Jorge Luis Cerletti |
“…en una sociedad como la nuestra, la
verdadera tarea política es criticar el juego de las instituciones en
apariencia neutras e independientes, criticarlas y atacarlas de manera tal que
la violencia política, que se ejerce oscuramente en ellas, sea desenmascarada y
que se pueda luchar contra ellas.”
“… el poder político es mucho más
profundo de lo que se sospecha. Hay centros y puntos de apoyo invisibles, poco
conocidos. (…) Si no se logra reconocer estos puntos de apoyo del poder de
clase, se corre el riesgo de permitirles continuar existiendo y ver cómo se
reconstruye este poder de clase después de un proceso revolucionario aparente.”
[En “El poder una bestia magnífica” de Michel
Foucault, cit. en pág.19]
Desglosaré la cita según las dos
cuestiones planteadas en el primer y el segundo párrafo. Una, acerca de lo institucional y su
naturalización. La otra, más inadvertida, se ancla en lo existencial. Con su
solapada incidencia se da también sobre los que impugnamos el orden existente. Sean
críticos sinceros o quienes lo negamos en esencia. Y ambas cuestiones son las disparadoras
de las siguientes reflexiones.
La “Institucionalidad”
Lo institucional por excelencia se
asocia al Estado, insuperada institución creada históricamente al calor de
distintas formas de dominación. Aquí sólo mencionaré, sintéticamente, dos casos
de gran incidencia actual. La institucionalidad bajo el gobierno de Macri y la que
corresponde a la grosera operación que llevó a la presidencia provisional a Temer
en Brasil. Matizados ejemplos de la “institucionalidad” que pregona la derecha cuando
alcanza el control del Estado. Cada cual con sus respectivas circunstancias, configuran
distintas máscaras que encubren su política real buscando legitimar su dominación.
La que se referencia al caso de Brasil
no requiere mayores explicaciones. En el gravitante país vecino se llevó a cabo
un indisimulable golpe blando auspiciado por el poder del gran capital. Sus
intérpretes visibles, fueron emergentes de la corruptela de funcionarios e
instituciones que lograron destituir a Rousseff. No importó su penoso giro
neoliberal pues no era de esa cofradía ni daba suficientes garantías. Pero ante
la reacción popular y los escándalos de corrupción, los mismos inspiradores del
golpe han puesto sobre la cuerda floja a quien llevaron a la presidencia y hoy
les puede servir de chivo expiatorio.
En Argentina la cuestión está
más invisibilizada pues el cambio de gobierno devino de un proceso electoral. El profundo giro político-económico y
social que implementó el gobierno de Macri, lo hizo en flagrante
oposición a su discurso de campaña, o sea, fue un fraude preelectoral. El control del Estado le posibilitó ponerlo
al servicio de los intereses de los grupos dominantes que representa. Gestó un
verdadero gobierno de ex CEOs. de multinacionales y de grupos concentrados
afines. Obvio que el poder del gran capital externo-interno no es una novedad. Lo
nuevo para nosotros, habituados a los golpes militares, fraudes y
proscripciones, es que por primera vez en nuestra historia triunfó la derecha
explícita sin disfraces peronistas que la disimulen. Que proviniera de una burda estafa político-ideológica habla
de la vulnerabilidad de “la opinión
pública” y de la carencia en la construcción de alternativas a la hegemonía del
gran capital. Luego, es importante evaluar los alcances de “la democracia” en
este período de dominio mundial del capitalismo.
Lo afirmado no excluye las
contradicciones ni los momentos en que algunos sectores subalternos lograron
revertir o atemperar sus efectos. Pero esos períodos hasta ahora fueron transitorios,
una alteración de la “normalidad”. El máximo ejemplo fue el derrumbe de los
Estados Comunistas que intentaron un cambio de sistema.
La “institucionalidad” Macrista
también albergó operaciones ilegales cuya concreción estuvo en función del
nivel de conflictos y resistencias que produjo. Y para cerrar el tema, voy a señalar
un caso emblemático de la “institucionalidad” Macrista: el 2x1 sancionado por la Suprema Corte de
Justicia. Es que el Poder Judicial, honrosos juristas aparte, resulta el más
conservador de los tres poderes republicanos, una especie de escribiente de las
distintas formas de dominación. En esta oportunidad el P.E. quiso imponer por
decreto dos jueces adictos en la Corte Suprema de Justicia, un procedimiento
inconstitucional. Después, ante la reacción generada, apelaron a otras complicidades.
