
Quienes sostenemos la emancipación, cualquiera
sea su ubicación en el campo popular, convivimos
con ese interrogante que, por supuesto, trasciende lo individual. Como se
desprende de lo que apunté al principio, la hegemonía mundial del capitalismo
es indiscutible y por ahora absoluta. A partir de esta realidad se disparan las
cuestiones y dentro de ese escenario no se visibilizan alternativas. Aquí brotan
dos preguntas; ¿la historia se congeló? y ¿las transformaciones sólo dependen
de procesos estructurales al margen de la praxis política? Respondo con dos negativas pero poco se avanza.
Entiendo que es necesario reformular la cuestión comenzando por la articulación
entre lo macro y lo micro. Previamente hay que clarificar el último concepto,
sus ambigüedades, escalas y alcances. Ahora tomo partido y delimito. A nivel
internacional surgen manifestaciones locales (y lo nacional sería una de alto
rango) que señalan emergencias complejas dentro de lo macro sistémico que, sin
cambiarlo, pueden perturbarlo. Mientras que lo propiamente micro remite a lo
local y a la vastísima gama de lo grupal, nivel en que la fuerza de las ideas y
de las experiencias pueden hallar ecos universales (por ej., el zapatismo).
Esta breve digresión habla de la necesidad de enfocar
experiencias donde se desarrollen cambios en
contradicción con lo sistémico sin qué éste los anule o los borre de la
memoria. O sea, constituyen luchas y ensayos en busca de sembrar brotes de lo
nuevo y de crear distintas fisuras al orden existente. Metafóricamente hablando,
abrir picadas.
Con lo dicho sólo esbozo lo que para mí representa
un campo que abarca desde las llamadas experiencias nacional populares hasta las
políticas grupales donde la emancipación y el anticapitalismo son determinantes.
Y no lo hago por eclecticismo sino porque creo que vivimos un período oscuro
que exige romper barreras sectarias y desarrollar una amplitud de miras que
contribuya al intercambio colectivo y a restarle al enemigo los frutos de la
división. Hay tantas preguntas sin respuestas como demandas que las requieran,
lo cual conspira contra el imperio de
los dueños de la verdad…
Abordar los cómo es una tarea colectiva que,
mínimamente, comprende dos niveles: el situacional y las posibilidades que de
él emana. El primero remite al carácter concreto de las contradicciones y
conflictos en juego y supone la toma de partido. El segundo, incluye al primero
dentro de la praxis política que lo actúa en función de la construcción de las alternativas
que se impulsan.
Creo que aquí se debe superar una falsa
disyuntiva que exacerba equívocas diferencias. Hablo de la contraposición entre dos
muletillas, “el mal menor” o “a cuanto
peor, mejor”. Voy a ilustrar esta idea con un ejemplo propio del remanido
catálogo que enumera los más y los menos de la política K. Para ésta, sus
debilidades y contradicciones resultan el mal menor frente a “la imposibilidad”
de transformaciones mayores. En cambio, la cerrada oposición de sectores de
“izquierda” de hecho adscriben al 2º lema que, traducido, revela su aspiración
a reemplazarlo. Semejante diálogo de sordos, ¿a quién favorece y cuánto
contribuye al enriquecimiento de las ideas?
Las consecuencias post electorales no dejan
mayores dudas. Pero lo que sí se potencia es la inconsistencia política de la
apertura K al mismo tiempo que resalta el vacío de alternativas
anticapitalistas. Ambas visiones, sin desmerecer sus diferencias, no deben ignorarse
recíprocamente si se pretende reflexionar desde el campo del pueblo.
Se impone debatir en torno a los alcances de
lo nacional y popular y desde una concepción anticapitalista, pensar las
grandes dificultades que conlleva la gestación de opciones paralela a la debilidad
en la creación de alternativas. Es que los cómo atraviesan cantidad de cuestiones
teórico-políticas no saldadas. Y entre ellas, surge la subjetividad social a la que, mínimamente, ya me referí. Mas,
antes de cerrar, quiero aludir a dos categorías que parecen antagónicas y que se
asocian a la generación de alternativas: revolución
y democracia representativa. La última en plena vigencia, la otra, fuera de
cartel cuando no demonizada. Ambas, en buena medida, testimonian el cambio de
los tiempos político-ideológicos que vivimos.
Revolución remite a los procesos que promueven transformaciones de fondo del
orden social establecido. En general y dada la magnitud de lo que se juega, devinieron
grandes enfrentamientos en los que prevaleció la violencia explícita. Mientras
que democracia representativa alude
a una forma de gobierno, de ejercicio del poder, que articula dos conceptos.
Democracia como gobierno del pueblo
(de la mayoría) y representativa que
delega dicho gobierno a la gestión de sus representantes. Empero, esta
definición es tergiversada toda vez que el discurso dominante la trastoca para
adecuarla a sus fines de control político y de formación de subjetividad
social. En cuanto a la revolución, su desnaturalización se vincula a su
demonización a raíz de las graves derrotas populares del siglo XX y de las
distorsiones que convivieron con su puesta en práctica. Obviamente no planteo
revivals fuera de tiempo y de lugar, sencillamente señalo que dicho concepto forma
parte de una larga historia y quienes pretenden borrarla de la memoria y del
léxico debido a su “horrorosa violencia”, son las mismas minorías que siempre la
generaron con su despótica dominación. Hoy es una categoría que, como tantas
otras, requiere un examen crítico con vistas a nuevos procesos emancipatorios.
A propósito, vienen a colación dos ejemplos contrastantes
para ilustrar los cambios simbólicos que portan las palabras. Después del golpe
de la Libertadora en 1955 y en particular en los 70, el término revolución
sobresalía en la lucha política de entonces cuyo trágico final es por demás
conocido. Más tarde, autoderrotada la dictadura genocida en el 83, se instala
la democracia representativa que pasa a ser el símbolo por antonomasia de un
gobierno legítimo. Hoy repensar la revolución para clarificar sus falencias, contradicciones internas y sus
alcances, semeja una herejía. A la vez, objetar la democracia representativa
real por su funcionalidad sistémica y enfocar el irresuelto tema de la
representación, configuran herejías mayores que descalifican todo pensamiento
crítico. Vale entonces el proverbio africano: “Cuando la palabra está enferma, que los oídos estén sanos.”
Lo anterior es un escorzo más que plantea los
cómo en busca de respuestas dentro del horizonte de la emancipación que demanda
el concurso de quienes participan del mismo. Esto nos sitúa ante una tarea de
intercambios en la que los interrogantes deben resultar estímulos para un
proceso de construcción de alternativas que asuma insoslayables principios
éticos, libertad de pensamiento y que sirva para sumar los esfuerzos de las
distintas experiencias colectivas. Con ese fin, cierro este artículo invocando
a las aperturas de pensamiento y a la creatividad de las ideas.-------
Jorge
Luis Cerletti (marzo de 2016)
------------ ºººº
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(1) “Capitalismo, deseo y servidumbre – Marx y Spinoza” de Frédéric
Lordon (Ed.. Tinta Limón).
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