“El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.”. (Carlos Marx, del “Prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política”).
Este célebre pensamiento de Marx dio lugar a visiones deterministas unilaterales que soslayaban la complejidad que conlleva. Es que el concepto de “ser social”, asociado al de “modo de producción”, suele interpretarse como subproducto de lo económico y de allí se desliza hacia un reduccionismo que empobrece la consideración de las diversas instancias de la vida social. Por más que lo económico en el sistema capitalista sea determinante, ello no implica subvaluar la incidencia del cambiante juego entre aquellas instancias. Para atestiguarlo basta con preguntarse por la influencia de las religiones, verbigracia, ¿cómo se configura “el ser social” en los países fundamentalistas islámicos que, sin embargo, desarrollan relaciones económicas capitalistas?
La hegemonía del gran capital que moldea comportamientos masivos genera a su vez conflictos y contradicciones que se expresan en innumerables particularidades. Por caso, el medio en que nacieron líderes históricos ilustra la diferencia socio cultural de origen entre gran parte de los miembros de las vanguardias revolucionarias y las mayorías a las que representan. Lo común en su constitución es que provengan de sectores con mejores condiciones de vida que las mayorías explotadas y cuenten con un acervo cultural del que carecen éstas. Así, el “ser social” de su enclave originario entra en contradicción con la toma de conciencia que nace de la rebeldía frente a las injusticias imperantes, lo cual desdice los reduccionismos “clasistas” y destaca lo ético y las ideas. En tanto que las penurias en la vida de las mayorías las condicionan para desentrañar las raíces de la dominación y la explotación que sufren. Pero ese obstáculo no excluye una dinámica de flujos recíprocos, en especial en los momentos revolucionarios cuando las mayorías irrumpen por la conjunción de crisis agudas y la conducción política de las vanguardias. Proceso conocido como la conciencia de clase que transmiten los partidos revolucionarios a las masas explotadas (pasaje del “en sí al para sí” en la dialéctica de Hegel).
Tal obstáculo es el que se propuso superar el marxismo-leninismo mediante la creación del partido comunista como conciencia lúcida y guía del pueblo. No obstante, la concentración de poder que asumieron las vanguardias con sus correspondientes liderazgos terminaron desvirtuando la socialización del poder y gestaron una problemática que aún dista de ser saldada. Ergo, sin el rol que cumplen los líderes y las vanguardias los cambios revolucionarios por ahora aparecen inviables. Empero, de las entrañas de tal preeminencia brotó la negación de dichos cambios y prosiguió la naturalización de los liderazgos en el imaginario político reinante.
Una superlativa evidencia de semejante paradoja fue la desestructuración del comunismo a finales del siglo XX que selló la supremacía mundial del capitalismo. A su vez, la presente revolución tecnológica con sus innovaciones en múltiples ramas de la producción, las comunicaciones, las finanzas, el transporte, etc., reconfiguraron la vida contemporánea e incentivaron y agigantaron las necesidades sociales que el capital induce y potencia notablemente. Sólo que satisfacerlas o crearlas está en función de las ganancias y de sus expectativas que expanden el consumo sin tasa ni medida. Emerge entonces un mundo pletórico de mercancías como si estuviera al alcance de todos, mas, en verdad, sólo de quienes pueden pagarlas…
Esa obviedad es un aspecto sintomático del orden social en que vivimos. Nos referimos al funcionamiento de la compra y la venta en la que el dinero (en cualquiera de sus formas como medio de pago) es el intermediario en la realización de la mercancía. Y tal “obviedad” es el abc de la sociedad mercantil que no pudo ser superada por “la socialización de los medios de producción” comunista. De suyo que la cuestión es mucho más compleja y trasciende el rol del dinero que en sí no crea valor. Aquí sólo queremos remarcar la internalización, sin distingos socio-políticos, de ese formidable fetiche que el capitalismo potenció y expandió in extremis cual emblema de la sociedad mercantil. Es una mezcla de intermediario y fin en sí mismo de las relaciones humanas existentes. No es casual aquello de “tanto tienes, tanto vales” donde el dinero, máximo símbolo del valor económico, se mimetiza con lo cualitativo del ser humano y funciona como patrón de conductas. Un elocuente testimonio de esto lo refleja el ranking de las mayores fortunas del globo que se expresa en miles de millones de dólares-. (1)
Son varios los factores que explican la gran hegemonía del capitalismo en el mundo y todavía no se ha creado un sistema económico alternativo emanado de una profunda transformación político-social. En ese plano la supervivencia del capitalismo ha mostrado una vitalidad insospechada.
Los grandes desafíos actuales acentúan su complejidad si se trasciende lo económico y se lo entrama con lo político y lo socio-cultural. La democracia representativa esgrimida como panacea contra los despotismos, devino un instrumento político que legitima la supremacía del gran capital (a pesar de controvertidas excepciones). En cuanto a los alcances del concepto de ser social varía como ocurre con el de las clases, categoría tradicional ligada a aquel concepto. Es que la vida cultural contemporánea ha sufrido cambios importantes producto del gran dinamismo del sistema capitalista. El trabajo asalariado no sólo se ha diversificado sensiblemente sino que la tarea de sectores gravitantes de la producción han alcanzado considerables niveles de abstracción a consecuencia de la revolución científico-tecnológica. Pensemos en el fabuloso desarrollo de las ciencias y en particular de la nanotecnología y la microelectrónica que aceleran vertiginosamente sus propias realizaciones y a la vez alimentan industrias claves de punta y ni qué decir de las comunicaciones.
El capitalismo se recrea con fuerza penetrando los distintos rincones del planeta en base a su gran capacidad productiva y su agresividad financiera, pero lo hace a costa de la devastación de la naturaleza y la creciente alienación del ser humano. Es propio del sistema la exacerbación de la competitividad que carcome la solidaridad y tonifica el individualismo. No sólo naturaliza la pobreza y la marginalidad que engendra, sino que las estigmatiza mientras fomenta la indiferencia sobre las injustas privaciones que origina y que castigan a vastos sectores de la población.
Ese cuadro sombrío no agota la cuestión. Es el producto de la irracionalidad de este orden social con su enorme desperdicio de recursos y su insaciable voracidad partera de miserias que contrastan con la riqueza mundial que genera. Así se multiplican las luchas y resistencias que emanan de la elevada conflictividad causada por la dominación y la explotación. Mas el escenario global no es uniforme, presenta múltiples situaciones que demandan determinaciones precisas (no es lo mismo Argentina que Colombia ni Noruega que EE.U. etc.). Luego, surgen agudos interrogantes, tales como ¿qué tipo de organización anticapitalista debiera gestarse y por qué aún no se constituyeron alternativas con extendida incidencia política?
Respecto del primer interrogante, transitamos una etapa de experiencias y ensayos embrionarios en la que emergen aperturas originales con futuro abierto. Proceden de distintos lugares donde, en términos relativos, predomina lo micro. Quizás el zapatismo sea su mayor expresión pero si extendemos la mirada se pueden visualizar numerosos focos encendidos por las resistencias, sean luchas de movimientos sociales, de pueblos originarios, de campesinos, de ciudadanos solidarios, de ecologistas en defensa de la naturaleza y de las condiciones de vida. Asimismo, las luchas de género han fisurado murallas culturales en muchos lugares al modificar hábitos y prejuicios sociales firmemente arraigados. El factor común de estas resistencias es que nacen de abajo y manifiestan otra forma de relacionarse, más horizontal y participativa. Las cuales, tomadas en sentido amplio, preanuncian que algo nuevo está naciendo aunque el futuro resulte impredecible.
El segundo interrogante sigue boyando entre quienes buscamos nuevos caminos en esta época marcada por la implosión del campo comunista, la derrota de los movimientos de liberación nacional y el triunfo del capitalismo, acontecimientos que signan las tres últimas décadas del siglo pasado. El corte profundo que se produjo a nivel existencial, no lo vivencian las nuevas generaciones mientras que quienes participamos en aquéllas luchas políticas exhibimos los variados efectos de semejante quiebre. Testimonio de tal impacto lo expresan las distintas reacciones que van desde la asimilación lisa y llana del orden existente pasando por diferentes formas de adecuación al mismo hasta mantener el rechazo y la oposición al capitalismo. A esto nos queremos referir ahora poniendo el acento en lo cultural-político de la etapa actual.
II.- Mutantes actuales de la existencia y la conciencia política.
En los 60/70 actuábamos convencidos de la proximidad triunfante del socialismo con inclusión de las características nacionales en que se inscribía. Hoy, en nombre del “realismo” político, se descalifica cualquier apertura que rescate lo trascendente de ese legado tildándolo de utopía inalcanzable. Es un modo de obturar toda perspectiva política que analice y evalúe las causas que originaron el derrumbe del proceso vivido para impulsar la creación de nuevas alternativas emancipatorias.
La cultura hegemónica eterniza el orden existente y produce un escenario mediático de sobre información anestesiante que capitaliza los notables logros de la revolución tecnológica. Se invisibilizan los intereses del capital que la financia y manipula según sus conveniencias mientras encubre su motor y finalidad, la ganancia a cualquier precio. A la par, se exacerba el individualismo moldeando una sociedad de sujetos “éxito-dependientes”. Y esa carrera tras el “éxito” no tiene fin, constituye un fin en sí mismo. Claro que esto es consecuencia de la dominación del gran capital cuya influencia penetra en todo el mundo e instala su ideología como patrón general.
Dentro de ese marco, se da un fenómeno cultural que remite a importantes segmentos medios de la juventud y a la población en general: el deslumbramiento que provoca la explosión comunicacional, un buen ejemplo de contradicciones. A nivel de sus virtudes, la velocidad de las comunicaciones, producto de la enorme potencialidad de la electrónica y la nanotecnología, generó posibilidades fantásticas a la humanidad. No sólo por las innumerables aplicaciones de todo orden en plena expansión sino, en particular, por posibilitar el acceso al instante a todo lugar del globo en interacción e interlocución con cualquiera. En suma, “aldea” planetaria al alcance digital…
Mas, a sus virtudes se acoplan abundantes muestras nocivas. Anotemos algunas. La operatoria financiera al segundo que multiplica la especulación con sus paraísos fiscales y la movilidad y dominación del capital. El fabuloso espionaje que realiza EEUU, la mayor potencia y polo de la revolución electrónica, al intervenir las comunicaciones mundiales a través de la NSA (su Agencia de Seguridad Nacional). Esto ilustra el poder alcanzado por el complejo político-militar yanqui y su industria bélica estrechamente ligado a las grandes corporaciones, principales receptoras y beneficiarias de la carrera tecnológica. Y en lo civil, vale tomar nota de la identidad del número uno de los multimillonarios del mundo, Bill Gates que es el creador de Microsoft. Porque una grave y preocupante derivación del impacto tecnológico comunicacional resulta la modelación de la subjetividad de la creciente masa de usuarios electrónico-dependientes. La alienación alcanza picos que superan la tóxica adicción que produce la televisión a la cual se suma. La súper comunicación-incomunicante es tan perjudicial que las relaciones humanas tienden a transformarse en una suerte de cosificación del instrumento y la vida misma en creciente dependencia de éste.
Convengamos que lo cultural-político es un terreno de lucha permanente que varía según las situaciones que se presentan. En ellas surgen apartamientos de las modalidades imperantes con manifestaciones de lo nuevo que pugna por crecer. Y quienes lo propiciamos debemos afrontar la potencialidad del capitalismo que modificó la perspectiva histórica que se perfilaba en el siglo XX.
III.- Metamorfosis en tránsito.
Existe una trilogía que el capitalismo pudo hegemonizar desde dos décadas y media a esta parte: la política, la gestión y lo ideológico cultural. La hegemonía mundial se sustenta en los sectores de punta, o sea, en el gran capital cuya mayor expresión la conforman las gigantescas Corporaciones. Es que la trilogía señalada se liga a lo económico que es el determinante sistémico en primer instancia. Tal singularidad que caracteriza al capitalismo históricamente, se ha consolidado en el actual período llamado de la globalización. La enorme concentración económica que es patrimonio de las Corporaciones gigantes no excluye a las estatales y quizás su mayor exponente sean las que controla el Partido Comunista Chino (!!). Se trata de un campo pletórico de conflictos y luchas de gran dinamismo donde prevalece la acumulación de riqueza y de poder. No obstante, hoy aparecen variantes que presentan algunas características contradictorias que no encajan con el perfil apuntado.
En el ámbito internacional, los Estados rectores responden a los intereses de las grandes Corporaciones más allá de sus diferencias y disputas hegemónicas. En general, las luchas sectoriales internas que expresan los partidos semejan el torbellino de un embudo cuyas contradicciones y matices convergen, abierta o solapadamente, hacia los intereses corporativos que representan. Las aparentes grandes diferencias partidarias se transforman en variaciones que muestran su subordinación a los centros de poder económico. Lo cual delinea una tendencia que cristaliza en la mayor parte del mundo y en particular, en los países capitalistas periféricos. Digamos que en semejante escenario se funde la política con la gestión “colonizada” toda vez que los gobiernos se constituyen, abierta o solapadamente, en operadores del capital concentrado.
Ahora bien, la relación Estados-Gobiernos es un punto clave de las variantes que mencionamos más arriba. Y en esa relación juega la cuestión nacional. Una cosa son los países capitalistas hegemónicos y aquéllos que se subordinan a éstos y a los organismos internacionales. Y otra, cuando alcanzan relieve las contradicciones nacionales y hallan encarnación política. Obviamente, existen diferencias y gradaciones en esos casos. En Sudamérica y en nuestro país en particular, surgieron varios gobiernos cuyas políticas no expresan al poder económico concentrado generando la oposición de éste y tensiones de distinto rango. Esta imprevista aparición que se dio en el curso de los últimos quince años dio lugar a diversas expectativas populares. Pero aquí juegan con fuerza las relaciones capitalistas que acotan sensiblemente su accionar. Surge entonces una disyuntiva, al menos con vistas al futuro: ¿se asume o se rechaza la vía capitalista como proyecto de construcción política? Demás está decir que en cada una de esas opciones se dan distintas variantes.
Oponerse al capitalismo en las circunstancias actuales es tildado de utopía cuando no de ejercicio de ciencia ficción, tan grande es su influencia y penetración en nuestras vidas como su poder globalizado. Luego, ¿en nombre de qué nos oponemos? Pregunta que resume otro serio obstáculo y es un acicate a la imaginación. Y si bien para oponerse sobran los argumentos y razones de peso que lo cuestionan, en contraste, aún son débiles y limitadas las alternativas que emergen de las experiencias localizadas que lo rechazan aunque varias de las mismas tuvieron amplias resonancias.
En ese marco, ahora vamos a centrarnos en un término clave que hemos asumido y que resulta tan convocante como ambiguo: emancipación(2) Porque “liberarse de cualquier subordinación” respecto del capitalismo es una postura política clara como nebuloso resulta el lugar y el proyecto desde donde se lo recusa.
En cierto sentido, emancipación resulta un significante vacío ya sea por la generalidad a que alude o por las carencias actuales de los proyectos que lo asumen. Y aún no hemos salido del vaciamiento de su significado producto del desmadre de las experiencias del socialismo y el comunismo que generaron las principales luchas revolucionarias en el mundo. Éstas influyeron en la gran mayoría de los movimientos de liberación nacional del “tercer mundo” que incorporaron buena parte de su contenido. Ahora enumeremos algunos postulados fundamentales que no se cumplieron o que no alcanzaron siquiera principio de realización.
** El desarrollo de las fuerzas productivas conduciría inexorablemente al comunismo.
** La clase obrera hegemonizaría el nuevo orden social en tránsito a la desaparición de las clases.
** Los medios de producción expropiados a la burguesía terminaría con la propiedad privada y la explotación del trabajo. Asimismo, la planificación socialista superaría a la anarquía del mercado por su eficiencia y racionalidad.
** La dictadura del proletariado conducido por su partido sería un gran salto adelante hacia la libertad total de la sociedad.
** Después de la primer etapa de la dictadura del proletariado se llegaría a la extinción del Estado. En cuanto a la distribución económica se pasaría de cada cual según su trabajo a cada cual de acuerdo a sus necesidades.
** El internacionalismo proletario contribuiría a la extensión de la revolución mundial y resultaría garantía de igualdad entre las naciones liberadas.
** Los medios de producción expropiados a la burguesía terminaría con la propiedad privada y la explotación del trabajo. Asimismo, la planificación socialista superaría a la anarquía del mercado por su eficiencia y racionalidad.
** La dictadura del proletariado conducido por su partido sería un gran salto adelante hacia la libertad total de la sociedad.
** Después de la primer etapa de la dictadura del proletariado se llegaría a la extinción del Estado. En cuanto a la distribución económica se pasaría de cada cual según su trabajo a cada cual de acuerdo a sus necesidades.
** El internacionalismo proletario contribuiría a la extensión de la revolución mundial y resultaría garantía de igualdad entre las naciones liberadas.
Haciendo abstracción de las diversas interpretaciones y diagnósticos emergentes de tal situación, enfoquemos algunos aspectos de la metamorfosis crítica abierta a que dio lugar y que está en vías de desarrollo.
Cuestionamiento al determinismo tanto en lo económico como en la política por más que exista una legalidad sistémica. La pérdida de peso de la clase obrera industrial en función del desarrollo tecnológico que origina sus cambios internos. Por otro lado, crecimiento de la fragmentación de la sociedad en su constitución clasista y sectorial. Se desarrollan así distintas luchas territoriales con actores que fueron ganando visibilidad y gravitación. Desde comunidades originarias y movimientos sociales hasta las reivindicaciones de género donde las mujeres no sólo avanzan en sus logros sino que fueron ganando espacio político. Luego, en vez de un imaginario con un protagonismo excluyente y ya poco real (proletariado clásico), se va forjando un entretejido diverso que se refleja con bastante claridad en las luchas por la preservación de la naturaleza y el medio ambiente que hoy ocupan un importante lugar prácticamente omitido en el pasado. Son parte de múltiples puntos que proliferan dentro del marco de la hegemonía capitalista que no da ni tiene descanso en su rol de gran dominador del escenario mundial. Ese aparecer, eclipsarse y reaparecer de incontables células con una genética diferenciada del orden imperante, son una promesa de cambios profundos que van tomando cuerpo a partir de lo micro de la vida social. Si a eso se suman las disputas por el cíber espacio que, no obstante su manipulación al servicio del gran capital, no deja de ser un instrumento y como tal, susceptible de usos antagónicos como lo demostraron, por ejemplo, Wikileaks y Snowden.
Semejante “cóctel” del cual sólo mencionamos algunos de sus “ingredientes”, es una convocatoria a la creatividad para que de esta metamorfosis en tránsito surjan nuevas vías hacia la emancipación. El futuro está tan abierto como la necesidad de construir desde el presente alternativas a este irracional e injusto orden social.---
Jorge Luis Cerletti Febrero de 2015
Referencias:
(1) “Los 300 millones más ricos del mundo se hicieron más ricos en 2013” “Suman US$ 3,7 billones” (…)... “algo así como un cuarto de la economía de Estados Unidos.”
Encabeza la lista Bill Gates con US$ 78.500 millones, le sigue Carlos Slim con US$ 73.800 millones, etc. etc. (a enero de 2014).
(2) Emancipar: “Liberarse de cualquier clase de subordinación o dependencia” (Diccionario de la Real Academia).
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