Lograron el aval del Congreso para introducirlos legalmente. Y al poco tiempo cumplieron,
dictaron el famoso fallo del 2x1. Lamentablemente, contaron con el aval de la
jueza Highton de Nolasco que enlodó su figura a cambio de su permanencia en el
Tribunal. Así fue sancionada la atenuación de la impunidad sobre los ejecutores
del genocidio de la última dictadura militar (reducía el 50% de su condena).
La respuesta fue la formidable
movilización popular del 10 de mayo por los derechos humanos. Los organizadores
la estimaron en unas 500 mil personas en Plaza de Mayo y arterias circundantes.
A la vez, se produjeron numerosas manifestaciones en distintas provincias. Fieles
a la hipocresía que los caracteriza, Macri & cia. retrocedieron y dejaron
pagando a los Supremos.
Se podría decir que la de mayo resultó
una coronación de las grandes movilizaciones realizadas en marzo con más de
cien mil personas cada una. La que generara a regañadientes la CGT triunvira que incluyó la
fuga de sus dirigentes del estrado ante el repudio por sus vacilaciones para
lanzar la huelga general. La de los docentes, la reivindicación de género “ni
una menos”, la del 24 de marzo…
Frente a las mentiras e
hipocresías del gobierno con sus reacomodamientos aparentes y su falaz
institucionalidad, ha ganado bríos la resistencia popular y su presencia en las
calles. Esto a pesar de las presiones del aparato represivo que encabeza la deplorable
ex JP Patricia Bulrich. La situación actual y sus proyecciones demandan un
análisis profundo y un amplio debate de ideas que supere la inmediatez del
presente.
“La telaraña”
La telaraña simboliza el entramado socio-cultural del orden
capitalista en el que proliferan hábitos y sobrentendidos que funcionan a nivel
existencial y más sutilmente, de modo subliminal. Delimito el espectro para
hacer más accesible la idea. A tal fin, selecciono cuatro categorías simbólico-conceptuales
productoras de subjetividad aún en quienes nos oponemos al sistema capitalista.
Ergo, considero la gravitante influencia del dinero, el consumo, el mercado y el trabajo. (1) Pienso que esas figuras representan algunos de los “centros de
apoyo invisibles” a que alude Foucault. Sólo que son harto conocidas pero su gran
visibilidad es una pantalla de lo opuesto, su invisibilidad. Aquí se aplica aquello
de que “lo esencial es invisible a los ojos” pues en el capitalismo esas
categorías resultan esenciales así como su introyección en la vida de las
personas.
Si situamos socialmente a esas
figuras, podríamos remitirlas a tres campos sin contar a los sectores
dominantes o a otros beneficiarios directos del sistema. Me refiero a la esfera
de la vida cotidiana, la de la política realmente existente y al espacio conformado
por quienes cuestionamos al capitalismo.
En la vida cotidiana prevalece
el imaginario social dominante encarnado en los comportamientos y hábitos de
las personas. Éstos son efectos del “poder de clase” ejercido sobre ellas. Aquí
vale hacer un breve comentario sobre la problemática general de las relaciones
de poder interiorizadas en el conjunto de la sociedad.
Históricamente, se dieron
distintas formas de dominación donde el capitalismo es la última de ellas. En
todas, las relaciones de dominio son un factor constitutivo de la sociedad que abarca
a las relaciones personales. (ver “Las relaciones de dominio como lazo social”;
cuaderno de 1999, J.L.C.). Un ejemplo actual de las mismas surge de las luchas
de género que impulsan las mujeres.
En torno a ese tema, vale una
mención al interesante artículo de Jorge
Alemán “¿Qué es la subjetivación neoliberal?” publicado en Página 12 el
5/6/17 y que expone ideas dignas de consideración. Dice: “Pero el suelo nativo del sujeto, el lugar desde donde adviene a su
propia existencia no es el Poder, sino la estructura del lenguaje que lo
precede y lo espera antes de su propio nacimiento. El sujeto es un accidente
fallido y contingente que emerge en el lenguaje atravesado por la incompletud y
la inconsistencia.” En este párrafo
que cito afirma una cuestión con la que disiento.
Soslayo el terreno estrictamente
psicológico pues creo que J.A. introduce aquí un enfoque invasivo respecto de
las relaciones sociales y político-culturales. Por más insustituible que
resulte la estructura del lenguaje que precede al sujeto, no es el único
pre-condicionante de su existencia.
La sociedad en que se nace, el
momento histórico que lo sitúa, el hogar en que se anida, también preceden al
nacimiento. Y tratándose de la subjetivación
neoliberal, la influencia de la política y su inscripción cultural en lo ideológico,
son componentes primarios y constitutivos en la formación de los sujetos
dependientes. Aquí funciona un núcleo rector que es precisamente el poder. Éste no sustituye ni minimiza
al lenguaje sino que lo adecua a sus intereses. Así el lenguaje asociado a la
potencia mediática, se constituye en un valioso instrumento del neoliberalismo.
Mientras que la contingencia del sujeto atravesado por la incompletud y la inconsistencia es del orden
psíquico.
Retomo ahora las cuatro figuras
que señalé como destacadas exponentes del entramado que denominé “la telaraña”. Vivimos una época de
gran potenciación de esas cuatro figuras vitales para el capitalismo. Lo cual
responde a su dominación mundial semi-absoluta ante la carencia de alternativas
sustantivas. Dichas figuras son modeladoras de las conductas humanas y
determinantes en sus motivaciones y actitudes.
En lo que sigue, soslayo su obvia
y manifiesta incidencia en la vida cotidiana para referirlas a su relación con la
política realmente existente y también sobre quienes sostenemos la emancipación
del capitalismo.
Para abordar la política que se
desarrolla bajo el imperio del capital, recurro a un reduccionismo
simplificador y apunto sólo dos protagonismos. Uno, los sectores de poder
concentrado que incluyen sus disputas hegemónicas. Éstas reflejan las
contradicciones del gran capital extensivas a las potencias mundiales. El otro,
la diversa gama de sectores dependientes que intentan reducir o eliminar los niveles
de sujeción que provocan aquéllos junto a la derecha que los representa. Ahora dejo
afuera de las siguientes consideraciones a los primeros debido a que son los dueños
del sistema y usufructuarios de las mencionadas figuras. En cambio, los
objetores de su política operan con ellas procurando favorecer a las mayorías
populares. En ese sentido, tienden a quedar prisioneros de la telaraña en la que
se enredan con otros fines.
En Sudamérica es donde más
prospera esta política que produjo cambios de baja intensidad que se pusieron a
la orden del día en varios países, incluido el nuestro. Para ello se apela al fuerte
estímulo del consumo, la expansión
de los mercados y la exaltación del trabajo. Todos enhebrados por el poder
emanado del dinero y sus múltiples
aplicaciones que coronan con la hegemonía
del capital financiero.
En general, el llamado
“populismo” trató de implementar una política de corte desarrollista,
moderadamente redistributiva y de carácter popular. Para ello utilizó los
recursos y el relativo control del Estado. Pero tal institución, más allá de
eventuales interregnos que contradicen su esencia, está al servicio de los
responsables de la dominación. Luego, ¿hasta qué punto el “populismo” puede
liberarse de la hegemonía del gran capital interno y de las corporaciones
internacionales?
El giro actual a la derecha en
varios países gravitantes de Sudamérica es una pre-respuesta que muestra varias
caras. La intangibilidad del poder económico dominante. La vulnerabilidad de la
independencia de los Estados Nacionales. Las ligaduras que supone el empleo de
los mismos instrumentos afines a la concentración del capital (verbigracia, las
cuatro figuras simbólicas). La decisiva influencia cultural que engendra en la
sociedad. La democracia realmente existente que resulta un paraguas contra los
golpes militares pero, a la vez, institucionaliza la dominación y no impide los
“golpes blandos”. El sistemático reino
del presente que obstruye imprescindibles construcciones “estratégicas”. Y
este último punto nos convoca a todos los que aspiramos a una sociedad y a un
mundo más igualitario y justo, libres de explotación y dominación.
