a) Reflexiones sobre el peronismo
Antes de entrar en la coyuntura vamos a hacer algunas reflexiones sobre el peronismo que, por supuesto, no serán las últimas y avanzan sobre nuestro gran enigma como es el movimiento peronista. Desde su origen, el peronismo está en discusión y ha sobrevivido a las batallas que ha emprendido contra el adversario histórico externo (el liberalismo y luego el neoliberalismo) que ha querido eliminarlo, disolverlo, cooptarlo. También ha sobrevivido a sus luchas intestinas que surgieron de su heterogeneidad social, cultural e inclusive ideológica. Estas luchas, en algunos momentos han sido de alta tensión y en otros de divergencias parroquiales que se suceden en los territorios. Dentro de los interrogantes que rodean su existencia está que la tan deseada vuelta de su creador se dio en la etapa final de su vida; y en ese momento quedaban más expuestas sus fracciones y divisiones internas además de una ofensiva externa regional y nacional destinada a concluir la experiencia de liberación nacional. Perón, condicionado por las circunstancias, había violentado un principio de oro de la guerra según la recomendación de Von Clausewitz: el comandante estratégico bajó al terreno del campo táctico. Perón había abandonado su centralidad y su distanciamiento madrileño para mezclarse en las contradicciones internas de la lucha facciosa. El agrietamiento del peronismo abarcaba desde el interior de la clase trabajadora organizada, el sector político, la juventud, y convertía a la disputa en una lucha generalizada por el poder interno para avanzar sobre el externo.
La fuerza global de una mayoría popular que demandó durante 18 años su retorno, fue el motivo de mayor energía para una vuelta que implicaba, qué duda cabe, también morir. Y si Perón moría se abría el gran interrogante sobre el día después. Para la Tendencia Revolucionaria y los Montoneros, Perón estaba asediado por la derecha y al final terminó capitulando ante ella al dar por finalizado a los 49 días el gobierno de Cámpora. Para la “derecha peronista”, en cambio, el combate contra la “izquierda” era la manera de salvar la tercera posición, su equidistancia frente a los polos de la bipolaridad internacional le daba una legitimidad de origen. “Ni yanquis ni marxistas” fue una consigna que enunciaba el fiel de la balanza, pero quién la emitía no revestía de neutralidad. Era el activismo de una “derecha” con las banderas del justicialismo. Los peronismos de entonces cubrían sus interpelaciones no solo con la violencia simbólica, sino también con la acción armada.
Después del fallecimiento del Gral Perón, se disolvió toda esperanza de superar la lucha interna y el país entró en un embudo que desembocaría en la tragedia conocida. El plan de asalto al poder y el programa de aniquilamiento, urdido por los enemigos civiles y militares del peronismo; más la omisión y complicidad de muchos dirigentes del movimiento jugaron para terminar con el adversario interno. La peor dictadura fue antecedida por la guerra intestina y la crisis de gobernabilidad. El archipiélago peronista se mantuvo aglutinado alrededor del liderazgo totalizador y unificador de Perón, y luego con su acefalía, se generaba una nueva ilusión del enemigo: la obra se moriría junto con su creador. Sin el conductor, el peronismo realizó su diversidad, sus lecturas, interpretaciones y prácticas. La dictadura favoreció la unificación de la oposición (la derrota malvinera aceleró su decadencia), y el final de los ´70. Nuevamente los pedazos del peronismo se acercaron; pero no alcanzó para las elecciones del ´83 porque la opinión pública lo percibía todavía muy atado a la violencia. El voto por Alfonsín confirmó esa negatividad hacia el peronismo, pero también hacia una etapa.
Sin embargo, la propensión hacia el poder se recuperó a medida que los gobiernos no peronistas no lograban resolver las demandas de la sociedad, y también fracasaba el intento de disolverlo en una síntesis superadora. Se extendió por la población una afirmación: “es el único que puede gobernar”. Pero, a medida que pasaba el tiempo la búsqueda del poder se hizo más coyuntural, menos estructural, y más destinada a ocupar burocráticamente el poder que usarlo para completar la transformación iniciada en el ´45. Pero esto no por culpa del peronismo sino por la formalización mundial de la democracia liberal que iba ensanchando la brecha entre el representante y el representado. Hoy, estamos atravesando otra etapa que indica el incumplimiento de la promesa democrática liberal. La brecha se agranda.
El panorama del Partido Justicialista refrenda la fragmentación. Hoy, hay tantos PJ como distritos electorales conducidos por dirigentes locales, y es débil para configurar la unidad de las partes. En realidad el Justicialismo como organización política juega con alguna de las fracciones, y no tiene fortaleza suficiente para ser prenda de unidad.
Los peronismos lograron sobrevivir, pero ya no volvería al nivel de unificación que tuvieron con la dirección de Perón, tampoco volverían a la confrontación violenta. Las partes comparten propósitos y valores: soberanía, justicia social, nacionalismo económico siguen siendo puntos de coincidencia, pero la desconfianza surge para definir quien mejor los defiende. Hay visiones críticas latentes en los consensos del peronismo k que rozan el antisistema; por el contrario hay posiciones pro-sistema y aceptación de la democracia liberal en el peronismo no k. Parecería que el kichnerismo se posiciona a partir de las luchas resistenciales del peronismo y del peronismo de la seguridad social. En cambio, el otro peronismo se posiciona en la confianza en el régimen democrático, y en un reformismo no confrontativo.
Para estos la Comunidad Organizada sigue siendo una obra referencial , una guía conceptual. En cambio, para el kichnerismo es una obra invisible. Mientras unos se apoyan en J.W. Cooke, Hernández Arregui, Jauretche, Cámpora y otros, los de enfrente apuntan al último Perón no comprometido con la violencia revolucionaria, ni con el establishment. Un Perón que, después de su desaparición física, sigue eligiendo el tiempo y no la sangre. Una pregunta clave sería para el peronismo hoy; que es el tiempo y que es la sangre.
La expansión del capitalismo no ha resuelto la cuestión de la desigualdad que pesa fuertemente en la marginalidad social y cultural que sufre parte de la humanidad. El proceso de concentración y centralización del capital lleva a que una pequeña porción de la población posea un excesivo y obsceno beneficio, fruto del trabajo de la mayoría de la humanidad. La sensibilidad social del Papa Francisco y su indignación frente a la realidad socioeconómica queda asociada a su militancia peronista, e intenta unir las fracciones para enfrentar al oficialismo.
Para el conjunto del peronismo hay muchas preguntas importantes y pendientes para enfrentar los desafíos del siglo XXI : ¿Qué hacer frente a la consolidación del capitalismo ?. ¿Cómo reconfigurar alianzas a partir de la nueva bipolaridad ?. ¿Qué hacer frente a los procesos tecnológicos que encabezan el cambio incesante ?. ¿ Cuál es la posición adecuada frente a la crisis del empleo y la modificación de la relación del sujeto con el trabajo?.¿Cómo asegurar un gobierno nacional y popular sustentable?. ¿Qué hacer frente a los cambios culturales y las reinvindicaciones sectoriales ?
De todas maneras hay una inercia política que impulsa a la política a la conquista del poder. Pero la experiencia demuestra que la ocupación de la autoridad del Estado durante un tiempo, es importante, pero no suficiente. Esto es más claro si consideramos que se ejerce la gobernabilidad dentro de las reglas de juego del sistema político que es intrínsecamente contrario a la participación y movilización popular. Para ello sería necesario la institucionalización del cambio por fuera de la ocupación del Estado.
b) La coyuntura
Hoy, el principal problema del peronismo es que no tiene una conducción única, lo que impide la recreación movimientista en un solo comando, con una unidad de concepción y acción, frente a un mundo y una sociedad nacional que tiene sus demandas. Y cabe la pregunta para debatir y encontrar una respuesta, si el esquema político clásico del peronismo hoy es el adecuado. Los cambios en el poder mundial, las contradicciones existentes dentro del bloque hegemónico y sus efectos en la región, y el repliegue del progresismo en América Latina y el Caribe, condicionan necesariamente una revisión estratégica y táctica en las alianzas internacionales. De diciembre del 2015 cuando CFK dejaba el gobierno a la fecha el mundo y la región han cambiado significativamente.
En estas últimas semanas se registraron movimientos unitarios en el panperonismo que suponen aproximaciones y reconfiguraciones. Es indudable que hay una fracción – la más numerosa electoralmente hablando– que se fortalece con la movilización de superestructuras hacia el espacio que lidera CFK. Con el encabezamiento de la ex Pta., el polo se asienta sobre la hipótesis de victoria y rehabilitación de la etapa k. Por el momento, su capacidad de consenso abarca a un tercio de la ciudadanía, aspirando a que en el ballotage CFK logre disolver el techo que la limita en su proyección. La gran mayoría del denominado progresismo que proviene de la tradición de izquierda y no peronista, está comprometido en continuar en sociedad con el kirchnerismo. No obstante, este sector no constituye un aporte numérico decisivo a la hora de contar votos.
El peronismo k , como fuerza política, presenta particularidades; una de ellas es que su fortaleza y proyección electoral se concentra en la figura de CFK . También registra un techo debido al voto negativo que acumula y esto la debilita en un ballotage. Si bien el peronismo nunca se kirchnerizó en su totalidad; si se disciplinó en los territorios y en el Congreso bajo la centralidad de Néstor y Cristina. Pero la capacidad de crecimiento de la ex Pta supera los límites de afiliación al kichnerismo y se convierte en una competidora temible.
Ricardo Rouvier |
La primera incógnita frente al 2019 es si CFK será la candidata y; en segundo lugar si el Gobierno seguirá perdiendo consensos como hasta ahora. De ser así, las posibilidades electorales del kirchnerismo crecen hasta convertir en arriesgada la estrategia oficial de polarización. Claro; que en estas consideraciones estamos dejando de lado el capítulo judicial que puede generar sorpresas que afecten el escenario electoral.
La potencia electoral de Cristina se impone a las simpatías o no que tienen los legisladores, intendentes y gobernadores por ella; pero que siguen con mucha atención lo que las encuestas vienen anunciando. Pero hay otro peronismo alternativo que rechazan al kirchnerismo por su “desvío” ideológico o por su estilo de conducción del Estado o del peronismo y que están dispuestos a construir opción a CFK y al Gobierno. Este distanciamiento que tienen estos dirigentes respecto del progresismo, y sobre todo sobre la izquierda, los ubica en una posición más conservadora que cuenta con una base territorial importante, articulaciones políticas, sociales y culturales que les ha permitido a varios de ellos mantener una continuidad en el poder de sus provincias.
Este peronismo también formó y forma parte de la historia del justicialismo y participa de su epopeya y su nostalgia. Enfrente se ubica ese peronismo que; igual como hizo el mismo Perón en gran parte de su vida, elude toda referencia a las ideologías y potencia la totalidad de una Nación fijando el motor de la historia, no en la lucha de clases sino en la lucha por el desarrollo y por la democracia con el formato liberal conocido.
No es una fuerza política antisistema, sino que procura el desarrollo de las fuerzas productivas (capitalismo) sobre las bases de la lucha contra la desigualdad y ponderando la producción nacional. Si se analiza con atención las declaraciones del candidato a Presidente Daniel Scioli en el 2015, se advertirá que enfatiza esta propensión a motorizar el régimen económico que es hegemónico en el mundo. Por supuesto que aplicando regulaciones propias de un país emergente y exhibiendo un nacionalismo económico, que adopta más la forma de desarrollismo que de intervención estatal de la economía.
Desde esta óptica la fuerza política liderada por Massa y otros dirigentes apelan a mantener una economía de mercado con alguna presencia del Estado y, sobre todo, con la definición armónica del Capital, el Estado y el Trabajo.
Para todo el peronismo es importante tomar conciencia del estado de situación de dependencia financiera, tecnológica y productiva de nuestro país. Y que es muy difícil darle sustentabilidad en el tiempo a un modelo populista de salario real alto, con la reforma de la matriz productiva actual, y apoyado solamente en el mercado interno. Cerrar la economía sería un error, y abrirla completamente una ingenuidad ante la nueva bipolaridad mundial atenta al interés sobre nuestras materias primas. La “salida” china está lejos del internacionalismo proletario.
Las dificultades que presenta el peronismo alternativo tiene también sus limitaciones: una, la ausencia de un fuerte liderazgo, una capacidad electoral acotada, y una polarización que hoy ya alcanza a más del 60%; que le quita oxígeno. Una proporción numerosa del electorado se encuentra más animada por votar negativamente. No a Macri; o no a CFK.
La referencia posible sobre un “peronismo del centro” no tiene clivaje en la sociedad y eso habla más de los polos que de sí mismo. O sea, el peronismo alternativo busca un espacio más grande que el que tiene.
Hay movimientos unitarios, pero seguimos incrédulos en una unidad al 100%. Por supuesto que si alguna fracción peronista ganara el año próximo el movimiento centrípeto acercará a muchos que limarán sus diferencias. Es una gimnasia para la cual el peronismo está entrenado.
Las encuestas muestran que la tercera fuerza alcanza, por ahora, a la mitad de lo que tiene Unidad Ciudadana o Cambiemos, o sea que la tercera fuerza no llega al tercio. Pero hay que considerar que ese peronismo alternativo aunque no logre encaramarse en los primeros lugares, su caudal puede ser decisivo a la hora de un eventual ballotage. Pero, esos votos, muchos de ellos peronistas, no tienen dueño.
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