Algunos conceptos básicos y cambios en la situación política
actual, Por Jorge Luis Cerletti, para Vagos Peronistas.
Jorge Luis Cerletti |
Frente al universo de explotación y dominación
que caracteriza al orden capitalista, las resistencias populares proliferan en
el planeta y dibujan un múltiple y variado mapa de luchas y conflictos. A
consecuencia de ello y sin perjuicio de la irresuelta crisis que afecta al
campo de la emancipación, bullen nuevas ideas aunque todavía no se plasman en
alternativas al orden imperante. Y un núcleo importante de esas ideas enfocan
la cuestión del poder, la representación y los alcances de la “democracia”.
Esa trilogía condensa interrogantes y genera
debates en tanto que el Estado aparece como un referente insoslayable en la
esfera política. Y esto obedece a dos
razones fundamentales: una, que constituye el macro organizador por excelencia
de la vida en sociedad; la otra, oculta, es que esa función que cumple
enmascara su matriz histórica como dispositivo para la dominación. Lo cual
constituye una paradoja con miras a
la emancipación: sin Estado no es posible la convivencia social, pero a la vez, el mismo
resulta un recurrente garante de la dominación.
Digamos que esa paradoja que involucra al
Estado se mantiene hasta el presente a pesar de las grandes gestas libertarias
de la historia.
El ámbito en el que se desarrolla la política
exhibe tres espacios interrelacionados. El referido a la esfera mundial, el
relativo al campo regional y el singular de cada país. Los mismos están
enhebrados por dos características afines.
Primera: el capitalismo es por ahora el único orden social que impera en el
planeta. Segunda: las diversas
sociedades conviven bajo la omnipresente figura del Estado. Ambas características conforman el marco
general en el que se dan las particularidades nacionales.
Dentro de ese marco las grandes
corporaciones capitalistas, lideres contemporáneas de la
explotación-dominación, gravitan real y decisivamente en la mayoría de las
naciones. Mas, no pueden prescindir del Estado ni cuando escapa
transitoriamente a su control por obra de sectores que resisten a su hegemonía.
En esa situación buscan socavarlos, cooptar sus capas dirigentes o si esto
falla, propiciar la intervención militar (forma imperialista de “asalto al
poder”), como en Irak, Libia y Siria, las guerras localizadas más recientes. En
tales casos la destrucción que conllevan exige un proceso de rehabilitación del
Estado pero adecuado a las imposiciones de los invasores. Éstos, a la vez, se
sirven de esas guerras para impulsar y realizar su industria bélica.
La sustitución del Estado por la
administración de las Corporaciones sería superflua por la imbricación del poder económico y el político (verbigracia
gerentes y financistas a funcionarios y viceversa). Es más, resultaría contraproducente
por sus efectos sobre la legitimación de la democracia representativa, hoy su
mejor cobertura política. Es que el Estado aparece
como la mayor construcción institucional cuyos fundamentos remiten a todo el
“pueblo” exhibido como su creador y beneficiario. Pero su realidad histórica, al
margen de circunstanciales excepciones, lo muestra como la máxima institución pública
al servicio de los sectores hegemónicos. Éstos, en lo esencial, lo fueron
modelando según sus intereses en consonancia con el orden social que
usufructúan.
Lo descripto se refleja en la realidad
cotidiana y se reproduce por acción y/o consentimiento de la mayoría de la
sociedad condicionada por la legalidad sistémica. Y ese consentimiento expresa
los patrones culturales que predican y promueven los grupos de poder dominantes.
Semejante normatividad internalizada en la conducta de las personas engendra lo
que se puede designar como “sujetos-sujetados”, o sea, integrados al sistema.
Los comportamientos son tanto o más paradigmáticos cuanto más estable es la
hegemonía que garantiza la dominación y engendra la subjetividad social que
induce. Sin embargo, no puede eliminar las contradicciones y los conflictos
sociales que provoca aunque los controle. En ciertos momentos afloran
resistencias y luchas populares que tensan al sistema y posibilitan la
emergencia de gobiernos afines. Otro es el caso de las excepciones, o sea, de los sujetos que se oponen al orden existente
y asumen roles disruptivos. Convengamos que éste es un esquema facilitador ya
que la complejidad de la vida en sociedad alberga innúmera diversidad de
situaciones. Empero, dentro de las variadas formas de dominación resulta clave
destacar la importancia de las excepciones.
Sujetos -
Sobre lo nuevo y lo viejo.
Considerando tales excepciones y según se
infiere de lo anterior, llamamos sujetos
políticos emancipatorios a quienes se oponen a la lógica sistémica y se
corren de los lugares instituidos para promover la transformación del orden
social opresor. Cuanto más convocante es el movimiento más perturba al orden vigente
mientras que lo que nace debe ponerse a prueba mediante la resolución de
situaciones concretas. Éstas conforman el escenario de las luchas y
resistencias cuya orientación deviene de la concepción política de los
protagonistas. O sea, la potencialidad disruptiva, cualidad sustancial de los sujetos emancipatorios,
implica el enlace de ideas creativas y transgresoras con los hechos que generan
(la praxis). Asimismo, dentro de la dinámica de la lucha política surgen
interpretaciones diferentes estimuladas por la complejidad de las situaciones.
Y ésta es otra prueba para las políticas que intentan abrir rumbos hacia la
emancipación pues también deben resolver las contradicciones internas ya que
inciden en la fortaleza y en la potencia de lo que emerge. Obviamente, superar
al sistema capitalista implica un desafío mayúsculo con un largo camino a
recorrer que no ofrece garantías.
Semejante
trayecto, en lo inmediato-mediato, contrasta con la debilidad que muestran las
nuevas corrientes frente a la hegemonía del capitalismo y la omnipresencia del
Estado. Esto refleja las grandes deudas
teóricas y los déficits de las políticas existentes. Ante las mismas, aparece
la necesidad de gestar una nueva cultura
política realmente participativa, donde el poder circule para que no se
reproduzca la dominación que habita en las entrañas de las vanguardias
tradicionales. Lo cual plantea el irresuelto problema de la organización.
En general, se
separa tajantemente lo nuevo de lo viejo. Por cierto que la crítica a lo dado
porta una irrefutable verdad que enjuicia la reproducción del orden existente.
No obstante, lo nuevo brota en el suelo de lo viejo y eso supone que reciben nutrientes
comunes (valga la metáfora). O sea, en el seno de la sociedad y al calor de los
conflictos, emergen experiencias y pensamientos nuevos que se mezclan con
hábitos e ideas incorporadas aún en los propios impugnadores. Luego, debemos
desembarazarnos de semejante herencia existencial y cultural. Ese lastre es
tanto mayor cuanto más fuerte es la hegemonía que ejercen los sectores de poder
y más débil la oposición a los mismos. Lo cual se pone en evidencia, con mayor
fuerza, después de grandes derrotas que engendran períodos signados por el
desconcierto y la incertidumbre.
Pensamos que
cuestionamientos profundos contra el status quo, en esta etapa, provienen
principalmente de lo micro. Y ya existen diversas experiencias que lo testimonian
por más que su incidencia y niveles de generalización resulten limitados. La
siembra de lo nuevo es una tarea permanente sin fórmulas preestablecidas
mientras que sus tiempos de maduración se vinculan a la creación de
alternativas reales.
Cambios en la
situación política actual.
Ahora va un mínimo
esbozo para ubicar la problemática actual.
En EE.UU., accede
a la presidencia Donald Trump con un discurso nacionalista y xenófobo que ya
empieza a implementar. En Inglaterra, gana el Brexit y,
paralelamente, en Europa se fortalece el nacionalismo de derecha que
compromete a la Unión
Europea. No obstante, no creo que haya un cambio
significativo sobre el poder mundial que ejercen las grandes corporaciones. Sí
es esperable un reacomodamiento de su gravitación con relación a establishment
gubernamentales que pretenden mayor peso en las decisiones en algunos de los
países centrales. En esto juega la disputa en torno a sus mercados nacionales
todavía afectados por la gran crisis de 2008. Esto, en política, se traduce en
el resurgimiento del discurso nacionalista de derecha que a su vez combate a la
inmigración alimentada por las guerras genocidas que ellos mismos crean. También
testimonia las dificultades que plantea el desarrollo tecnológico y la
concentración del capital que tienden a ser expulsoras de mano de obra
asalariada. Lo cual, junto a los países periféricos y la trágicas migraciones
humanas son el “pato de la boda”.
En Oriente medio, la guerra en Siria afecta a
toda el área y es pasto de las disputas entre las potencias. En Sudamérica, se
produce el desplazamiento de varios de los gobiernos populares emergentes en
los últimos 15 años y los que subsisten se ven asediados. Repasemos: Brasil,
cae el gobierno popular mediante un golpe blando; Argentina, triunfo electoral
de Macri and company; Ecuador, hoy bajo la amenaza de un resultado adverso en
la 2ª vuelta; Venezuela, desquiciada y rondando un golpe blando; Bolivia, derrota
de Evo en el referendum que propiciaba su 4ª reelección consecutiva; el
MercoSur en marcha hacia el “Merco/rporaciones”…
Ese panorama
oscuro se oscurece aún más si pensamos en la carencia de alternativas al
capitalismo en el mundo. Si bien los señalados gobiernos “populistas” generaron
hechos positivos e impensados, su ocaso actual constituye un franco retroceso y
testimonian los límites estructurales propios
del sistema capitalista. Y a propósito, cito un párrafo de la entrevista a
Carlos M. Vilas que publica Página 12 el 1º de marzo: "Tiene mucha
vulnerabilidad acumular poder desde el Estado, porque por mandato
constitucional el control del Estado es a plazo fijo. El poder político que
logra ser perdurable es aquel que conjuga el esfuerzo desde abajo en
articulación con el Estado. Faltó construir una herramienta política.”
Justamente esa “herramienta política” es una
de las principales cuestiones irresueltas. Porque los partidos políticos de
contenido popular existentes pudieron operar algunos cambios favorables a los
de abajo pero limitados por las relaciones capitalistas. Sus avances se
realizaron desde el parcial y efímero control del Estado pero sin modificar su
naturaleza que porta los gérmenes de la dominación. Lejos están de resolver la
cuestión del poder, la representación y los alcances de la democracia, como se plantea
al principio de este artículo. Por otra parte, las nuevas aperturas
emancipatorias que emergen en los
ámbitos micro, distan mucho de la construcción de alternativas. En general su
concepción antisistema choca con la realidad política existente y tienden a
aislarse.
En definitiva, la complejidad del período que
vivimos genera tensiones dentro de las diversas expresiones del campo popular. ¿Cómo asimilarlas y no hacerles el juego a
la reacción? Y particularmente, para los sectores que planteamos la
emancipación, ¿cómo articular las nuevas tendencias con los sucesos actuales?.-----
Jorge
Luis Cerletti (marzo de 2017)
No hay comentarios:
Publicar un comentario