La apertura que se produjo en
nuestro subcontinente, incluida Argentina (eje de estas reflexiones), era
impensable hacia fines del siglo pasado. Sin embargo, ese salto adelante no
destruyó la telaraña sino que se fue fortaleciendo insensiblemente. Los éxitos no
excluyeron los beneficios del enemigo. Las frustraciones, sí lo fortalecieron. Nuestro
gobierno anterior, muy buen táctico, fue naufragando en la construcción de una
alternativa independiente y liberadora imponiéndose el día a día. ¿Puede construirse
bajo esas condiciones?
Poco tiempo atrás, en pleno
retroceso de lo que se había logrado, se produjeron formidables movilizaciones
cual testimonio de resistencia y reservorio de las energías populares. Pero la
política realmente existente parece no estar a la altura de las mismas. Es un
verdadero desafío pendiente.
Desafío que, de distinta manera,
nos alcanza a quienes impulsamos la emancipación desde una postura
anticapitalista. Porque a pesar de la claridad acerca de la naturaleza del
Estado y de la necesidad de la horizontalización del poder con la consiguiente
participación popular efectiva, todavía estamos muy lejos de generar
alternativas que graviten en la sociedad.
Esto supone un doble desafío.
Cómo articular esfuerzos con los sectores populares que luchan por mejorar las
penosas condiciones de vida de la población.
Al mismo tiempo, cómo ir construyendo políticas emancipatorias que
trasciendan la inmediatez del presente sin desatenderlo.
Una reflexión final acerca de la
telaraña. La metáfora alude al gran
capital y sus corporaciones gigantes como la araña devoradora. Mientras que
quienes se resisten a ser devorados tratan de zafar de su entramado. Unos,
alejándose de las pinzas destructoras lo más que permitan sus fuerzas. Otros,
intentando destruir la telaraña y su creadora. Los últimos, amen de la
gigantesca tarea que conciben, deben pensar que la vida cotidiana también los
sitúa sobre la telaraña (y me incluyo). Y hoy pareciera que la araña ha
producido un hilado muy fuerte… Mas, tratándose de un “insecto” llegará el día
en que será aplastado. Unamos fuerzas y pensemos cómo construir ese
futuro.------
Jorge Luis Cerletti
(9 de junio de 2017)
(1) Las cuatro categorías:
Dinero; es el medio equivalencial de los intercambios. Más
allá de sus distintas formas, sobresalen las siguientes características. Como
objeto de ganancia del capital se transforma en capital financiero. Su
formidable expansión en las últimas décadas le dieron un protagonismo mundial
sin precedentes. Con el salto tecnológico su operatoria funciona al instante y
alcanza a cualquier parte del planeta. Esto potencia tanto su poder como su
naturaleza ficticia multiplicada por el mercado de derivados, Bancos de
inversión, etc. Suele ser el detonante de las crisis sistémicas (2007/2008
dixit). En lo socio-cultural, el dinero encarna el egoísmo y el individualismo
propios del capitalismo y es un destacado patrón de valores resumido en el
“tanto tienes, tanto vales”.
Consumo: la producción en el capitalismo genera mercancías
que conllevan, potencialmente, el valor extraído al trabajo de los obreros que
las producen (explotación). Para realizar ese plus valor que portan deben
venderlas lo que se concreta en su compra, o sea, el consumo. Si no hay consumo
no se genera la ganancia del capital. Ergo, el sistema es una formidable usina
de productos destinados al consumo y sus destinatarios, los consumidores. Luego,
inyectan en la sociedad un insaciable apetito por la compra de mercancías, sean
necesarias o superfluas.
Mercado: es el lugar donde se efectúan los intercambios y se
realizan las ganancias y es manejado por los empresarios. Asimismo, disimulan
su protagonismo bajo el nombre de “los mercados” como si se tratara de un espacio
neutro.
Trabajo: en el capitalismo el trabajo humano, en cualquiera
de sus formas, está ligado indisociablemente al trabajo asalariado. Allí se
materializa la explotación y la obtención de la plusvalía (trabajo excedente no
remunerado) apropiada por el capitalista. La lucha legítima por las fuentes de
trabajo y contra los despidos responde a las necesidades de supervivencia de
los trabajadores. Contradictoriamente, esto implica el derecho a ser explotado
que incluye las pugnas sindicales por obtener las mejores condiciones posibles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario