miércoles, 4 de febrero de 2015

DOS VERSIONES DE BARRO, Por Claudio Javier Castelli

Fue la película“Sur”, de Pino Solanas, a finales de la década del "80", que potenció, en su fama, a Roberto Goyeneche, entre la juventud de la democracia.

Pero, antes, en 1986, en el filme: “El exilio de Gardel”, aparece su voz, con el bandoneón, de Astor Piazzolla, cantando el tango canción “Solo” del mismo Solanas, y del mismo Piazzolla. Solanas, era el director también de la película.

Esa película, esos tangos, nos devolvían un peronismo con ecos de viejas filmografías de Solanas, señeras en las bataholas de los "60 y 70", como “La hora de los Hornos”, “Los Hijos de Fierro”.

Muchos salimos del cine cantando la marcha peronista, por un cataclismo que nos había provocado la película en pleno gobierno radical, con la Juventud de la Coordinadora hastiándonos de una sensibilidad, que no compartíamos.

Hay una escena, en la película “Sur”, donde, Goyeneche, después de ser despedido por la hija –en la actuación- Susú Pecoraro, vuelve a golpearle la puerta, para pedirle plata prestada. Era un acto de humildad y humillación, que la soberbia de la Coordinadora no tenían.

Recuerdos cómo el “Polaco”, se hizo carne en nuestra vida.

Después de su muerte, en 1995, se editó un compact de "Melopea", que se llamaba: "Historia de Oro", una recopilación de diversas intervenciones de Goyeneche, con el bandoneonista Néstor Marconi, algunas, y otras, con el guitarrista Juanjo Domínguez, varias tomadas del programa de televisión, del cómico, Jorge Porcel en los ochenta.

Ahí figuraba una versión del tango “De barro”, cuya letra es de Homero Manzi, y la música de Sebastián Piana. El “Polaco”, en su inolvidable: “Arranca Juanjo”, que da inicios a la versión con Juanjo Domínguez parece invitarnos a una celebración íntima y carnal.

Aquí, una voz quebrantada como pidiendo perdón:

“Y hoy que no vale mi vida
ni este pucho de cigarro
recién se que son de barro
el desprecio y el rencor”

Era jóven, como dice Borges, en un poema de un niño: creía que era inmortal. No podíamos presentir entonces la totalidad del sentido de lo que estaba cantando, pero mucho presagiábamos.

Acaso,  cuando pasan los años se descubre esa tremenda finitud. Y, en plena madurez, esa conciencia: de estar sobrando.

Entonces, el desprecio y el rencor son de barro, que es lo mismo que decir: tienen "pies de barro", se desmoronan fácilmente, se desintegran al soplo de un vientito.

No tienen la firmeza incontrastable de los rencores juveniles.

“Vuelven tus ojos lejanos
Con el llanto de aquel día”


Todos hemos tenido la primera vida de San Agustín, y en la segunda, retazos de la segunda vida de San Agustín.

Como si quisiéramos enderezar algo intrínsecamente descarriado.

¿Por qué con el tiempo los ojos son palabras, decenas de frases repetidas, de incienso?

“Pensar que puse en tus manos
una culpa que era mía”

¿Por qué de todas las veces que hicimos eso, no recordamos ninguna en especial, pero  tenemos una culpa de que fue así siempre?

“Pensar que no te llamé
y me alegré,
cuando tu estabas penando.

Pensar que no te seguí
y me reí,
cuando te fuiste llorando”


La venganza es tema permanente del cine hollywoodense, siempre necesita un muerto, aunque sea una historia de amor mas o menos vulgar o delicada.

Son muy pocos los que matan una vez. Pero, son muchos los que se contentan, con la desventura de la ex novia.

Después, es todo de barro, los besos, la ternura, el rencor y el desprecio.

La otra versión, la primera, del 17 de mayo de 1967, con Baffa-Berlingieri y su Orquesta Típica, tiene una cadencia, una pausa, una plenitud sofisticada de la voz del “Polaco”, cercana a cuando cantaba en la Orquesta de Aníbal Troilo. Algunos dicen que en esta última orquesta fue la última vez que cantó como cantor, no en el decir fraseante  y aguardentoso posterior.

Con Baffa-Berlingieri, hay otro registro, natural y en el apogeo.

“Y al encontrarte perdida
entre cigarro y cigarro
sé que todo fue de barro,
de barro mi vida,
de barro mi amor”

Los amores perdidos siempre parecen de barro, y la madre de nuestros hijos, compañera de tantos años, ¿por qué también?, a pesar de su firmeza, parece "recién nacida", eterna y quebradiza como un susurro de madrugada.




Es Pierre Bourdieu, que, en un reportaje, dijo: "a medida que pasan los años me siento más proclive al crimen”. Crimen perdiéndose en la maraña de acontecimientos de la madurez de la vida, como dar y pedir amor.

“Estoy mirando mi vida
en el cristal de un charquito
y pasan mientras medito
las horas perdidas,
los sueños marchitos”

Algunas obsesiones: escuchar a Roberto Goyeneche, tomar vino tinto, y desaparecer palabras, a la alquimia innecesaria de ninguna parte.

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