1) Presentación.
Voy a referirme a un artículo de Jorge Alemán, publicado en Página 12 el 23/04/15, “Hegemonía y poder neoliberal”, que emplearé como disparador de ese concepto clave que en el primer tercio del S. XX acuñara Antonio Gramsci.
No es mi propósito hacer un recorrido histórico ni adentrarme en el rico legado del gran revolucionario sardo sino destacar la vigencia política ideológica del concepto de hegemonía. Y sobre el mismo quiero remarcar ciertas incongruencias en torno a sus alcances referidas a las variadas luchas que se libran en la actualidad. Esto no significa restarle importancia al trabajo de Ernesto Laclau y del mismo Aleman sobre dicho tema aunque sí plantea mis desacuerdos con varias de sus formulaciones y presupuestos.
La idea que pretendo remarcar remite al eje poder, representación y hegemonía en sus diversos niveles con proyección a lo sistémico. Es dentro de esa trama donde alcanza relieve y fuerza política el concepto mencionado que se desdibuja toda vez que se desvaloriza el entramado que le da sustento.
2) Acerca del artículo de Aleman.
Antes de avanzar voy a apuntar someramente algunos desacuerdos con lo que expone Aleman. Comencemos por el conflictivo y escurridizo significante “realidad”.
Dice: “Primero la realidad está constitutivamente construida por discursos: .. (…) “Segundo: estos discursos que constituyen la realidad lo hacen de tal manera que no pueden nuca representarla en su totalidad. El discurso constituye a la realidad, no la puede representar de modo exhaustivo y sin embargo, se tiene que hacer cargo de intentar representarla de un modo fallido. Esta brecha “ontológica” entre discurso y realidad es irreductible e imposible de ser suturada”.
Parto de la base de que el concepto de realidad conlleva una disputa de poder por apropiárselo. El que se erige en intérprete de la realidad, divide a los otros entre quiénes se adecuan a su discurso y quiénes quedan afuera. Si tiene poder suficiente, esa suerte de apropiación se instala como parte del discurso dominante. Y de existir una “brecha ontológica” sería entre los hechos y el discurso. Pero es justamente la distancia entre los hechos, determinables con certidumbre, y la realidad como construcción discursiva, donde se pueden establecer tantas brechas como interpretaciones la tengan por objeto. Y éste es el ámbito en el cual las interpretaciones y los discursos integran la lucha política cultural cuya resolución deviene en hegemonía.
Otro problema no menor es el del relativismo a que conduce el par discurso-realidad y no precisamente por indiferenciación sino por lo contrario, una suerte de identificación que no se resuelve con plantear una totalidad fallida. Porque aquí se introduce otro tema, el de la totalidad ligada a una óptica determinista-mecanicista que vale criticar pero que soslaya la cuestión de fondo y deja en pie el relativismo de lo discursivo identificado con la realidad.
Otra discrepancia o algo digno de aclaración es cuando enuncia: “Las lógicas de dominación repudian y son fundamentalmente refractarias a la construcción de experiencias políticas hegemónicas.” Yo diría que las lógicas de dominación se inscriben en el ejercicio de las experiencias políticas hegemónicas que alimentan.
-------------ººº------------
(*) Hegemonía: Supremacía que un Estado ejerce sobre otros.// 2. Supremacía de cualquier tipo (Dicc. De la R.A.)
Tampoco me parece un juicio acertado afirmar: “La emancipación nunca logrará realizar una sociedad reconciliada consigo misma, como esperaba el marxismo canónico” Afirmación opinable porque la lucha de clases fue relevante y asumida en la primera etapa de duros enfrentamientos en pos de establecer la sociedad socialista. Asimismo, “la sociedad reconciliada” podría atribuirse a la 2ª Fase del comunismo sobre la cual Lenin advierte en “El Estado y la revolución”: “A través de que etapas, por medio de qué medidas prácticas llegará la humanidad a estos objetivos elevados, es cosa que no sabemos ni podemos saber”. Esta cita “anti-determinista” en torno a un futuro incierto es útil para confrontarla a la “sociedad reconciliada consigo misma”, ambigua absolutización que fundamenta el imposible de Aleman. Aclaremos que aquella advertencia no desdice la concepción determinista-finalista propia del marxismo-leninismo, distorsión que junto a varias otras demandan análisis profundos que caen fuera del objeto de este artículo.
Más adelante Aleman suscribe “una apuesta sin garantías” como posicionamiento político que comparto y que se desliga del componente mesiánico que había en la propuesta marxista (sobre todo en las mayoritarias corrientes mecanicistas post revolucionarias).
Pero el problema asume otro sesgo cuando plantea “la ruptura populista” como antítesis del “esencialismo” de tradición marxista. Dice: “Teniendo en cuenta que no podemos imaginar una fórmula de desconexión del capitalismo, fundamentada supuestamente desde “leyes objetivas y científicas”, la ruptura populista es la respuesta a ese “esencialismo” de tradición marxista.” Con una serie de adjetivaciones avala el propio discurso que deriva de aquella crítica y pretende fundamentar su postura que, en verdad, resulta una petición de principio. Alega: “El populismo no es una renuncia a la radicalidad de la transformación revolucionaria, es aún más radical, porque de un modo materialista admite los impasses y las imposibilidades que se presentan cuando la parte excluida y no representada por el sistema intenta construirse como una hegemonía alternativa del poder dominante”.
Si una posición política tiene su principal apoyo en la negación de otra, en este caso la marxista, pone de manifiesto la debilidad de su fundamentación al quedar atada a la negación de aquélla.
Para concluir con este punto voy a reiterar algunas transcripciones a modo de refuerzo de lo que critico. Veamos: “Teniendo en cuenta que ya no podemos imaginar una fórmula de desconexión del capitalismo…” cuestión que parece aceptar escudándose en el “esencialismo” de tradición marxista que contrasta con el populismo asumido como alternativa más radical y revolucionaria. Luego expone “…las imposibilidades que se presentan cuando la parte excluida y no representada por el sistema intenta construirse como una hegemonía alternativa al poder dominante”. Mas, esto último es propio de todo proceso encaminado a una ruptura del orden existente y no patrimonio exclusivo de quien lo alega. Es que las ideas y la creatividad revolucionarias son verificables en lo hechos, en los cambios reales que producen.
Una apertura “populista” debe definir su pertenencia o su rechazo al sistema capitalista más allá de las contingencias de las luchas. Éstas remiten a los momentos, los protagonismos y las diferencias entre sus actores. Lo primero delimita el campo y las proyecciones de las luchas políticas desde lo estructural. Lo segundo, corresponde al nivel situacional. Y atentos a esa problemática, plantear “…que no podemos imaginar una fórmula de desconexión del capitalismo…”, ¿significa la renuncia a proyectos emancipatorios? Estos interrogantes demandan respuestas que poco tienen que ver con auto calificaciones de materialistas, de radicalidad revolucionaria, etc. En suma, ¿cómo se piensa “la ruptura populista”? ¿Cuestiona el orden sistémico o se retoma la “humanización del capital” dentro de este mundo “globalizado”?
3) La hegemonía y el entramado socio cultural, político y económico.
La problemática de la hegemonía conduce indefectiblemente a las relaciones de poder. Las cuales, a su vez, se insertan en los múltiples niveles de la actividad humana e imprimen su sello sobre la gran diversidad constitutiva de las sociedades. Tal diversidad es prácticamente inabarcable, no así sus características estructurales ni las situaciones determinadas que son objeto de interpretaciones polémicas.
De hecho las diputas hegemónicas atraviesan a las distintas sociedades de la historia y en la actualidad están a la orden del día en todo el planeta. Tamaña extensión geográfica es producto del desarrollo del gran capital que hoy reina en el mundo con sus diversas modalidades. Fenómeno contemporáneo vinculado a la implosión del campo comunista y movimientos afines cuyo imprevisible derrumbe marcó la culminación de un largo proceso de acumulación y concentración del capital a nivel internacional. Es que dicho proceso originó la gran expansión del mercado mundial verificada en el siglo XX y que terminó por absorber las experiencias revolucionarias que gestara el comunismo que no superó las relaciones mercantiles y que no fue más allá de un capitalismo de Estado.
Las relaciones de poder denotan quiénes son los que deciden “en nombre de” los otros, sean potencias, naciones, gobiernos, pueblos, clases, grupos,…etc. Y es decisiva la praxis que despliegan los distintos protagonistas para resolver a su favor las luchas y conflictos que no cesan por más que varíen su intensidad y motivaciones. En esa dinámica juegan los lugares de poder desde donde se actúa para afianzar los efectos estructurales sobre los que inciden. Verbigracia, el peso de los directorios de grandes Corporaciones o la gravitación de importantes funcionarios de un Estado potencia, etc.
Tales efectos intervienen en la construcción del andamiaje que soporta el orden social. Y las clases o sectores dominantes de éste, tratan de eternizar dicho orden apelando a la violencia abierta cuando deben superar crisis agudas que hacen peligrar su hegemonía. Empero, la violencia encubierta es señal de fortaleza pues brinda mayor estabilidad al régimen que busca invisibilizar la explotación y el sometimiento de los oprimidos. A esto se suma una singularidad histórica del sistema capitalista que es su gran dinamismo y creatividad en la esfera económica y de la producción. Singularidad que le confiere gran potencialidad que contribuye a inocular serias formas de adicción consumista en el seno de la sociedad, su mejor señuelo para la integración al sistema. Como resultado de su vertiginosa e indiscriminada expansión, provoca un consumo irracional que produce enormes desperdicios a costa de la naturaleza y del género humano.
Antes de proseguir, esquematizaré lo que entiendo por entramado de relaciones para lo cual diferenciaré, básicamente, tres niveles que se articulan generando claros efectos en la vida de la sociedad. En primer lugar, la política es el nivel que enhebra a los otros y expresa los alcances de la dominación. El económico establece las bases materiales sobre las que se erige la hegemonía estructural del capital. El cultural-ideológico es el campo desde donde se conforma la subjetividad que prevalece en la sociedad. Abarca a los medios de comunicación así como a las instituciones formadoras de “conciencia”: instituciones educativas, religiosas, estéticas, científicas y culturales en sentido amplio.
Caracterizar las formas de dominación y de hegemonía exige determinaciones en torno a lo coyuntural y a lo estructural que se entrelazan según los momentos y particularidades de que se trate. En general, lograr la hegemonía requiere alianzas intersectoriales salvo si la dominación de los que conducen es tan fuerte como excluyente. Mas, en este esbozo sólo aludiré a un par de situaciones concretas a modo de ejemplos útiles para complementar la exposición. O sea, apuntaré la comparación entre nuestro país y Brasil acerca de los procesos hegemónicos más recientes. Luego, cerraré este artículo con algunas ideas por fuera de la lógica sistémica.
Comienzo por tomar los gobiernos de Brasil y de Argentina para visualizar las diferencias entre ambos referidos a la hegemonía. En primer lugar, lo estructural en el caso brasileño tuvo mucho más peso que en el argentino. Lula y después Vilma, impulsaron una redistribución de la riqueza que integró a varias decenas de millones de marginales al circuito económico. Mas, no alteraron el poder concentrado de las grandes corporaciones internas-externas que siguieron conduciendo la política económica del Estado, capitalizando también el mayor consumo interno y dirigiendo el Banco Central. La mejora en las condiciones de vida de importantes sectores de la población, producto del asistencialismo implementado por el gobierno, estuvo contrapuesta a la sustantiva hegemonía estructural afín al perfil de subpotencia regional. El PT partió de ser el movimiento de izquierda más importante y radicalizado del subcontinente y apoyo fundamental del ascenso de Lula, para ir desdibujándose y convertirse en una chirle expresión de social democracia. Su “reconversión” terminó en los mil enjuagues políticos de alianzas sin principio y con acuerdos de ocasión con múltiples gobernadores estatales, verdaderos “Señores feudales” de la política. En definitiva, el impulso hegemónico que nació de un movimiento popular genuino se transformó en una triste realidad de enjuagues que, no obstante, alcanzó para apoyar la apertura que se generó en América del Sur, su mayor logro político por su incidencia continental.
En cuanto a nuestro país, diría que la construcción de hegemonía política del kirchnerismo siguió una trayectoria inversa. Arrancó de una extrema debilidad; salió 2º en la elección de 2003 detrás de Menem que renunció, y sin contar con un aparato político que le diera sustento. Sin embargo, al poco tiempo Kirchner pasó de ser el “Chirolita” de Duhalde a ir conformando una corriente política que terminó construyendo un perfil popular y antiimperialista cuyo gran espaldarazo fue romper con el ALCA en Mar del Plata, en alianza con Chávez y traccionando al conjunto ante las barbas del presidente yanqui Busch.
No entraré en los dimes y diretes en torno a su gestión, sólo me referiré al carácter de su construcción de hegemonía. Esquemáticamente, reproduce la inveterada tradición de liderazgos y verticalismo levantando lo mejor del legado peronista sin perjuicio de aliarse muchas veces con lo peor de sus representantes y también de otros partidos. Se apoya en el relativo control del Estado y en el movimiento popular mientras se dan contradicciones y concesiones con el poder económico que es hegemónico estructuralmente. Se puede aducir, con razón, que hoy no existen alternativas al capitalismo pero por ese sendero se hace difícil augurarle perspectivas promisorias debido a las leyes propias del sistema desde donde realizan su política. Mucho menos aportar a la gestación de nuevos horizontes emancipatorios.
Frente a su debilidad “estratégica” con relación al gran capital internacional y los grupos concentrados internos, su capacidad táctica ha oxigenado su acción política para contragolpear los ataques de la colusión opositora apoyada en el poder mediático dominante y en el señalado poder económico. En suma, su gobierno se constituyó así en una fisura política respecto de estos últimos encorsetado por el sistema capitalista que estrecha sus márgenes de maniobra. Y por ahora, supo construir su hegemonía política y mantenerla a pesar de los límites mencionados.
A partir de aquí el debate tiene múltiples sesgos abiertos. Verbigracia, para evaluar los alcances de la hegemonía construida y con vistas al mediano plazo, surgen no pocas preguntas. Como ser: ¿qué perspectiva tiene el neo desarrollismo en esta etapa de globalización?, ¿vuelve a darse el proverbial deterioro de los términos de intercambio?, ¿también la recurrente crisis de la balanza de pagos?. Y pasando al corto plazo electoral, ¿a quién responde Scioli? ¿cuánto tiene que ver con la política K. él y su entorno? ¿profundizaría el proyecto o titulado “modelo”?
4) Ideas fuera de la lógica sistémica.
Ahora intentaré avanzar desde una mirada emancipatoria, planteando algunas ideas fuera de la lógica sistémica. Con ese propósito retomo la cuestión de la hegemonía de las minorías dominantes, fenómeno histórico sostenido a lo largo del tiempo. Esto no obsta a que en muchas circunstancias se produjeran hechos revolucionarios victoriosos protagonizados por las masas oprimidas bajo la conducción de grandes liderazgos y sus vanguardias. Sin embargo, se incubaron en su seno nuevos amos reproductores de la dominación, algo tan imprevisible como paradójico. Ergo, las grandes luchas anticapitalistas libradas durante más de siglo y medio terminaron siendo desvirtuadas a posteriori. Tales procesos regresivos semejan un viaje de ida y vuelta que no se logra revertir.
Intentar salir de ese círculo vicioso demanda crear fisuras que apunten a la ruptura de dicho círculo. Y toda apertura política en busca de superar la regresión histórica señalada, tropieza con un gran obstáculo: la penumbra política que nos envuelve y de la que aún no hemos salido. Penumbra que es necesario disipar con ideas y prácticas innovadoras cuya primer tarea es apartarse de la lógica del orden existente que resulta reproductora de la legalidad del mismo.
¿Qué pasa si se impulsan procesos de participación colectiva que reviertan las tradicionales relaciones de poder? ¿Es irreversible la hegemonía política de las minorías dominantes? ¿Por qué no desarrollar rotación de funciones y responsabilidades en torno a las tareas comunes constitutivas de la vida social? Frente a desafíos de ese tenor, el juicio ampliamente mayoritario es descalificar aquellos planteos estigmatizándolos como utopías irrealizables, ingenuidades, etc. Y para no extenderme en la crítica a ese dictamen tributario de la cultura hegemónica, recurro a una metáfora sencilla: sería como descalificar el proceso de construcción de un nuevo auto de carrera porque todavía no compite…
No sólo la historia futura está por escribirse sino que muchos acontecimientos políticos sorprendentes surgieron con un alto grado de imprevisibilidad. Mayo del 68 en Europa, el Caracazo del 89 en Venezuela, la rebelión zapatista del 94, el ascenso de Chávez en Venezuela en el 99, el 2001/02 en Argentina, las guerras del Alto y del gas en Bolivia, el triunfo de Evo (1er. indígena presidente) y las aperturas políticas en Sudamérica y nuestro país, las rebeliones populares en el norte de África, la crisis actual europea y el surgimiento de Podemos en España y de Syriza en Grecia. Estos sucesos no agotan los múltiples fenómenos relevantes en perspectiva popular emancipatoria. Y de acuerdo a su variedad y número, creo que no hace falta sumar los impredecibles de signo opuesto, como ser, la caída del muro de Berlín en el 89 o el ascenso de China “comunista” al podio del poder mundial constituida en la 2ª potencia capitalista.
Es mucho lo que se puede reflexionar sobre el tema de la indeterminación, asunto que en otros trabajos he considerado. Pero aquí y a modo de cierre, sólo me limitaré a comentar una consigna zapatista de alto valor simbólico que me parece muy útil para condensar lo que vengo sosteniendo acerca de un nuevo enfoque sobre el poder y la hegemonía: me refiero a “mandar obedeciendo”.
Esa consigna que es un verdadero oximorón, proviene de una de las aperturas y experiencias más ricas en la búsqueda de nuevos caminos emancipatorios. “Mandar”, sintetiza el poder de quien se hace obedecer subordinando a los otros, pero si lo hace “obedeciendo” se invierte el sentido y ese poder deriva en otro que podría ser el pueblo, los oprimidos, los de abajo, la sociedad o como se lo quiera precisar. Y aquí entra en juego el problema de la representación que va y viene entre los extremos aparentemente incompatibles pero que, en verdad, originan la rotación de quienes deciden.
El mandar, como única forma de validación, constituye un mandato que debe responder y rendir cuenta a los mandantes. La representación, en esos términos, deja de ser el trampolín de quienes concentran poder y pasa a constituirse en un atributo del colectivo. La dupla tradicional hegemonía-dominación se desarticula y pierde su significación histórica. Surgen así ricas posibilidades para generar contraculturas hegemónicas, para potenciar la participación y para ensayar la rotación de funciones. En suma, se abren senderos hacia un horizonte emancipatorio que la dominación del gran capital bloquea en ejercicio de su actual hegemonía cultural, política y económica. Es cierto que el rumbo hacia la emancipación es largo y azaroso. Tan cierto como lo mucho que se ha avanzado sobre un territorio hostil, desde micro experiencias hasta acontecimientos como los que mencioné más arriba. Bengalas que comienzan a horadar la oscuridad a que nos conduce el modo de vida capitalista.-----
Jorge Luis Cerletti
COMISION DE ECONOMÍA Y POLÍTICA DEL COLECTIVO POR LA JUSTICIA SOCIAL
Nota: los subrayados son míos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario